Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen de la Divina Pastora de las Almas, atribuida a Montes de Oca, de la Hermandad de la Pastora de San Antonio, en la Iglesia conventual de San Antonio de Padua, de Sevilla.
Hoy, 7 de mayo (sábado anterior al IV Domingo de Pascua), es la Solemnidad Litúrgica de la Madre del Buen Pastor, fiesta instituida por S. S. Pio VI en 1795 gracias al empeño de los padres capuchinos, especialmente el Beato Diego José de Cádiz, que se celebra anualmente el sábado anterior a la dominica del Buen Pastor.
Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la imagen de la Divina Pastora de las Almas, atribuida a Montes de Oca, de la Hermandad de la Pastora de San Antonio, en la Iglesia conventual de San Antonio de Padua, de Sevilla.
La Iglesia Conventual de San Antonio de Padua se encuentra en la calle San Vicente, 91; en el Barrio de San Lorenzo, del Distrito Casco Antiguo.
En el brazo del crucero de la Iglesia conventual de San Antonio de Padua está un retablo barroco policromado que cobija a la imagen de la Divina Pastora, talla atribuida tradicionalmente a Montes de Oca (siglo XVIII), que procede de la cercana iglesia parroquial de San Lorenzo (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla, Almuzara, 2010).
La imagen es de gran unción y dignidad expresiva, quizá dentro del círculo de gran escultor Montes de Oca. Unos la creen realizada en 1730 y donada por un canónigo de Lima; otros en torno a 1750. El cordero lo talló en 1972 Francisco Buiza, con su habitual barroquismo. Juan Fernández (hijo) labró la sencilla aureola de doce estrellas.
Se dispone a los pies de un árbol, generalmente figurado con hojas de álamo plateado. En primer plano hay un Niño Jesús vestido de zagalillo. El paso lleva candelabros y respiraderos metálicos, éstos últimos agrandados en 1997, al ampliarse de manera considerable la parihuela. Un escogido exorno floral, con variedad de especies coloristas, contribuye a la adecuada ambientación bucólica.
En 1998 se restauró y mejoró buena parte del juego de insignias. En la procesión de 2001 estrenó su Simpecado, que poco después estuvo presente en la histórica inauguración de la Confraternidad de Hermandades pastoreñas, celebrada el 24 de junio de dicho año en Cantillana (web oficial de la Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina).
Titular de la hermandad de Gloria establecida en la iglesia de este convento, calle San Vicente. También de gran valor histórico, pues fue la segunda Pastora de tamaño natural que hubo en Sevilla. Obra próxima a Montes de Oca, muy digna y bella, con enorme gracia, dulzura y atractivo popular. La corporación que le da culto desciende de una congregación de niños que el venerable padre Isidoro fundó en la Parroquia de San Lorenzo hacia el año 1730, y que al morir el venerable en 1750 se transformó en verdadera hermandad, situando algunos escritores entonces la ejecución de la efigie. En contradicción con ello está la noticia documental, sacada del archivo de San Lorenzo, de que en 1730 el canónigo de Lima Francisco Sánchez regaló la imagen. Esta continuó en San Lorenzo (suya era la capilla que hoy ocupa la Soledad) hasta 1911, en que pasó a San Antonio de Padua, donde se le montaron impresionantes riscos para sus cultos solemnes. Sale procesionalmente en Mayo sobre bonito y sencillo paso, gozando de ese cariño y de ese ambiente entrañable que despiertan todas las efigies de la Divina Pastora. El seductor barrio de San Vicente-San Lorenzo presta un marco ideal para esta procesión (Juan Martínez Alcalde, Sevilla Mariana, repertorio iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
Conozcamos mejor la Biografía de José Montes de Oca, imaginero a quien está atribuida la obra reseñada;
José Montes de Oca, (¿Sevilla?, c. 1683 – Sevilla, 3 de enero de 1754). Escultor.
La fecha y lugar de su nacimiento permanecen aún en la incógnita. Parece probable que hubiera nacido en algún lugar de Sevilla hacia 1683, aunque también se ha propuesto un hipotético origen gaditano.
