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miércoles, 28 de julio de 2021

Un paseo por la avenida Torneo

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la avenida Torneo, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     La avenida Torneo es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios de San Lorenzo, y de San Vicente, del Distrito Casco Antiguo, y va de calle Resolana, a la confluencia de la calle Arjona con la plaza de la Legión.
     La Avenida no posee siempre una adscripción precisa. En términos generales corresponde a un gran eje urbano, bien caracterizado desde el punto de vista genético, porque estructura el crecimiento de la ciudad; morfológico, ya que es ancha; y funcional, sobre todo por canalizar el tráfico rodado. Sin embargo, de acuerdo con esta definición, no hay razones, más que las convencionales, para considerar a unas vías como avenida y su prolongación, como calle. En otros casos, las avenidas constituyen el eje principal de un sector determinado o de una barriada, y si bien poseen las características de vía principal en relación a ese sector, no alcanzan dicho valor en el conjunto de la ciudad. La avenida posee sobre todo un valor simbólico, y prueba de ello es que en Sevilla la avenida por excelencia es la hoy denominada de la Constitución, centro neurálgico de la ciudad, tanto de sus fiestas religiosas como de la actividad bancaria, y así es es reconocida sólo como la avenida. 
   La vía, en este caso, una avenida, está dedicada a que en esa zona parece ser que se celebraron Torneos medievales.
   Diversos nombres identificaron a lo largo de los siglos diferentes tramo de su trazado; a esto hay que añadir que, tras el derribo de la muralla, calles y espacios intramuros quedaron integrados en la nueva vía. Los espacios que coincidían con las dos puertas de la ciudad que daban a ella se conocieron con los nombres de las respectivas puertas. La primera, a la altura de la actual calle Guadalquivir, se llamó en la Edad Media del Ingenio, porque en sus inmediaciones había una grúa para descargar los barcos que atracaban en el muelle. Más tarde, ya en el s. XVI, y hasta su derribo, se le llamó de San Juan, por estar inmediata al barrio o compás de la Orden de San Juan de Acre. A otra puerta, situada en el ángulo noroeste, fue conocida con diversos nombres hasta su desaparición, que identificaban también el espacio al que se abría. Aunque los tres topónimos tienen orígenes medievales, su vigencia temporal fue sucesiva. El primero será el de Bib Arragel, proba­ble forma castellanizada de un topónimo andalusí. A partir de comienzos del s. XVI va siendo sustituido por el de la Almenilla, por abrirse en una de las torres de la muralla así denominada. Finalmente, de la Barqueta, porque inmediata a ella se cogía la barca que, desde los siglos medievales, permitía cruzar el río hacia Santiponce y otros pueblos próximos; su vigencia comienza en el s. XVII. Todavía intramuros, el plano de Sartorius (1848) designa como Muro de San Antonio la parte en la que se encontraba la fachada de la fundición de este nombre, que, a su vez, lo había tomado del convento de esta advocación en que se instaló.
   La zona extramuros se designó durante siglos por las puertas ante las que corría el camino o arrecife, salvo en su comienzo, donde, desde fines del s. XVI. existe un espacio conocido ya entonces como plaza o patio, y luego Patín de las Damas. En el s. XVIII, un paseo inmediato a la Puerta de la Barqueta es llamado del Blanquillo. Sólo en el s. XIX comienzan a aparecer nombres para identificar algunos tramos. Según Moreno Gálvez (1815), la zona colindante con el barrio de los Humeros se denomina Acera de la Huerta, mientras que en el plano de Sartorius (1848) aparece como Orilla del Río. En 1859 se rotula oficialmente calle del Torneo el tramo final desde la actual Rosal; se justifica dicha denominación por encontrarse en el camino que llevaba a la Puerta de Bib Arragel donde, según afirma el documento, tuvo lugar un torneo protagonizado por Guzmán el Bueno.
   En una reforma del nomenclátor de 1868, se prolongó el topónimo hasta la Puerta de la Barqueta. Sin embargo, en el mismo documento se denomina Blanquillo al Muro de la Barqueta y San Antonio a lo que había sido Muro de San Antonio, este topónimo se recupera en 1877, y lo conserva hasta 1889; asimismo, el tramo siguiente aparece como calle y muro del Blanquillo. Por otro lado, la documentación de estos años, al menos en la década de 1870, sigue refiriéndose a la calle por las puertas que comunica, y conservando el de Patín de las Damas. Caben dos interpretaciones: que la reforma de 1868 no se hiciera efectiva; o que, tras el derribo de la muralla, al tener la calle dos niveles, lo que había sido el arrecife exterior se denominase Torneo, y las partes bajas, correspondientes a la calle intramuros, conservasen las otras denominaciones. En el plano de 1890 Torneo abarca hasta Resolana y los otros topónimos han desaparecido.
