Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la plaza de Pilatos, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 20 de octubre, es el aniversario (20 de octubre de 1520) del regreso a Sevilla de Fadrique Enríquez de Ribera de su viaje a Tierra Santa, a partir del cual empezó a conocerse la casa-palacio de los Medinaceli, como Casa de Pilatos, de ahí, que hoy sea el mejor día para ExplicArte la plaza de Pilatos, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La plaza de Pilatos es, en el Callejero de Sevilla, una vía que se encuentra en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo, y formada por la confluencia de las calles San Esteban, Águilas, y Caballerizas.
La plaza responde a un tipo de espacio urbano más abierto, menos lineal, excepción hecha de jardines y parques. La tipología de las plazas, sólo las del casco histórico, es mucho más rica que la de los espacios lineales; baste indicar que su morfología se encuentra fuertemente condicionada, bien por su génesis, bien por su funcionalidad, cuando no por ambas simultáneamente. Con todo, hay elocuentes ejemplos que ponen de manifiesto que, a veces, la consideración de calle o plaza no es sino un convencionalismo, o una intuición popular, relacionada con las funciones de centralidad y relación que ese espacio posee para el vecindario, que dignifica así una calle elevándola a la categoría de la plaza, siendo considerada genéricamente el ensanche del viario.
Hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
En la segunda mitad del s. XVI es nombrada plaza del Marqués de Tarifa, y a finales de siglo se impone el de plaza o plazuela del Duque de Alcalá, o del Señor Duque de Alcalá, título que ostentan los descendientes del adelantado don Pedro Enríquez, quien un siglo antes había construido allí su palacio. Hasta 1764 se encuentran referencias documentales que la siguen denominando del Duque de Alcalá, pero ya desde 1754 se alude a ella como la "plaza que llaman de Pilatos", nombre que termina consagrándose a finales del XVIII; la explicación a esta denominación parece encontrarse, descartada la tradición que sostiene que el palacio es copia del de Pilatos en Jerusalén, en el Vía Crucis que tenía su primera estación en la puerta del palacio y la última en el humilladero de la Cruz del Campo (v. Luis Montoto).
A finales del s. XV, cuando se empieza a construir el palacio, con objeto de realzarlo, don Pedro Enríquez compró varias casas situadas delante de la suya, las derribó e hizo una plaza rodeada con varias casas tiendas con soportales, en el centro de la cual había una fuente. En 1757 se habla de nuevo de la construcción de una fuente en la plaza, para cuyo abastecimiento el duque de Alcalá cedió una paja de agua. La plaza se convierte así en centro de aprovisionamiento y lugar de reunión de los vecinos de las calles colindantes, por lo que las quejas se suceden cuando la fuente está derruida o sin agua; dos reconstrucciones importantes sufrió en 1816 y en 1835. En 1855 se propone prescindir de ella y construir una nueva con grifos en una rinconada de la fachada del palacio. Unos años más tarde se procede a una remodelación general de la plaza (1859-60): se la dota de farolas de gas, se construyen asientos y se plantan acacias, y más tarde naranjos (1873). Ha sido objeto de posteriores reformas, de las cuales es de destacar la remodelación que sufrió en 1977.
Actualmente la plaza se encuentra dividida en dos espacios de proporciones desiguales. El más pequeño, de planta triangular, posee pavimento de enchinado y varios naranjos en alcorques, y ha quedado como antesala de acceso al palacio de los Medinaceli. El segundo, considerado como la plaza propiamente dicha, es más amplio y rosee una planta rectangular que se estrecha en su fondo; está pavimentado con baldosas de cemento o enchinadas, en damero; cuenta con bancos de piedra sin respaldo, farolas de estilo isabelino, varias acacias y palmeras y en su centro se levanta una escultura en bronce del pintor Zurbarán, trasladado allí desde la avenida de Portugal, donde estuvo originariamente instalado durante la Exposición Iberoamericana de 1929. Ambos espacios quedan separados por una calzada de asfalto que une San Esteban con Águilas y que, por tanto, forma parte de uno de los principales ejes de penetración del tráfico rodado al casco histórico en dirección este-oeste.
