Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta de Carmona, de Sevilla.
La Puerta de Carmona, se encontraba en la calle Puerta de Carmona; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
Estaba situada al final de la calle San Esteban, en su confluencia con la calle Navarros -antiguo muro de los Navarros-. Por otra parte, no debe olvidarse que junto a esta puerta penetraban en la ciudad los Caños de Carmona.
La Puerta de Carmona, se encontraba en la calle Puerta de Carmona; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
Estaba situada al final de la calle San Esteban, en su confluencia con la calle Navarros -antiguo muro de los Navarros-. Por otra parte, no debe olvidarse que junto a esta puerta penetraban en la ciudad los Caños de Carmona.
     Este topónimo aparece documentado en las fuentes musulmanas en relación a sucesos de los siglos X, XI y XII. También figura en el Libro del Repartimiento, en la documentación castellana de la segunda mitad del siglo XIII, así como en la de los siglos XIV y XV y todavía hoy se conserva en la toponimia de la ciudad, por lo que nos encontramos ante la circunstancia excepcional de un punto de Sevilla que mantiene un mismo nombre al menos desde principios del siglo X.
     En cuanto a su origen, la historiografía sevillana es unánime al atribuirlo al hecho de dar salida al camino que a Carmona conducía.
     Acerca de la primitiva estructura de la puerta islámica, contamos con algunas referencias contenidas en los Papeles del Mayordomazgo. Así, a través de varios documentos fechados en 1386, sabemos que tenía "barruacana" y "alcazarejo que está delante dela dicha puerta". Por otra parte, en el grabado de Hoefnagel, fechado hacia 1565, se la representa flanqueada por dos torres, aunque el hecho de que la práctica totalidad de las puertas que figuran en este grabado se representen flanqueadas por dos torres me hace sospechar que se trate de una representación convencional. Finalmente, al no figurar en el documento de 1560 entre aquellas a las que Hernán Ruíz debía eliminar el acceso en recodo y la barbacana, me lleva a coincidir con quienes la califican como de acceso directo.
     La reforma de esta puerta debió iniciarse en 1576, puesto que así figura en un memorial de las obras que en ese año se realizaban y que presentó el Mayordomo Diego de Postigo, según trazas de Asensio de Maeda, Maestro Mayor de la Ciudad por entonces. Creo que consistió, al igual que la del postigo del Aceite, en unir las dos torres que flanqueaban la puerta en un sólo cuerpo y en rozar la parte baja de las mismas para facilitar el tráfico, aunque también se procedió a la construcción de una portada monumental con almohadillado y frontón rizado, tal y como evidencia la iconografía. En este sentido, encontramos en 1578 noticias de unas "mejorías hechas por Juan Bautista en la Puerta de Carmona".
     Las obras concluirían ese año con la colocación de dos lápidas con inscripciones latinas: una, en conmemoración de la reparación de la puerta, se situó sobre su arco, al exterior; otra, en agradecimiento a don Francisco de Zapata por sus servicios a la ciudad en el campo de la obras públicas, se puso por el interior.
     No tengo ninguna noticia acerca de estas inscripciones, por lo que debieron ser destruidas cuando en diciembre de 1868 se concluyó su derribo.
     Esta puerta también figura, en el documento de 1560, en la relación de accesos en los que Hernán Ruíz debía colocar escudos esculpidos en piedra con las armas de la Ciudad y las reales. Además, a través de la historiografía sabemos que por la parte de afuera estaba decorada con las armas de los duques de Alcalá, quienes eran sus Alcaides.
     Los escudos colocados por Hernán Ruiz desaparecerían como consecuencia de las obras de 1578. De la misma manera, las armas de los duques de Alcalá desaparecieron cuando se derribó la puerta el siglo pasado.
     Por lo que respecta a otros elementos decorativos, Santiago Montoto reprodujo un documento del Libro de Caja del Cabildo, fechado a primero de julio de 1581, por el que sabemos que "se le pagaron a Vasco Pereira 54.852 maravedíses por la pintura de la Puerta de Carmona". Además, la puerta estaba decorada con una Concepción, tal y como evidencia un dibujo de Pérez Villamil (Daniel Jiménez Maqueda, Estudio histórico-arqueológico de las puertas medievales y postmedievales de las murallas de la ciudad de Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1999).
