Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de San Benito y San Bernardo, en la Iglesia del Convento de San Clemente, de Sevilla.
Hoy, 11 de julio, Fiesta de San Benito, abad, patrono principal de Europa, que, nacido en Norcia, en la región de Umbria, pero educado en Roma, abrazó luego la vida eremítica en la región de Subiaco, donde pronto se vio rodeado de muchos discípulos. Pasado un tiempo, se trasladó a Casino, donde fundó el célebre monasterio escribió una Regla, que se propagó de tal modo por todas partes que por ella ha merecido ser llamado "Patriarca de los monjes de Occidente". Murió, según la tradición, el veintiuno de marzo (547) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Retablo de San Benito y San Bernardo, en la Iglesia del Convento de San Clemente, de Sevilla.
El Convento de San Clemente [nº 55 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 66 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Reposo, 9; en el Barrio de San Lorenzo, del Distrito Casco Antiguo.
En la iglesia del Convento de San Clemente, podemos contemplar el Retablo de San Benito y San Bernardo, obra anónima del último 1/4 del siglo XVII.
La pieza muestra una estructura sencilla que se articula a partir de un frontal de altar, un cuerpo principal y un remate. El cuerpo principal se configura a partir de una estricta simetría vertical, ya que una pilastra central está flanqueada por dos hornacinas en las que figuran, a la izquierda, San Benito de Nursia (La pieza muestra a San Benito de Nursia (480-547), fundador del monasterio de Monte Cassino y creador de la orden benedictina. El santo aparece representado de cuerpo entero, de pie y en actitud frontal respecto al espectador. Está ataviado con la cogulla negra que caracteriza a los benedictinos -decorada con ribeteado dorado en la zona superior del manto-, mientras sostiene con su mano derecha un báculo que alude a su carácter de abad y su mano derecha se dirige hacia el frente. Su rostro es el de un hombre maduro, con tonsura acentuada, imberbe y con los músculos faciales muy marcados, dando lugar a una cara angulosa y austera) y, a la derecha, San Bernardo de Claraval (La pieza muestra a San Bernardo de Claraval, monje borgoñón que en el siglo XI reformó la orden de los cistercienses. El santo aparece representado de cuerpo entero, de pie, frontalmente respecto al espectador. Su rostro es el de un hombre joven, imberbe, de rostro inexpresivo, cuyos rasgos faciales se disponen de manera simétrica. Su cabeza está coronada por una diadema que presenta escaso interés artístico. Su mano derecha portaría un báculo, que alude a su condición de abad, aunque actualmente se ha perdido, mientras su mano izquierda sostiene una arquitectura templaria que alude a su carácter de fundador de la orden reformada del Císter). El remate adopta sección semicircular y está presidido por una hornacina central que alberga una representación del Ecce Homo (La pieza representa a Cristo como Ecce Homo, momento perteneciente a su Pasión, que acontece cuando Pilatos le presenta ante el pueblo judío para proceder a su liberación o condenación a muerte; al presentarle utiliza la expresión latina "Ecce Homo" -"He aquí al hombre"-, denominación de esta iconografía en la que aparece Cristo tras haber sufrido las humillaciones y torturas por parte de los sayones romanos. Cristo aparece representado como un busto, aunque muestra sus manos entrecruzadas a la altura de sus hombros, que aparecen cubiertos por un manto grisáceo teñido de sangre. Se trata de un hombre maduro, de largos cabellos y barbas oscuros, cuya profunda expresión manifiesta el dolor físico y espiritual que está experimentando. Como es habitual en la representación de esta iconografía, tiene sobre su cabeza una corona de espinas y su rostro, cuello y manos muestran heridas sangrantes).
Toda la superficie del retablo está cubierta por gamas cromáticas pasteles -verdes, marrones, doradas- que imitan mármoles jaspeados y que se corresponde con la estética neoclásica de comienzos del siglo XIX.
El perfil de la pieza está rodeado por una crestería de perfil sinuoso y mixtilíneo configurada a partir de roleos vegetales y forales, volutas y ces, en tonos verdes, azules y dorados.
La superficie del retablo fue policromada a comienzos del siglo XIX, correspondiéndose con la estética neoclásica (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Benito, abad;
HISTORIA Y LEYENDA
Los diálogos de San Gregorio Magno son la fuente principal y casi única de su biografía.
Nacido hacia 480 en la provincia de Norcia (también, aunque de empleo menos frecuente, “Nursia”, ciudad de la provincia de Perusa), en Umbría, era hermano gemelo de Santa Escolástica.
