Hoy, 14 de abril, en Tui, en la región de Galicia, en España, memoria de Beato Pedro González "Telmo", presbítero de la Orden de Predicadores, que trató de ser tan humilde como en el pasado había deseado la gloria, y se entregó a ayudar a los más menesterosos, sobre todo a los marineros y a los pescadores (1246) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Palacio de San Telmo - la Presidencia de la Junta de Andalucía, de Sevilla.
El Palacio de San Telmo - Presidencia de la Junta de Andalucía [nº 60 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 42 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de Roma, 2; en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
Es uno de los edificios más representativos del barroco sevillano. Su historia está vinculada con la navegación a Indias, ya que en 1682 se iniciaron las obras de lo que sería la Universidad de Mareantes, institución que en 1788 se convirtió en Colegio de Marina o Seminario de Náutica para los jóvenes de la nobleza. Suprimidas las enseñanzas de Náutica en 1847, en 1849 los Duques de Montpensier adquieren el edificio y fijan en él su residencia. A su muerte, la Infanta doña Luisa dona el palacio al Arzobispado sevillano, quien desde 1901 establece en el mismo el Seminario Mayor de la Diócesis. En la actualidad es sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, habiendo sido rehabilitado conforme a los proyectos del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra.
El edificio es de planta rectangular, con cuatro torres en las esquinas y un gran patio central. La construcción se inició en 1682, siguiéndose las trazas de un grupo de arquitectos desconocidos. En una primera etapa que abarca desde 1682 hasta 1696, las obras estuvieron bajo la dirección de Antonio Rodríguez, quien al parecer actuó únicamente como maestro de obras. En una segunda fase, fechable entre 1722 y 1730, la construcción estuvo encomendada a Leonardo de Figueroa, a quien se debe la ejecución de la fachada principal, la gran portada situada en el centro de ésta, el patio o claustro grande y la capilla. La portada principal, concluida en 1734 por su hijo Antonio Matías de Figueroa, presenta tres cuerpos. El primero está compuesto por columnas, sobre las que se sitúa el balcón que configura el segundo cuerpo. Rodean el balcón, sostenido por atlantes con aspecto de indios y monstruos marinos, figuras alegóricas de las Ciencias y las Artes relacionadas con los y estudios de náutica. Remata el conjunto un ático, restaurado entre 1775 y 1796, en el que aparecen, en el centro, San Telmo y, en los laterales, San Fernando y San Hermenegildo.
La capilla, situada al fondo del gran patio central, es obra de Leonardo de Figueroa. Construida entre 1722 y 1723, y consagrada al año siguiente, tiene planta rectangular y una sola nave. Esta, que se articula por medio de pilastras corintias, se cubre con una bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos, apareciendo en el presbiterio una bóveda de cuarto de esfera. El retablo mayor, trazado por Domingo Martínez, es obra de José Maestre en 1723 y consta de banco, un cuerpo de tres calles y ático. En los laterales del primer cuerpo aparecen las esculturas de San Pedro y San Andrés, obras también de Maestre, situándose en el camarín central la imagen de Nuestra Señora del Buen Aire, pieza tallada en 1600 por Juan de Oviedo y reformada en 1725 por Duque Cornejo. Completan el conjunto las esculturas de San Fernando y San Hermenegildo, que aparerecen en el ático, y una serie de relieves eucarísticos en los laterales.
La bóveda de cuarto de esfera que cubre el presbiterio fue pintada por Domingo Martínez en torno a 1725, y representa a la Virgen del Buen Aire y una gloria con Santos. Los laterales del presbiterio están decorados por grandes lienzos, ejecutados asimismo por Domingo Martínez, en los que figuran diversas escenas de la vida de Jesucristo relacionadas con la juventud y el mar.
Al inicio del muro derecho se encuentra un retablo trazado hacia 1725 por Domingo Martínez, compuesto por banco, un cuerpo de tres calles y ático. En la hornacina central figura una escultura de San José y en las calles laterales aparecen las de San Joaquín y Santa Ana, todas ellas obras de Pedro Duque Cornejo. El retablo contiguo fue trazado en 1726 por Juan Tomás Díaz. Presenta esculturas del Crucificado, la Dolorosa y ángeles, obras de Pedro Duque Cornejo. A los pies del muro se halla un lienzo pintado por Domingo Martínez en el que se representa la Entrada de Jesucristo en Jerusalén. En el muro contrario se disponen dos retablos similares a los descritos, y de igual cronología. El primero está dedicado a San Telmo, siendo su traza de Bartolomé García de Santiago, mientras que la imagen titular es de Pedro Duque Cornejo. El segundo se dedica a San Antonio de Padua, siendo trazado por Domingo Martínez y realizado por Juan Tomás Díaz, correspondiendo la imagen titular a Pedro Duque Cornejo. En el tramo final de este mismo lado se sitúa un lienzo, compañero al de igual emplazamiento del otro muro, en el que Domingo Martínez representó a Jesús entre los doctores. En dos pilares figuran pequeñas urnas con bustos del Ecce Homo y la Dolorosa del estilo de Pedro de Mena. La nave y el sotocoro están decorados con pinturas. Los tres grandes tondos situados en el centro de la bóveda de la nave, en los que aparecen la Virgen, San Luis Rey de Francia y San Fernando Rey de Castilla, los ejecutó en 1850 Antonio Cabral Bejarano, realizando sus hijos Manuel y Francisco el resto de las pinturas (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia I. Diputación de Sevilla y Fundación José Manuel Lara, 2004).
