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jueves, 13 de enero de 2022

Un paseo por el paseo de Catalina de Ribera

       Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el paseo de Catalina de Ribera, de Sevilla, dando un paseo por él.
     Hoy, 13 de enero, es el aniversario del fallecimiento (13 de enero de 1505) de Catalina de Ribera, a quien está dedicada esta vía, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el paseo de Catalina de Ribera, de Sevilla, dando un paseo por él.
   El Paseo de Catalina de Ribera es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo, y está entre la calle San Fernando, la plaza de Don Juan de Austria, Menéndez Pelayo, Cano y Cueto, plaza de Refinadores, Antonio el Bailarín, y Jardines de Murillo.
   El Paseo es un espacio público con predominio de la linealidad que invita a la confusión, al menos actualmente, cuando muchos de ellos han perdido la funcionalidad que les dio nombre. El origen de esta denominación genérica se encuentra en su función como espacio de relación y esparcimiento. Tal sería el caso que nos ocupa; pero más difícil resulta encontrar hoy tal funcionalidad en el Paseo de la Palmera o en el Paseo de Cristóbal Colón, a consecuencia del intenso tráfico rodado.
   La vía, en este caso un paseo, está dedicada a doña Catalina de Ribera y Mendoza. 
   En 1869 es rotulada ronda del Pino o paseo del Pino; en 1894 se acuerda darle la denominación que hoy conserva en memoria de doña Catalina de Ribera y Mendoza (+ 1505), esposa de don Pedro Enríquez, adelantado mayor de Andalucía. A decir de Guichot y Sierra (1925), era conocido como el paseo de los Lutos porque "ofrecía lugar adecuado a las familias dolientes que daban paseos higiénicos".
     Este paseo se formó sobre terrenos de la Huerta del Retiro, cedidos al Ayuntamiento de Sevilla por el Patrimonio Real en 1862. Desde 1848 el Ayuntamiento estaba reclamando la cesión de parte de esta huerta, incluida dentro del recinto del Alcázar, para darle mayor amplitud al Campo de Feria; inicialmente el Patrimonio Real se negó a atender la solicitud, hasta que finalmente cedió en la fecha antedicha una franja de terreno en línea desde la Puerta de la Carne a la de San Fernando, y en 1863 se construyó retranqueada la nueva tapia almenada que hoy conserva. Simultáneamente se procede al desmonte y nivelación de los terrenos cedidos, pero su urbanización se limitó a plantar varias hileras de árboles a lo largo de esta franja alargada de terreno. En 1911 una nueva cesión del Patrimonio Real permitió la formación de los Jardines de Murillo, que de hecho explica que los mismos sevillanos confundan ambos paseos y den a éste el mismo nombre. En 1898 se dotó de asientos de mampostería y de espacios ajar­dinados en su parte central, pero será entre 1917 y 1921 cuando se lleven a cabo importantes reformas y el paseo adquiera la configuración que ha conservado hasta hoy.
     A partir de 1917, por iniciativa de J. Laguillo Bonilla, director del diario El Liberal, y suscripción popular, se inicia la construcción del monumento a Colón, concebido por el arquitecto municipal J. Talavera Heredia; sobre un basamento se levantan dos columnas de piedra de más de 20 metros de altura, y sobre ella un león de mármol, obra de L. Coullaut Valera. En 1920 se construyó la glorieta, situada en su entrada desde la calle San Fernando, y los arriates longitudinales, jardines geométricos y bancos de azulejos; en 1921, también sobre diseño de Talavera, se realizó el monumento de Catalina de Ribera, adosado al muro del Alcázar, con el retrato laureado de la dama en su parte central y el escudo de la ciudad en el frontón; al pie del monumento se colocó una fuente de mármol, del s. XVI, que anteriormente estuvo en la plaza del Duque de la Victoria y en la del Pumarejo. 