     En este lugar discreto, hoy un humilde rincón, acontecía el monumental encuentro de la muralla y una de sus más grandiosas puertas con el largo acueducto que traía el agua de Alcalá. Partía de aquí la calle Oriente, por donde, además de otras muchas cosas, se iba, -Salud y Buen Viaje- el oro de América.     Un hermano mayor de la Hermandad de San Esteban, un señor, venerable y bienintencionado, llamado Julián López, nada que ver con el Juli, ni, que se sepa, con la tauromaquia, solicitó formalmente a finales del siglo XX la reconstrucción de la Puerta de Carmena. Quería el hombre levantar una réplica de aquella edificación, tristemente demolida en el año de 1868, justo a la entrada de la calle San Esteban, donde cada año en Navidad y Semana Santa se ponen los guardias municipales para impedir que los coches entren al centro, es decir, donde estuvo la puerta, cuya existencia aún insinúan los contornos de una calle que se va cerrando sobre el caminante hasta casi convertirse en un estrecho corredor creando en quien por allí pasa la sensación de haber atravesado un pórtico imaginario. Otro recuerdo de que por aquí pasaba la muralla es el nombre de la vía que, a la entrada de la calle San Esteban, parte hacia la derecha con dirección a la Puerta Osario: Muro de los Navarros. Muro del que formaba parte un pequeño lienzo que logró sobrevivir a los derribos por estar embutido entre las edificaciones que anárquicamente se habían adosado a la cerca y que reapareció tras el derribo de aquellas.
     Hoy en día, ese fragmento de la muralla, reducido a la condición de resto arqueológico, puede verse, como enjaulado, tras una cancela que da a una oquedad abierta, da la impresión que con cierta pretensión museística, en el edificio color almagra que se alza según se entra en la calle a mano izquierda, al lado justo del local donde estuvo la antigua zapatería Díez Hermanos y enfrente de la ferretería Puerta Carmona. Hasta hace unos años, no era fácil distinguir con nitidez las trazas de la muralla, dado que el hueco en cuestión se transformó en un aparcamiento de bicicletas para los vecinos del edificio, adquiriendo forma de trastero. De suerte que aquello que se podía ver al asomarse lo mismo podía parecer un trozo de muralla que una pared de cemento mal forjado llena de humedades. Sin embargo, la remodelación del local de la vieja zapatería para albergar un negocio de restauración, acometida hace algún tiempo, permitió descubrir, por el lado de intramuros, el lienzo de la muralla que hasta entonces se dejaba entrever por su otra cara en el susodicho hueco. Triste destino, empero, el de la antigua y orgullosa cerca que resistiera sitios y bombardeos, ahora condenada a ser, por una cara, pared de un trastero y, por la otra, tabique de una pizzería.
     La referida pretensión de reconstruir la Puerta de Carmona planteada por señor López, un hombre encantador por otra parte, no dejaba de ser una romántica e inútil ensoñación, un empeño absurdo en el que la ciudad, con otras muchas prioridades, bastante más importantes y acuciantes en las que gastar el dinero de sus contribuyentes, ni podía ni debía embarcarse, pero se dio la circunstancia de que entonces controlaba la Delegación Municipal de Urbanismo el Partido Andalucista, una formación política que, con una concepción bastante desviada de la tierra a la que pretendía representar, fue siempre amiga de los pastiches folkloricoides y propensa a lo cañí; lo cual, unido a la desmesurada atención que los políticos han prestado en los últimos lustros a las ocurrencias de las cofradías, considerándolas un poder fáctico al que se debe tener contento, llevó a que el Ayuntamiento se planteara seriamente la posibilidad de acceder a la propuesta del señor hermano mayor y cometer lo que sin duda habría sido una majadería historicista, creyendo ingenuamente que acaso así se granjearían el favor electoral de todos los hermanos de esa corporación y también el de los del resto de las corporaciones, amen de los vecinos del barrio y así sucesivamente. Claro que, vistas las cosas que se acabaron levantando años después, debe reconocerse que reconstruir la Puerta de Carmona no hubiera sido precisamente lo más estrafalario que se habría hecho en Sevilla en el tránsito entre el segundo y el tercer milenio.
     Mas, también quizá aquí estemos dando más importancia de la cuenta a lo que no fue sino una simple anécdota histórica, quizá la última protagonizada por una puerta erigida en un lugar, aunque excéntrico, central en la historia de la ciudad. Porque en este punto donde durante muchos siglos acababa Sevilla, bien es cierto que manteniendo extramuros una cierta continuidad a través varios arrabales, incluido uno habitado por esclavos negros libertos, está, desde muy antiguo, el eje de buena parte de su existencia.