Hay noticias de la existencia de varias casas de vecindad o corrales en la segunda mitad del XIX. Actualmente predomina la casa unifamiliar de tres plantas, de aspecto cuidado, de finales del XIX y principios del actual; en algunos casos se ha procedido a la sustitución por viviendas de pisos bien integradas en el entorno, siendo de destacar la núm. 6 obra de R. Manzano Martos (1973-74). Los edificios más notables son la casa núm. 2, del s. XVIII, y sobre todo la llamada Casa de Pilatos, poco conocido por su nombre correcto: palacio de San Andrés. Iniciaron su construcción don Pedro Enríquez, adelantado mayor de Andalucía, y su esposa doña Catalina de Ribera; pero la mayor parte del edificio fue levantado en tiempos de su hijo don Fadrique, primer marqués de Tarifa, destacando la portada de ingreso a modo de arco triunfal, realizada en Génova. Constituye una de las visitas obligadas de los itinerarios turísticos de la ciudad de Sevilla, y muchos personajes ilustres han pasado por ella: el rey de Siam en 1897, los príncipes de Alemania en 1899... A mitad de la década de 1960 acogió, en beneficio de la Cruz Roja, la fiesta de presentación en sociedad de las jóvenes de la aristocracia y alta burguesía sevillana. Así describe Cela en Primer Viaje Andaluz su impresión del palacio: "En la plaza de Pilatos, el vagabundo encuentra el palacio de los duques de Medinaceli mejor dicho de los duques de Alcalá, con su mudéjar, su gótico y su plateresco revueltos en muy equilibrada elegancia. La casa de Pilatos -o palacio de los Afanes- es ostentosamente rica y abigarrada y, aunque parezca una paradoja también airosa y señorial. Según cuentan está calcada del pretorio de Jerusalén. El pueblo sevillano tan se cree a pies juntilla que ésta es la casa del pretor Pilatos, que el francés Antonio Tenant de Latour cuenta que el criado que le enseñó el palacio le decía: "Aquí estaba sentado San Pedro cuando negó a Jesús, y allí se hallaba escondida la sirvienta que lo conoció".
Actualmente los edificios poseen una función residencial y la plaza es un lugar tranquilo de esparcimiento, pero no siempre ha sido así. Su proximidad al mercado de la Alfalfa y de la Alhóndiga determinó que durante los siglos XVIII y XIX fuese fijado como punto de descarga de los carros de hortalizas. En 1848 se propuso la construcción de un mercado de abastos, cuyos planos se aprobaron en 1853, pero no llegó a ejecutarse al parecer por no haber licitador (1858) y es entonces cuando se procede a su arreglo como paseo. En el mes de julio [mayo actualmente] salen en procesión, por sus respectivos barrios, la Virgen de la Alegría de la iglesia de San Bartolomé, y en el de septiembre la Virgen de la Luz, de San Esteban, y ambas incluyen en su recorrido la plaza de Pilatos. Asimismo, entre 1926 y 1930 se celebraron veladas en honor de la Virgen de la Luz en esta misma plaza. Como hecho anecdótico cabe citar la celebración de tertulias culturales a finales del siglo pasado: "Hace unos días se inauguró un nuevo club al aire libre en la plaza de Pilatos. Los individuos que componen la junta del mismo son, según se nos informó, honrados y laboriosos artesanos y ya que no pueden sostener un local para instruirse, dedican el tiempo que roban al descanso en la lectura de periódicos y en oír las palabras de los oradores del partido que concurren todas las tardes al club" (La Andalucía, 19-I-1870). En la fachada de la casa núm. 6 hay una pequeña lápida en homenaje al pintor Fernando Zóbel, colocada el año de su muerte (l984), pues tenía allí su residencia ocasional, cuando venía a Sevilla [Josefina Cruz Villalón, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
La Plaza de Pilatos se ubica en la confluencia de las calles San Esteban, Águilas y Caballerizas, en el Casco Antiguo de la ciudad de Sevilla.