     Actualmente, tanto por su misma planta, como por la ordenación que de espacio se ha hecho, el paseo ofrece preferentemente perspectivas longitudinales, sucediéndose desde el muro del Alcázar, cubierto con enredaderas y con bancos adosados de azulejos, un paseo pavimentado de losas de Tarifa y chino lavado en damero, al que un parterre longitudinal separa de otro de albero dotado de bancos de hierro y farolas de pie; a continuación, partiendo de la glorieta circular que hay en la entrada, un alargado jardín, también con suelo de albero, bancos de azulejos y macizos geométricos, en cuyo centro se encuentra el monumento de Colón; una última franja de albero, más descuidada, marca la separación con la zona de bares y quioscos situada junto al amplio acerado de Menéndez Pelayo. Al final del paseo hay un espacio con juegos para niños y, todavía dentro del espacio ajardinado, una escuela. La formación de los jardines de Murillo supuso la apertura de una calle asfaltada, que comunica con Nicolás Antonio y corta la disposición transversal del paseo. Finalmente, la ordenación de los bordes de la Puerta de la Carne dio origen a la construcción, en 1893-96, de una manzana entre el paseo, Cano y Cueto y Santa María la Blanca; esta manzana está formada por una casa de escalera de tres plantas, conocida como casa Cobián, y en su planta baja hay establecido un bar, una tienda de bicicletas y una entidad bancaria.
     A finales del s XIX se celebraba en este paseo la feria del Rastro, pero ya registraba escasa actividad, y lo cierto es que pronto empieza a ser frecuentado como espacio de recreo, particularmente en los meses de verano. En 1905 se construye el primer quiosco o puesto de agua; en 1907 se accede a la instalación de un carrusel; en 1908 se autoriza la colocación de sillas y veladores en el punto de agua; desde 1910, y hasta 1939, se instala durante el verano un cinematógrafo; en 1912, una nevería; y todas las primaveras, con motivo de la celebración de la Feria de Abril en el Prado de San Sebastián, origen de la cesión de los terrenos, el am­biente de la Feria se extendía hasta el paseo de Catalina de Ribera, con la instalación de puestos de juguetes y turrones. Escenas típicas de este paseo han sido las citas de soldados y chicas de servicio en las tardes dominicales, el organillo que amenizaba a quienes paseaban o tomaban el sol, y particularmente el fotógrafo "al minuto", pertrechado de su obsoleta máquina y el caballito de cartón. En algunos períodos el paseo no ha gozado de buena fama, al propiciar la proximidad de la estación de ferrocarril la presencia de malhechores y timadores. Hoy el paseo sigue siendo frecuentado a todas las horas del día y días de la semana por niños, estudiantes, por la proximidad del edifi­cio central de la Universidad, y ancianos; pero ha perdido su funcionalidad como Cam­po de Feria por traslado de ésta.
      En las ma­ñanas soleadas del invierno personas de edad juegan al dominó en los veladores de los bares allí instalados, y éstos se animan particularmente con la llegada del buen tiempo, siendo muy frecuentados a la caída de la tarde. En los últimos años ha sido trasladada allí la Feria anual del Libro. Particular­mente apreciado por su belleza, originando una gran concentración y animación, es el paso de la cofradía de la Candelaria, el Martes Santo, a lo largo del paseo, como ha evocado, entre otros, Romero Murube: "Nuestra Señora de la Candelaria enciende las tinieblas en los jardines de Murillo, cuando vuelve a su templo, 'a su casa', como dice el pueblo. En la noche del Martes Santo no hay otro momento de belleza comparable a este retorno de la Virgen, pegadita a las murallas del Alcázar" [Josefina Cruz Villalón en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Conozcamos mejor a quien está dedicada esta vía del callejero sevillano, Catalina de Ribera y Mendoza;
     Catalina de Ribera y Mendoza, Señora de Las Aguzaderas y El Coronil. (?, m. s. XV – Sevilla, 13 de enero de 1505). Noble, fundadora de hospitales.
     Hija segundogénita de Per Afán de Ribera, I conde de los Molares y III adelantado y notario mayor de Andalucía, que había casado en 1443 con María de Mendoza.
     Fueron sus abuelos paternos, Diego Gómez de Ribera, II adelantado mayor de Andalucía, y Beatriz de Portocarrero y los maternos, Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana y Catalina de Figueroa.
     Casó finalizando el año 1474 con su cuñado Pedro Enríquez, señor de Tarifa y segundogénito de Fadrique Enríquez de Mendoza, II almirante de Castilla y de Teresa de Quiñones, condesa de Melgar. Pedro Enríquez había casado en 1460 con la primogénita, Beatriz de Ribera, matrimonio que había concertado su madre, María de Mendoza, viuda ya de Per Afán de Ribera, con el apoyo de su progenitor, Íñigo López de Mendoza. En dicho enlace, Pedro aportaba el señorío de Tarifa y Beatriz el oficio de adelantado mayor de Andalucía que, por merced real, María de Mendoza había conseguido conservar para quien desposara a su primogénita. Al fallecimiento de Beatriz de Ribera y Mendoza heredó la casa su hijo Francisco Enríquez de Ribera que no dejó descendencia, por lo que pasaría a sucederle la línea de su tía Catalina de Ribera y Mendoza.
