Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Alejo Fernández, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Alejo Fernández es, en el Callejero Sevillano, es una vía que se encuentra en el Barrio de La Florida, del Distrito Nervión, y va de la avenida Menéndez Pelayo, a la calle Demetrio de los Ríos.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos.
En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una calle, está dedicada al pintor Alejo Fernández;
En 1926, que es cuando se forma, se le dio este nombre para recordar al pintor de origen alemán afincado en Sevilla (1475 - 1545). Desde finales del s. XV esta zona estuvo afectada por la instalación del Matadero. Será su desaparición y la subsiguiente operación de remodelación del sector, en vísperas de la Exposición Iberoamericana, lo que motive su formación. Tiene un trazado quebrado y desigual: es relativamente estrecha en su primera parte, a partir de Pedro Roldán se ensancha notablemente, y es utilizada como aparcamiento; también desemboca en ella Atanasio Barrón, por la izquierda. La calzada está adoquinada, y la iluminación se efectúa por medio de farolas de báculo adosadas a las fachadas. Los edificios oscilan entre las cuatro y las seis plantas, éstas correspondientes a un reciente núcleo residencial. Destaca la fachada lateral y posterior del mercado de abastos, obra racionalista de Aurelio Gómez Millán y Gabriel Lupiáñez (1927), levantado sobre el antiguo matadero. En los bajos existen numerosos comercios y una galería comercial. Por las mañanas registra un gran movimiento de personas y vehículos debido al citado mercado [Alida Carloni Franca, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Conozcamos mejor la Biografía de Alejo Fernández, pintor, a quien está dedicada esta vía del callejero sevillano;
Alejo Fernández, (Alemania, c. 1475 – Sevilla, 1545). Pintor.
No existen referencias documentales que indiquen el lugar de nacimiento de Alejo Fernández, que según sus propias declaraciones era de origen alemán (conocido también como Fernández Alemán). Las primeras noticias de su actividad artística se constatan en Córdoba, donde consta su estancia en los últimos años del siglo xv; en Córdoba, antes de 1497, contrajo matrimonio con María Fernández, hija de uno de los principales artistas de la ciudad en aquellos momentos; fue entonces cuando debió de adoptar el apellido de su esposa para denominarse en el ambiente artístico.
El gran auge comercial y económico que Sevilla alcanzó desde los inicios del siglo xvi, hubo de mover a Alejo Fernández a trasladarse a dicha ciudad instado sobre todo por la importante oferta que le hizo el cabildo de la catedral para realizar trabajos de dorado y estofado en el retablo mayor. La actividad artística de Fernández destacó pronto en el ambiente sevillano, por lo que paulatinamente fue adquiriendo numerosos encargos laborales tanto en la ciudad como en lugares circundantes, situación que le permitió ir adquiriendo progresivamente una saneada economía que le hizo posible adquirir casa propia, tener varios criados y esclavos a su servicio y comprar una sepultura en el convento de San Pablo. Entre 1520 y 1523 aconteció el fallecimiento de su esposa y pocos años después se casó en segundas nupcias con Catalina de Avilés. En estos momentos, el artista debía de tener alrededor de cincuenta años y disponer de la plenitud de sus facultades y mantener su buen nivel económico.
En 1526 participó con relevancia en la ejecución de los arcos efímeros del triunfo realizados con motivo de las bodas en Sevilla del emperador Carlos con Isabel de Portugal; su primacía artística en la ciudad era indudable y se prolongó en décadas sucesivas hasta los últimos años de su vida, constatándose entonces síntomas de debilidad tanto en él mismo como en su ambiente familiar; así, en 1539 vio morir a su hijo Sebastián que había sido destacado colaborador suyo y luego en 1542 él mismo padeció una grave enfermedad que le tuvo a las puertas de la muerte. En adelante su salud quedó ya muy mermada y tres años después en 1545 murió en su casa de la parroquia de San Pedro, donde había pasado los últimos veinte años de su existencia.
Aunque no se poseen datos explícitos que lo manifiesten, puede sospecharse que la formación de Alejo Fernández tuvo lugar en los años de su primera juventud en Alemania, en un área artística impregnada de influencias flamencas y holandesas. También puede pensarse que en su juventud pudo haber viajado a Italia, puesto que en su actividad pictórica, realizada primero en Córdoba y después en Sevilla, se constatan características de estilo que muestran claras referencias italianizantes.
