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sábado, 13 de noviembre de 2021

La localidad de San Leandro (Las Cabezas de San Juan), en la provincia de Sevilla

     Por Amor al Arte
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     Hoy, 13 de noviembre, San Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro, Fulgencio y Florentina, que en la ciudad de Sevilla, en Hispania, con su predicación y solícita caridad convirtió a los visigodos de la herejía arriana a la fe católica, contando con la ayuda de su rey Recaredo (c. 600) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para Explicarte la localidad de San Leandro (Las Cabezas de San Juan), en la provincia de Sevilla.
     Textos y fotografías recogidos de: Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020.
   
 San Leandro pertenece a la Zona Regable del Bajo Guadalquivir. Fue proyectado en 1965 por el arquitecto Jesús Ayuso Tejerizo, en el término municipal de Las Cabezas de San Juan de la que dista 11 kilómetros. Como en otros pueblos de la zona lo más destacado desde la lejanía suele ser la torre del agua más que el campanario. Hoy día es un pueblo fantasma prácticamente deshabitado que sufre un gran abandono.
     Situado en mitad del llano de la marisma el arquitecto realiza un diseño urbanístico muy tradicional, sobre una planta rectangular traza una malla ortogonal de manzanas y viario. Se proyectaron 63 viviendas de colonos y 5 de obreros, no llegaron a construirse todas, quedando hoy día un gran descampado sin urbanizar.
     La arquitectura del Movimiento Moderno triunfa en las viviendas, se ha producido una gran abstracción del modelo inspirado en la arquitectura popular andaluza de paramentos blancos, vanos con rejas verdes y cubiertas de teja árabe. Las viviendas de los nuevos poblados de los años 60 lucen desornamentadas, repetidas en serie y con predominio de las aristas  en el diseño. Las casas de los obreros no poseen parcela, son de menor tamaño, de una sola planta de altura y cubierta a dos aguas con tejas árabes. Las de colonos son más monumentales, unidas unas a otras por las tapias de las parcelas de servicio, se alinean rítmicamente conformando la calle. Son de dos plantas, entrada con zaguán, vanos con rejas, balcón y cubierta a un agua de tejas árabes.
     "El sobredimensionamiento de las calles, especialmente la calle principal, flanqueada por viviendas de una planta, y la plaza Mayor cuyas excesivas dimensiones respecto a las edificaciones singulares en unas condiciones climáticas como las de Andalucía, hacen de este núcleo un ejemplo poco acertado de estructura urbana".
     El edificio más singular del poblado es la iglesia de San Leandro, situada en la Plaza Mayor que acoge también el edificio del Ayuntamiento y una pequeña artesanía. El templo y la casa rectoral se desarrollan en torno a un patio cuadrangular ajardinado y porticado a modo de claustro. Lo más singular del conjunto es la escultórica torre campanario que situada a los pies del templo, detrás del baptisterio, parece una chimenea.
     El interior es de una gran sencillez, pero gran belleza, a pesar de las modificaciones en la decoración y la sustitución de los bancos originales por unas sillas de dudoso gusto. Su planta es rectangular de una sola nave y galería en el lado del evangelio. Está estructurada mediante pórticos de hormigón a dos aguas, que rompen el espacio y amplían la perspectiva.
     Son bellas las vidrieras de estilo expresionista, realizadas en hormigón con gruesos vidrios de colores del artista Ángel Atienza, que iluminan, decoran, personalizan el templo y crean un espacio irreal de gran espiritualidad.
     El testero plano del presbiterio está presidido por el sagrario, un sencillo tabernáculo metálico con la puerta decorada con un relieve del pantocrátor esmaltado de estilo neobizantino, enmarcado por la mandarla. Pertenece a la dotación original aportada por el INC, realizado en los Talleros de Arte Granda.
