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viernes, 3 de julio de 2020

La imagen "Santo Tomás, apóstol", de Luis Ortega Bru, del misterio de la Hermandad de la Cena, en la Iglesia de la Consolación, "vulgo" de Los Terceros


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen "Santo Tomás, apóstol", de Luis Ortega Bru, del misterio de la Hermandad de la Cena, en la Iglesia de la Consolación, "vulgo" de Los Terceros, de Sevilla. 
      Hoy, 3 de julio, Fiesta de Santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: "Señor mío y Dios mío". Y con esta fe que experimentó es tradición que llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de la India (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para Explicarte la imagen "Santo Tomás, apóstol", de Luis Ortega Bru, del misterio de la Hermandad de la Cena, en la Iglesia de la Consolación, "vulgo" de Los Terceros, de Sevilla.
   La Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, vulgo de "Los Terceros" se encuentra en la calle Sol, 10; en el Barrio de Santa Catalina, del Distrito Casco Antiguo.
      Sobre el banco del Retablo Mayor de la Iglesia de la Consolación, "vulgo" de Los Terceros, se sitúa el apostolado del Misterio de la Hermandad de la Cena, que ejecutara Luis Ortega Bru, tal como se decidió en cabildo del 18 de mayo de 1973, entre 1975 y 1982, procesionando completo por primera vez en 1983. Los tres primeros discípulos de la serie fueron Judas Iscariote (1975), San Andrés (1976) y Santo Tomás (1977). Los dos primeros, sedentes, y el tercero, de pie, están tallados de cuerpo entero en madera. Ante la excesiva expresión, volumen  peso de las esculturas, la Hermandad indicó al artista que dulcificara los rostros y actitudes de los restantes apóstoles y los hiciese de candelero.
   En 1978 ultimó las imágenes de San Pedro, Santiago el mayor y San Simón. El primero y el tercero están de pie y el segundo, sentado. En 1981 facilitó las figuras de Santiago el menor, San Juan y San Judas Tadeo. Los dos primeros aparecen arrodillados y el último sentado. Finalmente, en 1982 concluyó el encargo con San Felipe, San Mateo y San Bartolomé. Los dos primeros son figuras sedentes, mientras que el tercero aparece genuflexo.
   Posteriormente Manuel Hernández León sustituyó los candeleros por cuerpos de madera, más livianos y huecos, para que los apóstoles lucieran las vestiduras con mayor naturalidad.
   La personalidad tan definida de la gubia de Ortega Bru se aprecia en la elevada estatura y ampuloso volumen de las figuras, las largas barbas, los pronunciados escorzos, y su especial policromía. Todos estos rasgos contrastan fuertemente con la dulzura, espiritualidad y esbeltez del Cristo de Sebastián Santos. Tanto es así que el propio Ortega Bru quiso tallar una nueva imagen de Jesús pues, en sus propias palabras, "queda muy perdido entre el conjunto de mis apóstoles". Sin embargo tal ofrecimiento no fue aceptado al negarse la Hermandad a cambiar de titular (Silvia María Pérez González, en Misterios de Sevilla. Tomo I. Ed. Tartessos. Sevilla, 2003).
   El tercer apóstol del Misterio que realizó Ortega Bru fue Santo Tomás.
   Es el primero de los apóstoles que se muestra de pie, está realizado en madera de pino. Es de destacar la policromía de este apóstol. Es muy significativo el turbante que lleva tallado en la cabeza que le da una sensación de movimiento y viveza. La talla mide sobre 1.80 cm.