De la etapa cordobesa de Alejo Fernández se poseen escasos testimonios, pudiendo señalarse tan sólo que permaneció en dicha ciudad poco más de doce años entre 1495 y 1508. De su producción no se conoce ninguna obra que pueda señalarse como realizada con total seguridad en Córdoba, aunque se sabe que pintó allí varios retablos para el monasterio de San Jerónimo que no se conservan. En el museo de Córdoba se encuentra una representación de San Pedro orando ante Cristo atado a la columna que pudiera haber sido realizada en dicha ciudad y en la que se advierten claras referencias estilísticas que proceden a la vez del ámbito flamenco e italiano. En esta obra, el artista describe un espacioso escenario interior abierto a un dilatado fondo de paisaje; los elementos arquitectónicos que ha descrito son de clara raigambre clásica, acertando a describir el lujo y el esplendor del Palacio de Pilatos, donde Cristo fue azotado. Es notoria en esta obra la diferencia de proporciones entre la figura de Cristo y de San Pedro, captadas ambas en tamaño normal y las de los tres donantes que aparecen en la parte inferior, a escala más reducida y en diferentes planos de profundidad. En esta obra, Fernández muestra ya sus preocupaciones de escenógrafo en las que la arquitectura es una parte esencial de la composición, efecto éste que mantuvo a lo largo de su futura producción artística.
Las mismas constantes descriptivas de la obra antes mencionada se advierten en una segunda pintura de Fernández que puede ser considerada como obra temprana y, por lo tanto, realizada en su etapa cordobesa; se trata de un tríptico de La Santa Cena, que pertenece a la basílica del Pilar de Zaragoza. La tabla central de este tríptico representa el cenáculo con un admirable efecto de perspectiva; igualmente, predomina en esta escena la descripción de los elementos arquitectónicos, lo mismo que en la tabla lateral izquierda en la que se representa La entrada de Cristo en Jerusalén; en la tabla de la derecha se describe La oración en el huerto, en la que el artista capta una intensa profundidad espacial, perfectamente conseguida a través de la disposición de las figuras en distintos planos de profundidad, estando todo cerrado por un fondo de paisaje en lejanía.
Obra probable también de Alejo Fernández, o al menos próxima a su estilo, es La flagelación de Cristo, que se conserva en el Museo del Prado, en la que el artista recrea también un espectacular escenario arquitectónico en perspectiva.
La etapa sevillana de Alejo Fernández se inicia a partir de 1508, año en el que se vinculó a la catedral de Sevilla junto con su hermano Jorge, que era escultor. Alejo se dedicó a policromar las imágenes que previamente habían esculpido otros artistas y al mismo tiempo adquirió el compromiso de ejecutar el conjunto de tablas, con temas de la vida de la Virgen, que habían de colocarse en la viga que cruzaba la parte alta de la capilla mayor de la catedral. Al parecer estas pinturas, que en principio debieron de ser siete, nunca llegaron a colocarse allí y, por otra parte, sólo se han conservado cuatro de ellas: El abrazo de San Joaquín con Santa Ana, El nacimiento de la Virgen, La Adoración de los Reyes, y La presentación del Niño en el templo. La lejanía con que inicialmente habrían de contemplarse estas pinturas hubo de mover al artista a incluir en ella figuras de gran tamaño y a simplificar los monumentales escenarios arquitectónicos que a pesar de ello otorgan a estas obras un carácter solemne y monumental. Además, se observan en ellas marcados efectos de perspectiva que se acentúan cuando los escenarios se abren a dilatados fondos de paisaje.
Entre 1510 y 1515 Alejo Fernández, al servicio de Sancho Matienzo, canónigo de la catedral de Sevilla, realizó dos retablos para la iglesia del convento de franciscanas de Villasana de Mena (Burgos). Desgraciadamente, estos retablos ardieron en 1936 en la Guerra Civil española y por ello sólo viejas fotografías permiten conocer su fisonomía y sus principales composiciones pictóricas. Así se sabe que uno de estos retablos se dispuso en el altar mayor de la iglesia, estando dedicada su iconografía a la concepción de María; en él se incluía un conjunto de doce pinturas entre las cuales destacaban las que representaban La Anunciación, El Nacimiento de Cristo, San Cristóbal y San Jerónimo, advirtiéndose que a los pies de este último se encontraba el retrato del propio Sancho de Matienzo. El segundo retablo estuvo situado en un lateral de la iglesia y estaba presidido por una imagen pictórica de La Virgen de la leche, obra en la cual el artista plasmó en la figura de María un modelo dulce, ensimismado y melancólico.