     Flanqueando el sagrario podemos observar la imagen de San Leandro y la Virgen de las Marismas, originalmente sin policromar, hoy lucen con un repinte de dudoso gusto. A San Leandro y su hermano San Isidoro, que fueron obispos de Sevilla, se les suele representar con la mitra y el báculo y como intelectuales de su época con un libro. Pero en este caso San Leandro aparece con una lanza en la mano, porque se ha valorado su lucha contra el arrianismo y el papel que jugó en la conversión al cristianismo del pueblo visigodo en el siglo VI. La imagen está realizada en serie por los Talleres de Arte Granda de Madrid, siendo idéntica al San Isidro de Vetaherrado.
     La Virgen de las Marismas, a pesar del repintado, es una figura estilizada y bella, que nos muestra a María como madre en actitud cariñosa con su hijo en una exaltación de la maternidad. Representada de cuerpo completo y canon alargado, posee cierto movimiento debido a un ligero contraposto y a los brazos flexionados que rompen la verticalidad de la composición. Esta talla de madera tiene grandes similitudes estilísticas con la existente en la iglesia de María Madre de la Iglesia de Doña Blanca y la Inmaculada de Torremelgarejo de Jerez de la Frontera, que hemos atribuido a la artista Teresa Eguibar. Sería necesario una restauración que elimine la policromía y la devuelva a su estado original.
     En el lado del evangelio se ha conservado  un altorrelieve cerámico de San Juan Bautista, al que evidentemente le falta el fondo del agua del Jordán. Debió estar ubicado en la capilla del bautismo situada a los pies del templo. La figura de un fuerte carácter expresionista, representa al santo hierático, de pie, nimbado, suspendido en el aire con la concha en la mano. Es parecido a otras figuras del Bautista realizadas por el artista Julián Gil como las de Setefilla y Sacramento. Ángel Cordero, en su tesis doctoral "José Luis Fernández del Amo: aportaciones al arte y la arquitectura contemporánea", cita a Julián Gil como artista que trabajó en San Leandro.
     Maravilloso, por su plasticidad y contraste con los paramentos blancos, es el viacrucis de estilo naif del artista Antonio Hernández Carpe, situado en el lado de la epístola. 
     Realizado en plafones de cerámica policromada están dispuestos en marcos de hierro rematados por una cruz, cuya estructura permite que las imágenes sobresalgan  unos centímetros de la pared y encajen de forma rítmica sobre los pilares de los pórticos de la estructura. La simplicidad cromática, fondo blanco donde se recortan en azul las figuras y escenas esquemáticas de composición sencilla y carácter netamente narrativo llenas de ingenuidad son de una gran belleza. El modelo tuvo tanto éxito que podemos encontrarlo repetido con ligeros cambios en muchas iglesias de colonización de Extremadura y Andalucía.
     Se ha conservado de la dotación original el confesionario de listones de madera, la silla del oficiante y acólitos, el ambón de hierro, el soporte del cirio pascual y unas maravillosas lámparas de estilo pop con siluetas de cruces, panes y peces de gran originalidad.
     La iglesia de San Leandro plasma la nueva religiosidad de la segunda mitad del siglo XX, es un buen ejemplo de la arquitectura religiosa realizada por el Instituto Nacional de Colonización, que debemos conservar. Hoy día no tiene culto, tanto el edificio como las obras de arte que contiene se encuentran en peligro, pues no hay nada peor que el abandono y el desconocimiento.
     El pueblo debe ser conservado como ejemplo de la colonización franquista de los años 60. El Ayuntamiento de Las Cabezas de San Juan debería realizar un plan de protección, valoración patrimonial, estado y mantenimiento de  la arquitectura contemporánea de su término municipal, que incluyera también las pedanías de Vetaherrado, Marismillas y Sacramento construidas por el Instituto (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Conozcamos mejor la Biografía de Jesús Ayuso Tejerizo, arquitecto y autor de las trazas de San Leandro
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     Jesús Ayuso Tejerizo (El Burgo de Osma, Soria, 1917 - Madrid, 1996).
