Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la localidad de Esquivel (Alcalá del Río), en la provincia de Sevilla.
Hoy, 1 de mayo, Festividad de San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en el día de hoy, en que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, todos los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la localidad de Esquivel (Alcalá del Río), en la provincia de Sevilla, cuya iglesia parroquial está dedicada a San José Obrero.
El pueblo de Esquivel fue diseñado en el año 1952 por el arquitecto Alejandro de la Sota, tras el dictamen desfavorable de José Tamés, Jefe del Servicio de Arquitectura del INC, de un primer proyecto realizado por Aníbal González Gómez. Es uno de los cuatro pueblos construidos en la Zona Regable del Viar, situados entre los municipios de Alcalá del Río y La Rinconada. Se ubica en los terrenos del antiguo cortijo de Albatán. Depende administrativamente de Alcalá del Río de la que dista 5 km y se encuentra dentro del área metropolitana de Sevilla a tan sólo 22 Km.
Esquivel rompe con los esquemas tradicionales de los pueblos de colonización, siendo uno de los mejores ejemplos de nuestra arquitectura de los años 50 que se debate entre la modernidad y la tradición. El encargo se produjo en un momento de madurez en la carrera de Alejandro de la Sota. Ya no trabajaba para el Instituto del que había sido el encargado de la provincia de Lérida, conocía perfectamente su funcionamiento, las bases de inspiración de sus proyectos en la arquitectura vernácula y sus normas, pero en estos momentos de la Sota había hecho suyos los valores de la arquitectura del Movimiento Moderno.
El emplazamiento de Esquivel, sobre un terreno elevado con una pequeña inclinación, le permitió a Alejandro de la Sota realizar un proyecto urbanístico racionalista, totalmente geométrico en forma de abanico. Su situación de paso entre Sevilla y Lora del Río le posibilitó diseñar una plaza abierta al paisaje, conformada por un frente continuo de viviendas de dos plantas con pórticos y los edificios representativos exentos cercanos a la carretera, con el objetivo de hacerla visible desde la lejanía, servir de imagen, presentación y propaganda del pueblo. De la Sota defendió con habilidad y maestría su proyecto que rompe totalmente con el modelo tradicional de plaza de los poblados de colonización. Creó una nueva tipología denominada fachada-pueblo, que ensayó años antes en el poblado de La Barca de la Florida.
Separó las circulaciones de peatones de la de vehículos, carros y bestias de una forma magistral, aplicando los conceptos de la manzana Radburn a un poblamiento rural. La circulación principal es la perimetral en forma de abanico, la conforman las Calles Feria, Burguillos, Puente y Saliente. La circulación interior queda articulada mediante un eje principal, la calle Central, que divide en dos partes totalmente geométricas el pueblo; dos calles radiales, la del Cine y el Mercado; y cuatro calles circulares, dos de ellas de carros que discurren por la trasera de las viviendas con pequeños ensanches para las maniobras de carros y maquinaria agrícola, las calles de Carros, Mercado, Algodoneros y Pilarillo; y dos peatonales, de la Bola y las Flores, en las que se abren ocho pequeñas plazas cuadradas con una fuente central, para favorecer la convivencia de los vecinos.
Se construyeron 161 viviendas para colonos y 77 para obreros, las primeras de mayor tamaño y parcela de servicio para las actividades agrícolas-ganaderas y más reducidas la de los obreros con un pequeño patio trasero. Alejandro de la Sota se inspira en la arquitectura popular andaluza, que conocía a través de sus viajes, de paramentos blancos encalados, vanos irregulares, cierros, balcones y celosías, rejas y puertas verdes, tapias ciegas y cubiertas de teja árabe, pero la somete a un proceso de abstracción tal que revoluciona el concepto modernizándolo. Para evitar la monotonía de las calles, diseñó seis tipologías de casas de una o dos alturas con distintas variantes según el número de dormitorios y disposición. Buscó la belleza y armonía de calles y plazas interiores jugando con los volúmenes y la altura de las viviendas y tapias; conjugó el blanco de los paramentos con la vegetación de patios y arbolado de las calles; intensificó los contrastes de luces y sombras con la decoración de las puertas con orejetas y tapias almenadas. Y embelleció calles y plazas con fuentes de tazas circulares en cuyo centro se elevan conos y formas cilíndricas rematada por farolas, tan características de este arquitecto.
La imagen de Esquivel es su calle Feria, una plaza-fachada abierta al paisaje orientada hacia el sur, un telón teatral que nos muestra el pueblo a la vez que esconde su vida interior. La visión es sumamente moderna, de la Sota ha sabido depurar y abstraer los elementos básicos de la arquitectura vernácula mediante la racionalidad y sentido de la monumentalidad del Movimiento Moderno. Está conformada por viviendas destinadas a comerciantes, artesanos, maestros y otros profesionales, totalmente desornamentadas de dos plantas, con pórticos adintelados en el bajo, balcones en la primera planta que se repiten rítmicamente, y respiraderos en el sobrado.
Delante se sitúan exentos el Ayuntamiento, la Iglesia y un templete equidistante entre ambos edificios. Una sencilla edificación de cuatro frentes inspirada en el arco de triunfo de Caparrá de Cáceres, rematada por una cúpula decorada con cerámica troceada, "trencadis", que corona una interesante veleta con el anagrama del Instituto y el nombre de Esquivel, que reclama la atención del viajero.
A la izquierda se sitúa el Ayuntamiento, un edificio de tipo tradicional de dos plantas, en el que de la Sota ha combinado el blanco con el amarillo calamocha que enmarca los vanos. Cuenta con pórtico de acceso en la planta baja, balcón corrido institucional de tres vanos en la planta alta, cierros de inspiración barroca en los laterales flanqueando la fachada y un reloj en el remate.
La iglesia de San José Obrero combina tradición y modernidad, al diseñar un campanario parecido a las recreaciones rurales de La Giralda erigidas tras el terremoto de Lisboa y un templo inspirado en el modernísimo proyecto de Aburto y Cabrero para la Catedral de Madrid. La torre campanario exenta se une a los pies del templo mediante una galería. De base cuadrada es un cuerpo prismático en forma de talud de paramentos ciegos blancos, por el contrario, el cuerpo de campanas, articulado mediante pilastras fajadas y arcos de medio punto, es muy colorista, combina el amarillo calamocha y el azul cobalto. El remate lo compone un cuerpo piramidal muy estilizado decorado con azulejos blancos y azules y una veleta con una serpiente.
La fachada del templo contrasta vivamente con la torre campanario, no sólo por la altura sino por la diferencia del concepto arquitectónico. Es sencilla y austera, de planta curva, desornamentada y abstracta, de muros ciegos, aunque originalmente estuvo perforada con pequeñas vidrieras, a modo de celosías, que daban luz a la entrada del templo y modernidad a la fachada. La puerta de acceso es adintelada y sobre esta luce un óculo. Hoy día su única decoración se reduce a los contrafuertes que la flanquean y la cornisa de tejas moriscas que la preservan del agua de lluvia. Desde los laterales podemos apreciar la diferencia de altura entre la nave y el ábside semicircular y la plástica celosía reticulada que le da luz.