Hacia el año 500 se retiró a una gruta llamada Sacro Speco, cerca del lago de Subiaco, para llevar una vida de ermitaño.
En 528, a mitad de camino entre Roma y Nápoles, fundó el monasterio del monte Cassino (Montecassino), sobre una antigua acrópolis consagrada en la antigüedad al culto de Júpiter. Allí compuso la regla de la orden de los benedictinos, y allí murió en 547.
Sobre esta trama histórica el ingenio de los monjes y la imaginación popular bordaron adornos que Santiago de Vorágine recogió cuidadosamente en su Leyenda Dorada, de la que tomaron sus temas los artistas.
En principio fue el milagro del tamiz partido. Cuando a su nodriza se le cayó un tamiz, él tomó las dos mitades y las volvió a unir sin que quedara huella alguna de su fractura.
Cuando vestía hábito monástico, se retiró a la caverna del Sacro Speco donde era aprovisionado por el monje Romano, que le bajaba el pan en un cesto atado a una cuerda, y le avisaba con el sonido de una campanilla. Satán rompió la campanilla.
Como no consiguió rendirlo por hambre, el diablo desató contra él las tentaciones carnales. Hizo aparecer una mujer que encendió su concupiscencia. San Benito rodó desnudo entre las zarzas espinosas que rodeaban la gruta, expulsó la codicia sensual mediante las llagas de su carne, y así se impuso al pecado.
Elegido abad del monasterio de Vicovaro, por su rigor se atrajo el odio de los monjes que envenenaron su comida. Pero escapó a la tentativa de envenenamiento haciendo la señal de la cruz sobre el vaso que se quebró de inmediato en pequeños fragmentos, como si lo hubiese golpeado una piedra, mientras un cuervo se llevaba el pan envenenado en el pico.
Salvó al monje Plácido, su discípulo, cuando estaba a punto de ahogarse, enviando en su auxilio a San Mauro, quien sostenido por su bendición, lo salvó de la muerte caminando sobre el agua.
En el monasterio sólo quedaban cinco panes, pero al día siguiente, ante la puerta de la celda de San Benito se encontraron cien moyos (medida antigua de capacidad que equivale a ocho cántaros o ciento veintinueve litros) de harina.
Totila (rey de los ostrogodos de Italia, que se confunde con frecuencia con Atila, rey de los hunos), rey de los godos, intentó engañarlo sin éxito, cuando delegó a uno de sus oficiales disfrazado de rey.
Su hermana Santa Escolástica, a punto de morir, le impidió partir desencadenando una tormenta y haciendo caer una lluvia torrencial. El santo vio el alma de su hermana ascender al cielo en forma de paloma.
Cuando murió su alma también ascendió al cielo en un chorro de luz. Como el profeta Elías en su carro de fuego.
CULTO
Patrón de la orden de los benedictinos, de los conventos de Subiaco y del monte Cassino, San Benito es un santo más monástico que popular.
Sus reliquias, transportadas en 672 desde Montecassino a la abadía de Fleury, en Francia, que adoptó el nombre de Saint Benoît sur Loire, nunca atrajeron tantos peregrinos como las de San Martín de Tours o las de Santiago de Compostela.
En verdad, su autenticidad siempre ha sido cuestionada por los italianos quienes creen haber encontrado los auténticos huesos de San Benito y de su hermana Escolástica en Montecassino, en 1950.
Se lo invocaba contra el veneno, la erisipela y sobre todo contra los cálculos de los que habría curado al emperador de Alemania, Enrique II. También se recurría a su intercesión para obtener la gracia de una buena muerte.
ICONOGRAFÍA
Se lo representa ya imberbe, ya barbudo. Vestido con una cogulla negra de benedictino. No obstante, en los cuadros encargados por los benedictinos reformados, cistercienses, camaldulenses y olivetanos, aparece con una túnica blanca.
Sus atributos son un tamiz partido, varas con las que habría corregido a un monje, una copa de la que escapa una serpiente venenosa, alusión a la tentativa de envenenamiento de los monjes de Vicovaro (comparte este atributo con San Juan Evangelista) y finalmente un cuervo que se lleva el pan envenenado en el pico. Se observará que a diferencia del cuervo proveedor de San Pablo ermitaño, que le lleva el pan cotidiano, el de San Benito retira un pan envenenado.
Para diferenciar su copa envenenada de la de San Juan, los escultores alemanes del siglo XVIII hacen salir de ella dos pequeños serpientes (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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