Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Santa Ángela de la Cruz, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 5 de noviembre, aniversario de la beatificación de Santa Ángela de la Cruz (5 de noviembre de 1982), es la Festividad, en Sevilla, en España, Santa Ángela de la Cruz Guerrero González, virgen, fundadora del Instituto de Hermanas de la Compañía de la Cruz, que no se reservó derecho ninguno para sí, sino que lo dejó todo para los pobres, a quienes acostumbraba a llamar sus "señores", sirviéndoles de verdad (1932) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para Explicarte la calle Santa Ángela de la Cruz, de Sevilla, que dando un paseo por ella.
La calle San Isidoro es, en el Callejero de Sevilla, una vía que se encuentra en el Barrio de la Encarnación-Regina, del Distrito Casco Antiguo, y va de la confluencia de la calle Imagen y plaza de San Pedro, a la confluencia de las calles Gerona, y San Juan de la Palma.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una calle, está dedicada a Santa Ángela de la Cruz, santa sevillana fundadora de la congregación de las Hermanas de la Cruz, que tiene su casa madre en dicha calle.
La primera referencia documental a este espacio es de 1499. En la misma se describe como la "calle que viene desde la iglesia de sant Pedro hazia la calle del teniente Montedoca" (Sec. 15, 1999, Labores), pero ya en los primeros años del s. XVI se conoce indistintamente como San Pedro (1503) y Ancha de San Pedro, por obvia referencia al templo parroquial. Desde 1613 al menos, aparece nombrada Alcázares, porque en ella tenía su casa solariega la familia Alcázar, en el edificio que hoy ocupa la comunidad de Hermanas de la Cruz. Este nombre lo mantuvo ininterrumpidamente hasta 1932, en que por acuerdo municipal fue rotulada Sor Ángela de la Cruz, en honor de la religiosa sevillana Angela Guerrero (1846-1932), fundadora de la citada comunidad, beatificada en 1982 por el papa Juan Pablo II y cuya figura goza de gran devoción popular. Para evitar la desaparición de un topónimo tan arraigado en la ciudad como Alcázares, éste pasó a designar a la próxima calle del Coliseo. Según González de León, en algún momento se llamó también Zapateros, con anterioridad a Alcázares, aunque no se conoce documentación que lo avale. Y también calle de don Pedro de Alcázar (s. XVII), posiblemente en concurrencia con Alcázares.
Por la izquierda desembocan en ella Alcázares y Jerónimo Hernández. Es bastante ancha en su arranque, delante de la parroquia de San Pedro, donde existe un pequeño jardín que rodea a la escultura en piedra de Sor Angela de la Cruz. Se estrecha notablemente a partir de la casa núm. 3, donde forma un recodo, frente al muro trasero del convento de Santa Inés, que ocupa prácticamente toda la acera derecha hasta el cruce con Alcázares. A partir de este punto la calle vuelve a ensancharse hasta su final. La amplitud de este segundo tramo contrasta con la angostura anterior y es, sin duda, producto de algunas alineaciones de la segunda mitad del XIX y principios del XX. La apertura de Jerónimo Hernández en 1879 debió contribuir también a ello, de igual modo que el derribo de la calle Imagen en los años cincuenta de nuestro siglo facilitó la amplitud del primer tramo. Antes incluso de la apertura de Jerónimo Hernández existió un proyecto, no iniciado, de prolongar la actual Alcázares hasta Doña María Coronel, a través del jardín del convento de Santa Inés.