Se trata de uno de los más hermosos edificios del barroco civil sevillano. Mandado construir por la Universidad de Mareantes como Colegio Seminario para enseñar el arte de navegar a jóvenes huérfanos, se inicia su construcción en 1661, a cargo del maestro Antonio Rodríguez y los maestros canteros Gómez Septier y Gil Galaon. A partir de aquí y a través de un período de construcción que abarca más de cien años -con largas interrupciones y con la sucesiva participación de maestros de obras y arquitectos- y que concluye en 1796. Sevilla contará con una de las estructuras arquitectónicas más precisas de cuantas se han instalado en la ciudad.
El edificio se proyectó a fines del siglo XVII, bajo la dirección de Antonio Rodríguez, pero su impulso definitivo lo sufre entrado el siglo XVIII, en que se pone al frente de la obra el gran arquitecto Leonardo de Figueroa, que diseñó la hermosa portada en la que interviene también su hijo Matías. Es uno de los edificios más hermosos del barroco civil sevillano, es de planta rectangular con torres en los cuatros ángulos, con un patio principal y cuatro laterales alrededor del cual giran las dependencias.
Su portada principal es quizás uno delos monumentos más típicos del estilo barroco, donde se conjugan una composición de tipo escenográfco con una gran riqueza ornamental de motivos neoplaterescos muy característicos de Leonardo de Figueroa y otros temas marineros. Esta se organiza sobre un basamento en el que se abren los vanos enmarcados por columnas de órdenes superpuestos, de decoración vegetal en los tres primeros pisos. Destacan en la decoración las figuras sobre ménsulas que componen rítmicamente el segundo piso y el balcón principal bajo un arco rebajado que apoya sobre pilastras y atlantes, en el ático, la figura de San Telmo, en el centro de un gran arco con entablamento y frontón partido apoyado sobre columnas y pilastras, flanqueando el conjunto las figuras de San Fernando y San Hermenegildo.
El patio es también notable por su riqueza ornamental en ladrillo y yeserías, cuyo primor destaca en la Torre del Reloj.
La iglesia se sitúa en el eje perpendicular a la fachada y patio principal. Es de una sola nave y está decorada también con yesería y figuras rurales, posee cuadros de Domingo Martínez del siglo XVIII y otros de Cabral Bejarano del XIX. La escalera principal, en el gran vestíbulo, se desarrolla sobre columnas, produciendo bellos efectos de perspectiva.
Mandado construir por la Universidad de Mareantes como Colegio-Seminario para enseñar el arte de navegar a los jóvenes huérfanos, se inicia su construcción en 1681, a cargo del maestro Antonio Rodríguez y los maestros canteros Gómez Septier y Gil Gataon. A partir de aquí tendrá lugar un periodo de construcción que abarca más de cien años y que concluye en 1796.
El largo periodo invertido en su construcción podría delimitarse en tres etapas sucesivas: la primera etapa (1682-1696), en la que en su final aún faltarían por construir la iglesia, el patio principal, la fachada a la calle y tres de los cuatro torreones. La segunda etapa (1722-1736) habrá de ser la más brillante, contando con la participación de Leonardo de Figueroa, que le conferirá la figuración definitiva que hoy presenta. En esta segunda etapa se acometerán las obras de la iglesia, el patio central, la fachada principal, claustros altos y bajos, escalera principal, rematándose la obra de la portada principal en 1734. Muerto Leonardo de Figueroa en 1730, dirige las obras su hijo Matías José hasta 1736, y parece ser que su trabajo se limita a terminar los proyectos en marcha de su padre y probablemente la decoración de la fachada exterior de la capilla.
Y será en la tercera etapa (1770-1796) en la que definitivamente concluyan las obras del seminario que, sin embargo, ya venía funcionando desde los últimos años del siglo XVII. Corresponde a esta fase la construcción del ala y torre norte y la escalera principal situada junto al zaguán de entrada.
