Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Torre Tavira; Yacimiento Romano - Factoría de Salazones; Hospital de Mujeres; Iglesia de San Lorenzo; Iglesia de la Pastora; Castillo de San Sebastián; y Castillo de Santa Catalina) de la localidad de Cádiz (IX), en la provincia de Cádiz.
El antiguo palacio de los marqueses de Recaño, actual sede del Conservatorio Manuel de Falla, fue levantado hacia 1730 en la zona más elevada del casco histórico. Sigue el esquema habitual de las casas de cargadores a Indias, que en esta ocasión se adapta a los gustos del barroco dieciochesco, caracterizado fundamentalmente por el afán de verticalidad. El elemento más singular del conjunto es la torre-mirador, que al ser la más alta de la ciudad se convirtió en 1778 en vigía oficial del puerto gaditano, tomando su nombre del primer vigilante, Antonio de Tavira.
Presenta tres fachadas, centrando la principal una portada realizada en mármol blanco que ocupa el primer cuerpo, cuyo vano de acceso va flanqueado por dos columnas toscanas sobre altos pedestales. Las dependencias del interior se organizan en torno a un patio de cuatro crujías, con arcadas sustentadas por columnas toscanas de mármol blanco, a las que se superpone un segundo cuerpo articulado por pilastras jónicas. La escalera, abierta al patio por una portada apilastrada, se cubre con bóvedas decoradas por abundantes yeserías, elemento decorativo que aparece en las cubiertas de algunas dependencias.
Torre. En el ángulo derecho de la fachada principal se eleva la esbelta torre-mirador, la más emblemática de las conservadas en la ciudad. Se articula en dos cuerpos, el primero con vanos geminados de medio punto separados por una columna de mármol, y el segundo decorado por pinturas geométricas a la almagra. Desde el interior del segundo cuerpo realza un elevado mástil para sustentar banderas, que indicaban los movimientos de los buques (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
La casa-palacio de los marqueses de Recaño, denominada también Torre Tavira, forma parte de una manzana de mayor extensión, organizándose en torno al inmueble el viario y creándose frente a su fachada principal un espacio urbano de mayor amplitud a modo de reducida plaza, que contribuye a resaltar la nobleza del edificio.
El inmueble tiene planta rectangular y presenta el esquema tipológico propio de las casas-palacio gaditanas. Su interior se estructura alrededor de un patio central con galerías en torno a las cuales se desarrollan las dependencias. Se compone de cinco plantas dispuestas con la organización funcional característica de la casa comercial de la burguesía gaditana: planta baja, entresuelo como oficinas, planta noble de residencia del propietario y una última, de menores proporciones, que usualmente habitaba la servidumbre. En este caso se ha añadido otra planta más que no se refleja en la fachada.
El patio se compone de ocho columnas toscanas de mármol, sobre pedestales con decoración serliana de cabezas de clavo, en las que apoyan vanos de medio punto cuya rosca se encuentra decorada con molduras, ménsulas en la clave y motivos vegetales. Sobre el conjunto se dispone un friso con metopas, capiteles colgantes, pinjantes y entablamento superior con mútulos. Este entablamento da paso al segundo piso en el que cada uno de sus frentes presenta pilastras jónicas que alternan con vanos adintelados, cubiertos con antepecho de hierro y enmarcados por molduras cuya clave va señalada con racimos de frutas. Una línea de cornisa da paso al pequeño friso sobre el que se asienta un entablamento decorado con mútulos. El conjunto decorativo de los dos cuerpos está pintado en color blanco y destaca
del color rojizo del paramento.
Sobre esta segunda planta se levanta un antepecho compuesto de pequeños pilares que dan lugar al tercer piso. Tanto éste como el piso superior se encuentran retranqueados respecto al patio.
En el centro del patio se ubica una columna toscana sobre pedestal, de carácter votivo, en cuya zona superior muestra la imagen de Nuestra Señora del Rosario realizada en mármol. En el lado izquierdo del patio, respecto a la entrada, se abre la escalera principal. Tiene una portada de acceso compuesta de un vano adintelado moldurado y flanqueado por pilastras jónicas. En la zona superior una pequeña cornisa da paso a un frontón partido compuesto de volutas y mútulos en cuyo centro muestra un escudo con corona superior. La escalera se compone de tres tramos delimitado el último con antepecho de balaustres de mármol. El primer tramo está cubierto con dos bóvedas de crucería decoradas con yeserías.
Muestran en la clave un florón y en los plementos motivos de flores circundados con roleos, hojarascas y frutos, todos de gran carnosidad.
Asimismo, la cubierta de la caja de escalera se cubre con bóveda de arista. Su decoración se organiza en torno a una gran macolla central dispuesta en la clave, hacia donde convergen la decoración que cubre los plementos, compuesta de una láurea central con motivos frutales, rodeados de profusa decoración de volutas, acantos y racimos de frutos que alternan con cabezas de angelotes dispuestos en los cuatro arranques de la bóveda.
El acceso desde el zaguán al interior del inmueble está cubierto con una cancela de hierro. Consta de un vano adintelado cubierto con puerta de balaustres y roleos en la zona inferior, flanqueado por tres bandas fijas rectangulares decoradas con labor de candelabro. Está coronado con medio punto superior, compuesto también con decoración de un candelabro en el centro del que parten roleos de formas vegetales que cubren la luz del arco.
El inmueble presenta al exterior tres fachadas con alzado de cuatro cuerpos separados por cornisas. La fachada principal se ubica en la calle Marqués del Real Tesoro y se organiza en torno a la gran portada como eje axial. El primer cuerpo presenta el paramento labrado en piedra ostionera vista, se articula a través de la portada a cuyos lados se abren pequeños balcones correspondientes al entresuelo y una pequeña puerta situada en el ángulo izquierdo de la zona baja que da acceso a la torre.
En los dos cuerpos superiores se abren balcones apoyados sobre repisas y dispuestos simétricamente respecto a la portada, siendo el último cuerpo de menor altura que los anteriores. Termina la fachada con un amplio friso articulado con pequeñas pilastras y coronado por una cornisa de mayor vuelo que las inferiores.
La portada principal está construida en mármol blanco. Se estructura mediante un vano adintelado con ángulos rebajados, flanqueado por dos columnas toscanas con el tercio inferior del fuste acanalado, sobre altos pedestales cuyos frentes presentan cabezas de clavo. El vano de acceso se encuentra enmarcado por un baquetón y moldura, la cual se extiende formando sobre el dintel una decoración a modo de frontón curvo partido y volutas en cuyo interior aparece una cartela circular sin labrar y decoración a base de motivos vegetales, racimos y rocalla. De la clave del citado frontón arranca una ménsula a modo de repisa que junto con el entablamento situado sobre las columnas, dan paso al balcón
cuyo vano coronado con un frontón triangular y cubierto con antepecho de hierro cierra la composición de la portada.
La Torre Tavira, que da nombre al inmueble, se levanta sobre el ángulo izquierdo de la fachada principal. Se compone de un alzado de tres cuerpos, el primero, en sus cuatro caras presenta un amplio vano geminado con rosca moldurada, ménsulas en las claves y parteluz de columna de mármol en el centro. El segundo está constituido por tres líneas de cornisas, siendo la intermedia de mayor vuelo y decorada con mútulos y la última cubierta con teja árabe. Tanto la rosca de los arcos, como las cornisas y línea imposta se encuentran pintados en color almagra. En la zona central del tercer cuerpo se abre un vano adintelado, asimismo, el paramento liso se encuentra decorado con motivos pictóricos, también de color almagra, donde se aprecia grandes pinjantes que simulan colgaduras. El interior de la torre muestra una escalera que arranca desde la planta baja, y llega hasta la terraza. Es de destacar el mástil que cruza las cuatro plantas para elevarse sobre el nivel de la torre.