Su importancia histórica es grande. Quizás por ello existe abundante información documental sobre empedrados (al menos desde 1503) y adoquinados (en la temprana fecha de 1859), con sucesivos arreglos. Hoy su pavimento es asfáltico, con aceras de losetas, muy anchas en el primer tramo. Está iluminada con farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas. A partir de la equina con Alcázares canaliza el tráfico de vehículos procedentes de la plaza de la Encarnación. Siempre fue Santa Ángela de la Cruz calle de intenso trasiego de carros y caballerías, en especial a partir de la creación del mercado de la Encarnación y la apertura de Jerónimo Hernández. Por ello menudean en la prensa decimonónica las quejas de los vecinos sobre fangos, aguas sucias y deficiente estado de su pavimento, cuyo arreglo se solicita por transitar por la calle "las diligencias, los correos, carros de las verduras, los de la limpieza pública, las galeras y arriería para la Alhóndiga..." Abundan las casas tradicionales sevillanas de tres plantas, en alternancia con construcciones más recientes. Varias de aquéllas poseen cierros y enrejados interesantes. En su mayoría son unifamiliares, si bien hay algunas, como la núm. 3, que, en contra de lo que su fachada sugiere, da cabida a numerosos pisos interiores, algo pobres de luz.
La calle posee cierta monumentalidad. En ella se ubica la parroquia de San Pedro, de estilo gótico-mudéjar del s XIV, muy retocada en los siglos XVI y XVII , donde tiene su sede la cofradía del Cristo de Burgos. En su pila bautismal recibió las aguas el pintor Diego Velázquez. La casa núm. 4 es el antiguo palacio de la familia Alcázar, a la que pertenecieron notables figuras de la vida sevillana de los siglos XVI v XVII, entre ellas el poeta Baltasar del Alcázar. Conserva sobre todo un bello patio de columnas y el antiguo apeadero de la casa. En el s. XIX habitaban en ella los condes de Miraflores de los Ángeles, padres del poeta Fernando Villalón, que nació en este palacio en 1861. Posteriormente se estableció allí la comunidad de las Hermanas de la Cruz, fundada por Santa Ángela de la Cruz, enterrada en su iglesia. Este hecho da a la calle una significación especial, habida cuenta lo que esa comunidad representa en Sevilla por la ejemplaridad y el valor de sus obras asistenciales. Estampa característica de la misma es el trasiego de personas en la portería del convento o el silente pasar de las hermanas emparejadas camino de sus misiones caritativas, así como el desfile de las cofradías de la Amargura y la Macarena, cuya detención ante el convento de las Hermanas de la Cruz, en la madrugada del Viernes Santo, congrega a numeroso público. Tiene también interés la casa núm. 11, edificio de tres plantas, en cuyo interior existe un patio de columnas. Está ocupado por el Colegio San Francisco de Paula, y en el siglo XIX tuvo allí su sede, al parecer, el Real Colegio de Farmacia de San Antonio de Padua. Cumple la calle funciones residenciales, aunque posee algunos servicios (colegio, aparcamiento, tiendas de alimentación y una de las pocas fábricas de hielo que aún perduran en Sevilla, en el núm. 39). Según Santiago Montoto, hubo en ella dos teatros de corta vida, uno en el s. XVII y otro en el XIX. En una de su casas nació el escritor decimonónico, amigo de Bécquer, Narciso Campillo, y en dos de ellas pasó su infancia el poeta Rafael Lasso de la Vega, antes de su marcha a Madrid [Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Santa Ángela de la Cruz, 4. Este edificio corresponde a la antigua casa de los Alcázares, que hoy ocupan las Hermanas de la Cruz, conservando entre otras partes el hermoso patio de columnas y el apeadero.
Santa Ángela de la Cruz, 11. Edificio de tres plantas en la crujía de fachada, la última moderna, en cuyo interior existe un patio de columnas [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la vida y obra de Santa Ángela de la Cruz. virgen;
"Cuando pregunten quiénes son las Hermanas de la Cruz, se debe contestar, sin que se expongan a equivocarse: esta comunidad es una comunidad de muertas". Contundente frase para una comunidad muy viva, la que el día 2 de agosto de 1875, festividad de Nuestra Señora de los Ángeles, nacía de forma oficial en un cuarto con derecho a cocina de la casa número 13 de la calle San Luis: la Compañía de las Hermanas de la Cruz.
