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jueves, 9 de abril de 2020

El Altar del Jubileo, o Monumento, de Juan Laureano de Pina y Manuel Guerrero de Alcántara, en el brazo norte del crucero, de la Catedral de Santa María de la Sede


    Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Altar del Jubileo, o Monumento, de Juan Laureano de Pina y Manuel Guerrero Alcántara, en el brazo norte del crucero, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.  
      Hoy, 9 de abril, es Jueves Santo. La Iglesia comienza el Triduo pascual y evoca aquella Cena en la cual el Señor Jesús, en la noche que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofreciesen (Caeremoniale Episcoporum, nº 297). 
      Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Altar del Jubileo, o Monumento, de Juan Laureano de Pina y Manuel Guerrero de Alcántara, en el brazo norte del crucero, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  

     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar el Brazo Norte del Crucero, donde se ubica el Altar del Jubileo, o Monumento [nº 016 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede] (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
      El llamado Altar de Plata es un monumento efímero que se montaba para ensalzar las celebraciones litúrgicas y para mayor gloria del Sacramento. Antiguamente se levantaba ante el Altar Mayor durante las octavas del Corpus y de la Inmaculada.
      El proyecto inicial se debe al arcediano Mateo Vázquez de Leca, muy proclive a ambos cultos, que en el año 1.647 encargó al platero Mateo Gutiérrez la construcción de una urna con dos ángeles, que complementaran las piezas del ajuar eucarístico de la catedral que se exponían.
     En 1.672, el canónigo Francisco de la Puente Verástegui solicitó a Luis de Acosta la realización de un trono de plata y, nueve años después, el cabildo encomendaba al platero de la catedral, Diego de Gámez, la ejecución de un frontal de plata que sirviese de peana al trono. Sin embargo, el proyecto definitivo, con forma de retablo, altar de gradillas y remate de un gran sol, tal como se reproduce en la pintura de Domingo Martínez que se expone en el Pabellón de Entrada, se debe a los arzobispos Jaime de Palafox (1.685-1.701) y Luis de Salcedo (1.724-1.741) y a los plateros Juan Laureano de Pina y Manuel Guerrero de Alcántara. Este montaje incluía los bustos-relicario de San Pío y San Laureano (que actualmente se exponen en la Sacristía Mayor) y las esculturas de cuerpo entero de San Isidoro y San Leandro. Por último, entre 1.770-1.772, el canónigo Pedro José del Campo mandó construir una urna nueva y restaurar el conjunto a los plateros José Alexandre y Juan Bautista Zuloaga y al escultor Cayetano de Acosta, entre otros.  

