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lunes, 13 de abril de 2020

La Iglesia de San Hermenegildo


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la iglesia de San Hermenegildo, de Sevilla.   
      Hoy, 13 de abril, Memoria, en Tarragona, ciudad de Hispania, San Hermenegildo, mártir, que, siendo hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos, se convirtió a la fe católica por medio de San Leandro, obispo de Sevilla. Recluido en la cárcel por disposición del rey, al haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, el día de la fiesta de Pascua fue degollado por mandato de su propio padre (586)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II]. 
      Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la iglesia de San Hermenegildo, de Sevilla

      La Iglesia de San Hermenegildo [nº 107 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla] se encuentra en la calle Madre Dolores Márquez, 5; en el Barrio de San Gil, del Distrito Casco Antiguo.
     Una placa en la fachada de una iglesia junto a los restos de la antigua muralla almohade habla al viandante sobre la sangre de un rey visigodo. Fue Gestoso el que asentó la antigua tradición por la que Hermenegildo, el rey visigodo que fue proclamado santo como pudo ser declarado golpista y martirizado en una estancia situada en la conocida Puerta de Córdoba. Nada más lejos de la realidad. Entre otras cosas, porque las mismas fuentes originales dudan del lugar del martirio del rey que se sublevó contra su padre, y porque la Puerta de Córdoba es uno de los restos almohades de la antigua muralla de la ciudad, una edificación del siglo XII que queda bien lejos de un martirio que se produjo en el año 585.
      El origen de la iglesia dedicada al santo rey visigodo hay que buscarlo en una hermandad que, ya en el siglo XV, fundó un hospital con este título en la collación de San Julián, conocido como el del Cardenal por el patrocinio del cardenal Juan de Cervantes. La institución se trasladaría, a finales del siglo XV, al lugar actual, gracias a los esfuerzos de don Cristóbal Suárez de Ribera, que pasaría a la posteridad por el retrato que le realizó Diego Velázquez. En esta ubicación ya consta la existencia en el siglo XV de una capilla bajo la torre y la celebración de unas justas en honor del santo titular. La nueva iglesia se estrenó en 1616, con toda la solemnidad propia de la época. En el siglo XVIII se reedificaría parte de la iglesia y las legendarias celdas donde la leyenda situaba el martirio del santo titular. Ya en el siglo XIX (1837), comenzaría el proceso de unificación de los hospitales de la ciudad, desapareciendo la mayoría de ellos, que se concentrarían en el antiguo hospital de la Sangre o de las Cinco Llagas. Allí precisamente estaría durante unos años el retablo mayor de la iglesia, que volvió en 1847 a su situación original, aunque perdería el lienzo del titular, hoy conservado en el Museo de Bellas Artes.

      La iglesia, de gran simplicidad en su exterior (estaba adosada a las murallas), destaca por la elevada altura de su única nave, presentando al exterior una sencilla portada protobarroca de escasa decoración y una sencilla espadaña de un único cuerpo. El interior es un gran cajón rectangular con escasos elementos decorativos, apenas unos arcos rehundidos en los muros laterales donde se ubican algunos retablos. La nave se cubre con bóveda de cañón sobre arcos fajones y lunetos, abriéndose ventanas que contribuyen a iluminar el interior. El tramo de nave delante del presbiterio se cubre con una bóveda semiesférica que se sostiene sobre pechinas en las que aparecen pintados complicados escudos y alegorías, inspirados en los libros de emblemas del siglo XVII, completadas con inscripciones latinas que hacen alusión a la vida y virtudes del titular. Preside el presbiterio el interesante retablo mayor, coetáneo a la fecha de terminación de la iglesia. Es obra de dos cuerpos y tres calles, realizada en madera de roble sin policromar, con un clásico esquema compositivo ordenado mediante columnas y frontones rectos. No conserva el lienzo original del Tránsito de San Hermenegildo, cuadro de gran formato de Alonso Vázquez que se conserva en el Museo de Bellas Artes. No terminó Alonso Vázquez el resto de las pinturas del retablo, ya que se embarco camino de las Américas, siendo el pintor Juan de Uceda el que concluyó el conjunto. Preside la parte central del retablo una notable talla anónima de San Hermenegildo, una iconografía tradicional en la que el santo porta la palma del martirio, los grilletes de su prisión y la cruz que simboliza su resistencia frente a la herejía arriana. Por el resto del retablo se sitúan lienzos alusivos al santoral de la ciudad, como los dedicados a las santas Justa y Rufina, o el dedicado a San Laureano, presidiendo el primer cuerpo una escena alusiva a la apoteosis de San Hermenegildo. Una representación de Santa Gertrudis, otra de San Juan Bautista y la escena de la Anunciación en el ático completan un ciclo que escoltan los santos Pedro y Pablo el ático.

