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lunes, 6 de diciembre de 2021

Un paseo por la avenida de la Constitución

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la avenida de la Constitución, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     Hoy, 6 de diciembre, es el aniversario (6 de diciembre de 1978) de la ratificación por el pueblo español en referéndum de la Constitución Española en vigor, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la avenida de la Constitución, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     La avenida de la Constitución es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios de Santa Cruz y del Arenal, del Distrito Casco Antiguo, y va de la confluencia de las plazas de San Francisco, y Nueva, a la plaza Puerta de Jerez.
     La avenida no posee siempre una adscripción precisa. En términos generales corresponde a un gran eje urbano, bien caracterizado desde el punto de vista genético, porque estructura el crecimiento de la ciudad; morfológico, ya que es ancha; y funcional, sobre todo por canalizar el tráfico rodado. Sin embargo, de acuerdo con esta definición, no hay razones, más que las convencionales, para considerar a unas vías como avenida y su prolongación, como calle. En otros casos, las avenidas constituyen el eje principal de un sector determinado o de una barriada, y si bien poseen las características de vía principal en relación a ese sector, no alcanzan dicho valor en el conjunto de la ciudad. La avenida posee sobre todo un valor simbólico, y prueba de ello es que en Sevilla la avenida por excelencia es la hoy denominada de la Constitución, centro neurálgico de la ciudad, tanto de sus fiestas religiosas como de la actividad bancaria, y así es es reconocida sólo como la avenida. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.  
     La vía, en este caso una avenida, está dedicada a la Constitución Española, ratificada por el pueblo español en referéndum el 6 de diciembre de 1978.
     Esta avenida se ha formado como resultado de la unificación de una serie de calles que tuvieron denominaciones diversas a lo largo de los siglos. El primer tramo, hasta el cruce de Alemanes y García de Vinuesa. se denominó desde el s. XIII Génova, por haber sido instalados en ella los individuos procedentes de dicha ciudad italiana a raíz de la conquista castellana. En 1897, al producirse el asesinato del presidente del gobierno Cánovas del Castillo, se le dio su nombre. El segundo tramo, que comprendía toda la fachada de la Catedral, se conocía, al menos desde el s. XIV, como Gradas, por los escalones que salvaban el desnivel existente entre aquella y la calle. Durante la primera mitad del s. XIX se la conoce como Punta del Diamante, hasta que en 1845 se vuelve a Gradas de la Catedral. En 1868 se le cam­bió por el de Catedral; en 1877 se le rotula Gran Capitán, en memoria de Gonzalo Fernández de Córdoba (l453-1515), capitán de los tercios que controlaron el reino de Nápoles para los Reyes Católicos. El tercer tramo iba de la Catedral a la calle Santo Tomás; no se localiza ningún topónimo específico hasta que al levantarse la Lonja de Mercaderes a fines del s. XVI, los espacios que la rodean, éste entre ellos, comienzan a denominarse Lonja, como se constata en el s. XVIII, nombre con el que se mantiene hasta 1895, en que se le cambia por Cardenal González, en recuerdo de fray Ceferino González (1831-1894), que fue arzobispo de esta diócesis en 1883-1885 y 1886-1889; en 1927 se le dio el de Primo de Rivera, en homenaje al general Miguel Primo de Rivera (1870-1930), presidente del Directorio Militar, por las facilidades dadas para el derribo del antiguo Colegio de Santo Tomás, que había sido Gobierno Militar y facilitaba el ensanche de la avenida. El cuarto tramo lo forma el espacio existente entre la calle Santo Tomás y la desembocadura de Miguel de Mañara, que desde comienzos del s. XVI se conoció como plaza de Santo Tomás, por encontrarse en ella el Colegio Mayor y Universidad anteriormente citados. El último tramo no existió hasta que en el primer cuarto del presente siglo se culmina un antiguo proyecto de apertura; en 1917 se le denominó Reina Mercedes, en recuerdo de la primera mujer de Alfonso XII, cuyo noviazgo en el vecino palacio de San Telmo y su prematura muerte recuerda el romance popular. 
     Al advenimiento de la II República en 1931, todos los topónimos fueron suprimidos y unificada la vía bajo la denominación de Libertad. En 1936 vuelve a dividirse: el primer tramo, hasta Alemanes y García de Vinuesa, pasa a llamarse José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), fundador de Falange Española; el resto, hasta la Puerta de Jerez, Queipo de Llano, en honor del teniente general Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951), que encabezó la sublevación militar de julio de 1936 en Sevilla, Finalmente, en 1980, volvió a unificarse, y se le da el topónimo actual. A pesar de los diversos nombres con que se la ha denominado oficialmente, desde hace por lo menos dos generaciones se la conoce e identifica popularmente como "la Avenida", sin necesidad de ninguna otra indicación para que una gran parte de los sevillanos sepan a cual se están refiriendo.
      Su tratado actual, marcadamente rectilíneo en dirección norte-sur, es el resultado de un conjunto de reformas urbanísticas emprendidas en el primer cuarto de la presente centuria, tendentes a darle la amplitud y linealidad exigida tanto por su simbolismo como por su cada vez más importante función en la canalización del tráfico rodado entre el casco y la nueva periferia urbana. Ha de ser considerada como una de las reformas de mayor trascendencia en la ciudad histórica y, en cierto modo, emula obras urbanas de características similares como la Gran Vía madrileña. Hasta entonces Génova era relativamente estrecha, sobre todo si se toma en consideración su importancia en la vida económica de la ciudad. De las calles que confluían anteriormente en ella sólo se conserva Felipe Pérez, pues entre finales del s. XVIII y principios del XIX se va progresivamente ocupando un estrecho callejón que comunicaba con la Alcaicería, parte de cuyo trazado puede hoy reconocerse en un solar resultante de la demolición de la casa núm. 9. Asimismo en la acera opuesta, como consecuencia del retranqueo de principios de siglo, ha desaparecido una corta calle llamada Doña Guiomar, situada en la actual confluencia con Fernández y González. El segundo tramo es el único que conserva su trazado histórico y en los siglos bajomedievales la vía prácticamente terminaba allí, cerrada por un tramo de la muralla almorávide, en la que se abría el denominado Arquillo de San Miguel y también del Almirantazgo. 