El auge del Seminario de Mareantes duró hasta 1841; a partir de entonces comienza el declive, hasta el punto de llegar a clausurarse en el año 1844. En 1849 el gobierno de Isabel II ordena enajenar el Colegio-Seminario de San Telmo, para convertirlo en residencia de los Duques de Montpensier. Con motivo del nuevo destino del edificio se efectúan en él importantes obras de reforma que las llevará a cabo, probablemente, el arquitecto Balbino Marrón.
El día 2 de Febrero de 1897 muere en el palacio la infanta María Luisa, legando en su testamento el edificio a la archidiócesis de Sevilla, en la persona de su arzobispo, para que se instalara en el mismo un seminario eclesiástico. Ya en 1893 había cedido gran parte de sus jardines a la ciudad, que habrían de convertirse en el gran parque de Sevilla. En 1912 el arzobispo de Sevilla cedería 60.000 m2 de los jardines del palacio a los organizadores de la exposición iberoamericana, cesión que se concretará en 1926 en la venta de estos terrenos, discutible operación que permitirá reducir los jardines del palacio a la extensión que hoy presentan.
La obras de adaptación para este nuevo uso del edificio se van a llevar acabo bajo la dirección de Juan Talavera de la Vega, que realizará el proyecto de reforma hacia 1900. De la lectura de las plantas se desprende que las obras de restauración en el interior del palacio fueron trascendentales, pues cambiaron esencialmente su estructura en las alas norte y sur, confiriéndole una gran claridad a su disposición organizativa.
En 1926 se volverán a llevar a cabo trabajos de reforma en el palacio, esta vez con proyecto de José María de Basterra. Afectará, fundamentalmente, al sector sur del palacio y la operación consistirá en el vaciado general de la densa trama existente, con la construcción de dos grandes patios separados por una crujía de habitaciones que reproduce simétricamente la estructura compositiva del ala norte. Con esta actuación el palacio va a alcanzar su cota de mayor clarificación en cuanto a su estructura organizativa interior.
En 1926, Galnares Sagastizábal presentará un proyecto de reforma interior, con el único objetivo de ampliar el número de habitaciones, que afectará fuertemente al piso principal del ala norte del seminario.
Posteriormente se ejecutaron en él obras de restauración y adaptación para sede de la Junta de Andalucía a cargo del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El largo periodo invertido en su construcción podría delimitarse en tres etapas sucesivas: la primera etapa (1682-1696), en la que a su final aún faltaría por construir la iglesia, el patio principal, la fachada a la calle y tres de los cuatro torreones. La segunda etapa (1722-1736) habrá de ser la más brillante, contando con la participación de Leonardo de Figueroa que le conferirá la figuración definitiva que hoy presenta. En esta segunda etapa se acometerán las obras de la iglesia, el patio central, la fachada principal, claustros altos y bajos, escalera principal, remarcándose la obra de la portada principal en 1734. Muerto Leonardo de Figueroa en 1730, dirige las obras su hijo Matías José hasta 1736, y parece ser que su trabajo se limita a terminar los proyectos en marcha de su padre y probablemente la decoración de la fachada exterior de la capilla.
Y será en la tercera etapa (1770-1796) en la que definitivamente concluyan las obras del seminario, que, sin embargo, ya venía funcionando desde los últimos años del siglo XVII. Corresponde a esta fase la construcción del ala y torre norte y la escalera principal situada junto al zaguán de entrada.
El auge del Seminario de Mareantes duró hasta 1841: a partir de entonces comienza el declive, hasta el punto de llegar a clausurarse en el año 1844.
En 1849 el gobierno de Isabel II ordena enajenar el Colegio-Seminario de San Telmo, para convertirlo en residencia de los duques de Montpensier.
Con motivo del nuevo destino del edificio se efectúan en él importantes obras de reforma que las llevará a cabo, probablemente, el arquitecto Balbino Marrón.
La reforma afecta a la planta, fundamentalmente a sus alas izquierda y derecha. En su ala izquierda se abre un gran patio de mayores dimensiones incluso que el patio de honor, construyendo una crujía de mayor anchura en su fachada norte, dotando de una galería a la crujía principal que permite registrar los amplios salones, en ambas plantas, y clarificando enormemente el trazado de este ala izquierda del palacio. La conclusión del ala norte de la fachada trasera y la torre noreste, obras éstas últimas que le van a proporcionar al edificio una nueva fachada urbana lateral, pues la estructura de la planta original fiaba al eje central (en su secuencia: portada, zaguán, patio de honor y capilla) la organización figurativa de la única fachada emblemática del edificio, una fachada lateral que se verá potenciada con la incorporación, en 1895, de doce estatuas de sevillanos ilustres, obra de Susillo, que se situarán en la terraza norte, entre ambas torres.
Por cuanto se refiere al ala sur del palacio, la construcción del Salón de Fiestas, cuyo techo pintó Rafael Tejeo, rematado en la terraza por un antepecho de pilares de piedra y baranda de fundición con las figuras de San Luis y San Fernando enmarcando el balcón central semicircular.