Ángela Guerrero González, sor Ángela de la Cruz, nació el 30 de enero de 1846 en Sevilla en una familia sencilla. Sus padres, Francisco Guerrero y Josefa González, tuvieron catorce hijos, pero solo seis llegaron a mayores de edad, un ejemplo del alto índice de mortalidad infantil que afectó a la Sevilla del siglo XIX. A los tres días de su nacimiento, fue bautizada en la parroquia de Santa Lucía, iglesia gótica-mudéjar expropiada por la Revolución del 68 y que hoy subsiste como sede de la Agencia Andaluza del Flamenco. Sus padres trabajaban en el cercano monasterio de la Santísima Trinidad como cocinero del convento y la madre lavando y cosiendo las ropas de los frailes. Cuentan que de su madre, a la que llamarían las Hermanas de la Cruz la "Abuelita" por ser la madre de la fundadora, aprendió Angelita Guerrero su religiosidad y el amor exagerado a la limpieza, tan distintivos de la Compañía. Desde muy pequeña, frecuentaba la parroquia de Santa Lucía y el lugar preferido de sus plegarias era el altar de la Virgen de la Salud, que hoy preside la capilla donde se venera su cuerpo incorrupto. Su formación inicial fue escasa, algo habitual entre las niñas de su tiempo. Sus primeros estudios los realiza en lo que entonces se conocía como una miguilla, pequeña escuela donde aprendería a leer, escribir, y algunas reglas básicas. Pronto empezaría a trabajar, con doce o trece años entró en el taller de calzado Maldonado, en la entonces llamada calle del Huevo, hoy Feijoo. En poco tiempo alcanzaría el nivel de oficiala de primera clase. Junto al aprendizaje en el taller, su infancia y juventud estuvieron marcadas por su intensa vida de oración y sus severas penitencias: desde su descanso en una tabla, a su cilicio como escapulario o sus frecuentes ayunos.
De 1862 a 1865, Ángela reparte su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares pobres que visita. En 1865 sufrió la epidemia de cólera que afectó a la ciudad, trabajando día y noche para ayudar a hombres, mujeres y niños castigados tan duramente por la miseria en la Sevilla de los corrales de vecinos. Ese mismo año puso en conocimiento de su confesor, el padre Torres, su voluntad de "meterse a monja" El padre Torres era conocido como el santero de Sevilla por su fama de santidad y por la altura espiritual de sus dirigidas, entre las que se encontraban sor Bárbara de Santo Domingo, dominica de Madre de Dios, y sor María Florencia Trinidad, Madre Sacramento, monja mercedaria de San José. El padre Torres fue consultor del Concilio Vaticano I y canónigo de la Catedral de Sevilla, siendo conocido por su vida austera y penitente. Ángela quiso entrar en el convento de las Teresas del barrio de Santa Cruz de Sevilla, aunque las carmelitas no la admitieron por temor a que su menuda constitución física no pudiera soportar la dureza de la vida en el convento.
Después ingresaría en las Hermanas de la Caridad. Llegó a vestir el hábito, pero hubo de salir del convento al enfermar. Sufrió vómitos continuos que le impedían retener los alimentos y fuertes dolores de estómago. Para su cura la enviaron a Cuenca y a Valencia, pero fue inútil. Volvió a Sevilla, a la Casa Cuna, pero tuvo que abandonar por el resentimiento de su salud.
En 1871 redacta un escrito, a modo de votos, donde se compromete a vivir según el Evangelio. "Seré monja en el mundo", fue la idea que Ángela llevaría a cabo el resto de su vida. Cada año renueva sus votos y el día de la Inmaculada de 1873, con licencia del padre Torres, formuló sus votos perpetuos. En esas fechas recibe la autorización para usar un nuevo apellido que le acompañará para siempre: de la Cruz. Su idea de comunidad y de vida se plasma en "hacerse pobre con los pobres", recibiendo la indicación del padre Torres de recopilar sus pensamientos por escrito. Comienzan aquí sus primeros textos, cargados de misticismo, de esquemas organizativos para la futura compañía y hasta de faltas de ortografía. Imagina el ajuar, las comidas, horarios, visitas a los enfermos... con un rigor que llegará a suavizar el mismo padre Torres.
