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miércoles, 26 de junio de 2019

La pintura "San José María Escrivá de Balaguer", de Arístides Artal, en el Retablo mayor de la Iglesia del Señor San José


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "San José María Escrivá de Balaguer", de Arístides Artal, en el Retablo mayor de la Iglesia del Señor San José, de Sevilla.    
     Hoy, 26 de junio, en Roma, se conmemora a San Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero, fundador del Opus Dei y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (1975) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy para Explicarte la pintura "San José María Escrivá de Balaguer", de Arístides Artal, en el Retablo mayor de la Iglesia del Señor San José, de Sevilla.
        La Iglesia del Señor San José, se encuentra en la calle Levíes, s/n (con portada lateral cegada a la calle San José, s/n); en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
     Al retablo mayor de la iglesia del Señor San José pertenece la pintura dedicada a San José María Escrivá de Balaguer, realizada por Arístides Artal en 2001-02, obra hiperrealista en la que se muestra al santo español de manera muy serena.

Conozcamos mejor la Biografía de San José María Escrivá de Balaguer, presbítero;
       San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, (Barbastro, Huesca, 9 de enero de 1902 – Roma, Italia, 26 de junio de 1975). Sacerdote y fundador del Opus Dei, santo.
     José María Escrivá Albás era hijo de José Escrivá Corzán, del negocio textil, y Dolores Albás Blanc. El matrimonio tuvo seis hijos, de los que tres murieron durante la infancia. José María había sido el segundo de ellos. Recibió su primera enseñanza en el parvulario de las Hijas de la Caridad, y en el colegio de los padres Escolapios, ambos en Barbastro.
     En 1914, la quiebra de la empresa familiar obligó a la familia a trasladarse a Logroño, en donde el padre consiguió un empleo en una tienda de tejidos. José María prosiguió sus estudios en el Instituto de Logroño.
     Desde comienzos de 1918 experimentó inquietud religiosa y ese mismo año comenzó sus estudios religiosos en el Seminario de Logroño, como alumno externo. Desde 1920, prosiguió esos estudios en el seminario de San Carlos, de Zaragoza, en donde, a pesar de algunas reticencias iniciales por parte de los superiores del centro, fue nombrado Inspector, aún antes de acceder al estado clerical.
     El cardenal Juan Soldevila, arzobispo de Zaragoza, confiaba mucho en las condiciones personales de José María, que tuvo que ver cómo su prelado era asesinado por unos pistoleros anarquistas a comienzos de junio de 1923. Era un momento de gran conflictividad social que provocaría, poco después, el establecimiento de la dictadura de Miguel Primo de Rivera.
     En el curso 1922-1923 había terminado ya el cuarto curso de Teología en el seminario y, en septiembre de 1923, superó en la Universidad de Zaragoza dos asignaturas de los estudios preparatorios que daban acceso a la Facultad de Derecho. Durante el curso 1923-1924, y como alumno no oficial, superó la asignatura que le faltaba de los estudios preparatorios y seis asignaturas de la licenciatura de Derecho, dos de ellas con matrícula de honor.
      A finales de noviembre de 1924, cuando faltaba ya poco para su ordenación sacerdotal, murió en Logroño su padre y quedó a cargo de su madre y de los dos hermanos que habían sobrevivido: Carmen y Santiago. Se trató de una situación familiar muy delicada, de la que Escrivá tuvo que responsabilizarse durante los años siguientes.
     El 28 de marzo de 1925 fue ordenado sacerdote y, casi inmediatamente, destinado a Perdiguera, muy cerca de la capital, para suplir al párroco enfermo. De vuelta a Zaragoza reanudó sus estudios de Derecho civil, con los que pretendía estar en disposición de obtener medios económicos con los que sostener a su familia. Durante el curso 1925-1926 superó todas las asignaturas que le quedaban menos una, que aprobó en enero de 1927, a la vez que obtenía el Grado de Licenciado. Durante aquellos estudios había trabado amistad con profesores de la Facultad como Juan Moneva, Miguel Sancho Izquierdo, Salvador Minguijón, Inocencio Jiménez Vicente o Jose Pou de Foxá.
     A mediados de abril de 1927 se trasladó a Madrid para realizar los estudios de doctorado, que sólo podían cursarse en la Universidad Central, y para superar las dificultades en la carrera eclesiástica que había encontrado en su propia archidiócesis. En Madrid era un sacerdote extradiocesano que tuvo que afrontar las muchas dificultades que las autoridades eclesiásticas se vieron obligadas a poner al sinnúmero de sacerdotes que pretendían establecerse en Madrid.