     La construcción del edificio de la Lonja a fines del s. XVI supuso la ordenación urbanística de este sector, que es la que se mantiene hasta comienzos del s. XX: una estrecha calle delante del citado edificio, que desembocaba en la plaza de Santo Tomás, detrás de la cual la muralla del Alcázar y una extensa manzana con el edificio del Seminario cerraban el acceso a la Puerta de Jerez. Por ello, a medida que la ciudad se extiende hacia el sur -Fábrica de Tabacos, palacio de San Telmo, apertura de la calle San Fernando, campo de Feria,... y se introducen los nuevos sistemas de transporte público, se pone de manifiesto la necesidad y conveniencia de trazar una vía amplia y directa entre San Francisco y la citada puerta.
     Los primeros proyectos de ensanche de la avenida datan de 1863, fecha en la que se presentó a exposición pública una propuesta de alineación y retranqueo del tramo comprendido entre Almirantazgo y Santo Tomás. En 1869 se acomete de forma global el estudio de la apertura de una gran vía entre la plaza de San Francisco y la Puerta de Jerez; de esta fecha constan dos propuestas que difieren en el trazado de la vía, pero coincidentes en el objetivo indicado. En el último tercio del siglo se volvería en distintas ocasiones a retomar la idea de esta importante reforma urbanística, y constituiría una de las principales propuestas contenidas en el plano general de ensanche del casco histórico de Sáez y López, de 1895. 
     Finalmente, el proyecto definitivo fue aprobado en 1906. Dicho proyecto admitía como elementos básicos la alineación y la anchura del tramo frontero a la Catedral, y a partir de ahí había que proceder: a) al retranqueo de la acera de los pares del primer tramo y a algunas alineaciones de menor envergadura en la de los impares; b) a la alineación del tramo entre Almirantazgo y Santo Tomás, también en la acera de los pares, cuya oblicua línea de fachada avanzaba sobre la vía actual; y c) a la apertura del último tramo, en la manzana comprendida entre la plaza de Santo Tomás y las calles Maese Rodrigo y San Gregorio, que desembocase en la Puerta de Jerez.
     La mayor parte de la operación de ensanche del primer tramo se realizó entre 1907 y 1912. Durante esos seis años se expropiaron y demolieron las fincas comprendidas entre Fernández y González y García de Vinuesa, y a continuación fueron reconstruidas de acuerdo con la nueva alineación. En 1926 se completa mediante el ensanche del tramo entre Fernández y González, Joaquín Guichot y Plaza Nueva, como resultado del cual desapareció Doña Guiomar. También en la acera de los impares se expropiaron algunas casas para proceder a su alineación, pero ha resultado ser de ejecución más lenta y tardía, prolongándose hasta nuestros días, y en la última modificación del Plan de Reforma Interior del Casco Antiguo se respeta la alineación primitiva de la casa núm. 11, esquina a Alemanes, ligeramente adelantada sobre la alineación originariamente aprobada. 
     La apertura de la calle en el extremo opuesto se realizó entre 1910 y 1913, básicamente a través del antiguo Seminario, que había sido comprado unos años antes por el banquero Calvi, que, conocedor del proyecto municipal, se había comprometido a ceder los terrenos que fuesen necesarios al Ayuntamiento. En 1913 se construyeron las aceras, pero en 1922 la prensa todavía reclamaba su conclusión, pues aún quedaban dos o tres casas por derribar para completar el ensanche. Cronológicamente, la última reforma efectuada fue el alineamiento del tramo frontero a la Lonja, que afectaba a gran parte del Gobierno Militar, en la esquina actual con Adolfo Rodríguez Jurado. El Ayuntamiento adquirió la primera finca en 1911, y en 1914 llegó a un acuerdo con dicho Gobierno sobre el valor de los terrenos necesarios para la operación, que no se dio por finalizada hasta 1926.
     Actualmente la avenida posee un trazado rectilíneo y similar anchura hasta Almirantazgo, se ensancha a continuación, como consecuencia del retranqueo del edificio del Archivo de Indias, y se aprecia parte de la configuración de la antigua plaza de Santo Tomás en la planta irregular que presenta en la confluencia de Miguel de Mañara y Adolfo Rodríguez Jurado. Finalmente recupera la linealidad en el último tramo. Confluyen en esta avenida, por la acera de los pares, García de Vinuesa, Federico Sánchez Bedoya, Almirantazgo y Adolfo Rodríguez Jurado; por la de los impares, Felipe Pérez, Alemanes, Fray Ceferino González, Santo Tomás y Miguel de Mañara. 
     Poseía calzada de asfalto, con cuatro carriles para la circulación rodada, salvo delante de la Catedral, que se reducen a tres, y amplias aceras de terrazo en tonos blancos y rojizos, excepto algún tramo con losetas hexagonales de cemento. Conserva las Gradas delante de la Catedral, con columnas bastante deterioradas y cadenas, que delimitan el espacio sacro en torno a la iglesia. En 2006 fue completamente reurbanizada, siendo desde entonces semipeatonal, ya que únicamente circula el tranvía eléctrico. Esta ornamentada con árboles en alcorques: naranjos en el primer tramo, arces y robinias hasta la Puerta de Jerez; son de destacar por su porte y desarrollo un plátano de Indias frente a Miguel de Mañara y un magnolio junto a la Catedral, al que hasta no hace mucho acompa­ñaba la estatua de Martínez Montañés, de nuevo en su emplazamiento primitivo de la plaza del Salvador. 
     Delante del Archivo de Indias un carril auxiliar de uso exclusivo por los transportes urbanos y una zona ajardinada de forma triangular alinean este tramo con el resto de la avenida. En el centro de la misma se alza una fuente octogonal de mármol con animales marinos mitológicos y en torno a ella cuatro leones sobre pedestales; en los laterales, en sendos pedestales, un perro y otro animal hoy desaparecido. Los parterres están ocupados por palmeras, prunus, árbol de Júpiter y otros, entre los que quedan pequeños paseos de piso de losas de Tarifa y chinos lavados. La avenida se ilumina por medio de farolas fernandinas de tres brazos, salvo en el citado jardín en que son de un solo brazo.
     La actividad comercial, el continuo tránsito y, sobre todo, la dignidad requerida por muchos de los actos localizados a lo largo de esta vía, han llevado a una continua preocupación por el estado de su pavimentación. Las procesiones religiosas, comitivas regias, etc., eran generalmente precedidas de una reparación del pavimento, cuando no se procedía a una profunda reconstrucción. Por todas estas razones es, sin duda, donde mejor puede ejemplificarse la historia de la pavimentación de la ciudad. Sólo consta una referencia, en 1546, a que estuviera enladrillada, pero son continuas, en cambio, las peticiones y acuerdos para empedrarla desde 1590 a fines del s. XVIII. 