Sí consta, en este sentido, una estrecha y dilatada relación tanto familiar como laboral con Cádiz, que parte de su propia infancia. Dado que su padre se trasladó en 1684 a América desde esta localidad, puede pensarse que se hubiera trasladado previamente hacia allí junto a su madre y hermanos. No obstante, en la última década del siglo XVII es presumible su aprendizaje en Sevilla en el taller de Pedro Roldán (1624-1699), residiendo en esta ciudad hasta su muerte. La primera etapa de su trayectoria artística es prácticamente desconocida. Debió de independizarse como escultor a principios del siglo XVIII, aunque no se le conocen, por ahora, obras anteriores a 1717. En 1709, contrajo matrimonio con la gaditana Eugenia de Padilla, de cuya unión no nacieron hijos.
Obras como la Inmaculada de la iglesia de la Conversión de San Pablo de Cádiz (1719) o el grupo de Santa Ana y la Virgen Niña de la parroquia de La Puebla de Cazalla (1726) manifiestan aún fuertes dependencias del estilo roldanesco, aunque se percibe ya en la serena gravedad de los rostros la temprana inspiración en modelos del protobarroco sevillano. La primera de ellas muestra, sin embargo, aún una estrecha conexión con el estilo de Pedro Duque Cornejo (1678-1757), el principal escultor hispalense del momento, con el que se lo vincula trabajando a sus órdenes en la decoración escultórica de la iglesia sevillana de San Luis de los Franceses, para la que realizó la imagen de San Francisco Javier (1725-1730). Sin embargo, lo que caracterizó su estilo fue precisamente su reacción contra las formas plásticas de su época, propias del barroco tardío, a través de la recuperación de los esquemas compositivos y morfológicos propios de Juan Martínez Montañés (1568-1649) y su círculo.
Junto a ello, se ve una admiración por los modelos manieristas, mostrando su obra cierto gusto por los grabados de Durero. Muy particular será, por ello, el contraste de estas formas escultóricas con su superficie polícroma, claramente dieciochesca en su técnica y motivos, labor en la que colaboró con frecuencia el pintor y dorador hispalense Juan Francisco de Neira.
Ese estilo montañesino, severo y monumental, aparece plenamente desarrollado a partir de 1728 con el retablo de la Epifanía del Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz, su obra de mayor empeño, donde ejerció, asimismo, su faceta poco conocida de ensamblador.
De este modo, entraría en una segunda etapa, la más fecunda e importante. Fue en este momento cuando desarrolló principalmente uno de los aspectos más significativos de su producción, el de la imaginería procesional pasionista, donde el naturalismo y dramatismo de Juan de Mesa (1583-1627) fue su principal fuente de inspiración. En este género escultórico fue un autor prolífico y sobresaliente, aunque predominasen aún las piezas atribuidas, siendo una de sus realizaciones más celebradas el grupo de la Piedad de la Cofradía de los Servitas de Sevilla (1730). Enfermo desde 1745, fecha en la que dictó su primer testamento, el inventario póstumo de sus bienes prueba que en sus últimos años de vida hubo una reducción de su actividad artística y ciertas precariedades económicas.
En tal situación murió en 1754. Su fama, sin embargo, perduraría tras su muerte, hasta el punto de que Ceán Bermúdez lo consideró el último escultor “de mérito que hubo en Sevilla” (José Manuel Moreno Arana, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Conozcamos mejor la Solemnidad Litúrgica de la Madre del Buen Pastor;
El ocho de septiembre de 1703, en la Alameda de Hércules hispalense, el Venerable Padre Fray Isidoro de Sevilla, capuchino, presentó al pueblo sevillano una novedosa y consoladora advocación mariana que, desde la Ciudad del Betis, como el más precioso tesoro que esta ciudad ha hecho a la Iglesia, había de arraigar en todo el orbe católico: la Divina Pastora. Indisolublemente unido al origen de este venerado título mariano está el de su Primitiva y Real Hermandad, que habría de ser el cauce escogido por el capuchino fundador para consolidarlo y difundirlo: arzobispos, reyes, nobles, junto al pueblo de Sevilla, la honrarían y se honrarían desde entonces al inscribirse en sus filas. En un principio, el Padre Isidoro escogió la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María como la memoria litúrgica más apropiada para conmemorar a la Divina Pastora: María, plenamente glorificada y coronada, ejerce su pastorado sobre el cuerpo místico de su Hijo. Consciente de la ventaja de tener una fiesta propia, en 1781 el Beato Diego José de Cádiz terminó un Oficio entero de la Divina Pastora, que envió al Ministro Provincial, José Félix de Sevilla, para que lo presentara en el Capítulo General de 1782 y se acordase pedir su aprobación y uso a la Sagrada Congregación de Ritos. Pero la gestión quedó infructuosa.