     Jesús Ayuso estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, donde se tituló en 1942. Fue arquitecto funcionario del Instituto Nacional de Colonización (INC) desde 1944 a 1963 cuando le fue concedida la excedencia.
     Durante este periodo construyó los siguientes poblados entre otros, 1945 Foncastín, Valladolid; 1946 La Vid, Burgos; 1953 Campillo del Río, Jaén y Arrabal de San Sebastián, Salamanca; 1956 Bárcena del Caudillo, Fuente Nueva, Posada del Bierzo, León; 1959 Foncastín y Nava de Campana, Albacete; en la provincia de Cádiz realizó en 1959 un proyecto de 31 viviendas diseminadas y un centro cívico en El Bercial, compuesto por la iglesia, una escuela, vivienda para maestros y un centro cooperativo. En 1961 Pizarra y Alvarado, Cáceres; 1962 Casar de Miajadas, Cáceres; 1964 Torrefresneda, Badajoz y San Isidro y San Francisco, Huércal-Overa, Almería; 1965 San Leandro, Almería; 1968 San Agustín, El Ejido, Almería.
     En la provincia de Sevilla Jesús Ayuso es el artífice de los proyectos de los poblados de Vegas de Almenara de 1963 en la Zona Regable del Bembézar y San Leandro en la Zona Regable del Bajo Guadalquivir en 1965 (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Conozcamos mejor la Historia, Culto e Iconografía de San Leandro, obispo
Nació en Cartagena. Fue arzobispo de Sevilla y apóstol de los visigodos en el siglo VI.
   Se abocó a la conversión de los arrianos. Hacia el final de su vida, se hizo secundar por su hermano Isidoro, quien lo sucedió hacia 598.
   Es patrón de Sevilla. Se lo invocaba contra el reumatismo.
   Sus atributos son la mitra y el báculo episcopales, y un corazón (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
San Leandro en la Historia de la Iglesia de Sevilla
   San Leandro, Arzobispo de Sevilla. Nacido en Cartagena el primer tercio del siglo VI intervino decisivamente en la conversión del pueblo visigodo y de su rey Recaredo, quien abjuró del arrianismo en el Concilio III de Toledo (589). Murió hacia el año 600.
   Nació en Cartagena hacia el año 540, el mayor de cuatro hermanos, hijos de Severia­no, alto funcionario del reino visigodo, y de madre de nombre desconocido, convertida más tarde al catolicismo. Sus otros hermanos fueron: Florentina, monja; Fulgencio, obispo de Écija; e Isidoro, sucesor de Leandro en la sede hispalense, todos ellos santos y cumbre jamás alcanzada de la Iglesia de Sevilla.
     La primera semblanza de san Leandro nos viene de su hermano san Isidoro, en su libro De viris illustribus. Merece la pena que consignemos traducido el perfil biográfico que nos ofrece de su hermano mayor:
    «Leandro, cuyo padre se llamaba Severiano, oriundo de la provincia Hispana Cartaginense, fue monje de profesión y desde el monacato designado obispo de la Iglesia de Sevilla en la provincia Bética. Hombre de una dulce elocuencia, de aventajadísimo ingenio y distinguido tanto por su vida como por su doctrina, a su fe y a su habilidad se le debe la vuelta de los godos desde la insensatez arriana a la fe católica. En la peregrinación de su destierro compuso dos libros contra los dogmas de los herejes, riquísimos en erudición bíblica; en ellos no sólo descubre la maldad de la impiedad arriana sino que además la refuta con estilo vehemente, es decir, demostrando lo que tiene la Iglesia católica contra los mismos y cuán distante está de ellos tanto por las creencias religiosas como por los sacramentos de la fe. 
