Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen "María Santísima de la Candelaria", de Manuel Galiano, titular de la Hermandad de la Candelaria, en la Iglesia de San Nicolás de Bari, de Sevilla.
Hoy, 2 de febrero, es la Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos: cuarenta días después de Navidad, Jesús fue llevado al Templo por María y José, y lo que pudo aparecer como cumplimiento de la ley mosaica se convirtió, en realidad, en su encuentro con el pueblo creyente y gozoso. Se manifestó, así, como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la imagen "María Santísima de la Candelaria", de Manuel Galiano, titular de la Hermandad de la Candelaria, en la Iglesia de San Nicolás de Bari, de Sevilla.
La Iglesia de San Nicolás de Bari [nº 21 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla, y nº 10 en el plano oficial de la Junta de Andalucía] se encuentra en la plaza de Nuestro Padre Jesús de la Salud, 1; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
La Capilla Sacramental de la Iglesia de San Nicolás de Bari, de planta rectangular y con altar neobarroco presidido por la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud (1612-15), atribuida a Francisco de Ocampo. Es de talla completa, algo inferior del natural y representa el momento en el que Cristo se incorpora de de una caída, está solo y lleva la cruz a cuestas, una talla que restauró Francisco Arquillo en 1979. Fue titular de la desaparecida cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Antigua, Siete Dolores y Compasión, radicada en su capilla propia del convento de San Pablo. Llegó a San Nicolás en 1880, donde se le cambió la advocación en recuerdo del antiguo titular de los Gitanos, hermandad que radicó en esta capilla. En el mismo altar se halla la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, tallada por Manuel Galiano Delgado en 1924 y remodelada por Dubé de Luque en 1969, una imagen quizás inspirada en una mujer real, Marcelina Sánchez.
Son titulares de la hermandad de penitencia fundada por feligreses de la propia parroquia de San Nicolás en 1922, año en el que realizó su primera estación de penitencia el Martes Santo. En 1977 se fusionó con la hermandad sacramental y de ánimas. Consta la existencia de la sacramental desde el año 1631 (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
La imagen de María Santísima de la Candelaria goza de gran popularidad y fervor en la ciudad de Sevilla, pues siendo una talla del siglo XX esculpida originariamente por Manuel Galiano Delgado en 1924 y remodelada en profundidad por Antonio Dubé de Luque en 1967, la fisonomía actual de su rostro conjuga la pena de la Virgen Dolorosa con el consuelo que transmiten sus serenos ojos de saber que su Hijo, tras la injusta Pasión a la que fue sometido, iba a resucitar.
Su advocación, Candelaria, tiene un hondo significado en la historia del cristianismo, pues está relacionada directamente con la fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, que en la tradición bíblica se fijaba a los cuarenta días del parto, que trasladada al calendario se verifica cada 2 de febrero, día en el que también tiene lugar la Presentación de Jesús en el templo, momento en que es recibido por el anciano Simeón para que se cumpliera la profecía. La ofrenda de dos palomas que hicieron Jesús y María como familia humilde tiene su traslación simbólica a su paso procesional, pues son palomas las que rematan su original paso de palio entonado en azul y plata (Web de la Hermandad de la Candelaria)
Dolorosa de Semana Santa, cofradía del mismo nombre. Martes Santo. Obra de Manuel Galiano de 1924, intensamente retocada con posterioridad, hasta el punto de que ya resulta difícil reconocer los anteriores rasgos. 1,61 m. Famoso su tránsito procesional por los jardines de Murillo, sobre paso de palio azul y plata, destacando como un ascua luminosa en medio de la madrugada. Los bellísimos bordados de este palio son del genial Juan Manuel Rodríguez Ojeda, con la particularidad de que van en color de plata, no en oro. El manto ha sido recientemente renovado. La procesión reviste tintes populares a últimas horas de la tarde por el céntrico barrio de la Alfalfa. Sin embargo es el mencionado regreso por los jardines, junto a las murallas del Alcázar, lo que ha alcanzado un apogeo sin precedentes, en razón de la hermosura lírica del escenario, bajo la plena pujanza de la luna primaveral, entre el rumor de los surtidores, fuentes y flores recién abiertas... Durante la grandiosa exposición llamada Magna Hispalensis (5 de mayo a 30 de octubre de 1992), el paso fue exhibido en la Catedral, donde fue admirado por cerca de un millón de personas (Juan Martínez Alcalde. Sevilla Mariana. Repertorio Iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
María Santísima de la Candelaria.