     Madrid era, en esos momentos, una ciudad de casi un millón de habitantes y la diócesis de Madrid-Alcalá, en donde se estableció el joven sacerdote, estaba regida, desde 1923, por el obispo Leopoldo Eijo y Garay. Además de matricularse para sus estudios universitarios, Escrivá se encargó de la capellanía del Patronato de Enfermos, que dirigía la Congregación de las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón, fundada por Luz Rodríguez-Casanova pocos años antes.
     Para complementar sus ingresos, dio clases de Derecho Romano y de Derecho Canónico en una academia de la calle San Bernardo, junto a la sede de la Universidad, en la que también daban clases otros sacerdotes. Estos ingresos le permitirían traer a su familia a Madrid. Su hermana Carmen había estudiado Magisterio en Logroño, pero se dedicó, sobre todo, a la atención de la madre y del hermano pequeño, que tenía ocho años por entonces.
     Escrivá se presentó, como alumno no oficial, a exámenes de asignaturas de doctorado en las cátedras que regentaban Joaquín Fernández Prida (“Historia del Derecho Internacional”) y Luis Mendizábal (“Filosofía del Derecho”), que aprobó en septiembre de 1928. En enero de 1930 aprobó “Historia de la Literatura jurídica española”, en un tribunal que presidía Adolfo Posada y del que formaba parte el joven Román Riaza, encargado de la cátedra tras la jubilación de Rafael Ureña. La última asignatura de doctorado, “Historia de las Instituciones políticas y civiles de América”, no la aprobó hasta junio de 1935, en un tribunal presidido por Rafael Altamira. En todos estos avatares académicos contó con el asesoramiento de José Pou de Foxá, catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Zaragoza y sacerdote como él, que orientaba la vida académica de José María desde la capital aragonesa.
     El 2 de octubre de 1928, mientras realizaba unos ejercicios espirituales en el convento de los padres Paules de la calle García de Paredes, vio con claridad lo que pensaba que Dios le pedía en su tarea sacerdotal. Se convertiría, por eso, en la fecha fundacional del Opus Dei, que propugnaba la posibilidad de buscar la santidad en el mundo secular, sin necesidad de adscribirse a una orden religiosa.
     Inició, desde entonces, la tarea de buscar instituciones o personas que tuviesen la misma idea de vida cristiana, con el fin de unirse a ellas, pero no pudo encontrar nada que se ajustase a lo que había entendido que era la misión que creía que Dios le inspiraba.
     A pesar de que trabajó inicialmente con la firme idea de una institución compuesta sólo por varones, el 14 de febrero de 1930 tuvo la inspiración de abrir su proyecto a las mujeres y renunció definitivamente a la idea de asociarse a alguna institución ya creada, a la vez que comprendió la necesidad de fundar una nueva institución para realizar sus propósitos. Fue por entonces cuando, de acuerdo con un comentario de su confesor, el jesuita Valentín Sánchez Ruiz, comenzó a darle a su empresa apostólica el nombre de Obra de Dios, Opus Dei en latín.
     Se produjo, a partir de entonces, una continuada tarea de predicación y dirección espiritual que permitió que se incorporaran a la empresa de Escrivá algunos jóvenes de los medios académicos y profesionales, aunque algunos de esos primeros compromisos no se consolidaron. Uno de los primeros en incorporarse al Opus Dei fue el ingeniero, de origen argentino, Isidoro Zorzano, que había sido su compañero en el Instituto de Logroño y trabajaba entonces en Málaga, en una compañía de ferrocarriles.
     En septiembre de 1931 pasó a ser capellán del Real Patronato de Santa Isabel, en la calle del mismo nombre de Madrid. Aunque no tenía nombramiento oficial, el nuevo encargo pastoral ayudaba a consolidar su presencia en Madrid, que había sido la preocupación permanente del sacerdote aragonés desde que llegara a la capital en 1927. Desde esa nueva posición pudo dedicar más tiempo al trato de sacerdotes, estudiantes y mujeres. También pudo preparar algunas publicaciones, como Santo Rosario y Consideraciones espirituales, que se publicaron en 1934. Esta segunda fue el precedente de Camino, publicado en 1939.
     José María Escrivá organizó también, para realizar su tarea sacerdotal y para procurar el desarrollo de su Obra, una academia de repaso de asignaturas a la que le puso el nombre de DYA (Derecho y Arquitectura; Dios y Audacia), que inició sus actividades, en diciembre de 1933, en un piso de la calle Luchana. Junto a la docencia, se desarrollaban también actividades de formación cristiana.