En el interior podemos observar el diseño de la planta que combina dos cuerpos, uno sectorial, triángulo de frentes curvos, para la nave de tipo basilical, y otro semicircular para el presbiterio. Toda la atención de los fieles se dirige hacia el iluminado presbiterio. Para conseguir un ambiente de recogimiento y espiritualidad el arquitecto diseña un espacio de austeridad y desornamentación máxima, con cubierta ascendente y muros convergentes hacia el altar. La influencia de Fisac es más que evidente. Desde su construcción se le han hecho multitud de reformas y arreglos, bien por amenazar ruina o por haber sido utilizada para otros fines. La última restauración se efectuó en el año 1991-92.
Una pintura mural decora el ábside semicircular, compuesta por ocho expresionistas ángeles de canon muy alargado, asexuados, de tamaño mayor del natural, ataviados con túnicas que portan los símbolos de los sacramentos, dedicando los dos centrales a la eucaristía. Aunque la firma del artista fue ocultada en una de las remodelaciones, hemos podido constatar que el autor es José María de Labra, perteneciente a la vanguardia artística que introdujo en España el arte abstracto geométrico.
Flanqueando el presbiterio podemos observar las imágenes de San Isidro Labrador y San José con el Niño, titular del templo. En el lado del evangelio la escultura de bulto redondo de San Isidro está atribuida al escultor Lorenzo Frechilla. Similar a la de Torre de la Reina y El Viar es una de las imágenes más venerada de los pueblos de colonización. El santo de familia mozárabe vivió en el s. XII, fue canonizado en el s. XVII, siendo el primer santo laico casado. En 1960 una bula papal de Juan XXIII lo convierte en el santo patrón de los agricultores españoles. Su festividad se celebra el 15 de mayo con una procesión, donde los campesinos le hacen rogativas para la lluvia y las buenas cosechas.
En el lado del presbiterio, la imagen de San José con el Niño es la representación del modelo de buen esposo y padre cariñoso. Presenta al santo joven y bello, de pie, con un hermoso Niño en brazos que bendice a los fieles. Es una talla de bulto redondo sin policromar de gran elegancia y estudiado movimiento contenido. Pertenece a la dotación original aportada por los Talleres de Arte Granda.
A los pies del templo se encuentra un altorrelieve de la Virgen del Carmen de una gran modernidad, recientemente restaurada. Presidió el altar mayor, hoy reemplazada por una cruz y una imagen de estilo barroco que no pertenece a la dotación original. La Virgen, vestida con el hábito carmelita, aparece de pie, de forma frontal, descalza sobre unas abstractas nubes, mostrando al niño que juega con el rosario. Es de canon muy alargado, acentuado por una estudiada caída de paños y un manto de cola. El artista José Luis Vicent rompe con la tradicional iconografía de esta advocación al no ser sedente y no estar coronada.
De la dotación original milagrosamente se han conservado los funcionales bancos de madera de estructura de tubos metálicos, las lámparas de hierro, la cruz de altar y algunos objetos litúrgicos, entre ellos el sagrario original que presidió el altar mayor. Se trata de un tabernáculo de bronce en forma de baúl, decorado con escamas en la cubierta y panes y peces en la puerta.
El poblado de Esquivel es una joya de la arquitectura española de los años cincuenta, simbiosis entre la arquitectura vernácula y el Movimiento Moderno. Es una obra muy singular del arquitecto Alejandro de la Sota, que fue capaz, aun cumpliendo con todas las normas de la Institución, crear un nuevo arquetipo de poblado denominado "fachada-pueblo", que inició el camino de la experimentación de la arquitectura de estos poblados, como en el caso de Vegaviana de José Luis Fernández del Amo en Cáceres, 1954, o Llanos del Sotillo de Antonio Corrales en Jaén, 1956.
Ha sido incluido en la Base de Datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía realizado por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, en el Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea, RAAC aparece en las fichas de la Fundación DOCOMOMO ibérico o en el estudio 50 años de arquitectura en Andalucía: 1936-86, donde sólo aparecen de la provincia de Sevilla los poblados de colonización de Setefilla, Esquivel y El Priorato. Así mismo, ha sido objeto de numerosas tesis y estudios.
Pero a pesar de su evidente valor patrimonial, carece de la protección que requeriría. Por ello debemos hacer que las instituciones públicas y la Delegación Municipal de Urbanismo de Alcalá del Río, municipio del que depende administrativamente, proceda a la redacción de un Plan para la protección, difusión, conservación y puesta en valor de este extraordinario patrimonio e inicie expediente para su preservación patrimonial, especialmente en lo que afecta a su urbanismo, trazado y caserío, y a sus edificaciones más singulares, siendo excepcionales por su monumentalidad y belleza la iglesia, así como las obras de arte que contiene (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Esquivel se localiza al Noroeste de la localidad de Alcalá del río, en la zona regable de El Viar. Se integra dentro de una reestructuración territorial desarrollada por el Instituto Nacional de Colonización (INC) complementando los núcleos vecinos de La Algaba, Alcalá del Río, Villaverde del Río y Burguillos. Junto a Esquivel, otros tres pueblos de colonización completaron esta nueva organización territorial: Torre de la Reina, San Ignacio del Viar y Viar del Caudillo.
El pueblo presenta una posición dominante en el territorio, marcándose geográficamente su posición con la presencia de la torre campanario de la iglesia. Se sitúa en una zona perceptiblemente elevada, en un terreno inclinado con suficiente pendiente como para permitir el desagüe natural hacia la carretera. La visibilidad del pueblo constituye uno de los rasgos diferenciadores del diseño del poblado, concebido originariamente por De la Sota con cuatro ¿fachadas¿: una monumental hacia la carretera, al Sur; dos más domésticas hacia Este y Oeste, y una volcada al campo hacia el Norte.
Es la fachada de la carretera, al Sur, donde se cargan las tintas de la presencia visual del pueblo hacia el entorno. La fachada de las hileras de viviendas de comerciantes se vuelca hacia la carretera, dibujando un telón de fondo monumental de dos plantas de altura, que aprovecha el efecto de curvatura para marcar la percepción desde el automóvil.
Contra este telón de fondo se recorta la presencia de la iglesia y el ayuntamiento, exentos del resto del poblado, en lo que constituye una decisión inusual en el marco del planeamiento del INC. Actualmente, esta relación de visibilidad máxima desde la carretera ha quedado matizada por el crecimiento de la banda intermedia de arbolado característica de los pueblos de colonización.