También en torno a 1615, Alejo Fernández debió de realizar una de sus obras más conocidas: La Virgen de la rosa, que se conserva en la iglesia de Santa Ana de Sevilla en la que captó un modelo expresivo, próximo a la desaparecida Virgen de Villasana de Mena; la Virgen se encuentra sentada en un trono, bajo un dosel y ofrece una rosa al Niño Jesús que está sentado en su regazo; a los lados, dos ángeles contemplan la escena ensimismados, mientras que al fondo se abren sendas ventanas que dejan ver paisajes captados en una profunda lejanía.
Un espléndido conjunto pictórico se alberga en el retablo mayor de la capilla del colegio de Santa María de Jesús en el que sus tablas están enmarcadas por tracerías goticistas; sin embargo, la distribución de las pinturas está claramente ordenada siguiendo una traza de carácter renacentista. La fecha de este conjunto pictórico puede situarse en torno a 1520, siendo patrocinada su ejecución por Maese Rodrigo Fernández de Santaella, quien aparece retratado al pie de la tabla central en la que se representa a la Virgen de la Antigua; de esta manera, este ilustre personaje encomendaba a la Virgen la protección y patrocinio de dicho colegio. La segunda pintura en importancia de este retablo se encuentra en el ático y representa La venida del Espíritu Santo como exaltación de la sabiduría espiritual que había de imperar en las enseñanzas impartidas en dicho colegio. En las calles laterales del retablo se representan a Los cuatro padres de la Iglesia como inspiradores de dicha sabiduría, recogida en sus escritos y también a san Pedro, san Gabriel, san Miguel y san Pablo.
Notable por su belleza de conjunto es el retablo de la iglesia de San Juan de Marchena que Alejo Fernández contrató en 1521, formando compañía con otros pintores o, en todo caso, con la ayuda de sus colaboradores, puesto que en las pinturas que en él se integran se advierten intervenciones de muy desigual calidad.
Este retablo está destinado a narrar pasajes de la vida de San Juan Bautista y de Cristo. Dos obras de interés dentro de la producción de este artista pueden situarse en torno a 1525; son La Virgen con el Niño y un donante, obra firmada que se encuentra en el Palacio Arzobispal de Sevilla, y La duda de Santo Tomás, que se encuentra actualmente en la parroquia de Hinojos (Huelva) y que debe de proceder probablemente del convento de San Pablo de Sevilla.
En la catedral de Sevilla se conserva un altar dedicado a La Piedad documentado en 1527 como obra de Alejo Fernández, quien realizó esta obra con la ayuda del pintor Pedro Fernández de Guadalupe.
Acompañando a La Piedad aparecen en los laterales representaciones de San Andrés, San Miguel, Santiago y San Francisco, mientras que en el banco aparece San Pedro orando ante Cristo atado a la columna y los retratos de los donantes Don Alonso Pérez de Medina y Doña Mencía de Salazar.
En una fecha próxima a 1530 Alejo Fernández debió de realizar dos pinturas que proceden de un desaparecido retablo de la iglesia de San Gil de Écija, donde se conservan, representan a San Gil liberando a un poseso del demonio y al Rey Wamba descubriendo a San Gil herido; son obras mal conservadas, aunque en ellas se reconoce con evidencia el estilo de este pintor. También hacia 1530 pintó Alejo Fernández en Écija para la iglesia de Santiago un retablo igualmente realizado con la ayuda de colaboradores; en este retablo se narran distintos episodios de la Pasión y muerte de Cristo.
Obra de gran fama dentro de la producción de Alejo Fernández es La Virgen de los Navegantes, pintada hacia 1535. Fue ejecutada para presidir el retablo de la Casa de Contratación de Sevilla y actualmente se encuentra depositada en el Alcázar. La composición de esta pintura está presidida por la monumental figura de la Virgen que flota ingrávida sobre los mares, desplegando su manto en actitud protectora sobre distintos personajes vinculados a la navegación, hacia tierras americanas; entre estos personajes, se ha querido identificar a Cristóbal Colón y Hernán Cortés (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Alejo Fernández, al detalle:
Mercado de la Puerta de la Carne
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