La Torre Tavira es el elemento arquitectónico que da nombre a la casa palacio que fue propiedad de los Marqueses de Recaño. Este edificio construido hacia mediados del siglo XVIII, fue habitado por los marqueses hasta el último tercio del citado siglo. Parece que su actual disposición pudiera ser fruto de la reforma de un anterior inmueble de mayor envergadura del fue segregado.
Independientemente de su valor artístico, es de destacar que la torre del inmueble fue sede a partir 1778 del vigía oficial del puerto, puesto que fue ocupado por primera vez por Antonio Tavira, el cual le dio nombre. El 30 de Agosto de 1787 se trasladó al edificio la Escuela Gratuita de Dibujo, Aritmética y Geometría, realizándose las reformas necesarias. Allí permaneció la Escuela de Nobles Artes de Cádiz hasta 1838. En 1857 se inaugura en la casa la Escuela Normal de Magisterio y posteriormente es adquirido el edificio por las Hermanas de la Caridad para la apertura del Colegio de Jesús, María y José.
En la actualidad el inmueble pertenece al Ayuntamiento (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La calle Marqués del Real Tesoro, en el número 10 de la cual se levanta la casa que alberga esta espectacular torre mirador, la más alta de las ciento veinte de carácter privado con que sigue contando Cádiz en la actualidad y también una de las más bellas y singulares. El edificio es una de esas hermosas casas palaciegas que dan carácter a la ciudad. Perteneció a los marqueses de Recaño y en la actualidad es la sede del Conservatorio de Música. Se construyó en el siglo XVIII siguiendo las pautas del barroco. Cuenta con tres fachadas de reposado diseño, destacando la portada, con sus columnas de mármol sobre altos basamentos que soportan una sencilla balconada. El interior se organiza alrededor de un soberbio patio con arquerías sobre columnas toscanas de mármol blanco. La torre sube desde el ángulo derecho de la fachada principal y tiene 34,55 m sobre la cota de la calle y 41,23 m sobre el nivel del mar. Presenta dos cuerpos separados por cornisas, el inferior con ventanas geminadas. En su tiempo, era el lugar de vigilancia oficial del puerto, recibiendo el nombre de Tavira en 1778 por Antonio Tavira, su primer vigía.
Actualmente, en lo más alto de la torre se ha instalado una Cámara Oscura que permite una contemplación en primer plano de la ciudad, incluidos sus rincones más recónditos. El conjunto cuenta, además, con dos salas de exposiciones y con una tienda de recuerdos (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
En el solar del antiguo Teatro Andalucía se localizó en 1995 una gran factoría de salazones romana, parte de la cual se ha conservado integrada en el sótano del nuevo edificio.
Se levantó a orillas de uno de los brazos del antiguo canal Bahía-Caleta y se mantuvo activa hasta principios del siglo IV. Se organizaba en torno a un amplio patio, en cuyo subsuelo se situaba un aljibe, donde fueron localizados los grafitti del faro, que actualmente se guardan en el Museo de Cádiz. La zona conservada corresponde a un sector de piletas de distintas dimensiones revestidas, como era habitual en la época, de hormigón hidráulico, con los ángulos reforzados para evitar filtraciones y un rebaje central para proceder a su limpieza (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Durante las obras del derribo del Cine Andalucía, se localizó en el subsuelo una fábrica de salazones romana, que ha quedado integrada en el sótano de la nueva edificación. Esta fábrica estaba al borde del canal que cruzaba Cádiz desde La Caleta a la Bahía y estuvo en producción hasta comienzos del siglo IV (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
El Hospital de Mujeres es una institución surgida en el Cádiz del siglo XVII, cuyo edifico original se situaba en la actual calle Columela. El crecimiento urbano del siglo XVIII hizo que las antiguas instalaciones resultaran insuficientes, por lo que se planteó la construcción de una nueva sede, obra que pudo llevarse a cabo gracias a la iniciativa del obispo Armengual, quién a su muerte dejó un legado para que comenzasen los trabajos. Éstos se iniciaron en 1736, bajo la supervisión del canónigo Alejandro Pavía y Pedecina, siendo su arquitecto Pedro Luis Gutiérrez de San Martín, conocido como maestro Afanador. El edificio se dispone en torno a dos patios comunicados, entre los cuales se alza la escalera. El patio principal se divide en dos cuerpos, el primero, de orden dórico, a base de arcos de medio punto apoyados sobre esbeltas columnas de mármol blanco, y el segundo, articulado por pilastras que enmarcan vanos rectangulares coronados por frontones rotos, entre los que van óculos. El segundo patio es más sencillo y de menores proporciones. Aunque en nuestros días los paramentos aparezcan encalados, en su origen mostraban un rico efecto polícromo, en el que los motivos pintados se conjugaban con el colorido de los diferentes materiales empleados.
Destaca en el conjunto arquitectónico la original escalera con caja rectangular, rematada por cúpula elíptica sobre pechinas. Se desarrolla en seis tramos dobles con mesetas centrales, decorándose el trasdós de los tramos por yeserías geométricas. Puede considerarse como una de las escaleras más interesantes del barroco andaluz y tuvo gran repercusión en la arquitectura civil gaditana.
Los zócalos de los patios se decoran con azulejos holandeses mezclados con ladrillos y placas de mármol. En la planta baja del principal se sitúa un Vía Crucis de azulejos sevillanos de gran interés, fechado en 1749, cuyas escenas están basadas en grabados italianos y flamencos del siglo XVII. Llama la atención el desorden aparente en el que se colocan las estaciones, pero en realidad éste responde a una disposición premeditada que hace que quienes lo realicen recorran las mismas distancias del camino de Cristo al Calvario. En el segundo patio, en un efecto muy barroco, se encuentra en soledad un panel con la Virgen dolorosa. Las galerías altas del patio principal tienen otro Vía Crucis cerámico, de la misma procedencia y cronología, con menores proporciones y traza más popular.
Entre el patio y la fachada principal se sitúa la capilla, de planta de salón dividida en tres naves por columnas dóricas de mármol, a cuyos pies se dispone el coro en alto a modo de tribuna. Los muros laterales se articulan por pilastras dóricas de fuste estriado y las bóvedas son de aristas, cubriéndose con una profusa decoración de yeserías, realizadas por Cayetano de Acosta, salvo en el tramo central que presenta una pintura de tema carmelitano realizada, a principios del siglo XX, por Felipe Abarzuza y Julio Moisés, tras la reconstrucción de parte de la cubierta, llevada a cabo a consecuencia de un hundimiento.
El esquema compositivo de la fachada utiliza los cánones habituales de la arquitectura civil gaditana, aunque en esta ocasión los motivos decorativos no se concentran sólo en la portada, pues van distribuidos equilibradamente y proporcionan al conjunto su carácter monumental. Para la realización de estos elementos, que conforman vanos cruciformes y frontones sustentados por atlantes, se contó con el trabajo de Cayetano de Acosta, que intervino también en la decoración pétrea de los patios y escaleras.
La capilla contiene un interesante conjunto de retablos, si bien el que ocupa la capilla mayor no pertenece al programa original, ya que en principio se dispuso para esta finalidad un templete giratorio, que permitía a las enfermas acudir a la misa desde las galerías del patio, con las que se comunicaba la capilla a través de un gran vano. El retablo actual es obra neoclásica, realizada en madera imitando mármol, durante el primer tercio del siglo XIX y sus trazas pueden relacionarse con la producción de Torcuato Benjumeda. Consta de un solo cuerpo flanqueado por columnas jónicas y está coronado por frontón curvo. La hornacina alberga una imagen de candelero de la Virgen del Carmen, obra de finales del siglo XVII; viste ropas bordadas del siglo XIX y posee una rica corona dieciochesca.