Esquivel cuenta con 161 viviendas unifamiliares que se disponen sobre una planta en abanico donde se alterna una serie de vías concéntricas con otras radiales. Como en los antiguos falansterios del XIX, se trataba de construir un pueblo de nueva planta, autosuficiente y acorde al paisaje rural en el que se situaba. En este sentido Alejandro de la Sota, al igual que Fernández del Amo, busca argumentos en la arquitectura popular y mediterránea, que durante años fuera construida por maestros de obras, para incluirlo en un discurso claramente moderno. Es un ejemplo de disciplina arquitectónica, que supone combinar detalles populares con la racionalidad de su trazado y la justifcación de una forma a partir de su situación en el territorio.
Como indica Sota, Esquivel es un pueblo de paso y la cercanía de la carretera Sevilla - Lora del Río, define la forma en abanico que dibuja su planta. La iglesia, el ayuntamiento y un frente homogéneo y continuo de casas adosadas con pórtico en planta baja, son las arquitecturas del pueblo que se enseñarían al viajero. Se evita así reproducir la plaza central tradicional, sin por ello negar la existencia
de un centro funcional y simbólico en el poblado.
En cuanto a las viviendas, el arquitecto retoma la tipología rural de la casa con patio de servicio trasero adosada, introduciendo en el conjunto una escala menor, ajustadas las secciones de las calles y los tamaños de los huecos de las estancias de las casas, con formas muy diversas. Existen seis tipos de viviendas, con una o dos plantas de altura según el número de dormitorios y su posición en el pueblo: dos alturas para la embocadura de las calles; una y dos plantas en las plazas interiores, y una altura en las calles peatonales.
La arquitectura diseñada por Alejandro de la Sota pervive, y a pesar de las importantes transformaciones sufridas, aun resulta ser un lugar atractivo y agradable para sus habitantes. Aun tratándose de un núcleo subordinado administrativa y funcionalmente a la localidad vecina de Alcalá del Río, las dinámicas urbanas contemporáneas han situado a Esquivel dentro de la órbita creciente del área metropolitana de Sevilla, con una proporción cada vez mayor de primera residencia desvinculada de la actividad productiva. El principal factor que puede comprometer el equilibrio del pueblo y su entorno es el desarrollo urbanístico, por las cambiantes relaciones funcionales anteriormente mencionadas.
El pueblo se encuentra, en general, en un estado de conservación aceptable. Las alteraciones que ha experimentado han sido fundamentalmente dos:
- Las producidas en las viviendas, fundamentalmente el incremento de altura y volumetría, así como la realización de obras menores que han afectado tanto a la imagen exterior de las viviendas como a su distribución interna.
- Las producidas en los espacios públicos, que han llevado a la ocupación ilegal de algunos de ellos por parte de los propietarios vecinos.
Estos cambios se han desarrollado de manera ininterrumpida desde la fundación del pueblo, como consecuencia de un proceso natural de adaptación a las necesidades de la población y voluntad de algunos de los propietarios por distinguir sus viviendas del conjunto del poblado. Esto ha tenido como resultado la alteración de la volumetría original del pueblo en algunas viviendas, así como de su apariencia exterior por la aplicación indiscriminada de nuevos materiales de revestimiento. También se ha producido la sustitución de elementos originales de carpintería y cerrajería en las viviendas. La ocupación de los espacios públicos ha derivado en la pérdida de uno de los rasgos fundamentales del carácter cívico del pueblo.
El estado de conservación de los componentes del poblado es igualmente aceptable. Aparte de los cambios descritos para las viviendas y el espacio público, la estructura general del poblado, especialmente en lo referido a la especialización del viario, se sigue manteniendo.
El espacio público principal que mira hacia la carretera, marcado por el frente continuo del pórtico y los vuelos de los balcones en planta primera, y el alto muro de coronación con respiraderos, sigue siendo la principal seña de identidad del pueblo. De igual manera, los edificios públicos siguen manteniéndose en buen estado. La iglesia no presenta alteraciones significativas; más que la lamentable desaparición de la celosía que conformaba el muro de los pies de la nave. Cabe señalar además la ampliación realizada en el edificio del Ayuntamiento en su patio trasero, absolutamente ignorante de los valores del conjunto.
La presión urbanística se ha dejado sentir en el pueblo, no solamente a través de los cambios en la edificabilidad del tejido existente, sino también en la reciente realización de proyectos de ampliación del pueblo que no han tenido consideración hacia los valores arquitectónicos, urbanos y estéticos del conjunto.
Estas ampliaciones se han desarrollado en los bordes Este y Oeste del pueblo, cancelando las relaciones de proximidad con el campo que preveía el proyecto original a través de la implantación de usos fundamentalmente residenciales. Hacia el Norte, edificios industriales han producido el mismo efecto hacia la visión lejana de la sierra. Afortunadamente, estos cambios no han afectado al frente sur del pueblo, en una aceptación tácita de su representatividad. En este sentido, y de manera similar a otros muchos pueblos de colonización, la continuidad de la actividad especulativa del suelo supone la mayor amenaza en relación a su integridad.
La realización de un proyecto como Esquivel es sintomática de la voluntad de transformación del medio rural hecha explícita por la dictadura franquista en la posguerra. Es por ello que la existencia del poblado es indeslindable de la realización de importantes obras de infraestructura, fundamentalmente riego (presas y canales) y comunicaciones (carreteras). En lo relativo a la organización del viario y el espacio público, Esquivel resulta ejemplar en la adopción del sistema Radburn, aplicado siguiendo además los criterios de separación de tránsitos rodados y peatonales que se pretendían para los pueblos.
Los medios empleados en la construcción del pueblo fueron modestos, correspondiendo con las limitaciones de la industria durante la Autarquía. La cimentación de las viviendas se resolvió mediante zapatas corridas, mientras que la estructura se resuelve con muros de carga. Desde su construcción, los edificios del pueblo se vieron afectados por serios problemas de bujeo, que han motivado intervenciones de consolidación.
La relevancia social de la labor de colonización se hace manifiesta en Esquivel a través de la organización de una pequeña población autónoma, en el que el carácter de los habitantes había de ser moldeado por la influencia paralela del Estado y la Iglesia, en un marco espacial que favoreciese el desarrollo de relaciones comunitarias según las pautas definidas por el Régimen.
Para este propósito es fundamental la explotación de los valores estéticos y culturales: Esquivel supone un esfuerzo de aproximación de Alejandro de la Sota a un lenguaje arquitectónico popular, manifiesto en la adopción de invariantes de la arquitectura del lugar que, según el autor, fueron asimilados a través de viajes por Andalucía.
En Esquivel se hace uso de formas propias de la arquitectura popular andaluza, intentando racionalizarlas y deduciendo su lógica constructiva. A pesar de los elementos figurativos que acompañan a las puertas, balcones, ventanas, soportales, cubiertas, chimeneas, muros, tapias, etc. éstos adquieren una nuevo sentido generando un universo formalmente integrado, muy coherente y de evidentes valores plásticos. Toda esta nueva imagen está argumentada por una construcción tradicional que consagra al muro de carga encalado y a las cerrajerías de hierro forjado. La imagen no contradice la organización funcional de Esquivel, donde trasciende una idea de modernidad, separándose los recorridos entre peatones y, entonces, carros y coches.