El día 2 de febrero de 1897 muere en el palacio la infanta María Luisa, legando en su testamento el edificio a la archidiócesis de Sevilla, en la persona de su arzobispo, para que se instalara en el mismo un seminario eclesiástico. Ya en 1893 había cedido gran parte de sus jardines a la ciudad, que habrían de convertirse en el gran parque de Sevilla.
En 1912 el arzobispado de Sevilla cedería 60.000 m2 de los jardines del palacio a los organizadores de la exposición iberoamericana, cesión que se concretará en 1926 en la venta de estos terrenos, discutible operación que permitirá reducir los jardines del palacio a la extensión que hoy presentan.
Las obras de adaptación para este nuevo uso del edificio se van a llevar a cabo bajo la dirección de Juan Talavera de la Vega, que realizará el proyecto de reforma hacia 1900. De la lectura de las plantas se desprende que las obras ejecutadas en el interior del palacio fueron trascendentales, pues cambiaron sustancialmente la estructura en sus alas norte y sur, confiriéndole una gran claridad a su disposición organizativa. Así, en la zona norte establece dos nuevas alas en forma de cruz sobre el gran patio existente, que albergarán habitaciones en el piso alto sobre soportales en planta baja. En el ala derecha regularizará el trazado con la apertura de dos largos patios longitudinales, cruzados por pasarelas, en posición paralela al eje central del edificio.
En 1926 se volverán a llevar a cabo trabajos de reforma en el palacio, esta vez con proyecto de José Mª de Basterra. Afectará fundamentalmente, al sector sur del palacio y la operación consistirá en el vaciado general de la densa trama existente, con la construcción de dos grandes patios separados por una crujía de habitaciones que reproduce simétricamente la estructura compositiva del ala norte. Con esta actuación el palacio va a alcanzar su cota de mayor clarificación en cuanto a su estructura organizativa interior. El eje central será ahora verdaderamente un eje de simetría que reproduzca a uno y otro lado estructuras de ocupación similares.
En 1962, Galnares Sagastizábal presentará un proyecto de reforma interior, con el único objetivo de multiplicar el número de habitaciones, que afectará fuertemente al piso principal del ala norte del seminario. Supone, sin duda, la aportación más desafortunada de cuantas intervenciones han venido sucediéndose hasta esta fecha.
Pensamos que la demolición, en un posible y deseable cambio de uso del edificio, sería el destino más aconsejable a este conjunto de operaciones.
El edificio ocupa en planta baja una extensión aproximada de 9.175 m2, incluido patios, pero sin contar el jardín.
La superficie total construida del palacio, sin contar las dos entreplantas de camarillas correspondientes a la obra de 1962, y deduciendo patios, incluso en planta baja, asciende a 16.085 m2. distribuidos por plantas de la siguiente forma: semisótano, 900 m2; planta baja y primera entreplanta, 8.475 m2; planta alta, 6.185 m2; y planta segunda en torreones, 525 m2 (Guillermo Vázquez Consuegra, Cien edificios de Sevilla: susceptibles de reutilización para usos institucionales. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1988).
Su portada principal es quizás uno delos monumentos más típicos del estilo barroco, donde se conjugan una composición de tipo escenográfco con una gran riqueza ornamental de motivos neoplaterescos muy característicos de Leonardo de Figueroa y otros temas marineros. Esta se organiza sobre un basamento en el que se abren los vanos enmarcados por columnas de órdenes superpuestos, de decoración vegetal en los tres primeros pisos. Destacan en la decoración las figuras sobre ménsulas que componen rítmicamente el segundo piso y el balcón principal bajo un arco rebajado que apoya sobre pilastras y atlantes, en el ático, la figura de San Telmo, en el centro de un gran arco con entablamento y frontón partido apoyado sobre columnas y pilastras, flanqueando el conjunto las figuras de San Fernando y San Hermenegildo.
El patio es también notable por su riqueza ornamental en ladrillo y yeserías, cuyo primor destaca en la Torre del Reloj.
La iglesia se sitúa en el eje perpendicular a la fachada y patio principal. Es de una sola nave y está decorada también con yesería y figuras rurales, posee cuadros de Domingo Martínez del siglo XVIII y otros de Cabral Bejarano del XIX. La escalera principal, en el gran vestíbulo, se desarrolla sobre columnas, produciendo bellos efectos de perspectiva.
Mandado construir por la Universidad de Mareantes como Colegio-Seminario para enseñar el arte de navegar a los jóvenes huérfanos, se inicia su construcción en 1681, a cargo del maestro Antonio Rodríguez y los maestros canteros Gómez Septier y Gil Gataon. A partir de aquí tendrá lugar un periodo de construcción que abarca más de cien años y que concluye en 1796.