Iconografía: Virgen dolorosa.
Autor: Manuel Galiano Delgado (activo entre 1920 y 1940).
Cronología: 1924.
Autor de las manos: Parece que no son las originales; las actuales pertenecían a una Virgen de gloria de la provincia de Huelva
Intervenciones: José Rivera García (1953), Antonio Joaquín Dubé de Luque (1969 y 1990), Francisco Arquillo Torres (1979) y Juan Manuel Miñarro López (2003).
Altura: 161 centímetros.
Entre 1921, año de fundación de la hermandad, y 1923 la cofradía procesionaba con una imagen mariana que había donado una señora a la hermandad.
La actual Virgen de la Candelaria fue encargada a Manuel Galiano por la Junta de Gobierno que encabezaba don José Ruiz Escamilla "el Planeta", fundador de la hermandad. Su bendición tuvo lugar el 10 de febrero de 1924 y su precio fue de 500 pesetas. El escultor se basó en los rasgos de Marcelina Sánchez Salas-López, para la realización de la talla.
Es una imagen de candelero para vestir, realizada en madera de pino. La cabeza se muestra de manera frontal, con la mirada hacia abajo. Los ojos son de cristal y las pestañas postizas. Cinco lágrimas recorren sus mejillas, tres en la izquierda y dos en la derecha. Presenta tallado el hoyuelo de la barbilla, la boca entreabierta y la dentadura.
A mediados del siglo XX poseemos datos de una primera intervención en la talla mariana que corrió a cargo de José Rivera García, que la restaura en 1953. Antonio Dubé de Luque la retalla en 1969 e interviene de nuevo en 1990, quedando prácticamente oculta la imagen originaria de Manuel Galiano. Francisco Arquillo Torres la encarna de nuevo e interviene en las manos en 1979. El profesor Juan Manuel Miñarro López interviene en el año 2003.
Su corono procesional fue realizada en 1952 por Manuel Román Seco. Está labrada en plata sobredorada y consta de un alto canasto, imperiales y ráfaga orlada de dieciséis estrellas. El tamaño de las estrellas es creciente en altura. El canasto está dividido en ocho planos pequeñas columnillas que se rematan en jarras con azucenas de plata en su color. En cada plano destaca la cabeza de un querubín y bajo él, una escena de la vida de la Virgen. Idénticas cabezas de querubines se sitúan por la ráfaga, que está presidida por el escudo de la corporación y rematada por una cruz sobre el globo terráqueo.
El actual manto de salida de la Virgen de la Candelaria fue bordado en 1992 por las monjas del Convento de Santa Isabel, réplica exacta del anterior, que había sido confeccionado por Eduardo Rodríguez en 1926, y que, debido al mal estado en que se encontraba la pieza, tuvo que dejar de procesionar en la Semana Santa. Según el historiador de la hermandad, Don Martín Carlos Palomo García, el antiguo manto ha sido en varias ocasiones atribuido erróneamente a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, atribución que ha sido desmentida en varias ocasiones, incluso en el reportaje aparecido en El Correo de Andalucía el día 10 de marzo de 1926, donde se confirma que Eduardo Rodríguez fue su verdadero artífice. En los años en que realizó esta singular obra ya esta consagrado su negocio, la popular Casa Rodríguez, situada en la calle Francos, 39, que se había especializado en labores de pasamanería, cordonería y ornamentos religiosos, y además comenzó a dedicarse a la elaboración de bordados religiosos. Gracias a su amistad con Pepe, el Planeta, se haría hermano de la Candelaria, que bajo su dirección realizaría este singular manto, siguiendo dibujos de Ricardo Pardal. En los escaparates de la calle Lineros se expuso el manto en las fechas previas a la Semana Santa. El manto es de terciopelo azul-verdoso, realizando la copia de su dibujo para la realización del nuevo el diseñador José Asián. Se aprecia en su diseño una amplia banda inferior que circunda el manto con elegantes motivos florales, de carácter barroquista, que se conjuga con los del centro de la composición.
