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miércoles, 8 de julio de 2020

El Antecabildo, de Hernán Ruiz y Asencio de Maeda, en la Catedral de Santa María de la Sede


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Antecabildo, de Hernán Ruiz y Asencio de Maeda, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla. 
   La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
   En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar el Antecabildo [nº 102 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; en alguna ocasión se le ha denominado "Recibimiento de la Sala Capitular" (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
   En el muro de la epístola de la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar tras la Capilla del Mariscal y junto a la Sala Capitular, y ante el Patio del Cabildo, el Antecabildo.
   La construcción de los cimientos se realizó a lo largo de 1559, a la vez que se preparaba un nuevo taller para los canteros. La obra se hacía con rapidez y aunque la cimentación de la Sala Capitular aún se proseguía un año más tarde, ya se pensaba en la manera de dar acceso a las futuras dependencias. Para ello, en la reunión del Cabildo de 12 de julio de 1560 se trató de la conveniencia de abrir un postigo en la Capilla del Mariscal Diego Caballero. El lugar elegido para hacerlo era el ocupado por el retablo, lo que obligó a desmontarlo para su traslado. Con la apertura de la puerta, al no disponerse de más espacio que el de la propia capilla se adoptó, para ubicar la sacristía, la misma solución utilizada años atrás en la Capilla de las Doncellas. Así, el retablo se levantó sobre una tribuna, que en realidad no es otra cosa que la cubierta de la sacristía.

   Lo realizado por Hernán Ruiz II es bien reconocible desde el punto de vista estilístico. Está claro, incluso documentalmente, que es suyo el planteamiento y la organización del conjunto, así como buena parte de los alzados y cubiertas. Por lo que respecta al Antecabildo le corresponde el vestíbulo, cuyas ventanas laterales se construyeron en 1562, en donde numerosos temas compositivos son similares a los empleados por el maestro en otras obras y a las ilustraciones de su manuscrito de arquitectura. Este es el caso del arco interior del ingreso, del tema de la cubierta y del casetonado de los dinteles de las puertas que llevan al Antecabildo. También es suya la organización, en base al vano serliano, del muro de separación entre el vestíbulo y la sala, en el que se han incorporado medallas e inscripciones así como piezas de mármol negro. La misma combinación cromática se empleó en los muros del Antecabildo, decorados con esculturas y relieves de gran calidad y acusado italianismo que se atribuyen a Diego de Pesquera. El modo de articular los muros de la sala y muchos de sus elementos estructurales coinciden con el estilo del arquitecto, especialmente las pilastras jónicas que flanquean los relieves y el friso de triglifos y metopas con rosetas en que estos descansan. 

   Lamentablemente Hernán Ruiz no pudo concluir sus proyectos de cubierta para el Antecabildo. Desconocemos, por lo tanto, que solución tenía para ellas, aunque sospecho que no sería muy distinta de la que se llevó a cabo. De hecho, la construcción de los muros perimetrales determinaba, en buena medida, el tipo de cubierta y aquellos debían haber alcanzado la altura de las cornisas cuando se produjo su fallecimiento.
   A partir de 1575, toma el mando de las obras Juan de Maeda. Pienso que debió ser en este momento cuando Diego de Pesquera realizase la decoración escultórica del Antecabildo. Me baso para ello en dos autos capitulares de 14 de febrero y 18 de abril que se refieren al escultor. En el primero se ordena pagarle "desdeldia que començo a trabajar a respetto de seis reales cada dia de lo que oviere trabajado... y queno gane el dicho salario sino el dia que trabajase". Por el segundo se manda al canónigo Hernán Pérez que diese "aposento en Sant Miguel a Pesquera scultor". Este súbito interés por el maestro, después de que llevaba varios años trabajando para el Cabildo, quizás sean prueba de que efectuaba alguna tarea escultórica importante. No hay duda que en aquellos momentos la de mayor trascendencia era la del Antecabildo, puesto que la de la Sala Capitular no se efectuaría hasta algún tiempo después. Es más, posiblemente sirviera para realizar algunos de los relieves de aquella dependencia "la biblia de estampas para historias para la iglesia" que vendió al Cabildo Asencio de Maeda en el mes de septiembre. Incluso puede que se contratase a Marcos Cabrera en mayo del mismo año con objeto de que ayudase a Pesquera en su trabajo.

   La correspondiente al Antecabildo casi se concluyó en 1584, pues para su linterna realizó Juan Barba cuatro marcos de hierro. El mismo artista concluyó las rejas del testero de la misma sala, mientras el también rejero Diego de Corvella reparaba una reja de la Casa de Cuentas. Que la obra del Antecabildo estaba finalizada a mediados de 1585 se demuestra por los pago efectuados por las cuatro vidrieras de la linterna, por un libramiento realizado al pintor Vasco Pereira por dorar los letreros de la sala y por un auto capitular de 3 de julio en que se ordenó no poner "ninguna colgadura enlasala nueva hasta queel Cabildo mande otra cosa". No obstante, hay que señalar que con posterioridad se construyó la portada que comunica esta sala con la Capilla del Mariscal. Esta obra, efectuada a comienzos de 1587, reavivó el viejo pleito que con el Cabildo tenían los herederos de don Diego Caballero, patrono de la capilla, pues se hizo, como ocurrió diecisiete años antes con la entrada a la Contaduría, sin permiso de ellos. En esta portada, de carácter manierista, destaca la importancia otorgada al ático para albergar la claraboya.

