Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el patio de la Donación de Arte Mariano Bellver - Casa Fabiola, de Sevilla.
La Donación de Arte Mariano Bellver - Casa Fabiola [nº 97 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla], se encuentra en la calle Fabiola, 5; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
En la planta baja, dedicada a la pintura romántica en Sevilla (1830-1860) y a las esculturas de Ricardo Bellver, podemos contemplar el patio centrada en las esculturas de Ricardo Bellver.
La Donación de Arte Mariano Bellver - Casa Fabiola [nº 97 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla], se encuentra en la calle Fabiola, 5; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
En la planta baja, dedicada a la pintura romántica en Sevilla (1830-1860) y a las esculturas de Ricardo Bellver, podemos contemplar el patio centrada en las esculturas de Ricardo Bellver.
El autor:
Ricardo Bellver y Ramón (Madrid, 1845-1924) fue hijo, sobrino y nieto de escultores valencianos, aunque su padre se estableció en Madrid, donde él nació.
Bellver destacó en todos los géneros demostrando un gran dominio, tanto en la escultura exenta como en el relieve. Pero fue su paso por Roma, becado por la Real Academia de Bellas Artes de San Femando, lo que le dio popularidad. Su beca le obligaba a enviar a España varias esculturas como muestra de su aprendizaje, entre ellas El Ángel Caído, en 1877. Su gran destreza ante los ojos de la critica lo llevó a ser director de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.
La obra realizada por Ricardo Bellver constituye uno de los mejores ejemplos de la visión romántica de la escultura. Enérgica tanto en su composición como en el tema, pensada para ser fundida en bronce potenciando así sus rasgos.
La obra muestra un magnífico juego de tensiones, la sinuosidad y el genio atormentado, frente a las composiciones estáticas de una visión frontal propias de la época.
Esta ruptura con la tradición enlaza con los escultores románticos belgas Guillaume y Joseph Geefs. La obra se inspira en un fragmento del Canto I de la obra de John Milton, El Paraíso perdido:
"Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ella el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia funesta y el odio más obstinado".
Es probable que la idea de representar al demonio como un bello atleta adolescente deba ponerse en relación con el Lucífero del italiano Constantino Corti, que figuró en la Exposición Universal de París de 1867.
En el cristianismo, un ángel caído es aquel que fue expulsado del cielo arrancándole las alas por desobedecer los mandatos de Dios. Según esta tradición fueron expulsados Belial, Grigori, Mefistóteles, Semyazza, y Lucifer. Este ultimo, cuyo nombre significa "Portador de luz", desde que se puso en contra de Dios, se le cambió el nombre a Satanás o Satán. El Génesis lo representa como una serpiente que engaña a los humanos incitándolos a que no sigan los preceptos establecidos por el Creador, de ahí que siempre aparezca con este animal.
La obra responde a las nuevas tendencias francesas e italianas que aprendió durante su paso por las ciudades de París y Roma. Tras su estancia en esta última ciudad, la escultura fue presentada a la Exposición Nacional de Bellas Artes, cuyo jurado le concedió la primera medalla. La obra fue elegida para figurar en la Exposición Universal de París de 1878, donde causó una gran admiración.
Fue este hecho, el que hizo que el Estado español decidiera pasar la pieza a bronce iniciando los trámites para su exhibición al aire libre, en forma de monumento en 1885, sobre un pedestal ideado por Francisco Jareño. Por el bronce se pagaron 10.000 pesetas, que fue cedido en depósito al Ayuntamiento de Madrid, para decorar el Parque del Buen Retiro, el 31 de octubre de 1879. Curiosamente está situada a 666 metros de altura sobre el nivel del mar.
La obra de Ricardo Bellver muestra claramente tres influencias: helenística, especialmente de Laocoonte y sus hijos; barroca, por sus líneas diagonales y su expresividad; y la romántica, por su sentimiento y dramatismo.
La escultura que observamos es una reproducción del modelo original, elaborada en resina de poliéster, realizada en el taller de vaciados de la Real Academia de Bellas Artes de San Femando de Madrid en 2012.