El primer retablo del lado del evangelio, obra de madera dorada fechable a mediados del siglo XVIII, como el resto de los que contiene la iglesia, tiene un grupo escultórico de talla policromada, que representa la adoración de los pastores, compuesto por varias figuras de tamaño natural, que fue realizado hacia 1750 y constituye un destacado ejemplo de la escultura genovesa en Cádiz. Flanquean este grupo las tallas de San Esteban y San Lorenzo, de cronología similar. El segundo retablo lo preside una talla dieciochesca de la Inmaculada Concepción, relacionable con la producción de Pedro Duque Cornejo. En el último retablo de este lado, hay un lienzo de escuela sevillana del siglo XVIII, que representa la aparición de la Virgen a San Cayetano.
En el tramo de los pies del lado de la epístola, se dispone un lienzo con la visión de San Francisco, excelente obra de El Greco que perteneció a la colección privada del obispo Armengual, que se fecha en torno a 1601 y muestra la plena madurez del autor y las formas manieristas tan características de su producción. En el tercer tramo hay un retablo rococó, sustentado por estípites, que contiene un lienzo que representa a la Virgen Dolorosa al pie de la Cruz, realizado a mediados del siglo XVIII por Domingo Martínez. Ante él se sitúa un sagrario neoclásico realizado en mármol, atribuible a Torcuato Benjumeda. Los muros del templo están decorados por diferentes lienzos con escenas de la vida de Cristo, que fueron realizados por Domingo Martínez. En un fanal situado en el lado de la Epístola hay una urna con un busto de «Ecce-Homo», de barro cocido, atribuido a los hermanos García y ante el presbiterio se disponen cuatro ángeles lampareros, de madera policromada, tallas barrocas del siglo XVIII. La sacristía conserva un curioso lienzo, que representa el cadáver de Alejandro Pavía Pedecina, reflejando el influjo de la obra de Valdés Leal en el Hospital de la Santa Caridad de Sevilla. Se guarda aquí también un crucificado de marfil del siglo XVIII y algunas piezas de orfebrería, como una custodia dieciochesca procedente de la capilla del Pópulo, cálices, copones, etc. En otras dependencias se encuentran un lienzo atribuido a Meneses Osorio, que representa a la Virgen del Carmen protegiendo a los enfermos, otras obras de Domingo Martínez y una Inmaculada Concepción cercana al estilo de Antonio Carnicero. En el zaguán se venera un lienzo de la Virgen del Carmen, realizado a finales del siglo XVIII, con marco rococó (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
En general el Hospital de Mujeres responde claramente a la tipología de casa-patio entre medianeras. Conviene distinguir ene este edificio la parte correspondiente a su construcción inicial del sigo XVIII, y la ampliación surgida a principios del siglo XX. El acceso al edificio se realiza desde la calle Hospital de Mujeres a través de un largo zaguán que desemboca en un gran patio. El edificio presenta planta irregular, ya que es un figura geométrica irregular de siete lados, siendo más estrecho el lado que se corresponde con la fachada del edificio y más ancho en su zona trasera. La zona del siglo XVIII queda organizada en torno a dos patios. El principal, cuadrado, se localiza tras la iglesia y presenta galería porticada en sus cuatro lados. Se divide en dos cuerpos de altura; en el inferior presenta una galería formada por tres arcos de medio punto que apoyan en columnas toscanas, sobre dados cuadrados con decoración geométrica.
Sobre ellos corre un entablamento con el friso dividido por triglifos. El segundo cuerpo se desarrolla a partir de la cornisa del cuerpo bajo. Este se articula por pilastras jónicas que soportan un dado moldurado tras el cual se desarrolla una cornisa con diferentes molduras y túmulos. Entre los intercolumnios aparecen vanos rectangulares enmarcados por molduras con orejetas, coronados por frontones triangulares rotos que albergan óculos centrales. Sobre este cuerpo, el patio es rematado por un pretil con baranda de hierro. Al fondo del mismo y enlazando con el segundo patio rectangular y con galería en uno de sus lados, se encuentran la caja de escalera. Alrededor de dichos patios se sitúan diferentes dependencias de plantas cuadradas con muy diferentes usos. En el segundo patio, su única galería sigue presentando la misma disposición que el anterior, pero su segundo cuerpo es mucho más sencillo.
La Iglesia es de planta de salón rectangular, dividida en tres naves separadas por columnas de mármol, siendo la central más ancha que las laterales. Dichas columnas compartimentan a las naves en cuatro tramos. El muro perimetral se compartimenta por pilastras toscanas de fustes acanalados que soportan un entablamento completo con el friso decorados con triglifos y metopas con rosetas.
La fachada principal consta de tres cuerpos, el inferior con tres vanos de acceso, dos al hospital y uno a la iglesia, y tres vanos más de iluminación. Sobre los vanos aparecen otros, de menor tamaño en forma de cruz, adornados con diferentes molduras. Dicho cuerpo se enmarca por pilastras laterales y se corona con un entablamento con triglifos y metopas. El segundo cuerpo presenta cuatro vanos centrales rectangulares que forman un balcón corrido. A los lados dos vanos rectangulares de menores proporciones. Todos ellos se coronan con frontones triangulares rotos que albergan óculos en su centro. El tercer cuerpo se articula mediante pilastras jónicas, a su vez entre los intercolumnios aparecen balcones rectangulares enmarcados por anchas molduras, en forma de pilastras toscanas. Todo se remata con una moldurada cornisa.
El Hospital de Mujeres fue fundado en 1648 con un legado que había dejado Juan de la Just. Según otros autores el fundador sería Antonio Yust, en su testamento otorgado en 1634, encomendando el cargo de cumplir su legítima voluntad al capitán Manuel LliBerry, el cual, asociado con unas virtuosas hermanas dedicadas a recoger y asistir enfermas desvalidas, compró unas casas en la calle de la Carne y se las cedió a éstas para que erigiesen el hospital, en 1650 con el nombre de Nuestra Señora del Carmen.
Posteriormente, al ser insuficiente este establecimiento, la Doña Jacinta Armengual de la Mota, testó 12,000 pesos para la construcción de un edificio más capaz. Dichas obras comenzaron en 1736 inaugurándose en 1749, pero en dicha fecha no fue terminado, ya que en 1776 se seguía trabajando.
En 1909 sufrió su estructura un hundimiento, desplomándose las cubiertas de las dependencias situadas sobre la capilla, por lo que se perdió parte de su cubierta original. Inmediatamente se llevaron a cabo obras de restauración, que fueron dirigidas por el arquitecto Juan Cabrera Latorre. En este misma fecha se procedió a ampliar el edificio dotándolo con una nueva ala adosada al lateral derecho la cual debido a su situación interior, no alteró en absoluto la estructura original.
Su funcionamiento como hospital ha sido ininterrumpido hasta nuestro siglo, en que ha pasado a ser sede de las diferentes dependencias administrativas del obispado de Cádiz-Ceuta (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Esta institución, nacida en el siglo XVII, estuvo antes en la calle Columela, pero el crecimiento de la ciudad aconsejó su traslado siendo, de nuevo, el obispo Armengual de la Mota el que patrocinó la nueva construcción, cuyas obras se dieron por concluidas en los años cuarenta del siglo XVIII.
