Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la placa conmemorativa a Fernando Palatín, en la fachada del edificio de la calle San Luis, 107; de Sevilla.
Hoy, 25 de febrero, es el aniversario del fallecimiento (25 de febrero de 1927) de Fernando Palatín, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la placa conmemorativa a Fernando Palatín, en la fachada del edificio de la calle San Luis, 107; de Sevilla.
La calle San Luis es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios de la Feria, San Gil, y San Julián, del Distrito Casco Antiguo; y va de la confluencia de la plaza de San Marcos con la calle Vergara; a la confluencia de las calles Macarena, y Bécquer.
En el número 107 de la calle San Luis (perteneciente al Barrio de San Gil) podemos contemplar una lápida de mármol atornillada, Presenta una leyenda escrita con caracteres de bronce:
"EN ESTA CASA MURIÓ EL 25 DE FEBRERO
DE 1927 EL EMINENTE VIOLINISTA
Y COMPOSITOR FERNANDO PALATÍN".
Encabeza la inscripción la representación de una lira entre palmas.
Esta placa fue colocada a mediados del siglo XX con el fin de perpetuar la memoria del compositor Fernando Palatín.
Se encuentra en la fachada de una vivienda en la calle San Luis, vía de gran importancia en la antigüedad, por ser el camino "oficial" de entrada desde el norte. Comienza en la plaza de San Marcos y desemboca en la Puerta de la Macarena, un nudo en el que confluyen las calles Bécquer, Macarena, Resolana y Parlamento de Andalucía. Es larga y de trazado rectilíneo. En la misma calle y en su entorno se encuentran edificios de tal importancia como las iglesias de San Luis de los Franceses, San Gil, Santa Marina y San Marcos, todas ellas de gran valor cultural. También se localizan aquí el Palacio del Pumarejo o la Basílica de La Macarena. Es una calle de intenso tráfico por constituir uno de los ejes de penetración al casco histórico.
Esta placa difunde contenidos culturales, concretamente rinde homenaje a un famoso compositor de gran importancia en Sevilla, Fernando Palatín (Ayuntamiento de Sevilla).
Conozcamos mejor la Biografía de Fernando Palatín, personaje a quien está dedicada la placa conmemorativa reseñada;
Fernando Palatín y Garfias (Sevilla, 11 de septiembre de 1852- 25 de febrero de 1927) es uno de los grandes músicos sevillanos del siglo XIX. Fue reconocido como virtuoso del violín, pero también como compositor, pedagogo y director de orquesta y coro. Alabado por la crítica, por el público, por la realeza y la nobleza, fue condecorado con los más altos reconocimientos de Estado de varios países. A ello hay que sumar los éxitos obtenidos en importantes concursos musicales, siendo reclamado por las salas más importantes de Europa, por citar algunos de sus numerosos méritos. Procedía de una estirpe musical que se remonta hasta el siglo XVIII. En la misma destacaron, además de algunos directores de banda y compositores, el creador del primer diccionario musical español, e importantes intérpretes como su sobrina Dolores Domínguez Palatín. Fernando Palatín demostraría desde temprana edad un gran talento musical y dominio del violín. Por ello, se decidió que con solo 12 años continuase su formación en el Conservatorio Imperial de Música y Declamación de París, que por aquel entonces era el mejor lugar para estudiar violín. Allí estudiaría con José White y con el famoso profesor Jean-Delphin Alard, maestro también de Pablo Sarasate. Durante sus estudios fue galardonado con numerosos premios del Conservatorio: en 1865, tercer premio de solfeo; en 1866, segundo premio de solfeo; en 1867, primer premio de solfeo y tercer premio de violín; en 1868, segundo premio de violín; y finalmente, en 1870 obtendría el primer premio de violín con tan solo 17 años. Ya en su época de estudios destacó como consumado intérprete. Una prueba más de ello es su desempeño profesional desde 1868, como primer violín solo de la Sociedad Symphoniste de París y como primer violín del Thèatre Lyrique de París.
La obtención del Primer Premio de violín del Conservatorio Imperial de París suponía uno de los más importantes reconocimientos para un intérprete de violín en esa época. Entre los ganadores de este premio se encuentran la mayoría de los grandes intérpretes de violín del siglo XIX: Alard, Wieniawski, White, Sarasate, Marsick, Ries, el propio Palatín, Kreisler, Capet, Flesch, Thibaud o Enescu.
Ahora bien, a diferencia de muchos de estos músicos, Palatín no pudo beneficiarse del impulso en su carrera que suponía ganar el Primer Premio de violín debido a las circunstancias históricas. La Guerra Franco-prusiana, que se declaró días antes del concurso, y los posteriores sucesos de la Comuna de París, harían muy difícil la vida cultural en la ciudad.
