Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la ópera "Pedro el Cruel", ambientada en Sevilla, de Luigi Bertocchi, e Hilarión Eslava.
Hoy, 21 de octubre, es el aniversario del estreno (21 de octubre de 1843) de la ópera "Pedro el Cruel", en el Teatro Principal, de Sevilla, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la ópera "Pedro el Cruel", ambientada en Sevilla, con libreto de Luidi Bertocchi, y música de Hilarión Eslava.
También en el siglo XIX hubo compositores españoles que de nuevo se inspiraron en la figura histórica de don Pedro "El Cruel". Tales son los casos de Hilarión Eslava (1807-1878), el célebre maestro de capilla autor del Miserere escrito para la catedral de Sevilla en 1835, y el compositor y director de orquesta gaditano Antonio de Reparaz Cruz (1833-1886).
Don Hilarión Eslava, en efecto, estrenó en Sevilla una ópera titulada Pietro il Crudele en octubre de 1843, pocos meses antes de trasladar su residencia a Madrid. Pero muy escasas son las noticias existentes sobre esta ópera, la tercera y última del compositor. Es el momento, como expresa The New Grave of Music and Musicians, en el que más patente se hace en él su "pasión dominante por el estilo italiano". En efecto; por estos años escribe tres títulos operísticos a la moda italiana y con libreto en lengua italiana: Il solitario del monte selvaggio (ópera seria con libreto de C. Bassi, estrenada en Cádiz en 1841), Le tregue di Ptolemaide (ópera seria sobre librete de L. Bertocchi representada también por primera vez en Cádiz en 1842) y Pietro il Crudele (inspirada en textos de Lope de Vega), estrenada esta vez en Sevilla en 1843.
Según refiere el prestigioso musicólogo Antonio Gallego, al parecer Pietro il Crudele no fue conocida fuera de la ciudad que estaba a punto de abandonar don Hilarión. Y tampoco -según señala- "hemos podido hallar ni el libreto, si llegó a imprimirse, ni la partitura completa. Y la búsqueda de fragmentos ha dado también menores resultados que en las dos anteriores'', en referencia a las otras dos óperas de Eslava estrenadas en Cádiz. Según el propio musicólogo citado, existe un arreglo para piano tan sólo de la Escena primera, Coro, del acto tercero de la ópera, elaborado por José M. Rodríguez, discípulo de Eslava, editado en Sevilla con las características de la Calcografía de Taberner. La escena consta de tres secciones principales: la primera tiene el interés de cantar un marcado carácter andaluz, expresado en un moderato en la menor y 3/4 de marcado acento andaluz; después se pasa a un allegretto más convencional, en la mayor y 3/8, y concluye en un allegretto en si bemol mayor donde la influencia andaluza, aunque algo más estilizada, también es bien perceptible.
Antonio Gallego concluye afirmando que "con esta ópera terminó Eslava su carrera operística. Sin conocer las partituras completas, es arriesgado aventurar un balance de ellas, aunque sí puede hacerse respecto a su influencia en el panorama nacional. Ya Peña y Goñi habló de las tres con simpatía pero dejando bien sentado que habían sido manifestaciones aisladas y apenas dejaron rastro alguno en el futuro" (Ramón María Serrera, Andrés Moreno Mengíbar. Sevilla, ciudad de 150 óperas. Ediciones Alymar. Madrid, 2012).
Conozcamos mejor la Biografía de Hilarión Eslava, autor de la música de la ópera reseñada;
Hilarión Eslava Elizondo (Burlada, Navarra, 21 de octubre de 1807 – Madrid, 23 de julio de 1878). Compositor y maestro de capilla.
Sus padres, propietarios de la casa solariega conocida bajo el nombre de Benitorena, gozaban de una posición económica holgada y, a Hilarión Eslava, único hijo varón y, por tanto, heredero de la estirpe familiar, le dieron una educación esmerada. Eslava poseía un talento especial y dedicó un gran esfuerzo a todo lo que se proponía, por lo que a los ocho años había finalizado su educación primaria.