La hermandad posee una saya blanca de tisú bordada en oro por José Guillermo Carrasquilla Perea, confeccionada en 1981, destacando tras piezas que poseen como la de terciopelo rojo bordada en oro por Joaquín Ojeda a partir del traje de luces del torero Diego Puerta, de 1971; el de camarín, realizado por el mismo autor, bordado en hilo dorado sobre terciopelo azul, sin olvidar la más antigua, para el culto interior, de 1947, de color blanco, bordada en sedas de colores, donada por María Teresa Chico Vázquez (Álvaro Dávila-Armero del Arenal, José Carlos Pérez Morales y José Fernando Gabardón de la Banda, en Palios de Sevilla III La virgen dolorosa sevillana. Ediciones Tartessos, Sevilla. 2006).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Fiesta de la Presentación del Señor;
La ley mosaica prescribía dos ceremonias vinculadas con el nacimiento de un niño. Si era de sexo masculino, debía ser circuncidado. Al tiempo que la madre, considerada impura después del parto, debía purificarse, presentar a su primogénito en el templo y recuperarlo del Señor por medio de una ofrenda.
La circuncisión debía realizarse ocho días después del nacimiento, y la Purificación, cuarenta días más tarde.
Esas dos escenas, que presentan temas análogos, han sido frecuentemente confundidas en el arte cristiano.
La presentación del niño Jesús en el templo o la purificación de la Virgen
Presentación de Jesús en el templo, Purificación de la Virgen, Candelaria, son otros tantos nombres que designan la misma fiesta celebrada el 2 de febrero, cuarenta días después de Navidad (Cuadragésima de Epifanía). Esta triple serie de nombres se encuentra en todas las lenguas.
l. Presentación del Niño Jesús en el Templo
2. La Purificación de la Virgen
3. Candelaria
El relato evangélico
La Presentación en el templo sólo se relata en el Evangelio de Lucas 2: 22 - 40.
Los otros no dicen nada acerca de ello.
«Así que se cumplieron los días de la purificación conforme a la ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarle al Señor, según está escrito (...) y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones.
«Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel y el Espíritu Santo estaba en él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Cristo del Señor. Movido del Espíritu, vino al templo, y al entrar los padres con el niño Jesús para cumplir lo que prescribe la Ley sobre Él. Simeón le tomó en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dijo: Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; porque han visto mis ojos tu salud, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos; luz para iluminación de las gentes y gloria de tu pueblo Israel.» Y dirigiéndose a María dijo: «...y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones.
«Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, muy avanzada en días, que había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro.... Como viniese en aquella misma hora, alabó también a Dios y hablaba de Él a cuantos esperaban la redención de Jerusalén (...) Cumplidas todas las cosas según la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret.»
Las dos prefiguraciones bíblicas de la Presentación del Niño Jesús en el templo son el Destete de Isaac y la Consagración del niño Samuel al Señor.
Liturgia judía y católica
Para comprender el tema iconográfico es necesario conocer no sólo la fuente de las Escrituras de donde ha tomado el tema el arte cristiano, sino también los ritos de la Purificación en la ley mosaica y en el culto católico.
La ley de Moisés (Éxodo, 13: 2) obligaba a todos los judíos a consagrar a los primogénitos al Señor en conmemoración de la salida de Egipto, y a redimirlos mediante un canon de cinco siclos y el sacrificio de un cordero. La ley era formal:
«...consagrarás a Yavé todo cuanto abre la vulva; y de todo primer parto de los animales que tengas, el macho lo consagrarás a Yavé».
Además, de acuerdo con el ritual del Levítico (12: 1 - 8), toda parturienta se consideraba impura durante los siete días siguientes al nacimiento de un varón y durante treinta y tres días se le vedaba la entrada en el templo. Por lo tanto, debía dejar pasar cuarenta días para presentar a su hijo en el templo y depositar la ofrenda.
Puede asombrar que la Virgen se haya sometido a esta regla que no podía aplicarse a su purificación, puesto que había parido milagrosamente sin perder su virginidad, es decir, sin mancha alguna. Los teólogos explican que fue para dar ejemplo de humildad y de obediencia a la Ley que la Virgen quiso someterse a esas prescripciones legales que para ella no tenían sentido. De la misma manera que Jesús se había sometido a la Circuncisión sin necesidad, la Virgen no eludió la obligación ritual de la Purificación, preocupada, antes que nada, por no «derogar» la Ley.