Y será en la tercera etapa (1770-1796) en la que definitivamente concluyan las obras del seminario que, sin embargo, ya venía funcionando desde los últimos años del siglo XVII. Corresponde a esta fase la construcción del ala y torre norte y la escalera principal situada junto al zaguán de entrada.
El día 2 de Febrero de 1897 muere en el palacio la infanta María Luisa, legando en su testamento el edificio a la archidiócesis de Sevilla, en la persona de su arzobispo, para que se instalara en el mismo un seminario eclesiástico. Ya en 1893 había cedido gran parte de sus jardines a la ciudad, que habrían de convertirse en el gran parque de Sevilla. En 1912 el arzobispo de Sevilla cedería 60.000 m2 de los jardines del palacio a los organizadores de la exposición iberoamericana, cesión que se concretará en 1926 en la venta de estos terrenos, discutible operación que permitirá reducir los jardines del palacio a la extensión que hoy presentan.
La obras de adaptación para este nuevo uso del edificio se van a llevar acabo bajo la dirección de Juan Talavera de la Vega, que realizará el proyecto de reforma hacia 1900. De la lectura de las plantas se desprende que las obras de restauración en el interior del palacio fueron trascendentales, pues cambiaron esencialmente su estructura en las alas norte y sur, confiriéndole una gran claridad a su disposición organizativa.
En 1926, Galnares Sagastizábal presentará un proyecto de reforma interior, con el único objetivo de ampliar el número de habitaciones, que afectará fuertemente al piso principal del ala norte del seminario.
Posteriormente se ejecutaron en él obras de restauración y adaptación para sede de la Junta de Andalucía a cargo del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía del Beato Pedro González "Telmo", presbítero;
Nació en la villa de Frómista, cerca de Palencia, por el año 1180 de padres muy cristianos y de familia distinguida. Fue bautizado en la parroquia de San Martin y le impusieron el nombre de Pedro González, aunque después será cambiado por Telmo, ya que todos los que de una u otra manera trabajan en el mar lo tomarán como Patrón y poderoso Intercesor ante el Señor. Estudió en la Universidad Palentina -tan famosa entonces- y pronto llamó la atención por sus cualidades para los estudios, en los que se le veía progresar a pasos de gigante.
El mundo y el porvenir, digamos también la suerte, le acompañaban. Los honores y los honoríficos cargos van sucediéndose uno tras otro: Doctorado universitario, Canónigo, Deán del Capitulo de Palencia... Parece que a la sombra de su tío todo le sale bien. ¿No pensará también su tío en que sea su sobrino quien le suceda en el obispado de Palencia? Pero otros eran los designios de Dios. El Señor se sirvió de un hecho, al parecer infantil y sin importancia alguna, para hacerle cambiar de ruta como hizo cambiar a Saulo en Pablo, camino de Damasco. También Telmo iba montado en un brioso caballo cuando, tratando de hacer una de sus gracias ante el público para llamar la atención, el caballo de un salto lo derribó bruscamente y cayó sobre un lodazal manchando aquellos vistosos vestidos de rica seda que vestía vanidosamente Se avergonzó al verse hecho una calamidad ante toda aquella gente que reía, se burlaba y hacía chascarrillos a su costa... "¿Cómo es posible esto?", se preguntó. Y allí mismo decidió cambiar de vida. Acudió presuroso a la puerta del convento de religiosos dominicos que había en la ciudad y pidió ser admitido a la Orden tomando el nombre de Fray Pedro... Con gran gozo de su alma hizo el noviciado y emitió los votos religiosos.
Llamaba la atención por su humildad y celo apostólico. Parecía un niño y encerraba un horno de fuego en su corazón. La obediencia le destinó a misionar por los pueblos, a predicar con fuego la Palabra de Dios. Recorrió muchas ciudades de España y Portugal dejando siempre atónitos a cuantos le contemplaban por el fuego que brotaba de sus labios y por la austeridad de vida que le acompañaba.
El Señor empezó a obrar por su medio toda clase de milagros en mar, tierra y aire. Cuantos se encomendaban a su poderosa intercesión notaban muy pronto su valioso auxilio. Parece ser que de aquí provino el patronazgo sobre el mar y sus hombres, a pesar de que quizá nunca lo surcó ni fue hijo de marineros. Para él el mundo era un mar de calamidades y había que trabajar para salir airosos de este mar embravecido con el ejemplo de la vida, evitando el pecado y practicando la virtud. Buen patronazgo para los hombres de mar, tierra y aire. Los grandes de su tiempo, reyes, obispos y otros príncipes le invitan a que les acompañe en sus correrías o misiones. Fray Pedro —Telmo para sus protegidos después— solo desea hacer el bien a todos y gastarse por Dios y por sus hermanos. Agotado y lleno de méritos muere en Tuy el 15 de abril de 1246 (www.aciprensa.com).