Está conformada por dos espacios separados por una calle. El situado frente al Palacio de Medinaceli es de pequeñas dimensiones y presenta un aspecto irregular, tan sólo decorado por dos hileras de naranjos. La fachada del palacio, de estilo renacentista con reminiscencias mudéjares y añadidos barrocos, tiene un peso visual importante en esta zona.
El espacio de mayores dimensiones tiene una forma pseudo-triangular y está delimitada en tres de sus lados por viviendas de no más de cuatro pisos de alto (entre las que destaca la número 6, realizada por Rafael Manzano Martos, que fue vivienda ocasional del pintor Zóbel hasta su muerte, tal y como narra la placa conmemorativa de la fachada). La parte central de la plaza está ocupada por la estatua de Zurbarán. Dicha estatua se encuentra inserta en un parterre rectangular adornado con flores y arbustos, limitada a su vez por tres árboles de gran altura, dos al frente y uno en el lado opuesto, los cuales presentan cierta inclinación hacia la escultura del célebre pintor. Acentuando el estrechamiento final de la plaza una hilera de árboles bordea el espacio; límite que viene acentuado por mojones de hierro de poca altura en todos sus lados, a excepción del lado mayor, hoy ocupado por un aparcamiento para bicicletas, dos contenedores y varias señales de tráfico e indicadores urbanos que rivalizan en protagonismo con la monumental estatua. Completan el mobiliario urbano bancos, papeleras y farolas de hierro.
La alternancia de las baldosas de cemento y el enchinado confiere unidad a los dos espacios que conforman la plaza, si bien varía el motivo geométrico dado por la disposición de las piezas. Este pavimento difiere del empedrado de la calzada sin suponer un cambio abrupto en la estética general.
Por su emplazamiento entre la Plaza de la Alfalfa y la Puerta de la Carne (trazado que debía corresponderse con el Decumano Máximo), la plaza de Pilatos es una zona de paso importante desde época remota, además de espacio de sociabilidad del barrio (de carácter eminentemente residencial y turístico) y paso obligado para algunas procesiones de Semana Santa. Es precisamente en relación al Vía Crucis que tiene su primera estación en la puerta del palacio y la última en el humilladero de la Cruz del Campo, de donde deviene la denominación de esta plaza.
Su origen se sitúa a finales del siglo XV, coincidiendo con la edificación del Palacio de Medinaceli. En el solar que hoy ocupa la plaza existían varias viviendas, todas ellas adquiridas por Pedro Enríquez y Catalina de Ribera con objeto de derribarlas para crear un espacio de recreo. En él tomaba protagonismo una fuente de mármol situada en su parte central que hizo que este espacio cumpliera las veces de aprovisionamiento de agua para los vecinos. El imponente palacio de Medinaceli fue ejecutado, no obstante, por don Fadrique Enríquez de Ribera, primer marqués de Tarifa.
La plaza ha sufrido modificaciones a lo largo del tiempo, constatándose varias reconstrucciones de la fuente, hoy desaparecida. Entre 1859 y 1860 se procede a remodelar el espacio dotándolo de mobiliario urbano adecuado para su disfrute social. La remodelación llevada a término en 1873 es la que le otorga el aspecto que ha llegado a nuestros días (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Pilatos, plaza de, 1. CASA DE PILATOS. Este palacio de los duques de Medinaceli es el prototipo del palacio andaluz, en el que la tradición mudéjar se une con el gótico y el plateresco. Se inició su construcción por el Adelantado don Pedro Enríquez y su mujer, doña Catalina de Ribera, en la segunda mitad del siglo XV.