   La cabeza tiene un gran tratamiento en su talla: vemos que la boca la tiene entreabierta, nariz recta, barba simple, rasgos faciales marcados, entrecejo fruncido; cuello largo y músculos en tensión; manos grandes, abiertas y con gran capacidad expresiva.
   Esta es la última de las tallas que están realizadas de talla completa, el resto son de candelero, ya que al ser tallas completas pesaban demasiado, y por consejo del capataz se hicieron el resto de candelero.
   Como ocurre con San Andrés, aparecen en actitud conversante y sorprendida.
   Ortega Bru recoge la viveza, la fuerza, los sentimientos y expresiones de estos hombres del campo, del mar, curtidos por sus vivencias y pasiones, a los cuales plasmó a la perfección en este Misterio (Benito Rodríguez Gatiús, en Ortega Bru. Ed. Guadalquivir. Sevilla, 1995).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santo Tomás, apóstol
LEYENDA
   Pescador de Galilea que se convirtió en discípulo de Jesucristo, cuyo nombre, que en griego se tradujo Didymos, en arameo significa gemelo. Pero se ig­nora quién fuese su hermano gemelo.
   Los dos rasgos más populares de su vida novelesca en la Leyenda Dorada son su incredulidad y su apostolado en la India.
   Su incredulidad se puso de manifiesto en dos oportunidades: dudó, en principio, de la Resurrección de Cristo, quien para convencerle debió meterle el dedo en la llaga del costado, y luego dudaría de la Asunción de la Virgen, quien a la manera de Elías arrebatado al cielo, mientras ascendía le arrojó el cintu­rón como prueba.
   Cupo preguntarse si dicha incredulidad  pertinaz no sería, hasta cierto punto, la traducción de su nombre que en arameo como en griego (Didyme) comporta la idea de «doble», y en consecuencia, de «dudar» (lat.: dubitare; al.: zweifeln). Tomás y escéptico son vocablos sinónimos.
   Menos grave que la traición de Judas, la  incredulidad lo situó en el penúltimo puesto de los apóstoles, porque carece de la fe que san Agustín definió como «la virtud por la que creemos en lo que no vemos». En los Hechos de los Apóstoles es llamado Judas.
   En relación con la comadrona incrédula de la Natividad, cuya mano fue provisionalmente paralizada, y con María Magdalena, a quien se prohibió tocar a Cristo resucitado, santo Tomás gozó de un trato de favor. Mientras Magdalena se enfrentó con un Noli me tangere, Cristo dijo a Tomás: «Toca y cree».
   En cuanto a su apostolado en la India, se trata de un cuento de Las mil y una noches, una novela gnóstica que ya rechazaba san Agustín.
   Según Santiago de Vorágine, un enviado del rey de la India, Gondóforo, lo invitó en el foro de Cesarea a embarcarse con él para construir un palacio a su soberano. Cristo se le apareció para animarle a partir.
   En la primera ciudad de la India donde el bajel hizo escala, se celebraba la boda de la hija del rey. Invitado al banquete, Tomás se negó a comer plato alguno. El maestresala, que se sintió humillado, lo abofeteó; pero el castigo no se hizo esperar, puesto que mientras iba a buscar agua fue atacado por un león. Un perro llevó su mano arrancada a la sala del festín. Tomás se dirigió luego a la capital de Gondóforo, quien puso sus tesoros a su disposición para la construcción de su palacio. El apóstol le edificó un pa­lacio celestial distribuyendo el dinero entre los pobres. Cuando el rey regresó de un largo viaje y se puso al tanto de los hechos, que consideró un abuso de confianza, lo hizo encarcelar; pero lo perdonó cuando su hermano Gad, muerto poco antes, resucitó expresamente para anunciarle que en el Paraíso había visto con sus propios ojos el maravilloso palacio construido para él con la caridad de su arquitecto.

   Pero Tomás no se detuvo allí: persuadió a la reina a negarse al deber conyugal. Esta vez el rey no lo perdonó. Furioso, ordenó que hicieran padecer al consejero de su esposa una serie de suplicios. El apóstol caminó descal­zo sobre láminas de hierro calentadas al rojo, pero de inmediato, por un signo de Dios, brotó una fuente de la tierra que enfrió el metal calentado. Lo metieron en un horno encendido, pero se apagó; lo forzaron a arrodillarse ante el ídolo del sol, pero la estatua se fundió como si fuese de cera...Para terminar, los sacerdotes paganos lo ultimaron a lanzadas.
   Se ha supuesto que ese viaje fabuloso a la India se debía, simplemente, a una alteración del texto de san Epifanio, donde se habría leído India en lugar de Judea. La construcción del palacio real en el Paraíso tiene todas las caracte­rísticas de una parábola concebida según el estilo alegórico del Buen Samaritano.
CULTO
l. Lugares de culto
   La India, Portugal y Grecia.- Las pretendidas reliquias del apóstol de la India se veneraban en Meliapor, cerca de Goa, sobre la costa de Coromandel, donde su mano, que emergía de la tumba, podía decidir la suerte en los procedimientos judiciales.
   Puesto que Goa era una colonia portuguesa, el culto del santo pasó natu­ralmente a Portugal.
   Desde Meliapor las reliquias de santo Tomás fueron transportadas a Edesa en Asia Menor, y luego a la isla de Quíos.
   Italia.- Por último habrían encallado en territorio italiano, en Ortona (Mare), sobre la costa del Adriático.
   El dedo de santo Tomás que se había hundido en la llaga de Cristo se conservaba en Roma, en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
   Toscana se convirtió en uno de los principales centros del culto de santoTomás, gracias a la preciosa reliquia del Cinturón de la Virgen (Sacra Cintola), que la Assunta, mientras ascendía al cielo, había dejado caer en las manos del apóstol como prueba convincente. La colegiata de la pequeña ciudad de Prato, cerca de Florencia, había sido la heredera de ese tesoro. Se cuenta que en el sigloXII, un ciudadano de Prato, Michele di Dragomari, quien había viajado a Jerusalén, se casó con una joven que le regaló ese cinturón como par­te de la dote. Michele di Dragomari legó la reliquia al archipreste de la co­legiata (Pieve), y para exhibir el insigne objeto, en un ángulo de la fachada se edificó el célebre púlpito exterior decorado por Donatello.
   Además, santo Tomás fue adoptado como patrón por las ciudades de Parma y de Urbino.
   Los otros países de Europa se han mostrado menos devotos de este apóstol escéptico. No obstante citemos tres iglesias singularmente célebres, puestas bajo su advocación: Saint Thomas de Estrasburgo, cedida al culto luterano, que posee el mausoleo del mariscal de Sajonia, obra de Pigalle, la de Santo Tomé, de Toledo, donde se admira el Entierro del conde de Orgaz, de El Greco, y la de Santo Tomás de Leipzig, vibrante con los ecos de las fugas y oratorios de J. S. Bach. La iglesia de San Andrés, en Colonia, pretendía poseer la tibia del apóstol.
Patronazgos
   La incredulidad de santo Tomás le valió ser el patrón de los jueces quienes, a causa de su profesión, tienen la obligación de mostrarse desconfiados y de hacer la crítica de los testimonios. De ahí el famoso grupo de Verrocchio, encargado por la Universita dei Mercanti, el Tribunal de Comercio, para la capi­lla de la corporación en la basílica de Or San Michele, en Florencia.
   También es el patrón de los arquitectos, albañiles, agrimensores, carpinteros de obra y canteros.
   Lassus, quien restauró la Sainte Chapelle de París, se hizo representar en ella como santo Tomás, con la escuadra.

