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martes, 25 de enero de 2022

Un paseo por la calle San Pablo

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle San Pablo, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     Hoy, 25 de enero, Solemnidad de la Conversión de San Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, en la actual Siria, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino y lo eligió para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas dificultades a causa del nombre de Cristo (c. 67) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la calle San Pablo, de Sevilla, dando un paseo por ella.
   La calle San Pablo es, en el Callejero Sevillano, es una vía que se encuentra en los Barrios de la Alfalfa y del Museo, del Distrito Casco Antiguo, y va de la confluencia de plaza de la Magdalena con la calle Méndez Núñez, a la confluencia de las calles Gravina, Puerta de Triana, y Zaragoza.
   La  calle, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
      La vía, en este caso una calle, está dedicada al antiguo Convento de San Pablo (actual Real Parroquia de Santa María Magdalena), situado en esta misma calle;
     Aunque González de León y otros autores afirman que en siglos medievales se llamó calle del Rey, tal denominación no esta fundada, pues hay que tener en cuenta que en la Edad Media los calificativos de "real" o del "rey" se aplicaban habitualmente a todos los espacios públicos. Por ello el primer nombre conocido de esta calle, al menos desde comienzos del s. XVI, es el de San Pablo, por el convento dominico de esta advocación allí instalado en el s. XIII. Ese nombre debió alternar en el uso popular con el de Ancha de San Pablo, tal como figura en el plano de Olavide (1771). Al parecer ese topónimo surgió en oposición al de Chica de San Pablo, con el que todavía en la primera mitad del XIX se conocía popularmente sólo al primer tramo de la calle. El espacio situado entre las actuales Bailén, Murillo y Ciriaco Esteban se llamaba, al menos desde comienzos del XV, plaza de San Pablo, y tal vez también plaza de la Cruz Verde y Cruz de San Pablo, por la que allí estaba instalada. Según González de León, una parte debió conocerse como calle del Pósito de San Antón. En lo que hoy es el primer tramo de la calle se situaba la antigua de la Magdalena, que se incorporó a la de San Pablo en los años 40 de nuestro siglo. Y en las inmediaciones de Gravina existió hasta fines del XVI la llamada calle Majaderos, también incorporada cuando en ese siglo se construyó la nueva Puerta de Triana. Ya a fines del XIX el topónimo San Pablo es el único que tiene oficialidad en la planimetría y en la documentación.
     Es una vía de considerable anchura, sobre todo en sus primeros tramos, y discurre formando una ligera curva hasta la confluencia con Cristo del Calvario. A partir de ese punto se hace mas rectilínea y se estrecha bastante, para volver a ensancharse en su parte final, aunque una polémica remo­delación hecha en los últimos años haya estrechado notablemente la calzada y ampliado las aceras en ese punto. La morfología actual de la calle es el resultado de sucesivos derribos y ensanches a lo largo de los siglos, hasta derivar en la espaciosidad actual, no del todo lograda, pues aun resta por ensanchar un importante tramo. Desde mediados del XVIII se refleja en las actas capitulares el deseo de dar amplitud a la zona próxima a la Puerta de Triana, situada desde el XVI en el cruce de las actuales Julio Cesar, Reyes Cató1icos y Santas Patronas, y a ese propósito responden sucesivos derribos y alineaciones desde 1863 hasta hoy. 
     Así en ese mismo año propone ya el municipio de­moler dicha puerta, con objeto de trazar un eje de cierta amplitud con Reyes Cató1icos y el puente de Triana. Se derriba, por fin, como otras puertas de la muralla, tras la Revolución de 1868. En el extremo opuesto de la calle se derriba asimismo, en 1889. el compás del convento de San Pablo, y en los años 30 de nuestro siglo la antes citada calle de la Magdalena, cuya acera derecha quedó incorporada a la de San Pablo en 1941. Como consecuencia de estas operaciones la calle adquirió una anchura que históricamente no había tenido y se perfila en la actualidad como un espacioso eje de penetración oeste­ este de la ciudad, comunicación natural con Triana. Por la derecha desembocan en ella Santa Justa, Murillo, Bailén, Cristo del Calvario, Bobby Deglané y Gravina; y por la iz­quierda, Ciriaco Esteban, Mateo Alemán y Zaragoza.