   Manierista es asimismo el Antecabildo, contribuyendo a ello de manera especial la alteración lógica del orden, al situar el entablamento por debajo del orden de pilastras jónicas que articulan lo muros laterales. Esto determina que el propio arquitrabe se apoye en un recuadro extremadamente frágil, produciendo una clara sensación de inestabilidad. Los efectos se acrecientan por la insistencia en combinar los colores negro y blanco, incluso en la bóveda. La forma de esta tiende a crear un espacio estático aunque vibrante, efecto que se repite en los muros perimetrales. La recurrencia a motivos estructurales y ornamentales extraídos de Serlio, acrecienta el estilo manierista de la sala. Esta ofrece en sus muros un programa iconográfico de carácter culto, destinado a los canónigos a los que se advierte sobre la necesidad de obrar recta y virtuosamente (Alfredo J. Morales, La Arquitectura de la Catedral de Sevilla en los siglos XVI, XVII y XVIII, en La Catedral de Sevilla, Ed. Guadalquivir, 1991).

   La Sala Antecabildo, tras la Sala Capitular, es la más importante en cuanto a su conjunto de la Catedral de Santa María de la Sede, en estilo renacentista, con un programa de Pacheco y estatuaria de Diego de Pesquera, que hizo alarde de su maestría en relieves y figuras y de su conocimiento de la iconografía clásica.
   Se penetra en esta estancia (12 x 6 mts.) a través de la Capilla del Mariscal. Es paredaña de la Sala Capitular y da acceso a un patio.
   En el vestíbulo se hallan los siguientes relieves pétreos: dos rectangulares con las medias figuras del Salvador (palma de martirio, esfera terráquea) y de la Virgen María (lirio? en la mano); debajo dos tondos con las representaciones de Salomón y David. En las enjutas del arco, dos ángeles sosteniendo una cartela con la inscripción, Pax Vobis.
   En el interior, hay un extenso programa iconográfico, redactado ciertamente por Francisco Pacheco, en inscripciones latinas, situadas bajo algunas de las escenas, que copia González de León.
   Ocho figuras se hallan en sendas hornacinas, que son a la derecha, la Justicia, la Prudencia, la Fortaleza, y la Providencia; y a la izquierda, la Caridad, la Esperanza, la Templanza y la Piedad, es decir, las cuatro Virtudes Cardinales, más las tres Teologales y la Prudencia.

   Y todo ello, cimentado en la Verdad Revelada, representada por los cuatro Evangelistas, situados en hornacinas con medios puntos, sobre los vanos del local: San Juan, San Marcos, San Mateo y San Lucas. ¡Buena preparación para los capitulares en la ante-sala de los Cabildos!
   Por si todo ello fuera poco, diez relieves rectangulares, pétreos como los demás, relatando los siguientes asuntos del Antiguo y Nuevo Testamento: Moisés conduciendo el pueblo escogido, Castigo de Aman, el pueblo ante el Faraón, adoración de la Bestia, Torre de Babel, la Justicia expulsando los vicios, ¿concilio de los vicios?, Jesús entre los Doctores, la Sabiduría en su trono con su séquito de las ciencias y las artes, Pentecostés.
   En los muros de cabecera y pies, dos tondos con relieves también pétreos, representando a Noé entrando a los animales en el arca, y Noé ofreciendo un sacrificio gratulatorio, tras el diluvio.
   Feliz idea del Cabildo de estatuar este espacioso salón, cuya cronología cabe fijar con posterioridad a 1560 y hasta 1584.

   Aunque faltan fotografías de estudio de varias de estas obras, (por dificultades de espacio, debido a las antiguas instalaciones de las vitrinas con los libros corales [afortunadamente retiradas]), se puede pensar en un gran maestro, un gran taller y diversas manos. Se cita ordinariamente en torno a este conjunto, el nombre del gran escultor Diego de Pesquera y también se ha pensado en la posible intervención de Marcos Cabrera.
   Gómez Moreno, con su indiscutible autoridad, asigna a Pesquera las figuras de los Evangelistas San Juan y San Marcos, más los relieves de la Sabiduría, Moisés, Adoración de la Bestia e Ignorancia (sic).
   De las figuras de las Virtudes destacan la Providencia, la Justicia, la Piedad y la Caridad. Estas y las otras cuatro, son modelos arrancados de la estatuaria romana, y tanto en ropajes como en expresión, están muy logradas, creyendo, por su clasicismo, que puedan adscribirse a Pesquera.
   De los Evangelistas sobresalen San Marcos, con sugerencias miguelangelescas; San Lucas, con amplísimo ropaje y muy dinámico; el San Juan es muy fino y delicado de composición. También pueden clasificarse entre la producción de Pesquera, por su italianismo.
   De los relieves pueden ser suyos Jesús entre los Doctores, Pentecostés, la Justicia, la Torre de Babel, la Sabiduría y adoración de la Bestia; el de Moisés recuerda algunos de la Sala Capitular, obra de Marcos de Cabrera.
   Las esculturas del vestíbulo, son otra cosa, muy italianizantes y de manos distintas a lo demás.
   Es de acusar, el manierismo de todo el conjunto, los altibajos estilísticos, reveladores de colaboraciones, las diversas fórmulas de composición, ordinariamente equilibradas y con responsiones; todo ello propio de una visión estética de totalidad de la Sala Ante Cabildo.
   Recordemos con relación a Pesquera la afirmación de Pacheco de que tanto él como Bautista Vázquez labraron algunas historias de piedra, inspiradas en estampas de Tadeo y Federico Zuccaro ¡Buena tarea para la investigación!
   El bellísimo patio del ante Cabildo (llamado del Mariscal), es una ordenación manierista de análoga época a la Sala anterior y tiene algunas cabecitas escultóricas (José Hernández Díaz, Retablos y esculturas, en La Catedral de Sevilla, Ed. Guadalquivir, 1991).
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