Se le atribuía curar las afecciones oculares porque Cristo le había curado la ceguera del corazón.
ICONOGRAFÍA
   Sus atributos característicos son el Cinturón de la Virgen, una escuadra de arquitecto y la lanza que fue el instrumento de su martirio.
   A partir del siglo XVII la escuadra casi siempre se reemplazó por una lanza.
   Santo Tomás se convirtió en un santo doríforo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Luis Ortega Bru, autor de la obra reseñada;
     Luis Ortega Bru, (San Roque, Cádiz, 10 de septiembre de 1916 – Sevilla, 21 de noviembre de 1982). Escultor.
     Es uno de los máximos exponentes de la imaginería procesional contemporánea. Se inició temprano en el modelado del barro en la alfarería de su padre.
     Desarrolló a partir de 1931 una primera formación escultórica en la Escuela de Artes y Oficios de La Línea de la Concepción (Cádiz). Sus prometedoras dotes artísticas hicieron que el Ayuntamiento de su pueblo natal le concediera una beca para completar sus estudios en Barcelona. Estas perspectivas quedaron rotas, sin embargo, por la Guerra Civil, que supuso un duro golpe para el joven artista. Nacido en el seno de una familia de ideas republicanas, sus padres fueron fusilados y él encarcelado, pasando varios años en campos de concentración. En 1943 consiguió el primer premio del I Certamen de Escultura de Cádiz con su obra Los Titanes, éxito que le llevó a trasladarse a Sevilla al año siguiente. En 1945 ingresó en la Escuela de Artes Aplicadas de la capital hispalense, donde tuvo como profesor al escultor Juan Luis Vasallo Parodi (1908-1986). En esta ciudad entró en contacto con el pintor Baldomero Romero Ressendi (1922-1977), con quien compartió la inspiración en los modelos barrocos sevillanos, que caracterizó de manera especial su primera etapa sevillana, y una particular tendencia expresionista. En 1952 se casó con Carmen León Ortega, con quien tuvo cuatro hijos.
     Su actividad se explica dentro del contexto de fomento de la religiosidad popular llevada a cabo por el régimen franquista, convirtiéndose las cofradías en su principal mecenas a partir de este momento. En este sentido, su principal obra de estos años es el misterio del Traslado al Sepulcro de la cofradía hispalense de Santa Marta, por el cual recibió la Encomienda de Alfonso X el Sabio en 1953. En 1955 se trasladó a Madrid, al recibir el encargo de realizar ocho relieves de bronce para la puerta de la secretaria del Estado del Vaticano. A partir de este momento se instaló en la capital de España, ocupando el puesto de maestro escultor en los Talleres Granda. De este modo, se inicia su llamada “etapa castellana”, en la que es palpable la influencia de los manieristas castellanos, caso de El Greco, y los escultores Alonso de Berruguete y Juan de Juni. A ello se le unen un intento de renovación de la imaginería por la vía de la experimentación técnica y cierto gusto por la asimetría y la descomposición geométrica de las formas. Esta inquietud renovadora le llevó a una prolífica producción de carácter profano, de gran diversidad técnica y temática, ajena al tradicionalismo del “neobarroco” cofrade. Tras un período en Jerez de la Frontera (1967-1972), donde impartió clases en su Escuela de Artes y Oficios, y una nueva etapa madrileña, acabó sus años en Sevilla, donde residía a partir de 1978 (José Manuel Moreno Arana, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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