Esto no es incompatible con la búsqueda, intencionada y expresa por parte del propio autor, de un notorio efecto de monumentalidad, conseguido a través de la creación del fondo de la fachada porticada de las viviendas de comerciantes hacia la carretera. Ésta resuena en la fachada principal del Ayuntamiento, que replica el mismo pórtico adornándolo con elementos figurativos.
Igualmente, la Iglesia resuelve con sencillez y rotundidad el propósito de monumentalidad. Especialmente interesante resulta la presencia de la torre, que esquematiza la composición de las torres de iglesia del Suroeste andaluz construidas tras el terremoto de 1755; recreaciones rurales de la Giralda de Sevilla.
Esquivel supone un hito dentro de la producción del Instituto Nacional de Colonización, pues Alejandro de la Sota consiguió romper la ortodoxia relativa a la ordenación de los espacios públicos con su plaza abierta hacia el Sur. A partir de esta experiencia, se constató una apertura en los criterios del INC que favorecieron la experimentación, y que se ejemplifcaría en los pueblos de Vegaviana (1954), obra de José Luis Fernández del Amo, y Llanos del Sotillo (1956), obra de José Antonio Corrales.
El Instituto Nacional de Colonización, organismo franquista que promovió la transformación agraria por la puesta en riego de las tierras, dictó mediante circulares internas, disposiciones derivadas de las redactadas por el ingeniero agrónomo Miguel Cavero durante la República, que unificaban criterios de ordenación tanto en lo referente a la ubicación (con centro cívico, zona verde y zona residencial), tamaño, dotaciones básicas (iglesia, ayuntamiento, escuela, comercio, industrias artesanas, asistencia sanitaria), espacios públicos y circulaciones (que solían separar las de personas de las animales, como el modelo de la manzana Radburn de Stein y Wright de 1928) posibilitándose la diversidad que evitaba la repetición formal.
Junto a las preferencias de José Tamés por incorporar elementos tradicionales de cada zona, rematando perspectivas con edificios singulares y componiendo las manzanas con variedad de tipos arquitectónicos de planta racionalizada, simplificando los detalles de la arquitectura de gusto popular. Todo ello contaba con antecedentes europeos recogidos en la unidad de relación vecinal mínima por el norteamericano Clarence Perry, la ¿neighbourhood unit¿, asumido por el urbanismo organicista de Eliel Saarinen (1943), y que trae a España Gabriel Alomar con la Teoría de la Ciudad (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El emplazamiento de Esquivel se eligió el 23 de noviembre de 1951 y su primer proyecto fue asignado al arquitecto Aníbal González Gómez; pero, rechazado aquel por el INC, se le encomendó la realización de otro nuevo a Alejandro de la Sota, antiguo encargado de la provincia de Lérida. En su proyecto, concluido en octubre de 1952, Alejandro de la Sota aplica un esquema geométrico que refleja claramente su concepción del pueblo ideal, susceptible de adaptarse a las exigencias de crecimiento, ya que éste podría hacerse mediante la duplicación del esquema a través de uno de los brazos radiales, al estar concebido el plano de Esquivel en forma de abanico, como un arco de corona circular, en el que la plaza se presenta casi como puerta del mismo, desvinculada del resto.
Este tipo de plaza-fachada, orientada al sur y abierta al paisaje, era cosa inusual en los pueblos de colonización. Las fachadas de las casas, blancas y limpias de ornamentación, estaban diseñadas como fondo escenográfico, con sus actores protagonistas delante: la iglesia, de planta y sección no tradicional, exenta, con sus dependencias alrededor de un claustro-plaza abierto, acompañada por un campanario en uno de sus laterales; el Ayuntamiento, frente a la iglesia; y un templete en el centro de la plaza, equi- distante de ambos edificios.
De la Sota manifestaba su ideario arquitectónico diciendo: «un pueblo de nueva planta tiene unas características bien definidas y diferentes de aquel que se formó en siglos; el pintoresquismo natural en estos pueblos que nacieron y crecieron a la ventura, ha de ser muy medido, casi anulado en los que de una vez salgan de nuestro tablero». Según él mismo expresa, «el trazado es rígido (…) porque (…) Esquivel nació de una vez, de un solo golpe y, además, sobre un terreno llano como la palma de la mano, sin accidente alguno, con orientación simétrica respecto de la carretera». Esta orientación respecto a la carretera cuenta mucho para su diseñador: «se desarrolló su plaza –forma eficaz de propaganda (de esta manera lo escribe él mismo)– en abanico hacia la carretera de Sevilla a Lora; así enseñará al que pasa sus mejores formas».
En cuanto a las viviendas, considera que los vecinos «han de vivir en casas que forman íntimas y estrechas calles y más íntimas plazoletas». «Se trató de conseguir en Esquivel eso que llamamos escala humana: las calles o vías estrechas, sus casas bajas, los huecos pequeños, lo más posible del tamaño del hombre». En Esquivel se llevó a cabo una estricta separación circulatoria en su trazado viario, para ello «se dividieron las calles, rígidamente, en calles para hombres a pie y calles para hombres con carro. Esta disposición, con sus pequeños inconvenientes, tiene tantas ventajas que no hubo duda en la elección. Así, la zona residencial puede ser un auténtico salón pulcro y cuidado». Tal consideración es reflejo de su pensamiento, pues, según el autor, «hay que vivir a gusto, en todo el pueblo como en casa».
Este proyecto, aplicación práctica de la razón geométrica, a pesar de no haber sido recibido en un principio con entusiasmo por el Instituto (sobre todo por la plaza, situada al sur y abierta al paisaje), ha sido muy celebrado y se le considera una experiencia de importancia notable en el urbanismo español de aquellos años (Gregorio García-Baquero López, Historia de Alcalá del Río. Ed. Emasesa Metropolitana. 2010).
Conozcamos mejor la Biografía de Alejandro de la Sota Martínez, arquitecto y autor de las trazas de Esquivel;
Alejandro de la Sota Martínez. Pontevedra 1913 - Madrid 1996.
Estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid donde se licenció en 1941, ese mismo año aprobó las oposiciones de arquitecto funcionario del Instituto Nacional de Colonización (INC). Alejandro de la Sota toma como maestro a Le Courbusier, es un arquitecto reconocido y valorado internacionalmente y modelo a seguir en España por la originalidad de su arquitectura racionalista. Utiliza la propia administración franquista para reintroducir la Arquitectura Moderna en España a través de su labor como arquitecto del INC durante los años 1942-49. Fue profesor de Elementos y Proyectos desde 1976-72 de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.
Para el INC comenzó sus proyectos en Aragón, pero el ejemplo más importante de los diseñados por de la Sota fue el poblado de Esquive! en Sevilla de 1952. De esta misma década son los poblados de La Bazana, Entreríos y Valuengo en Badajoz.
