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sábado, 25 de julio de 2020

El Convento de la Asunción de la Virgen (antiguo Convento de Santiago de la Espada y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced)


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Convento de la Asunción de la Virgen (antiguo Convento de Santiago de la Espada y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced), de Sevilla.
   Hoy, 25 de julio, Solemnidad del apóstol Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de San Juan Evangelista, que con Pedro y Juan fue testigo de la transfiguración y de la agonía del Señor. Decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por Herodes Agripa, fue el primero de los apóstoles que recibió la corona del martirio (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Convento de la Asunción de la Virgen (antiguo Convento de Santiago de la Espada y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced), de Sevilla.
   El Convento de la Asunción de la Virgen (antiguo Convento de Santiago de la Espada y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced), se encuentra en la calle San Vicente, 104; en el Barrio de San Lorenzo, del Distrito Casco Antiguo.
   Calle Guadalquivir, de nuevo titulada como San Juan por la cercanía a la antigua puerta de la muralla con este título. Una iglesia y un conjunto en el que confluyen dos largas historias. Hoy es sede del histórico convento de la Asunción, siendo más conocido por su actividad como colegio, pudiendo encontrarse también titulado como iglesia de Santiago de la Espada. Originalmente, el convento de la Asunción inicia su andadura en una fundación de mercedarias calzadas que en el año 1567 se asentaba al final de la antigua calle de las Armas, la actual Alfonso XII, junto a la plaza del Museo, donde estaba asentada también la comunidad mercedaria masculina, una práctica habitual en los conventos femeninos sevillanos que solían nacer al amparo de la casa masculina. La Orden de la Merced fue fundada en 1218 para la redención de los cristianos cautivos en manos de musulmanes, siendo su fundador San Pedro Nolasco. Su biografía narra la aparición milagrosa de la Virgen María en la noche del 1 de agosto de 1218, dándole el mandato de fundar una orden para la redención de cautivos. Fue protegida por la Casa Real de Aragón y especialmente por el rey Jaime I, que le daría las barras del Reino y la corona real al escudo. La historiografía tradicional sitúa el primer convento mercedario masculino en Sevilla en los momentos posteriores a la reconquista de la ciudad en 1248, convento conservado en la actualidad (con numerosas reformas posteriores) como Museo de Bellas Artes de la ciudad. A pesar de las remodelaciones, hoy el museo conserva en su fachada la imagen de la Virgen de la Merced y del propio San Pedro Nolasco que halla arrodillado a sus pies.
   La orden mercedaria fue aprobada por el Vaticano en 1265. La rama femenina nacería pronto, hacia el año 1265, organizada por María de Santa Cervelló. Unidos al proceso de reconquista y repoblación de la Península, tomaron a la Virgen María como patrona, presidiendo siempre una imagen de la Virgen de la Merced los coros de los cenobios mercedarios. Fue definitivamente aprobada por el papa Gregorio IX el 17 de enero de 1235.
   El convento de la Asunción fue fundado, siguiendo otros referentes anteriores en la ciudad, por tres damas sevillanas, María Zapata de la Fuente y Martel, su hija Beatriz de las Roelas y su sobrina Francisca Martel, unidas a otras hermanas mercedarias que se pusieron bajo la obediencia del superior de los mercedarios en Sevilla. Obtuvieron licencia del arzobispo don Hernando Valdés, logrando unas casas entre la calle Armas (actual Alfonso XII) y las actuales calles Abad Gordillo y San Vicente. La bula fundacional sería otorgada por Pío V el 19 de mayo de 1568, siendo puesto en marcha en un primer momento por tres monjas dominicas del cercano convento de Santa María la Real (actual sede de los dominicos en la calle San Vicente). Progresivamente se fueron adquiriendo casas y construyendo las dependencias necesarias para la vida de la comunidad.

   Tuvo una iglesia de gran interés artístico iniciada en 1615 bajo la dirección del arquitecto Juan de Oviedo y de la Bandera, que realizaría también la escalera principal del edificio, una actuación que hay que entender relacionada con la intervención del mismo autor en la nueva edificación del contiguo convento mercedario masculino (actual Museo de Bellas Artes). La puesta en práctica de las obras corrió a cargo del albañil Juan de los Reyes. Era un templo de una sola nave, muy alta en proporciones, con tres tramos y con una cabecera separada de la nave por medio de un gran arco toral y cubierta con una cúpula de media naranja, una estructura muy similar a la de la iglesia mercedaria del convento masculino, hoy sala noble del museo.