     Existe también un laudable opúsculo de Leandro contra las enseñanzas de los arrianos, en el cual, después de proponer su doctrina, le opone la correspondiente respuesta. Publicó asimismo un tratado sobre la instrucción de las vírgenes y desprecio del mundo dirigido a su hermana Florentina y dividido en capí­tulos. Trabajó mucho para mejorar los oficios eclesiásticos escribiendo para todo el salterio una doble edición de oraciones así como composiciones musicales para la misa.
     Escribió muchas cartas: una al papa Gregorio sobre el bautismo, otra al hermano, en la que le advierte que no debe temer la muerte. Escribió asimismo muchísimas cartas familiares a otros obispos, que aunque no eran abundantes en palabras, eran ciertamente muy penetrantes por su doctrina. Floreció bajo Recaredo, hombre religioso, en cuyo tiempo terminó sus días con muerte admirable.»
     Esta reseña, desesperadamente breve, no resuelve las dudas y oscuridades suscitadas en una vida tan compleja y rica.
     Perteneciente a una familia distinguida (se duda si su padre, hispano-romano, fue gobernador de Cartago Nova; su madre, de origen godo y de religión arriana, se convirtió tras el destierro), ésta hubo de huir de Cartagena posiblemente cuando los bizantinos ocuparon la ciudad y se refugiaron en Sevilla. Aquí mueren sus padres y Leandro se hace cargo de la familia y especialmente de la educación de Isidoro, el hermano menor. Libre de estos cuidados, abrazó la vida monástica.
     Su elevación a la sede hispalense hay que situarla con toda probabilidad poco antes de la llegada de Hermenegildo a la Bética. Por lo tanto, hacia los años 577-578. A él se debe en gran medida la conversión de Hermenegildo, según cuenta san Gregorio Magno en sus Diálogos: «Hermenegildo, hijo de Leovigildo, pasó de la herejía arriana al catolicismo por la predicación de Leandro, amigo mío desde no hace mucho tiempo». Aunque Gregorio de Tours, en su Historia Francorum, lo atribuye a su esposa Ingunda: «Ingunda predicó a su esposo que abandonase la falacia de la herejía y reconociese la verdad de la ley católica. El se opuso durante un tiempo, pero al fin, conmovido por sus ruegos, se convirtió al catolicismo».
     Salpicado por la contienda suscitada entre Hermenegildo y su padre Leovigildo, san Leandro marchó al destierro en el año 580 y partió en misión diplomática de la Iglesia visigoda a Constantinopla. Allí conoció a Gregorio Magno, apocrisario o nuncio apostóli­co por aquel entonces en la ciudad imperial. El propio Gregorio Magno, en sus Moralia in Job, refiere de este encuentro: «Hace bastante tiempo que te conocí en Constantinopla, cuando yo también estaba allí por intereses de la sede apostólica y tú habías ido a esta ciudad como legado por motivos de fe de los visigodos». Aunque san Leandro no obtuvo resultados políticos de su viaje, al menos le vino de aquella estancia una amistad de por vida con el futuro papa Gregorio Magno. Años después, uno en Roma y otro en Sevilla, intercambiarían abundante correspondencia, conservándose únicamente cuatro cartas de Gregorio a Leandro, pero en donde se puede palpar la talla humana y moral del arzobispo de Sevilla. Un dato curioso aparece en una de estas cartas: ambos padecían de gota, enfermedad frecuente en posteriores arzobispos de Sevilla. «Sobre la enfermedad de la podagra o mal de gota que aqueja a vuestra santidad -le escribe Gregorio Magno- debo deciros que yo también me encuentro enormemente oprimido por un constante dolor producido por esa enfermedad. Pero nuestro consuelo será fácil, si en medio de los castigos que padecemos, traemos a nuestra memoria los pecados que hemos cometido». También le envió el palio, símbolo de su dignidad arzobispal: «Como una bendición del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, os enviamos el palio que habéis de usar tan sólo en la misa. Al enviároslo, debí advertiros cómo debíais vivir, pero suprimo esta exhortación porque vuestras costumbres van delante de las palabras».