     Pero tampoco ha de entenderse que su pavimento estuvo siempre en buen estado, a juzgar por las quejas de vecinos y comerciantes, ya sea por el continuo paso de carros y carretas, o por los frágiles sistemas de reparación empleados, como, por ejemplo, cuando en 1607 se acordó "henchir y allanar de cascotes los hoyos que ay en las calles de las Gradas", y en algunos casos se limitaban a limpiar el lodo acumulado, como consta que ocurrió en 1646, ante la proximidad de la Semana Santa. En 1677 fueron enlosadas de forma excepcional las calles de Francos y Génova, pero en el s. XVIII se vuelve al empedrado tradicional. Fue de nuevo embaldosada en la primera mitad del s. XIX, si bien su estado deplorable fue constante­mente denunciado, acompañado, en ocasiones, de algunas coplillas:
          "Hagan bien, para hacer bien 
           por este piso infernal
           que está en un estado tal
           como los demás lo ven. 
           Duélanse con fe sencilla
           socorran con celo ardiente,
           la calle más indecente
           por su piso de Sevilla".
     En 1856 se anunció el adoquinado de Génova, a modo de ensayo, pero este nuevo sistema no se impondría de forma definitiva hasta finales de siglo. Entre 1888 y 1913 se adoquinaron los diversos tramos. De igual forma, a modo de ensayo y de forma transitoria, en 1907 se cubrió con una capa de asfalto el tramo comprendido entre Almiran­tazgo y Santo Tomás. A comienzos de la década de 1960 fue levantada en su totalidad. para renovar la red de saneamiento, y a continuación se cubrió con la actual capa asfáltica.
     El carácter arquitectónico de la principal apertura interior de Sevilla está vinculado al regionalismo predominante en los años en que impulsa su construcción. El interés del primer tramo, la antigua Génova, se centra en la acera de los pares, donde han permanecido muchas de las obras llevadas a cabo entre 1912 y 1917, con prolongación, en algún caso, hasta 1922, por arquitectos significativos del citado regionalismo, como Aníbal González y José Espiau. Este es el autor del primero de los edificios, esquina a Fernández y González, conocido como La Adriática, empresa que lo promovió, si bien ha perdido su primitivo aspecto al eliminar­se la cúpula, que completaba su carácter neomudéjar; así como del núm. 4, neoplate­resco, de menor envergadura, y que se de­molió para levantar el Banco Urquijo. 
     Aparte de algún otro también derribado, y del núm. 8, obra de Antonio Gómez Millán, los demás de esta acera fueron proyectados por Aníbal González, desde el núm. 6, con el uso característico del ladrillo aplantillado, hasta los sucesivos del 14 al 18, la estilizada casa que levantara el marqués de Villamarta. Estos inmuebles, con algún otro colindante, han sido reconstruidos. La acera opuesta se lleva a cabo posteriormente. La primera e importantísima operación fue la construcción del Banco de España, tras la demolición de la casa con soportales que cubría el frente meridional de la plaza de San Francisco. Obra juvenil del arquitecto Antonio Illanes, vencedor en el concurso celebrado en 1918, es un ejemplo poco común en Sevilla de monumentalismo clasicista realizado entre 1925 y 1928. Otros bancos privados como el Central (1952), obra de Vicente Traver, levantarían mucho después sus edificios en dicha acera.
     La avenida surge con vocación de vía principal no sólo por desembocar en las Casas Consistoriales, sino por enlazar el monumento principal de Sevilla, la Catedral. Levantada en el lugar de la nueva mezquita mayor, iniciada en el último cuarto del s. XII, la iglesia cristiana comenzó a construirse en los primeros años del s. XV, sobre trazas atribuidas a Alfonso Martínez. El obligado cambio de orientación condujo a que el cerramiento oeste deviniera fachada principal. De sus tres portadas sólo las laterales, del Bautismo y del Nacimiento o de San Miguel, se realizan en el s. XV, incorporando magníficas esculturas de barro cocido, ejecutadas por Lorenzo Mercadante y Pedro Millán, mientras que la principal, denomi­nada de la Asunción, es obra decimonónica de Fernando Rosales, detenida y luego concluida por Ricardo Bellver. El lateral oeste del Patio de los Naranjos fue demolido y, como prolongación de la fachada principal de la Catedral, se construyó la parroquia del Sagrario entre 1618 y 1662, con participación de los arquitectos Miguel de Zumárraga, Alonso de Vandelvira y Cristóbal de Rojas. Frente a la Catedral sólo resta el viejo testimonio del arco gótico de las carnicerías del Cabildo, instalado en su actual emplazamiento en el presente siglo. La orientación medievalista del s. XIX promovió la creación de espacios abiertos alrededor de las catedrales, modificando el carácter original de su entorno. En Sevilla se despejaron otros frentes, pero no sucedió igual con el ámbito de la fachada principal, aunque han existido propuestas en este sentido. 
   A partir de la Catedral comienza la apertura que permitió una amplia perspectiva lateral tanto del templo como del Archivo de Indias, antigua Lonja de Mercaderes, erigida entre 1583 y 1598, sobre el solar de la Herrería Real y parte de la primitiva Casa de la Moneda y de otros edificios. De planta cuadrada con patio central, de carácter herreriano, fue ejecutado por Juan de Minjares y Alonso de Vandelvira. La conversión en Archivo de Indias se produjo en 1785, conllevando nuevas obras que trazó Lucas Cintora. En la acera de los pares, la nueva alineación y el valor representativo del lugar invitaron a situar allí un edificio público como la central de Correos y Telégrafos, levantada entre 1927 y 1930, por los arquitectos Joaquín Otamendi y Luis Lozano, conforme a un neobarroco más madrileño que andaluz. 
