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miércoles, 29 de abril de 2020

La pintura "Santa Catalina de Siena y Santa Lucía", de Francisco Varela, en los almacenes del Museo de Bellas Artes


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Santa Catalina de Siena y Santa Lucía", de Francisco Varela, en los almacenes del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     Hoy, 29 de abril, Fiesta de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, que, habiendo ingresado en las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, deseosa de conocer a Dios en sí misma y a sí misma en Dios, se esforzó en asemejarse a Cristo crucificado. Trabajó también enérgica e incansablemente por la paz, por el retorno del Romano Pontífice a la Urbe y por la unidad de la iglesia, y dejó espléndidos documentos llenos de doctrina espiritual (1380) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "Santa Catalina de Siena y Santa Lucía", de Francisco Varela, en los almacenes del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
      En los almacenes del Museo de Bellas Artes se encuentra la pintura "Santa Catalina de Siena y Santa Lucía", obra de Francisco Varela (h. 1580-1645), siendo un óleo sobre tabla en estilo barroco, pintado hacia 1638, con unas medidas de 31 x 62,5 cms., procedente del Convento de la Pasión, tras la desamortización.
      En esta tabla, de un fondo oscuro emergen, de medio cuerpo, las figuras de dos santas: Santa Catalina de Siena y Santa Lucía. Ambas están iluminadas por un foco de luz tenue que surge desde la izquierda de la composición, haciendo reconocibles sus volúmenes. Santa Catalina de Siena aparece vestida con sus hábitos de monja, y sosteniendo un sencillo crucifijo junto a unas azucenas, símbolo de su pureza. Santa Lucía, vestida con una túnica rosa y un manto azul, nos muestra con ambas manos un platillo con dos ojos, atributo de su martirio, mientras con su brazo izquierdo sostiene la palma martirial (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
      Poco conocido en el panorama de la pintura sevillana del primer tercio del siglo XVII es Francisco Varela, de quien se desconoce su fecha de nacimiento que debió de acontecer entre 1580 y 1585. Tampoco se poseen referencias sobre su proceso de aprendizaje, ignorándose quien pudo ser su maestro. Sus primeras referencias documentales aparecen en 1605 en Sevilla cuando ya contaba con taller propio, pudiéndose constatar que en adelante desplegó una intensa actividad pictórica que le convirtió en uno de los más relevantes artistas de la ciudad. Su muerte acaeció en 1645.
      Muy escasa es la obra conservada de Varela, lo que impide el conocimiento de su evolución estilística. En él puede deducirse una formación manierista desde la que fue orientándose progresivamente hacia la práctica del naturalismo, preparando el ambiente que a partir de 1625 servirá a Zurbarán para convertirse en el primer pintor de la ciudad.
      Las obras de Varela que posee el Museo de Bellas Artes de Sevilla no son de grandes dimensiones; proceden de un pequeño retablo pintado para la iglesia del convento de la Pasión de Sevilla que fue requisado en 1868. Fue realizado este retablo en la madurez de este artista, pudiéndose fechar por ello en torno a 1640. Sabemos que el retablo tenía en su centro una escultura de San Juan Evangelista que estaba acompañada por cuatro pinturas de Francisco Varela. En el banco del retablo figuraban dos representaciones de santas emparejadas; en la tabla izquierda figuraban Santa Catalina de Siena con Santa Lucía y en la derecha Santa Catalina de Alejandría con Santa Teresa de Jesús. En el cuerpo del retablo figuraban dos santos de figura entera disponiéndose San Cristóbal a la izquierda y San Agustín a la derecha.
      Son, por lo tanto, estas cuatro tablas las que actualmente forman el acervo pictórico de Varela en el Museo de Sevilla. De haberse conservado la escultura de San Juan hubiera sido posible en nuestros días la reconstrucción íntegra del retablo (Enrique Valdivieso González, La pintura en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia:
HISTORIA Y LEYENDA
      Santa dominica del siglo XIV cuya biografía ha sido desleída con prolija abundancia por su confesor Raimundo de Capua, y resumida por Tommaso Caffarini: es lo que se denomina Leyenda Mayor y la Leyenda menor. 