Conozcamos mejor la Biografía de San Telmo, presbítero;
Pedro González, San Telmo, (Frómista, Palencia, c. 1190 – Tuy, Pontevedra, c. 1246). Dominico (OP), asceta, confesor real, predicador, santo.
Una de las familias nobles que había en Frómista en el siglo XII eran los Gundisalvi. Es decir, los descendientes de González, cristianos viejos y cumplidores y con una buena posición económica. En esa familia nació Pedro González. No se conoce con exactitud la fecha de nacimiento. Teniendo en cuenta otros datos que aparecen en su vida, lo más lógico es que se produjera hacia 1190. Su educación comenzaría en la propia familia aprendiendo las primeras letras, las oraciones y los primeros rudimentos de la fe cristiana.
Dada la condición y posibilidades de su familia, es casi seguro que tuviera un preceptor particular. Esa formación se completaría en la escuela monástica de los benedictinos. Allí estudiaría la Gramática, Dialéctica y Retórica, y a continuación la Aritmética, Geometría, Astronomía y Música. Concluidos esos estudios, el alumno con cualidades era considerado apto para estudiar en centros superiores.
Le enviaron a la recién constituida Universidad de Palencia, tanto por su fama, su proximidad geográfica, como porque el obispo de la ciudad, Tello Téllez de Meneses, era tío suyo. En ese tiempo ya se enseñaba allí la Teología. El alumno que aprobaba los estudios quedaba capacitado para enseñar y ejercer cargos eclesiásticos y con poder para resolver litigios. La formación estaba orientada principalmente hacia el ministerio pastoral. Sus conocimientos de Biblia, Teología y Leyes le capacitaban para ejercer en la iglesia Catedral, donde trabajó con otros clérigos y llegó a canónigo. Quiso celebrar su nombramiento con una gran fiesta. Con sus mejores ropas y montado en un caballo ricamente enjaezado quiso recorrer la ciudad. El caballo se desbocó y le derribó en un lodazal. Oyó burlas y comentarios jocosos. Esto le ayudó a reconsiderar su vida y a darle un nuevo rumbo.
Decidió entrar en la recién fundada Orden de Predicadores.
Ya existía el Convento de San Pablo de Palencia, fundado por el mismo santo Domingo en 1219. Fue una decisión personal y meditada. Era un hombre con una buena posición eclesiástica y con un futuro prometedor. Conocía la vida y el ideal de los frailes. Podía haber elegido otro camino. Sin duda se sintió atraído por la pobreza evangélica, el rezo solemne en comunidad, el estudio constante de la verdad revelada y luego predicada frecuentemente al pueblo, aun en forma itinerante. Le atraía y estaba preparado. No faltó quien le quiso disuadir desaconsejando el cambio.
Un día, hacia 1220, se presentó a la puerta del convento pidiendo ser admitido en la comunidad. Los frailes le recibieron con alegría e ilusión. Le conocían.
Desde el principio se adaptó perfectamente a las reglas de la vida religiosa cumpliéndolas con escrupulosidad.
Superó la prueba del noviciado e hizo la profesión religiosa. Se propuso imitar a santo Domingo, especialmente en la oración y la predicación allí donde sus superiores le enviasen. Nacía así el predicador itinerante que fue durante toda su vida. Pasados cuatro o cinco años, salió de la ciudad para predicar en otras partes. Recorrió la diócesis de Palencia y otras de Castilla, León, Navarra, País Vasco, Aragón y Cataluña. Quedan testimonios de su paso por ellas en los conventos de la Orden. Predicaba en ambientes populares y en otros más reducidos y selectos. Los temas de predicación eran los normales de la época, una mezcla de cuestiones apocalípticas y adoctrinamiento moral de los oyentes para lograr el arrepentimiento y alentar a la práctica de las virtudes cristianas, temer y amar a Dios. Tenía dotes especiales para llegar al corazón de sus oyentes.
Su fama llegó hasta la Corte del rey Fernando III. Quiso que le acompañara en sus campañas de reconquista en Andalucía como confesor suyo y para el servicio religioso y pastoral de sus soldados. Era una guerra alentada y bendecida por los Papas, que concedieron indulgencias de cruzada. Creían cumplir así la voluntad de Dios. El Rey esperaba que sus sermones mejoraran cristianamente y enardecieran a su ejército y que sus devotas oraciones ayudaran a conseguir la victoria. Los oyentes eran distintos y bastante más difíciles de convertir y mejorar que los que había tenido hasta entonces. Había soldados bien dispuestos que le tenían por un santo y seguían sus consejos y otros más disolutos para quienes el fraile devoto era un pesado objeto de sus bromas y chanzas. Durante el tiempo que sirvió al Ejército tuvo que sufrir con paciencia muchas murmuraciones y falsos testimonios, especialmente por parte de algunos nobles, que llegaron a tenderle una trampa, en la que no cayó, con una mujer pública. No cayó en ella.
