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sábado, 22 de enero de 2022

La Iglesia de San Vicente Mártir, en Tocina-Los Rosales (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Vicente mártir, en Tocina-Los Rosales (Sevilla).
    Hoy, 22 de enero, Memoria de San Vicente, diácono de Zaragoza y mártir, que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano sufrió cárcel, hambre, potro y hierros candentes, hasta que en Valencia, en la Hispania Cartaginense, voló al cielo a recoger el premio del martirio (304)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II]. 
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Iglesia de San Vicente mártir, en Tocina-Los Rosales (Sevilla)
   La Iglesia de San Vicente mártir, se encuentra en la plaza de la Iglesia, s/n; en Tocina-Los Rosales (Sevilla).
   El edificio es un ejemplar barroco construido en el primer decenio del siglo XVIII, hallándose relacionado su estilo con el de Diego Antonio Díaz. Consta de tres naves separadas por pilares que sostienen arcos de medio punto, con cubierta de cañón, en la nave central, y de bóvedas de arista, en las latera­les. La cabecera, que destaca sobre la planta de salón, se cubre con bóveda vaída. En el interior trabajaron marmolistas como Juan Antonio Blanco quien, en 1710, labró gradas, losas sepulcrales y pilas, que después sirvieron de modelo para las que hizo un año más tarde en la iglesia de Lora del Río. Al exterior muestra tres portadas. La principal, situa­da en los pies, lleva pilastras corintias, rematándose en frontón partido que sostiene en sus volutas dos jarras. Sobre esta fachada se levantan dos torres gemelas formadas por un cuerpo y un remate cupuliforme adornado con azulejos polícromos, lisos y de cuenca. Las puertas laterales son sencillas. Desde el exterior pueden leerse las fechas de construcción de la parroquia: 1707 en la nave mayor, 1709 en la torre del lado izquierdo y 1711 en la del lado derecho.
     El retablo mayor es de dos cuerpos y tres calles separadas por estípites y contiene las imágenes de San Juliano, San Teodoro, San Juan Bautista, San Vicente, San Océano y San Amiano. Es obra de José de la Barrera, quien lo realizó entre 1715 y 1717. La imagen central de la Virgen con el Niño es aproximadamente un siglo anterior.
     En la nave izquierda hay un retablo neogótico con una Virgen y otros dos del segundo tercio del siglo XVIII. El más cercano a los pies es un retablo marco con estípites que con­tiene un Crucificado de escultura del siglo XVII colocado sobre un lienzo en el que se representan a la Virgen y a San Juan. Haciendo conjunto con el retablo hay unos candeleros de madera dorada fechados en 1735. El otro retablo aloja una escultura de San José con el Niño de la misma época. En la cabecera de la nave se abre la Capilla Sacramental, que contiene un retablo con baldaquino y estípites, del segundo cuarto del siglo XVIII. La imagen de la Inmaculada es nueva, así como el sagrario de plata, que fue hecho en 1947. La capilla tiene un zócalo de azulejos neorrenacentistas fechados en 1939.
     En la cabecera de la nave derecha hay un retablo rococó  que contiene un magnífico grupo escultórico de Santa Ana con la Virgen, obra del siglo XVII y por lo tanto anterior al retablo. En los laterales del mismo se encuentran un San Francisco, pequeño, y una Virgen del Carmen, moderna. En la misma nave, y de la misma época, hay otro retablo tipo marco que contiene un gran lienzo de la Divina Pastora de mediados del siglo XVIII. De tipo baldaquino, y fechado en 1791, es el retablo que contiene una escultura de San Antonio de Padua de principios del siglo XVIII. En la capilla del fondo de esta nave se halla una escultura del Resucitado, algo menor del natural, realizada por Juan de Mesa entre 1620 y 1621 y res­taurado modernamente. 