     Al menos desde 1588 hay noticias de su empedrado. En 1603 el Ayuntamiento reclama al contratista por haber realizado el empedrado de ripio y no de aguja, coma se había concertado. En 1859 se suela con adoquines, y en 1904 se subasta la pavimentación de cemento. En la actualidad posee adoquines y amplias aceras de losetas, que en la zona de la parroquia de la Magdalena permiten incluso la instalación de veladores. La calle tiene abundante arbolado: naranjos en su primero y último tramo, frondosos plátanos en el central, con setos y bancos de fundición ante la iglesia de la Magdalena, y palmeras en el punto en que se situaba hasta el XVI la primitiva Puerta de Triana. En 1958 se dotó de alumbrado fluorescente. Hoy posee un sistema de iluminación poco frecuente en las calles del centro: farolas de fundición, de pie, de artístico diseño, situadas en ambas aceras.
     Su caserío, muy variado, ha sufrido grandes alteraciones en los últimos años. Buena parte de los edificios de la primera mitad de este siglo han sido sustituidos por modernas construcciones de cinco y seis alturas, entre ellas los grandes almacenes (Galerías Preciados, actual El Corte Inglés) levantados en el solar del desaparecido Hotel Madrid. Las casas del tramo final de la calle están por lo general muy deterioradas, y no pocas en estado ruinoso y cerradas. No obstante, San Pablo conserva algunos ejemplares interesantes, como el edificio racionalista de la es­quina con la plaza de la Magdalena ,o la casa núm. 3, modernista, construida en 1908-9 por José Espiau y Muñoz; la 6, regionalista, de Juan Talavera (1923-24); la 17, del mismo arquitecto (1925-26); y la 22, una vivienda del s. XIX, de tres plantas y patio interior con columnas. Pero sin duda el edifi­cio mas significativo de este lugar es la actual parroquia de la Magdalena, antigua iglesia del convento de frailes dominicos de San Pablo el Real, fundado por Fernando III tras la conquista de Sevilla. Su iglesia, de primitivo trazado medieval, fue reedificada a fines del XVII por Leonardo de Figueroa y consta de tres naves, amplio crucero, cinco capillas y una bella espadaña. Posee valio­sas obras escultóricas y pictóricas de grandes artistas. Durante la dominación francesa los frailes abandonaron el edificio, que pasó a albergar a la parroquia de la Magdalena. Vuelta la comunidad, se mantuvo allí hasta la exclaustración general de 1835. A lo largo del XIX el viejo convento sirvió para diferentes usos: oficinas civiles, lugar de instrucción para la tropa, etc.  
   Buena parte del compás fue demolido en la década de 1930, dejando exentos muros y portadas del templo. En la fachada de la iglesia hay un bello azulejo del Cristo del Calvario y varias placas de mármol, una de ellas alusiva a la ordenación episcopal de fray Bartolomé de las Casas, que vivió en el convento. En la actualidad la iglesia alberga las cofradías de la Quinta Angustia y Cristo del Calvario, y la hermandad de la Virgen del Amparo, imagen que goza de gran devoción en el barrio y que procesiona anualmente por sus calles. Durante siglos, el trazado, la funcionalidad y la vida toda de esta calle estuvieron marcados por la desaparecida Puerta de Triana, que dio nombre a todo este sector y constituía el cierre del flanco oeste de la ciudad y la vía de comunicación natural con Triana y el Aljarafe. La primitiva debió ser, como las restantes puertas de la ciudad, un baluarte con entrada acodada, y estaba situada en el cruce de Gravina y Zaragoza. En 1588 se construyó una nueva a la altura de Julio Cesar y Santas Patronas. Constaba de un bello cuerpo de arquitectura de orden dórico, atribuido por algunos autores a Juan de Herrera. Tras la apertura de varios portillos y diversas propuestas de ampliación para agilizar el tráfico de la zona, fue demolida en 1869. En su desaparición influyeron numerosas presiones para descongestionar el eje de penetración al centro histórico de la ciudad, una vez abierta la nueva calle Reyes Católicos. Esa función de paso hizo siempre de San Pablo una vía de gran actividad y movimiento, sometida al continuo trasiego de peatones, carruajes y caballerías, y en la que proliferaron puestos de venta, freidurías y establecimientos recreativos. 