   En el siglo XVIII fueron habituales las obras de conservación y reparación del edificio, siendo significativa la ampliación de muros y paredes de medianía que se hace en 1724 "con motivo del asalto de ladrones que sufre el convento". En el complicado siglo XIX el convento llegó a acoger a las agustinas del convento de la Paz (actual sede de la hermandad de la Mortaja), aunque las noticias y la cronología de este acogimiento son confusas. El mayor revés para la comunidad llegó el 16 de octubre de 1868, fecha de la incautación del edificio por la junta revolucionaria de Sevilla. Se iniciaba un duro periplo para las monjas, que serían trasladadas al convento de Santa María del Socorro. Se iniciaba así un proceso de deterioro del edificio del que desaparecían retablos y obras de arte que se dispersarían  por otras iglesias y entre particulares, pasando la iglesia a tener diversos y peregrinos usos (iglesia evangélica, iglesia anglicana, club republicano, almacén de madera...). A pesar de las reiteradas peticiones de devolución del edificio desde 1871, el convento acabó siendo  vendido en 1875 a un comprador particular, José Gutiérrez de Sandoval, que transformó en casas el sector de la calle Abad Gordillo y mantuvo la iglesia. Una notable edificación que acabó olvidada como almacén de madera y que acabó siendo vergonzosamente derribada ya avanzado el siglo XX.
   Tras la pérdida del edificio, la comunidad siguió reclamando una indemnización, consiguiendo en 1893 del arzobispado el antiguo hospital del Buen Suceso, en las cercanías de la plaza de San Pedro, en cuyos aledaños llegaron a comprar algunas casas. El proyecto de nuevo convento no llegó a realizarse ya que el 28 de noviembre de 1893 firmaron la escritura de compra de su sede actual, la iglesia de Santiago de los Caballeros en la calle Guadalquivir, lugar al que se trasladaron el 25 de julio de 1895.
   Aquí confluye la otra historia, la del recinto de Santiago de los Caballeros, también conocido como Santiago de la Espada. Fue este lugar una fundación de Lorenzo Suárez de Figueroa, en 1405, destinada a la orden militar de Santiago y con una disposición que establecía la existencia de un prior y de cinco frailes. Situado frente a la llamada Puerta de San Juan, formaba parte del proceso de ocupación del sector de San Lorenzo por diversas órdenes militares y eclesiásticas que se había iniciado con la reconquista. A finales del siglo XV fue sede de la hermandad del Gran Poder, entonces conocida por la advocación de su Dolorosa, la Virgen del Traspaso, institución que pasaría posteriormente al convento franciscano del Valle (hoy sede de la hermandad de los Gitanos). También fue esta iglesia sede de la hermandad de la Soledad en el siglo XVI, que pasaría posteriormente al convento carmelita de la calle Baños, la parroquia de San Miguel y la actual sede de San Lorenzo. Sufrió un incendio en 1772 que motivó una amplia restauración, perdiéndose la armadura de madera mudéjar que llegó a tener la nave. La reconstrucción del edificio contó con el patrocinio de Carlos III, gran maestre de la orden santiaguista. En la invasión francesa el convento fue saqueado, perdiéndose parte de un patrimonio en el que destacaban las tumbas de varios personajes ilustres. La desamortización de 1835 convirtió el recinto en una propiedad particular, un corral de vecinos en uso hasta que, en 1893, el arzobispo Benito Sanz y Flores compró el mismo  las casas vecinas para la orden mercedaria de la Asunción. Fue el erudito José Gestoso el encargado de realizar diversas obras de adaptación y conservación del edificio para su nuevo uso por las monjas mercedarias desde julio de 1895. Con la estabilidad la comunidad siguió reclamando algunas de las piezas artísticas que conformaban su patrimonio, consiguiendo en 1900 por el arzobispado la devolución de los ángeles lampareros que ornaban el presbiterio. Todavía se puede rastrear parte de su perdido patrimonio en el Museo de Bellas Artes (que conserva un excelente frontal de altar de azulejos con las Santas Justa y Rufina en su claustro o un paño que representa la Asunción de la Virgen) así como en el convento de Santo Tomás de la calle San Vicente, cuya iglesia conserva hoy el antiguo retablo mayor de las mercedarias.