   En cuanto a las pinturas destacan una Virgen con el Niño y San Juan, del siglo XVIII, copia de Murillo, y un lienzo del Bautismo de Cristo, de tipo popular. En la sacristía hay una cajonera del siglo XVIII y una pila de mármol de la misma época. Entre las piezas de orfebrería pueden mencionarse un cáliz de plata dorada con cartelas, cintas y piedras incrustadas de fines del siglo XVI, una cruz-relicario barroca, decorada con elementos vegetales muy realzados y un ostensorio neoclásico (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     Realizada en ladrillo aplantillado (hoy enfoscado) que se presenta al exterior avitolado, en el interior es liso. Se trata de un edificio de planta basilical con tres naves y cabecera recta, al que se acopla un segundo cuerpo. Dicho segundo cuerpo se sitúa a los pies del inmueble y está formado por dos torres fachada de planta cuadrada entre las que se aloja el atrio de la entrada principal y el coro alto.
     Las torres propiamente dichas soportan en su segundo cuerpo sendos campanarios de esquinas achaflanadas y rica decoración con azulejos de cuenca. La torre del Evangelio tiene la fecha de 1709, fecha de su terminación, mientras que la de la Epístola se concluye en 1711. Ambos campanarios se cubren con una media naranja decorada externamente por azulejos blancos y azules. El edificio impresiona por su monumentalidad y su aspecto externo se atiene a los cánones vigentes en la Isla de Malta durante los inicios del siglo XVIII; de hecho, el proyecto lo trae el Comendador de Malta inspirado en las obras que el arquitecto Lorenzo Gafá estaba ejecutando en la Isla, tales como la Iglesia de Santa Caterina, de Zejtún, o la Catedral de Mdina. Aunque el proyecto de obra sea foráneo, la dirección de la misma recayó en aventajados arquitectos y maestros de obra andaluces, pues el uso de materiales y diversos detalles en su ejecución así lo atestiguan. Dicha idea fue apuntada en su día por el Profesor Sancho Corbacho, que la sitúa como obra intermedia entre Diego Antonio Díaz y Leonardo de Figueroa. Son claras las influencias de ambos, pero la mano de la saga de los Romero, tanto Pedro como sus hijos Diego y Félix es evidente. Está probada la presencia en Tocina de Félix Romero, que muere en Tocina el 27 de Marzo de 1709 y se entierra en la ermita local de la Soledad. Ignoramos hasta dónde llegó la actuación de Félix Romero en esta iglesia y si éste fue sustituido por su cuñado Diego Antonio Díaz, pero la utilización por parte de éste último de elementos arquitectónicos de la mencionada iglesia en sus obras posteriores, prueba que el maestro conoció al detalle el proyecto original.
     Promovidas las obras de este inmueble de inspiración maltesa por Frey Don José de la Plata Galarza y Ovando, se coloca su primera piedra el 18 de Mayo de 1703, en sustitución de la primitiva iglesia parroquial, con la misma advocación y en el mismo lugar (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La iglesia de San Vicente Mártir fue construida entre 1703 y 1711, a expensas de Francisco José de la Plata y Ovando, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén y comendador de Tocina, sobre el antiguo solar de una iglesia y un hospital.
     Es un edificio de gran tamaño, de aspecto barroco, con tres portadas, dos a los lados y una en la fachada que está rematada por dos torres gemelas, adornadas con azulejos polícromos, lisos y de cuenca. El edificio presenta tres naves soportadas por pilares con arcos de medio punto. Su cubierta es de cañón en la nave central y de aristas en las laterales.
     En el interior, el retablo del altar mayor se finalizó hacia 1719. Dispone de dos cuerpos y albergan en el centro las esculturas de San Juan Bautista y de San Vicente de mediados del siglo XVII. En los laterales se encuentran las imágenes de los santos de Tocina: San Océano, San Juliano, San Amiano y San Teodoro.
     Sobre el sagrario destaca la Virgen de la Aurora y en las capillas hay también tres retablos de Santa Ana y de San José, de principios del siglo XVII. La nave del Evangelio dispone de otros dos retablos, uno con un lienzo de la Divina Pastora, construido en 1741.
