Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte las ruinas de la Ermita de Nuestra Señora de la Hiedra, en Constantina (Sevilla).
Hoy, sábado 30 de octubre, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado.
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte las ruinas de la Ermita de Nuestra Señora de la Hiedra, en Constantina (Sevilla).
Se encuentra sin culto. La Ermita de Nuestra Señora de la Yedra se encuentra totalmente arruinada conservándose tan sólo una portada renacentista, fechada en 1570, y restos de la obra mudéjar (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
La ermita de Nuestra Señora de la Hiedra, o simplemente, de la Hiedra, como la llaman los lugareños, se encuentra en la ladera sur del cerro del Castillo, sobre una falda de suave pendiente relativa, en comparación con la de las laderas en las que se asienta la población.
La ermita se encuentra situada a unos 300 metros, aproximadamente, del casco urbano y está enclavada en una zona agrícola, donde el terreno se encuentra escalonado en amplios bancales, ubicándose en algunos de ellos casas de labor o pequeñas granjas.
La Ermita se encuentra en estado ruinoso, por lo que actualmente sólo se puede contemplar parte de lo que pudo ser este inmueble.
En primer lugar, nos encontramos con los restos de un recinto amurallado que circunda toda la parcela, excepto el lado correspondiente al Oeste, donde carece restos de lienzos de muralla. En este frente, en la parcela lindera, se encuentra ocupado por una serie de construcciones dedicadas a viviendas.
En la parte Norte de la muralla, se sitúan los restos de una espadaña, mientras que en la parte sur, en el exterior del recinto, se localiza la abertura de una poterna y en el ángulo más occidental restos de una posible torre. La poterna o puerta menos, está formada por un pasadizo con cubierta imitando una bóveda de cañón, que se encuentra completamente obstruido y su entrada presenta un arco de medio punto. En el muro correspondiente al lado Este se encuentra una portada de acceso al interior del recinto o espacio donde se localiza la ermita.
La portada principal presenta un vano de medio punto con ménsula en la clave. La rosca del arco está decorado con labores de ferronías y las enjutas con placas triangulares ornamentadas con círculos, en los que aparece la inscripción: "AÑO 1570". El arco se flanquea por dos medias columnas acanaladas con basa y capitel de orden toscano, que descansan sobre podios rectangulares y que sostienen un entablamento con triglifos y metopas. Las metopas se decoran con círculos y los triglifos presentan gotas. El remate de la portada lo compone una hornacina avenerada, flanqueada por dos pilastras cajeadas y rematada por un frontón triangular, que a su vez se presentan escoltados por dos grandes roleos contracurvos. En los laterales del remate y apoyando en la parte más sobresaliente de la cornisa se encuentran dos pináculos de forma rectangular rematados por jarrones. Esta portada se sitúa en la fachada que corresponde al lado Este de la muralla, hoy prácticamente desaparecida, de la que solo se conservan tres merlones muy deteriorados, y uno de ellos coronado con chapitel, que se sitúan justamente sobre dicha portada.
La parte correspondiente al interior del recinto, se encuentra en su mayoría en ruinas. Tan solo es apreciable el ábside de la primitiva iglesia. Esta estructura en forma de cubo, cuadrado, se encuentra abierta al exterior, en los laterales Norte y Oeste, por dos arcos apuntados, quedando los otros dos lados cerrados. El vano situado al Norte se correspondería con lo que fue la nave de la iglesia, presentando un arco apuntado, con ángulos achaflanados, muy abierto y en la parte superior del muro la huella de la cubierta a dos aguas, así como la de los mechinales de las vigas de madera. El arco situado en el lateral es doble, apuntado, y con una ligera impresión de herradura, existiendo sobre el mismo la huella de una cubierta plana a un agua. Estaba realizado en ladrillo visto originariamente.
En lo que correspondería a los pies de la nave del templo se levanta la espadaña. Esta es de gran simplicidad. Se compone por un solo cuerpo y tres calles bastantes irregulares. La central la ocupa un gran vano de forma rectangular con arco de medio punto inscrito en un alfiz. Una de las calles laterales presenta otro vano de las mismas características, aunque de menor tamaño, mientras la tercera tiene un pequeño vano cegado, en la parte superior, y, en la inferior una semicolumna adosada al muro. El mismo esquema se repite en la otra cara de la espadaña. Ésta se encuentra rematada por un chapitel que simula un frontón triangular y tres pináculos con forma de merlones coronados con chapiteles piramidales, elevándose sobre el central por una veleta en forma de cruz, realizada en forja.
En cuanto a la fundación de la ermita de Nuestra Señora de la Hiedra no se tienen noticias concretas sobre la misma. Tan solo el cronista López se refiere a la misma, en la segunda mitad del siglo XVIII, "entre las huertas que crían las legumbres, se halla otra ermita grande donde se venera una pequeñita imagen de la misma Señora (del Robledo) con el título de la Hiedra, a quien dirigen sus votos en tiempo de muchas lluvias para alcanzar serenidad".
Posiblemente, tras la desamortización del convento de San Francisco y su destrucción por un incendio, se trasladara a la ermita una de sus portadas, fechadas en 1570.
Se desconocen más noticias de la misma, así como las repercusiones que tuvo el saqueo de la misma en el año 1936, ya que solamente se especifica que fue saqueada junto con otras capillas existentes en la población.
De cualquier forma, se tiene constancia de la destrucción de un retablo lateral que ocultaba pinturas murales, posiblemente del siglo XVI. Así mismo, en esas fechas desapareció el crucero de término que portaba la cruz de la Orden de Calatrava, del siglo XVI, que se encontraba próximo a la ermita.
No se vuelven a tener más noticias de la ermita hasta 1981 en la que ya se encontraba en ruina, siendo declarada dos años más tarde, monumento histórico, para salvar los restos existentes. De estas fechas es la ocupación de los restos de edificio por parte de una asociación de cazadores de la población, para la crianza y cuidado de los perros de caza (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Obra de gran interés, aunque lamentablemente sólo conserva el recinto exterior, incluida una portada que perteneció según la tradición al desaparecido convento de San Francisco. Esta responde a un sencillo trazado renacentista atribuido al propio Hernán Ruiz II, que intervino en el diseño de la torre parroquial.
Está fechada en una de sus albanegas en el año 1570. Se mantiene también la espadaña, curiosa por su trazado asimétrico. Pero de su estructura interna no se conservan sino fragmentos muy deteriorados de sus muros. Actualmente está completamente en ruinas.
Se encuentra situada a las afueras del pueblo y tiene varias rutas de acceso debidamente señalizadas. A través del sendero del Chorrillo, recientemente rehabilitado, puede accederse a la misma. De esta manera se puede aprovechar para contemplar la antigua Fuente del Chorrillo, que en su día debió de tener gran importancia para el pueblo dado el volumen de su construcción. Actualmente sólo tiene agua si las precipitaciones han sido especialmente abundantes.
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Virgen con el Niño;
Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nombre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien acaricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la historia de la Sabatina como culto mariano;
Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual. Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.
En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.
El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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Más sobre la localidad de Constantina (Sevilla), en ExplicArte Sevilla.
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