La portada se realizó con mármoles italianos, y en el friso aparecen las armas de los Ribera. Está coronada por una crestería gótica. A un lado existe una hornacina con una cruz, fechada en 1630. Una vez en el interior se encuentra un amplio apeadero con el que comunican las caballerizas, y a la derecha el patio principal. Este posee galerías con arcos de distinta luz, con yeserías platerescas en ambas plantas, y en su centro una hermosa fuente. En los ángulos del mismo se encuentran cuatro esculturas romanas. En torno a este patio existe una serie de salas con ricos zócalos de azulejos, como el llamado Salón del Pretorio, cubierto con artesonado de casetones. La capilla, frontera a la entrada del patio, se cubre con bóvedas de nervaduras. En uno de los ángulos de este patio se encuentra la escalera, ejemplar único en España por su rica decoración de azulejos y artesonado dorado. También hay que destacar las salas de la planta alta, algunas con techos pintados, uno de ellos obra de Francisco Pacheco, fechado en 1603, y los frescos de las galerías altas. En este palacio se conserva una rica colección de esculturas y relieves clásicos, obsequios de los Pontífices del siglo XVI.
Pilatos, plaza de, 2. Casa del siglo XVIII, de dos plantas en la crujía de fachada [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Biografía de Fadrique Enríquez de Ribera, personaje fundamental en el título de la casa-palacio y nomenclatura de la plaza en la que se ubica dicho monumento:
El Adelantamiento de Andalucía, creado por Fernando III, tras haber sido ejercido por destacados miembros de la nobleza y de la realeza, recayó en el siglo xv por juro de heredad en la Casa de Perafán de Ribera, quien formó vínculo de mayorazgo en tierras andaluzas con las villas de Espera y Bornos y el castillo de las Aguzaderas (El Coronil). Su nieto, Perafán de Ribera, tercer adelantado de este nombre, casó con María de Mendoza, hija del marqués de Santillana cuya descendiente primogénita y heredera, Beatriz de Ribera Mendoza, casó con Pedro Enríquez, de la familia de los almirantes de Castilla, convertido en cuarto adelantado, quien, tras enviudar, volvió a casar con su cuñada Catalina de Ribera y Mendoza. El único hijo del primer matrimonio, Francisco, le sucedió en 1492 como quinto adelantado, quien, al morir sin descendencia, fue sucedido en 1511 por su hermanastro y primo, Fadrique Enríquez de Ribera, hijo primogénito de Pedro Enríquez y Catalina de Ribera.
A los nueve años de edad, en 1485, de manos del maestre Alonso de Cárdenas recibe Fadrique el hábito de la Orden de Santiago, siendo comendador de la misma en Guadalcanal. De esmerada formación, según García Martín sería educado en la Escuela de nobles que llevaba Pedro Mártir de Anglería en Salamanca teniendo contactos en ella con Lucio Marineo Sículo, al ser también ciudad de residencia del humanista italiano y cronista de los Reyes Católicos. Como miembro de la familia de los Ribera, que tenía bajo su jurisdicción el adelantamiento mayor de la frontera andaluza, acompañó a su padre y hermanastro a los últimos acontecimientos bélicos de la guerra de Granada y participa junto a ellos en la toma de Alhama, habiendo sido previamente armado caballero en la frontera nazarí por el príncipe don Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos. También, como miembro de la familia de los Enríquez, almirantes de Castilla, se hace constar su presencia en la flota que en 1496 condujo a Flandes a la princesa Juana para casar con Felipe el Hermoso y traer de regreso a la princesa doña Margarita para desposarse en Castilla con el príncipe don Juan.