     En la nave del sagrario cabe mencionar el retablo realizado en el siglo XVIII dedicado al Cristo de las Ánimas, con un lienzo de gran proporción en el que representa la crucifixión de Jesús, sobre el que se ha colocado un Crucificado (obra atribuida a Juan de Mesa). También encontramos piezas escultóricas entre las que destacan un Cristo Resucitado y un grupo escultórico con Santa Ana y la Virgen niña, atribuidos al mismo autor.
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Vicente, diácono y mártir
LEYENDA
   Diácono español nacido en Zaragoza, Aragón, quien habría sido martirizado en Valencia en el año 304, durante la persecución de Diocleciano.
   Su Pasión, popularizada por san Agustín y por su compatriota el poeta español Prudencio, es sólo un tratamiento retórico desprovisto de todo fundamento documental, una trama de tópicos hagiográficos.
   Para castigarlo por haber asumido la defensa de su obispo Valerio, el procónsul Daciano lo hizo flagelar sobre un potro de tormento, desgarrar con garfios de hierro sobre una cruz de san Andrés y por último asar sobre una parrilla, a la manera del diácono romano san Lorenzo, con este agravante: las barras de la parrilla eran hojas de sierra, y los verdugos espolvoreaban sal sobre las heridas del santo para que las quemaduras le doliesen más. De acuerdo con su panegirista Prudencio, san Vicente de Zaragoza tenía tal sed de martirio, que se lanzó él mismo sobre el lecho de hierro incandescente. Pero su cuerpo no se asó. De acuerdo con san Agustín, debía creerse que las llamas, en lugar de quemarlo, lo endurecían, a la manera en que una masa de arcilla se convierte en un ladrillo refractario.
   En medio de sus tormentos, san Vicente desafiaba a su perseguidor: «Lo que te esfuerzas en destruir es un cacharro de arcilla destinado a ser roto; pero no desgarrarás nunca lo que tiene en su interior, el alma sólo someti­da a Dios».
   Est alter, est intrinsecus, 
   Violare quem nemo potest
   Solique subjectus Deo.
   De vuelto a la cárcel, los verdugos lo acostaron sobre un lecho de escombros de arcilla, para que no pudiese descansar.
   En la hoguera, finalmente sucumbió. Pero su Passion prosiguió aún después de su muerte.
   El cadáver de san Vicente, privado de los honores de la sepultura, fue arrojado a las bestias carroñeras, pero un cuervo gigantesco cegó a los lobos y aves de presa que se disponían a devorarlo.
   Entonces Daciano lo hizo coser a una piel de buey y arrojar al mar, en la playa de Valencia, con una piedra de molino sujeta al cuello, para que lo de­vorasen los peces.
   Pero el cuerpo permaneció en la superficie del agua, como si la piedra de molino se hubiese convertido en una boya de corcho, y pudo flotar hasta la orilla donde lo recogieron cristianos que le dieron sepultura.
   El origen de todos estos detalles horripilantes o pictóricos es fácil de determinar: la parrilla es, evidentemente, una copia del arsenal empleado en el suplicio del diácono romano san Lorenzo; en cuanto a la muela que se niega a hundirse y a la protección de los despojos de un mártir por un ave, son temas corrientes de la hagiografía popular, donde pueden encontrarse otros ejemplos, como las leyendas de san Floriano de Lors, de san Antolín de Pamiers y de san Estanislao de Cracovia.
CULTO
   La universal popularidad de este diácono aragonés, quien habría podido permanecer como un santo local, y que compite con otros dos diáconos del martirologio: san Esteban y san Lorenzo, tiene con qué sorprender. En primer lugar, tal popularidad se explica por la virtud de su nombre de pila, interpretado como símbolo de victoria; y también por las traslaciones de sus reliquias (o de las pertenecientes a sus numerosos homónimos).