     Por ella discurría una de las "madres" o husillos de la ciudad, que provocaba la frecuente aparición de aguas pútridas, fangos y malos olores continuamente denunciados por el vecindario desde fines del XVI. Por su proximidad al río, era también una de las zonas más vulnerables a las crecidas. En el XIX su actividad se intensifica con el paso de tranvías de mulas y más tarde eléctricos, y con la cercanía a la recién creada estación de ferrocarril, tal como recoge una gacetilla periodística: "la calle de San Pablo, si no es la más, es de las más transitadas de Sevilla, ya que por su proximidad al ferrocarril de Córdoba es la primera que atraviesan los forasteros y extranjeros que procedentes del Norte vienen a este rinconcito del cielo; por efecto del mucho paso de carruajes y caballerías es la más sucia de la capital" (El Porvenir, 5-Vlll-1860). También ha sido tradicionalmente lugar de paso de procesiones religiosas y cívicas, recibimientos regios, manifestaciones, autos de fe, etc., y punto de partidas de diligencias y coches para los pueblos vecinos. Cobra especial animación en los días de Semana Santa, por ser itinerario obligado de las cofradías de Triana. En el s. XVIII tuvieron allí su taller los impresores y libreros Gómez, y hasta hace pocos años se situaba el colegio de los Hermanos Maristas.
     En la actualidad cumple funciones marcadamente comerciales, con grandes alma­cenes, ópticas, droguerías, farmacias, electrodomésticos, tejidos, bazares... etc. En su parte final predomina un comercio de corte más popular, con artículos de loza, cristal y menaje del hogar. Tiene parada de taxis y está equipada con quioscos de prensa y chucherías, cabinas telefónicas y bares, que en algunos puntos instalan veladores en el ancho acerado. Soporta  un gran trasiego peatonal en las horas comerciales y un in­tenso trafico rodado de penetración al centro. Su anchura permite el estacionamiento de vehículos, sobre todo en el tramo central. Según la tradición, en una de sus casas había nacido el pintor Bartolomé Esteban Murillo. [Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
San  Pablo, 22. Casa del siglo XIX, de tres plantas, con fachada dividida en calles por pilastras. En el interior posee un pa­tio de columnas con arcos semicirculares [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía del apóstol San Pablo;
HISTORIA Y LEYENDA
   San Pablo, quien después de Jesús es la mayor figura de la historia del cristianismo, era un judío helenizado de la Diáspora, nacido en Tarso, capital de Cilicia, y naturalizado ciudadano romano.
   Al igual que el patriarca Abraham, que en principio se llamó Abram, él también llevó dos nombres sucesivos.
   El día de su circuncisión recibió el nombre Saulo (deseado), que llevara el primer rey de Israel. Pero después de su conversión adoptó el nombre lati­no Paulus (pequeño), ya por humildad, a causa de su endeble apariencia, ya por rendir homenaje al procónsul romano de Chipre, Sergius Paulus, quien lo había escuchado con simpatía.
   Por lo tanto, era judío por su origen étnico, griego por su cultura y romano por su nacionalidad.
   Se lo ha calificado de apóstol impropiamente, porque no conoció a Jesús ni jamás formó parte del Colegio apostólico, ni siquiera después de la trai­ción de Judas. Pero se lo asimiló muy pronto a los discípulos. En los Salterios ilustrados se lo compara con Benjamín, como el último en llegar, y el más joven de los apóstoles. Los Padres de la Iglesia lo llaman la Boca de Cristo (Tostomatou Khristou), el heraldo de la fe.
   Dicha asimilación está justificada, no sólo porque ha sido «llamado» por Cristo en el camino de Damasco, sino porque en tal sentido ha tenido un papel fundamental en la difusión del cristianismo entre los gentiles es decir, entre los pueblos paganos. A dicho título merece el mote de Apóstol de los Gentiles (Volkerapostel).
   Más aún, él ha sido el verdadero fundador del cristianismo como religión universal, separada del judaísmo. Convirtió a Cristo, quien era sólo el Mesías de los judíos, en el Salvador del mundo; y a una religión estrechamente nacio­nalista en otra ecuménica, al transplantarla al mundo griego y romano.
***
   Su vida se divide en tres fases de desigual importancia:
l. Un período de encarnizada hostilidad contra los cristianos, hasta su Conversión sobre el camino de Damasco.