      En los muros laterales de la iglesia destaca una talla en piedra de la Virgen con el Niño, de posible origen tardogótico. Discretos son los retablos laterales, de estilo neoclásico y de imitación marmórea. También son discretas las esculturas que se sitúan en ellos, un San Fernando flanqueando por Santa Catalina y Santa Inés, una Virgen con el Niño entre San Francisco de Sales y San Juan de Ávila, y un retablo dedicado a San Juan Nepomuceno que aparece flanqueado por San Antón y San Francisco Javier, todas ellas del siglo XVIII.
      En un muro lateral se expone una copia del retrato de Cristóbal Suárez de Ribera, cuyo original de Velázquez se conserva en el Museo de Bellas Artes. El gran benefactor de la primitiva hermandad fundacional está enterrado en la capilla mayor de la iglesia desde su fallecimiento en octubre de 1618. A los pies de la iglesia se sitúa una tribuna con celosía bajo la que se sitúa una estancia que fue reedificada en 1871, un lugar donde la leyenda sitúa la estancia carcelaria de San Hermenegildo. (Manuel Jesús Roldán,  Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Hermenegildo;
   Hijo de un rey visigodo de España que se había sumado a la herejía arriana, se convirtió al catolicismo y rechazó la comunión de manos de un obispo arriano.
   A causa de tal rechazo, en 586, su padre lo hizo encarcelar en Sevilla y decapitar luego, de un hachazo.

   Canonizado por el papa Sixto Quinto en 1585, es uno de los patrones de Sevilla. Parte de sus reliquias fueron trasladadas al palacio de El Escorial por Felipe II.
ICONOGRAFÍA
   Tiene como atributos una corona real y un cetro, insignias de su origen; cadenas y un hacha, instrumentos de su martirio.
   A sus pies, el obispo arriano que intentó sin éxito hacerle abjurar de su fe, lleva la hostia (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
San Hermenegildo en la Historia de la Iglesia de Sevilla
   San Hermenegildo, hijo del rey Leovigildo, vino a Sevilla como gobernador de la Bética y aquí, convencido por su esposa y san Leandro, abandonó el arrianismo y pasó al catolicismo. Sublevado contra su padre fue encarcelado. Murió degollado en Tarragona al negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano en la pascua del año 585.
   Hasta el reinado de Teudis (531-548) no se sentirá en la Bética de una manera más real la presencia del dominio visigodo, hasta ese momento, con su capital situada en Tolosa, bastante alejada para ejercer una influencia eficiente. La población bética, y en concreto Sevilla, formada por hispano-romanos, de habla latina y de religión católica, vivían en una tierra generosa y fértil que les proporcionaba un alto nivel de vida. Precisamente Teudis casó con una noble hispano-romana, gracias a la cual, o mejor dicho, a la fortuna y tierras de su suegro, pudo reclutar en un cierto momento un ejército de dos mil lanceros.
   Esta preeminencia social le llevó al trono a la muerte de su antecesor Amalarico. Es Teudis el primer rey godo que vive ya permanentemente en España, en Barcelona y Sevilla.
   Pero una amenaza se cierne desde África. El imperio bizantino, bajo el reinado de Jus­tiniano (527-565), alimenta la esperanza de restaurar bajo su cetro el imperio romano perdi­do. El general Belisario ha derrotado a los vándalos de África y ha anexionado su territorio al imperio. Los bizantinos se hallan al otro lado del Estrecho, dispuestos a la ocupación de España. Teudis, en un ataque por sorpresa, tomó Ceuta. Pero un domingo, confiados inocentemente por el descanso dominical, fueron atacados por los bizantinos y derrotados. Poco después fue asesinado Teudis en su palacio (no se sabe dónde, tal vez Barcelona, Toledo o Sevilla) y le sustituye Teudiselo, un general libidinoso que duró en el trono un año y medio, muerto, éste sí, en su palacio de Sevilla mientras celebraba un banquete.