   Para san Agustín y el poeta Prudencia, Vincentius es sinómino de vencedor, de victorioso: «Ha vencido en medio de los tormentos; ha vencido cuando estaba muerto, antes y después de su defunción». Los hagiógrafos han encontrado argumentos para desarrollar el fácil tema de «Vicente  el Invencible».
Lugares de culto
   San Vicente había sido inhumado en Valencia. Pero allí fue eclipsado más tarde por otro homónimo, san Vicente Ferrer, quizá porque sus reliquias estaban en otros lugares. Se creía poseer su cuerpo, del cual había tres ejemplares: uno en Gaeta (o Cortona), Italia, el segundo en la abadía francesa de Saint Benoît de Castres, a donde la traslación tuvo lugar en 855, y el tercero en Lisboa, Portugal, a donde las reliquias del santo habrían sido trasladadas en el siglo XII, en 1173.
   Para acreditar esta tercera traslación, se contaba que el cuerpo de san Vicente, amenazado por la aproximación de los moros, fue embarcado en  Valencia en un navío que zozobró al sur de Portugal, cerca del sagrado promontorio del Algarve, que luego se llamó cabo San Vicente, y que los cuervos, graznando de aflicción, acompañaron los restos del santo, hasta la catedral de Lisboa. Después de este acontecimiento la ciudad de Lisboa adoptó como blasón un navío que lleva en el mástil la imagen de san Vicente con dos cuervos posados, uno en proa, otro en popa. La capital portuguesa mantuvo a dos cuer­vos, igual que Roma una loba y Berna un oso.
   Además de los tres cuerpos enteros de Gaeta, Castres y Lisboa, se consideraba que diversos fragmentos de reliquias del santo diácono pertenecían a otros santuarios. En 542, el rey Childeberto, después de arrebatar la ciudad de Zaragoza a los visigodos, llevó a París el brazo derecho y la estola de san Vicente, y para proteger dichas reliquias hizo edificar un monasterio que más tarde adoptó el nombre de Saint Germain des Prés. El corazón del santo, conservado en un relicario en Dun le Roi, en Berry, fue incinerado por los hu­gonotes en 1562.
   Así se explica la extensión del culto de san Vicente, cuyos principales cen­tros estaban en España: Zaragoza, Valencia y Ávila; en Portugal: Lisboa; en Italia: Milán, y Gaeta (o Cortona); en Suiza: la catedral de Basilea y la co­legiata de Berna.
   En Francia, además de Castres y París, las abadías benedictinas de Laon, Senlis y Metz, las catedrales de Maçon, Chalon sur Saône, Agen, Grenoble y Viviers, más una iglesia parroquial de Ruán se reclamaban puestas bajo la advocación de san Vicente.
Patronazgos
   Si san Vicente es el patrón de los navegantes en Portugal. en Francia está especializado en la protección de los viticultores, a quienes se suman los comerciantes en vinos y los vinagreros. Nada en la leyenda del santo justifica este patronazgo, al que han intentado procurarse diversas explicaciones: si la fecha de su fiesta, fijada el 22 de enero, no corresponde al tiempo de vendimia, sin embargo corresponde a un momento crítico en el cultivo de la vid. Dom Guéranger ofrece una explicación litúrgica: el diácono de Zaragoza ha­bría sido elegido patrón por los viticultore s a causa «del papel que el diácono asume en el sacrificio de la misa: es él quien vierte el vino que pronto se convertirá en sangre de Cristo».
   La interpretación, más naturalista, del erudito jesuita Cahier tiene mayores posibilidades de resultar la verdadera: se trataría de un juego de palabras con el nombre Vicente cuya primera sílaba es vino' y su segunda sang (sangre).
   En el espíritu de los iletrados el nombre del santo de Zaragoza no evocaba la idea de victoria sino la de vino, la sangre de la vid. 
