Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Acero, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Acero, en el Callejero Sevillano, es una vía que se encuentra en el Polígono Industrial Calonge, en el Barrio Aeropuerto Viejo, del Distrito Norte, y se inicia en la calle Metalurgia, no teniendo salida.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La calle Acero inicia su historia en el proyecto de parcelación y urbanización h. 1965. Es una calle sin salida muy semejante a las adyacentes con firme de hormigón o asfalto, sin acera ni árboles e iluminadas con báculos murales. En cuanto a las naves industriales, hay una gran homogeneidad en dimensiones y diseño. En la fachada principal suelen aparecer los locales destinados a oficina que con dos plantas ocupan toda la altura de la nave. Algunos cuentan con un espacio delantero cercado y con un jardín más o menos cuidado. Entre las actividades predominan las de almacén de alimentación y otras como transportes, fabricación de muebles, venta de vehículos de ocasión, domicilios sociales de algunas empresas y un bar-restaurante. Todo esto produce una actividad a lo largo de todo el día y la tarde que con relación a otros polígonos cabe calificarla de discreta [Joaquín Cortés José, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
El “Acero” es la denominación que reciben las aleaciones de hierro (Fe) y carbono (C) en las que el contenido de carbono en disolución sólida en el hierro está por debajo del 2,1%.
Por tanto, no hay un solo tipo de acero sino muchos aceros diferentes.
Tanto el hierro como el carbono se encuentran en altas proporciones en la corteza terrestre, lo que hace que el acero sea un material de alta disponibilidad.
Sin embargo, la alta tecnología empleada en su proceso de fabricación hace que el acero sea un material estratégico y que numerosos países no sean capaces de lograr producir determinadas calidades.
¿Por qué este valor tan extraño?. Cuando hay más carbono, este ya no se encuentra insertado en la estructura de la red atómica del hierro, sino que lo que se segrega parcialmente formando lo que se denominan fundiciones de hierro.
El acero también contiene otros elementos químicos aleantes, hasta alcanzar más de 30, pero entre los que destacan el manganeso, el cromo, el níquel, el silicio, el molibdeno, y el vanadio, etc., que le van modificando sus propiedades de modos muy distintos para permitirlo adaptarlo a las necesidades de cada uno de sus millones de usos. Estas adiciones y tratamientos termo-mecánicos actúan a escala microscópica y nanométrica, alterando la composición tanto general como a escala atómica, la modificando la red cristalina, los tamaños de grano, las inclusiones. En ciertos casos basta con la inclusión en concentraciones de pocas decenas de ppms (partes por millón) para modificar radicalmente las propiedades del acero base del que se partía, como es en el caso de algunos aceros denominados microaleados.
Las distintas composiciones y junto a los tratamientos termo-mecánicos del acero, sin contar los cientos de tratamientos superficiales, alcanzaron más de 5.000 diferentes ya en el año 2010, y creciendo a más de uno cada dos días). Éstos permiten adaptar el acero a los más exigentes requisitos, en función de las necesidades más “clásicas” de resistencia a la corrosión, desgaste, tenacidad, elasticidad/plasticidad, soldabilidad, forjabilidad, deformación en frío, etc. pero también adaptarlo a necesidades mucho menos obvias pero absolutamente vitales para sus aplicaciones como pueden ser la fluencia en caliente, histéresis magnética o el nivel de activación ante un flujo neutrónico.
Por tanto las propiedades del acero que observamos a escala macroscópica, son el resultado de su estructura invisible al ojo humano, su escala microscópica e incluso manométrica. Asi la investigación siderúrgica en el acero, y en la metalúrgica en general han sido la base para el desarrollo de gran parte de la tecnología usada para la nanotecnología. No nos son ajenos conceptos como la microscopia óptica o de efecto túnel, interferométria óptica, espectrografía, etc. Esto convierte al acero en el primer y desde luego más ampliamente usado nanomaterial a escala global.
En general el acero, dada la flexibilidad por:
Dispone de excelentes propiedades mecánicas y estructurales;
Es fácil de atornillar, soldar, mecanizar, conformar en frío y en caliente;
Es más barato de producir que otros materiales y con menos consumo de energía; por ejemplo, consume casi 7 veces menos energía en su producción que el aluminio;
Es sostenible, ya que es 100% recuperable, debido a sus propiedades magnéticas, y 100% reciclable; y de hecho, prácticamente el 100% del acero al final de su vida útil es realmente reciclado.
Parte de un mineral que tiene alta disponibilidad, ya que el hierro representa el 5,6% de la corteza terrestre y sus minas se encuentran distribuidas por todo el mundo.
Prácticamente la totalidad de los utensilios que usamos a diario o en la tecnología que nos hacen la vida más fácil., están hechos de acero, o ha sido el acero un material fundamental para su realización. Desde los rodillos que se utilizan para producir el papel que utilizamos o las maquinas rotativas que producen los periódicos y revistas que leemos, pasando por los cubiertos de acero inoxidable que nos metemos a diario en la boca decenas de veces, los refuerzos de las vigas de hormigón armado, o los perfiles de acero de las estructuras de nuestros edificios, hasta una gran parte de los aerogeneradores que nos permiten producir electricidad sin generar CO2, o la mayor parte de la instalación tecnológica más avanzada que a creado el hombre, el gran colisionador de hadrones (LHC) , cuyos más de 70.000 toneladas de acero, constituyen la base de la misma.
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