   Por lo que se refiere a su morfología, la parte intramuros estuvo interrumpida por casas adosadas, y debió ser un conjunto de calles estrechas hasta el derribo de la muralla en 1863. Extramuros, corría desde siglos un camino entre el río y la muralla; su proximidad al Guadalquivir hizo que ésta fuese la parte de la ciudad más afectada por las crecidas, lo que impedía cualquier edificación. Sólo en su parte final, en el s. XVI, se formará el barrio de los Humeros y tendrá aquí su casa y huerta Hernando Colón, de cuya amenidad existen numerosas referencias, y hasta finales del pasado siglo se conservó, como único testigo de ella, un zapote. A mediados del s. XIX el trazado del ferrocarril dificultará el acceso al río y lo aislará de la ciudad. En 1884 una verja delimitará la ace­ra de los pares, que, más tarde, será sustituida por una larga y rítmica sucesión de pilares y muretes de la tapia, cuya monotonía y falta de estética se palió con pinturas infantiles. Sobre ella, los cables del ferrocarril com­pletaban una imagen característica y poco afortunada de esta calle. En 1990, una vez levantado el ferrocarril, la tapia ha desapa­recido y la actual Torneo se amplía hasta el río y se prolonga hasta Arjona.
   En la acera opuesta, el derribo de la muralla en los años 1863 y 1864 (parte de la misma se encuentra bajo la calzada) dejó al descubierto un frente carente de alineación y rehundido con relación al arrecife. Durante las siguientes décadas, hasta bien entrado el presente siglo, se produjeron operaciones de alineación de todo este frente, hasta defi­nir, a su vez. la línea de fachada de los pares, que hoy se conserva. Producto de ambas operaciones fue una calle ligeramente curva y larga, relativamente ancha; al final, en la acera de los impares, presentaba unos ensanches, el último de los cuales configura una plazoleta lateral, a la que se desciende por unos escalones, con una barreduela, ambas peatonales. Por su izquierda desembocan Blanquillo, Álvaro de Bazán, Guadalquivir, Guadalete, Narciso Bonaplata, Curtidurías, Juan Rabadán, Rosal, Pascual de Gayangos, Baños, Blasco de Caray, una barreduela, Marqués de Paradas y una calle de reciente apertura. En el lado derecho se encuentran los puentes que comunican con el recinto de la Exposición Univer­sal.
   Dos hechos hacen que sobre este sector de la ciudad se haya conservado bastante información: las frecuentes crecidas del río y la sucesión de husillos que desaguaban en él. El Guadalquivir describía aquí una curva, por lo que la fuerza de la corriente socavaba constantemente la parte en que la calle arrancaba, el ángulo de la Barqueta o Almenilla; esto motivó que hasta el s. XIX fuesen numerosas e importantes las obras de reposición o de consolidación. En la década de 1580 se aprovechó una de estas operaciones para formar sobre los malecones y delante de la Puerta de la Almenilla una plaza pavimentada, que pronto comienza a ser conocida como de las Damas; en las centurias posteriores tendrá que ser restaurada en varias ocasiones. Otra consecuencia fue la necesidad de construir unos terraplenes a todo lo largo de la muralla para evitar, en lo posible, las crecidas. Sobre ellos corría un arrecife desde los siglos medievales, pues aquí se encontraba uno de los muelles de la ciudad. El constante crecimiento de los mismos hizo que las puertas quedasen muy bajas. Esto obligó en 1628 a reconstruir la de la Barqueta, elevando su nivel, aunque pronto volvería a quedar más baja. De la de San Juan no se han localizado noticias similares, salvo una reconstrucción de 1757, por lo que en el s. XIX quedaba hundida con relación al arrecife. Entre Álvaro de Bazán y Guadalquivir -donde estaba la puerta- que­ da un testigo de la diferencia de nivel que existió. Los proyectos de mediados de dicha centuria para reconstruir dichas puertas no se ejecutaron. Ambas carecieron de adornos y de monumentalidad, y desaparecieron con la muralla. En la documentación de finales del s. XVI y principios del siguiente se hace referencia a una puerta nueva, abierta junto a la de la Almenilla con oca­sión de las reformas antes citadas.
   Por debajo del arrecife cruzaba una serie de husillos, a través de los que desaguaba una gran porción de las aguas residuales de la ciudad, precisamente por encontrarse en este sector la parte más baja de la misma. Los documentos citan en diversas fechas los husillos del Carmen, de San Juan, el Real, que debía ser el más importante, y el de la Barqueta. Al igual que con el arrecife, las embestidas del río obligaron a frecuentes obras para reconstruirlos, y a reforzarlos con importantes obras de fábrica, como las efectuadas en 1780. Precisamente para hacer frente a las avenidas, toda la zona se convirtió en vaciadero de escombros, y en distintas fechas se levantaron varios sistemas de malecones. Estas operaciones se completaban con la restauración del arrecife, que en el s. XVIII está convertido en una alameda. concurrida por carruajes y paseantes, que se prolonga hasta el Patín de las Damas. En la década de 1770 se emprenden grandes obras de defensa y urbanización en la zona de la Barqueta: se reconstruye, una vez más, el paseo y el Patín, y se les dota de escaleras hacia el río y de bancos. Se configura así el nuevo paseo del Blanquillo. Durante el s. XIX son muy frecuentes las noticias sobre reparación o ampliación del arrecife; en el último cuarto estaba flanqueado por dos paseos arbolados. Hasta 1910 no aparece el pri­mer proyecto de adoquinado, que se em­prende en la siguiente década, completado con aceras, nuevos muros de contención y escaleras para acceder a las casas. En la actualidad cuenta con una ancha calzada con varios carriles en cada dirección, separados por una medianera; las aceras, pavimenta­das de losetas, son también muy anchas, sobre todo las que dan al río, con árboles en alcorques y farolas de diseño. El mobiliario lo completan las marquesinas de las paradas de autobuses. Una calzada deprimida comunica con Arjona.