Tres serán sus primeras compañeras en el origen de la congregación. Josefa de la Peña, una terciaria franciscana con cierto nivel económico, que había decidido dar el paso de dedicar su vida a los pobres; Juana María Castro y Juana Magadán, dos jóvenes de origen más humilde. Con el dinero de Josefa Peña consiguen alquilar su primera casa: un cuartito en la casa número 13 de la calle San Luis, y desde allí organizan su servicio de asistencia a los necesitados a lo largo del día y de la noche. Pronto se corre la voz de que unas monjas de la calle San Luis socorren a la gente y se ven muy solicitadas, tanto que duplican las rondas de petición de limosnas para atender a todos los que llaman a sus puertas. Poco después se trasladan al número 8 de la calle Hombre de Piedra, en las cercanías de la Alameda de Hércules, y comienzan a adquirir fama en los ambientes religiosos de la ciudad. Estrenan hábito y, a pesar de su juventud, las compañeras comienzan a llamar "madre" a Ángela. Compaginan su atención a los pobres con duras penitencias y mortificaciones, y a finales de 1876 consiguen la admisión y bendición del cardenal Spínola. En diciembre el cardenal las autorizó a vestir los hábitos, que el padre Torres bendijo el día de Navidad. De esa fecha es la primera foto de sor Ángela. Tenía 29 años. Acuden las vocaciones a la casa de Hombre de Piedra y pronto son ya doce monjas las que forman la comunidad. Consiguen en esta época las hermanas sus tarimas para dormir. Hubo críticas a la exageración sus penitencias y sus caridades. Sería el padre Torres el que zanjaría la cuestión: "Quiten el rigor a las Hermanas de la Cruz y serán todo menos Hermanas de la Cruz". En el mismo año 1876 se declaró una epidemia de viruela en Sevilla, ello hizo que las Hermanas de la Cruz intensificaron sus esfuerzos de ayuda a pobres y enfermos, causando su labor gran admiración en todos los estamentos de la ciudad.
Su método de trabajo es siempre el mismo, acuden por parejas a casa de los enfermos que las necesitan, mientras una atiende al paciente sentada a su lado, la segunda realiza las actividades del hogar.
En mayo de ese año las hermanas consiguieron tener el oratorio en su casa, una donación del marqués de Casa León en la calle Lerena. El día 1 de junio de 1876 ofició la primera misa en el nuevo oratorio el obispo de Ávila. Ese mismo día, el entonces obispo auxiliar de Sevilla, don Manuel González, celebró un pontifical en San Martín con homilía del padre Torres Padilla. Al finalizar el acto, en procesión bajo palio, la Custodia llegó al convento de las Hermanas de la Cruz. Esta fue la presentación oficial en Sevilla del Instituto, que aún no había cumplido un año de vida y ya realizaba una fecunda labor: piden limosnas, visitan enfermos, dan clase a cincuenta niñas y atienden una escuela nocturna para obreros.
En 1877, estando en la calle Lerena, realizarán su primera fundación en el exterior, en la localidad de Utrera. Comenzaba también el internado de niñas huérfanas como nueva vía de atención a los necesitados.
En una casas alquilada de la calle Hiniesta abrieron un colegio de niñas internas y externas. En 1878 murió el padre Torres Padilla y le sustituye al frente de la Compañía el padre José Álvarez. Ese mismo año fundaban en Ayamonte y en 1880 en Carmona. Para unificar internado, el convento y el colegio consiguieron comprar una casa del marqués de Villavelviestre en el número 12 de la calle Cervantes, con ayudas del arzobispo y de diversas aportaciones como las de los marqueses de Casa León, los Ortiz Urruela y el padre Álvarez, que vendió su propio patrimonio. Tras una dirección transitoria por el cardenal Spínola, su último director sería José Rodríguez Soto, capellán real de San Fernando y del Palacio de San Telmo.