En 1506 fue nombrado alcalde mayor de Sevilla y en 1511, tras la muerte de su hermanastro, adelantado mayor de Andalucía, siendo al mismo tiempo señor de Tarifa, Bornos, Espera, El Coronil y conde de Los Molares. En 1514 recibió el título de I marqués de Tarifa y en 1515 el señorío de Alcalá de los Gazules, formando de ese modo uno de los estados señoriales más importantes de la Baja Andalucía que con el tiempo —como duques de Alcalá y de Medinaceli— pasa a ser cabeza de la nobleza española. Representó a la ciudad de Sevilla en las Cortes de 1518 celebradas en Valladolid y en donde juró obediencia al joven rey Carlos I; de nuevo, volverá a entrevistarse con él, ya Emperador, en la misma capital castellana en 1522. En medio, están los años del viaje a Tierra Santa que hubieran de darle fama y notoriedad y con posterioridad su quehacer como mecenas, al parecer, alejado de los avatares políticos de su tiempo y dedicado al gobierno de sus señoríos y estado. Contrajo matrimonio con Elvira de Herrera, que fue anulado, sin tener descendencia. Sí tuvo, en cambio, una hija natural, Catalina Enríquez de Ribera, más tarde convertida en duquesa de Osuna y a quien dejó en herencia la mayoría de los bienes no vinculados, pues los del mayorazgos y estado señorial pasaron a su sobrino Pedro, II marqués de Tarifa y I duque de Alcalá. El hecho más destacado de su biografía personal, y por el que se le conoce gracias a las consecuencias que tuviera, fue su viaje a Tierra Santa. Antes, había visitado algunos santuarios de peregrinación en tierras de España (Santiago, Guadalupe, Monserrat, etc.).
El viaje lo inició, a los cuarenta y dos años de edad, desde su villa de Bornos el 24 de noviembre de 1518, junto con un séquito de doce acompañantes, tras una minuciosa preparación del mismo, y del que ha dejado puntual relación manuscrita, titulada Viaje que hizo a Jerusalén [...] de la que se hizo edición en Lisboa en 1580.
Sale de Bornos a las doce de la mañana y la primera parada para cenar fue en su villa de El Coronil, a unas cinco leguas de distancia, con esta minuciosidad de detalles se narran las vicisitudes del viaje que duró dos años. Atravesó Andalucía, bordeó el Levante español —Murcia, Valencia y Cataluña—, atravesó los Pirineos y recorrió el sur de Francia, pasa los Alpes y adentrarse por el norte de Italia (Turín, Milán, Bolonia, Ferrara, Verona, Padua, etc.) hasta llegar a Venecia el 17 de mayo de 1519. Estancia en la capital de los Dux para hacer acopio de lo necesario para la segunda parte del viaje, que continuó en barco por el Egeo y por tierras griegas y turcas —donde se les une el poeta Juan del Encina, que dejó una relación del viaje en ripiosos versos— hasta llegar a Jerusalén. Visitó la ciudad, recorrió los Santos Lugares y tierras afines (Betania, Josafat, Monte Sion, río Jordán, etc.) y emprendió regreso en agosto de 1519. Tras las escalas de Chipre y Rodas, de nuevo en Venecia y desde allí un giro italiano por ciudades como Asís, Bolonia, Parma, Florencia, Siena, San Miniato, Pisa, Roma, Nápoles, Génova, etc. Continuó por Francia (Cambery, Grenoble, Valence, Bayona, etc.) y pasó a España siguiendo la ruta del norte (San Sebastián, Vitoria, Burgos, Valladolid, etc.) para finalizar el viaje en Sevilla el 20 de octubre de 1520.
Durante el viaje el marqués recogió información referida al arte, la economía, la vida cotidiana, la religiosidad, las festividades e incluso las mancebías, etc., con descripciones de lugares visitados, explicaciones de los edificios que conoció y obras de arte que contempló, negocios que realizó, etc. El comportamiento del viajero, el sentido último del viaje y la narración del mismo han sido interpretados bajo perspectivas simbólicas y cabalísticas, relacionadas con el mundo exotérico en relación a los Santos Lugares. De lo que no cabe duda, sin embargo, es de la trascendencia del viaje al convertirse, por sus logros, en un vehículo privilegiado de penetración de los valores del Renacimiento en España gracias a las inquietudes culturales y artísticas de Fadrique Enríquez puestas de manifiesto en tres de sus actuaciones más sobresalientes: la formación de su biblioteca —legada a la Cartuja de Sevilla—; la construcción de su palacio sevillano, conocido como Casa de Pilatos, construido entre 1492 y 1533 como una obra maestra del plateresco e imitando, según, la leyenda del Pretorio de Poncio Pilatos en Jerusalén y en donde hizo acopio de las obras de artes que trajo consigo; por último, la construcción de la nueva fábrica para el hospital de las Cinco Llagas —siguiendo las trazas del hospital Mayor de Milán— para albergar la fundación que creara su madre Catalina de Ribera, el edificio civil de mayores dimensiones hasta la construcción del Escorial.
