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viernes, 18 de febrero de 2022

El Teatro Municipal, de Miguel Fisac, en Castilblanco de los Arroyos (Sevilla)

     Por Amor al Arte
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     Hoy, 18 de febrero, es el aniversario de la inauguración (18 de febrero de 2003), del Teatro Municipal, de Miguel Fisac, en Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Teatro Municipal, de Miguel Fisac, en Castilblanco de los Arroyos (Sevilla)
   El Teatro Municipal, de Miguel Fisac, se encuentra en la calle Santa Escolástica, 8; en Castilblanco de los Arroyos (Sevilla).
     Nos encontramos con el último proyecto que realizaría Fisac, que moría en 2006, a los 93 años de edad. Este edificio se ubica en el centro urbano de la localidad.
     El antiguo solar está rodeado por viviendas con una altura máxima de dos plantas cuyos muros exteriores están pintados de blanco. Fisac buscó, con buen criterio, la integración de dicho edificio en la manzana y asumiendo el contexto urbanístico de los alrededores a pesar del gran volumen del edificio, esto lo consigue por dicha similitud tipológica y por el lenguaje de las texturas.
     Al exterior nos ofrece unos paramentos que se realizaron con placas de hormigón blanco "in situ" y de forma artesanal. Fisac nos muestra un hormigón a modo de "material blando", patentando el denominado encofrado flexible que aplica en los muros exteriores a partir de moldes de polietileno, resultando de una textura elástica, pulida y blanda.
     Su planta se desarrolla a partir de volúmenes cuadrangulares entrelazados de forma irregular, siendo la zona de mayor amplitud, volumen y altura la del auditorio-teatro que cuenta con 320 butacas y el escenario; contrapuesta a las de menos altura y de una escala más humana las destinadas a la biblioteca y sala de exposiciones. 
     La mayoría de los muros son ciegos, excepto la zona de la biblioteca donde se abren unos vanos corridos usando un lenguaje muy arquitectónico funcionalista.
    Edificio realizado por el arquitecto Miguel Fisac. De vanguardia arquitectónica, está concebido y estructurado mediante un sistema de cubos utilizando placas de hormigón blancas que recuerdan al encalado de las casas de Castilblanco de los Arroyos. Fue inaugurado el 18 de febrero de 2003. Cuenta, además del espacio escénico para teatro, ballet y otros espectáculos, con la Biblioteca Pública Municipal y una sala de exposiciones, así como los camerinos. En el sótano, de grandes dimensiones, está instalado el archivo municipal y otra sala para diversos usos.
Aforo
320 personas
Conozcamos mejor la Biografía de Miguel Fisac, autor de la obra reseñada;
     Miguel Fisac Serna, (Daimiel, Ciudad Real, 29 de septiembre de 1913 – Madrid, 12 de mayo de 2006). Arquitecto.
     Miguel Fisac se desplazó a Madrid en 1930 para ingresar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura y realizar los cursos complementarios, lo que interrumpió la Guerra Civil. Finalizó en 1942 con Premio Fin de Carrera de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Estuvo considerado, desde los comienzos de su quehacer profesional en su estudio madrileño, como uno de los más importantes innovadores de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX, cuya obra se ha prolongado felizmente hasta los inicios del XXI; además, su estela se mantiene en las nuevas generaciones con una fuerza nacida del profundo rigor con el que el arquitecto ejecutó su vasta obra.
     Artista de fuerte capacidad plástica y amplia experiencia a pie de obra, su arquitectura se centra, como ha señalado Francisco Arques, en tres principios básicos: el rechazo de los postulados deshumanizadores del Movimiento Moderno; la necesidad de la prefabricación e industrialización en los sistemas constructivos y su metodología proyectiva, fundamentada en el estudio del programa y de la construcción en torno a tres preguntas: ¿para qué?, ¿dónde? y ¿cómo?, que el arquitecto glosó en sus escritos y conferencias.
     Fisac siempre reconoció la suerte de poder ejecutar grandes obras desde los inicios de su actividad laboral tras colaborar con Fernández-Vallespín y Muguruza en los últimos años de estudiante, como las que realizó en Madrid para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) al finalizar la carrera: la capilla del Espíritu Santo, de 1942; el edificio central y el Centro de Investigaciones Geológicas, ambos de 1943 y con Fernández-Vallespín; el Instituto de Edafología, con su acceso monumental, de 1944; la urbanización, jardinería y cerramiento del CSIC y el mobiliario del edificio central, los dos de 1945.
     Estas obras de la primera etapa de Fisac responden al clasicismo italiano imperante, aunque con una sobria y severa simplificación que se alejaba del academicismo monumentalista de nuevo cuño de la arquitectura española del momento. Hombre pragmático y gran indagador, rechazó de lleno las veleidades ornamentales, analizó el hecho arquitectónico y buscó respuesta a las preguntas funcionales y constructivas de la disciplina; esta investigación le hizo rechazar los principios del Movimiento Moderno, alienantes para el arquitecto y que fueron adoptados por un grupo algo más joven de compañeros de la Escuela de Madrid, de tal forma que viró, tras un viaje de estudios a los países nórdicos en 1949, hacia la arquitectura organicista de Asplund, de carácter más humano y que recoge los principios válidos de la arquitectura tradicional, especialmente el sentido del lugar.
