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martes, 22 de octubre de 2024

El Cortijo de Gambogaz, en Camas (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Carambolo, en Camas (Sevilla).
      Gambogaz ocupa un privilegiado emplazamiento, en el pago homónimo entre Camas y el casco histórico de Sevilla, del que sólo lo separa y a la vez lo une el río Guadalquivir. Esta especial y "urbana" localización, a la que se accede directamente desde Camas, produce un agudo contraste entre el ancestral pasado agrícola que representa su caserío y la centenaria historia de la finca y el presente tecnológico de su entorno inmediato, caracterizado por la presencia del vecino recinto de la Exposición Universal de 1992.
     El núcleo del caserío es irregular, configurado por paulatinas agregaciones. Aunque cuenta con restos más antiguos, sospechamos que en gran medida debe su disposición actual a la iniciativa de Vázquez, que debió adaptarlo a su moderno concepto de la agricultura. Se articula en torno a dos grandes sectores sucesivos, de señorío y labor, distribuidos en torno a sendos patios, con todo el conjunto rodeado de una alta tapia, de claro carácter defensivo. 
     Precisamente esta cuestión, la de la seguridad en el campo, fue una de las preocupaciones que sabemos tuvo Vázquez, algo muy propio del convulso siglo XIX español. 
     El señorío se distribuye en la actualidad en dos espacios que configuran el primer ámbito del caserío, contando con una monumental portada rematada por espadaña. Así, a la izquierda se encuentra la vivienda señorial y la almazara, mientras que a la derecha se hallan las dependencias del casero y la administración. El señorío, rodeado por un amplio jardín, es de tres alturas, en parte acabadas por terrazas y rematado por un amplísimo mirador. De la almazara destaca la torre de contrapeso, de planta rectangular con terminación de chapitel coronado por tres almenas, muy semejante al de una vieja almazara en ruinas que sobrevive en el barrio bajo de San Juan de Aznalfarache. 
     Junto al jardín aún se conserva la vieja solera del molino de Gambogaz, así como numerosas tinajas de la bodega de aceite. La otra mitad de este ámbito es de menor importancia arquitectónica, pero su función administrativa le da un gran relieve, siendo en este lugar donde se pagaba a los trabajadores, que llegaron a sumar más de 50 familias. 
     El patio de labor, que se encuentra tras el ámbito de la almazara y el señorío, es mucho más sencillo y se encuentra notablemente transformado. En la actualidad estos dos sectores están radicalmente separados al corresponder a propiedades distintas. La zona de labor cuenta con su propio acceso al campo y con diversas dependencias como una vaquería, la vivienda del capataz, el almacén de productos químicos, así como un moderno silo de uralita junto a otro más antiguo de dos alturas. En torno a este núcleo del caserío se disponen numerosas y variadas edificaciones, como dos complejas zahúrdas o una pequeña casa de máquinas.
     La variedad de dependencias que acabamos de reseñar no hace más que evidenciar la multifuncionalidad de la explotación, que además de olivarera y cerealista tuvo una importante presencia ganadera, especialmente vacuna y porcina. Así, la leche de las vacas de Gambogaz era vendida en Sevilla por dos lecheros hasta no hace demasiados años. 
     Todavía hay quien se acuerda del carro pintado de blanco tirado por una mula que llevaban. 
     Por último, no queremos terminar la referencia a la finca sin recordar que en las labores más sencillas de su actividad ganadera comenzó a trabajar muy niño el que luego se convertiría en uno de los grandes toreros del siglo XX, Curro Romero, de forma que el mito se entrelaza en Gambogaz con la historia. El propio maestro relata sus vivencias en la finca, lo que nos permite llenar de vida, aunque sea sólo de un soplo, su caserío. Así, indica que trabajaba de zagal, especificando que en Gambogaz guardé vacas, guardé ovejas, guardé cochinos. Señala también que los domingos todos los chavales, los que estábamos allí con el ganado y los demás, teníamos que ir a misa. 
     Gambogaz es sin duda una de las mejor documentadas y más paradigmáticas explotaciones agrícolas de toda Andalucía por su significativa historia, que se remonta a la Edad Media. Fue una alquería musulmana que quedó reflejada en el Repartimiento de Sevilla, en el que se dice que tenía 200 aranzadas y 10.000 pies de olivar e higueral. Formó en un primer momento parte del enorme patrimonio del Cabildo de la catedral de Sevilla, pasando en el siglo XV a manos del vecino monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, que contaba con numerosas e importantes propiedades agrícolas. En ese momento Gambogaz tenía, además de las 200 aranzadas referidas, otras 100 procedentes de 15 hazas situadas también en Camas, contando entre todas tanto con olivar como cereal y viña. Fue gracias a la decidida política de concentración de fincas llevada a cabo por la Orden de San Bruno como la finca adquirió su gran entidad, que se mantuvo inalterada hasta que fue desamortizada en el siglo XIX.