Sus obras más destacadas de mediados del siglo XX son el proyecto del Poblado de Absorción de Fuencarral, la Residencia Infantil de Miraflores, los Talleres Aeronáuticos de Barajas TABSA, la Central Lechera CLESA en Madrid. Siendo la más reconocida el edificio del Gobierno Civil de Tarragona.
Posteriores a estas obras en Madrid realizó el Gimnasio del Colegio Maravillas, la ampliación del Centro Nacional de Investigaciones metalúrgicas CENIM, el Colegio Mayor César Carlos, las viviendas para la Cruzada de Santa María, el Centro de Cálculo de la Caja Postal de Ahorros en 1977 o el edificio IVIMA en 1990. Sus últimas obras las proyectó en Sevilla donde diseñó el edificio de aulas y seminarios para la Universidad; y en León el edificio de Correos y Telecomunicaciones.
Su arquitectura juega con los volúmenes puros y funcionales, realizados con los materiales más avanzados y las últimas tecnologías. En su última etapa, cuando las corrientes estilísticas de la arquitectura volvían a las referencias del pasado y el eclecticismo, Alejandro de la Sota radicalizó su minimalismo y su fidelidad al Movimiento Moderno, realizando obras de una gran abstracción como las dos últimas citadas de León.
Alejandro de la Sota goza de una gran influencia entre los arquitectos españoles. Su obra está reconocida internacionalmente, siendo objeto de expos iciones en universidades como la de Harvard, Aquisgrán, Milán o la Architectural Association de Londres. Recibió el Premio Nacional de Arquitectura en 1975 y la Medalla de Oro de Arquitectura en 1988.
En la provincia de Sevilla realizó el proyecto del pueblo de Esquivel en 1952, que rompe con los esquemas tradicionales de los pueblos de colonización, aun cumpliendo con todas las normas de la institución. Crea un nuevo arquetipo de poblado denominado "fachada-pueblo", que inició el camino de la experimentación de la arquitectura de estos poblados, como es el caso de Vegaviana en Cáceres o Llanos del Sotillo en Jaén (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Alejandro de la Sota Martínez, (Pontevedra, 20 de octubre de 1913 – Madrid, 14 de febrero de 1996). Arquitecto.
Hijo de un ingeniero militar y topógrafo de origen cántabro, Alejandro de la Sota crece en su Pontevedra natal en un entorno familiar acomodado y culto.
Comienza sus estudios de Ciencias Exactas en la Universidade de Santiago de Compostela —un requisito necesario por entonces para acceder a las carreras técnicas— y se traslada a Madrid para estudiar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM). Sus estudios se interrumpen por la irrupción de la Guerra Civil española en 1936 y no obtiene su título de arquitecto hasta 1941. Desde entonces, establece su residencia en Madrid, pero siempre conserva los lazos con su Galicia natal, donde su padre, presidente de la Diputación de Pontevedra durante bastantes años, y sus contactos familiares y sociales le facilitan muchos de sus primeros clientes. En 1952 se casa con Sara Rius, con quien tendrá siete hijos.
Entre 1941 y 1947 gana la plaza de arquitecto del Instituto Nacional de Colonización (INC) —organismo creado para la planificación de asentamientos rurales en zonas de nuevos regadíos en un país devastado por la Guerra Civil— para el que construye la escuela de capataces de Bastiagueiro (1945) y la de Gimenells (1945). De esta época datan sus primeras obras, como la casa Ramón de Dios (1945), casa Sr. Pareja (1945), camisería Denís (1945) o el proyecto de ocho viviendas en Ronda (1946), obras muy representativas del acentuado aislamiento cultural que por entonces sufría el país, y se adscriben a las corrientes dominantes del confuso panorama ecléctico madrileño de la posguerra en un tímido intento por reintroducir la arquitectura moderna, con ciertas influencias de la arquitectura popular, tras el paréntesis que supuso la Guerra Civil española. A partir del trabajo en el Instituto Nacional de Colonización recibe numerosos encargos de poblados de colonización y de absorción: La Bazana (1952), Esquivel (1952- 1956) y Valuengo (1954). Estos primeros proyectos de envergadura, realizados tras numerosos viajes de estudio por toda la geografía española con el fin de visitar la rica arquitectura popular del país, reflejan la consideración de lo popular como una defensa, como una huida a las consignas del régimen franquista, emprendiendo así un aprendizaje que le permitiera verificar las relaciones de lo construido con su voluntad de construir. Tras este período de acercamiento a lo popular se sucederá un corto período de vacilación en el que Alejandro de la Sota mira atentamente al desarrollo de la arquitectura europea. Sus obras reflejan cierto expresionismo formal (muy en la línea del alemán Erich Mendelsohn o el finlandés Alvar Aalto), como puede contemplarse en la central lechera de Santander (1951), la casa del señor Arvesú (1955) o en el poblado de absorción Fuencarral B (1955-1956), estas dos últimas situadas en Madrid.
Esta corta etapa de preocupaciones plásticas viene seguida de una profunda reflexión sobre su propia obra que coincide con el inicio de su actividad académica como profesor de Elementos de Composición de la ETSAM (1956) y un viaje a Berlín donde entra en contacto con la última arquitectura europea visitando el Hansaviertel y la Unité d’Habitation de Le Corbusier; a finales de la década se presenta a las oposiciones de la Dirección General de Correos, obteniendo la plaza de funcionario en 1960. A partir de entonces Alejandro de la Sota inicia uno de los períodos más fructíferos de su carrera acumulando en pocos años gran parte de sus grandes obras —Gobierno Civil de Tarragona (1956-1963), talleres aeronáuticos TABSA (1957-1958), residencia infantil en Miraflores de la Sierra (con José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, 1957), la central lechera CLESA (1960- 1963) y el gimnasio del colegio Maravillas (1960- 1962)—, donde adopta una conciencia experimental al asumir la racionalidad como sistema para rectificar códigos, aprovechar logros y reconducir caminos inconclusos de maestros modernos como Mies van der Rohe, Adolf Loos, Walter Gropius o Richard Neutra.
Su interés en una investigación propia sobre el lenguaje con el fin de penetrar profundamente en las leyes propias de la disciplina proyectual le mantuvieron ajeno a las contaminaciones estilísticas tan en boga por entonces entre sus contemporáneos. Su particular tarea renovadora consistió en abordar las leyes de la modernidad con unas estrategias renovadas, sin que ello significara cambiar sus bases metodológicas, llevando a sus últimas consecuencias la aplicación de la técnica o los materiales en el proyecto.