2. Su predicación en la cuenca del Mediterráneo oriental.
3. Su martirio en Roma.
1. Antes de la conversión
   Se ignora la fecha de su nacimiento en Tarso; hacia el año 3 según algunos, hacia el 10 de acuerdo con Renan. Su formación intelectual fue rabínica y al mismo tiempo helénica: escribía en mala lengua griega, sobrecargada de hebraísmos.
   Después de haber estudiado en Jerusalén bajo la dirección del rabino Gamaliel, el fariseo, se habría destacado por su odio contra los discípulos de Cristo.
   Si no participó, al menos habría asistido a la lapidación del diácono protomártir san Esteban, cuidando las ropas de los verdugos.
   La historicidad de dichos episodios es muy dudosa. Puede que Saulo, abocado a la persecución del Mesías, descendiente de David, sea una simple réplica de Saúl del Antiguo Testamento, quien persiguió a David. Además, el relato de los Hechos de los Apóstoles, está desmentido por el propio san Pablo, quien declara formalmente, en Gálatas 1: 22, que antes de su conversión «...era, por tanto, personalmente desconocido para las iglesias de Cristo en Judea».
2. Su Apostolado
   Un día, cuando hacia el año 35 iba desde Jerusalén hacia Damasco, fue deslumbrado por un rayo, desmontado del caballo, y creyó oír la voz de Jesús que le decía: «Saulo, Saulo,¿por qué me persigues?» Fue cegado y al mis­mo tiempo iluminado: Caecatus illuminatus est.
   Para Renan y para los críticos racionalistas, esta visión, o más bien esta audición fulgurante que determinó la conversión de Saulo, se explica por el calor cegador del mediodía que, junto con la fatiga de la marcha, habría provocado un principio de oftalmia y una alucinación. Saulo habría sido víc­tima de una insolación.
   Sea como fuere, pasó bruscamente del papel de perseguidor al de celador del cristianismo. Un cristiano de Damasco, Ananías, fue el instrumento de su curación: de los ojos de Saulo cayeron escamas, símbolo de la fe que triunfó sobre su ceguera.
   A partir de entonces comenzó su vida de misionero itinerante, siempre activo. Después de haber predicado en Damasco, donde se vio obligado a evadirse en un cesto descendido desde lo alto de la muralla con la ayuda de una polea, a causa de la irritación de los judíos que lo consideraban un apóstata y le tendieron una trampa, fue a Jerusalén para tomar contacto con Pedro y los demás apóstoles para quienes resultaba sospechoso a causa de su pasado.
   Después, en el año 42 se dirigió hacia Antioquía, la gran ciudad siria que entonces era la tercera ciudad del mundo, y que fue la cuna de la Iglesia de los gentiles.
   Junto a Bernabé, de origen chipriota, quien lo presentara a los apóstoles, se dirigió a Chipre. Allí cegó al mago Barjesús o Elimas, quien azuzaba en su contra al procónsul Sergio Paulo (Sergius Paulus).
   Luego predicó el Evangelio en Asia menor, en Antioquía de Pisidia, en Iconio (Konia o Konich, Anatolia) y Listra en Licaonia. Fue en esta última ciudad donde Pablo y Bernabé curaron a un paralítico y los creyeron, a uno el dios Hermes y al otro Zeus, y debieron rechazar con indignación el sacrificio que los sacerdotes quisieron ofrecerles, como si fuesen dioses.
   Una última campaña, hacia 49, lo condujo a Grecia, primero a Filipos, Tesalia, capital de Macedonia, y luego a Atenas, donde vio un altar consagrado al Dios desconocido y predicó en el Areópago; a Corinto, donde per­maneció dos años. De vuelta en Éfeso, se rebelaron en contra suya los plateros que fabricaban miniaturas de plata de los templos de Artemisa, porque su prédica contra la fabricación de ídolos amenazaba el negocio del gremio. De vuelta en Jerusalén fue amenazado de muerte por los judíos y pudo es­capar gracias a la policía romana que lo mantuvo en prisión en Cesarea du­rante dos años.
3. San Pablo en Roma
   En el año 60, finalmente, embarcó hacia Roma, pero naufragó en la costa maltesa donde escapó a la picadura de una víbora.
   Según Tertuliano, habría padecido martirio en Roma al mismo tiempo que san Pedro. Pero al ser ciudadano romano (civis romanus), tuvo el privilegio de ser decapitado con un hacha, mientras que san Pedro fue crucifica­do como un esclavo.