Es éste uno de los más delicados ejemplos del barroco gaditano, circunstancia que ya se aprecia tan pronto como se descubre su armoniosa fachada de tres plantas y estética italiana, con una decoración que no se concentra sólo en la portada, sino que aparece, sumamente equilibrada, en muros, cornisas y balcones. El interior es más bello aún. Se organiza en tomo a dos patios, separados por una extraordinaria escalera imperial suntuosamente decorada con yeserías geométricas, compuesta por seis tramos dobles y seis simples y cubierta por una cúpula elíptica sobre pechinas de mucha categoría. Se trata de una de las escaleras más importantes del barroco andaluz. El patio principal, el primero que que aparece, tiene dos plantas. La baja lleva arcos de medio punto sobre columnas dóricas de mármol blanco, en tanto en la alta asoman balcones entre pilastras coronados por frontones partidos en los que se inscriben óculos. Un zócalo de azulejos de Delft, mezclados con ladrillos y trozos de mármol, recorre los muros de la planta baja. La capilla, con acceso directo desde la calle, tiene planta de salón con tres naves de idéntica altura. El crucero se cubre con una hermosa cúpula elíptica decorada con pinturas que tienen por motivo a la Virgen del Carmen y a los benefactores de la institución, obra de Felipe Abárzuza, quien las realizó a principios del siglo XX durante la restauración del edificio. El retablo mayor es neoclásico, del primer tercio del primer tercio del siglo XIX. Lo preside una imagen de la Virgen del Carmen, también neoclásica. Un conjunto de retablos, todos barrocos, se reparten por las naves. En el lado izquierdo aparece una imagen de la Inmaculada Concepción, probablemente del taller de Duque Cornejo. En el lado derecho, en un retablo rococó articulado a base de estípites, hay un magnífico lienzo que representa a la Dolorosa al pie de la cruz, pintado por Diego Martínez hacia 1750. Pero lo mejor del oratorio se encuentra a los pies de este lado, y consiste en un lienzo que representa la Visión de San Francisco, obra de El Greco fechada en 1601, que perteneció al obispo Armengual de la Mota (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Comenzó su construcción en 1722, a instancias del obispo Lorenzo Armengual de la Mota, con la intención de dotar al barrio de la Viña de una ayuda de parroquia. Las obras duraron cuatro años, siendo su maestro mayor el alarife Juan Agustín López Algarín, si bien posteriormente intervino también Blas Díaz, quedando abierta al culto en 1725. La planta del templo es de cruz latina con una nave a la que se adosan diferentes capillas y crucero poco acusado, disponiéndose el coro sobre el tramo de los pies. La nave principal está dividida en cuatro tramos, separados por pilastras dóricas, sobre las que se desarrolla un entablamento de rica cornisa y en el crucero se eleva una cúpula sobre pechinas, compuesta por tambor circular y casquete semiesférico.
La fachada principal, de líneas sencillas, se remata por un alto piñón, concentrando su interés arquitectónico en la portada, que tiene un ritmo vertical muy acentuado, por resolverse a base de la superposición de varios cuerpos. El vano de acceso va rodeado por un baquetón mixtilíneo enmarcado por pilastras; el segundo cuerpo se desarrolla de forma similar, en torno a una hornacina que alberga una imagen en mármol de San Lorenzo. A la derecha de la portada hay un panel cerámico, con las imágenes de la cofradía de Afligidos, cuidada obra que sigue la técnica de la cuerda seca, realizada en 1927 por Ruiz de Luna; junto a él hay una hornacina callejera, donde se venera la imagen de candelero de la Virgen de los Dolores, obra realizada por José Montes de Oca en 1729.
La portada que se abre en la fachada lateral, se resuelve mediante un doble baquetón mixtilíneo, rematado por un pináculo. En el ángulo de confluencia de las dos fachadas se eleva la torre sobre banco, de planta octogonal, cuyo cuerpo de campanas tiene columnas dóricas en los ángulos, entre las que se abren arcos de medio punto; el conjunto se remata por un chapitel cubierto de azulejos sevillanos del siglo XVIII. Las fachadas conservan parte de la policromía original, sobre todo en portadas y vanos, enmarcados estos últimos por molduras geométricas incisas.
El retablo mayor, de madera dorada como todos los de este templo y una de las obras más logradas de la retablística barroca gaditana del siglo XVIII, se inició en 1727 y fue realizado por el escultor Francisco López. Consta de banco, un cuerpo dividido en tres calles por grandes estípites y ático. El cuerpo central está ocupado, en su zona inferior, por un sagrario con puerta de plata, de ornamentación rococó; encima se sitúa una peana con la imagen de la Virgen del Pilar, cotitular del templo, y sobre ella el manifestador, todo enmarcado por un gran arco. Inmediato se abre un pequeño camarín, que alberga la imagen de San Lorenzo, talla policromada realizada por Miguel Taramas en 1725. En las calles laterales hay sendas hornacinas con las imágenes de Santiago y San Andrés, realizados en 1728 por José Montes de Oca; el ático está ocupado por el grupo escultórico de la Trinidad, enmarcable en la escuela genovesa y cercano a la estética de Francisco María Galeano. En los muros laterales del presbiterio se sitúan dos portadas neoclásicas, sobre las que van tribunas de madera dorada con decoración rococó, que talló Rafael Marín en 1787. Los ángeles lampareros, de cuidada factura, son de madera policromada y fueron realizados por el escultor genovés Antonio Molinari en 1753.
En el lado del Evangelio del crucero hay dos retablos de madera dorada. El que ocupa el muro frontal fue el sagrario de la iglesia hasta el siglo XIX y se compone de un cuerpo y ático, compartimentados por estípites. Entre las imágenes que contiene cabe destacar las tallas de vestir de San Miguel Arcángel y San Antonio de Padua, que pueden atribuirse a José Montes de Oca, mientras que los santos patronos, que flanquean el sagrario son de origen genovés. El retablo, situado en el testero, también se articula mediante estípites y es parejo con el que ocupa el lado opuesto del crucero, ambos de igual cronología y autoría que el mayor, aunque no fueron dorados hasta 1787, trabajo que llevó a cabo José Antonio del Pino.
En su primer cuerpo albergaban estos retablos dos grandes lienzos que fueron traídos de Roma por el obispo Armengual, representando a San Liborio y San Rafael y están firmados por el genovés Doménico Parodi en 1728. Son dos interesantes obras barrocas, que han sido desplazadas de su ubicación original y actualmente ocupan los muros contiguos.
En el retablo que ocupa el testero frontal del lado de la Epístola se encuentran en la actualidad las imágenes procesionales pertenecientes a la cofradía del Cristo de los Afligidos y la Virgen de los Desconsuelos, obras en madera policromada para vestir, de iconografía poco común en su género, que representa el encuentro de Cristo con su Madre en la calle de la Amargura.
Fueron realizadas por el escultor holandés, afincado en Sanlúcar Pedro Reling, en 1716. Los áticos de ambos retablos tienen sendos altorrelieves, en madera policromada, que representan apoteosis de santos, obras de origen italiano. En el muro frontal de este lado del crucero hay otro retablo, que fue el original de la Cofradía de los Afligidos, realizado en 1727 por Isidro de Quirós, si bien a mediados de dicho siglo sufrió algunas reformas en la zona central; se compone de dos cuerpos y ático, presidiéndolo una imagen de San José en madera policromada, talla genovesa de mediados del siglo XVIII.
El pulpito es también obra barroca italiana, realizada en mármoles de colores en la primera mitad del siglo XVIII.
Capilla del Pilar. Se levantó a partir de 1739, como sede de la cofradía del Pilar, fundada por el obispo Armengual en 1730, y fue inaugurada solemnemente en el año 1752.
El retablo mayor, sustentado por estípites, se decora con motivos rococó y está presidido por una talla de la titular, mientras que en las hornacinas laterales se disponen las imágenes de madera policromada de San Francisco y San Jerónimo, ambas del siglo XVIII y atribuidas al genovés Antón María Marragliano. En los muros contiguos se sitúan dos retablos que contienen un cuadro del Cristo de Ribalta y una cruz de guía barroca, realizada en ébano y plata.
De la decoración general de la capilla destaca el intradós del arco de acceso, con rica policromía, y los lienzos dieciochescos, situados en los pilares que lo sustentan, con escenas alusivas a la Virgen del Pilar.