La compañía crecía sin límites, aconsejando la humedad de la casa de la calle Cervantes la búsqueda de una nueva sede. La ocasión se presentó con la venta de la casas del marqués de San Gil, que vendía su casa palaciega de la calle Alcázares. Era grande, espaciosa y de aspecto relativamente modesto, como defendía sor Ángela. El cardenal contribuyó económicamente y también numerosos bienhechores. Será la casa madre que llegue a nuestros días en la calle hoy titulada en honor a la santa. Una casa espaciosa, estructurada en torno a un patio central con columnas y que apenas da signos de suntuosidad, ni al exterior ni al interior. Una casa que, en la actualidad acoge la pequeña capilla con los restos de sor Ángela a los pies de la pequeña Virgen de la Salud, en un discreto retablo barroco con decoración de hojarascas doradas. Apenas unos cuadros de advocación mariana (La Inmaculada o la Virgen con el Niño) y unas sencillas yeserías completan la decoración. Su visita en la actualidad, junto al tránsito incesante de devotos que suele tener, muestra la vinculación de la casa con las hermandades sevillanas que transitan por la puerta ya que la zona de acceso está poblada de retablos cerámicos como el dedicado a la Macarena, la Amargura o la hermandad de los gitanos.
Tras la compra de su casa, la Compañía de las Hermanas de la Cruz continuó su labor a favor de los más necesitados. En 1894 sor Ángela visitó Roma como peregrina acompañada por una religiosa, hermana Adelaida, que sanó por un milagro de fray Diego José de Cádiz. En Roma, sor Ángela se entrevistó con el papa León XIII, que concedió el decreto inicial para la aprobación de la compañía, que firmaría el papa Pío X el 25 de junio de 1904.
Desde ese momento, la Congregación conocería un reguero de fundaciones que no parece tener límites: 1905, Fundación de la casa filial de Zalamea de la Serena (Badajoz); 1909, Sanlúcar de Barrameda (Cádiz); 1910, Huelva; 1911, Peñaflor (Sevilla); 1913, Escacena del Campo (Huelva); 1920, Fundación de la filial de Montellano (Sevilla); 1923, Torreperogil (Jaén); 1924, Écija (Sevilla); 1925, Ronda (Málaga); 1926, Estepa (Sevilla); 1928, Madrid. Éste último año, a pesar de ser reelegida superiora por la comunidad, sor Ángela debe ceder el puesto, con su habitual humildad a sor Gloria, tras las recomendaciones del propio cardenal por la avanzada edad de la madre. Sus último años, ya relevada de su cargo, los pasó sor Ángela mimada escribiendo cartas a las hermanas de otras fundaciones. El día 7 de junio de 1931 sufrió una embolia cerebral. El día 28 de ese mes perdió el habla definitivamente. Sus últimas palabras insistieron en sus ideas de abandono de las glorias y la vanidad terrena: "No ser, no querer ser, pisotear el yo, enterrarlo si fuera posible...". Falleció en olor de santidad el 2 de marzo de 1932 y a los dos días el Ayuntamiento republicano de la ciudad de Sevilla, presidido por el alcalde don José González Fernández de Labandera, decidió por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación por la muerte de la religiosa. También decidió que se rotulase con su nombre la entonces llamada calla Alcázares, donde continúa el convento, pasando el nombre de la calle a una perpendicular que se une con la Plaza de la Encarnación. Una decisión llamativa de un ayuntamiento que gobernó en unos años marcadamente anticlericales, en los que fue frecuente la retirada de nombres y símbolos religiosos, cuando no el ataque directo a la Iglesia.
Desde entonces las hermanas de la Cruz siguen siendo fieles al espíritu de sus Constituciones, aprobadas en 1908, donde se expresa que "El fin especial o distintivo de esta Congregación, es promover con la divina gracia la salvación de las almas entre los pobres, a quienes las Hermanas considerarán y amarán como a sus amos y señores. Por ganar sus almas aplicarán su vida apostólica a la visita diaria de enfermos necesitados a domicilio, asistiéndolos en sus necesidades espirituales y materiales. Y también, a la gratuita y cristiana educación de niñas pobres, en internados de huérfanas y en escuelas diurnas y nocturnas. Y con el lenguaje mudo del ejemplo llevando una vida voluntariamente pobre y austera, en la realización de sus apostolados de caridad".