   Su decapitación habría tenido lugar al sur de Roma, en el sitio donde se edificó la iglesia de las Tres Fuentes (Tre Fontane), porque su cabeza, al re­botar tres veces contra el suelo, hizo brotar tres fuentes.
   En verdad no existe ningún documento preciso acerca de su martirio, que los Hechos de los Apóstoles no mencionan. Es posible que fuera ejecutado hacia 64, perdido entre la multitud de víctimas de Nerón.
   La leyenda de su Descenso al infierno está relatada en la Visio sancti Pauli, prototipo del Purgatorio de san Patricio y del Viaje de san Brandano. San Miguel, que le sirvió de guía, le mostró el puente de la prueba, la rueda infernal, el abismo sellado con siete sellos... Al final de su exploración, pidió a Cristo que extendiese a los réprobos el beneficio del descanso dominical.
CULTO
   Asociado con san Pedro en el culto que se profesa a los dos Príncipes de los apóstoles, san Pablo es el segundo patrón de Roma, ciudad que le dedicó la basílica de San Pablo extramuros (San Paolo fuori le mura) y la iglesia de las Tre Fontane.
   La iglesia abacial de Cluny y la orden cluniacense en su totalidad se pusieron bajo la protección de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Entre las iglesias francesas que están puestas bajo su advocación, pueden citarse la aba­día de Cormery, en Turena y Saint Paul de Varax (Ain).
Patronazgos medievales
   En la Edad Media numerosas corporaciones fueron puestas bajo su patro­nazgo.
   Era venerado al mismo tiempo por los clérigos y por los laicos, los teólogos y los caballeros. La espada de su decapitación, que es su atributo habitual, hizo que lo confundieran con un caballero romano, aunque él nunca portara ar­mas. Cuando en la misa se leen las Epístolas de san Pablo, escribió el litur­gista Guillaume Durand en su Rational, «los caballeros permanecen de pie en su honor, porque fue caballero».
   La espada que tiene como atributo le deparó la devoción de los bruñidores. La de los fabricantes de cuerdas se explica, ya porque según los Hechos de los Apóstoles (18: 3), tenía como oficio tejerte las de tiendas con pelos de cabra de Cilicia, y a por un juego de palabras acerca de su conversión, cuando las cuerdas se fabricaban por conversión o torción del cáñamo, ya porque escapara de Damasco en un cesto suspendido de una cuerda.
   El cesto, instrumento de su evasión, le habría valido además el patronazgo de los cesteros. A este título, los cesteros de Origny en Thiérache (Aisne) lo veneraban con el nombre de san Pablo de los cesteros.
   Por el hecho de haberse salvado de un naufragio en Malta, y también del veneno de una víbora, se lo invocaba contra las tormentas y contra las ser­pientes venenosas. Los charlatanes venecianos, llamados uomini della casa di san Paolo, que pretendían llegar desde Malta, vendían como antídoto tierra que decían extraída del sitio donde san Pablo fuera picado por una víbora. Sus víctimas, ingenuamente, creían que esos terrones malteses eran el mejor re­medio contra las picaduras de serpientes (gegen Schlangenbiss). 
   En el Delfinado lo creían capaz de preservar del miedo, a causa de un juego de palabras con el vocablo paou, que en el dialecto del lugar significa al mismo tiempo Pablo y miedo.
   No obstante, san Pablo nunca fue un santo popular, al contrario de san Pedro, cuya imagen paternal de portero del Paraíso gustaba más al pueblo, la altanera severidad de san Pablo mantenía a los fieles a distancia, tal como prueba la relativa pobreza de su iconografía, sobre todo en el arte cristiano primitivo. Es evidente que el lugar que ocupa en el arte no guarda proporción con la importancia fundamental que ha tenido en la difusión del cris­tianismo.
San Pablo, la Reforma luterana y la Iglesia anglicana
   En el siglo XVI el culto de san Pablo experimentó un aumento de popularidad, pero al precio de una transformación radical que nadie había previsto. El apóstol de los gentiles a quien el papado se había complacido en asociar con san Pedro desde la fundación de la Iglesia romana, fue anexionado por la Reforma, y, por decirlo así, descatolizado. Los luteranos no se limitaron a reemplazar a san Martín de Tours por Martín Lutero; además, opusieron el apóstol san Pablo -quien predicaba la justificación por la gracia- al apóstol san Pedro.