     A continuación se levantó el edificio Aurora, construido entre 1933 y 1936, por Antonio Illanes, ejemplo destacado del compromiso entre regionalismo y modernidad, que supo introducir un cuerpo de mayor altura a la manera de mirador en un enclave de vistas tan excepcionales. En los momentos cruciales de la Exposición Iberoamericana se afrontan otras obras en el tramo siguiente. Así se levanta la fachada lateral del teatro Reina Mercedes  -luego conocido como Coliseo España-, entre 1925 y 1930, según proyecto de José y Aurelio Gómez Millán, siguiendo los cánones que en esos años desarrollaba Aníbal González, su cuñado, particularmente en la plaza de España. El extraordinario teatro-cine desapareció con el vaciado hecho en las obras conducentes a instalar la sede central del Banco de Vizcaya. Quedó así reducido a su cascarón el más importante ejemplo del regionalismo en este tipo de edificios. En la acera opuesta aparecen otros edificios regionalistas, algunos de Aníbal González, acoplándose en ocasiones a restos de las antiguas cercas, como la torre que forma esquina con la calle Santo Tomás, o el arquillo que comunica con la de Miguel de Mañara. A continuación, sobre el solar del antiguo Seminario, del que sólo se salvó la Capilla, queda un fragmento de obra regionalista de José Espiau, sobre cuya parte demolida a comienzos de los setenta se ha levantado una arquitectura sin interés, y que no acierta a resolver su condición frontera con la Puerta de Jerez.
     Desde la expansión extramuros de la ciudad, una de las más importantes funciones de la avenida ha sido la de canalizar el tráfico rodado entre el casco y sus nuevos arrabales. Además, la inexistencia de una vía de circunvalación obligaba también a su utilización para comunicaciones periféricas: tal es el caso del ómnibus que enlazaba las estaciones de ferrocarril de plaza de Armas y San Bernardo. De 1863 data el proyecto de construcción de "un camino de hierro servido con fuerza animal" para el transporte urbano, y la única línea de comunicación norte-sur pasa por la avenida, pero debido al trazado que entonces tenía, dicha línea salía por la plaza de Santo Tomás y Maese Rodrigo, y regresaba por San Gregorio y plaza de la Contratación, para acceder a la plaza de San Francisco a través de Hernando Colón (1870); este recorrido se mantiene hasta principios del s. XX (plano de Poley Poley, 1910). También fue pionera en el establecimiento de semáforos para regular el cada vez más intenso tráfico rodado, pues en la temprana fecha de 1930 la Sociedad Ibérica de Construcciones Eléctricas propusieron al Ayuntamiento la instalación de "un aparato de señales luminosas" en el cruce de Santo Tomás. Actualmente, en la Plaza Nueva tienen su parada terminal las líneas de autobuses urbanos procedentes del sur, sureste y suroeste de la ciudad, por lo que es permanente su paso por la avenida. Al mismo tiempo, las normas municipales en vigor sobre tráfico rodado tratan de incentivar el uso del transporte público para acceder al casco histórico; por ello, los dos carriles de entrada, reducidos a uno delante de la Catedral, están reservados en las horas comerciales al citado transporte.
     Desde la conquista castellana en el s. XIII y probablemente antes, a raíz de la inauguración de la nueva mezquita mayor hacia 1176, ha sido una calle de gran importancia económica. El comercio, desde los años iniciales de la Sevilla castellana, tiene un nombre propio: genoveses. La colonia mercantil de dicho origen recibe de Fernando III, además de exenciones fiscales, lonja y barrio o calle, a la que le dan nombre. El edificio de aquélla se conservó hasta entrado el s. XIX en la esquina con García de Vinuesa. Sin embargo, a mediados del s. XIV esta calle ya estaba habitada en parte por sevillanos, y desde finales de dicha centuria residen diversos artesanos, destacando los relacionados con oficios artísticos y con el comercio como plateros y cambiadores. 
     En los siglos XV y XVI se les sumarán los relacionados con el textil (sastres, calceteros, jubeteros, tundidores y otros), que son muy numerosos. A fines del s. XV hacen su aparición los primeros representantes de una actividad que también estará ligada a la historia multisecular de la calle: los impresores y encuadernadores de libros. Muchos de los que inician la serie son extranjeros, como Menardo Ungut y Lanzalao Polono, entre los siglos XV y XVI; en las siguientes centurias aparecen, entre otros, Jacobo Cromberger, Monardes, Andrea Pescioni o Varela de Salamanca, en el s. XVI; Andrés Grande y Nicolás Rodríguez, en el XVII; Sánchez Reciente, en el XVIII. Esta importancia económica ha quedado identificada por siglos con otro topónimo: Gradas. En estos andenes de la Catedral desde época medieval, pero sobre todo en los siglos XVI y XVII, se apiñaba diariamente una gran cantidad de gente, que iba a comprar y vender; a ver y a departir: a aprovecharse de las dificultades ajenas adquiriendo todo género de bienes en las almonedas; tenderos y tenderas instalaban sus tenderetes encima de las gradas o a ras de la calle; en los soportales de las casas de Génova y de Gradas, en gran parte propiedad de la Catedral, escribanos y escribientes, cambiadores y banqueros, atendían a clientes de muy diverso origen y condición; incluso las amas de cría acudían diariamente a fines del s. XVI en busca de contrato de trabajo; y los pregoneros voceban subastas y cualquier  tipo de  contrato, que  hacen decir a Morgado: "Acerca de lo qual se puede notar por grandeza de Sevilla, la continua, perpetua y grande abundancia de prendas de gran valor que allí se rematan, assí de oro y plata labrada como de grandes possessiones, ropas costosíssimas, tapicerías riquíssimas y muchíssimos esclavos, con toda toda suerte de armas y quantas riquezas puedan imaginarse" (Historia de Sevilla). 
     En fin, los pícaros encontraban campo abonado para su actividad. Sobre este movimiento, las campanas de la Giralda y los oficios en la  Catedral iban marcando el ritmo de dichas actividades. Cuando se traspasaba el Arquillo del Almirantazgo, el panorama cambiaba algo. A la izquierda se encontraban hasta la segunda mitad del s. XVI las ya citadas Herrería Real y la Casa de la Moneda primitivas, y posteriormente la Lonja de Mercaderes. Aunque esta última tuvo que luchar contra la costumbre de siglos, por la resistencia de los protagonistas del comercio a cambiar de lugar, poco a poco los mercaderes se fueron trasladando desde Gradas a este edificio; sin embargo en 1602 los pregoneros solicitaban seguir desempeñando su actividad en aquélla "atento a que en la Lonja no acude gente" (Sec. 10, 23-VI-1602). En la acera frontera se localizan casas y almacenes, probablemente destinados a contener el aceite que entraba por el cercano Postigo de este nombre. Sobre algunas de ellas se levantó en 1517 el ya citado Co­legio Mayor y Universidad de Santo Tomás, de los dominicos.