     La vuelta del destierro hay que fecharla en el 586, año de la muerte de Leovigildo. La subida al trono de Recaredo y su conversión supondrá un cambio radical en el panorama de la Península. En febrero de 587 -aún no había cumplido el año de reinado- ya era católico. La conversión del pueblo godo del arrianismo al catolicismo, siguiendo el exem­plum regis, se hizo casi sin resistencia salvo algún que otro obispo arriano y se proclamó oficial en el concilio III de Toledo, celebrado en 589. Presidido por san Leandro, en esta reunión nacional brilló el arzobispo hispalense con su dulce elocuencia y aventajadísimo ingenio, en expresión de su hermano Isidoro. San Leandro glosó la homilía de aquel día memorable con estas palabras que resonaron en la basílica de Toledo: «Nuevos pueblos han nacido de repente para la Iglesia; los que antes nos atribulaban con su dureza, ahora nos consuelan con su fe».
     No escribió mucho san Leandro. Su herencia literaria es corta, pero a él se debe el impulso intelectual que, irradiando de Sevilla, puso en movimiento la labor científica de la España visigoda. En el destierro, escribió dos obras teológicas contra los arrianos que se conservan: Duos adversus haereticorum dogmata libros y Opusculum adversus instituta arianorum. En el concilio III de Toledo pronunció su Homilia in laudem Eclesiae, canto a la paz y a la unión en un estilo hermoso. Escribió también, según su hermano Isidoro, "para todo el salterio una doble edición de oraciones así como composiciones musicales para la misa». Y por último, aparte sus cartas que se han perdido, ese maravilloso texto obre la vida religiosa y dedicado a su hermana Florentina: De institutione virginum, con avisos preciosos para toda vida religiosa que quiera caminar por la vida del Espíritu.
     Murió, no se sabe bien la fecha, hacia el 599 ó 600. San Isidoro, tan parco al referirse a su hermano, dice que «terminó sus días con muerte admirable». La Iglesia de Sevilla celebra su fiesta el 13 de noviembre (Carlos Ros, Sevilla Romana, Visigoda y Musulmana, en Historia de la Iglesia de Sevilla. Editorial Castillejo. Sevilla, 1992).
Conozcamos mejor la Biografía de San Leandro de Sevilla, obispo, a quien está dedicada esta localidad
     San Leandro de Sevilla (Cartagena, Murcia, c. 535 – Sevilla, c. 600). Obispo y escritor, santo.
     La mayor parte de los datos biográficos conocidos sobre Leandro de Sevilla se conservan en las obras de Gregorio Magno (Epistolae, Dialogi y Moralia in Iob), Juan de Biclaro (Chronicon), Isidoro de Sevilla (el capítulo 28 de su De uiris illustribus) y Gregorio de Tours (Historia Francorum). Gracias a Isidoro, su hermano menor y sucesor en la sede metropolitana de Sevilla, se sabe que ambos tuvieron otros dos hermanos: Florentina (que estuvo al frente de una comunidad religiosa femenina) y Fulgencio (obispo de Écija).
     Su padre se llamaba Severiano. Siendo aún bastante joven (c. 554), abandonó Cartagena junto con su familia, posiblemente a causa de las luchas políticas del momento entre hispano-romanos, godos y bizantinos. Se sabe también que fue monje —no se conoce dónde ni por cuánto tiempo— y que probablemente ya era obispo de Sevilla (c. 578), cuando Hermenegildo se sublevó contra su padre Leovigildo. 
     Por esta misma época Leandro realizó un viaje a Constantinopla. A su vuelta fue a Cartagena y no volvió a Sevilla hasta alrededor del año 585. Sobre la razón que lo mantuvo varios años fuera de su sede episcopal no existen datos precisos, pero el parecer más extendido relaciona su ausencia primero con una embajada a las órdenes de Hermenegildo, tras su sublevación contra Leovigildo; y luego con las represalias tomadas por este Monarca contra los obispos no arrianos que apoyaron a su hijo. Como Isidoro habla de su destierro, se supone que lo pasó en Constantinopla, en Cartagena o en ambas ciudades.