   Las posteriores reformas para adaptar el conjunto a centro de enseñanza apenas hacen reconocible la estructura original del edificio, estando la iglesia oculta en su mayor parte al exterior, lo cual aumenta su desconocimiento por el gran publico.
   El templo era originalmente una construcción gótico-mudéjar del siglo XV que debió ser rehecha tras el incendio del siglo XVIII, lo cual hace que se diferencien claramente dos partes en su estructura. Es una iglesia de una sola nave cuya cabecera ochavada y antepresbiterio se cubren con una excelente bóveda de nervadura gótica en piedra, siendo datable en el siglo XV. Las bóvedas que cubren la parte del antepresbiterio tienen una disposición sexpartita, con un espinazo añadido a los nervios diagonales. La parte correspondiente a la capilla mayor es poligonal y tiene disposición estrellada. Los dos tramos restantes de la nave corresponden a la reconstrucción del siglo XVIII y se cubren con bóveda de cañón y lunetos entre arcos fajones. En el muro derecho del antepresbiterio se abre un arco ojival que da acceso a la sacristía, de la época original del templo y que presenta también una interesante bóveda nervada.
   En el presbiterio´se sitúan algunas esculturas que provienen del retablo mayor del desaparecido convento mercedario, conservándose su estructura arquitectónica en el actual convento de Santo Tomás, sede de los dominicos en la calle San Vicente. Al centro se sitúa una imagen de la Asunción, apareciendo en sencillos pedestales las imágenes de San Pedro Nolasco y de Santa María de Cervellón, ambos con el hábito blanco correspondiente a los fundadores de la orden mercedaria, masculina y femenina. De la misma procedencia son las tallas de San Juan Bautista y de San Juan Evangelista, en los laterales del arco triunfal, y la talla de San José, colocada en una hornacina del antepresbiterio. Son tallas anónimas de la segunda mitad del siglo XVII, siendo la Inmaculada ya del siglo XVIII, estando atribuida por cuestiones estilísticas al taller de Pedro Duque Cornejo. De gran interés, en un lateral, es la talla de la Virgen de la Merced, imagen original de comienzos del siglo XIV que se suele relacionar con otras imágenes catalanas de la época, aunque una posterior restauración que sufrió para ser vestida con ropajes naturales impide apreciar la obra primitiva. Porta la imagen del Niño cuya cabeza parece la original, no así su cuerpo que debe corresponder a época barroca. Son también de gran interés dos esculturas de San Pedro con las llaves y San Pablo con la espada de su martirio, imágenes barrocas cercanas al estilo de Felipe de Ribas. Otras imágenes se distribuyen por la iglesia como un San Ramón Nonato del siglo XVII, el santo mercedario que fue martirizado  con un candado en la boca para que no siguiera predicando, y una talla de San Miguel Arcángel del siglo XVIII. De este siglo son también los lienzos de los Padres de la Iglesia, San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio y San Ambrosio, que aparecen distribuidos por los muros.
   Como es habitual en los conventos mercedarios, la Virgen de la Merced sedente preside el coro, visible desde el muro lateral derecho de la iglesia. Es obra cercana al estilo de Juan de Oviedo que debió ser retocada en el siglo XVIII, situándose sobre peana muy característica del mundo conventual, con una diminuta representación del asombro de San Pedro Nolasco al descubrir a la Virgen y a ángeles con instrumentos musicales presidiendo el coro, una escena que explica la presidencia que se da a la Virgen en todos los conventos mercedarios.
   Entre las personalidades que estuvieron enterrados en la antigua iglesia de Santiago de la Espada destacaba la tumba del erudito Arias Montano, que tuvo el cargo de prior de la casa. Sus restos y su sepulcro fueron llevados durante la invasión francesa a la capilla de la Concepción Grande de la Catedral. Tras la expulsión de los franceses volvieron a su lugar original, siendo trasladados en 1838 a la entonces llamada Universidad Literaria, hoy Panteón de Sevillanos Ilustres en la cripta de la iglesia de la Anunciación.