     El traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz y el declive del comercio fue cam­biando, más en intensidad que en contenidos, la actividad de esta futura avenida. A mediados del s. XVIII todavía las ordenanzas de plateros la señalan como uno de los lugares donde dichos artistas pueden establecer sus talleres, siguen presentes los libreros y se diversifica el tipo de comercio. 
     Una actividad comienza a tomar relieve en sus años centrales, los cafés, y con ellos, en la siguiente centuria, nuevos ámbitos de diversión, juego y relación. Centros de tertulias literarias y de conciliábulos políticos. Pero los bares y las tiendas, herederos de unos y otras, han ido dando paso a la imagen actual de la avenida, convertida en centro bancario. Dejando a un lado el espacio ocupado por los dos edificios monumentales, la mayor parte de su superficie está ocupada por catorce entidades bancarias, la mayor parte sedes centrales de las mismas en Sevilla, que en varios tramos están colindantes unas con otras. A esto hay que sumar varios edificios de servicios, como Correos y Telégrafos, la Oficina de Turismo y el Servicio Andaluz de Salud. Este panorama se completa con la dedicación a oficinas de la mayor parte de los pisos y apartamentos, destacando asimismo un elevado numero de instituciones aseguradoras domiciliadas en ellos, mientras que ha quedado reducida al mínimo su función de habitación.
     Génova y Gradas han constituido desde la Edad Media el espacio central en las relaciones sociales de la ciudad. Este carácter le vino dado fundamentalmente por su actividad económica, por ser vías que unían las sedes de las instituciones básicas en la vida de los ciudadanos: la Catedral, con su cabildo eclesiástico, centro espiritual; el Ayuntamiento, sede del gobierno de la ciudad; y la Lonja, donde se desarrollaba la vida comercial. Eran asimismo camino principal entre otros centros de la importancia de la Audiencia, palacio arzobispal y Alcázar.
      Como se ha señalado antes, en el s. XIX la instalación de la pequeña corte de los Montpensier en el edificio de San Telmo, la construcción de la estación del ferrocarril a Cádiz y la celebración de la Feria en el Prado de San Sebastián, afianzaron y extendieron el espacio de sociabilidad, acentuado en el s. XX con la instalación de otros centros oficiales, ya citados, y la apertura de paseos y jardines. Fueron siempre las Gradas un lugar bullicioso, a donde acudían gentes de toda edad y condición. Esta situación, que arrancaba de tiempos medievales, se acrecentó en los siglos XVI y XVII. Por allí paseaban comerciantes e hidalgos al decir de Matute y Gaviria, desde tiempo inmemorial, y así debió continuar en los siglos posteriores, pues el asistente Ábalos, en razón de las indecencias que personas de ambos sexos cometían en las calurosas noches de verano, prohibió, por edicto, que pasearan o se sentaran en las gradas toda clase de personas (Matute, Anales eclesiásticos...). 
     Para enton­ces ya se había abierto el primer café de la ciudad, cuyo nombre se desconoce, en la calle Génova esquina a la de la Mar (1758). Pocos años después se abriría en la misma el de San Fernando, establecimiento de lujo, que funcionaba como casino, y que perduraría hasta 1875. Un local muy conocido fue el Caballo Blanco, que sirvió de cenáculo político de los liberales. Otros cafés fueron La Paz y Vista Alegre. La concentración de este tipo de establecimientos, con lo que ello llevaba aparejado de tertulias, reuniones y, consecuentemente, de relaciones sociales, sólo permitía comparación con la cercana Sierpes.
     Por ser nexo de unión entre los mencio­nados edificios representativos de los diversos poderes, constituía la "carrera oficial" por la que discurrían cuantos actos públicos tenían lugar en la ciudad. De entre todos ellos, la fiesta del Corpus Christi, que se comenzó a celebrar en Sevilla en la segunda mitad del s. XIV, llegó a ser la de mayor trascendencia oficial y popular, pues combinaba la espectacular procesión estamental, representativa de todos los sectores sociales, con interpretaciones de autos sacramentales y otros elementos populares coma la Tarasca. La procesión salía de la Catedral por la puerta de San Miguel y discurría por Gradas altas, San Francisco, se adentraba en Sierpes, Cerrajería, Carpintería, Salvador, Culebras, Francos, Placentines y Gradas bajas, para penetrar en el templo metropolitano por la puerta de las Palos. Este ha sido el itinerario del Corpus al menos desde el s. XV, salvo excepciones. Así en 1731, con motivo de la visita de Felipe V, salió por la puerta de los Palos, dio la vuelta a las Gradas, para pasar por los desaparecidos arquillos de San Miguel o del Almirantazgo y de la Casa de la Moneda, y por San Gregorio a la plaza de la Contratación, donde esperaban los reyes, para entrar por la puerta de San Miguel. Con motivo de esta magna procesión, el Ayuntamiento instalaba, ya desde el s. XV, y quizás antes, toldos en el recorrido, y reparaba y limpiaba las calles, que se cubrían de juncia y otras plantas. 
     El cabildo municipal nombraba diputados para las calles principales, con la misión de controlar estas operaciones. En nuestros días la instalación de toldos se ha restringido a la plaza de San Francisco. El momento de mayor brillantez debía ser la salida, pues, según consta, en el s. XV se decoraban las Gradas con tapices cedidos por el arzobispo, las velas tamizaban el sol, y los caballeros y damas que no figuraban en la procesión se situaban en las ventanas de esta calle. Allí se ofreció a la Audiencia, en el s. XVI, un espacio para que el regente presenciara los actos, como respuesta a las quejas de la misma, sin duda  porque allí ofrecían mayor brillantez. En el s. XIX se construían arcos vegetales con flores, uno de los cuales se montaba en Génova o Gradas; asimismo se colocaban sillas para presenciar el paso del cortejo; también reapareció momentáneamente la Tarasca, ya por entonces olvidada. En la actualidad no se utilizan dichos arcos, pero permanece la costumbre de instalar altares, ante los que se detiene la custodia. La fiesta se completaba con una velada de dos días que se montaba en las Gradas.
     Es esta avenida "carrera oficial" de las cofradías al hacer la estación de penitencia a la Catedral. En el espacio por la que esta transcurre, se colocan, al menos desde el s. XIX, sillas para presenciarlas, y también se alquilaban balcones. Por ella circulaban tanto las procesiones de gloria que partían de la Catedral, del Sagrario o de otras iglesias, en especial la de la Virgen de los Reyes, tanto en su festividad de agosto, como en circunstancias excepcionales. 