Su temprano contacto con el mundo de la tecnología, ya presente en los talleres TABSA, se desarrolla entendiendo ésta como coartada, como conclusión experimental a la que conduce determinada experiencia racionalista. Por entonces, su contacto con ingenieros le lleva a operar con nuevos sistemas constructivos y materiales que le permiten que éstos adquieran nuevos e inesperados significados para así reformular los proyectos. Dar la vuelta a una cercha para que pueda albergar unas aulas, utilizar su cara plana superior como azotea para campo de juegos y conseguir la altura necesaria en el gimnasio del colegio Maravillas eleva el dogma moderno casi a la categoría de invención. Estas premisas, junto a la depuración y renuncia de los gestos personales (“La arquitectura no requiere que recurramos a ella; ella aparecerá por sí sola”) definirán a partir de entonces el resto de sus obras.
Tras este intenso período de actividad le siguen nuevos encargos: viviendas en la calle Prior de Salamanca (1963) y un conjunto de naves de investigación para el CENIM (1963) en Madrid, tras los cuales pide la excedencia como funcionario de la Dirección General de Correos en 1964 para dedicarse plenamente a su despacho y a su tesis doctoral, trabajo que presenta en la ETSAM en 1965. En un clima de optimismo social y tecnológico, continúa con sus experimentos con estructuras metálicas de grandes luces —como el pabellón deportivo de Pontevedra (1966)— e inicia una exploración personal de la prefabricación en hormigón, que consigue llevar a cabo en la casa Varela (1964) y que intenta extender a desarrollos residenciales a modo de tapiz en urbanizaciones en Murcia y Málaga (ambos de 1965), el proyecto del colegio-residencia de Orense y en las viviendas escalonadas en Santander (ambos de 1967).
A pesar de haber construido algunas importantes obras —casa Guzmán (1972), edificio de la Universidad de Sevilla (1972), por el que le otorgarán el Premio Nacional de Arquitectura en 1974, o el Colegio Mayor César Carlos (1976)—, la década de 1970 marcará una inflexión en su carrera tras recibir un par de reveses: dos importantes concursos de grandes edificios de oficinas —sede de Bankunión (1970) y Aviaco (1975)— que, a pesar del esfuerzo e intensidad que puso en ellos, no consigue ganar y la pérdida por desavenencias políticas internas del concurso a la Cátedra de Proyectos Arquitectónicos de la ETSAM, fracaso que le apartará de la docencia para siempre y le hará volver a su plaza de funcionario de Correos, plaza que conservará hasta su jubilación. Su retiro de comienzos de la década se anuncia en su famoso texto “La grande y honrosa orfandad” (1969) y se amplía y resume en “Por una arquitectura lógica” (1982), donde establece las bases para una arquitectura acultural que cobra significado justo allí donde está a punto de desaparecer: “haciendo arquitectura para saber qué es” o “Hacer arquitectura sin dar sentido”, dicho en su palabras.
Recluido en su estudio, alejado de la publicación de su obra en las revistas y de los ámbitos académicos, en esta última etapa Alejandro de la Sota se concentra en su última obsesión: “la caja que funciona”. Las investigaciones sobre los nuevos materiales disponibles en aquella España que tímidamente se abría al comercio exterior se centran en los paneles de chapa metálica y las nuevas posibilidades del vidrio. La depuración tanto de la forma como de una técnica que se despoja de cualquier retórica, le lleva a formular dos de sus proyectos más significativos, los citados concursos fallidos para las sedes de Bankunión y Aviaco en Madrid, donde se adelantan temas desarrollados muy posteriormente por arquitectos de todo el mundo, y que él mismo se encargaría de continuar en su primer proyecto para el Museo Provincial de León (1984), donde el palacio arzobispal de la ciudad (siglo XVII) se desmembra para alojar un volumen puro ensimismado ajeno a su entorno. Gracias a su colaboración con la Dirección General de Correos tiene la oportunidad de construir dos “cajas que funcionan” en el centro de cálculo de la Caja Postal en Madrid (1972-1977) y el edificio de Correos de León (1981- 1984) utilizando un material reservado hasta entonces a la construcción industrial o comercial, la chapa Robertson, pero, como en el caso de León, transgrediendo su mera función para que, al aparejarla y doblarla en fachada crear un grosor, con cualidades pétreas, para alojar armarios e instalaciones en fachada, tomara una dignidad inusitada. Otra obra significativa de este período lo constituye la casa Domínguez (1976), donde no sólo ensaya con la chapa metálica, sino que disloca la clásica división bicéfala de funciones (zona de día y zona de noche) en dos volúmenes independientes, uno subterráneo y otro aéreo, con una zona intermedia de acceso y comunicación.
En sus últimos años de vida construye tres importantes edificios (la ampliación de los juzgados de Zaragoza, la Embajada de España en París y la ampliación del Cabildo Insular de Las Palmas de Gran Canaria) y recibe el reconocimiento público con premios como la Medalla de Oro al Mérito en las Telecomunicaciones (1984), la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1986), la Medalla de Oro de Arquitectura del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (1988), el Premio PINAT (1988), el Premio de la Fundación Antonio Camuñas (1993) y la póstuma Medalla de Oro de la Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Cataluña (1996). Su obra recibe el reconocimiento internacional y se recoge en exposiciones en Harvard University, la Architectural Association de Londres, o exposiciones itinerantes por Alemania, Suiza y España. Su obra y su actitud vital han dejado una profunda impronta en arquitectos españoles de varias generaciones que lo consideran uno de los grandes maestros modernos, junto al catalán José Antonio Coderch. Poco antes de morir el día de san Valentín de 1996, Alejandro de la Sota firma su último trabajo que cierra un bucle homenaje en su obra: la restauración y ampliación del gimnasio del Colegio Maravillas en Madrid (Moisés Puente Rodríguez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto, Patronazgo e Iconografía de San José;
LEYENDA
José, esposo de la Virgen y padre nutricio de Jesús, apenas es mencionado en los Evangelios canónicos; y el de san Marcos ni siquiera lo nombra.
Los Evangelios Apócrifos, especialmente el Protoevangelio de Santiago y la Historia de José el carpintero, escritos coptos del siglo IV, se dedicaron a colmar esta laguna con detalles pintorescos copiados en su mayoría del Antiguo Testamento.
Relatan que José, descendiente de la estirpe de David, a pesar de sus orígenes reales, ejercía el humilde oficio de carpintero (faber lignarius), que fabricaba yugos, arados y hasta ratoneras. Según otra tradición, menos difundida, que se explica por el significado habitual de la palabra faber (obrero,artesano), habría sido herrero.
Este pretendido descendiente «proletarizado» de los reyes de Israel habría tenido más de ochenta años cuando se casó con la Virgen que tenía catorce. El milagro del florecimiento de la vara gracias al cual se impuso a los otros pretendientes más jóvenes, es una copia evidente del relato de la designación de Aarón como sumo sacerdote, que está en el Pentateuco (Números,17).
Del mismo libro (Números,6:11-29) los Evangelios Apócrifos copiaron la historia de María bebiendo el agua probática en el templo, Juicio de Dios infligido a José y a la Virgen, después del descubrimiento de su embarazo.