   En el muro derecho de la iglesia se abre un acceso a la sacristía del templo, a través de un arco ojival. Es una estancia conservada de la fábrica medieval, con cubrición de bóvedas de nervaduras. En sus paredes destaca un Crucificado del siglo XVII y dos lienzos. Uno representa la Asunción de la Virgen, copia flamenca del original de Rubens, el otro es obra de Juan del Espinal, del siglo XVIII, y muestra el tema de la Divina Procedencia.
   El claustro principal del convento, muy remodelado por la función educativa actual del conjunto, es rectangular, con arcos de medio punto que se sustentan sobre columnas de mármol sobre plintos. La planta alta presenta hacia el patio balcones que se decoran en sus marcos por yeserías del siglo XIX. A este patio se abren dependencias como la llamada sala de labor, donde se conserva un lienzo de la Virgen de la Antigua entre dos frailes mercedarios, fray Antonio de Velasco y fray Gaspar de Ruinovis, fundadores del convento mercedario. También se sitúa en este patio la sala capitular, que acumula piezas artísticas de interés entre diversos frailes y vitrinas. Destaca un Niño Jesús atribuido a la Roldana junto a un San Juanito, una pequeña imagen de la Virgen y diversos santos. Entre las pinturas destaca una Divina Pastora del siglo XVIII, un San Pedro Nolasco atribuido a Juan Simón Gutiérrez, una Piedad copia de Van Dyck y una Virgen de la Merced fechada en 1727. Especial interés presenta por su iconografía un lienzo de la Inmaculada del siglo XVIII que se enmarca por diversas escenas de santos y apóstoles.

   La conversión y adaptación del conjunto a centro educativo motivó la eliminación de algunas dependencias habituales en los conventos de clausura (la condición de clausura quedó eliminada), construyéndose diversas dependencias de nueva factura en los años setenta según el diseño del arquitecto Joaquín Barquín y Barón, especialmente aulas y otros salones. Mantiene también el conjunto una amplia huerta que todavía conserva árboles frutales y cultivos de verduras y hortalizas. Un sector se conserva ajardinado y conserva una alberca-piscina, estando destinado y adecuado un amplio sector a patrio de recreo del colegio. Cercano a la cabecera de la iglesia se edificó un cementerio que se situó junto al antiguo camposanto preexistente. La zona de la huerta y del cementerio permite contemplar la interesante cabecera medieval de la iglesia y su espadaña lateral, apenas perceptible desde otro lugar.
   Con el lema "Educando para liberar", la comunidad ha celebrado recientemente su cincuentenario como colegio de primaria, actualización de la primitiva función de la orden mercedaria que la hace un referente educativo en la zona centro de la ciudad (Manuel Jesús Roldán, Conventos de Sevilla. Almuzara, 2011).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santiago apóstol;
HISTORIA Y LEYENDA
   Hijo del pescador galileo Zebedeo, era el hermano primogénito de san Juan Evangelista y no de Santiago el Menor, a quien se suele tomar por su hermano pequeño. Junto con Juan fue llamado por Cristo para convertirse, jun­to a Pedro y Andrés, en uno de los apóstoles. El epíteto el Mayor significa que fue uno de los primeros llamados. Junto a san Pedro y san Juan asistió a la Transfiguración, o Agonía de Cristo en el Monte de los Olivos. No se sabe nada de su actividad apostólica después de la Ascensión. Se suponía que había predicado la fe en Siria y en Judea, y que cuando regresó a Jerusalén, en el año 44, habría sido decapitado por orden de Herodes Agripa. De esa manera, uno de los primeros apóstoles convocados por Jesús habría sido el primer llamado por Dios.
   El principal milagro que se le atribuía era la conversión del mago Hermógenes, evidentemente copiado de la historia de Simón el Mago, derrotado por el apóstol Pedro.
   Hermógenes envió a su discípulo Fileto para que empleara sus sortilegios contra Santiago. Pero éste, al ver que Santiago curaba a los enfermos e incluso resucitaba a los muertos, se convirtió, y de vuelta junto a Hermógenes, intentó convertir a éste. El mago, enfurecido, lo dejó paralítico, y Fileto pudo recuperar el uso de sus miembros gracias al apóstol, quien le prestó su manto milagroso.