   Sube al trono Agila (549-554), que va a sentir los primeros brotes independentistas de los hispano-romanos del Sur. Córdoba se le hizo fuerte y no le prestó obediencia. Agila marchó sobre ella y cometió una profanación que indignó los sentimientos católicos de la población hispano-romana de la ciudad: la profanación del sepulcro del mártir san Acis­clo. Indignados los cordobeses, se levantaron contra la expedición de Agila, que derrotó. Agila huyó refugiándose en Mérida.
   Esta situación de debilidad en que se encontraba el rey godo, que no sólo perdió a su hijo, sino también el tesoro real y gran parte de su ejército, fue aprovechada por un noble llamado Atanagildo. Asentado en Sevilla, solicitó ayuda de los bizantinos, quienes vieron así la ocasión de pasar el Estrecho. Con la ayuda bizantina, Atanagildo obtuvo una resonante victoria en los campos de Sevilla sobre las huestes enviadas por Agila (552). Continuaron durante tres años las campañas guerreras, en que los godos se destrozaban en rivalidades internas con la complacencia de los bizantinos. Entonces, los partidarios  del rey Agila lo asesinaron en marzo de 555 en Mérida y proclamaron a Atanagildo. Pero cuando éste quiso alejar a los bizantinos de España porque ya habían cumplido su misión, era demasiado tarde. Habían ocupado una amplia franja costera que iba desde Sevilla hasta Cartagena. Atanagildo, convertido ya en rey de los godos, hubo de tomar a la fuerza la ciudad de Sevilla y empujar el dominio de los bizantinos un poco hacia el este, más allá de la ciudad de Carmona.
   Atanagildo fijó su residencia en Toledo, perdiendo Sevilla, por su situación fronteriza con los bizantinos, la capitalidad del reino. Contra todo pronóstico en los reyes godos, murió en su propia cama (567), aunque dejó el reino arruinado. Le sobrevivió su viuda Gogswintha, que realizará en esta historia un extraño papel.
   A Atanagildo le sigue Liuva (567-572), que asocia al trono muy pronto a su hermano Leovigildo (568-586). Y llegamos así a un momento excepcional de la historia de España y de la historia de la Iglesia de Sevilla. Leovigildo, Hermenegildo, Leandro de Sevilla, tres figuras para un momento clave en el ritmo de la historia patria: arrianismo o catolicismo, ¿qué religión predominará en el nuevo Estado?.
   Leovigildo -considerado por Isidoro de Sevilla y Juan de Bíclaro como un gran rey, a pesar de ser para ellos un adversario político- se encontró con una Hispania debilitada, aprisionada en el mediodía por la presencia bizantina, al norte por la Francia merovingia, al noroeste por el reino suevo, convertido al catolicismo, y al sur con la resistencia de las ciudades de la Bética.
   Su afán restaurador le llevó a concebir una Hispania única bajo un mismo credo religioso, el arrianismo, que profesaba el pueblo godo desde que se convirtió al cristianismo en el siglo IV bajo esta modalidad herética, que no reconocía la divinidad de Jesucristo y destruía así la Trinidad de Dios. Al mismo tiempo casó, tal vez por razones de estado, con Gogswintha, viuda de Atanagildo. Leovigildo combatió a los bizantinos, a los que arrebató importantes plazas. En la campaña de 572 se apoderó de Córdoba, que tanto hizo sufrir a Agila, y tras ella vinieron a su obediencia las demás ciudades del sur. Después marchó al norte, donde doblegó a los vascones y se apoderó de Cantabria. Cuando se hallaba en guerra con los suevos de Galicia, algo ocurre en la Bética que distrae su atención. Su hijo Hermenegildo se ha sublevado en la Bética y se ha declarado independiente.