En el segundo tramo, a ambos lados de la nave, hay dos retablos parejos también barrocos, del siglo XVIII, con imágenes procesionales contemporáneas, pertenecientes a la cofradía del Cristo de las Penas, cuyo titular es obra de Luis Álvarez Duarte (1986), y la Virgen de la Caridad, talla de candelero realizada por Pineda Calderón y reformada posteriormente por Álvarez Duarte. A los pies de la nave del Evangelio se encuentra la capilla bautismal, presidida por las imágenes titulares de la Cofradía del Descendimiento, grupo escultórico contemporáneo, en el que el Cristo y la Dolorosa son obras de Francisco Buiza (1978) y los Santos Varones de Berlanga; las restantes tallas son de Luis González Rey. La pila bautismal, de mármol, fue diseñada por Torcuato Benjumeda a fines del siglo XVIII. En el coro hay un órgano fechado en 1792, cuya caja fue tallada en estilo neoclásico por Gonzalo Pomar.
Capilla de la Venerable Orden Tercera de Servitas. La VO.T. de Servitas de Cádiz, se fundó en 1727 y en 1760 comenzó a construir su capilla actual, bajo la dirección del alarife Diego Ramos, pero pronto quedaron paralizados los trabajos, que no se reinician hasta cinco años más tarde, cuando Torcuato Cayón realizó un ambicioso proyecto, que tampoco llegó a plasmarse. Hasta 1774 no se concluyó la fábrica, que finalmente se debe al maestro Francisco Lorenzo Cañete.
Abierta al tercer y cuarto tramo del lado de la epístola, presenta planta cuadrada y se cubre con cúpula semiesférica sobre pechinas. Los arcos de la capilla se decoran con lienzos de historias alusivas a la orden y son contemporáneos de su construcción. El retablo mayor es obra realizada en estilo ecléctico por Juan Rosado en 1880, aun que conserva el camarín rococó del anterior, que talló Gabriel de Arteaga un siglo antes y al que pertenecen varias esculturas, entre ellas el crucificado de El Amparo, hoy desplazado a un muro lateral. Está presidido por la imagen de candelero de la Virgen de Los Dolores, delicada talla dieciochesca que puede vincularse a la producción de Francisco María Galeano. En el lateral derecho se disponen dos pequeños retablos rococó, debidos a Gabriel de Arteaga, presididos por las imágenes de San Juan Bautista y San Francisco Javier, de la misma época. Se conserva también en esta capilla un lienzo que representa al Niño Jesús pasionario, firmado en 1850 por Victoria Martín del Campo. Entre los objetos de artes suntuarias guardados en este templo cabe destacar una custodia rococó de plata, perteneciente a la parroquia, que realizó en 1752 el orfebre José Fausto y los enseres de las cofradías de Afligidos y Dolores. La primera de ellas con un interesante conjunto de bordados de los siglos XVIII y XIX, y la segunda con diversas piezas, tanto de bordado, entre los que destaca el manto procesional del siglo XVIII, como de orfebrería, entre las que se pueden citar una corona de plata dorada, realizada en 1760 por Llamas y una custodia, fechada en 1749 y debida al orfebre Juan Eligio Banderberg (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
La Iglesia de San Lorenzo Mártir en Cádiz, se ubica en la confluencia de las actuales calles Sagasta y Armengual, en un solar situado en el lugar, antiguamente conocido como «el Cobacho». Obra de Juan A. López de Algarín, a instancias del Obispo Lorenzo Armengual de la Mota, fue finalizada en 1723.
La Iglesia se estructura con planta de cruz latina, de una sola nave y crucero poco acusado. La nave está dividida en cuatro tramos separados por pilastras dóricas que flanquean vanos de medio punto de rosca moldurada que dan acceso a las diferentes capillas dispuestas en los muros laterales. En la zona superior de los arcos se establecen tribunas, abiertas a la nave en forma de balcones de vanos adintelados. Sobre el conjunto se desarrolla un entablamento con friso de triglifos, coronado de una rica cornisa de orden compuesto que se complementa con dinámicos quiebros dispuestos sobre las pilastras y claves de los arcos.
Cada tramo de la nave está cubierto con bóveda de cañón con lunetos que alojan vanos que dan luz al interior del templo, flanqueada con arcos fajones que apoyan sobre el citado entablamento.
El coro alto se levanta a los pies sobre el primer tramo de la nave. Cubre el crucero una cúpula sobre pechinas, compuesta de tambor circular y casquete semiesférico. Las pechinas se encuentran decoradas con cuatro lienzos ovalados que representan los cuatro padres de la iglesia realizados en 1727 por Pedro de Cabrera, así como el escudo de armas del Obispo Armengual en madera tallada, policromada y dorada. Los brazos del crucero albergan cuatro retablos.
En los paramentos laterales del presbiterio se abren vanos de comunicación con la sacristía, cuyo aspecto actual responde al diseño creado por Torcuato Benjumeda. Están enmarcados por pilastras jónicas que sustentan un frontón partido donde aparecen los emblemas parroquiales. De las cinco capillas iniciales cobijadas en los arcos de los diferentes tramos de la nave, dos desaparecieron en 1755 al construirse la capilla de la Venerable Orden Tercera de Servitas. Entre 1759 y 1763 se realizaron dos retablos gemelos de madera tallada para el segundo tramo, dedicados a San José y San Nicolás de Bari. El obispo Armengual quiso reforzar el culto a la Virgen del Pilar con la fundación de una archicofradía en 1730, a la que le concedió la Capilla del Pilar, cuyas obras de adaptación concluyeron en 1753.
El pavimento del templo es de mármol genovés blanco y azul dispuesto en forma ajedrezada. En la cabecera del templo, a ambos lados del presbiterio se ubican las sacristías. Son dependencias de planta rectangular cubiertas por bóvedas de cañón y arcos fajones que descansan sobre pinjantes de formas recortadas.
En el exterior el templo presenta dos fachadas con predominio de grandes superficies lisas, para centrar la atención decorativa en las portadas y torre. La fachada principal, rematada por un agudo piñón, tiene un acusado ritmo vertical muy frecuente en la arquitectura bajo-andaluza de la época. La portada refuerza la verticalidad del conjunto con la superposición de varios cuerpos que casi alcanzan la altura del hastial. El vano principal va enmarcado por baquetones mixtilíneos que conforman un espacio sobre el dintel para albergar el escudo de armas del obispo Armengual, dispuesto entre una abundante decoración de roleos y frutas. Flanquean el conjunto dos pilastras lisas, cuya superficie es desbordada por los baquetones interiores. Sobre una cornisa de movidas líneas se dispone el segundo cuerpo dispuesto con una hornacina central que alberga la imagen de mármol del santo titular, coronada por dos roleos colocados a modo de frontón partido entre los que se desarrollan dos remates decorativos que, aunque interpretados en forma dieciochesca, evocan motivos manieristas. Dos cañones ubicados a los lados para proteger la portada y un tercero situado en la confluencia de las fachadas, constituyen el testimonio más antiguo de la utilización de estas piezas, características en el contexto urbano de Cádiz. En 1927 se colocó en el lateral derecho de la fachada un retablo cerámico realizado en Talavera de la Reina por el ceramista Ruiz Luna, siguiendo la técnica de la cuerda seca, de 1,62 x 2,77 m. En él se representan los titulares de la cofradía de Afligidos enmarcados por motivos de inspiración plateresca. En el lateral izquierdo de la portada se dispuso años más tarde otro retablo que representa a Jesús de las Penas, realizado hacia 1960 en la fábrica de cerámica trianera de Ramos Rejano, de 1,62 x 2,77 m. También una hornacina situada a la derecha de la fachada principal, alberga la imagen de candelero de la Virgen de los Dolores realizada en 1729 por José Montes de Oca.
La portada lateral presenta un doble baquetón mixtilíneo en torno al vano, rematado por un pináculo. Su emplazamiento actual, a la altura del tercer tramo del lado del Evangelio, no es el originario, pues en 1739 fue situada en este lugar al serle adjudicado a la archicofradía del Pilar el cuarto tramo para la construcción de su capilla, lugar donde se abría la primitiva portada. La torre se eleva sobre la confluencia de las dos fachadas. Su planta es octogonal y consta de un cuerpo de campanas sustentado por columnas dóricas entre las que alternan vanos de medio punto, ciegos y abiertos.