    Nacida en Siena hacia 1347 (Según Fawtier, la fecha de su nacimiento debería situarse diez años antes, hacia 1337), era la vigésimoquinta hija de un tintorero que se llamaba Jacopo Benincasa.
      A los siete años hizo votos de virginidad. Como su madre quería casarla, se rasuró la cabeza. Recibida en la tercera orden de Santo Domingo a los dieciséis años de edad, a pesar de la oposición familiar, vistió el hábito negro de las terciarias o Hermanas de la Penitencia (Mantellate).
      En el convento llevó una vida ascética que arruinó su frágil salud. Durante cincuenta días sólo se alimentó de hostias. Curó leprosos y cancerosos. Como el olor fétido de las supuraciones de una cancerosa le producía náuseas, se obligó a chupar el pus que drenaba la llaga.
     Para recompensarla de ese valor sobrehumano, Cristo le mostró la herida de su costado, al igual que una madre presenta el pecho a su recién nacido, y le permitió apoyar los labios en ella, luego la desposó místicamente poniéndole un anillo en el dedo.
      La seráfica virgen profesaba una devoción particular a Sana Inés de Montepulciano. Cuando Catalina visitó la tumba de Santa Inés, en peregrinación, y se inclinaba ante el cuerpo de la Santa para besarle el pie, ésta la levantó hasta la altura de sus labios.
      Se la glorificaba por haber contribuido a traer al papa Gregorio XI a Roma, desde Aviñón. En ocasión del gran cisma de Occidente, tomó partido por Urbano VI.
      Aspiraba a la corona del martirio. Ese consuelo se le negó. Murió en Roma en 1380. Su cuerpo reposa bajo el altar mayor de la iglesia dominica de Santa María sopra Minerva, cerca de Fra Angélico. Pero su cabeza fue reclamada por Siena, su ciudad natal.
      La mayor parte de los rasgos de su leyenda son de origen dudoso. Es cierto que la historia de su Estigmatización fue inventada por los dominicos para competir con San Francisco de Asís. Además, los franciscanos que creían reservar a su patrón el monopolio de este milagro, se empeñaron en discutir la autenticidad de los estigmas de la terciaria dominica.
      Los franciscanos insistían acerca de las "conformidades" de San Francisco de Asís con Cristo. Los dominicos hicieron otro tanto en favor de Santa Catalina de Siena. Es por ello que pretenden que murió a los treinta y tres años, la presunta edad de Jesús en el momento de su Crucifixión. Y hasta le otorgaron el título de esposa de Cristo: "sponsa Christi".
      De ahí nació la leyenda de su Matrimonio místico con Cristo, que es una copia de la leyenda de su homónima, Santa Catalina de Alejandría.
CULTO
      Catalina fue canonizada en 1461 por su compatriota, el humanista de Siena Eneas Sylvius Piccolomini, elegido papa con el nombre de Pío II.
      En Siena se la llamaba La Santa, a secas, de la misma manera que San Antonio, en Padua, era Il Santo.
      Demasiado tardía como para reivindicar los patronazgos de las corporaciones, ya provistos, su culto se habría mantenido en Siena, local, como el de los Santos Ansano y Galgano, si no lo hubiese difundido la orden de Santo Domingo y el papado.
ICONOGRAFÍA
      No existe retrato auténtico de Santa Catalina de Siena.
     El fresco atribuido a Andrea Vanni en la iglesia de S. Domenico in Camporeggi, al igual que el busto relicario (Sacra Testa) falsamente atribuido a Jacopo della Quercia, que posee la Biblioteca comunal de Siena, son ciertamente obras posteriores a su muerte. La pintura data aproximadamente de 1390 y la cabeza relicario de cobre repujado es del siglo XV.
     Por lo tanto, su iconografía es convencional.
      Vestida con una túnica blanca y el manto negro de las dominicas, lleva en la mano el lirio simbólico de las vírgenes o un crucifijo.
      A veces tiene como atributo un corazón, porque Jesús le habría dado su corazón a cambio del suyo. Tiene la frente ceñida por una corona de espinas, porque cuando Cristo, la invitó a elegir entre una corona de oro y otra de espinas, optó por la segunda. Por último, a la manera de San Francisco, se caracteriza por sus estigmas, de los cuales, a veces, brotan lirios  (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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