El 5 de noviembre de 1982, en una solemne misa pontifical que se celebró en el altar instalado en los terrenos del campo de la Feria, el papa Juan Pablo II beatificó a sor Ángela de la Cruz. El 20 de diciembre de 2002, la Iglesia reconoció oficialmente su santidad, al aprobar el milagro que le había sido atribuido, la curación, científicamente inexplicado, de un niño que sufría una obstrucción de la arteria central de la retina del ojo derecho y que recuperó repentinamente la visión. El día 4 de mayo de 2003 la fundadora de las hermanas de la Cruz sería canonizada por Juan Pablo II en Madrid, con el nombre de Santa Ángela de la Cruz.
El 7 de mayo de 2003, el cuerpo incorrupto de la santa fue trasladado desde la Casa Madre hasta la Catedral de Sevilla, donde presidió los actos en su honor por la canonización. Una gran multitud se concentró a su paso, adornándose los templos y calles del recorrido para la ocasión, recordando estampas de la ciudad propias de siglos pasados.
El 17 de enero del año 2009, la que fuera madre general de las hermanas de la Cruz desde 1977 a 1998, madre María de la Purísima (1926-1998), fue declarada venerable por el papa Benedicto XVI, siendo beatificada el 18 de septiembre del año 2010 en el Estadio Olímpico de Sevilla, acto presidido por la imagen de la Esperanza Macarena, por su gran vinculación a la congregación.
Actualmente, la Compañía de la Cruz tiene más de cincuenta conventos, más de 700 hermanas y numerosas novicias que se forman en Sevilla. Los países donde se encuentra asentada la congregación son España, Italia y Argentina. En España en las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura, Canarias, Madrid, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Castilla La Mancha y Galicia. Una presencia que se sigue expandiendo como uno de los fenómenos religiosos más importantes de la Sevilla de último siglo y que mantiene viva las palabras de la fundadora: "Nuestro país es la cruz, en la cruz voluntariamente nos hemos establecido y fuera de la cruz somos forasteras" (Manuel Jesús Roldán, Conventos de Sevilla, Almuzara, 2011).
Santa Ángela de la Cruz, en la Historia de la Iglesia de Sevilla
Santa Ángela de la Cruz, virgen. Nació y murió en Sevilla (1846-1932). En 1875 fundó la Compañía de Hermanas de la Cruz, de tanto arraigo en Sevilla y Andalucía. El 5 de noviembre de 1982 fue beatificada en Sevilla por el papa Juan Pablo II, día en que la Iglesia de Sevilla celebra su fiesta.
Bajo la dirección espiritual del P. Torres Padilla quedó fundada la Compañía de las Hermanas de la Cruz el 2 de agosto de 1875. En sus inicios la Compañía contaba con cuatro miembros, Ángeles Guerrero (Santa Ángela de la Cruz) y tres profesas más, ubicadas en una habitación de la calle San Luis. El objeto y fin de la Compañía quedaba consagrado en sus constituciones:
«Una congregación de almas escogidas o llamadas por especial vocación de Dios a consagrarse como víctimas de la más perfecta caridad hacia Dios y hacia sus hermanos los pobres indigentes, enfermos desvalidos y las niñas ignorantes y abandonadas, llevando a los primeros a sus miserables domicilios los auxilios y socorros espirituales y corporales posibles y a las segundas dándoles instrucción moral y religiosa en las escuelas diarias que las Hermanas tendrán en las casas donde estarán congregadas en perfecta comunidad de vidas. Su fin es aspirar a la mayor perfección de vida cristiana posible, contando con los auxilios de la divina gracia por la práctica de todas las virtudes y especialmente la de un ardiente y constante amor a Dios y al prójimo: poniendo todos los medios conducentes por penosos y difíciles que sean para alcanzarlo en el más alto grado de perfección posible. El modelo y ejemplar que han de imitar y seguir constantemente es Jesucristo Crucificado, víctima de una infinita caridad con los hombres, por eso llevan el honroso y Santo nombre de Hermanas de la Cruz.»