     En la primera trabó amistad con Gregorio —luego Gregorio Magno—, que vivió allí como apocrisiario de Pelagio II entre 579 y 585; en la segunda, con el obispo Liciniano. La tradición cuenta que, en su lecho de muerte, Leovigildo encomendó a Leandro el cuidado pastoral de su hijo Recaredo. Éste, ya como Rey, convocó en 589 el III Concilio de Toledo, en el que renegó públicamente del arrianismo y decretó la conversión de su reino. Leandro de Sevilla y Eutropio de Valencia fueron las personalidades más destacadas del Concilio.
     Conservamos dos obras transmitidas bajo el nombre de Leandro: el De institutione uirginum et de contemptu mundi libellus y el De triumpho Ecclesiae ob conuersione Gothorum. De ellas, la primera es la única que se le puede atribuir con total seguridad. Es un tratado dividido en dos partes: una larga introducción sobre la virginidad seguida de normas y consejos de aplicación práctica sobre las virtudes y la vida monástica.
     En él hace gala de una enorme erudición patrística: sus fuentes conocidas son Tertuliano, Cipriano de Cartago, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Casiano e incluso Benito de Nursia (es poco probable que haya utilizado el De laude uirginitatis de Osio de Córdoba, o el Annulus de Severo de Málaga). Este texto ha llegado hasta hoy en dos versiones de distinta extensión. La más breve —con diez capítulos y medio menos— es la más conocida.
     Leandro es también autor del discurso De triumpho Ecclesiae ob conuersione Gothorum, también conocido como Homelia in laudem Ecclesiae. Se ha conservado junto a los cánones del III Concilio de Toledo, contexto en el que debió de pronunciarse. Ahora bien, como Isidoro no lo cita entre las obras de Leandro, hubo en el pasado quien dudó de su autoría. Se trata de un texto sólidamente estructurado desde el punto de vista retórico y también de enorme erudición: en él se adivina el conocimiento de Ambrosio (Explanatio Psalmorum), Gregorio Magno (Moralia in Iob), Casiodoro (Expositio Psalmorum) y, sobre todo, Agustín de Hipona (Epistulae, Enarrationes in Psalmos, Enchiridion, De sancta uirginitate, Sermones...). Algunos de estos autores habrían podido ser citados a través de fuentes intermedias.
     Se sabe que Leandro escribió otras obras, hoy perdidas.
     Isidoro habla de “dos libros contra los dogmas de los herejes”, de un “pequeño tratado sobre las creencias de los arrianos” y de innumerables cartas que tampoco se han conservado. Se conoce el tema y destinatario de dos de ellas: el bautismo, dirigida a Gregorio; y el temor a la muerte, enviada “a su hermano” (no se sabe a cuál de los dos). Por último, la atribución a Leandro de todas o muchas de las composiciones del conocido como Liber psalmographus y de la misa y oficio de san Vicente sólo es, por el momento, hipotética.
     En fin, la importancia en su tiempo de Leandro como político, teólogo y hombre de letras se ve atestiguada, además de por sus obras y por su trato con monarcas y personalidades del entorno visigodo, por algunos aspectos de su relación con Gregorio Magno.
     Por una parte, el sevillano fue quien alentó a Gregorio a escribir sus Moralia in Iob, razón por la cual fue su dedicatorio. Por otra, al final de su vida, Gregorio le otorgó licencia para el uso del palio en las celebraciones solemnes. Esto podría indicar que Leandro fue incluso vicario apostólico en la zona, pero no hay pruebas que lo corroboren (María Adelaida Andrés Sanz, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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