   Entonces Hermógenes pidió a los demonios que le entregaran a Santiago y a su neófito encadenados. Pero Santiago ordenó a su vez a los demonios que hicieran a su enemigo el daño que éste quisiera infligirles. Los a gentes de Satanás, subyugados por una fuerza superior, encadenaron a Hermógenes y lo entregaron atado de pies y manos.
   Entonces el mago reconoció su error, y prosternándose a los pies del apóstol Santiago, quien le hizo desatar, solicitó el bautismo y arrojó los libros de magia al mar.
   De acuerdo con la tradición española, que contradice a la leyenda palestina, el apóstol Santiago habría viajado a España para predicar el Evangelio, desembarcó en Cartagena, y luego, en Zaragoza, se le habría aparecido la Virgen en lo alto de una columna de jaspe (Virgen del Pilar), rodeada por un coro de ángeles. Tal sería el origen de la célebre basílica de peregrinación de Nuestra Señora del Pilar, en Zaragoza. En Lérida debió detenerse durante la noche a causa de una espina en el pie. Habría conseguido quitarse dicha espina gracias a los ángeles descendidos del cielo. Más tarde, el cuerpo del apóstol, después de su martirio, habría navegado hasta Galicia en una barca conducida por un ángel.
   Esta leyenda tardía se explica por el ardiente deseo que animó a todos los países de la cristiandad de vincular la fundación de sus iglesias locales con uno de los discípulos de Cristo. Roma vindicaba a san Pedro, Grecia y Rusia a su hermano san Andrés. La España cristiana quiso atribuirse al apóstol Santiago, orgullosa de asegurarse de esa manera el patronazgo de un discípulo directo de Cristo, mientras que Francia debía contentarse con san Dionisio, confundido con san Dionisio Areopagita, e Inglaterra con san Jorge.
   En realidad, el apóstol Santiago nunca estuvo en España y sus reliquias jamás fueron trasladadas a Galicia. Esta leyenda nació de la cruzada contra los moros (Reconquista) y de la peregrinación a Santiago de Compostela.
   Dicha peregrinación, organizada por los monjes de Cluny para socorrer a los cristianos de España en su cruzada contra los moros, se remonta al siglo X. Por tanto, fue en esa época cuando se forjó la leyenda española del apóstol Santiago. Se pretendió antidatarla. Un documento apócrifo, presentado como un texto del siglo VII, afirma que el apóstol Santiago había llegado a España para evangelizarla. Hacia 830 circuló un rumor acerca del descubrimiento de la tumba del apóstol en Galicia, y para exaltar el valor de los cruzados, se contó que en 834, en la batalla de Clavijo, el apóstol Santiago montado en un caballo blanco, había derrotado a los infieles blandiendo su estandarte. Por último, en 860, el Martirologio de Adón certificó que la tumba del santo, que acogió sus huesos enviados desde Jerusalén, se en­cuentra en Galicia.

   Gracias a las investigaciones fundamentales realizadas por Monseñor Duchesne y a excavaciones arqueológicas  recientes (1955), que permitieron a René Louis precisar las indicaciones suministradas por los textos his­tóricos o legendarios, en la actualidad estamos en condiciones de seguir casi paso a paso la génesis de un culto tardío y forjado íntegramente entre los siglos IX y XI.
   Es necesario distinguir entre dos leyendas, que aparecieron sucesivamente: la del apostolado de Santiago en España y la de su Sepultura en Galicia. En vano se buscaría un texto que mencionara el apostolado de Santiago en la penínsulai bérica con anterioridad al siglo VII. Los poetas latinos Prudencio y Fortunato, Isidoro de Sevilla y san Martín de Braga (Galicia), no lo mencionan. La leyenda tiene su fuente fuera de España, en el Breviarum Apostolorum. En España apareció a finales del siglo VIII, en el Comentario del Apocalipsis, del Beato de Liébana.
   En cuanto a la leyenda de la sepultura de Santiago en Galicia, la primera mención apareció en 806, en el Martirologio de Florus de Lyon. La iglesia de peregrinación construida bajo los pretendidos huesos del Apóstol ya existía en 874, puesto que ese año el rey Alfonso III de León,y su esposa Jimena ofrendaron una magnífica cruz de oro. A partir de ese momento los pere­grinos afluyeron hacia la  tumba del apóstol, convertido en el patrón de la España cristiana en guerra contra los moros.