   Motivos domésticos y no políticos impulsaron a Leovigildo a enviar a su hijo a la Bética como gobernador de la misma. Resultó que Hermenegildo casó, allá por el año 579, con la princesa franca Ingunda, de religión católica, hija de Sigeberto, rey de Austrasia (561-575) y de Brunekhilda, hija de Atanagildo y Gogswintha. Por tanto, la joven princesa Ingunda era nieta de Gogswintha, que la recibió en la corte toledana con todos los honores. Pero pronto la guapa princesa cayó en desgracia ante los ojos de Godswintha, quien según una crónica medieval era «tuerta del cuerpo y del alma».
   Godswintha, ferviente arriana, destilaba un anticatolicismo visceral y comenzó a odiar a la princesa Ingunda por ser católica. Su afán por convencerla y hacerla bautizar de nuevo bajo el rito arriano no dieron resultado. Gregorio de Tours relata los golpes que le infligió hasta hacerle sangre y la orden de ser arrojada a la piscina bautismal. Juan de Bíclaro es más comedido. Resuelve este asunto con estas dos palabras: domestica rixa, pelea de familia.
   Leovigildo, para evitar mayores males en su propia casa, envió la joven pareja a Sevilla, lejos de Toledo. Hermenegildo, asociado al trono con su padre, venía a la Bética con poder autonómico. En Sevilla se topó con una figura de extraordinaria talla: su recién consagrado arzobispo Leandro. Y las prédicas del buen arzobispo y los consejos de su esposa, convencieron a Hermenegildo, que abjuró del arrianismo y se convirtió al catolicismo, bautizándose con el nombre de Juan.
   Leovigildo, que luchaba por conseguir la unidad política y religiosa de la península bajo la fe arriana, ve que la cosa se le complica ahora con su hijo. La persuasión paterna y las llamadas al orden no surten efecto. Esto enfurece a Leovigildo que comienza una nueva persecución religiosa. Masona, obispo de Mérida, es desterrado. Lo mismo le ocurre a Leandro, que partió hacia Bizancio para interesar al emperador Mauricio de la situación de la Bética. Hermenegildo se hace fuerte en Andalucía y se proclama rey. Así lo atestiguan monedas de la época que conmemoran este hecho. La rebelión se ha consumado. Las tropas de Leovigildo llegan a las puertas mismas de Sevilla. Ya han tomado Osset (actual San Juan de Aznalfarache) y se aprestan a tomar Sevilla. Hermenegildo entrega la custodia de su esposa Ingunda y de su hijo pequeño Atanagildo a los bizantinos. Cuando Sevilla cae, Hermenegildo huye a Córdoba donde acosado se acoge al asilo de una iglesia. Corría el año 584. Su hermano Recaredo le persuade que se entregue a su padre. Así lo hace y, de prisión en prisión, un buen día del año 585 muere en Tarragona decapitado por su verdugo Sisberto al negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano. Su esposa Ingun­da y su hijo son enviados a Constantinopla por mar. Pero ella muere en un puerto de África y el niño pequeño, huérfano de padre y madre, se pierde en la corte imperial bizantina. Brunekhilda, madre de Ingunda, se preocupa por la suerte de su nieto y escribe a la empe­ratriz Constantina de Bizancio: «He perdido a mi hija; ya no me queda más que esta dulce prenda de su ternura. ¡Que no se pierda!... ¡Que mi aflicción por la muerte de mi yerno se alivie con la liberación de mi nieto!». Pero del pequeño nunca más se supo.
   No tuvo Hermenegildo buena prensa de sus contemporáneos. El mismo san Leandro, que lo convirtió, dio de esa guerra razón al padre y no al hijo. El lusitano Juan de Bíclaro, obispo de Gerona, y contemporáneo de estos hechos, escribe en su Crónica, año 579, que «reinando Leovigildo en una tranquila paz, una querella familiar perturba la seguridad de los adversarios. Pues en el mismo año su hijo Hermenegildo, asumiendo la tiranía a causa de la facción de la reina Godswintha, después de haberse rebelado, se encierra en Sevilla, e hizo que las demás ciudades y castillos se rebelasen juntamente con él contra su padre. Este hecho fue peor que una invasión de enemigos, tanto para los godos como para los romanos de España». Esta Crónica la culmina Juan de Bíclaro en el cuarto año del reinado de Recaredo, lo que podría indicar que su concisión o su silencio acerca de este tema podía estar motivado por no desagradar a Recaredo.