Las revelaciones de las místicas María de Ágreda y Catalina Emmerich, lo asimilan a su homónimo, José de Egipto. Igual que éste, habría sido perseguido por sus hermanos. Demás está decir que estas novelas piadosas sólo tienen un objetivo edificante.
Los teólogos de la Edad Media han discutido interminablemente acerca de la naturaleza del matrimonio de José: ¿Ha sido el marido, o sólo el protector de la Virgen?¿El vínculo que les unía debe calificarse de copula carnalis o de maritatis societas?¿Puede llamarse esposos a quienes viven juntos sin tener relaciones carnales?
Los doctores de la Iglesia opinan con la afirmativa. Explican que ese matrimonio casto (virginale conjugium) era indispensable para que la Virgen no fuera acusada de haberse dejado seducir, lo cual la habría expuesto a ser lapidada, y sobre todo para dar el pego al demonio, siempre al acecho, y ocultarle el misterio de la Encarnación (Huic Maria desponsatur ne Diabolo prodatur ratio mysterii).
La virginidad de María no basta a los teólogos de la Edad Media: además, pretenden establecer, por añadidura, la virginidad de José antes y después de su boda. La tradición le atribuía numerosos hijos de su primera mujer, pero a santo Tomás de Aquino le repugna admitirlo. Según éste, debe creerse que así como la madre de Jesús permaneció virgen, lo mismo ocurrió con José. «Credimus quod, sicut Mater Jesu fuit virgo, sic Joseph.» Un hagiógrafo contemporáneo lo califica de padre virgen de Jesús.
José acompaña al Niño Jesús a Egipto y lo trae de nuevo a Nazaret tras la muerte de Herodes. Después de lo cual desaparece de la escena. Ignoramos la fecha de su muerte, aunque la leyenda lo haya convertido en un patriarca centenario, se supone que murió antes de la Pasión de Jesús, puesto que no aparece en las Bodas de Caná, adonde sin duda habría sido invitado en compañía de la Virgen. En cualquier caso, está ausente en la Crucifixión y reemplazado en el Descendimiento de la Cruz y en el Enterramiento, por otro José, José de Arimatea. .
Casi no se puede dudar -escribió san Francisco de Sales-que el gran san José falleció antes de la muerte del Salvador quien, de no ser por ello,no hubiese encomendado su madre a san Juan.
CULTO
No existen reliquias personales de san José, de lo cual se creyó poder concluir, al igual que en el caso de la Virgen, que su cuerpo había sido elevado al Cielo.
La colegiata de Saint Laurent de Joinville, en Champaña, se jactaba de poseer el verdadero cinturón de san José, que habría sido confeccionado por la Santísima Virgen y llevado a la cruzada de 1254 por el Señor de Joinville. Nada más singular que la curva o representación gráfica del culto de José, quien después de haber sido escarnecido durante la Edad Media como un personaje menor, e incluso cómico, a partir del siglo XVII se convirtió en uno de los santos más venerados de la Iglesia católica, asociado con la Virgen y con Jesús en una nueva Trinidad que se llama la Trinidad jesuítica (Jesús, María y José) y promovido en 1870 a la jerarquía de patrón de la Iglesia universal. En los anales de la devoción existen pocos ejemplos de un ascenso semejante y de un retorno tan completo.
El escarnio de José
Puede decirse que en la Edad Media san José también ha sido sistemáticamente rebajado al tiempo que se exaltaba a la Virgen. En verdad, se trataba de probar la divinidad de Cristo, nacido de una Virgen y del Espíritu Santo, y de no permitir que se creyera que José pudiera ser su verdadero padre. De ahí la tendencia auspiciada por la Iglesia de reducirlo a la condición de un mero figurante.
Los autos sacramentales del teatro de los Misterios le asignaban un papel ridículo de anciano pasmado, tenía el empleo del «bufón» de los dramas shakespearianos. En el momento del parto, la Virgen lo envía a buscar una linterna; como si se hubiera resfriado en la gruta, José estornuda y apaga la luz. María le pide que caliente la sopa, pero él vuelca el caldero con torpeza. Como no tenían pañales para arropar al recién nacido, él ofrece unos viejos calzones agujereados.
Su torpeza sólo se iguala con su avaricia de roñoso. Se apresura a meter en el cofre las ofrendas de los Reyes Magos, y cuando se trata de pagar un óbolo para la Presentación de Jesús en el templo, mete la mano en la bolsa refunfuñando.
Durante la Huida a Egipto, su comportamiento es aún más indigno. Un ángel le anuncia los malos designios de Herodes y le ordena evacuar hacia Egipto a la Virgen con el Niño. Ejecuta la orden de muy mala gana, después de haber empeñado el velo de la Virgen y su propio turbante para conseguir dinero que le permita comprar vino (o cerveza, según un auto de fe alemán).
Se queja porque debe cargar el equipaje en solitario, y recomienda a la Virgen María que llene bien su cantimplora, puesto que es viejo y necesita reconfortarse con tragos frecuentes. E incluso invita a la Virgen a beber un trago con él, y ésta le reprocha que haya vaciado la botella que debiera durar al menos tres días más.
Los versos del poeta Eustache Deschamps muestran hasta qué punto «el bueno de José» era poco respetado a finales de la Edad Media:
En Égypte s'en est alié,
Tout lassé,et troussé
D'une cotte et d'un baril.
Viel, usé
C'est Joseph le rassoté.
(A Egipto se fue / Cansado y provisto / De un sayal y un barril. / Viejo, gastado / Está José, el tonto.)
Auténtica «cabeza de turco», es el blanco de los versificadores del teatro de los Misterios, que lo acribillan con burlas irreverentes, al igual que a otro personaje de los Evangelios, Nicodemo, el «descendedor» de Cristo, cuyo nombre abreviado dio el sustantivo nigaud (bobo).
Aún en la época del concilio de Trento, el teólogo Molano confirma que a José se le endilgó reputación de tonto que apenas podía contar hasta cinco (Qui vix quinque numerare possit).
En el siglo XVIII, Gentileschi lo muestra durmiendo a pierna suelta, parece oírsele roncar mientras la Virgen amamanta al Niño.
La Glorificación de José
¿Cómo semejante personaje de comedia pudo convertirse en uno de los santos favoritos de la devoción popular? El mérito corresponde a las campañas de sus defensores franceses, el más ardiente de los cuales fue el canciller de la universidad de París, Jean Gerson; a las órdenes especialmente dedicadas a la Virgen (carmelitas, servitas) ya los predicadores populares. Los Martirologios lo llaman gemma mundi, nutritor Domini. El anillo de boda de ónice que habría dado a la Virgen, era venerado en Perusa, en la Capilla del Anillo (Cappella dell' Anello). Su bastón se conservaba en la iglesia de los camaldulenses de Florencia. A principios del siglo XV, el teólogo Juan Gerson compuso en su honor un poema latino de tres mil versos titulado Josephina: en él se solicita al concilio de Constanza la institución de la fiesta de los Desposorios de san José. En el año 1489, Tritemio (Trithemius) compuso un tratado que se titula De Laudibus S. Josephi. Por último, el papa franciscano Sixto IV (1471-1484) introdujo la fiesta de san José en la liturgia de la iglesia romana.