   Textos apócrifos y tradiciones orales al margen de toda prueba contribuyeron, como es natural, a enriquecer y embellecer la leyenda forjada por los clérigos. Era necesario explicar la traslación de las reliquias del apóstol desde Palestina hasta Galicia, y su invención en un sarcófago de mármol (arca marmorica) descubierto en medio de un antiguo cementerio romano. Fue del nombre de dicho cementerio, Compostum ubi ossa componuntur que en el siglo XI se creó el nombre Compostela, que la etimología popular, a base de juegos de palabras, convirtió en Campus stellae (Campo de la Estrella).
   Algunas de estas leyendas de peregrinación o de cruzada deben recordarse aquí, porque han inspirado gran número de obras de arte.
   La primera es la traslación del cuerpo del apóstol desde Joppe (Jafa, Palestina) hasta Santiago de Compostela, en Galicia.
   Conducido por un ángel, el cuerpo santo, transportado sobre un navío, o bien en un sarcófago de mármol flotante, cruzó las Columnas de Hércules o Estrecho de Gibraltar, y recaló en las costas gallegas. La reina Lupa (o Luparia) ordenó uncir al sarcófago toros salvajes, para que se rompiese contra las ro­cas, pero los toros, al punto domesticados con una señal de la cruz, se volvieron mansos como corderos, y arrastraron las reliquias hasta el patio del palacio de la reina, quien se convirtió y transformó su castillo en monaste­rio: ese edificio sería la cuna de la célebre peregrinación de Santiago de Compostela.
   Santiago era el patrón de los peregrinos y de los caballeros: se necesitaban le­yendas especiales para uso de una y otra categoría de devotos.
   Los peregrinos no se cansaban de oír el Milagro de la horca o del Ahorcado desahorcado. A decir verdad, dicho milagro, como el del mago Hermógenes, es un plagio. Pertenece a la leyenda de otro santo Domingo, Domingo de la Calzada, quien había merecido el reconocimiento de los peregrinos com­postelanos porque mejoró el «Camino de Santiago».
   Dos esposos devotos se dirigían en peregrinación a Santiago de Compostela desde Toulouse. Una tarde se alojaron en una posada donde la hija del posadero se enamoró del jovencito. Rechazada por este nuevo José, la mujer, para vengarse, discurrió introducir secretamente en el zurrón de peregrino del joven desdeñoso una copa de plata, para luego acusarle de robo. El juez, convocado de inmediato, comprobó el flagrante delito y condenó a la hor­ca al presunto ladrón.
   Sus padres, consternados, siguieron la ruta hasta Santiago de Compostela, y en su aflicción, rogaron con ardor al apóstol Santiago que demostrase la inocencia de su hijo. En el camino de regreso, cuando pasaron por el sitio donde el joven fuera ahorcado, lo encontraron colgado, pero milagrosamente vivo: él les contó que lo habían sostenido la Santísima Virgen y el apóstol Santiago, quienes le salvaron la vida.
   Los padres fueron a buscar al juez, a quien encontraron sentado a la mesa, cortando un gallo y una gallina asados. Le dijeron que el hijo de ambos, suspendido en la horca desde hacía varias semanas, aún estaba vivo. El juez se negó a creer y respondió con una burla: «Vuestro hijo está tan vivo como el gallo y la gallina que están sobre la mesa». Las aves aludidas echaron a cantar al punto.
   Estupefacto, el juez aceptó entonces seguir a los padres del salvado hasta el cadalso. Luego liberó al inocente, e hizo colgar en su lugar al posadero y a su hija. El gallo y la gallina resucitados se enjaularon y condujeron a la igle­sia donde se los cuidó con mimo hasta que murieron de viejos.
    Al mismo tiempo que la leyenda de la peregrinación se difundió la de la cruzada, que popularizó la orden de Los Caballeros de Santiago. En vísperas de una batalla contra los musulmanes que se libró en Clavijo, en 930, el rey Ramiro I de Asturias, como lo hiciera antes el emperador Constantino, vio aparecer en sueños al santo patrón de España, quien montado en un caballo blanco derrotó a los moros y los puso en fuga. Asistido por el santo Matamoros, Ramiro consiguió la victoria. Fue a partir de entonces que ¡Santiago! se convirtió en el grito de guerra de los ejércitos españoles.
