Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura de "Abrahám y Melquisedec, Rey de Jerusalén", de Andrés Pérez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 9 de octubre, Conmemoración de San Abrahám, patriarca y padre de todos los creyentes, que, llamado por Dios, salió de su patria, la ciudad de Ur de Caldea, y peregrinó por la tierra que el Altísimo le había prometido a él y a sus descendientes. Manifestó toda su fe en Dios, esperando contra toda esperanza al no negarse a ofrecer en sacrificio al hijo unigénito, Isaac, que el Señor le había dado, ya anciano, de su esposa Sara [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para explicarte la pintura de "Abrahám y Melquisedec, Rey de Jerusalén", de Andrés Pérez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala XI del Museo de Bellas Artes, podemos contemplar la pintura "Abraham y Melquisedec, Rey de Jerusalem", de Andrés Pérez (1660-1727), siendo un óleo sobre lienzo, realizado en 1720 y con unas medidas de 1,31 x 2,61 m. Describe el pasaje del Génesis 14 (17-20) en el que Abraham, después de vencer a los elamitas aparece arrodillado ante Melchisedec, quien le bendice y al mismo tiempo le hace una ofrenda de pan y vino. Aparece un profundo escenario arquitectónico, resuelto en marcada perspectiva en la que se mueven numerosas figuras ataviadas con pertrechos militares que muestran una gran movilidad corporal y una gesticulación marcadamente teatral. Posee una simbología eucarística. Forma pareja con la obra "David ante Achimelec".
La representación de Abraham ante Melquisedech describe el pasaje del Génesis 14,17-20, en el que Abraham, después de vencer a los elamitas, acude a recibir la bendición de Melquisedech, rey de Salem (o Jerusalén) y sacerdote, quien le ofrece pan y vino, mientras que Abraham le entrega los diezmos de su botín (web oficial del Museo de Bellas Artes).
La representación de Abraham ante Melquisedech describe el pasaje del Génesis 14,17-20, en el que Abraham, después de vencer a los elamitas, acude a recibir la bendición de Melquisedech, rey de Salem (o Jerusalén) y sacerdote, quien le ofrece pan y vino, mientras que Abraham le entrega los diezmos de su botín (web oficial del Museo de Bellas Artes).
Andrés Pérez fue un artista de orden secundario que nació en Sevilla en 1660, y en esa misma ciudad murió en 1727. Su padre, el también pintor Francisco Pérez de Pineda, le encauzó en el oficio de la pintura, proporcionándole una formación imbuida en el espíritu murillesco. Sin embargo, a pesar de estos condicionamientos iniciales, Andrés Pérez supo crear un estilo con características propias, basado en el empleo de un hábil y correcto dibujo que le permitió crear figuras de amable expresividad. También acertó a incluir en sus obras amplios y profundos escenarios en los que incluyó imaginativas recreaciones o vistosos paisajes. Pese al reducido grupo de obras suyas que conocemos en nuestros días, puede señalarse que Andrés Pérez es uno de los artistas más originales de cuantos trabajaron en Sevilla en las últimas décadas del siglo XVII y las primeras del XVIII.
Las tres obras más interesantes que conocemos de Andrés Pérez se conservan en el Museo procedes de diferentes edificios religiosos de la ciudad. Dos de ellas son realmente de gran interés iconográfico y representan a Abraham ante Melquisedech y David ante Achimelech. Ambas estuvieron en el pasado atribuidas a Arteaga y Lucas Valdés, siendo D. Diego Angulo quien las relacionó acertadamente con Andrés Pérez; al advertirle su identidad de estilo con las obras firmadas por este artista.
La representación de Abraham ante Melchisedech describe el pasaje del Génesis 14, 17-20, en el que Abraham, después de vencer a los elamitas, acude a recibir la bendición de Melchisedech, rey de Salem y sacerdote, quien le ofrece pan y vino, mientras que Abraham le entrega los diezmos de su botín.
La segunda pintura describe la escena de David ante Achimelech, siguiendo el pasaje del Libro de Samuel 21, 20-10. En este episodio David pidió al sacerdote Achimelech cinco panes para repartir entre sus soldados hambrientos; el sacerdote, que en aquellos momentos no tenía pan normal, ofreció a David pan sagrado, con la condición de que los soldados estuviesen limpios de espíritu.