Un chapitel piramidal cubierto de azulejos policromos valencianos sirve de remate. En cada uno de los paños se disponen motivos alusivos al templo enmarcados por cenefas.
La construcción de la iglesia de San Lorenzo Mártir, en Cádiz, se debe al patrocinio del obispo Lorenzo Armengual de la Mota con la intención de dotar al barrio de la Viña de una ayuda de parroquia. Esta iglesia constituye una de las muestras más significativas del quehacer artístico durante el siglo XVIII en la ciudad, su etapa de mayor esplendor económico y social. Precisamente la fundación de este templo coincide con el traslado definitivo de la Casa de Contratación y del Consulado a Cádiz desde Sevilla, lo que supuso un reconocimiento oficial del papel protagonista de Cádiz en el comercio ultramarino de la Corona Española. Al ser fruto del mecenazgo del obispo Lorenzo Armengual de la Mota su interés se incrementa, por cuanto dicho prelado fue el impulsor de grandes empresas en la ciudad, como la construcción de la Catedral Nueva.
La iglesia parroquial de San Lorenzo Mártir de Cádiz destaca, desde su construcción, por ser uno de los hitos fundamentales en la trama urbana del casco antiguo de Cádiz, siendo una de las señas de identidad del Barrio de la Viña.
El templo, construido en el siglo XVIII, es un notable ejemplo de la arquitectura barroca religiosa gaditana. Su construcción se inició en 1722, destacando el barroquismo de su portada principal, así como su torre.
La Venerable Orden Tercera de Servitas se instaló en la Iglesia de San Lorenzo en 1727, dos años después de inaugurarse el templo, concediendo el obispo Armengual a esta Orden el uso de la capilla ubicada en el cuarto tramo del lado de la epístola de la nave. A mediados de siglo comenzó a plantearse la necesidad de contar con un espacio más amplio, y en 1763 empezaron las obras de la nueva capilla bajo diseño y dirección del maestro Diego Ramos, aunque una serie de dificultades económicas obligaron a paralizar los trabajos.
Las obras de la iglesia duraron cuatro años, siendo su maestro mayor y quien llevó la dirección de los trabajos el alarife Juan Agustín López Algarín. Posteriormente, intervino también el prestigioso alarife Blas Díaz a quien se le atribuye la construcción de la torre. En torno a 1787, el arquitecto Torcuato Benjumeda remodeló las portadas del presbiterio y el patio inmediato a la sacristía. De especial interés es la Capilla de la Venerable Orden Tercera de Servitas de María Santísima de los Dolores, abierta en el tercer y cuarto tramo del lado de la Epístola, cuya construcción comienza en 1763
bajo el diseño y dirección del maestro Diego Ramos y termina, después de varias interrupciones, en 1774 con Francisco Lorenzo Cañete, autor del diseño definitivo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Uno de los templos más interesantes de Cádiz. Su erección se debe al obispo Lorenzo Armengual de la Mota, correspondiendo el proyecto al arquitecto Agustín López Algarín. La iglesia fue bendecida y abierta al culto en 1725. La fachada, a base de sillares de piedra ostionera, es sumamente sencilla. Coronada por un gablete, es la portada principal lo más destacable. Molduras mixtilíneas de armoniosas quebraduras, flanqueadas por pilastras, acogen el vano a dintel sobre el que se abre una hornacina con la imagen de san Lorenzo en mármol. A la derecha, figura un panel de azulejos con las imágenes del Cristo de los Afligidos y la Virgen de los Desconsuelos, obra de Ruiz Luna finalizada en 1927. Un poco más arriba se abre una hornacina cerrada en la que se encuentra la Virgen de los Dolores, imagen de candelero tallada por José Montes de Oca en 1729. A primera vista, el interior produce una impresión de grandiosidad nada frecuente en los templos gaditanos, salvo en la catedral. Se estructura en planta de cruz latina con una sola nave muy amplia, cubierta con bóveda de cañón y lunetos, y con capillas en los laterales separadas por pilastras dóricas, sobre las que corre un amplio entablamento con su correspondiente cornisa. En el crucero se alza una cúpula de media naranja sobre tambor y pechinas. El coro, que cuenta con un gran órgano, se sitúa a los pies. El altar mayor es una espléndida obra barroca del siglo XVIII, realizada por Francisco López. Se compone de banco, un cuerpo de tres calles separadas por solemnes estípites y ático. En la calle central se encuentra el sagrario, de plata, la Virgen del Pilar, el manifestador y, en un camarín, el titular del templo, san Lorenzo. En las calles laterales figuran San Andrés y Santiago, dos buenas imágenes talladas por el sevillano Montes de Oca en 1728. En el crucero, lado de la epístola, están las imágenes del Cristo de los Afligidos y de la Virgen de los Desconsuelos, ambas firmadas por el holandés Pedro Sterlinch, fechadas en 1716. Estas imágenes, que componen el encuentro de Cristo con su Madre en la calle de la Amargura, constituyen uno de los desfiles procesionales más emocionantes de la Semana Santa gaditana. Sobre el muro derecho de la nave se abre la capilla de la Venerable Orden Tercera de los Servitas. Aquí se venera a laVirgen de los Dolores, una emotiva imagen de estilo barroco que, igualmente, procesiona en Semana Santa. A los pies de la nave, en la capilla bautismal, se guarda la imagen del Cristo del Descendimiento, acompañado de la Virgen de los Dolores y de los Santos Varones. Las dos primeras son obras de Francisco Buiza, fechadas en 1978, y las restantes de Luis González Rey. En el mismo lado están también las imágenes procesionales del Cristo de las Penas y la Virgen de la Caridad, tallas contemporáneas, de Luis Álvarez Duarte y de Pineda Calderón, respectivamente (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Se realizó esta capilla como sede de la archicofradía de la Divina Pastora, fundada por el capuchino Fray Isidoro de Sevilla. En 1736 se levantó una primera construcción, que al año siguiente fue sustituida por la actual, que a su vez sufrió varias reformas en su estructura. Entre 1754 y 1755 se reformó la cúpula y se añadieron las capillas laterales; en 1757 se eleva la espadaña y en 1762 se termina el conjunto de las obras levantándose la portada.
Tiene planta de cruz griega y se cubre por bóvedas de medio cañón en los brazos y cúpula sobre pechinas en el crucero, disponiéndose tribunas sobre las capillas laterales y atrio. La fachada se articula mediante pilastras cajeadas de orden corintio y en el centro adelantándose, se sitúa la portada, compuesta de un vano de acceso de medio punto, sobre el que va una hornacina con la imagen en mármol de la Divina Pastora, rematándose todo ello por un óculo enmarcado por volutas. Esquinada sobre el ángulo izquierdo se eleva la espadaña, articulada mediante pilastras toscanas, entre las que se abren vanos de medio punto enmarcados por baquetones mixtilíneos. La cúpula se cubre con tejas de cerámica vidriada en distintos colores y se remata por una falsa linterna de cornisa quebrada, también cubierta de tejas vidriadas.
El retablo mayor, realizado en madera dorada a partir de 1753 por Julián Jiménez, ocupa todo el ámbito del presbiterio. Sus grandes proporciones contrastan con el reducido espacio de la capilla, lo que produce un efecto muy del gusto barroco. Consta de tres calles, separadas por estípites y toda su superficie se encuentra profusamente decorada con rocallas, ángeles y medallones. En la calle central se abre un camarín, cubierto por cúpula semiesférica sobre pechinas, con la imagen de candelero de la Divina Pastora, fechable hacia 1730 y atribuida a José Montes de Oca. En las laterales se sitúan las imágenes de San José y San Francisco de Paula y en el ático el arcángel San Miguel, flanqueado por San Antonio y San Bernardino, presidiendo todo el conjunto el Padre Eterno. En los muros laterales se disponen sendas tribunas con hornacinas, que contienen las tallas de San Servando y San Germán. Sobre las pilastras exteriores se sitúan las de San Pedro y San Pablo que, al igual que el resto de la imaginería del retablo, son obras de Benito de Hita y Castillo, contemporáneas del retablo y que forman uno de los conjuntos más destacados de la producción de este escultor sevillano.