     También era paso obligado de las procesiones de rogativas que en razón de sequías, inundaciones, pestes y epidemias se organizaban, o, por el contrario, de acción de gracias por acontecimientos felices de diverso tipo, entre ellos los relacionados con la familia real o por victorias de los ejércitos, o con ocasión de honras fúnebres. Fueron muy frecuentes en los siglos XVII al XIX las del Cristo de San Agustín, que era portado desde el convento de este nombre, en las afueras de la Puerta de Carmona. Igualmente cruzaban por estas calles los cortejos de la Inquisición, cuando llevaba a cabo autos de fe públicos en la plaza de San Francisco. Desde el castillo de Triana, entraban por la calle de la Mar y Génova. En otras ocasiones los efectuó en las mismas Gradas. 
     También fueron testigos del cortejo organizado con motivo de la canonización de San Fernando en 1630, que siguió el itinerario del Corpus, a través de seis arcos triunfales, montados por las diversas colonias de extranjeros, que cubrían desde Sierpes a Génova, según nos ha dejado escrito Ortíz de Zúñiga: "...todos [los arcos] los pasó el acompañamiento discurriendo por las calles, que son las más públicas, buscando la puerta principal de la Santa Iglesia, que es la de San Miguel..." (Ana­les..., t. IV, p. 341). Este mismo recorrido siguió la solemne procesión organizada por el cabildo eclesiástico, "el más señor y magestuoso cónclave de España", el nueve de agosto de 1761, con motivo de la proclamación por Clemente XIII de la Inmaculada como patrona principal y universal de los reinos de España. Esta iba precedida por las juguetonas "mojarrillas" y por la Tarasca para "entretenimiento de la pleve"; seguían las órdenes religiosas, las Cruces parroquiales, clero y cabildo catedralicio, cerrando la Ciudad, presidida por el asistente, a quien seguía una escolta de soldados (T. García García).
     Las marchas cívicas también incluían estas calles en sus itinerarios. El Cabildo secular se dirigía habitualmente en cortejo por Génova a cuantos actos asistía corporativamente en la Catedral. Por ella transcurrió solemnemente en 1771 la procesión de traslado de la Universidad desde la sede primitiva de Maese Rodrigo al edificio de la Compañía de Jesús en la calle Laraña. Por ella marcharon las tropas a África o Cuba, y eran recibidas con júbilo después de una victoria. La toma de Tetuán en 1860 originó una ruidosa recepción, que incluyó arcos de triunfo. 
     El presente siglo ha visto desfiles militares, entre otros el de las unidades que combatieron en Ifni en 1958. También otros de naturaleza política; así en Gradas se montó una barricada con ocasión de los sucesos de las Cantonales, en 1869; por ella transcurrió una manifestación abolicionista en 1873, desde el Prado de San Sebastián a la plaza de la Libertad (San Francisco); en fin, numerosas manifestaciones en las dos últimas décadas, entre las que cabe destacar la celebrada el 4 de diciembre de 1977, en que cientos de miles de personas reclama­ron autonomía para Andalucía. El Carnaval utilizaba también esta vía principal durante los siglos XVIII y XIX para el rito del entierro de la Sardina, y en 1859 el Ayuntamiento contrató los servicios de Price para que organizase una cabalgata, que habría de discurrir acompañada por las máscaras desde la Alameda de Hércules hasta San Telmo. Asimismo ha conservado hasta la década de los sesenta la función de lugar de encuentro de los jóvenes de ambos sexos, a donde acudían para pasear antes y después de entrar a algún cine. Igualmente han permanecido hasta hace unos años bares, cafés y clubes, donde se organizaban tertulias, como la que en la Punta del Diamante reunió hasta su muerte Santiago Montoto. Estos establecimientos han sido sustituidos por entidades bancarias y oficinas públicas, lo que contribuye a darle una gran animación sobre todo por las mañanas, y por el contrario, una enorme apariencia de vacío y soledad por la noche.
     Los importantes papeles desempeñados a lo largo de siglos por lo que hoy es la avenida, la convierten en uno de los lugares más citados y descritos por la literatura. Muy especialmente la zona de las Gradas. El ambiente de las mismas, la riqueza allí expuesta en puestos y tenderetes, su tráfago comercial, su condición de enclave de ham­pones, pícaros y marginados... despertaron ya desde el mismo s. XVI gran interés y fueron reflejados en no pocos textos literarios del Siglo de Oro. A Torres Naharro pertenecen estos conocidos versos, ponderativos de ese espacio urbano y de otros lugares de Sevilla:
          "Un templo de majestad 
            sin segundo,
            un Guadalquivir jocundo
            y un gran campo de Tablada,
            y unas Gradas, que una grada
            vale más que todo el mundo".
     Las Gradas eran, en efecto, uno de los enclaves sevillanos conocidos en medio mundo, casi un símbolo de la ciudad. El embajador veneciano Andrea Navagero escribe en su Viaje por España (1524-1526) que a ellas "acuden a pasearse todo el día muchos hidalgos y mercaderes, y es el sitio más bello de Sevilla... A la calle y plaza que están delante acude también mucha gente de continuo (allí se hacen muchos engaños) y es como una especie de mercado..." Que fueron también centro y escuela de aventuras picarescas y acciones fuera de la ley lo afirma un personaje de La lozana andaluza, de Francisco Delicado, también en la primera mitad del s. XVI. 
     Las Gradas se colocan así a la altura de los grandes centros picarescos de Europa: "y allí es otro Estudio de Salamanca y otra Sapiencia de París y otras Gradas de Sevilla y otra Lonja de Valencia y otro Diageto o Rialto de Venecia, y otra barbería de cada tierra". Como lugar de pendencias frecuentes describe las Gradas Agustín de Rojas en El viaje entretenido. Cervantes sitúa en ella algunas "hazañas" de los pícaros Rincón y Cortado de su famosa novela. Y Quevedo, en la Vida del Buscón, describe la zona y habla del asilo que pícaros y malhechores encuentran en el recinto sagrado de la Catedral, para burlar la acción de la justicia. Otro autor de la literatura  picaresca, Castillo Solórzano, dice de su protagonista Lucas Trapaza que "no tuvo ocupación en Sevilla, por su negligencia, que no era amigo de más que asistir en Gradas hasta el mediodía y a la tarde ver la comedia" (La Garduña de Sevilla y Anzuelo de las bolsas). 