El nacimiento de esta comunidad hay que situarlo en la confluencia de dos personalidades de talla intelectual muy distinta (el P. Torres Padilla era ya una autoridad en el ámbito de la teología, mientras que Santa Ángela había sido una humilde zapatera), dispuestas a unir su religiosidad de sacrificio en defensa de los más necesitados. En 1862, con dieciséis años, Ángeles Guerrero, a la vez que se iniciaba como aprendiz en un taller de zapatería de la ciudad, se puso bajo la dirección espiritual del P. Torres Padilla. Durante tres años repartió su vida «entre su casa, el taller, las iglesias donde reza, los hogares pobres que visita». En 1865 decidió ingresar en un convento como hermana lega por carecer de instrucción, además de atraerle los oficios humildes. Aunque la recomendaron para las carmelitas descalzas de Sevilla no fue admitida por considerar las superioras que no soportaría el trabajo de las legas. Antes de la partida de su director espiritual a las sesiones conciliares, ingresó en las Hijas de la Caridad, donde llegó a tomar el hábito. Una enfermedad aconsejó obligarla a dejar el hábito y casa religiosa, no sin antes haber residido en las casas que esta congregación tenía en Cuenca y Valencia en busca de mejoría. Los años que transcurren desde 1870 a 1875, siempre bajo la dirección de su padre espiritual, le permitieron perfilar cual debía ser, a su juicio, la pauta de comportamiento de su vida: monjas al servicio de los pobres, siendo «pobres con los pobres», penitencia, oración, caridad... algo difícil de observar para sus futuras compañeras y continuadoras de su obra.
José María Javierre ha detallado cómo durante el verano de 1875 el P. Torres aconsejó a Ángeles Guerrero que dejase el taller en el que venía trabajando sin interrupción (salvo el breve espacio de tiempo en que estuvo en las Hijas de la Caridad) y preparase el sistema de vida, horario y vivienda primera de la nueva congregación. Por compañeras tendría a Josefa de la Peña (sor Josefa, terciaria franciscana, quien vende sus bienes y los pone al servicio de la comunidad); Juana María Castro (sor Sacramento) y Juana Magadán (sor Juana). Su primer convento, alquilado, consistió en un cuartito con derecho a cocina en el número 13 de la calle San Luis. El menaje se reducía a media docena de sillas, un arca como ropero, un crucifijo pequeño y una estampa de la Virgen de los Dolores en la pared; en el suelo, cuatro esterillas les servirían de cama. El día de Nuestra Señora de los Ángeles, 2 de agosto de 1875, inauguraron oficialmente el «convento».
En 1876 las estrecheces de la vivienda les obligó a buscar una casa de mayores dimensiones; resuelto con donativos el tema económico, pudieron alquilar el número 8 de la calle Hombre de Piedra. Firmado el contrato, el P. Torres Padilla llevó a sor Angela a que presentase sus respetos al párroco, Marcelo Spínola. A la pequeña comunidad se le había unido un miembro más.
El cardenal de la Lastra quiso que para finales de 1876 las hermanas vistiesen hábito, lo que significaba la confirmación externa de su consagración interior. La vestimenta ideada por Santa Ángela era a la vez sencilla, pobre y austera: túnica de bayeta parda del color natural de la lana, escapulario de la misma tela, cordón franciscano a la cintura, toca blanca, calzada de alpargatas y, como complemento, manto negro que las cubre por completo. La austeridad era la norma en el vestir, en el vivir y en el comer, cuestión esta última que hubo que retocar.
La comunidad creció por momentos. En la primavera de 1876 se elevaron a doce el número de hermanas. Ese mismo año el cardenal admite y bendice la institución; el gobernador civil, a tenor de lo dispuesto en la ley de asociaciones, dio de alta a la comunidad. El mismo año la Santa Sede autorizaba la misa y sagrario en la capilla del convento de las Hermanas de la Cruz, y en todas las casas que se abrieran en el futuro. En mayo se trasladaron a la calle Lerena, esquina a la plaza de San Martín.