Seis años después, en 1788, habiendo repasado sus textos eucológicos, que componen un segundo Oficio, decidió presentarlos a la Sagrada Congregación de Ritos para su aprobación, acompañados de un documento postulatorio razonando la oportunidad de la nueva fiesta, para lo que buscó el apoyo regio, pero la muerte primero del Confesor del Rey y a continuación la de este mismo frustró sus proyectos. Habiendo de celebrarse en Roma Capítulo General de la Orden Capuchino en mayo de 1789, por lo que les hace llegar a los vocales de su Provincia de Andalucía el expediente completo. El Padre Definidor de Lengua Española, Nicolás de Bustillo, se encargó de gestionarlo ante la Santa Sede, pero el asunto se quedó estancado. Intentó de nuevo el Beato Diego conseguir el apoyo regio, que se presentaba casi indispensable, presentando un memorial a la Reina María Luisa, fechado en Ronda, el siete de junio de 1793, en el que amplió su petición: no sólo a los capuchinos, sino a todo el clero secular y regular de España. La Reina debió consultar con el Rey Carlos IV, su marido, y remitieron el expediente a su primer ministro Manuel Godoy, que lo pasó al Inquisidor General, Manuel Abad y Lasierra, para que diera su parecer, que aconsejó desestimar la petición.
La actitud regia debió cambiar a raíz de su Memorial a Carlos IV de 1794, sobre los medios espirituales necesarios en la guerra entablada contra la Francia revolucionaria en 1793, que resultó favorable a España. Fue finalmente Pío VI Braschi el que por el rescripto del uno de agosto de 1795, gracias al impulso del Beato Fray Diego José de Cádiz como vemos, el segundo gran apóstol de la Pastora, concedió a los capuchinos de España una fiesta con Oficio y Misa propios como Patrona de sus misiones para la Segunda Dominica de Pascua titulada Bienaventurada Virgen María, Madre del Buen Pastor Jesucristo con rito doble mayor, a los que se les dio rápidamente el regium exequátur. Este Oficio fue ampliado, a instancias del P. Nicolás de Bustillo, entonces General de la Orden, por rescripto de Pío VII Chiaramonti de once de enero de 1806 con las lecciones del primero y tercer nocturno de maitines como también la misa, si no obra del Beato Diego sí dependiente de su doctrina, todo revisado por el Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos y por el Promotor de la Fe. De los textos, sabemos que la oración colecta fue compuesta por el citado capuchino Nicolás de Bustillo, y las lecciones son de San Bernardo, y no de San Ildefonso o de San Antonino como en los textos del Beato Diego, y en 1817 se nos transmite una noticia de que los Oficios del Beato Diego están pendientes de aprobación en Roma desde 1796; quedan por lo tanto en el anonimato.
Por decreto de diez de enero de 1801 el mismo Pío VII citado concedió al episcopado del Gran Ducado de Toscana para el primer domingo de mayo con el rito de doble mayor que se pudiera rezar de la Bienaventurada Virgen María con el título de Madre del Pastor Divino. Esta devoción había arraigado la devoción gracias a uno de los oradores capuchinos italianos más importantes de su época, el P. Claudio de la Pieve, que la había adquirido en un viaje suyo a España. La súplica al Papa había sido dirigida el uno de diciembre de 1800 por el Obispo de Colle di Val di Elsa, provincia de Siena y diócesis sufragánea de Florencia, en representación de los obispos del Estado de Toscana, en acción de gracias por haberse librado del traumático azote napoleónico. El Oficio y misa propios presentados por el episcopado toscano fueron revisados también por el Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos y por el Promotor de la Fe, y se extendieron a casi todos los sitios que celebraban la fiesta, incluidos los capuchinos, que abandonaron los suyos. El Beato Pío IX Mastai Ferretti concedió la fiesta a muchas diócesis y congregaciones: a los alcantarinos de Nápoles por el Breve Omnibus de doce de junio de 1849, que fue extendida a petición de Fernando II Rey de las Dos Sicilias a todo su reino, fijándola en veintiuno de mayo; a las religiosas del Buen Pastor y a las benedictinas de Campo Marzio, en Roma, en 1859; al Obispado de Bagnoreggio, Italia, en 1860; a los de Linares y Guadalajara, Méjico, en 1861. Por decreto de ocho de enero de 1863 de la Sagrada Congregación de Ritos, con la anuencia del citado Beato Pío IX, tras petición firmada por diez cardenales, seis patriarcas, treinta arzobispos, noventa y cinco obispos, dieciocho generales de órdenes y congregaciones religiosas, nueve procuradores y tres comisarios apostólicos de otras tantas, fue establecido que se concediera esta fiesta con rito de doble mayor a todas las diócesis y familias religiosas que lo solicitaran, con los textos eucológicos toscanos.