Redime a su hijo ofreciendo una pareja de tórtolas, que era la ofrenda de los pobres, mientras que el cordero era la de los ricos. Habría podido, según parece, comprar un cordero con el oro del Rey Mago; pero los teólogos, que tienen respuesta para todo, replican que ese oro fue inmediatamente distribuido en forma de limosnas.
Sobre esta liturgia hebrea se injertó la liturgia católica de la bendición de los cirios, que ha dado su nombre a la Candelaria, o Fiesta de las candelas (Festum Candelarum), porque la procesión se hacía con cirios encendidos. Ese día «los cristianos suelen tener cirios o candelas en sus manos en la santa iglesia, y ofrecerlas a la Madre de Dios».
A decir verdad, esta ceremonia no es más que un vestigio de un antiquísimo rito lustral pagano, el de la katharsis, que se celebraba con antorchas destinadas a espantar a los espíritus de las tinieblas. Así era como los griegos conmemoraban la búsqueda de Perséfone después de su rapto por Hades, y celebraban los romanos la fiesta de las Ambarvalia.
De acuerdo con ciertos historiadores de las religiones, la fiesta cristiana de la Purificación de la Virgen habría sustituido a la fiesta pagana de las Lupercales. Pero Dom Leclerq observa con fundamento que no hay ninguna semejanza en ritual ni coincidencia de fechas.
Durante el reinado de Carlomagno la Purificación se convirtió en una fiesta mariana en los países occidentales.
La fecha de la fiesta
La Purificación no podía realizarse antes de pasados cuarenta días desde el momento del parto. Los orientales, que celebraban la Natividad el 6 de enero, fijaron en consecuencia la fecha de la Presentación el 15 de febrero.
Cuando la Iglesia romana decidió que la Natividad sería conmemorada el 25 de diciembre y no el 6 de enero, la fiesta de la Presentación se adelantó inexorablemente trece días y se fijó el 2 de febrero.
La Iglesia bizantina acabó aceptando esa rectificación en el siglo VI.
El tema iconográfico
Al analizar este tema complejo se descubren tres y hasta cuatro motivos combinados:
1. La Presentación del Niño en el templo.
2. La Ofrenda lustral de la Virgen.
3. La procesión de los cirios.
4. El Cántico del anciano Simeón (Nunc dirrtitis).
1. La Presentación del Niño
De acuerdo con el momento elegido, la escena presenta dos aspectos diferentes. Ya María presenta el Niño al anciano Simeón, ya éste devuelve el Niño a su madre. En el primer caso la Virgen está de pie, en el segundo está arrodillada.
Aunque no haya sido sumo sacerdote, Simeón está tocado con mitra o tiara y tiene las manos veladas en señal de respeto. Ese rito oriental vuelve a encontrarse en el Bautismo de Cristo, donde los ángeles tienen igualmente las manos veladas.
Como en la escena de la Natividad, ocurre que el Niño esté de pie o acostado sobre el altar, para significar que desde su nacimiento está marcado por su carácter de víctima expiatoria y predestinada al sacrificio. A veces la Virgen y Simeón lo levantan por encima del altar. En el siglo XVII ciertos pintores alemanes hacen planear a la paloma del Espíritu Santo en lo alto de la composición.
La profetisa Ana, que tiene el mismo nombre que la madre de Samuel y la madre de la Virgen, asiste al viejo Simeón. Ella simboliza a la Sinagoga y sostiene las Tablas de la Ley donde se desarrolla un texto profético.
2. La Ofrenda lustral
José, que es sólo un personaje secundario, lleva en las manos, en los pliegues de su manto, en un cesto o en una jaula de alambre, las dos tórtolas, modesta ofrenda de los pobres. A veces suma a los palominos una pequeña suma en metálico y se le ve desatar el cordón de la bolsa para extraer el óbolo, refunfuñando.
En el arte ruso, por ejemplo en un fresco (actualmente destruido) de Nereditsa, cerca de Novgorod, las palomas son tres.
3. La Procesión de los cirios
Este tema no es de origen bíblico, y constituye un típico ejemplo de enriquecimiento de un motivo iconográfico a través de la liturgia.
Los portadores de cirios son generalmente José (que ya sostenía un candil para iluminar el pesebre de la Natividad), la Virgen y sus criadas. En su cuadro del Museo de Darmstadt, Stephan Lochnerles agregó una procesión de niños de coro, alineados como tubos de órgano según sus estaturas. El suelo está alfombrado de hojas de acebo con pequeñas bayas rojas, follaje de invierno que recuerda la fecha de la fiesta de la Candelaria, el 2 de febrero.