Circunstancias fortuitas hicieron que pudiera coincidir con Mateo Jiménez, a la sazón, rector del Colegio de los Infantillos de la catedral de Pamplona, el cual paseaba por las orillas del río que rodea y baña Burlada, y al pasar delante de un grupo de chicos, le llamó la atención uno con aspecto varonil y mirada inteligente: Hilarión Eslava. Entabló conversación con él y le preguntó si sabía leer. Él le contestó que sabía leer, contar y también cantar. El maestro le pidió que cantase algo, y sin más, el muchacho le cantó una jota. Al maestro Jiménez le encantó su afinación, su extensa tesitura y su voz clara, y le preguntó que si quería pertenecer al coro de la catedral, a lo cual Hilarión Eslava contestó afirmativamente. Pero consultados sus padres, que confiaban en él como continuador de la saga familia y de su honrada fortuna como único varón de la casa, se opusieron. El capellán regresó a Pamplona sin Eslava, que se quedó muy desconsolado.
Al poco tiempo, el rector del colegio de los Infantillos volvió de nuevo a Burlada con la intención de reclutar niños para el coro de la catedral, razón por la cual visitó la escuela. El rector hizo cantar a muchos de los chicos, pero no encontró a ninguno adecuado para formar parte del coro y solicitó al maestro que buscara y trajera a Hilarión Eslava. Después de muchos ruegos y súplicas del clérigo, el rector pudo vencer la tenaz resistencia de sus padres. De esta manera, Hilarión Eslava ingresó, en 1816, en el colegio de Infantillos de la catedral, donde comenzó su formación musical: estudió solfeo con el propio rector, piano y órgano con el maestro de capilla Julián Prieto y en el seminario de Pamplona, como complemento a sus estudios musicales, cursó diversas materias humanísticas bajo la dirección de Víctor Salinas.
El sitio de Pamplona de 1823 le obligó a suspender sus estudios y a abandonar el colegio de Infantillos. Durante los siete años que permaneció en el colegio, fue tal su aprovechamiento, que sólo con aquellos conocimientos de solfeo ya compuso varias piezas musicales que fueron ejecutadas por sus compañeros. En ese mismo tiempo sustituyó un día, al organista de la catedral, y su interpretación sorprendió a todos los miembros del cabildo, que ignoraban los conocimientos adquiridos por el joven músico de dieciséis años. Cuando finalizó el sitio, regresó a Pamplona y se dedicó al estudio del violín, del violonchelo y del contrabajo, obteniendo una plaza en la catedral con la obligación de tocar el violín; paralelamente cursaba en el seminario la carrera eclesiástica. En 1826, preparándose para hacer oposiciones para organista de Falces, y habiendo conseguido ya la de Roncesvalles, el cabildo de la catedral le aumentó la asignación económica, añadiendo a sus obligaciones la de componer nuevas obras, tocar el órgano y cantar como contralto o tenor.
En esta primera etapa, sus obras gozaban ya de la estimación general por su perfección y originalidad, entre las que sobresale Motete a ocho voces, para orquesta y órgano obligado, estrenado en la octava de la Asunción que se celebra con gran suntuosidad en la catedral de Pamplona. Sin embargo, Eslava deseaba ampliar sus estudios musicales y se trasladó a Calahorra en 1827, donde permaneció siete meses, estudiando composición con el entonces maestro de capilla, Francisco Secanilla, quien ejerció una notable influencia en su estilo musical.
Habiendo quedado vacante el magisterio de la capilla de la catedral de Burgo de Osma, Eslava tomó parte en la oposición y obtuvo la plaza: aprovechó su residencia en aquella ciudad para cursar filosofía y ordenarse como diácono. Durante los cuatro años que ocupó esta plaza, compuso un gran número de obras religiosas y muchos villancicos, cuyas poesías escribió él mismo.
Entre 1829 y 1830 se convocaron oposiciones a los magisterios de la catedral de Sevilla y de la Capilla Real de Madrid. Hilarión Eslava se presentó a las dos oposiciones, y aunque se colocó en primer lugar en la primera, y en la segunda el tribunal le reconoció un mérito superior, el cabildo de Sevilla se decidió por un opositor de Valencia, y el tribunal de Madrid consideró que su edad era poco apropiada para tan elevado cargo de maestro de capilla de Su Majestad. En 1832, cuando contaba veinticinco años, volvió a quedar vacante la plaza de maestro en Sevilla y el cabildo, para reparar la injusticia cometida con Eslava años antes, le nombró maestro de capilla, eximiéndole de nuevos ejercicios. A poco de tomar posesión de este cargo se ordenó sacerdote, y cantó misa en la iglesia de la Encarnación. De esta época datan sus célebres misereres, sus misas con pequeña orquesta y órgano (aprovechando los recursos que le proporcionaban los dos magníficos órganos de la catedral de Sevilla), los villancicos de los bailetes de los seises, una lamentación y un gran número de motetes y coplas. También a esta etapa sevillana pertenece la preparación de su Célebre método de solfeo, dedicándose también a la enseñanza gratuita de la música.