Al morir, en 3 de octubre de 1539, se le reputaba la mayor fortuna entre la nobleza, dejando a sus herederos, sólo en dinero de contado, hasta cincuenta cuentos en ducados de a dos. Como los miembros de la familia Ribera, fue enterrado en el monasterio sevillano de la Cartuja (Antonio Miguel Bernal Rodríguez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
A los nueve años de edad, en 1485, de manos del maestre Alonso de Cárdenas recibe Fadrique el hábito de la Orden de Santiago, siendo comendador de la misma en Guadalcanal. De esmerada formación, según García Martín sería educado en la Escuela de nobles que llevaba Pedro Mártir de Anglería en Salamanca teniendo contactos en ella con Lucio Marineo Sículo, al ser también ciudad de residencia del humanista italiano y cronista de los Reyes Católicos. Como miembro de la familia de los Ribera, que tenía bajo su jurisdicción el adelantamiento mayor de la frontera andaluza, acompañó a su padre y hermanastro a los últimos acontecimientos bélicos de la guerra de Granada y participa junto a ellos en la toma de Alhama, habiendo sido previamente armado caballero en la frontera nazarí por el príncipe don Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos. También, como miembro de la familia de los Enríquez, almirantes de Castilla, se hace constar su presencia en la flota que en 1496 condujo a Flandes a la princesa Juana para casar con Felipe el Hermoso y traer de regreso a la princesa doña Margarita para desposarse en Castilla con el príncipe don Juan.
En 1506 fue nombrado alcalde mayor de Sevilla y en 1511, tras la muerte de su hermanastro, adelantado mayor de Andalucía, siendo al mismo tiempo señor de Tarifa, Bornos, Espera, El Coronil y conde de Los Molares. En 1514 recibió el título de I marqués de Tarifa y en 1515 el señorío de Alcalá de los Gazules, formando de ese modo uno de los estados señoriales más importantes de la Baja Andalucía que con el tiempo —como duques de Alcalá y de Medinaceli— pasa a ser cabeza de la nobleza española. Representó a la ciudad de Sevilla en las Cortes de 1518 celebradas en Valladolid y en donde juró obediencia al joven rey Carlos I; de nuevo, volverá a entrevistarse con él, ya Emperador, en la misma capital castellana en 1522. En medio, están los años del viaje a Tierra Santa que hubieran de darle fama y notoriedad y con posterioridad su quehacer como mecenas, al parecer, alejado de los avatares políticos de su tiempo y dedicado al gobierno de sus señoríos y estado. Contrajo matrimonio con Elvira de Herrera, que fue anulado, sin tener descendencia. Sí tuvo, en cambio, una hija natural, Catalina Enríquez de Ribera, más tarde convertida en duquesa de Osuna y a quien dejó en herencia la mayoría de los bienes no vinculados, pues los del mayorazgos y estado señorial pasaron a su sobrino Pedro, II marqués de Tarifa y I duque de Alcalá. El hecho más destacado de su biografía personal, y por el que se le conoce gracias a las consecuencias que tuviera, fue su viaje a Tierra Santa. Antes, había visitado algunos santuarios de peregrinación en tierras de España (Santiago, Guadalupe, Monserrat, etc.).