CULTO
   Así, aunque no contase con prueba histórica alguna, Santiago el Mayor se convirtió en el santo nacional de España (lux et decus Hispaniae), y enseguida pasó a la categoría de los santos universales que en la Edad Media ve­neraba toda la cristiandad. En España se le dedicaron centenares de iglesias de las cuales, sólo en la diócesis de Compostela hay cincuenta y cinco.
   Su popularidad se funda en la peregrinación a Santiago de Compostela, que seguía en dignidad a la de Jerusalén y a la de Roma, y que rivalizaba con éxito con San Martín de Tours y con San Nicolás de Bari, y atraía multitu­des comparables a las de Lourdes en la actualidad.
   Todos los caminos conducían a Santiago. Como los Reyes Magos, a quienes guiara la estrella, los peregrinos sólo debían seguir la dirección de la Vía Láctea que señalaba la ruta de Compostela (Campus Stellae: el Campo de la Estrella). La geografía hagiográfica y monumental se abocó a precisar los itinerarios y las principales etapas de los peregrinos. Los franceses pasaban por Tours, Limoges, Conques, Blaye, o salían de Notre Dame du Puy para reunirse en el puerto de Roncesvalles. Los alemanes se daban cita en la abadía de Einsiedeln, en Suiza, y seguían la ruta por Ginebra, Lyon y Saint Gilles. Ya pacíficas, ya guerreras, estas cruzadas internacionales  tuvieron enorme influencia en la literatura de la Edad Media.
   En cada etapa los viajeros encontraron centros de hospedaje ya cogida: capillas, posadas y hospitales organizados por las cofradías de peregrinos de Santiago que pululaban en todos los países de Europa.
   Como la peregrinación a Galicia había sido lanzada por la orden borgoñona de Clun y cuyos abades llevaban en el blasón una concha de Santiago, y como los peregrinos procedentes del norte debían atravesar Francia por fuerza, no debe sorprender que Francia haya sido, después de España, el país donde el culto de Santiago adquirió la mayor extensión.
   En la catedral de Arras se veneraba la cabeza de Santiago (saint Jacques), que Carlos el Calvo habría traído desde Santiago de Compostela y donado a la abadía de Saint Vaast. En la catedral de Amiens existía un altar del mentón de Santiago, llamado así a causa de la reliquia del apóstol que se exponía en dicha basílica.
   París tenía al menos tres iglesias puestas bajo la advocación de Saint Jacques, patrón de los peregrinos (Apostolus Peregrinus): Saint Jacques l'Hopital, Saint Jacques la Boucherie (la Carnicería) de la cual sólo subsiste una torre, y Saint Jacques du Haut Pas, situada en la ribera izquierda del Sena, sobre el camino que a través de Orleans y Cléry, conducía a Galicia.
   Las iglesias dedicadas a Santiago abundan en todas las provincias francesas, se las encuentra en Dieppe, Lisieux, Compiegne, Saint Jacques des Guérets, cerca de Vendome, y Chatellerault, en Poitou. No obstante, no se puso bajo su advocación ninguna catedral. En la iglesia de Saint Pantaléon de Troyes se le dedicó una magnífica capilla.
   Los Países Bajos compartieron esta devoción. Basta recordar a la iglesia de Santiago, en Lieja, que pretendía poseer un brazo del apóstol, enviado a Bruselas desde Santiago de Compostela, y la iglesia de St. Jacques de Coudenberg, en la cima de la Montaña de la Corte, sobre la Plaza Real, al igual que las iglesias flamencas de Amberes, Brujas, Gante, Lovaina e Ypres. En Holanda, Santiago era el patrón de La Haya.
   Inglaterra se había asegurado la posesión de una mano del apóstol y el palacio real de Saint James, en Londres, fue edificado sobre el antiguo emplazamiento de un hospital dedicado a Santiago. A causa de la concha, que es su atributo, se esperaba su fiesta para comer las primeras ostras.