   ¿Le pasó lo mismo a san Isidoro? Este, sin embargo, escribe años después de la muerte de Recaredo, pero su actitud parece igualmente contraria al príncipe rebelde. En su Crónica escribe: «Los godos, divididos en dos bandos, a causa de Hermenegildo, se matan mutuamente». Y en su Historia Gothorum: «Venció, asimismo, después de someterle a un asedio, a su hijo Hermenegildo, que trataba de usurparle el mando». Para san Isidoro, Hermenegildo no fue santo de su devoción, y en la medida de lo posible trató de silenciarlo en escritos.
   Sólo el papa Gregorio Magno (590-604), amigo personal de san Leandro, contrasta con los testimonios anteriores, y en sus Diálogos glorifica a Hermenegildo como mártir y verdadero autor de la conversión  de los godos.  Sin embargo, unos años después, tras el concilio toledano, en su felicitación a Recaredo, silencia el nombre de Hermenegildo y hace recaer sobre Recaredo toda la gloria de la conversión de los godos.
   Es fuera de la Península donde a Hermenegildo se le considera mártir. Beda el Venerable (672-735) sigue en su Crónica a Gregorio Magno y considera a Hermenegildo como mártir. Pero en la Península, ni en las actas del concilio III de Toledo ni en los libros litúrgicos de la época posterior, aparece alusión alguna de san Hermenegildo mártir. Hay que situarse ya en el siglo XII, donde en la Historia Silense, en copia literal de los Diálogos de Gregorio Magno, aparece la versión  de un Hermenegildo mártir y, por tanto, santificado. Esta versión se afianza progresivamente en la España de la Reconquista. Alusiones a este tema aparecen en el Cronicón de Lucas de Tuy, llamado el Tudense, (nacido en León en la segunda mitad del siglo XII), en De rebus Hispaniae del arzobispo toledano Rodrigo Jiménez de Rada (+1247), en De preconiis Hispaniae de Gil de Zamora, y la coronación de esta tesis al ser recogida por Alfonso X el Sabio en su Crónica General. San Hermene­gildo no tuvo culto general hasta la época de Felipe II. El 14 de abril de 1585, mil años después de su muerte, fue canonizado por el papa Sixto V.
   Orlandis ofrece el siguiente juicio sobre el silencio o reticencia de las fuentes visigodas en torno a la figura de Hermenegildo. «Estos historiadores escribieron sus obras en las primeras décadas de la época visigodo-católica. La unidad religiosa se había logrado ya, por la conversión al Catolicismo de Recaredo y de los godos arrianos. En este nuevo contexto parece patente que razones de alta política impedían en España presentar a Hermenegildo -según hacían los «Diálogos» de Gregorio Magno- como el precursor en la fe de su hermano Recaredo, que había permanecido siempre fiel a Leovigildo y de éste había heredado la corona; ni considerar tampoco la rebelión romano-católica  de la Bética como un antecedente glorioso de la conversión de los gothi del reino, que la habían combatido y dominado con las armas. Esta fue seguramente la razón de que San Isidoro, en su Historia Gothorum pase como sobre ascuas en lo referente  a las luchas entre Hermenegildo y su padre, que despacha escuetamente en ocho palabras, y que al escribir en los «Varones ilustres» la biografía de su hermano Leandro no haga la menor alusión a sus relaciones con el príncipe católico. Esta parece ser también la causa del silencio, todavía más llamativo en torno a Hermenegildo en el Concilio III de Toledo, pese a que la solemne homilía ante la gran asamblea la pronunció San Leandro, que había convertido y bautizado en Sevilla a Hermenegildo y gestionado luego en Constantinopla la ayuda del Imperio. Parece claro que, a la hora de la conversión de los godos, el nombre  de Hermenegildo tenía más de recuerdo inoportuno que de precedente glorioso, para los artífices de aquella página extraordinaria de la historia española».
   Leovigildo murió en Toledo en la primavera de 876 y le sucedió pacíficamente su hijo Recaredo. Su primer acto de gobierno fue liquidar a Sisberto, verdugo de su hermano Hermenegildo (Carlos Ros, Sevilla Romana, Visigoda y Musulmanaa, en Historia de la Iglesia de Sevilla. Editorial Castillejo. Sevilla, 1992).