El cabildo sevillano fue privado de sus rentas y al compositor navarro le redujeron sus emolumentos a cuatrocientos ducados, situación que le obligó a buscar nuevos recursos económicos, por lo que comenzó a dedicarse a la música escénica: para sus óperas intentó elegir textos que casaran con su condición de presbítero y, aunque cosechó éxitos y fama, no le faltaron disgustos y sinsabores, debidos fundamentalmente a la falta de comprensión del cabildo sevillano, que no contempló con buenos ojos el nuevo camino emprendido por su maestro de capilla, a las intrigas entre bastidores y a la actitud hostil de la mayoría de los músicos de la Corte. Su primera ópera, Il Solitario (1841), se estrenó en Cádiz con notable éxito y se representó posteriormente en Sevilla, y en Madrid, después, asimismo con gran aceptación pública. Su segunda ópera, Las treguas de Tolemaida (1842), se estrenó también en Cádiz y más tarde en Madrid y otras capitales de provincia, obteniendo de nuevo la aceptación. Sin embargo, su tercera ópera, Pietro il Crudele (1843), estrenada en Sevilla, no alcanzó la fortuna de las anteriores.
Con motivo del fallecimiento de Rodríguez Ledesma (1847), Hilarión Eslava se presentó de nuevo a las oposiciones del magisterio de la Capilla Real, obteniendo este cargo con el voto unánime del jurado. Se estableció en Madrid y al poco tiempo fue nombrado profesor del conservatorio e inspector de sus enseñanzas, y en 1866 director del mismo. Ésta constituyó sin duda la época más fecunda de su vida gracias a la publicación de trabajos de gran repercusión, tales como la Lira Sacro-Hispana (colección de obras de música religiosa histórica de autores españoles), Museo orgánico español, Escuela completa de harmonía y composición, Historia de la música religiosa en España y Organistas españoles. Ya al final de su vida escribió un tratado sobre los géneros de música, y estaba recopilando datos para redactar una historia del canto llano.
Si como erudito y pedagogo brilló a gran altura, no alcanzó menos fama como compositor sagrado, como lo acreditan obras como el Te Deum, Misa de difuntos, Lamentaciones de Semana Santa, Secuentia de la misa de Pascua de Resurrección, la antífona Christus factus est, la Paráfrasis de la cántiga XIV de Alfonso el Sabio, unos motetes a voces solas, el Dies irae, el Oficio de difuntos con Te Deum, la Salve en re con Te Deum, la Misa de Cuaresma, sin orquesta; el Miserere, sin orquesta; el Stabat Mater, las Secuencia de las misas de Pentecostés y Corpus; la Salve en mi, la Letanía en mi, el responsorio Libera me y la Misa breve.
Hilarión Eslava no fue ajeno a otras actividades: fundó la Sociedad Artístico-Musical y dirigió la Gaceta Musical de Madrid. Era caballero de la Gran Cruz de Isabel la Católica y de María Victoria, y comendador de la de Carlos III. Perteneció a la Academia de Bellas Artes de San Fernando y al Consejo de Instrucción Pública.
Como profesor de conservatorio marcó una nueva era en la historia de este centro de instrucción como consecuencia de las profundas reformas que estableció, y, sobre todo, por las magistrales clases que impartió a sus alumnos, muchos de ellos eminentes músicos españoles.
Sus composiciones se caracterizan por su originalidad, severidad en la forma, riqueza de armonía, orden clásico, sobriedad en la orquestación y admirable maestría en el manejo de las voces. Sobresalió en todas los ramas musicales y se distinguió siempre por sus vastos y profundos conocimientos musicales, así como por su claro criterio en todas las cuestiones que atañen a la música (Paulino Capdepón Verdú, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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