   Alemania pretendía poseer la otra mano de Santiago, una donación del emperador Enrique IV a la ciudad de Bremen, cuyos magistrados formularon la promesa de enviar un peregrino a Santiago de Compostela cada año, y hacerse cargo de los gastos. La devoción germánica al apóstol Santiago también está probada por la fundación de la basílica de Santiago de los Escoceses en Ratisbona y de la Jakobkirche de Rothenburgobder Tauber, en Franconia. También en los países de Europa meridional abundan las pruebas de la devoción a Santiago. En Portugal, San Thiago era el patrón de Coimbra. En Italia, las ciudades de Pesaro y Pistoia se encomendaban a San Giacomo que tenía iglesias puestas bajo esa advocación, generalmente acompañadas por un hospital, en Roma (San Giacomo del Colosseo, detrás del Coliseo, y San Giacomo degli Spagnuoli, sobre la plaza Navone), Bolonia, Venecia y Nápoles. El duque Juan Galeazo Visconti, en 1362 fundó en Milán el hospicio de San Giacomo de'Pellegrini, para recibir a los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela o que regresaban de allí.
   Desde España, la devoción a Santiago pasó, como es natural, a las colonias de las Antillas y de América del Sur, como lo prueban los nombres de Santiago de Cuba y Santiago de Chile.
   Es patrón de los peregrinos y de los caballeros, que en la Edad Media constituían dos categorías extremadamente numerosas de fieles ambulantes y militantes. Santiago también era el santo a quien invocaban los agoni­zantes.
   Además, lo vindicaban como protector las corporaciones de farmacéuticos y droguistas y los sombrereros, a causa de su sombrero de peregrino, de ala ancha.
   Los enfermos lo invocaban para la curación del reumatismo y los fruticultores le agradecían la abundancia de las manzanas, cuyas primicias madura­ban para la fiesta de Santiago.
   El culto de Santiago alcanzó su apogeo en los siglos XIV y XV, para disminuir rápidamente a medida que decaía la popularidad de la peregrinación a Santiago de Compostela y el espíritu caballeresco de la cruzada, que eran sus mejores bases.
ICONOGRAFÍA
   Deben diferenciarse tres tipos iconográficos muy diferentes: el apóstol, el pe­regrino y el caballero.
A) El Apóstol (Apostolus)
   En los monumentos más antiguos Santiago está representado como apóstol. Cubierto con una toga y descalzo, lleva un rollo (volumen) del Nuevo Testamento.
   A veces se presenta entre dos troncos de árboles podados (Toulouse, Santiago de Compostela) o dos palmeras (Horas del Mariscal de Boucicaut).
   Sus atributos son la cruz primacial de doble travesaño, porque según la leyenda habría sido el primer arzobispo de España, y la espada con la cual fuera decapitado.
B) El Peregrino (Peregrinus)
   A causa de la influencia de la peregrinación a Santiago de Compostela, a partir del siglo XIII casi siempre Santiago fue representado con ropas de peregrino. En este caso está calzado, en vez de ir descalzo, como los apóstoles. Está tocado con un sombrero de ala ancha guarnecido de conchas, apoyado en un bordón, con el habitual equipaje de los peregrinos, con lo justo para comer y beber: el zurrón y la cantimplora.

   Se lo representa, ya de pie, ya sentado.
   Este tipo fue popularizado por las insignias de peregrinación de azabache (azabache compostelano) que los peregrinos traían desde Santiago de Compostela. Por un curioso fenómeno de contaminación iconográfica con los tipos de la Virgen de la Misericordia y de santa Úrsula, Santiago ha sido representado abrigando a los peregrinos bajo su manto protector.
C) Santiago Matamoros
   Un tercer tipo, más tardío, difundido por la cruzada de la Reconquista y la orden de Santiago, es el tipo ecuestre. Santiago está representado cargando en el aire sobre un caballo blanco, y derrotando a los moros en la batalla de Clavijo. En esta tercera encarnación aparece como «Matamoros».
   En España se ha producido una confusión entre Santiago Matamoros ecuestre y las imágenes del emperador Constantino triunfando sobre los paganos, tan frecuentes en las fachadas de las iglesias del Poitou y de Saintonges (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
      Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Convento de la Asunción de la Virgen (antes Convento de Santiago de la Espada y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced), de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Horario de misas del Convento de la Asunción de la Virgen (antiguo Convento de Santiago de la Espada y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced):
            Domingos y Festivos: 08:30

Página web del Convento de la Asunción de la Virgen (antiguo Convento de Santiago de la Espada y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced): No tiene.

El Convento de la Asunción de la Virgen (antiguo Convento de Santiago de la Espada, y actual Colegio de Nuestra Señora de la Merced), al detalle:
Iglesia:

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