     En el momento de su desamortización que, por cierto, se hizo sin la preceptiva publicación en los correspondientes boletines oficiales la finca estaba dedicada mayoritariamente al cereal, contando, no obstante, con una considerable superficie de olivar. Fue comprada en 1851 para don Antonio María de Orleáns, duque de Montpensier, por Manuela Gutiérrez. No obstante, pasó de inmediato al hijo de esta última, Ignacio Vázquez y Gutiérrez, contando entonces con 525 ha. La trascendental figura de Ignacio Vázquez, magistralmente estudiada por François Heran, es clave en el entendimiento de la burguesía agrícola sevillana y, en general, de la modernización del campo andaluz en el siglo XIX. 
     Este personaje, abogado y alcalde de Sevilla en 1840, fue en su época el mayor contribuyente de la ciudad, sólo superado por el duque de Osuna. Los diferentes procesos de desamortización que le tocaron vivir le permitieron levantar un verdadero imperio agrícola a lo largo del Guadalquivir, que llegó a estar formado por 118 fincas, las cuales sumaban más de 6.000 ha. El epicentro desde el que se dirigía este considerable patrimonio fue precisamente Gambogaz.
     Ignacio Vázquez renovó por completo el viejo concepto del gran propietario andaluz, rentista y absentista, dirigiendo sus numerosas explotaciones directamente y con una inusual y fina inteligencia. Verdadero pionero de la agricultura contemporánea, fue fundador y presidente del sevillano Círculo de Labradores y Ganaderos y el primero en importar utillaje para la mecanización de las labores agrícolas ¿locomóviles, trilladoras...  desde Inglaterra, haciendo incluso demostraciones públicas del mismo en Gambogaz. También fue pionero en la aplicación de innovadoras técnicas agrícolas, llegando incluso a planear la creación de una Escuela de Agricultura, con sede en esta finca.
     Mención especial merece la estrategia sucesoria ideada por Vázquez para, una vez desaparecidos los mayorazgos, mantener su imperio territorial unido. Ello se refleja en su minucioso testamento verdadero alarde de "ingeniería" jurídica de más de mil páginas en el que Gambogaz fue dividido en tres partes: las tierras oleícolas, casi 100 ha, pasaron a su viuda, configurándose así una hacienda a la que se le denomina de la Candelaria por el nombre de su propietaria, doña Candelaria Rodríguez Vázquez; el hijo pequeño, don José Vázquez, recibió las mejores tierras cerealistas, el cortijo por excelencia, que mantuvo su secular denominación de Gambogaz y, por último, la hija soltera, doña Manuela Vázquez, recibió la residual haza de la Cruz.
     Después de la última guerra civil española, la ciudad de Sevilla regaló la propiedad de la finca al general don Gonzalo Queipo de Llano, en manos de cuyos herederos aún se encuentra, dividido no obstante su caserío en varias propiedades.  
   Situado a 1500 m. del pueblo, en el cortijo se hallan restos de un torreón con escalera perimetral cubierta por bóvedas de arista. Preceden a dicho torreón dos estancias dispuestas en eje: una, cubierta por bóveda octogonal sobre trompas, y otra, por casquete esférico y pechinas. En el patio de los naranjos, restos de un claustro de sabor mudejárico, análogamente a lo anterior.
     El cortijo de Gambogaz o Campogaz figura en el Repartimiento una vez con el nombre de Cambohat y otra con el de Gambugaz, y se identifica como una alcarria en término de Sevilla a la que el rey puso por nombre Lafiza. Tenía 10.000 pies de olivar e higueral y 200 aranzadas por medidas de tierra y fue dada íntegramente a D. Mícer, heredando también en ella a su hermano Niculoso. En el caserío del actual cortijo y en sus inmediaciones, existen vestigios de construcciones romanas con su característico ladrillo y tegulae y también sillares y restos de cerámicas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El cortijo de Gambogaz está en un lugar privilegiado junto al río Guadalquivir. Antigua alquería musulmana de origen medieval, pasó a formar parte del cabildo de Sevilla en el siglo XIII tras la conquista de las tropas cristianas. En el siglo XV perteneció al monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas y en el siglo XIX alcanzaría su máximo esplendor con el antiguo alcalde de Sevilla, Ignacio Vázquez y Gutiérrez. En 1937 el alcalde de Sevilla Ramón de Carranza se lo regaló al general golpista Queipo de Llano después de expropiárselo a Ignacio Vázquez, prototipo de empresario moderno, pionero de la industrialización del campo. Queipo de Llano murió en el Cortijo en 1951.
     Su torre, de estilo gótico-mudéjar, es Bien de Interés Cultural. Hoy no se puede visitar y está en estado de abandono, pero se puede observar desde muchos puntos del municipio y queda enmarcado en el magnífico paisaje de la ribera del Guadalquivir (Turismo de la Provincia de Sevilla).
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Más sobre la localidad de Camas (Sevilla), en ExplicArte Sevilla.

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