Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Chumberas en flor", de José Arpa, en la sala XIII del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 19 de febrero, es el aniversario (19 de febrero de 1858) del nacimiento de José Arpa, pintor, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "Chumberas en flor", de José Arpa, en la sala XIII, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala XIII del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "La Santera", de José Arpa Perea (1858-1952), siendo un óleo sobre lienzo, de estilo paisajista, realizado hacia 1928, con unas medidas de 0'61 x 0'92 m., y procedente de la donación del propio autor, en 1944.
Paisaje de chumberas lleno de colorido donde predomina la luz y el azul del cielo.
Siempre ha sido considerado como un cuadro de la última época de Arpa en Sevilla, pero por la cantidad de matices y el volumen de la luz parece una obra más temprana.
Según Valdivieso se trata de una obra realizada a su vuelta a Sevilla, tras su largo exilio americano (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Pocos paisajistas hubo en el ámbito de la pintura sevillana de fines del siglo XIX y principios del XX con tanto temperamento y dotes como José Arpa. También muy pocos pintores de origen tan humilde como el suyo consiguieron a base de voluntad y talento llevar una vida acomodada, recorrer medio mundo durante largos años y finalmente decidir volver a morirse a su tierra. Porque Arpa murió en Sevilla en 1952 después de una larga vida, ya que había nacido en Carmona en 1860. En su juventud no se pudo permitir estudiar solamente, sino que trabajaba de día a sueldo en casa de un pintor de escenas devotas y por las noches acudía a las clases que se impartían en la Escuela de Bellas Artes.
A los veinte años tenía ya muy poco que aprender en el ambiente local aunque seguía recibiendo clases. Comenzó a realizar pequeñas obras que, vendidas a modesto precio, le permitían obtener ganancias suficientes para ir sobreviviendo. Como todos los pintores de su época aspiró a ir a Roma y lo consiguió gracias a una beca que le proporcionó la Diputación de Sevilla. En la Ciudad Eterna se inició en la pintura de historia realizando cuadros solemnes y de gran formato que le habrían dado nunca el prestigio que alcanzó posteriormente como pintor de paisajes. Por ello al regreso de Roma se olvidó de las solemnidades de la historia y se dedicó a la práctica de una pintura con temática popular que efectuó con una admirable soltura de pincel, un colorido brillante y pastoso y finalmente con un sentido de la luz intenso y vibrante. Su pintura agradó a la clientela en la medida que era un pintor cuya técnica era tan importante como el contenido.
Su interés por escenarios abiertos y luminosos le movió a viajar a Marruecos lo que hizo en 1895. El exotismo del ambiente geográfico norteafricano le proporcionó abundantes temas de inspiración que, adobados con unas gotas de fantasía, el convirtieron en un aceptable pintor de temas orientalistas. Todo lo vivido y creado por el artista no había sido suficiente en el sentido vital y por ello, deseoso de ampliar horizontes, en 1896 marchó a América donde estuvo muchos años en México practicando la pintura y también impartiendo enseñanzas en la Academia de San Carlos. Pasó después a los Estados Unidos donde residió en el estado de Texas; allí aprovechando las características del paisaje, grandioso y épico, realizó obras de una gran belleza y esplendor visual. Finalmente después de más de treinta años de ausencia Arpa regresó a Sevilla en 1928. Aquí fueron pasando los años y su pintura fue madurando y mejorando sin perder vitalidad y sin que se apagase el brillo de su color.
Dos magníficos paisajes se conservan de Arpa en el Museo de Sevilla donados por el propio artista, al tiempo que su Autorretrato. Uno de estos paisajes pertenece a su época norteamericana y nos muestra una visión de El Cañón del Colorado, obra fogosa y de rutilante cromatismo. La otra pintura es Un paisaje de chumberas, en esta caso reflejo de la topografía andaluza y también de un sentido peculiar en el tratamiento de la luz y de la vibración atmosférica (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía de José Arpa Perea, autor de la obra reseñada;
José Arpa nació en Carmona, España en 1858. Fue un español de muchos mundos y parajes. En su obra pueden rastrearse infinidad de influjos y escuelas; parece incluso, en una primera visión, que hubiera varios pintores Arpa: el realista, el historicista, el que practica la pintura “plain air”, el ilustrador, el cronista gráfico, el impresionista... También los temas son muy variados, aunque pronto el paisaje habría de asumir su papel preeminente, inspirador de su mejor pintura. Paisaje como visión introspectiva, como pregunta que realiza la mirada pero que va dirigida, más allá de la mera percepción sensorial, a quien lo contempla tratando de aprehender su íntima esencia.