     El matrimonio de Pedro Enríquez con Catalina reforzaba por tanto la alianza de ambos linajes, si bien, en un principio, Pedro se había decidido a contraer nuevas nupcias con la hermana de su difunta esposa por presiones paternas, obteniendo dispensa pontificia para ello en diciembre de 1474, y a pesar de la oposición de su suegra, María de Mendoza. Por estos dos enlaces de Pedro Enríquez con las dos hermanas herederas de la casa de Ribera, entró en ésta la línea masculina de los Enríquez, almirantes de Castilla.
     Gracias a una mezcla de azar, de poderosos apoyos políticos y a la obtención de importantes ingresos de la Hacienda Regia vinculados a los oficios del Adelantamiento, Pedro y Catalina lograron reconstruir y acrecentar el patrimonio del linaje Ribera que diversos conflictos sucesorios habían dispersado a lo largo del siglo XV. Los apoyos políticos eran consecuencia de la calculada estrategia matrimonial de ambos linajes: Pedro era tío del rey Fernando el Católico y hermano del almirante mayor de Castilla, Catalina era sobrina del duque del Infantado y del gran cardenal Mendoza, y cuñada del duque de Medinasidonia. De hecho, durante esa época, Pedro Enríquez comenzó una activa política de apoyo en Sevilla al duque de Medinasidonia, ya que los Reyes Católicos le habían apartado de la guerra con Portugal para encargarle la pacificación de la región andaluza. Después colaboró en las guerras de Granada, hasta que enfermó durante un duro invierno de guerra, cuyas dolencias le llevaron a la muerte el 8 de febrero de 1492.
     Tras el fallecimiento de su esposo, Catalina se dedicó intensamente a acrecentar y administrar sus bienes muebles e inmuebles concentrándose especialmente en la adquisición de haciendas de olivar en las cercanías de Sevilla (Huerta del Rey, Quintos, Gómez Cardeña y otras) para servir la creciente demanda de aceite de las Reales Almonas, monopolio del que fue adquiriendo sucesivas cuotas hasta controlar aproximadamente la mitad de las rentas del estanco del jabón en el Reino de Sevilla. 
     En 1493 obtiene licencia real para instituir sendos mayorazgos a favor de sus dos hijos, Fadrique y Fernando y a ambos les procuró nuevas “casas mayores”.
     Para el primogénito continuó adquiriendo nuevas casas que añadir a la que, desde 1483, había sido su residencia y que con el paso del tiempo se conocerá como Casa de Pilatos. Y, para el segundo, compró, en 1496, la casa de Pedro Pineda, germen del Palacio de Dueñas.
     Los últimos años de su vida los dedicó a obras piadosas, entre las que destaca la fundación del Hospital de las Cinco Llagas, en memoria de su madre María de Mendoza, al que dotó de fabulosas rentas que permitieron a su hijo encargar un edificio, el mayor de la Sevilla de su tiempo, hoy sede del Parlamento de Andalucía.
     Falleció en 1505 y fue enterrada en la Cartuja de Santa María de las Cuevas, patronato del linaje Ribera y su sepulcro, encargado por su hijo en Génova en el taller de Pace Gaggini, fue una de las primeras obras de arte renacentistas que vio Sevilla. Su hijo primogénito, Fadrique Enríquez de Ribera sucedería además en el condado de los Molares y en los principales bienes de la casa, así como en el oficio de adelantado mayor de Andalucía, incluida la notaría, a la muerte de su hermanastro Francisco Enríquez de Ribera sin herederos en 1509. Fadrique Enríquez de Ribera recibiría además el título de marqués de Tarifa en 1514 (Juan José Larios de la Rosa y Juan Manuel Albendea Solís, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

El Paseo de Catalina de Ribera, al detalle:
Jardines de Murillo
Monumento a Catalina de Ribera
Azulejo conmemorativo a Gustavo Adolfo Bécquer
Azulejo conmemorativo a la Hermandad de la Candelaria

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