El viaje lo inició, a los cuarenta y dos años de edad, desde su villa de Bornos el 24 de noviembre de 1518, junto con un séquito de doce acompañantes, tras una minuciosa preparación del mismo, y del que ha dejado puntual relación manuscrita, titulada Viaje que hizo a Jerusalén [...] de la que se hizo edición en Lisboa en 1580.
Sale de Bornos a las doce de la mañana y la primera parada para cenar fue en su villa de El Coronil, a unas cinco leguas de distancia, con esta minuciosidad de detalles se narran las vicisitudes del viaje que duró dos años. Atravesó Andalucía, bordeó el Levante español —Murcia, Valencia y Cataluña—, atravesó los Pirineos y recorrió el sur de Francia, pasa los Alpes y adentrarse por el norte de Italia (Turín, Milán, Bolonia, Ferrara, Verona, Padua, etc.) hasta llegar a Venecia el 17 de mayo de 1519. Estancia en la capital de los Dux para hacer acopio de lo necesario para la segunda parte del viaje, que continuó en barco por el Egeo y por tierras griegas y turcas —donde se les une el poeta Juan del Encina, que dejó una relación del viaje en ripiosos versos— hasta llegar a Jerusalén. Visitó la ciudad, recorrió los Santos Lugares y tierras afines (Betania, Josafat, Monte Sion, río Jordán, etc.) y emprendió regreso en agosto de 1519. Tras las escalas de Chipre y Rodas, de nuevo en Venecia y desde allí un giro italiano por ciudades como Asís, Bolonia, Parma, Florencia, Siena, San Miniato, Pisa, Roma, Nápoles, Génova, etc. Continuó por Francia (Cambery, Grenoble, Valence, Bayona, etc.) y pasó a España siguiendo la ruta del norte (San Sebastián, Vitoria, Burgos, Valladolid, etc.) para finalizar el viaje en Sevilla el 20 de octubre de 1520.
Durante el viaje el marqués recogió información referida al arte, la economía, la vida cotidiana, la religiosidad, las festividades e incluso las mancebías, etc., con descripciones de lugares visitados, explicaciones de los edificios que conoció y obras de arte que contempló, negocios que realizó, etc. El comportamiento del viajero, el sentido último del viaje y la narración del mismo han sido interpretados bajo perspectivas simbólicas y cabalísticas, relacionadas con el mundo exotérico en relación a los Santos Lugares. De lo que no cabe duda, sin embargo, es de la trascendencia del viaje al convertirse, por sus logros, en un vehículo privilegiado de penetración de los valores del Renacimiento en España gracias a las inquietudes culturales y artísticas de Fadrique Enríquez puestas de manifiesto en tres de sus actuaciones más sobresalientes: la formación de su biblioteca —legada a la Cartuja de Sevilla—; la construcción de su palacio sevillano, conocido como Casa de Pilatos, construido entre 1492 y 1533 como una obra maestra del plateresco e imitando, según, la leyenda del Pretorio de Poncio Pilatos en Jerusalén y en donde hizo acopio de las obras de artes que trajo consigo; por último, la construcción de la nueva fábrica para el hospital de las Cinco Llagas —siguiendo las trazas del hospital Mayor de Milán— para albergar la fundación que creara su madre Catalina de Ribera, el edificio civil de mayores dimensiones hasta la construcción del Escorial.
Al morir, en 3 de octubre de 1539, se le reputaba la mayor fortuna entre la nobleza, dejando a sus herederos, sólo en dinero de contado, hasta cincuenta cuentos en ducados de a dos. Como los miembros de la familia Ribera, fue enterrado en el monasterio sevillano de la Cartuja (Antonio Miguel Bernal Rodríguez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La plaza de Pilatos, al detalle:
Portada
Cruz de la Casa de Pilatos
Placa conmemorativa a San Juan de Ribera
I Estación, La Sentencia de Cristo
II Estación, Cristo carga con la Cruz
Edificio plaza de Pilatos, 2.
Edificio plaza de Pilatos, 6
Placa conmemorativa a Fernando Zóbel
Monumento a Zurbarán
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