En el siglo XVI, el dominico Isolano redactó en Pavía, en 1522, un Sumario de los dones de san José, a quien atribuye los siete dones del Espíritu Santo. Fue él quien popularizó el relato apócrifo de la Muerte de José.
La corporación de los carpinteros de obra y carpinteros, edificó en 1958 la primera iglesia romana que se puso bajo la advocación de san José: San Giuseppe dei Falegnami. En Bolonia se le había dedicado otra, más antigua.
Su creciente popularidad después del concilio de Trento, sobre todo se debe a santa Teresa, reformadora de la orden carmelita, a los fundadores de la orden jesuítica y de la orden salesiana: san Ignacio de Loyola y san Francisco de Sales.
Santa Teresa adoptó como patrón al glorioso san José a quien llamaba «El padre de su alma», le atribuía su curación y le dedicó su primer convento de Ávila. La iglesia de los carmelitas de París también fue puesta bajo la advocación de Saint Joseph.
Los jesuitas le concedieron un sitio en su Trinidad: J. M. J.(Jesús, María, José), popularizada por esta oración:
O veneranda Trinitas
Jesus, Joseph et Maria.
En el siglo XVII, Francisco de Sales, quien consideraba a José como el mayor de todos los santos, lo convirtió en patrón de las religiosas salesianas (de la orden de la Visitación). Las ursulinas siguieron el ejemplo de las salesianas y de las carmelitas.
La nueva devoción a san José es una copia de la que se profesaba a la Virgen. Los Siete Dolores y los Siete Gozos de san José están simbolizados por un cordón de siete nudos que los devotos llevaban bajo la ropa.
Patronazgos
Las únicas corporaciones que lo reivindican son las de los trabajadores de la madera: carpinteros de obra y carpinteros, a las cuales se asocia la de los zapadores, porque colocaban el maderamen de los puentes. En nuestra época se lo convirtió en el patrón de los obreros en general.
Como en Belén no encontró alojamiento para la Virgen y él, se convirtió además en el patrón de los mal alojados o sin casa, clientela singularmente importante en nuestros días de crisis de la vivienda.
Su fama de virgen le valió el ser invocado por los laicos, y sobre todo por los religiosos, para conservar su castidad. Se recurría a él para reprimir los impulsos de la carne (carnis motus refrenare) o para enfriar los ardores llevando el cordón de san José (pro castitate servanda) sobre la piel.
O sancte Joseph, propera.
Aestum carnis refrigera.
Los himnos compuestos en su honor lo glorifican por haber sido: senex expers libidinis, sponsus pudicissimus, e incluso hasta «eunuchus puerperae».
San Bernardo lo comparaba con su homónimo José de Egipto, tanto por su castidad como por la frecuencia con que Dios lo advertía en sueños.
Al mismo tiempo, se convirtió en el patrón de la buena muerte. En efecto, se contaba que Jesús lo había asistido durante su agonía y le había enviado a los arcángeles Miguel y Gabriel para recoger su alma acechada por el demonio. De ahí deriva el hecho de que su intercesión sea invocada por los morbundos, con preferencia a la de los ángeles que tienen la misma función en el Ars bene moriendi.
El nombre de pila José era practicamente desconocido en la Edad Media. Fue a partir del siglo XVII que se dio a los grandes señores, e incluso a los reyes de Portugal o a los emperadores de la dinastía de los Habsburgo.
En 1621, el papa Gregorio XV decidió que la Iglesia entera celebrara la fiesta de san José el 19 de marzo.
En el siglo XIX se consagró oficialmente su triunfo. En 1847, Pío IX instituyó el culto del Patronazgo de san José. En 1870 el papa elevó el rito de su fiesta (19 de marzo) y lo proclamó patrón de la Iglesia universal. El mes de marzo se convirtió en el mes de san José, para formar pareja con el mes de María.
El culto del santo se difundió tanto que la Santa Sede se vio obligada a calmar el fervor de los devotos. La Congregación de los Ritos condenó el culto al corazón de San José copiado del profesado al Sagrado Corazón de Jesús, en 1873; al igual que la plegaria Ave José, que es un calco del Ave María.
A pesar de dichas advertencias y frenos, la devoción a san José adquirió en Canadá un auge prodigioso. Ya en 1624 los primeros habitantes de Quebec lo habían elegido como patrón. En 1904, F. André construyó cerca de Montreal un modesto oratorio de madera que en 1941 se convirtió en una majestuosa basílica de piedra blanca cuya cúpula rivaliza en amplitud con la de San Pedro de Roma. Es el mayor santuario del mundo dedicado a san José. Montreal se convirtió en un centro de Joselogía.
ICONOGRAFÍA
La iconografía de san José es paralela a la evolución de su culto; es tardía, y alcanzó su apogeo con posterioridad al concilio de Trento.
Comporta dos tipos muy diferentes. En el arte de la Edad Media, el esposo virginal de la Virgen (virgineus sponsus Virginis) está representado casi siempre con los rasgos de un anciano de cabeza calva y barba blanca. A partir del siglo XVI, los artistas lo rejuvenecieron y le confirieron el aspecto de un hombre de cuarenta años, con todo el vigor de esa edad. Los teólogos habían tomado la delantera, desde principios del siglo XV, en el concilio de Constanza, el canciller de la universidad de París, Juan Gerson, sostenía que san José no tenía ni cincuenta años cuando se casó con la Virgen María.
Además, mientras el arte medieval casi nunca lo representa aisladamente, sin duda por temor de justificar mediante imágenes la herejía de la concepción natural de Cristo, después de la Contrarreforma se lo honró representándolo por sí mismo, ya como carpintero de obra, ya como padre nutricio de Jesús.
l. En el primer caso, tiene como atributos los utensilios de su oficio: un hacha, una sierra, una garlopa o una escuadra.
2. En el segundo caso, se lo reconoce por su vara florecida, que alude a su victoria sobre los otros pretendientes de la Virgen, transformada en tallo de lirio, símbolo de su matrimonio virginal. Tiene un cirio o una linterna durante la noche de la Natividad. Lleva al Niño Jesús en los brazos o le conduce de la mano como el arcángel Rafael acompañando al joven Tobías. Excepcionalmente, está caracterizado como Judío por el cuchillo de circuncisión y el sombrero puntiagudo de la judería.
A veces forma pareja con su homónimo, José de Arimatea. Los dos José del Nuevo Testamento forman de esa manera una pareja hagiográfica análoga a la de los dos santos Juanes.
Gracias a la propaganda de su defensora, santa Teresa, se hizo singularmente popular en el arte español. Es, junto a la Virgen de la Inmaculada Concepción, el tema preferido de Murillo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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