Ambas obras, cuya procedencia es desconocida, pero que debieron de llegar al Museo de alguna capilla sacramental desamortizada, poseen una clara iconografía eucarística, al ser los panes y el vino símbolos alusivos al misterio de la consagración del Cuero de Cristo. En ambas composiciones aparecen profundos escenarios arquitectónicos con amplias perspectivas animadas por multitud de soldados, con movida expresividad corporal (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Abraham, patriarca y padre de todos los creyentes;
Descendiente de Sem, el hijo mayor de Noé, jefe de clan en Ur de los caldeos (Ur estaba situada a orillas del bajo Eufrates, no lejos de la desembocadura en el golfo Pérsico, que entonces se adentraba mucho más profundamente en el territorio ¿Pero la Ur de la que habla la Biblia estaba en Caldea? Según Lods habría que buscarla en Armenia donde había abordado el arca de Noé), abandonó su patria con su mujer Sara y su sobrino Lot por orden de Dios, para dirigirse al país de Canaan (Génesis 11:31). Llegó a Harran, luego a Siquem en Palestina, remontando el curso del Eufrates. Esta emigración habría tenido lugar aproximadamente dos mil años antes de Cristo, en la época del rey legislador Hammurabi.
Una hambruna lo obligó a descender a Egipto. Hizo pasar a su mujer por su hermana porque temía que la belleza de aquella le acarreara disgustos; la dejó conducir el harén del faraón que en agradecimiento de su complacencia le regaló ovejas y bueyes, burras y camellos. Pero al saber que era su mujer, el faraón se la devolvió.
Se separó amistosamente de Lot y lo liberó de sus enemigos. Después de su victoria, ofreció el diezmo de su botín a Melquisedec, rey sacerdote de Salem (Jerusalén), que le ofreció el pan y el vino.
Su mujer Sara, estéril, introdujo en su lecho como concubina (Nebenfrau) a su sirviente egipcia Agar que parió un hijo, Ismael. Pero después de la visita de tres ángeles enviados por Dios, Sara dio a su vez un hijo legítimo a su marido centenario: Isaac. Celosa de su sirviente, Sara la hizo expulsar al desierto con su bartardo.
Dios, para poner a prueba a Abraham, le ordenó entonces sacrificar a su hijo Isaac, según la costumbre de las tribus semíticas de Palestina que consagraban el hijo primogénito a Dios. Abraham obedeció, pero en el último momento, un ángel (angelus ex machina) le hizo caer el cuchillo de las manos.
En esta agitada vida no faltan lo pintoresco y lo trágico. Pero lo que ha retenido el arte cristiano se limita casi únicamente a los hechos que los teólogos han podido interpretar como tipos o prefiguraciones de la vida del Salvador. El Nacimiento y la Circunsición de Isaac anuncian la Natividad y Circunsición de Jesús. El encuentro con Melquisedec es una figura de la Eucaristía. El sacrificio de Isaac se pone en paralelo con el Camino del Calvario. Así, es Cristo a quien se busca y descubre siempre a través de la leyenda de Abraham, como una aparición que irradia detrás de un velo.
Abraham no es sólo un patriarca de la Biblia, una prefiguración de Cristo; también es un héroe del Islam. La célebre iglesia de la Roca en Jerusalén, falsamente llamada mezquita de Omar, ha sido construida como un relicario para abrigar la sagrada roca sobre la cual Abraham preparó el sacrificio de Isaac: es, junto con la piedra negra de la Kaaba en La Meca, la reliquia más venerada por los musulmanes.
CULTO
Abraham era venerado en Mambré donde había recibido la visita de los tres ángeles que simbolizan la Trinidad. El emperador Constantino hizo construir allí una magnífica iglesia.
ICONOGRAFÍA
¿Cómo se ha representado a Abraham? Su tipo iconográfico fue fijado tempranamente en el arte judío. Un fresco de la sinagoga de Doura (siglo III) lo evoca con los rasgos de un anciano de cabello blanco, puesto que de acuerdo con la tradición, habría sido el primer hombre cuyos cabellos y barba encanecieron. Se le da como atributo un cuchillo, en alusión al sacrificio de su hijo. Los artistas de la Edad Media, anacrónicamente, lo revisten con una armadura de caballero cuando de vuelta de una guerra victoriosa se encuentra con Melquisedec.
EL ENCUENTRO DE ABRAM Y MELQUISEDEC
En ese doble gesto, la escolástica de la Edad Media descubre dos símbolos. Abran prefigura la Ofrenda de los Reyes Magos a Cristo al ofrecer el diezmo; el Sacrificio de Melquisedec consagrando el pan y el vino es una prefiguración de la Cena (por ello en el siglo XV se llamaba Melquisedec al viril de la custodia que guardaba la hostia consagrada). Así, ese tema privilegiado anuncia La Adoración de los Magos y La Santa Cena al mismo tiempo. Pero no es ésta, sin embargo, la opinión de Calvino para quien la ofrenda del pan y del vino no comporta significado simbólico alguno y sólo trata "de restaurar a la gente cansada por el camino y de vuelta de la batalla".