Esta tradición popular es muy antigua. Ya en el siglo XII, en una vidriera de Chartres, se ve a la Virgen seguida de mujeres que llevan cirios encendidos. El arte pictórico del siglo XV se apropió del tema.
4. El Cántico del anciano Simeón (Nunc dimitis)
Simeón pide a Dios que lo deje morir después de haber tenido la alegría de ver al Mesías. Y predice a la Virgen que una espada le atravesará el corazón.
Es el origen del tema de la Virgen de los siete Dolores (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor el significado de la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo;
La primera noticia conservada de la conmemoración litúrgica de la presentación de Jesús en el Templo (Lucas 2, 21 ss.) nos la da Egeria en su peregrinación a Jerusalén a finales del siglo IV. Se llamaba Quadragesima de Epiphania porque entonces se celebraba aún el nacimiento también el seis de enero, es decir, el catorce de febrero.
Junto a la Presentación del Señor como primogénito (cf. Éxodo 13, 1 ss.), motivo central de la fiesta pese a su título mantenido hasta la última reforma del calendario romano, en la que también María cobra una importancia especial por la profecía de la espada, va pareja la purificación de María (cf. Levítico 12, 1 ss.), pues toda mujer que pariera un varón debía presentarse para su purificación acaba la cuarentena, rito al que se somete por humildad. Ambas ceremonias se reseñan en aparece en Lucas 2, 22: “Cumplidos los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor”.
Desde Jerusalén se fue extendiendo por Oriente. En Constantinopla, donde se celebraba ya a principios del siglo VI, tenía ya esta fiesta un carácter mariano muy marcado, pues se invitaba en ella a recurrir a la intercesión mariana y la corte imperial la celebraba en el templo mariano de la Blancherna.
El Emperador Justiniano I, en agradecimiento por atribuir a la intercesión mariana el cese de una epidemia, en el 542 extendió su celebración a todo su Imperio como día festivo. Se trasladó al dos de febrero porque la Navidad ya había sido fijada el veinticinco de diciembre.
A Roma la debieron llevar los monjes bizantinos. Según el Liber Pontificalis, la fiesta de la Purificación, a la que, según la ley mosaica tuvo que someterse María (Lev. 12, 2-8), se celebraba ya en Roma con carácter mariano en el pontificado de Sergio I (687-701), de origen sirio.
El título de Purificación aparece por primera vez en el Sacramentario Gelasiano (siglo VIII), y se cree de procedencia galicana, aunque este tema no desempeña papel alguno en los textos eucológicos que se centran en la figura de Jesús, aunque pasó al Misal Romano, hasta la reforma de 1969, en que pasó a denominarse de la Presentación del Señor.
San Cirilo de Alejandría, a principios del siglo V, ya habla de las candelas (Patrologia Graeca, vol. 77, col. 1040 s). En Roma aparece ya la procesión de los cirios en el Orden de San Pedro, del 667, que es ratificada por el citado Sergio I, por lo que la fiesta recibe el nombre popular de Candelaria. El origen de las luces quizá provenga de que estas procesiones eran nocturnas.
Esta procesión en Roma tenía un marcado carácter penitencial, pues la comitiva pontificia iba descalza, con ornamentos primero negros y luego morados, color que se conservó hasta la reforma de 1969. Debió adquirirlo, lo que se cree a partir de Beda, como desagravio por los Amburbalia, fiesta pagana de purificación de la ciudad, que consistía en recorrer la muralla procesionalmente llevando las víctimas a sacrificar una vez acabado el itinerario, celebrada por última vez el 394. Aunque era una fiesta movible, se solía celebrar en febrero.
La primera bendición de las candelas se remonta a finales del siglo IX y era precedida de la bendición del fuego como en la vigilia pascual: se interpreta como una fiesta de la luz como símbolo de Cristo, basándose en la profecía de Simeón: “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.
La bendición solemne de las candelas empezó en la Iglesia galicana en el siglo X, y de ahí se fue difundiendo con lentitud En Roma se documenta por el Sacramentario de Padua, en una adición del mismo siglo X. En la Península Ibérica, ya presente en el siglo XI, y después por el resto de Europa (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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