    Durante la invasión francesa las piezas que conforman el altar fueron trasladadas a Cádiz para evitar el expolio, y estando allí se perdieron varias de sus partes, fundidas para sufragar gastos de guerra.
      Como puede apreciarse en la mencionada pintura de Domingo Martínez, el altar se configuró como una monumental estructura efímera desmontable, que servía de trono eucarístico para la apoteosis del Santísimo Sacramento, expuesto en un gran ostensorio con forma de sol que ocupaba el centro de este suntuoso y espectacular escenario de plata. 
   En la actualidad se expone permanentemente delante de la Puerta de la Concepción, En el centro, bajo el sol, se sitúa una imagen policromada de la Virgen de la Granada, de autor anónimo sevillano. A sus lados vemos las magníficas tallas en plata de San Isidoro y San Leandro, realizadas por Duque Cornejo y Guerrero de Alcántara. Ante ellos se muestran siete de los doce grandes candeleros de Andrés Segura, que el arzobispo de Méjico y virrey de Nueva España, Juan Antonio de Vizarrón, regaló en 1.741 al cabildo catedralicio.
     En la esquina izquierda más cercana al visitante podemos admirar un atril de plata, cincelado con forma de ángel, anónimo del siglo XVIII. En la esquina derecha de ese mismo lado se encuentran otro atril, este con la forma habitual, y una peana barroca con ciriales neoclásicos del siglo XIX, así como una cruz procesional de plata sobredorada con esmaltes, del XVII.
      El altar de plata era colocado en las festividades del Corpus y de la Inmaculada. La idea del mismo se debe al arcediano Mateo Vázquez de Leca, encargándose al platero Mateo Gutiérrez la construcción del mismo en 1647. En 1672, esta vez por iniciativa del canónigo Francisco de la Puente Verástegui, se le encarga al platero Luis de Acosta un trono para colocar el Santísimo Sacramento, "sobre el solio de ángeles". Posteriormente, en 1681, será el platero Diego de Gámez el que realice un frontal de plata que sirviese de peana al trono. Sin embargo, su estructura definitiva, a modo de retablo de tres calles con sol y corona de remate, no será realizada hasta las reformas de los obispos Jaime de Palafox (1685-1701) y Luis de Salcedo (1724-1741). 
     En esta ocasión, trabajarán en el mismo Juan Laureano de Pina y Manuel Guerrero de Alcántara. Más tarde, entre el 1 de julio de 1770 y el 30 de junio de 1772, por orden del canónigo Pedro José del Campo, fue nuevamente reformado por los plateros José Aleixandre y Juan Bautista Zuloaga, el entallador José de Rivera, el escultor Cayetano de Acosta, el carpintero Gregorio de Oviedo, el pintor Fernando de Cázeres, el hojalatero Francisco Gutiérrez y los herreros Dionisio Rodríguez y Juan Márquez. Durante la guerra de la Independencia, el altar fue trasladado a Cádiz, volviendo a Sevilla en 1814. En estas fechas se reparó por Juan Ruiz, aunque algunas de sus piezas habían sido fundidas para costear los gastos de la guerra.
      Actualmente, el altar es montado, en el brazo del crucero o a los pies de la nave central, durante la Semana Santa, para que sirva de Monumento (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Biografía de Juan Laureano de Pina, autor de la obra reseñada;
     Juan Laureano de Pina (Jerez de la Frontera, Cádiz, junio de 1642 – Sevilla, 11 de abril de 1723). Platero.
     Los primeros años de este longevo artífice trascurrieron en su ciudad natal, donde se formó e hizo sus primeros trabajos. En 1664 comenzó su fructífera carrera. En 1669 estaba concluyendo la urna que la cofradía del Calvario le encargó para la imagen de Cristo yacente, aunque no se estrenaría hasta el Viernes Santo de 1694. En 1674 concluyó el ostensorio de la parroquia de San Miguel que, frente a la obra anterior, marcaba un quiebro significativo en su trayectoria hacia las formas del barroco pleno. En Sevilla se encontró, al menos desde 1676, haciendo oficial su ingreso en el gremio, con el examen de maestro. Lo hizo a una edad muy avanzada, sin duda por la necesidad de cumplir con los requerimientos del oficio, que obligaba a superar la prueba para poder abrir tienda. En apenas unos meses estaba a disposición del Cabildo catedralicio, ocupándose de su platería. Inició entonces una trayectoria larga y jalonada por numerosas obras de singular importancia. Empezó por renovar el sagrario del altar mayor, en torno a 1687, construir un tabernáculo para la efigie de Santa Rosalía que había traído de Palermo el arzobispo Palafox (1688), y continuó con otros encargos del propio prelado. De especial relevancia es el altar eucarístico de las festividades litúrgicas, que con la intervención de Pina cobrará una nueva dimensión monumental, próxima a la que hoy tiene. De 1689 es la corona grande y de 1695 los rayos, legados por el propio prelado.
     Enviudaba en 1697 y volvió a contraer matrimonio en 1711 con Francisca Guerrero de Alcántara, tía de uno de los plateros más influyentes de la ciudad. Además, emparentó con el matrimonio de sus hijas con otros maestros de la ciudad, constituyendo así un verdadero clan que le permitió capitalizar los principales encargos de platería de mazonería hasta el primer cuarto del siglo. De esta época hay que señalar, al margen de la obra en la catedral, dos de las más importantes custodias realizadas en el barroco sevillano, la de la Magdalena y la que posee la sacramental de Santa María de la Mesa, en Utrera. La primera fue diseñada probablemente por Cristóbal Sánchez de la Rosa y realizada por Pina. La otra es fruto de un proceso más largo que rebajó el carácter unitario de la pieza, que hubo de tener de acuerdo con el diseño de Juan Laureano, el mismo que por las mismas fechas había utilizado para hacer el Sagrario de la parroquial de Morón de la Frontera. Obras que tienen en común detalles estructurales tan significativos como las columnas salomónicas.
     A medida que su popularidad se extendía por el reino sevillano, aumentó la participación de su taller. Por las poblaciones sevillanas se repartían otras obras, como una cruz para el Arahal, documentada, pero no identificada (1689), el copón de la parroquia de Alcalá del Río (1689), la cruz parroquial de Guillena (1707) o la cruz procesional de San Miguel de Morón. Ello sin olvidar un conjunto de piezas que trascienden estas fronteras: las obras de Tierra Santa, realizadas en la última década del siglo XVII. Está compuesto por un tabernáculo, un portapaz y un cuadro de la Sagrada Familia, todos ellos regalados por el propio artífice entre 1691 y 1699. Las últimas piezas llevan incisas sendas dedicatorias, la del portapaz dice así: “Ioannes Laureanus hispalensis, provintiae vaeticae in regon hispaniae offert hanc portam pacem sanctuario ubi natus est, beatus Ioannes Baptista. Anno Domini 1699”.
     Como colofón a su carrera hay que colocar dos piezas singulares hechas para la catedral sevillana, la lámpara que cuelga en el presbiterio del Sagrario, encargada por el arzobispo Arias, como complemento lumínico a la obra del altar (hecho en 1711 y entregado al año siguiente) y la urna de San Fernando. La urna, relicario de San Fernando, fue trabajo prolijo y que comienza prácticamente desde que el santo rey subió a los altares (1671) hasta 1719 (Fernando Quiles García, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre la Catedral de Santa María de la Sede, en ExplicArte Sevilla.

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