Una vez abandonado París, y entre finales de 1870 y 1872, existe constancia de que Palatín continuaría sus estudios de composición en Bruselas a la vez que atendía a compromisos como violinista en Sevilla y París. Finalmente, en 1873 sería requerido desde Pau como violinista de la corte de Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza, Infante de España, biznieto de Carlos III y nieto de Juan VI de Portugal. El sevillano ocuparía este cargo hasta el fallecimiento del Infante en 1875. Durante más de treinta años desarrolló una fructífera carrera musical en la zona: primer violín solo y director asistente –en un principio– de la Orquesta Municipal de Pau, conciertos de solista y de música de cámara, fundador de la Sociedad de Cuartetos de Pau, y fundador y director de la Lyre Paloise, coro masculino con el que ganó numerosos premios en concursos: París, Auch, Marmande, Bayonne, Eaux-Bonnes y el Gran Concurso de la Exposición Universal de 1900. También ejercería una importante labor como profesor de violín, requerido por la nobleza que pasaba largas temporadas en Pau.
Como violinista recibió constantes elogios de la crítica internacional y del público que acudió a salas tan importantes como las Salas Pleyel, Erard y Herz de París, la Sala Bechstein de Londres, el Teatro San Carlos de Lisboa, el Capitole de Toulouse o el Gran Salón de la Escuela Nacional de Arte y Declamación de Madrid, entre otras. Su talento fue reconocido por grandes músicos, entre ellos violinistas de la talla de Camilo Sivori, único alumno del mítico violinista Niccolo Paganini. También mereció el aplauso de la realeza española y portuguesa, así como de la nobleza. Concretamente, la Duquesa de Medinaceli, quien se reconocía como “su muy grande admiradora”, o la Duquesa de Montpensier, Dña. Luisa Fernanda.
Otra faceta relevante en su carrera fue su labor como director de orquesta. El artista sevillano lideró la Orquesta Municipal de Pau y la Orquesta de Eaux-Bonnes durante más de dos décadas, así como la Orquesta de Salles de Bearn durante los últimos años de su estancia en Francia.
Sintiéndose siempre un abanderado de su tierra natal, decidió volver a Sevilla para pasar sus últimos 18 años de vida. Aunque su actividad musical fue menos intensa, quiso dejar un legado violinístico en la ciudad. En este sentido formó, prácticamente de manera desinteresada, a una importante generación de violinistas sevillanos que realizaron una notable labor musical. Algunos de ellos ganaron el premio Sarasate del Conservatorio de Madrid, y trasmitieron sus conocimientos a las generaciones posteriores. Entre ellos se encuentran Luis Lerate –quien formó parte de la primera generación de profesores del Conservatorio de Música de Sevilla–, José María Sedano, Francisco Villalonga o Lola Palatín (Dolores Domínguez Palatín). También reactivó la Sociedad de Cuartetos de Sevilla, en la que tuvo como segundo violín al importante violinista y compositor José Font de Anta. Con esta formación ofrecieron un repertorio poco frecuente en la Sevilla de la época –obras de Beethoven, Mozart y Haydn, entre otros–, donde el gusto se inclinaba hacia compositores italianos y franceses. El interés por la música de cuarteto le llevó más tarde a fundar el Cuarteto de Sevilla, con el que continuó incluyendo en sus programas a compositores centroeuropeos como Schubert, Schumann o Mendelssohn.
Finalmente, merece destacarse su vertiente como compositor, notable tanto por su cantidad como por su calidad: 82 obras compuestas, 29 de ellas para violín y piano. Entre su obra destacan piezas como su Concierto para violín y la Obertura “Reina Regente”. Algunas de sus obras para violín gozaron de una consideración especial para Palatín, quien las interpretaba con asiduidad. Entre ellas se encuentran Andaluza, Fantasía de Carmen y, sobre todo, Adiós al Alcázar.
A lo largo de toda su vida, Palatín mereció el reconocimiento de varios países en forma de multitud de condecoraciones y honores. Entre ellos, cinco Encomiendas de la Orden de Carlos III, dos Palmas Académicas –Oficial de Academia de Francia (1886) y Oficial de Instrucción pública de Francia (1907)–, Comendador Ordinario de la Orden de Isabel la Católica (1882), Caballero de la Real Orden Militar Portuguesa de Nuestro Señor Jesucristo (1887), miembro honorario de muchas sociedades musicales y corales, Académico de la Academia de Letras Humanas de Málaga, y Caballero de la Orden Nacional de la Legión de honor francesa –la distinción más importante de Francia, concedido a franceses y a extranjeros por haber realizado méritos extraordinarios ya sean civiles o militares–. A todas ellas habría que sumar el reconocimiento de numerosos músicos, escritores y artistas plásticos (Ángel Justo-Estebaranz y Rafael Muñoz-Torrero Santos. Fernando Palatín en el ambiente cultural sevillano y francés: Testimonios artísticos de su reconocimiento como músico. Laboratorio de Arte, 33. Sevilla, 2021).
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