La Gruta de las Sultanas, en los Jardines, del Real Alcázar

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     El Real Alcázar [nº 2 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 2 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza del Triunfo, 5 (la salida se efectúa por la plaza Patio de Banderas, 10); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.

     En el Real Alcázar, en los Jardines, se encuentra la Gruta de las Sultanas [nº 43 en el plano oficial del Real Alcázar]. 

       A través de una bella puerta situad a en el flanco derecho del Jardín de las Damas y bajan­ do unas gradas, pasamos a un jardín creado en el siglo XVII y que se llamó del Laberinto en alusión al que poseía recortado en la vegetación.

     El centro se halla ocupado por un estanque poligonal de donde surge un montículo en forma de gruta que originalmente era el Monte Parnaso y se adornaba con múltiples figuras de barro que representaban a Apolo rodeado de las nueve musas y, coronando el conjunto, el caballo Pegaso. Lo que hoy se ha conservado son sólo restos de cabezas de animales que apare­cían diseminadas por el montículo y el esquele­to de cañerías distribuidas internamente, a través de las cuales el agua brotaba como si verdaderamente del fondo de la tierra surgiera.

     Del laberinto que abrazaba este estanque no ha quedado resto alguno, como tampoco de las figuras de autómatas  que representaban caza­ dores, leones, ciervos, etc... y que aparecían por él diseminadas. En la actualidad este sector se halla extraordinariamente degradado (Ana Marín Fidalgo, El Alcázar de Sevilla. Ed. Guadalquivir, 1992).    

     También se llamó de la Cruz y comunica con el Jardín de las Damas mediante la Puerta de Hércules y, a través de un postigo, con el Jardín de las Flores. 

     Su nombre hacía alusión al intrincado laberinto que organizaban sus setos recortados, al centro del cual se situaba un estanque rodeando el Monte Parnaso. En la cima de esta montaña artificial se situaron esculturas de Apolo, las Ninfas y el caballo Pegaso, apareciendo otras figuras en las laderas del monte, algunas de ellas con función de surtidores. Una serie de autómatas completaban este sorprendente jardín, que hoy aparece profundamente transformado. La desaparición del laberinto al que debía su nombre tuvo lugar en 1910, a instancias del rey Alfonso XIII (Juan Carlos Hernández Núñez, Alfredo J. Morales. El Real Alcázar de Sevilla. Scala Publishers. Londres, 1999).

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