   La Iglesia anglicana hizo otro tanto. De ahí que la catedral de la City de Londres se pusiera bajo su advocación, con la intención de eclipsar, a causa de la altura y la majestad de su cúpula, a la basílica papista de San Pedro de Roma.
   A partir de entonces, el papado se desapegó de san Pablo, comprometido por los elogios de Lutero y casi sospechoso de herejía. El arte de la Contrarreforma salido del concilio de Trento, lo puso en el Index.
ICONOGRAFÍA
   Según lo que san Pablo dice de sí mismo en sus Epístolas, y a juzgar por el nombre latino que adoptó, Paulus, el pequeño, era de cuerpo esmirriado, y de una estatura por debajo de la media. 
     Según parece, le cayeron en suerte todas las desgracias y desventajas físicas: era calvo (capite calvo), legañoso, con nariz ganchuda (nasus inflexus), patizambo... Habla de «una espina clavada en su carne», lo que ha hecho conjeturar que estaba afectado por una enfermedad nerviosa o quizá una oftalmia purulenta.
   La iconografía religiosa no ha tenido en cuenta estos datos. Salvo el inglés Hogarth, quien lo encaramó en una silla, los artistas hicieron de ese abor­to epiléptico y patituerto un gigante majestuoso que se apoya en una espada. 
     Sólo retuvieron su calvicie. Además, debe señalarse que dicha característica con frecuencia se ha sacrificado a la necesidad de idealización del arte clásico: Rafael y Lesueur creyeron su deber dotar al predicador de Atenas y de Éfeso con una abundante cabellera. Siempre se lo ha representado con barba.
   En el arte cristiano primitivo sólo tiene como atributos genéricos un libro o un rollo (volumen).
   Su atributo personal es una espada, instrumento de su martirio. Este emblema apareció en su iconografía hacia el siglo XIII, mucho más tarde que la llave de san Pedro.
   La espada suele aparecer desenvainada, aunque algunas veces ha sido vuelta a la vaina (gladius in vagina).
   De manera excepcional, por ejemplo en los ciclos de los Apóstoles, de Peter Vischer, en el relicario de san Sebaldo de Nuremberg, y en el de Tilman Riemenschneidei; en la capilla de Wurzburgo, está representado con dos espadas, ya por analogía con las dos llaves de san Pedro, ya porque una de las espadas haya sido considerada como emblema de la palabra de Dios y la otra como el instrumento de su martirio.
   En su condición de patrón de los cesteros (San Pablo de los cesteros), se lo re­presenta con un canasto tejido, instrumento de su evasión de Damasco.
La Conversión de Saulo
   Corintios: 1: 15; 8: Hechos de los Apóstoles, 9: 1, 9; 22: 12 -19.
   Saulo, quien se dirigía a Damasco para expulsar a los discípulos de Jesús, fue cegado al mediodía por un rayo. Oyó una voz que le dijo: «¿Saulo, Saulo, por qué me persigues?» (Saule, Saule, quid me per sequeris?).
   Resulta inexacto hablar de la Conversión de san Pablo, puesto que él adoptó el nombre latino Pablo (Paulus) después de su conversión.
   El vocablo Visión no es menos inadecuado, puesto que Saulo no vio a Cristo, sólo creyó oír su voz, como Moisés oyera la de Yavé en la Zarza ardiendo y el cráter del Sinaí. No obstante, se asimila esta audición a las Apariciones de Cristo resucitado a los apóstoles. 
 También se emplea la expresión Vocación con el objeto de asimilarlo a los apóstoles, aunque sólo haya oído el reproche de Cristo sin verle, puesto que es­taba ciego.
   Los Hechos de los Apóstoles no aclaran si iba a pie o a caballo. San Agustín dijo que iba a pie, y es así como está representado en los mosaicos bizantinos. El arte de Occidente casi siempre lo supone a caballo.
   Las representaciones de Saulo desmontado derivan de las del Orgullo (Superbia) en el ciclo de los Vicios, inspirado por la Psicomaquia medieval. Los artistas pueden optar entre dos momentos: Saulo cayendo o ya derri­bado en el suelo, a los pies del caballo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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La calle San Pablo, al detalle:
Edificio Cabo Persianas
Edificio de la calle San Pablo, 3
Edificio de la calle San Pablo, 6
Edificio de la calle San Pablo, 17
Edificio de la calle San Pablo, 22

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