     Ya en las obras de finales de la década de 1940, Miguel Fisac inició su andadura hacia una nueva forma de entender la arquitectura, con esquemas funcionales en planta originados en los famosos “organigramas”, como en el Instituto de Óptica Daza Valdés, de 1948, que combinaban, frente al resto de los arquitectos contemporáneos, los trazados ortogonales y la línea curva, ambos en enriquecedor contraste, y las envolventes espaciales interiores para crear sugerentes ámbitos modelados, como la Biblioteca Goerres, también de 1948, o el bar del citado Instituto de Óptica, ambos en Madrid. Fue a comienzos de la década de 1950 cuando el arquitecto construyó, según sus palabras, su primera obra moderna, el Instituto Laboral de Daimiel, de 1951, donde introdujo el organigrama, previamente utilizado en el concurso del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) sobre Vivienda Mínima, convocado el año anterior, investigación que culminó, tras múltiples estudios y realizaciones –como las viviendas encadenadas, construidas en Carabanchel y Usera–, en la publicación La Molécula Urbana, de 1969, donde teorizaba sobre un nuevo urbanismo alejado de la especulación.
     En estos avances hacia la modernidad le siguieron el Centro de Biología Cajal y Ferrán de Madrid, también de 1951, donde experimentó con un nuevo tipo de ladrillo y unió dos cuerpos mediante una torre de fachada asimétrica de gran potencia, y el colegio de los dominicos de Valladolid (1952), de rígida ordenación en planta, pero con una sugerente volumetría basada en la arquitectura tradicional. De estas mismas fechas son los institutos laborales de Almendralejo y Hellín, que siguen al de Daimiel, en los cuales se aplican estas fórmulas funcionales, con plantas libres, envolventes espaciales de corte “aaltiano” y volumetrías cercanas al urbanismo popular.
     La actividad arquitectónica de Fisac estaba complementada por dos ocupaciones paralelas: la de diseñador de muebles, especialmente en la década de 1950 y primeros años de la de 1960, con logros magníficos como los creados para la librería del CSIC en Madrid, y la butaca Toro, ambas de 1950, o sus famosas patas de gallina, de 1959, para la Compañía Trasmediterránea; y su labor como paisajista, que reflejó en el estudio del entorno de sus obras, que proyectaba en un estilo inglés acorde con su moderna arquitectura, y le llevó a ser el presidente de la Asociación Española de Paisajistas.
     Sus múltiples viajes le proporcionaron una serie de conocimientos y experiencias que utilizaba en su proceso de evolución proyectual. En 1953 viajó a Extremo Oriente y estudió con interés los conceptos espaciales japoneses en la arquitectura residencial y los jardines; dos años después dio la vuelta al mundo y visitó los Estados Unidos, donde conoció la fábrica Johnson Wax, de Frank Lloyd Wright, y la casa Fansworth, de Mies van der Rohe, además de visitar a Richard Neutra. Asimismo, redescubrió la Alhambra de Granada, cuya fluida articulación espacial se asimiló en los proyectos del Instituto de Formación de Profesorado de la Ciudad Universitaria de Madrid, de 1953, el Instituto de Málaga o el Conjunto de Teologado de los Dominicos de Madrid, de 1955-1960.
     Ésta es, sin duda, una de las obras emblemáticas del autor, que ha pasado a formar parte, por derecho propio, del imaginario arquitectónico español del siglo XX; Fisac, impulsado por un nuevo entendimiento del culto religioso afín a su propia espiritualidad –conectado en sus primeros años a una poderosa asociación católica–, se convierte en uno de los principales renovadores de la arquitectura religiosa.
     La organización en planta del Teologado, que integra funcionalmente la enseñanza, la vida religiosa y el culto en la iglesia, se ve magnificada por la posición del cuerpo de campanas y la organización de este templo, de planta hiperbólica y con un interior impactante de clara concepción, basada en una iluminación colorista que proporciona un carácter inmaterial a los curvos muros de fábrica de ladrillo.
     En ese momento, la obra de Fisac está evolucionando hacia una identidad centrada en el estudio del asentamiento y del programa, en la expresión de los materiales, utilizados con la máxima racionalidad constructiva y cuya formalización, sin dejar de ser culta, no abandona los referentes populares, de extrema sencillez y sinceridad.
     En este afán por racionalizar las técnicas constructivas, fue el autor de numerosas patentes dirigidas a la industrialización y prefabricación destinadas a abaratar costes y a mejorar los sistemas tradicionales en un período de crecimiento económico del país. Especialmente significativas son sus investigaciones estructurales, que resolvió con nuevos y elegantes elementos de cierto carácter ingenieril que fabricó para sus obras, como los conocidos “huesos” –vigas huecas de hormigón pretensado–, que no sólo permiten solucionar los problemas sustentantes, sino que también tienen un alto valor escultórico y constituyen un tamiz lumínico que apoya la relación exterior-interior, y supone un contraste formal con la tersura de los inmensos paños de hormigón visto, material que empleaba como referente de la modernidad, cuyas condiciones de ductilidad y posibilidades escultóricas llevó a la máxima expresión en un momento de optimismo desarrollista.