     La Puerta de Carmona fue en la antigüedad, con el río, la puerta principal de la ciudad. En ella rendía la Vía Augusta, una calzada romana que atravesaba la península Ibérica y que fue, hasta la construcción de la red de carreteras promovida por Primo de Rivera en los años veinte del siglo pasado, la utilizada para viajar de Sevilla a Madrid, y de Madrid al cielo o donde fuera menester. Una vía que en tiempos de Ortiz de Zúñiga era conocida como el Arrecife. Vélez de Guevara dice en El Diablo Cojuelo: «Aquél que entra por la Puerta de Carmona es comisario de mis amos, que viene contra mí a Sevilla; menester es guardarnos". Del mismo modo que se entraba por la Puerta de Carmona, también se salía, en este caso no sin antes invocar la protección, a través de la ventana de su iglesia, del Cristo de la Salud, que por eso también fue advocado del Buen Viaje. Y a fe que por la Puerta de Carmona hubo de salir, además de mucha gente, mucho oro del que entró a Sevilla por el puerto, con destino Madrid en primera instancia y, en segunda y definitiva, a las tierras centroeuropeas donde se hallaban establecidos los banqueros que financiaban las guerras y los dispendios de los monarcas hispanos.
     Además de la calzada romana, también a la Puerta de Carmona llegaba el acueducto construido en tiempos de la dominación musulmana, aunque aprovechando una obra preexistente realizada en tiempos de los césares, para traer el agua de los manantiales de Alcalá de Guadaíra, los famosos caños llamados, erróneamente, de Carmona, por aquello de la puerta donde rendían. Una obra que proveía a la ciudad de un agua de calidad, cosa que hasta entonces nunca había tenido, excepto en la época romana, pues, considerando lo anterior, resulta lógico pensar que los ciudadanos de Híspalis sí habían disfrutado de ella.
     La Puerta de Carmona fue asimismo el eje de la espiritualidad sevillana. Frente a ella se alzó el monumental convento de San Agustín, donde recibía culto el Cristo que durante siglos fue la gran devoción de la ciudad. El 2 de junio de 1649 el crucificado de San Agustín cruzaría la Puerta de Carmona para ser llevado hasta la Catedral en una procesión rogativa por el cese de la epidemia de peste bubónica que estaba asolando la ciudad. Un par de días después, el mal comenzó a remitir. Aunque en ello, además de las rogativas, intervinieron también las condiciones ambientales, pues el alza de las temperaturas destruiría la bacteria causante del histórico desastre del que Sevilla, no obstante, jamás se recuperó del todo. Años antes, la creación del vía crucis desde el palacio de los Medinaceli hasta el templete de la Cruz del Campo, que discurría en paralelo a la calzada romana, significaría el germen de las actuales procesiones de Semana Santa.
     Desde que en 1868 fuera demolida en una decisión trufada de perversos indicios delictivos, el único arco que existe en la Puerta de Carmona es uno efímero hecho de lona que cada año se coloca de pared a pared anunciando la hechura de capirotes en un pequeño local donde también se confeccionan túnicas de nazarenos. Ida para siempre su grandeza, ni siquiera rinde ya en ella la antigua calzada romana, pues hasta el Ayuntamiento llegó a cambiar el sentido de la circulación a los coches, obligándolos a seguir el del oro de América: solo salida. Una decisión a la que otra corporación posterior daría marcha atrás, aunque para poder hacer lo mismo con el oro ya era demasiado tarde (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024). 
        Situada donde hoy se encuentra la entrada de la calle San Esteban, era la puerta este de la ciudad y, por consiguiente, una de las principales, debido a lo cual permanecía abierta durante toda la noche. De la Puerta de Carmona partía la antigua Vía Augusta trazada por los romanos que llevaba hasta Roma. Y junto a esta puerta entraba a la ciudad el agua que, a través de los Caños de Carmona, se traía desde los manantiales de Alcalá de Guadaíra. Reconstruida en el año de 1578 por iniciativa del Conde de Barajas, fue una de las más suntuosas y notables de la muralla. Al igual que la Puerta de Triana, también disponía de habitáculos en su parte superior que fueron destinados a celdas de personas distinguidas. En 1868, en el transcurso de la Revolución Gloriosa y a pesar de la oposición de los alcaldes del barrio y los vecinos, la Puerta de Carmona fue demolida (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
      Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta de Carmona, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
Más sobre el Recinto Amurallado de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.
Más sobre la calle Puerta de Carmona, en ExplicArte Sevilla.
 
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario