Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el busto de Góngora, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Orense y de Oviedo (Asturias), de la Plaza de España, de Sevilla.
Hoy, 11 de julio, es el aniversario del nacimiento (11 de julio de 1561) de Luis de Góngora y Argote, personaje representado en esta enjuta de la Plaza de España, así que hoy es el mejor día para Explicarte el busto de Góngora, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Orense y de Oviedo (Asturias), en la Plaza de España, de Sevilla.
La Plaza de España [nº 62 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; nº 31 en el plano oficial de la Junta de Andalucía; nº 1 en el plano oficial del Parque de María Luisa; y nº 11 al 21 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado - Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
En las enjutas de los arcos que componen la gran arcada que circunda toda la plaza, dentro de unos tondos de profundo sabor renacentista italiano, modelados en alto relieve y esmaltados en blanco sobre fondo azul cobalto, aparecen los bustos de personajes de especial relevancia en la historia de España. Su ejecución original corrió a cargo de las Fábricas de Mensaque Rodríguez y Cía. y de Pedro Navia.
En orden cronológico, figuran tanto aquellos destacados en las ciencias, en las humanidades, en las artes o en las armas, como reyes o santos.
Son un total de cincuenta y dos, distribuidos en cuatro series de trece personajes, dispuestos entre los catorce arcos de cada tramo de la plaza.
Es sorprendente el repertorio de estos personajes ilustres que desde sus privilegiados balcones en la arcada, disfrutan del ancho espacio de la hermosa plaza. Simultáneamente, ellos son vistos por los paseantes como muestra de la gloria de España y como ejemplo a seguir (La Cerámica en la Plaza de España de Sevilla, 2014)
En este caso el personaje histórico representado es Luis de Góngora y Argote, poeta, en un busto que directamente hay que relacionarlo con el retrato que pintó Velázquez del poeta cordobés. Conozcamos mejor a Luis de Góngora, poeta, cuyo busto se encuentra en la enjuta entre los arcos de las provincias de Orense y de Oviedo (Asturias), de la Plaza de España:
Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561 – 23 de mayo de 1627). Poeta.
Hoy, 11 de julio, es el aniversario del nacimiento (11 de julio de 1561) de Luis de Góngora y Argote, personaje representado en esta enjuta de la Plaza de España, así que hoy es el mejor día para Explicarte el busto de Góngora, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Orense y de Oviedo (Asturias), en la Plaza de España, de Sevilla.
La Plaza de España [nº 62 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; nº 31 en el plano oficial de la Junta de Andalucía; nº 1 en el plano oficial del Parque de María Luisa; y nº 11 al 21 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado - Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
En las enjutas de los arcos que componen la gran arcada que circunda toda la plaza, dentro de unos tondos de profundo sabor renacentista italiano, modelados en alto relieve y esmaltados en blanco sobre fondo azul cobalto, aparecen los bustos de personajes de especial relevancia en la historia de España. Su ejecución original corrió a cargo de las Fábricas de Mensaque Rodríguez y Cía. y de Pedro Navia.
En orden cronológico, figuran tanto aquellos destacados en las ciencias, en las humanidades, en las artes o en las armas, como reyes o santos.
Son un total de cincuenta y dos, distribuidos en cuatro series de trece personajes, dispuestos entre los catorce arcos de cada tramo de la plaza.
Es sorprendente el repertorio de estos personajes ilustres que desde sus privilegiados balcones en la arcada, disfrutan del ancho espacio de la hermosa plaza. Simultáneamente, ellos son vistos por los paseantes como muestra de la gloria de España y como ejemplo a seguir (La Cerámica en la Plaza de España de Sevilla, 2014)
En este caso el personaje histórico representado es Luis de Góngora y Argote, poeta, en un busto que directamente hay que relacionarlo con el retrato que pintó Velázquez del poeta cordobés. Conozcamos mejor a Luis de Góngora, poeta, cuyo busto se encuentra en la enjuta entre los arcos de las provincias de Orense y de Oviedo (Asturias), de la Plaza de España:
Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561 – 23 de mayo de 1627). Poeta.
Nació probablemente en casa de su tío materno, el racionero Francisco de Góngora, en el n.º 9 de la calle de las Pavas, hoy Tomás Conde, y un día después fue bautizado por Bartolomé Pérez de Velasco en la parroquia del Sagrario. Su padre, Francisco de Argote, era hijo de Alonso Fernández de Argote, veinticuatro de la ciudad, y de su segunda esposa, Leonor de Angulo y Aranda, hija de Alonso de Aranda, alcaide de Montilla; se licenció en Cánones, fue juez del Fisco de la Inquisición, actuó como juez de residencia en varias poblaciones, entre ellas Madrid, y llegó a reunir una selecta librería célebre en su tiempo. Tía paterna de Góngora fue Luisa Ponce de León, que casó con el capitán Alonso de Vargas, a su vez tío carnal del Inca Garcilaso de la Vega. Argotes y Góngoras son linajes del solar vasco-navarro cuyos antepasados intervinieron en la reconquista de Córdoba. La madre del poeta, Leonor de Góngora, era hija de Luis de Góngora, hijo del jurado García de Góngora y de su esposa Marina de Castillejo. Este Luis de Góngora, que fue alguna vez alcalde de los hidalgos en Córdoba, había casado en 1510 con Ana González de Falces (murió c. 1574), mujer cuyos orígenes inquietaron a sus descendientes en varias ocasiones que hubieron de someterse a informaciones de limpieza de sangre, ya que nadie parecía estar seguro de si Ana era hija o sobrina, legítima o ilegítima, del racionero Alonso González de Falces (muerto en 1529), secretario del obispo Íñigo Manrique. Hoy está demostrado que la madre de Ana, Isabel González de Falces, era hermana del racionero, en cuya casa vivieron ella y su hija al menos desde su llegada a Córdoba, en 1486, y que el marido de Isabel fue Hernando de Cañizares, muerto antes de esa fecha, aunque algún documento menciona como padre de Ana a un Alonso o Diego de Hermosa, capitán muerto en la Guerra de Granada y pariente del secretario de Felipe II, Francisco de Eraso. A tales tachas, puestas a Ana de Falces durante las pruebas de su hijo el racionero Francisco de Góngora (1568), junto con vagos rumores acerca de la condición de conversos de los Falces, vertidos por un vecino maldiciente en pruebas para la familiatura de la Inquisición de Gonzalo de Saavedra, cuñado de Góngora (1590), se reducía la supuesta ascendencia judaica de la familia que mencionan sátiras atribuidas a Quevedo. Otras dificultades, asimismo superadas pronto, durante las pruebas de Francisco de Argote y Góngora, a quien su tío Luis le consiguió un hábito de Santiago (1622), se debieron a la enemistad personal del marqués de Priego y del inquisidor Jiménez de Reynoso.
Francisco de Eraso, pues, dispensó visible protección al padre y al tío del poeta. Éste, en parte por las precoces muestras de su ingenio, fue destinado al estudio para que pudiese disfrutar, junto con otras prebendas también eclesiásticas, de la ración entera de la catedral de Córdoba que un Antonio de Eraso, capellán de Su Majestad, había cedido a su tío Francisco de Góngora, quien para ocuparla hubo de renunciar a la media ración heredada de su tío abuelo, Alonso de Falces, y ceder a Eraso el priorato de El Puerto de Santa María. Con el resto de su hacienda, el tío Francisco fundó un mayorazgo en la cabeza del hermano menor, Juan de Góngora y Argote (muerto en 1616), obligando a ambos sobrinos a anteponer su apellido al paterno, condición que su cuñado aceptó al adjudicar a Juan su propio mayorazgo. Juan casó con Beatriz Carrillo de los Ríos, fue veinticuatro de la ciudad y tuvieron seis hijos, entre ellos Leonor, sobrina preferida del poeta, y Pedro, que heredó las prebendas menores de su tío. Hermana también de Luis fue Francisca, un año más joven, que casó con Gonzalo de Saavedra (muerto en 1592), asimismo veinticuatro, que tuvo cinco hijos, entre ellos Francisco, muerto como consecuencia de una reyerta en 1605; Luis, que heredó la ración del poeta, y María de Saavedra, que casó con Alonso de Guzmán (muerto en 1619). Otros hermanos de Góngora fueron Alonso, nacido en 1565 y muerto en la niñez, y María de Argote Ponce de León, que casó con Juan de Argote y Sepúlveda, veinticuatro de Córdoba, muerto en 1617 sin descendencia.
Nada seguro se sabe de la niñez de Góngora. Según un documento, se descalabró al caer de un muro en la Huerta del Rey y estuvo desahuciado hasta que le llevaron las reliquias de san Álvaro. Otro acredita que el cronista Ambrosio de Morales, sorprendido por sus agudezas, habría exclamado: “¡Qué gran talento tienes, muchacho!”. En 1575, recibió órdenes menores para disfrutar de los beneficios de Cañete de las Torres y Guadalmazán y la prestamera de Santaella, cedidos por su tío Francisco. A fines de octubre de 1576, a sus quince años, acompañado del bachiller Francisco de León, que le servía de ayo, viajó a Salamanca, se instaló en casa del bachiller in utroque Jerónimo de Aguilera, y se matriculó en Cánones. Su tío corrió con los gastos. En los siguientes cursos tuvo a su servicio al propio Aguilera como ayo, un ama y un criado. En el curso de 1579 a 1580 se matriculó entre los estudiantes “generosos”. El último en que se documenta su presencia en Salamanca es el curso 1580-1581. Por pérdida de los libros de registro, se ignora qué grado universitario pudo alcanzar.
De 1580 son los más antiguos poemas de Góngora cuya fecha transmite el manuscrito Chacón, entre ellos, el primero impreso: una canción en esdrújulos publicada al frente de Os Lusiadas en versión del sevillano Luis Gómez de Tapia. También el romancillo “Hermana Marica”, que debió de circular con profusión en manuscritos, dio lugar a imitaciones, e incluso a que las damas de la Corte preguntasen por su autor, si se ha de dar crédito a otro en el que el poeta traza su autorretrato burlesco aludiendo a sus estudios y a su afición a la vida alegre. Por esos años, está acreditada una pendencia que Góngora y su pariente Pedro de Angulo tuvieron con Pedro de Hoces y Rodrigo de Vargas, de la que los primeros resultaron malheridos con sendas cuchilladas en la cabeza. En 1585, Francisco de Góngora renunció en su sobrino a la ración que disfrutaba en la catedral de Córdoba. Luis pasó sin obstáculos las pruebas de limpieza, recibió las órdenes mayores y el 21 de febrero se convirtió en racionero. Fue elegido en varias ocasiones diputado de Cabeza de Rentas, de Hacienda Capitular, clavero del Tesoro, adjunto del obispo para entender en causas de prebendados y secretario del Cabildo. El mismo año realizó un viaje a Granada, que repitió al año siguiente. En octubre de 1586, murió su tío Francisco. Góngora se comprometió a pagar la dote de su hermana María, tal como había hecho en 1579 con Francisca, y hará en 1594 con Juan, siguiendo con la tradición familiar de la protección oblicua que también practicará más tarde con sobrinos y sobrinas. En 1587, arrendó unas casas del Cabildo en la calle de la Feria. En la primavera de 1588, viajó a Toledo y Madrid. En julio comenzó la visita pastoral del obispo Francisco Pacheco, quien sometió a interrogatorio a los miembros del Cabildo. Góngora resultó con acusaciones leves: que asistía poco al coro, que formaba en el corrillo del Arco de Bendiciones, que gustaba de toros, que se relacionaba con gente de teatro y que escribía coplas profanas. El poeta se disculpó con humor, y la pena se redujo a 4 ducados. En septiembre murió su madre, Leonor de Góngora. Al aspirar el inquisidor Reynoso a una ración vacante en la catedral, en 1589, Góngora fue nombrado para hacer la información preceptiva en Mazuecos (Palencia), y a su regreso cayó enfermo en Madrid. También por comisión del Cabildo viajó a Madrid en 1591, con el doctor Frómesta, para visitar a Fernando de Vega, electo obispo de Córdoba. En 1592 fue de nuevo a Madrid para negociar el traspaso de la veinticuatría de su difunto cuñado Gonzalo de Saavedra a su hermano Juan de Góngora. En 1593, junto con el canónigo Alonso de Venegas Cañaveral, se desplazó a Salamanca a dar la obediencia del Cabildo al obispo cordobés Jerónimo Manrique. Allí cayó enfermo de nuevo y llegó a hacer testamento; de este viaje han quedado dos sonetos. Y en 1596, asimismo con Venegas, saludó al obispo electo Francisco de Reinoso en Husillos (Palencia).
Hasta entonces, su obra poética consistía sobre todo en romances líricos y burlescos, letrillas satíricas y sonetos, de los que los amorosos están hechos a imitación de los petrarquistas italianos. Aparte de los ya mencionados, hay que señalar la letrilla “Ándeme yo caliente”, el soneto dedicado a Córdoba, varios satíricos sobre Madrid y los dedicados al monasterio de El Escorial y a Cristóbal de Moura, junto con otros poemas que lo muestran aficionado al juego y bien relacionado con poetas como Juan Rufo o Luis de Vargas. Y aunque impresos sin nombre de autor, son ya numerosos los romances de Góngora que circulan en las distintas partes de Flor de varios romances que luego confluirán en el Romancero General de 1600 y ediciones posteriores. Libros como La Galatea, de Cervantes (1584), y las Rimas de Espinel (1591) dan fe de su temprana fama como poeta.
En 1597, viajó a Madrid y allí, en cumplimiento de un voto hecho durante una enfermedad, compró una tela para ofrecer a la imagen de la Virgen de Villaviciosa (Córdoba), lo que dio lugar a un pleito con una vecina. Comenzó su rivalidad con Lope de Vega, a quien disparó sátiras a lo largo de veinte años; Lope, por su parte, le tributó elogios y, de vez en cuando, alguna burla indirecta. En 1602, arrendó la Huerta de don Marcos, propiedad del Cabildo, situada al noroeste de Córdoba, en el valle de Pedroches, por los días de su vida y los de su sobrino Luis de Saavedra. También comisionado por el Cabildo, informó favorablemente sobre la construcción del teatro de Comedias de la Cárcel Vieja en Córdoba. En abril de 1603, viajó a Cuenca para hacer la información de limpieza del licenciado Pedro de Zamora, aspirante a una ración catedralicia; de ese viaje ha quedado un romance. De allí se dirigió a Valladolid, sede de la Corte, a dar el parabién a Pablo de Laguna, presidente de Indias y electo obispo de Córdoba. De este viaje quedan poemas fúnebres a la duquesa de Lerma y otros en burla de la ciudad, como la letrilla “¿Qué lleva el señor Esgueva?”, que provocó el primer ataque de un joven entonces desconocido: Francisco de Quevedo. Allí encontró a los condes de Villamediana, Lemos y Salinas y al poeta antequerano Pedro Espinosa, que preparaba sus Flores de poetas ilustres; este libro, licenciado a fines de 1603 e impreso dos años después, contiene treinta y siete poemas de Góngora, más que de ningún otro. El padre de Góngora, Francisco de Argote, murió en 1604. En noviembre de 1605 su sobrino Francisco de Saavedra, hijo de su hermana Francisca, falleció como consecuencia de una reyerta, lo que originó un largo proceso. Al obispo Laguna, muerto en 1606, le sucedió fray Diego de Mardones, protector del poeta, quien, para deleitar al prelado compuso villancicos en 1609 y 1615. También hizo amistad con el marqués de Ayamonte, a quien visitó en Lepe (Huelva) en 1607 y a cuya familia dedicó varios poemas. En el mismo viaje visitó al cardenal Niño de Guevara en Sevilla y al conde de Niebla en Ayamonte.
De nuevo comisionado por el Cabildo en 1609 viajó a Madrid, Alcalá de Henares, Burgos, Salvatierra de Álava, Pamplona y Pontevedra, para averiguar la limpieza del aspirante Diego Pardo. Al regreso visitó en Monforte al conde de Lemos, de quien se hablaba como futuro virrey de Nápoles; Góngora en algún soneto dio a entender que esperaba acompañarlo. De Madrid volvió a Cuenca, ciudad que ahora le inspiró alguna sátira, como también el reino de Galicia. En febrero de 1610 viajó a Sevilla para participar en las justas por la beatificación de san Ignacio. En septiembre arrendó unas casas del Cabildo en la plazuela de la Trinidad, colación de Todos los Santos; a fines de ese año escribió dos poemas a la toma de Larache, una canción de lenguaje especialmente complejo y unas décimas. En 1611 cedió sus beneficios de Cañete, Santaella y Guadalmazán a su sobrino Pedro de Góngora, y nombró a otro, Luis de Saavedra, coadjutor y futuro sucesor de su ración en la catedral. Con ello se liberó de la asistencia al coro, aunque disminuía sus ingresos, cifrados hasta entonces en unos 1.450 ducados anuales. Murió la reina Margarita, y Góngora le dedicó varios poemas fúnebres y alguno burlesco a ciertos túmulos andaluces levantados en su honor. De 1612 data su Fábula de Polifemo y Galatea, y de 1613-1614 las Soledades, que quedaron incompletas. Ambos poemas fueron elogiados por Pedro de Valencia; el segundo, divulgado manuscrito en la Corte por Andrés de Almansa y Mendoza, provocó un gran revuelo que culminó en el Antídoto del poeta Juan de Jáuregui, contra el que arremetieron amigos y defensores de Góngora. En 1613, se publicó en Córdoba su comedia Las firmezas de Isabela. Al año siguiente ejerció como jurado en las fiestas cordobesas a la beatificación de santa Teresa, a las que contribuyó con un romance jocoso presentado bajo seudónimo. Compuso un epitafio a El Greco y dos sonetos burlescos a la toma de la Mamora. Viajó a Toledo en 1616 para participar en unas fiestas patrocinadas por el cardenal de Sandoval y Rojas, tío del duque de Lerma, a quien Góngora cantará poco después en el Panegírico, también inacabado.
En abril de 1617, a impulso de buenos amigos, trasladó su residencia a Madrid, viajó a Lerma, fue nombrado capellán de honor del Rey y se ordenó sacerdote en marzo de 1618. Ese año comenzó a asistir a la Academia de Madrid y compuso la Fábula de Píramo y Tisbe, uno de sus poemas preferidos y el primero que mezcló lo popular y lo culto, lo serio y lo burlesco de manera nunca vista. En julio, apoderado por su protector Rodrigo Calderón, tomó posesión en su nombre del patronato del monasterio y capilla mayor del convento de la Merced, legado al marqués de Siete Iglesias por la marquesa del Valle. Su situación económica, que reflejaba el epistolario, era cada vez más apurada: se vio forzado a mantener casa, coche y criados con apenas 820 reales al mes, que le enviaba desde Córdoba el arrendatario de sus rentas, Cristóbal de Heredia. Pretendió sin éxito la chantría de Córdoba para él y la Caballeriza Real para su amigo Francisco de Corral. En 1619, dedicó el primer poema a Antonio Chacón, señor de Polvoranca, que lo hizo retratar por un pintor belga cuyo nombre se desconoce; Góngora lo conmemoró en un soneto de 1620. En distintas formas métricas cantó los amores del príncipe Felipe y su esposa Isabel de Borbón y, en 1621, lamentó la muerte de Felipe III y Rodrigo Calderón. Empezó con buen pie su cortejo al conde de Olivares. En 1622, obtuvo un hábito de Santiago para su sobrino Francisco. Ese mismo año, Velázquez, por encargo de su suegro, pintó un retrato de Góngora “que fue muy celebrado en Madrid”, según el mismo Pacheco; es el que tuvo en depósito el marqués de la Vega-Inclán y hoy se encuentra en el Fine Arts Museum de Boston. Por esas fechas, Antonio de Herrera esculpió en barro el busto del poeta que se conserva en la Casa de la Moneda, o más bien el modelo sobre el que éste fue vaciado en yeso tal vez por Roberto Michel, escultor de cámara de Fernando VI y Carlos III. En 1623, Góngora consiguió un segundo hábito que destinó para un hijo de su sobrina María de Saavedra. Tras la muerte de sus amigos Rodrigo Calderón y los condes de Lemos y Villamediana, se sintió desolado y suspiró por regresar a su tierra, pero la pensión prometida por el valido le hizo resistir mientras suplicaba en cartas y sonetos autocompasivos. Pensaba en publicar para librarse de deudas, y en 1625 encargó a Heredia la compra de un cartapacio con su obra, que se propuso corregir; al fin desistió del intento por no desairar a uno de los dos nobles interesados en la dedicatoria.
En marzo de 1626, sufrió un ataque cerebral; la Reina le envió sus médicos. El día 29 otorgó testamento; uno de sus albaceas era el predicador y poeta fray Hortensio Félix Paravicino. En octubre estaba de vuelta en Córdoba, enfermo y desmemoriado. Hizo donación de sus obras a su sobrino Luis, quien no se ocupó de ellas, que se sepa. Murió el domingo 23 de mayo de 1627 en las casas que fueron de Juan de Mora, en la plazuela del convento de la Trinidad, que había arrendado al Cabildo en 1610. Sus restos yacen en la capilla familiar de San Bartolomé, en la mezquita-catedral. En diciembre se estamparon las Obras en verso del Homero Español, recogidas por Juan López de Vicuña, título que indica el nivel alcanzado por su fama, aunque fue, en parte, el motivo de que la Inquisición retirase el libro, impreso sin nombre de autor. Al año siguiente, su amigo Antonio Chacón mandó copiar en fina vitela el cartapacio revisado y anotado por el poeta, y se lo entregó al conde-duque; llevaba al comienzo una vida de Góngora escrita por Paravicino y un grabado hecho sobre el retrato de 1620. En 1633, Gonzalo de Hozes publicó de nuevo las obras de Góngora en una edición de la que derivan las restantes del siglo XVII, excepto las que incluyen comentarios. Los manuscritos que las contienen son muy numerosos (Antonio Carreira Vérez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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