En 1877 las circunstancias les obligaron a abrir un internado para las niñas que quedaran huérfanas de los enfermos asistidos por las Hermanas. Esta obra asistencial no estaba prevista en el proyecto, pero rápidamente se dispusieron a ejecutarla. Por esas fechas comenzaba su expansión. El 16 de julio de 1877, por iniciativa del marqués de Casa Ulloa, se abría la casa de Utrera (José Leonardo Ruiz Sánchez y Leandro Álvarez Rey, Sevilla Contemporánea, en Historia de la Iglesia de Sevilla. Editorial Castillejo. Sevilla, 1992).
Conozcamos mejor la Biografía de Santa Ángela de la Cruz, a quién está dedicada la calle;
Ángeles Guerrero González, Santa Ángela de la Cruz (Sevilla, 30 de enero de 1846 – 2 de marzo de 1932). Fundadora de la Compañía de la Cruz.
Nació en los arrabales de la Trinidad de Sevilla, el 30 de enero de 1846, siendo el penúltimo miembro de una familia humilde de catorce hermanos. Su padre, Francisco Guerrero, era cardador de lana, y su madre, Josefa González, era costurera; para apuntalar la economía doméstica de esa amplia familia, prestaban algunos servicios en el cercano convento de los trinitarios.
Poco tiempo pudo asistir a la escuela ya que con doce años fue admitida como aprendiz en el taller de calzado de Antonia Maldonado, llegando a ser destacada oficial de un negocio que contaba con una buena clientela proveniente de la alta burguesía terrateniente y de la nobleza que animaba la ciudad girando en torno a la pequeña corte de los Montpensier-Borbón instalados en el palacio de San Telmo.
Durante doce años María de los Ángeles —Angelita, como siempre la llamaron los suyos— colaboró con su sueldo al sostenimiento de la familia, no pudiendo adquirir más formación pero desarrollando una gran sensibilidad para los pobres que veía a su alrededor en la periferia de la gran ciudad, encauzando esos sentimientos el padre Torres, canónigo de la catedral y hombre muy apreciado, el cual la ayudó decididamente en sus deseos de hacerse monja.
Intentó ingresar en el Carmelo y en las Hijas de la Caridad, pero su cuerpo frágil y menudo no inspiró confianza en unas instituciones donde se miraba también la apariencia física como garantía de poder seguir la regla con normalidad. No desistió en su intento religioso al tiempo que maduraba la idea de fundar una congregación donde el objetivo fuera acoger, atender y entregarse a los pobres mediante el testimonio cotidiano que dieran unas mujeres que, por amor a Cristo, sirviesen a los necesitados, haciéndose pobres como ellos, porque sólo siendo como el otro y estando junto a él comprenderían su sufrimiento. Y esa tarea recomendará a las hermanas que la hagan siempre en silencio que es el mejor camino para que hable y actúe Dios. El 8 de agosto de 1875 nació oficialmente la congregación de la Compañía de la Cruz, que aprobó canónicamente Roma en 1908.
Poco a poco, en Andalucía y Extremadura, empezaron a conocer a las hermanas de la Cruz, a respetarlas y admirarlas, porque en ellas veían el ideal de la caridad evangélica; también llegaron a Madrid y más lejos. Sor Ángela tuvo la dicha de ver crecer su obra y alentarla. Después de una larga agonía, que tuvo en vilo a la ciudad, murió el 2 de marzo de 1932; en sesión extraordinaria el Ayuntamiento republicano y anticlerical aprobó por unanimidad que la calle de Los Alcázares pasase a llamarse de Sor Ángela de la Cruz. Sevilla entera se conmovió como pocas veces demostrando cómo la querían como mujer y cómo la veneraban como santa. Fue beatificada en Sevilla por Juan Pablo II, el 5 de noviembre de 1982, y canonizada por el mismo Pontífice en Madrid, el 4 de mayo de 2003 (Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Santa Ángela de la Cruz, al detalle:
Monumento a Santa Ángela de la Cruz
Retablo cerámico de la Virgen de la Amargura
Placa conmemorativa
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