     En esta nueva etapa de la arquitectura de Fisac –década de 1960– es el edificio de los Laboratorios Made (1959-1962) su primera obra completamente de hormigón visto y donde emplea los nuevos sistemas estructurales en la marquesina de acceso, que utiliza en el también madrileño Centro de Estudios Hidrográficos (1960), obra de referencia en la evolución formal y constructiva del autor, con una solución de cubierta de veintidós metros de luz.
     Con estas herramientas construye Fisac una de las obras más originales y personales del panorama arquitectónico español, pues experimenta con un nuevo lenguaje sin ornamentos, de gran pureza, expresado por las cualidades del hormigón, que remite a las formas geométricas de los elementos estructurales, pero sin alejarse de un organicismo centrado en las cualidades del medio físico donde se asientan sus obras. De estos años son la casa Barrera, la parroquia de Santa Ana, el colegio de la Asunción, el derribado edificio Jorba o el edificio de IBM, todos ellos situados en Madrid y su entorno y erigidos entre 1963 y 1967.
     De 1965 es el proyecto nunca construido de viviendas a gran escala con un nuevo sistema de hormigón pretensado de elementos prefabricados que pretendía romper con el todavía excesivamente artesanal sistema constructivo de la vivienda en España y que hubiera constituido el punto álgido en la evolución de este tipo de estructuras. Además, Fisac desarrolló la construcción de láminas de hormigón armado, reflejo del magnífico constructor que el arquitecto llegó a ser.
     El estudio de la envolvente espacial de sus obras, tanto interior como exterior, le llevará a experimentar con la expresión plástica de la piel del edificio, que se convertirá, por un lado, en cerramiento funcional, elemento sustentante y, además, manifestación tectónica del mismo, es decir, imagen intrínseca de la arquitectura.
     Este nuevo rasgo, inicio de su tercera etapa, se reflejará en la utilización de encofrados flexibles que proporcionan al hormigón fraguado una imagen totalmente inédita de elemento líquido contenido por un material flexible, de aspecto mullido y acolchado. La primera obra en la que utilizó este sistema, con unos resultados formales que supusieron un fuerte impacto en su momento, fue en el madrileño Centro de Rehabilitación del MUPAG, en 1970, pero siguió empleando este acabado en los últimos años de su producción, finalmente con cierto carácter decorativo, sin función estructural.
     Esta natural evolución del arquitecto, que empleó con su rigor habitual, ha sido la menos comprendida por la crítica, en un momento en que dicho formalismo sin base teórica no podía ser entendido, coincidente con una etapa de crisis profesional del autor y de la propia arquitectura española.
     Pero este broche que cierra el desarrollo de la obra de Fisac no rompe con la unidad de la misma, unidad que, además, resulta de una originalidad inclasificable que proviene de abordar el hecho arquitectónico con total libertad, sin dogmatismos, con unos conocimientos profundos de la disciplina, en la cual la tríada vitruviana –utilitas, firmitas y venustas– se ve armónicamente integrada.
     Aislado de modas y estilos en sus primeros años, reconocido posteriormente como uno de los grandes arquitectos españoles, y olvidado, finalmente, en su última época obtuvo el unánime reconocimiento de su trayectoria, manifestado en múltiples homenajes, exposiciones, publicaciones y premios, que se unieron a los escasos recibidos por el arquitecto (como la Encomienda con Placa de la Orden de Alfonso X el Sabio, Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Arte Sacro de Viena de 1954 por la iglesia de Arcas Reales de Valladolid), a los que sucedieron, en 1992, la Medalla de Oro del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid por cinco décadas de colegiación; dos años después, la Medalla de Oro de la Arquitectura del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España; en 1997, el Premio Antonio Camuñas de Arquitectura; el Premio Nacional de Arquitectura 2002, concedido por el Ministerio de Fomento, y la investidura como doctor honoris causa por la Universidad Europea de Madrid en 2004.
     Sin un acercamiento directo a la Universidad –aunque doctorado en 1964–, Miguel Fisac no desdeñó la docencia por medio de múltiples conferencias y cursos: impartió clases en la Universidad de Manila y en diversos centros sudamericanos –Caracas, Montevideo y Bogotá–; además, fue ponente en el Congreso de la UIA en Madrid, en 1975, y en el Congreso Federación Internacional de Pretensado en Estocolmo, de 1982. Tampoco estuvo Miguel Fisac conectado con la Administración pública más que como profesional libre en el desarrollo de su ejercicio laboral, ni con su Colegio profesional, donde sólo durante dos años, a partir de 1949, fue vocal de la junta de gobierno y miembro de la comisión de depuración profesional entre 1953 y 1954 (Alberto Sanz Hernando, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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