     También Cleofás y su compañero, en El diablo cojuelo de Vélez de Guevara, pululan por la zona, que por entonces compartía con el Arenal, Triana o la plaza del Salvador el protagonismo de la picardía urbana y del tráfago comercial sevillano. No en vano peroraba a veces en ellas el famoso loco Amaro, curioso personaje de fines del XVII, cuyos disparatados "sermones" suscitaban el regocijo del numeroso público allí concentrado.
     Muchas alusiones a las Gradas se encuentran en el Guzmán de Alfarache, del sevillano Mateo Alemán, quien sin duda las conocía bien. En su novela se describen como "un andén o paseo hecho a la redonda de ella (la Catedral), por la parte de afuera tan alto como a los pechos, considerado desde lo llano de la calle a poco más o menos, todo cercado de gruesos mármoles y fuertes cadenas". El protagonista Guzmán, que a su vuelta a Sevilla, ya casado, contrata en Gradas a un escudero, reflexiona de este modo: "Por esto en aquella ciudad (Sevilla) anda la conciencia sobrada de los que se la dejaron y no volvieron a ella. No quiero pasearme por las gradas o lonja, ni entrar en la plaza de San Francisco, ni anegarme en el río; déjese a una banda todo género de trato y contrato, que sería, si comenzase, no salir de ello". 
     Tanto Gradas como Génova abundan en tipos desgarrados y populares, como el "valentón" que recoge Vicente Espinel en su Vida de Marcos de Obregón: "quedéme en Sevilla por algún tiempo, donde entre otras muchas cosas que me sucedieron, fue una dar en la valentía, que había entonces, y aún creo que ahora hay, una especie de gentes que ni parecen cristianos, ni moros, ni gentiles; sino su religión es adorar a la diosa valentía, porque les parece que estando en esta cofradía, los tendrán y respetarán por valientes, no cuanto a serlo, sino cuanto a parecerlo. Sucedióme, pasando por la calle de Génova, topar con uno de estos, en­contrándome con él, de suerte que por pasar yo por lo limpio, le hice pasar por el lodo...". Recuérdese cómo en el famoso soneto que Cervantes dedica al túmulo de Felipe II, construido en la Catedral, es precisamente un "valentón", uno de esos personajes ostentosos y pendencieros que pululaban por Gradas, quien cierra así el poema:
          ''Esto oyó un valentón y dijo: Es cierto 
            lo que dice voacé, seor soldado,
            y quien dijere lo contrario, miente."
     Con el declive económico de Sevilla a finales del s. XVII, las Gradas pierden también protagonismo literario. Y aunque aparezcan citadas por diversos viajeros decimonónicos, no gozan ya de la fama que tuvieron en la época aurea. Modernamente un pasaje de Españoles de tres mundos, de Juan Ramón Jiménez, relaciona las Gradas con la personalidad poética de Luis Cernuda: "y si voy a Sevilla y paso por Gradas, miro sin poeta confesor la pilastra vacía de la que aleó el extraño volador Luis Cernuda; falta en el amarillo quieto su voz de arpa entrecortada, su respiración del azahar y el jazmín, el tono de su corazón de ópalo" [Antonio Collantes de Terán Sánchez, Josefina Cruz Villalón, Rogelio Reyes Cano, Salvador Rodríguez Becerra, y V.P.E., en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Constitución, 28. avenida de. COLEGIO  DE  SAN  MIGUEL.  Frontero a la Catedral existió, hasta su reciente derribo, un conjunto de edificios conocido con el nombre de Colegio de San Miguel. En este lugar se situaba, en el siglo XIV, un cementerio del mismo nombre y una mezquita, propiedad del Cabildo Catedral, con un corral plantado de palmeras, y las Carnicerías Viejas, de cuyo tiempo se conserva todavía el arco ojival, que da paso a las edificaciones actuales. Más tarde, se construyeron casas y almacenes para servicio de la Catedral, y un colegio, al que se trasladaron los colegiales o mozos de coro en 1635. Todo el conjunto estaba adosado a un lienzo de muralla que terminaba en la torre de San Miguel, junto a la puerta del mismo nombre de la  Catedral.
     Parece que en principio existieron tres viviendas, aparte los almacenes, que, posteriormente se dividieron. Todas las casas eran de dos plantas, con fachadas avitoladas. La primera poseía un patio con columnas en tres de sus frentes y el cuarto con pilastras; la misma organización se repetía en la planta superior.
     De menores proporciones era el patio de la última vivienda, con sólo dos arcos en cada uno de los tres frentes que poseían galerías. Al fondo de esta casa, un pórtico con doble arcada sobre colum­nas pareadas en la planta baja, y galería adintelada en la superior. Por detrás de todas estas vi­viendas corría un gran salón dividido en dos naves por una arquería y apoyado en la muralla, que servía de almacén.
Constitución, s/n. avenida de la. ARCHIVO DE INDIAS. Este edificio fue construido para Casa Lonja de mercaderes, a instancias del cardenal Sandoval y Rojas, con el fin de evitar la invasión de la Catedral por los mismos, que se reunían en las Gradas y patio de Naranjos. Felipe II encomendó a Juan de Herrera los planos, dirigiendo la obra Juan de Minjares desde 1584 a 1598. Carlos III decidió instalar en este edificio el Archivo de Indias, reuniendo en él toda la documentación de América. En 1787, Lucas Cintora  construyó la soberbia escalera.
     El edificio se levanta sobre un basamento que salva el desnivel del terreno. Consta de dos plantas y azotea con balaustrada y pináculos en los ángulos. En las fachadas alterna la piedra con el ladrillo.
Constitución, 17-19. avenida de la. ARCO DE LA PLATA o DE MIGUEL MA­ÑARA. Es una de las puertas de la muralla del Alcázar, inscrita en un gran arco ojival apuntado. El pasadizo consta de varios tramos de bóveda; el primero de nervadura y el siguiente de cañón con lunetos [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Constitución Española de 1978, a la que está dedicada la avenida;
     Don Juan Carlos de Borbón inició su reinado dentro del sistema político integrado por el conjunto de las llamadas Leyes Fundamentales del anterior régimen, las cuales incluían la posibilidad de su modificación. Esto permitió que el establecimiento de un nuevo sistema democrático se hiciese sin traumas; partiendo de la legalidad anterior, o mejor dicho, valiéndose de los instrumentos de dicha legalidad, como eran las Cortes Españolas, que, el 18 de noviembre de 1976, aprobaron la Ley para la Reforma Política, inicio del proceso que culminaría en la Constitución de 1978. Toda una novedad respecto de un pasado durante el cual las constituciones se establecían habitualmente sobre los escombros de la constitución y del sistema precedente.
