Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el relieve "Jesús curando a los Enfermos", de Miguel Adán, del Retablo de San Juan Bautista, en la sala III del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, domingo 19 de diciembre, como todos los domingos, ha de considerarse como el día festivo primordial para la Iglesia. Es el primer día de cada semana, llamado día del Señor o domingo, en el que la Iglesia, según una tradición apostólica que tiene sus orígenes en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el Misterio Pascual.
Y qué mejor día que hoy para ExplicArte el relieve "Jesús curando a los Enfermos", de Miguel Adán, del Retablo de San Juan Bautista, en la sala III del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala III del Museo de Bellas Artes podemos contemplar el relieve "Jesús curando a los Enfermos", perteneciente al Retablo de San Juan Bautista, de Miguel Adán (1532-1610), de madera de pino tallado, estofado, dorado y policromado, en estilo renacentista, realizado en 1592-94, con la colaboración de Vasco Pereira, con unas medidas de 0'50 m., y procedente del Convento de las Dueñas, de Sevilla, tras la Desamortización, en 1869 (Web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Buena muestra de lo compacto que fue el grupo de artistas que vinieron a Sevilla a la sombra de Juan Bautista Vázquez el Viejo, en la segunda mitad del siglo XVI, la encontramos en los contratos de aprendizaje, en las cartas de examen, en la endogamia que impusieron entre las familias de los talleres, y, muy especialmente, en los propios contratos de obras, en los que es norma casi inapelable la aparición de más de uno de estos artistas como autor, amén de la constante labor de fianza mutua ejercida entre entalladores, escultores, policromadores y pintores.
Y Miguel Adán es uno de los más representativos. Nacido en Pinto (Madrid) en 1532, realizó sus primeros pasos artísticos en Cuenca, en el taller del escultor francés Esteban Jamete, pero pronto, en 1553, pasó a Toledo para hacer su aprendizaje con Vázquez el Viejo, al que acompaña a Sevilla en 1560, terminando su formación con Hernán Ruiz II y con Jerónimo Hernández. Su integración en el núcleo hispalense se completa con su matrimonio con Luisa de Sandoval, con lo que se convierte en cuñado de Juan de Oviedo el Viejo, en pariente del propio Vázquez, con lo que se ganó la confianza de sus compañeros castellanos, a los que representó en el pleito ante el Real Consejo de Castilla para obtener las Ordenanzas del gremio de escultores y entalladores de Sevilla.
Documentada su obra desde 1567, seis años después, cuando cuenta cuarenta y uno de edad, realiza el examen del gremio, obteniendo la carta del oficio del «arte de escultor y entallador de Romano y arquitecto», alcanzando el oficio de maestro al tener aprendices en su taller, como lo fue, entre 1580 y 1585, su sobrino Juan de Oviedo el Mozo, según nos cuenta Pacheco. Alcalde-Veedor del gremio de escultores y entalladores de Sevilla entre 1588 y 1590, tuvo el honor de examinar al propio «Dios de la madera», Juan Martínez Montañés, en 1588. Fruto de todo lo hasta aquí relatado fue su participación en todas cuantas empresas artísticas se emprendieron en Sevilla en estos años, colaborando con Vázquez el Viejo, Gaspar del Águila, Jerónimo Hernández, Juan de Oviedo, etc. Algunas de sus obras, incluso, fueron terminadas por Martínez Montañés, muerto ya Adán en 1610.
Su actividad retablística es hoy la mejor conocida y nos lo muestra trabajando para todo el ámbito de la Archidiócesis y aún de fuera de ella. Desgraciadamente, sus monumentales Retablos mayores de Alcalá de Guadaira, Palomares del Río, Sanlúcar de Barrameda y Utrera, han desaparecido como tales conjuntos, conservándose algunos fragmentos. Mejor suerte han corrido otros retablos menores, laterales, en los que su labor personal fue más directa, mostrándonos su aportación formal al tipo de arco de triunfo, su especial dedicación iconográfica al tema de los Santos Juanes y cómo su producción estuvo ligada fundamentalmente a conventos de los Dominicos.
El Museo atesora estos seis relieves tallados por Adán, en 1592, para el retablo de San Juan Bautista en la iglesia conventual de Santa María de las Dueñas de Sevilla. Se tallaron en pino de Segura y fueron policromados por Vasco Pereira, teniendo especial importancia el relieve central, el del Bautismo de Cristo, auténtico modelo iconográfico para las realizaciones de escultores posteriores, incluido el mismísimo Martínez Montañés. Desamortizado el convento en 1864, las piezas de este retablo se repartieron entre la Catedral, la iglesia de Santa Marina y el Museo (Enrique Pareja López, Escultura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
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Según las ideas dominantes en los tiempos de Jesús, todas las enfermedades se debían a la acción de los demonios, de la misma manera que en nuestros días se atribuyen a los microbios. Todo enfermo era un poseído y toda curación un exorcismo. Esta creencia sobrevivió en la expresión corriente: tener el diablo en el cuerpo, que la Antigüedad y la Edad Media tomaban al pie de la letra.
Por lo tanto no se puede distinguir entre curaciones y expulsiones de demonios, puesto que enfermedad es sinónimo de posesión.
La «divina mira», como se la llamaba en la Edad Media, es más exorcista que medicinal. Cristo cura a los enfermos por simple contacto, por imposición de las manos, a veces por emisión de un fluido vital, como en el caso de la Hemorroisa, y hasta a la distancia, por sugestión (el criado del centurión, la hija de la cananea).
Es infrecuente que recurra a un «medicamento», como una unción de aceite o una aplicación de saliva sobre los ojos de los ciegos y la lengua de los mudos. No obstante, el Cristo sanador a veces ha sido representado en el arte alemán como boticario, pesando los medicamentos en el plato de una balanza.
Un grabado de H. Goltzius titulado Miracula Christi muestra a Cristo médico apoyado sobre el bastón de Esculapio en torno al cual se enrolla la Serpiente de bronce. El alma enferma (Anima morbida), sostenida por la fe, recoge en un frasco la sangre que corre por su costado. Cristo eleva un corazón humano traslúcido donde ve los pecados simbolizados por un cerdo, un sapo y un saco de plata.
Los fariseos le reprochan curar en sábado, lo cual está prohibido por la Ley. Pero Cristo no se atiene a ese tabú fariseo, considerando que «El sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado» (Marcos, 2: 23).
Es difícil clasificar de manera satisfactoria las curaciones milagrosas que atribuyen los evangelistas a Jesús, porque muchas de ellas se repiten y han sido evidentemente «duplicadas». Los evangelistas han olvidado ponerse de acuerdo, y modifican a voluntad el número de los milagros, al igual que los cestos de la Multiplicación los panes.
Podría distinguirse entre las curas individuales y colectivas. Pero lo más simple es considerar sucesivamente las curaciones de hombres y mujeres, agrupando los casos más frecuentes: ciegos, paralíticos, epilépticos (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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Más sobre la sala III del Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.
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