Entre las concesiones a partir de entonces podemos citar las siguientes: a los monasterios cistercienses de Francia en 1863; a la Diócesis de Alatri, Italia, en 1866; a los Misioneros de la Preciosísima Sangre para el primer viernes de junio; a los Mínimos para el primer domingo de octubre; a los Redentoristas y a las Religiosas del Buen Pastor para el tres de septiembre, pero con el Oficio de los capuchinos españoles; a los Euditas, que lo habían pedido en 1874, en 1895. No habiéndose instaurado la fiesta todavía en Sevilla, la cuna de la devoción, el presbítero José de la Fuente y Zabalegui, comisionado por el cabildo de oficiales del veintidós de mayo de 1875 de la Primitiva Hermandad de la Divina Pastora, dirigió una petición al Cabildo Catedral el dos de febrero de 1876 para que instara al Arzobispo lo solicitara de Roma. Tras haber sido examinada la petición por la Diputación de Ceremonias, acordó el Cabildo elevarla al Cardenal Arzobispo de la Lastra y Cuesta para el domingo segundo después de Pascua con rito de doble de segunda clase. El prelado expidió sus letras para ello al Papa el ocho de abril de 1876. Pero menos de un mes después, el cinco de mayo, murió dicho cardenal, por lo que hubo de esperarse al plácet de su sucesor. Habiendo tomado posesión su sucesor, Joaquín Lluch y Garriga, y obtenido de él el plácet, en este caso se extravió en Roma la petición citada, y fue preciso enviar un certificado de ella. El decreto fue expedido por fin el uno de febrero de 1878. Aunque se pidieron y fueron concedidos el Oficio y la misa de los capuchinos españoles aprobados en 1806, los textos que finalmente se instauraron fueron los toscanos. Por fin en 1882, se celebró el veintitrés de abril en Sevilla la Fiesta de la Madre del Divino Pastor, señalada en el II Domingo después de Pascua, con rito de segunda clase.
El veintinueve de octubre de 1885 el Procurador General de los Menores Capuchinos, Bruno de Vinay, a instancias del que hasta entonces había sido Comisario Apostólico de España, en nombre de sus súbditos, pidió al Papa la concesión a toda su Orden de la fiesta de la Madre del Pastor Divino para el segundo domingo después de Pascua con el rito mayor de segunda clase, con la misa y Oficio aprobados para los capuchinos españoles y de otras provincias. Fue aprobada la petición por rescripto de León XIII Pecci de diecinueve de noviembre de dicho año 1885, que el cuatro de diciembre de 1894 concedió a la Orden Capuchina, pero con el Oficio y misa de Toscana. En el actual Propio de la Diócesis de Sevilla, aprobado el diecisiete de junio de 1977 por la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, está inserta como memoria libre para el sábado anterior al Domingo IV de Pascua, del Buen Pastor, La Bienaventurada Virgen María, Madre del Buen Pastor. Los textos eucológicos actuales se encuentran en el Misal Franciscano en español, aprobado por Decreto de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino el 17 de junio de 1980 para uso de las familias franciscanas hispanas (Prot. N. CD 892/79).
Éste señala para el sábado anterior al Domingo IV de Pascua para la Orden Capuchina la Fiesta de la Divina Pastora, Madre del Buen Pastor (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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