Esos dos aspectos del tema están a veces reunidos en la misma obra: por ejemplo en el retablo esmaltado de Nicola de Verdun (1181) donde Melquisedec aparece dos veces: recibiendo el diezmo y consagrando el pan y el vino. Pero habitualmente se eligió una u otra interpretación. El símbolo eucarístico es el preponderante, con gran ventaja.
En consecuencia, Melquisedec está representado como rey-sacerdote (summum sacerdos), lo cual se traduce en el lenguaje de los atributos con la corona que lleva sobre la cabeza y el cáliz o incensario que tiene en la mano. La corona suele reemplazarse por la tiara pontificia o la mitra episcopal (Patena de Hildesheim, Biblia Pauperum) (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Andrés Pérez, autor de la obra reseñada;
Andrés Pérez (Sevilla, 1669 – 1727). Pintor.
Nacido en la collación de San Marcos, hijo natural del pintor Francisco Pérez de Pineda, con quien se ha establecido la relación maestro-discípulo; aunque dada la naturaleza del parentesco no fue posible el vínculo, al no quedar reconocida la paternidad.
Habría que considerar, por tanto, otro magisterio, al menos puede explicarse de este modo la dependencia de otras corrientes creativas distintas de la murillesca que, supuestamente, fue la que influyó en su padre, y que le distinguen del conjunto de los sevillanos. Además, Pérez hizo abundante uso de estampas de diversa procedencia. Se ha reconocido la de Jean Coussin que interpreta en el Juicio Final del Museo de Bellas Artes de Sevilla. De acuerdo con la práctica habitual entre los del oficio, en la última década del siglo XVII tenía tienda propia, y desde entonces ejercía como maestro.
Sin embargo, todas sus obras firmadas datan del siglo siguiente. De 1707 eran las pinturas del tabernáculo de la parroquia sevillana de Santa Lucía, desaparecidas en el siglo XX, pasto de las llamas. Conocidos a través de viejas fotografías que muestran una versión de La Santa Cena sobre la puerta del sagrario y los episodios de Melchisedec ante Abraham y La caída del maná a los lados. Volvería a retomar la temática eucarística en los dos lienzos del Museo de Bellas Artes, que representan Melchisedec ante Abraham y David ante Achimelec, de procedencia desconocida, tal vez la capilla sacramental de San Nicolás, donde están atestiguadas sendas pinturas con el mismo contenido eucarístico. Constituyen composiciones de gran amplitud, con arquitecturas tratadas en forzadas perspectivas en las que se disponen numerosos personajes en organizados grupos y descritos de manera individualizada, todo ello resuelto con un cálido cromatismo.
El Juicio Final del Museo de Bellas Artes, firmado y fechado en 1713, que estuvo en el Convento sevillano de Capuchinos, acusa el arcaísmo compositivo, derivado del hecho de estar basado en el grabado de Coussin. Guarda gran relación formal con esta pintura el cuadro de Ánimas de la iglesia de San Juan de la Palma, que se encuentra muy dañado y puede tener la misma datación. La personalidad de su pintura ha permitido incrementar el catálogo en algunas obras más, con mayor o menor fundamento. Se le atribuyen las representaciones del Bautista bautizando y predicando que en la parroquia de San Bernardo ha depositado el Museo de Bellas Artes. También se le ha adjudicado el medio punto que pertenece a la propia institución museística con Cristo confesando a santo Domingo, que forma parte de una serie pintada en 1710 para los dominicos de San Pablo.
En la producción de Andrés Pérez forma un capítulo importante la pintura de flores, en la que trabaja con maestría. Su capacidad analítica en la descripción de estas formas naturales alcanza en algunos casos niveles de calidad inigualable en Sevilla. Suyas son varias guirnaldas con temas religiosos. La más conocida es la orla de San Joaquín con santa Ana y la Virgen, del Museo de Bellas Artes de Córdoba. Con una cartela de gran calidad plástica entre cuyos roleos se introducen las flores, componiendo diversos bouquets. Se le han atribuido otras representaciones de esta naturaleza menos convincentes, algunas que finalmente quedaron rechazadas (Fernando Quiles García, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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