Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Monumento a Hasekura Tsunenaga, en Coria del Río (Sevilla).
El Monumento a Hasekura Tsunenaga, se encuentra en el Paseo de Carlos Mesa, 4; en Coria del Río (Sevilla).
En octubre de 1614 se alojó en Coria del Río la embajada japonesa de Hasekura Tsunenaga. Este pueblo sevillano suma a su herencia romana y musulmana la experiencia de ser anfitrión de un encuentro entrañable entre España y Japón, que ha dejado una huella perpetua, hoy recuerdo vivo. Este hecho sigue reflejado quince generaciones de andaluces después conservando el apellido Japón de sus antepasados.
En el Paseo Carlos de Mesa podemos visitar la estatua de Hasekura Tsunenaga, cedida por el gobierno japonés de la ciudad de Sendai, así como los cerezos plantados en el entorno del Guadalquivir, símbolo emblemático en Japón. Una estampa perfecta para representar la unión de dos países lejanos pero con una afinidad innata.
Conozcamos mejor la Biografía de Hasekura Tsunenaga, a quien está dedicado este monumento;
Hasekura Tsunenaga, (Japón, 1571 – 1622). Samurai y diplomático nipón.
Para el investigador Hiroaki Sasaki algunas partes de la vida de Tsunenaga constituyen un enigma. Al parecer, escribió un diario que, tal vez, por motivos políticos, fue hecho desaparecer. En la actualidad existen tres tumbas en las que se supone está enterrado y algunas cosas que se han escrito sobre él son contradictorias.
Conocido también como Hasekura Rokuemon, servidor del noble Date Masamune, entre los años 1613 y 1620 encabezó una embajada a México, Madrid y Roma, siendo el primer cargo oficial japonés enviado como tal a visitar el continente americano (ya en 1610, el San Buenaventura, mercante de ciento veinte toneladas métricas construido en Japón por los españoles, zarpó del puerto de Uraga —isla de Hondo—, llevando a bordo algunos nipones, los primeros, en realidad, que pisaron tierra mexicana. El virrey, Luis de Velasco, los recibió cordialmente). En julio de 1611 una embajada española, presidida por el famoso navegante y cartógrafo Sebastián Vizcaíno regresó desde Nueva España con el buque japonés que había llegado hasta allí con Rodrigo Vivero de Velasco, gobernador de Filipinas el año anterior, lo que inspiró al “daim ˆy o” de Sendai (actual Prefectura de Migayi, al Norte del país), Date Massamune, la idea de enviar una embajada con la intención de comerciar con México y el Sur de Europa, si bien cabe que los planes del “zorro viejo astuto”, como era apodado, fueron más bien políticos; la oportuna pérdida del diario de Tsunenaga, si existió, hubiera aclarado no pocas dudas.
Animado en esta empresa por el franciscano bilingüe Luis Sotelo, al que había salvado de las persecuciones anticristianas del “Shōgun”, Date designó a Hasekura, veterano de las campañas de Corea (1592 y 1597), como su representante. Si bien éste no era un samurai rico y poderoso, tampoco era un personaje vulgar, ya que desempeñaba un cargo de confianza y su salario ascendía a 600 “koku” anuales (un “koku” equivalía a la cantidad de arroz consumida, en aquella época, por un adulto durante un año).
Bajo supervisión española, hábiles trabajadores nipones construyeron un galeón en el pequeño poblado de pescadores de Tsukinoura (norte de Sendai), que bautizaron Mutsu Maru y los españoles llamaron San Juan Bautista. El 27 de octubre de 1613, Hasekura zarpó hacia Acapulco, acompañado de Sotelo y de ciento ochenta miembros de la misión japonesa, en la cual figuraban veintidós samurais (doce de ellos vasallos de Masamune, entre los que se sabe había algún cristiano, y diez funcionarios del Shogunato, bajo el mando, estos últimos, del ministro de Marina, Mukay Syokan), sin contar cuarenta marinos españoles y portugueses. Teniendo en cuenta el reducido tamaño de la nave, el largo viaje debió de ser incomodísimo.
El 25 de enero de 1614 fueron recibidos por Diego Fernández de Córdoba, Virrey de México, que los trató con toda clase de consideraciones. En la capital fueron bautizados —en Semana Santa— 78 de éstos. Poco después, la delegación japonesa cruzó el Atlántico, llegando a Sanlúcar de Barrameda y remontando el Guadalquivir hasta la entonces pequeña población de Coria del Río, cerca de Sevilla, marchando después a presentar sus respetos a Felipe III (en Madrid, Hasekura fue bautizado con los nombres de Felipe Francisco) y al Pontífice Pablo V (entre enero y octubre de 1615). Tras ser recibido en Roma, Hasekura recorrió —interesado en el aspecto secular de su misión— las repúblicas italianas, tratando de obtener beneficios fiscales para las mercancías de su país. Negoció también la venta del San Juan Bautista a las autoridades de México.
Durante su larga ausencia de casi siete años, el Shogunato de Tokugawa (1603-1867) se había consolidado y España, por razones de seguridad, cerró la costa mexicana del Pacífico a la navegación extranjera, por lo que la embajada fracasó en sus propósitos.
Después de pasar dos años en Filipinas, Hasekura regresó a Japón en septiembre de 1620. Pese a la prohibición de predicar el cristianismo, primero, y de su práctica, después, seguida de persecuciones —iniciadas a finales del siglo XVI— y que en los dominios de Date revistieron extraordinaria crueldad, ni él ni los otros miembros de la embajada fueron molestados; es más, a él le fue permitida la práctica en privado de su nueva religión.
El escritor católico japonés Endo Shusaku escribió una novela titulada Samurai, que narra el viaje de Tsunenaga, traducida al inglés por el norteamericano Van C. Gessel y del inglés al español por Carlos Peralta. En el Sendai City Museum, se conserva un lienzo que representa a Tsunenaga vestido a la europea, realizado en España o Italia, calificado de Tesoro Nacional el 22 de junio de 2001.
Antes de emprender el regreso a su país —vía México— algunos miembros de la embajada, unos treinta, prefirieron quedarse en Coria del Río, según unas versiones, por temor a la persecución religiosa y, según otras, por la conocida belleza y simpatía de sus mujeres, no tardando en fundar familias, lo que explica la existencia en esa población de cerca de seiscientas personas apellidadas Japón. En el Parque Carlos de Mesa, a orillas de Guadalquivir, se alza una estatua dedicada a este personaje, regalo de la Prefectura de Miyagi, cuya capital es Sendai; Hasekura aparece de pie, vestido a la antigua usanza, mirando hacia Japón, en el Lejano Oriente (Fernando Gómez del Val, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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