Los testeros del crucero están ocupados por sendos retablos de características similares y traza relacionada con la del retablo mayor, también realizada por Julián Jiménez, a partir de 1760, si bien en este caso no llegaron a dorarse, imitando su policromía decimonónica diversos tonos de jaspe. El de la izquierda está presidido por el crucificado del Buen Viaje, obra italiana del siglo XVIII, y el de la derecha por la imagen de San Cristóbal, talla policromada de Benito de Hita y Castillo, escultor con el que también se relacionan el resto de las esculturas y relieves que decoran estos retablos, entre las que sobresale un San Sebastián de valiente resolución. Julián Jiménez y Benito de Hita y Castillo son también los autores del elaborado florón de la cúpula, en el que se representan diversos ángeles niños portando ovejas.
Se conservan en la capilla la cruz de guía y el simpecado, pertenecientes a la archicofradía de la Divina Pastora.
Ambas piezas, realizadas hacia 1763, son de plata repujada y siguen diseños de Julián Jiménez, decorándose el extraordinario simpecado con un bajorrelieve en madera policromada, que representa la titular de dicha corporación, obra debida a Benito de Hita y Castillo, mientras que las rocallas de plata que cubren casi toda su superficie se deben al orfebre Llamas (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Destaca su fachada barroca, en la que la portada forma un cuerpo saliente en el que se superponen tres huecos enmarcados por abultadas molduras. La puerta bajo arco de medio punto se adorna en su clavo con la figura de un ángel, que simula sostener con los brazos repisa de tres peanas sobre la que gravita una hornacina, también de medio punto con la imagen de la Divina Pastora. Una cabeza de León adorna la clave de este último arco. El último hueco es un óculo circular enmarcado por sendas volutas. Todo este cuerpo saliente se flanquea por pares de pilastras cajeadas. En la esquina izquierda as la fachada se alza la espadaña, Sus dos huecos para campanas se adornan con un conjunto barroco muy movido a base de pilastrillas cajeadas, boceles de líneas quebradas y volutas, todo ello bajo saliente cornisa moldurada, que se alza en forma de piñón y adornando sus vértices con pináculos. Una insólita cúpula de ocho faldones cubierta con teja vidriada, se termina en un remate revestido de azulejos.
Del interior destaca la altura en relación con su superficie. La cúpula es semiesférica, su planta de cruz griega, los soportes van en las esquinas tomando forma de pilastras se compartimenta la altura en dos pisos. El primer cuerpo tiene arcos carpaneles y el segundo de medio punto. La cúpula se alza sobre pechinas, posee tambor y una barandilla que permite rodearla. El coro se sitúa junto al altar mayor quo ocupa la altura de los dos pisos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Sede que fuera de la cofradía del mismo nombre, fundada en 1733 por el capuchino Isidoro de Sevilla. Dicha cofradía no era de penitencia, sino una compañía organizada para el rezo en común del rosario. El templo estaba concluido en 1762. Se trata de un notable edificio de carácter barroco en el que están muy presentes las referencias coloniales, circunstancia que se observa ya en la fachada, en la que se distribuyen pilastras cajeadas de orden corintio que sirven de marco sucesivamente a la portada, a una hornacina con la imagen de la Divina Pastora en mármol, a un óculo circular y a una espadaña de rica decoración a base de pilastras toscanas, molduras mixtilíneas y jarrones. El interior confirma y aún aumenta el carácter barroco visto en el exterior. Lleva planta de cruz griega, con una gran cúpula de media naranja sobre pechinas en el crucero y bóvedas de cañón en los cortos brazos. La Divina Pastora aparece de nuevo, en esta ocasión presidiendo el retablo mayor como imagen de candelero tallada hacia 1730, casi con toda seguridad por José Montes de Oca. El retablo es una pieza de enormes dimensiones, dado el reducido tamaño del templo, en madera dorada, realizado por Julián Jiménez hacia la mitad del siglo XVIII. Los retablos que figuran en los brazos del crucero son, estéticamente, similares al mayor, no en balde su traza es igualmente de Julián Jiménez y las imágenes de Hita del Castillo (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Se asienta sobre una pequeña isla, que tomó su nombre de una ermita levantada en 1457 por los tripulantes de un barco veneciano, a los que se permitió permanecer allí para curarse de la peste. Para construir este templo los venecianos aprovecharon los restos de un viejo faro, reemplazado en 1613 por una torre atalaya, que además de servir de guía a los navegantes desempeñaba funciones defensivas. El faro se reconstruyó de nuevo en el siglo XVIII y en 1908 fue reemplazado por la actual estructura de hierro, diseñada por Rafael de la Cerda.
Para reforzar la defensa de este emplazamiento se construyó en 1706 un castillo, al que inicialmente se accedía mediante puentes levadizos que salvaban el foso perimetral.
Un parapeto rodeaba la isla, excepto por la zona sur, donde se consideró suficiente el acantilado.
En 1860 este parapeto fue reemplazado por una fortificación más consistente con casamatas interiores; fue entonces cuando se construyó también el actual malecón que une la isla con el casco urbano (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Este castillo se ubica en el lugar donde estuvo la ermita de San Sebastián. A principios del siglo XVII se construyó el antiguo castillo, que fue transformado en 1706. Sus muros formaban un polígono de nueve lados con dos ángulos entrantes y el resto salientes. Todo el perímetro estaba provisto de parapeto con cañoneras y foso de agua con dos puentes levadizos. Ante el foso había una plaza de armas que defendía todo el terreno de la isla. En el ángulo noroeste se encontraba una torre almenara y la ermita de San Sebastián. Toda la isla estaba protegida por un parapeto en todo su perímetro, excepto en el frente sur, que se dejaba con su defensa natural.
En su interior se levanta un faro de 30,10 metros de altura, que fue proyectado en 1907 por Rafael de la Cerda.
Posteriormente, en 1860 en la zona avanzada se construyó una imponente batería acasamatada.
A través de la historiografía se conoce la existencia de un podium de sillares de piedra ostionera de época romana.
Algunos autores lo han interpretado como el Kronion. El castillo de San Sebastián protegía el frente norte de la ciudad.
Está situado en uno de los extremos de la playa de la Caleta, sobre una pequeña isla donde, según la tradición, estuvo el templo de Kronos.
Desde la época musulmana existía una torre-atalaya en ese lugar. En el siglo XV, una nave veneciana apestada se refugió en el islote, levantándose una ermita bajo la advocación de San Sebastián, incluso se labraron las armas de la ciudad de Venecia en el lugar, en reconocimiento a la hospitalidad gaditana.
Tras el saqueo inglés de finales del siglo XVI, se dedicó el lugar a castillo, reconstruyéndose la torre en 1613 bajo la dirección de Juan de la Fuente Hurtado. En 1706, se inician las obras del castillo, de planta irregular con nueve lados, con parapetos, cañoneras, dos fosos de agua y puentes levadizos.
En 1739 había en el fuerte diecisiete cañones que, según Bartolomé Amphoux, debían aumentarse hasta veinticinco. Su misión era impedir que se acercaran embarcaciones menores o cualquier género de navíos a través del canalizo de entrada que había frente a la costa sur, ayudando con sus fuegos a las baterías del Vendaval e impidiendo la entrada en la Caleta. En 1860, se dotó de baterías acasamatadas.