   En la acera izquierda se conserva una gran parte del caserío de la segunda mitad del pasado siglo y de comienzos del actual, caracterizado por viviendas de dos plantas en altura, bastante abandonadas. Con ellas alternan algunos edificios fabriles o almacenes de la misma época, unos también abandonados y otros reutilizados, sobre todo hasta Curtidurías. Dispersos a todo lo largo de la calle, pero con mayor predominio en la parte final, se han levantado bloques de pisos de cinco plantas, y excepcionalmente uno de nueve, en las últimas décadas. La única construcción antigua es la Capilla del Rosario, en la plazoleta rehundida. Fue le­vantada a mediados del s. XVIII por la hermandad del retablo de esta advocación existente en un muro del vecino convento mer­cedario de San Laureano; ha sido restaurada en dos ocasiones en el presente siglo. Entre 1826 y 1835 se instalaron allí las monjas carmelitas de Santa Teresa, procedentes del convento de la Cruz del Campo. Otro edificio notable es el núm. 26, antigua fábrica de molduras y espejos, obra de Anlbal González (1908-1910), hoy cerrada. En la acera derecha se levantan algunas edificaciones relacionadas con la Exposición Uni­versal y la nueva Estación de Autobuses, frente a la cual se ubica la fachada lateral de la que fuera estación de ferrocarril.
   En cuanto a las actividades desarrolladas en esta calle, han sido de diverso signo. La económica estuvo representada, de un lado. por la barca que permitía cruzar el río, y que funcionó desde los siglos medievales hasta la segunda mitad del XIX, constituyéndose, por tanto, en un importante nudo de comunicaciones; Narciso Bonaplata llegó a proponer que se trasladase aquí el puente de barcas, al construirse el de Triana. Inmediato a este embarcadero existió, por lo menos hasta comienzos del s. XVI, un muelle o puerto, dotado con una grúa o "ingenio" para la carga y descarga, probablemente vinculado al tráfico de barcazas hasta Córdoba y poblaciones intermedias; algún cronista sitúa aquí la Aduana, intramuros, en las proximidades de la Puerta de San Juan, hasta el s. XVI. Las riberas fueron aprovechadas para otras actividades: en primer lugar para la extracción de arena y barro, con destino a la construcción y la fabricación de ladrillos; por los curtidores y sayaleros, para lavar sus materias primas; éstos aparecen citados desde el s. XVI al XIX en las inmediaciones de la Almenilla. También hay algunas noticias de mesones y tabernas. En el s. XIX se instalan fábricas y almacenes, tras el derribo de la muralla. En la actualidad la actividad económica, dispersa a lo largo de la calle, está casi exclusivamente vinculada con la automoción: talleres, cocheras, gasolineras y tiendas de repuestos, especialmente en la parte final.
   Otras funciones están relacionadas con el ocio. Uno de los usos del río fue el baño, uso también plurisecular, a pesar de las condenas y excomuniones que la jerarquía eclesiástica lanzaba de vez en cuando contra los bañistas. A tal fin, se construyeron unos "cajones" que evitaban las miradas indiscretas. si bien los periódicos de la pasada centuria aluden constantemente a la presencia de jóvenes curiosos; en su segunda mitad, teóricamente, los hombres se bañaban de cuatro a ocho de la mañana, y las mujeres desde el toque de oración hasta las once de la noche. El cierre nocturno de las puertas creaba graves problemas a los bañistas. La otra función será la de paseo. Aquí acude, desde finales del s. XVI, la sociedad sevillana. Según referencias de los siglos XVI y XIX, era especialmente frecuentado en las tardes soleadas del invierno. A finales del pasado siglo todavía se le define como muy frecuentado. Este rasgo es el que más han resaltado los escritores que aluden a algunos de sus espacios, como Bécquer, Romero Murube, Juan Ramón Jiménez, Cecilia Bohl de Faber, Blanca de los Ríos, o Camilo losé Cela, entre otros. A comienzos de la presente centuria se celebraron algunos años veladas, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Ro­sario.
   Hoy soporta un tráfico considerable, tanto de carácter interno, como interurbano, pues es la única comunicación entre la salida a Huelva y Extremadura para los que pro­ceden del norte y oeste. En estos momentos las obras que se llevan a cabo en el espacio ocupado por las instalaciones del ferrocarril, han  permitido recuperar la relación que siempre existió entre esta calle y el río. Se está procediendo a la construcción de paseos, alamedas y jardines a distintos niveles. Además, la calle se prolonga hasta San Jerónimo [Antonio Collantes de Terán Sánchez, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
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La avenida Torneo, al detalle:
Estación de Autobuses

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