 No hizo falta más para que los viticultores de Borgoña y Champaña lo considerasen uno de los suyos. En Chablis existía una cofradía de san Vicente (saint Vincent). Según los refranes populares, cuando el sol brilla el día de su fiesta, que era el elegido para la poda de invierno de los vidueños (corte de los sarmientos), se llegaba a la conclusión que la vendimia de ese año sería abundante.
   A la Saint Vincent
   Le vin monte au sarment
   (En SanVicente, / Al sarmiento el vino asciende)
   Saint Vincent clair et beau
   Met du vin au tonneau.
   (San Vicente guapo y fiel / Ponme vino en el tonel).
   E incluso:
   Prens garde au jour de Saint Vincent.
   Car si ce jour tu vois et sens
   Que le soleil est clair et beau,
   Nous aurons plus de vin que d'eau
   (Atención al día de San Vicente: / Si en esa fecha puedes ver y sientes / Que hay cielo soleado y cristalino, / Tendremos, antes que agua, mucho vino).
   Cuando iban a ofrecer un panecillo dorado, una brioche, a su santo patrón, acompañado por una ampolla de vino, los viticultores de Seine et Marne acos­tumbraban cantar:
   Saint Vincent, notre patron, 
   Protégez nos burgeons
   Des brouillards et des glaçons.
   (San Vicente, patrón nuestro, / Protege los brotes tiernos / De la niebla y del hielo). 
 El mártir también era reivindicado por la corporación de los fabricantes de tejas y techadores, porque lo habrían acostado sobre un lecho de cascos de cerá­mica.
ICONOGRAFÍA
   San Vicente está representado como un joven diácono o «levita», de igual manera que san Esteban y san Lorenzo. Está vestido con una dalmática.
   Sus atributos son una muela de molino y una parrilla, instrumentos de su Pasión. La parrilla de san Vicente se diferencia de la de san Lorenzo, porque la del primero está erizada de puntas de clavos. La piedra de molino es un atributo que comparte con san Quirino, san Víctor de Marsella y santa Cristina. El cuervo que defiende su cadáver contra las bestias salvajes también está representado en su escudo de armas.
   En su calidad de santo patrón de los navegantes, sostiene la maqueta de un barco. A título de patrón de los viticultores, sostiene un racimo de uvas.
   En la imaginería popular se lo ve enseñar a los viticultores el arte de cultivar la vid, desde la labranza, poda, floración, hasta la vendimia. «He aquí -les dice- la manera de poder llenar vuestras bodegas.» A veces sostiene unas tijeras o una podadera. Su mano protectora se apoya sobre un cuévano re­pleto de racimos o sobre un tonel de vino (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de San Vicente, diácono y mártir, a quien está dedicado esta iglesia;
     San Vicente (?, f. s. III – Valencia, p. t. s. IV). Diácono, mártir, santo.
     La figura de este santo, diácono del obispo Valero, es conocida por una passio compuesta a finales del siglo IV, pero que, a pesar de su antigüedad, no tiene un gran valor histórico. De estas actas depende el quinto himno del Peristephanon del poeta Prudencio, compuesto entre los años 398-405. En resumen, estos escritos presentan a Vicente como diácono del obispo Valero de Zaragoza, detenido junto con él en la persecución de Diocleciano, el año 303. Llevado con su obispo a Valencia, es cruelmente torturado por el gobernador Daciano, muriendo en la cárcel a consecuencia de los tormentos. Reelaboraciones y amplificaciones posteriores de estos datos lo harán natural de Huesca.
     La figura del mártir gozó pronto de una extraordinaria popularidad, debida sin duda al valor literario, que no histórico, de la passio. San Agustín de Hipona (354-430) lo recuerda en varios de sus sermones y por las mismas fechas lo ensalza san Paulino de Nola.
     Muchas iglesias, que se disputaban sus reliquias, fueron dedicadas a este santo. Su fiesta se celebra el 22 de enero (Miguel C. Vivancos Gómez, OSB, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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