Según la mitología, este es el origen de la Primavera. Plutón, dios del inframundo, solo subió un día a la superficie para buscar una esposa. Tal día, la ninfa Proserpina notó que la Tierra se abría a sus pies, de donde surgió el carro de Plutón tirado por caballos; la agarró y la llevó al mundo de las sombras obligándose a convertirse en su esposa. Proserpina lanzó un grito que escuchó su madre, Ceres, diosa de la agricultura y las cosechas, quien maldijo a la Tierra y todo cambió radicalmente: el cielo se volvió gris, los árboles perdieron sus hojas, desaparecieron las flores, y los lagos y ríos se helaron.
Júpiter, padre de los dioses, veía que sin frutos todos los hombres morirían y fue en busca de Plutón, quien aceptó devolver a Proserpina a la Tierra si no había comido nada de su reino.
Sin embargo, esta ya había probado seis granadas, por lo que hicieron un pacto: Plutón llevaría a la ninfa con su madre 6 meses al año, un mes por cada granada.
Por esta razón la Tierra florece en primavera y verano, cuando Proserpina visita a su madre. Por el contrario, cuando está junto a Plutón, son los meses de otoño e invierno y la Tierra está seca y fría.
Esta escultura, realizada en mármol por Fossi, es una copia a inferior escala de la que realizó Gian Lorenzo Bernini para el cardenal Scipione Borghese entre 1621 y 1622.
Estos grupos escultóricos forman parte de un conjunto considerado como una representación de las Cuatro Estaciones.
La nave de la Fortuna es una bella alegoría de esta diosa romana que no aparece representada en la escultura.
Las espigas de trigo junto a la antorcha encendida que aparece en uno de los laterales de la nave hacen que esta pieza se identifique con la alegoría del Verano. El poeta Horacio afirmaba que Fortuna era la señora del mar, temida por los que iban en barco. La hermosa nave es signo de seguridad y salvación que surca las movidas aguas del mar, que, como la Fortuna, simbolizan un estado transitorio que puede concluir bien o mal. Así pues, aparecen en un lateral de la nave los tres rayos de Júpiter, que aluden al azar, al destino y a la providencia, siendo éstas las tres fuerzas que intervienen en su devenir.
Estos grupos escultóricos forman parte de un conjunto considerado como una representación de las Cuatro Estaciones.
El carro de Dioniso representaría la alegoría del Otoño, pues el dios del vino suele representarse coronado con hojas de vid y racimos de uva, típico de esa estación. Dioniso aparece en esta escultura representado en la figura de un niño sobre un carro triunfal tirado por una pareja de tigres, reflejando estos animales la difusión del culto a Dionisio por Asia. Acompañan al dios una cohorte de amorcillos que hacen que el carro se ponga en movimiento.
Estos dos personajes mitológicos aparecen en el poema relatado por Ovidio, Las Metamorfosis. El mito cuenta que Apolo, dios de las artes y la música, se burló de Cupido por el tamaño de su arco. Fue entonces cuando el dios del amor tomó dos flechas: una de oro, que incitaba al deseo; y una de plomo, que incitaba al rechazo.
Con la de plomo disparó a la ninfa Dafne y con la de oro a Apolo en el corazón. Así fue como Apolo se enamoró de Dafne. Esta huía constantemente del amor que Apolo le ofrecía y ante la insistencia de Apolo, Dafne suplicó ayuda a su padre, Peneo, dios fluvial. La solución de Peneo fue convertir a su hija en árbol (laurel) para apartarla de Apolo, quien al ver su transformación prometió que la amaría eternamente como su árbol, y sus ramas coronarían las cabezas de los héroes.
Esta escultura, realizada en mármol por Gazzeri, es una copia a inferior escala de la que realizó Gian Lorenzo Bernini para el cardenal Scipione Borghese, entre 1622 y 1625.
La obra del escultor barroco nos muestra una gran sensualidad que en su momento escandalizó a los eclesiásticos, pidiendo grabar en la misma "Quisquis amans sequitur gaudia fronde manus implet, baccas seu carpit amaras", (Quien sigue la belleza con fuego del amor, recoge sólo hojas y frutos sin dulzor) (Donación de Arte Mariano Bellver - Casa Fabiola).
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