Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Pabellón de Carlos V, de Juan Hernández, en los Jardines, del Real Alcázar, de Sevilla.
El Real Alcázar [nº 2 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 2 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza del Triunfo, 5 (la salida se efectúa por la plaza Patio de Banderas, 10); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
En el Real Alcázar, en los Jardines, se encuentra el Pabellón de Carlos V, de Juan Hernández [nº 44 en el plano oficial del Real Alcázar].
Dirigiéndonos hacia la derecha penetramos en otro espacio rectangular conocido como Jardín del Cenador, por el bellísimo pabellón cúbico remodelado en tiempos del Emperador (1543-1546) y destinado para el descanso y la contemplación.
Se halla rodeado por unas galerías de arcos de medio punto sobre columnas de mármol limitadas por bancos de fábrica forrados de azulejos.
Todo el cuerpo central cúbico va revestido por dentro y fuera también de valiosísimos paños de azulejos ejecutados por los hermanos Pulido en sus alfares de Triana. Y todo ese alto zócalo se remata con yeserías mudéjares en el exterior y otras de signo plateresco en el interior.
El conjunto se cubre con una soberbia cúpula de casetones. Hemos de resaltar asimismo la espléndida solería donde además aparece inscrito el nombre de Juan Hernández, arquitecto que ejecutó esta obra y la fecha de conclusión de la misma. En ella destaca también la planta de un laberinto, quizás del que existió en el propio Alcázar durante el siglo XVI (Ana Marín Fidalgo, El Alcázar de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1992).
Su elemento más destacado es el cenador que se creó en el siglo XVI al transformar la antigua qubba musulmana. Se creó con ello un pabellón de valor simbólico, destinado a proclamar el nombre y la fama del emperador Carlos V. Su transformación tuvo lugar entre 1543 y 1546, fecha que aparece en el pavimento junto al nombre de Juan Hernández, maestro mayor de obras del Alcázar y director de los trabajos.
En esta construcción se da una peculiar simbiosis de elementos de abolengo mudéjar con otros claramente renacentistas. El conjunto destaca por su rigor geométrico, armonía, sentido de la proporción y el refinamiento de su ejecución. Las obras se llevaron a cabo por un nutrido grupo de artesanos, entre los que destacan los hermanos Diego y Juan Pulido, autores de los numerosísimos y variados azulejos de arista y piezas cerámicas empleadas en el revestimiento de muros, pavimentos y pretiles. Se ignora quienes labraron los espléndidos capiteles de las galerías exteriores, si bien se consideran obras genovesas relacionables con Antonio María Aprile de Carona y Bernardino de Bissone. Por su parte, las columnas parecen de origen califal. En el interior, son elementos destacados su extraordinario pavimento, cuyas piezas organizan diseños geométricos y florales, además de recrear, mediante azulejos blancos y negros, el trazado de un primer laberinto que existió en los jardines del Alcázar. Al centro de este cenador se sitúa una fuente con saltador, cuyos borbotones de agua dan vida, frescor y sonido al cenador. Mediante un canalillo, el agua que rebosa de la taza es conducida al exterior del pabellón. Éste se cubre por una techumbre de madera acasetonada, apeada en trompas aveneradas y enriquecida con los escudos imperiales, en fuerte contraste, por su color oscuro, con la riqueza cromática de los altos zócalos de azulejos y frisos de yeserías (Juan Carlos Hernández Núñez, Alfredo J. Morales. El Real Alcázar de Sevilla. Scala Publishers. Londres, 1999).
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