Se encuentra unido a tierra con un malecón, lo que permite que no se encuentre aislado en la pleamar (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
En una pequeña isla, unida posteriormente a tierra firme por un espigón de piedra, está el castillo de San Sebastián. La tradición afirma que en dicha isla se levantaba el templo de Cronos, uno de los más importantes que tuvo la ciudad durante los primeros tiempos de su historia. Los musulmanes levantaron posteriormente aquí una torre vigía para controlar el paso de los barcos. En 1457, se permitió a los marineros de un barco veneciano que permanecieran en la isla hasta que se curasen de la peste. Éstos construyeron entonces una ermita dedicada a San Sebastián, oratorio del que tomó nombre el actual castillo. Para ello, aprovecharon los restos de un antiguo faro, que en 1613 sería reemplazado por una torre defensiva a la que se dotó de artillería. El faro se reconstruyó en el siglo XVIII, permaneciendo en activo hasta 1908, en que fue sustituido por el actual. El castillo se construyó en 1706. Tiene planta de eneágono irregular y contó con parapetos que rodeaban la isla, dotación de cañones y dos fosos con puente levadizo (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Tras el saqueo de 1596, Felipe II envió a Cádiz al ingeniero Cristóbal de Rojas para realizar un proyecto defensivo; Rojas consideró que la actuación más inmediata debía ser levantar una fortificación, en la caleta de Santa Catalina, para defender así uno de los frentes más vulnerables del borde marítimo.
El castillo constituye una importante muestra de la arquitectura militar de la Edad Moderna y ha llegado hasta nosotros sin graves alteraciones. Tiene planta estrellada con dos frentes claramente definidos, uno constituido por tres baluartes de planta triangular asentado sobre la playa y otro abierto a la ciudad donde se sitúa la única puerta del recinto, protegida por dos baluartes y un foso que regulaba su nivel de agua mediante esclusas. Un puente da acceso a la sencilla puerta, protegida por un cuerpo de guardia superior, bajo el que una inscripción conmemora la conclusión de la obra, durante el reinado de Felipe III. En el interior, los distintos pabellones se distribuyen en torno al patio de armas, que está porticado en dos de sus frentes, mientras en el tercero se ubica la capilla de Santa Catalina, levantada en 1693 (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El castillo de Santa Catalina se encuentra en el lado norte de la playa de La Caleta, frente al castillo de San Sebastián. El castillo, verdadera joya de la ingeniería poliorcética italianizante del siglo XVI, es una construcción de planta pentagonal que sirvió como modelo de varios otros castillos de menor tamaño construidos años después en América. En la parte que da a mar, su planta adquiere forma de estrella con tres puntas, y en la que da a tierra, una cortina de muralla que alberga en su centro la puerta, flanqueada por dos semi-baluartes y foso con puente estable y levadizo. Esta puerta tuvo su rastrillo, para lo cual se reutilizó el del Arco del Pópulo, entonces en desuso.
La distribución original constaba de una zona dedicada a cuarteles, otra para los pabellones, los almacenes y el aljibe, originariamente de pólvora. En el patio central se conserva el aljibe decorado con dibujos esquemáticos de barcos de la época. En dos intervenciones arqueológicas se han detectado restos de una factoría de salazón de época romana.
En el año 1693, reinando Carlos II, se construyó la capilla y la sacristía, con una sola nave cubierta con bóveda de cañón y coro alto al pie. La entrada, muy sobria, presenta un alerón apoyado en pilastras y una pequeña espadaña. En su interior existe un solo altar con retablo barroco que ha perdido el dorado, en él se veneran la imagen de Santa Catalina, San José, San Agustín, San Francisco y otros.
Se encuentra en buen estado de conservación, aunque algo transformado. En 1991 el Ministerio de Defensa dejó de hacer uso del castillo. Estuvo un tiempo abandonado, y tal vez por esa razón desapareció una preciosa imagen de Santa Catalina en forma de mosaico que estaba colocada sobre un pórtico interior del castillo. Con posterioridad, el Ministerio estableció un convenio con el Ayuntamiento de Cádiz, que se hizo cargo de él al objeto de rehabilitarlo a través de una escuela-taller y proyectar usos alternativos. En la actualidad, alberga en su interior dicha escuela-taller, y se prevé que sea la futura sede de una Escuela de Hostelería y Escuela de Idiomas.
El castillo, que externamente ofrece el impresionante aspecto de lo que en otros tiempos fue una gran fortaleza, no está aún bien acondicionado en su interior, dado que, por sus grandes dimensiones, las obras de rehabilitación durarán todavía algunos años. Algunas de las últimas restauraciones no han sido muy acertadas, como por ejemplo la responsable del cegamiento de las cañoneras y el uso de cemento en los muros.
En el año 1596 se produjo en la Bahía de Cádiz un asalto anglo-holandés que fue considerado un desastre para las fuerzas españolas. Al año siguiente, el rey Felipe II tomó la decisión de reforzar la plaza de Cádiz y el 25 de Octubre de 1597 promulgó una Real Cédula en la que ordenaba la construcción de este castillo. El trabajo se encomendó al ingeniero militar Cristóbal de Rojas, según proyecto aprobado por el rey el 9 de Febrero de 1598 y presupuestado inicialmente en cien mil ducados. Cristóbal de Rojas falleció antes de haber terminado la obra. El proyecto era más ambicioso de lo que al final se construyó. Por ejemplo, a vanguardia de la fortaleza se planeó construir un frente abaluartado que, junto al castillo, se convertiría en ciudadela de la ciudad. Las obras comenzaron a ejecutarse en el año 1598, siendo testimonio de ello la placa que figura en la puerta de acceso al castillo, escrita en latín, y que data del año siguiente. El castillo se finalizó, definitivamente y de forma oficial, el 5 de septiembre de 1621.
En el interior del castillo existe una capilla que fue construida en 1693 por mandato del rey Carlos II. Esta capilla fue dedicada a Santa Catalina de Alejandría y a la Purísima Concepción. Consta de espadaña, nave con bóveda de cañón y un pequeño coro. Contaba con algunas piezas artísticas de interés, tallas y objetos de culto que fueron trasladados al Gobierno Militar y a la Capilla Castrense. Entre ellos, un retablo barroco obra de la escuela de Saavedra, que incluía las figuras de Santa Catalina, San Francisco de Asís, San Diego de Alcalá, San José y San Agustín.
Por Real Orden de 29 de Agosto de 1769, Carlos III lo convirtió en prisión militar, si bien por sus especiales condiciones no fue dedicada a presos comunes, sino a personas de condición superior o "mayor carácter". Continuó siendo prisión militar durante mucho tiempo, y en él estuvieron cautivos liberales y próceres independentistas americanos, entre ellos el mariscal mejicano José Mariano de Abasolo, en 1816. En el castillo se conservan aún, y pueden visitarse, las mazmorras que se utilizaron durante siglos.
Con el paso de los siglos se proyectaron algunos destinos para el castillo, la mayoría de los cuales no se llevaron a efecto. Por ejemplo, en los archivos consta un proyecto del siglo XVIII en el que se preveía dar al castillo un mayor protagonismo militar, haciendo de él la verdadera "ciudadela" de Cádiz, si bien al final se desestimó la obra.
El importante valor estratégico que el castillo tuvo históricamente se perdió con el paso del tiempo. Por ello, en épocas recientes se diseñaron para él otros usos. En 1987, el general gobernador militar de la plaza don Joaquín Villalba presentó el proyecto de creación en el castillo de Santa Catalina del Centro Cultural Cristóbal de Rojas, en el que se pretendía albergar el Aula Militar de Cultura, la Biblioteca y Cartoteca del Gobierno Militar, un Museo Militar dedicado a asedios y ataques sufridos por Cádiz, salas de investigadores y reprografía (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Construcción defensiva levantada por el ingeniero militar Cristóbal de Rojas tras el saqueo anglo-holandés de 1596. Tiene planta de estrella de cinco puntas, tres de ellas orientadas hacia el agua y uno de los lados hacia la ciudad (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
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