La campaña militar fue larga. Hubo muchos momentos de relajación y desaliento. El ambiente castrense no le gustaba. Cumplió lo mejor que pudo con sus obligaciones acatando la voluntad de sus superiores religiosos y civiles. No es extraño que internamente desease abandonar aquel ambiente. Tuvo que esperar hasta que acabó aquella campaña.
Cuando las conquistas de Jaén y Córdoba estuvieron consolidadas, dejó la vida castrense para dedicarse otra vez a las misiones populares. La etapa siguiente sería en Asturias, Galicia y norte de Portugal.
En Galicia se identificó plenamente con el carácter del pueblo gallego. Especialmente allí dejó el recuerdo imborrable de su predicación, de sus virtudes y de sus milagros. Es la etapa más fecunda y mejor conocida de su vida.
Santiago de Compostela era ya un concurridísimo centro de peregrinación y por ello un sitio ideal para el ministerio de la predicación a nacionales y extranjeros.
Una respetable tradición incluye a santo Domingo entre los peregrinos y no desaprovechó la ocasión para fundar allí el Convento de Bonaval, después llamado de Santo Domingo. Evidentemente, san Telmo fue enviado allí por los superiores. Se presupone que había quedado libre de su compromiso con el Rey y el Ejército. El convento era el centro de su acción apostólicas. Sus compañeros en aquel tiempo fueron fray Pedro de las Marinas y fray Miguel González, ambos con fama de santos por aquellos lugares.
Era costumbre que fuesen frailes experimentados. En las temporadas largas de predicación se albergaban en los hospitales para pobres y peregrinos o en las casas de los sacerdotes con cura de almas. En una de esas casas ocurrió una anécdota curiosa y un milagro. Él y su compañero llegaron a ella agotados y sedientos y pidieron algo de beber. El ama les dijo que sólo había en casa un poco de vino, pero que el párroco le había advertido muy seriamente de que no se lo diese absolutamente a nadie, por lo que pudiera pasar. Replicó el santo que Dios proveería. El ama les dio el vino encomendándose a Dios y se ausentó de casa temiendo la reacción del cura. Cuando volvió el sacerdote, pidió un trago de su vino. A1 ver el frasco se admiró de que estuviese lleno y de un vino muy bueno. Quiso saber lo sucedido. Se lo explicó el ama, tras lo cual fue a buscar al santo para ofrecerle su casa.
Hospedado en la casa de un sacerdote de un pueblo de Lugo, sufrió la misma tentación que en Andalucía, esta vez con una criada de la casa, que entró en su cuarto y le pidió que la dejase dormir allí. El santo, con serenidad, extendió carbones encendidos por la habitación y se acostó pidiéndola que hiciera lo mismo; ella escapó aterrorizada y contó lo sucedido.
Todos estos hechos acrecentaban su fama. El santoral de Tuy hace de él una clara descripción: cuerpo no muy grande, agradable a la vista, elegante, atractivo, de conversación agradable y tan equilibrado que se hacía querer de todos.
En Galicia apareció en su madurez todo lo que el santo llevaba de peregrino y predicador itinerante.
Después de sus sermones dedicaba todo el tiempo necesario para oír las confesiones de los pecadores arrepentidos y darles consejos más personales según sus circunstancias. Poco a poco se fue alejando de Santiago en dirección Sur. Sin proponérselo conscientemente, su destino final era la diócesis y ciudad de Tuy.
Siguiendo el curso de río Miño llegó hasta Rivadavia.
En el pueblo de Castrelo fue donde adquirió fama de constructor de puentes. Sus habitantes tenían un grave problema con las inundaciones del Miño. Era muy peligroso pasar de una parte a otra para realizar sus trabajos. Varias personas habían muerto ahogadas, por lo que se propuso construirles un puente seguro.
Escribió al rey Fernando III pidiéndole ayuda.
El Rey envió cartas a los nobles solicitando cooperación económica, sin que, según parece, la ayuda fuera demasiado generosa. El santo siguió adelante con el proyecto. Era una obra de envergadura y tenía que ser muy sólida por las características del terreno. Organizó a todos los habitantes y pusieron manos a la obra. Buscaron y acarrearon la piedra necesaria y otros materiales de construcción. E1 santo también trabajaba llevando piedras y mezclando la cal y la arena.
Para la tradición popular el puente es obra de Dios, de san Telmo, de la ayuda de los nobles, del trabajo de los más humildes y de la generosidad de los peces pues cuenta el libro de la leyenda de la ciudad de Tuy, y lo corroboraron testigos, que los peces se ofrecían al santo y a su compañero cuando la pesca escaseaba.
A pesar de estas tareas, san Telmo no desatendía su actividad apostólica ni su ascetismo. Predicaba a los trabajadores y por la noche se retiraba a alguna gruta para descansar un poco y hacer penitencia y oración.
El lugar que más frecuentaba era un monte abrupto cercano al puente. Dos grandes rocas formaban una especie de cueva, y allí edificó una pequeña ermita.
Cuando se terminó el puente, el santo se encaminó hacia Tuy. Fue el momento en que se adentró en tierras portuguesas. Llegó hasta Guimaraes y se hospedó en una casa hospital, como lo habían hecho otros dominicos que habían llegado hasta allí. Desplegó una gran actividad apostólica llegando hasta Braga, Oporto, Viana y Camiñas.
Por fin se dirigió hacia Tuy como nuevo centro de su actividad apostólica. Llevaba el mismo celo y mucha más experiencia y madurez. Allí se incrementó su fama de profeta y hombre de Dios. Evangelizaba en toda la región. En una de esas correrías sucedió otro hecho milagroso. Un sacerdote de Bayona, muy amigo suyo, le hizo saber que estaba muy enfermo y que deseaba verle. Buscó al otro fraile y se hizo acompañar de un joven seglar. Aunque era tarde, se pusieron en camino sin haber comido. Sus compañeros comenzaron a sentir hambre. Al fin el joven comentó en voz baja, lejos del santo, que el buen hombre anciano no se preocupaba por comer y no le preocupaba que ellos estuviesen hambrientos. E1 santo se detuvo y les esperó. Cuando llegaron a su altura le dijo al joven: “Ya que tienes hambre, ve detrás de aquella roca y encontrarás comida para hoy”. Encontraron un jarro de vino y unos panes muy blancos. Comieron. El santo les mandó dejar las sobras detrás de la misma piedra.
Comenzaron a caminar de nuevo, pero picados de la curiosidad se volvieron a mirar detrás de la piedra. Las sobras no estaban allí.
San Telmo se detuvo algún tiempo a predicar en Bayona y sus alrededores. Acudía muchísima gente a sus sermones. Comenzó otra vez a construir puentes. En el de la Ramallosa se produjo un milagro. Estaba predicando a los trabajadores cuando estalló una gran tormenta. Los oyentes comenzaron a retirarse y buscar algún refugio. El santo les mandó que se quedasen allí tranquilos, pues Dios haría que no sufrieran ningún daño. Hizo la señal de la cruz en dirección a la tormenta, las nubes se separaron y apareció el sol donde ellos estaban. La tormenta siguió lejos de ellos.
El hecho tuvo una gran repercusión.
Comenzaron a fallarle las fuerzas. Predicando la Cuaresma en los alrededores de Bayona pidió que no le siguieran los ancianos, los enfermos y los débiles.
Anunció también que su muerte estaba cercana y pidió que le encomendasen a Dios después de su muerte. Marchó hacia Tuy y su salud empeoró con unas fiebres malignas. Quiso ir a morir al Convento de Santiago. Se puso en camino, pero empeoró y tuvo que volver a Tuy. Se alojó en casa de un amigo, donde murió, hacia el año 1246. Llevaron su cuerpo en procesión, presidida por el obispo, a la Catedral y allí le dieron sepultura.
Galicia vive mirando al mar y muchos gallegos trabajan y trabajaban en él. El santo se preocupó siempre de sus necesidades espirituales y temporales. Había vivido entre ellos largo tiempo y no es extraño, por tanto, que confiasen en él como patrono de las gentes del mar con el nombre de san Telmo. Dos hechos milagrosos serían el fundamento de ese patronazgo. Seis testigos fiables de la villa de Valençia declararon en el proceso que habían oído a sus padres y abuelos contar que, estando el santo en Tuy, no había barco en el río Miño para pasar a Valençia. El santo pasaba a la gente poniendo su capa sobre el río tantas veces como hiciera falta. Y luego se la ponía completamente seca.
En la tradición portuguesa aparece otro hecho. Los marineros de una compañía portuguesa se presentan ante los nobles del rey Fernando III preguntando por fray Pedro González, que asistía a las tropas, pues les había salvado de un naufragio cierto asegurándoles que llegarían a salvo a su destino. Llevaban bastimento al ejército que combatía en Andalucía. Aseguraban que le habían visto y oído en la nave con su hábito, y que con su palabra había calmado la tempestad.
Al regresar a Lisboa, contaron el hecho a todo el mundo. Ese patronazgo se extendió pronto al norte de España, Portugal y luego a América.
El culto popular comenzó en seguida alimentado por los hechos milagrosos que empezaron a ocurrir en su tumba y con quienes se encomendaban a él. Empezó en su sepulcro y se propagó rápidamente, sobre todo en las regiones donde había predicado. La confirmación oficial llegó mucho más tarde, después de un voluminoso proceso, aprobado el 13 de diciembre de 1741 por el papa Benedicto XIV (Teodoro González García, OP, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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