     Aprobada la Ley citada en amplio referéndum el 15 de diciembre de 1976, con arreglo a ella se celebraron el 15 de junio de 1977 las elecciones para constituir las Cortes que habrían de elaborar y aprobar la Constitución hoy vigente.
     Formadas las nuevas Cortes por las dos Cámaras, Congreso y Senado, previstas en la Ley para la Reforma Política, se eligió la Comisión Constituyente del Congreso, que, a su vez, designó la Ponencia integrada por los diputados señores Gabriel Cisneros (UCD), Manuel Fraga (AP), Miguel Herrero Rodríguez de Miñón (UCD), Gregorio Peces-Barba (Socialistas del Congreso), José Pedro Pérez Llorca (VCD), Miguel Roca Junyent (Minoría Catalana) y Jordi Solé Tura (Grupo Comunista). La Ponencia redactó dos proyectos, el segundo después de recibir 3100 enmiendas. Discutido el texto correspondiente por la Comisión mencionada y el Pleno del Congreso, por los mismos organismos del Senado y por la Comisión Mixta encargada de resolver las discrepancias entre ambas Cámaras, fue definitivamente aprobado por éstas y por abrumadora mayoría en el referéndum celebrado el 6 de diciembre de 1978.
     Ampliamente rebasadas las circunstancias históricas que pudieron justificar el principio de la soberanía compartida, la Constitución de 1978 proclama como principio originario la soberanía del pueblo español, constituido en un Estado social y democrático de derecho.
      A ese principio corresponde la declaración de derechos y libertades que le sucede, así como al pluralismo de la moderna sociedad española corresponde la declaración de que "ninguna confesión tendrá carácter estatal", aunque “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Nada tan significativo del nuevo ambiente como la comparación entre la discusión de esos principios en la elaboración de la nueva constitución y las tormentosas sesiones que motivó el mismo tema en la discusión de la Constitución de 1931. En el mismo sentido vale la pena subrayar la posición transaccional de la Constitución de 1978 en dos cuestiones clave como son de la libertad de enseñanza y la libertad de empresa: ambos principios son proclamados explícitamente, pero con patente apertura a criterios muy diversos en su aplicación.
     En cuanto a los instrumentos de gobierno, la Monarquía es aceptada en su modalidad parlamentaria y obviamente entendida como forma de Estado más que como forma de Gobierno, de acuerdo con la doctrina constitucional contemporánea, que sitúa a la Corona en la esfera de la influencia y el prestigio más que en la de los poderes políticos específicos.
     De lo dicho se desprende que el protagonismo político estricto corresponde al Gobierno, que la Norma Fundamental constitucionaliza de manera plena, juntamente con las Cortes Generales, formadas por el Congreso y el Senado, en los que el pueblo aparece representado por los partidos políticos, que por primera vez figuran explícitamente en una constitución. (Las anteriores, de 1876 y 1931, los ignoraban, aunque fuesen una realidad de primer orden).
     La gran novedad de la Constitución de 1978 es el reconocimiento pleno de las Comunidades Autónomas a las que se refiere ya en su artículo segundo, según el cual la Constitución se fundamenta en "la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran". A diferencia de lo que sucedió con la Segunda República, en la que sólo llegaron a aprobarse varios Estatutos de Autonomía, en las últimas décadas se ha generalizado el proceso de descentralización política y administrativa iniciado en 1978, existiendo en la actualidad diecisiete Comunidades Autónomas plenamente consolidadas.
     Esta nueva articulación territorial del Estado incide en el diseño constitucional de las Cortes Generales, compuestas por el Congreso de los Diputados y el Senado. El primero tiene la primacía como órgano legislativo y político. La relegación en estos aspectos del Senado a un segundo puesto tiene su compensación en la función que naturalmente le corresponde como Cámara de representación territorial o de las Autonomías.
     No quedaría completa esta exposición de la Constitución de 1978 sin referirnos al hecho, único en toda nuestra historia constitucional, de que no solamente ha sido aceptada por todos, sino elaborada prácticamente por todos, fruto de un espíritu de concordia y realismo, gracias al cual, en todos los puntos debatidos, incluso en los más delicados, se pudo llegar sin grandes estridencias dialécticas a resultados positivos. Durante el debate constitucional fue descrita como la constitución del consenso; una vez promulgada hubo quien la presentó como hecho único en la historia de España, como demostración de que "no hay dos Españas irreconciliables y en permanente confrontación".
     Si tenemos en cuenta lo que ha sido la historia constitucional española de los dos últimos siglos, se comprende con facilidad el entusiasmo que reflejan afirmaciones como las anteriores. Y si se habla con buenas razones del "milagro de la transición", no parece abusivo que se hable asimismo del "milagro de la Constitución". Aunque en realidad se deba al buen sentido del pueblo español y al espíritu conciliador de sus representantes. Todo ello nos permite esperar que tan eminentes cualidades sigan produciendo, como ya lo han hecho durante las últimas décadas, la normalidad constitucional de todos los días.
     La primera reforma constitucional (1992) consiste en añadir, en el artículo 13.2, la expresión "y pasivo" referida al ejercicio del derecho de sufragio de los extranjeros en elecciones municipales. La segunda reforma constitucional (2011) consiste en sustituir íntegramente el artículo 135 (Congreso de los Diputados).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la avenida de la Constitución, de Sevilla, dando un paseo por ella. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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La avenida de la Constitución, al detalle:
Banco de España
Edificio "La Adriática"
Edificio de la avenida de la Constitución, 4
Edificio de la avenida de la Constitución, 6
Banco de Santander
Edificio de la avenida de la Constitución, 8
Edificio de la avenida de la Constitución, 14
Edificio de la avenida de la Constitución, 16
Edificio de la avenida de la Constitución, 18
Colegio de San Miguel
Correos y Telégrafos
Edificio "La Aurora"
Torre de Abdelaziz
Arco de la Plata, o de Miguel de Mañara
Edificio "Santa Lucía"

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