Conozcamos mejor la Biografía de San Hermenegildo (?, c. 564 – Tarragona, 585), mártir y santo.
   Es importante destacar que las fuentes para el conocimiento de la vida de Hermenegildo son escasas y en general claramente partidistas. Juan de Bíclaro e Isidoro, por el lado español, sólo se refieren a él para tratar de la conjura contra su padre y, sorprendentemente, ignoran los motivos religiosos de su muerte.
   El papa Gregorio Magno, en su libro de los Diálogos, trata de él como de un auténtico mártir, asesinado por negarse a recibir la comunión de manos arrianas. Gregorio de Tours, por su parte, detalla todas las circunstancias de su vida, sin olvidar los aspectos políticos y religiosos que se confunden en su trágica muerte.
   Se supone que Hermenegildo nació hacia el año 564, de la primera mujer de Leovigildo, asociado al trono desde el año 567 por su hermano Liuva y único Soberano tras la muerte de éste el año 573. Hacia el año 570 Leovigildo, al quedar viudo, desposó a Goswinta, viuda del rey Atanagildo. Hermenegildo casó el año 579 con una nieta de Goswinta, de nombre Ingonda, de religión católica. Su abuela intentó convertirla al arrianismo, llegando incluso a los malos tratos y a rebautizarla a la fuerza. Leovigildo, a fin de procurar la paz, alejó a la joven pareja de Toledo, encomendando a Hermenegildo el gobierno de la Bética con residencia en Sevilla. Allí, por influencia de su mujer y del obispo católico, san Leandro, se convirtió al catolicismo, lo que provocó las iras de su padre y madrastra. Fue llamado a la Corte de Toledo, pero el príncipe se negó, declarándose así en rebeldía.
   Hermenegildo, dispuesto a defender su nueva fe, pero también sus intereses políticos, buscó la ayuda de los bizantinos por el sur y de los suevos por el norte, lo que equivalía a declarar la guerra civil. Logró pronto el apoyo de ciudades como Mérida o Cáceres, pero Leovigildo contraatacó pronto. El año 580 convocó un concilio arriano en Toledo que suprimió la obligación de los católicos a rebautizarse, caso de convertirse al arrianismo, con lo que procuraba así atraerse al partido católico. Al ver el poco resultado de ésta y otras medidas de tolerancia, procedió contra los obispos católicos, deportando a muchos de sus sedes.
   En el plano militar recuperó Cáceres y Mérida el año 582, poniendo sitio a Sevilla, donde se había hecho fuerte su hijo. Dos años resistió la ciudad, pero, ante la imposibilidad de seguir aguantando el asedio, Hermenegildo huyó a Córdoba, donde fue hecho prisionero por su padre. Leovigildo lo desterró a Valencia, de donde debió de intentar huir hacia el reino franco.
   Capturado de nuevo y encarcelado en Tarragona, se negó a recibir la comunión de manos arrianas en la proximidad de la Pascua del año 585, aun sabiendo que éste era el único medio de congraciarse con su padre. En la misma cárcel fue asesinado por un tal Sisberto.
   Incomprensiblemente, la Iglesia española, aun después de la conversión al catolicismo de Recaredo, hermano de Hermenegildo, estableció una auténtica conjura de silencio sobre su figura. Su culto aparece a partir del siglo viii fuera de España e incluso es el único santo occidental venerado en el sinaxario de la Iglesia armena, pero en la Península Ibérica hay que esperar hasta el siglo xii para encontrar manifestaciones de un culto litúrgico. El papa Sixto V extendió en 1586 su culto a toda España y Urbano VIII introdujo su nombre en el Calendario de la Iglesia universal en 1636. Su fiesta se celebra el 13 de abril, día supuesto de su muerte, aunque sin fundamento alguno (Miguel C. Vivancos Gómez, OSB, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Horario de apertura de la Iglesia de San Hermenegildo:
     Domingos y festivos: de 12:00 a 14:00

Página web oficial de la Iglesia de San Hermenegildo:  www.sanhermenegildo.es.tl/Historia.htm

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