Así, el pintor viajero que fue Arpa nunca deja de perseguir nuevos celajes, nuevas tierras, nuevos horizontes para alimentar su búsqueda introspectiva, guiado por un impulso de desarraigo y aventura. ¿Viajero por topofilia? ¿Por Topofobia? Más bien creemos que por amor a espacios y experiencias desconocidas, porque en la obra del pintor alienta una curiosidad insaciable, y la curiosidad es síntoma de amor al mundo y a la vida. (Fuente: "José Arpa Perea", por Juan Fernández Lacomba)
José Arpa estuvo en México de 1896 a 1910. La situación en México parecía, a sus cuarenta años de edad, más halagüeña y llena de futuro que en Sevilla. Desde su llegada toma contacto con los españoles allí fincados y cultiva su influyente círculo, vinculándose a las familias Quijano y Rivero, de origen asturiano, que estaban temporalmente asentadas en Sevilla. Serán estos los anfitriones casi permanentes y los que acogen al pintor en una relación casi familiar. (Fuente: "José Arpa Perea", por Juan Fernández Lacomba)
A la llegada del pintor a la capital mexicana, el ambiente artístico era muy receptivo a todo lo que fuese europeo, y estaba limitado prácticamente a la oficialidad que encabezaba la escuela nacional de Bellas Artes de San Carlos. La institución, heredera de la presencia académica virreinal, aún continuaba funcionando también como museo y reunía ramas pertenecientes a secciones de pintura, escultura, grabado y arquitectura. Poseía un extenso número de profesores, prácticamente los más importantes de la pintura mexicana del momento, en los que se valoraba fundamentalmente su formación europea.
La Academia estuvo con frecuencia dirigida por extranjeros, normalmente españoles, que también ejercían de profesores, junto con italianos, específicamente contratados para distintas asignaturas. Tal fue el caso precedente del nazareno catalán Clavé o del paisajista Landesio, creador de una importante escuela en relación con el paisajismo realista que posteriormente desarrollaría el gran paisajista mexicano José María Velasco, representante nacional como imagen oficial en exposiciones internacionales. (Fuente: "José Arpa Perea", por Juan Fernández Lacomba)
En la capital mexicana, en las primeras realizaciones, José Arpa se ve atraído principalmente por escenas de la ciudad, donde quedan reflejados elementos de su urbanismo, calles con efecto de luces y movimiento de figuras, así como aspectos de la vida popular. (Fuente: "José Arpa Perea", por Juan Fernández Lacomba)
Por otra parte, los viajes a Europa de los artistas son cada vez más frecuentes, lo cual incrementa la receptividad hacia los rasgos impresionistas. Prueba de ello serán las escuelas al aire libre, incluso a instancia de profesores de la misma academia, como Alfredo Ramos Martínez, que tras su vuelta de Paris en 1910, funda, con el sintomático nombre de Barbizon, una escuela de “plain air” en la próxima localidad de Santa Anita de Zacatlamanco, en el año de 1913.
En este contexto, en 1899, Arpa se encuentra pintando en Jalapa, en el Estado de Veracruz, donde realiza paisajes y estudios del natural. En Jalapa realiza por estas fechas la obra titulada “El entierro en Jalapa” o “El Entierrito”, y también “Artista de Jacal”, piezas con las que muy tempranamente entra de lleno en la temática mexicana, en línea con la pintura nacionalista de un Parra o Jara, y dentro de la pintura de género de composición con figuras como es posteriormente “El Rosario de Amozoc”.
Tras la estancia documentada de Jalapa, lugar al que el autor volvería siempre atraído por su paisaje, Arpa decide vivir en Puebla, donde la presencia de la familia Quijano ejercía una cierta influencia y mantenía una importante posición económica. También reside temporalmente en Oaxaca donde la familia poseía propiedades agrícolas y ganaderas, y frecuenta las localidades de Orizaba, Coatepec y Jalapa, en el Estado de Veracruz, unidas por el ferrocarril Transoceánico en la costa del Caribe y donde había tenido lugar la última guerra colonial: la Guerra de Cuba. (Fuente: "José Arpa Perea", por Juan Fernández Lacomba)
Los nuevos paisajes mexicanos tratados por Arpa estarán a veces connotados por la presencia cultural de monumentos, por el carácter local, o bien por la presencia etnográfica de figuras. O estarán llevados por una fascinación exótica, por la curiosidad y la atracción hacia selvas y malezas, la densidad cromática de la botánica del trópico o también por los roquedales resecos de zonas desérticas; lugares que Arpa frecuentará utilizando el Transoceánico, que resultó un factor decisivo, junto con la incuestionable afición a la caza y también a la pesca, a la hora de considerar los lugares en que Arpa pintó.
Muchas de las veces serán paisajes en sí mismos que recogen situaciones y estados de la naturaleza, atmósferas, horas de luces, así como efectos pictóricos de gran calidad y maestría como son las obras de “Coatepec”. (Fuente: "José Arpa Perea", por Juan Fernández Lacomba)
En el nuevo marco Arpa es un cualificado pintor europeo, introductor de nuevas corrientes, experto maestro de cómo mirar la diversidad del paisaje y cómo representarlo, abierto a la incorporación de soluciones pictóricas que aportaban las nuevas propuestas que llegaban de la vieja y lejanísima europa. (Fuente: "José Arpa Perea", por Juan Fernández Lacomba)
Debido al estallido de la Revolución Mexicana, José Arpa deja México y se reubica en San Antonio, Texas donde abrió la primer escuela de arte, participó en varios concursos e influyó ampliamente a los artistas americanos impresionistas del momento. Después de varios años de residir en San Antonio, regresó a Sevilla, España donde falleció en el año de 1952 (Inverarte).
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