     En diciembre de 1934 recibió el nombramiento de Rector del Patronato de Santa Isabel, que consolidaba su situación en Madrid, lo que fue muy bien recibido en la curia diocesana de la capital, aunque no tanto en la de su diócesis de origen, Zaragoza.
     En el momento de iniciarse la guerra civil española, el Opus Dei contaba con veintiún miembros masculinos y cinco femeninos. En ese momento, la única institución que amparaba la actividad de José María Escrivá y sus seguidores era la Academia DYA, que había desarrollado hasta entonces tareas educativas y de residencia de estudiantes en el número 50 de la calle Ferraz. El 17 de junio, cuatro de los seguidores de Escrivá, que habían constituido la sociedad Fomento de Estudios Superiores, adquirieron el edificio de Ferraz, 16 como nueva sede de la academia, y comenzaron el traslado de los enseres a primeros de julio. Allí les sorprendería la sublevación militar y, lo que era mucho más peligroso, los sucesos violentos que se produjeron el 20 de julio en el Cuartel de la Montaña, frente al recién adquirido edificio.
      Cualquier sacerdote, por el simple hecho de serlo, estaba en peligro de muerte en el Madrid de aquellos días, como le ocurrió a san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana y amigo personal de Escrivá, que fue asesinado el 27 de julio. Escrivá tuvo que ocultarse e incluso evitar el contacto con su familia. Su madre y sus hermanos, que vivían muy cerca de la residencia de Ferraz, también se vieron obligados a buscar nuevos lugares de refugio.
     Se inició un largo periodo, hasta marzo de 1937, en el que el padre Escrivá tuvo que buscar asilo en varios domicilios particulares y en un sanatorio psiquiátrico, antes de recalar en la Legación de Honduras, que estaba entonces en el número 51 del paseo de la Castellana.
     En octubre de 1937 salió de Madrid con la intención de pasar a Francia por la frontera catalana y reintegrarse a la zona sublevada, en compañía de algunos miembros de la Obra. Consiguió llegar a Andorra el 2 de diciembre y, tan pronto como pudo, se dirigió a la zona “nacional” para instalarse en Burgos en enero de 1938, después de una breve estancia en San Sebastián y Pamplona. En esta última ciudad encontró la ayuda de Marcelino Olaechea, obispo de la diócesis.
     Hasta el final de la guerra civil realizó desde Burgos la tarea de dirigir su Obra y de mantener el contacto con todas las personas que, en las dos zonas de España, se habían adherido a esas tareas. También inició entonces su tesis doctoral, sobre las funciones jurisdiccionales civiles y eclesiásticas de la abadesa del Monasterio de la Huelgas, que está a las afueras de la capital castellana. Esa tesis la presentaría en la Universidad de Madrid en diciembre de 1939 y, después de modificarla notablemente, se publicaría en 1944.
     José María Escrivá volvió a Madrid a finales de marzo de 1939, pocas horas después de que las tropas de Franco entrasen en la capital y, desde su puesto de rector del Patronato de Santa Isabel, trató de reconstruir la Obra que la guerra civil había puesto en extraordinarias dificultades, a la vez que atendía las demandas de muchos obispos para que diera ejercicios espirituales en sus respectivas diócesis. En abril de 1941, mientras predicaba uno de esos ejercicios en Lérida, murió su madre, que había secundado generosamente las actividades apostólicas del hijo.
     Meses antes, en octubre de 1940, el Ministerio de Justicia español había autorizado a José María y a sus hermanos a añadir “de Balaguer” al apellido Escrivá, de manera que el apellido Escrivá de Balaguer empezaría a hacerse de uso habitual en los documentos y publicaciones de aquellos años.
     El 19 de marzo de 1941 recibió la primera aprobación eclesiástica con el reconocimiento del Opus Dei como Pía Unión por parte del arzobispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, que quiso manifestar con ese acto la protección que dispensaba a la Obra de José María Escrivá. En la misma línea hay que entender las cartas que Eijo y Garay escribió, ese mismo año, al padre Carlos Gómez Martinho, provincial de Toledo de la Compañía de Jesús, y a Dom Aurelio M.ª Escarré, abad coadjutor de Montserrat, a propósito de unas acusaciones contra el Opus Dei, que habían circulado por Barcelona. Fueron momentos duros para Escrivá porque las acusaciones, nacidas en el seno de las Congregaciones Marianas de Barcelona y Madrid, llegaron hasta Roma, impulsadas por personas de mucha influencia en la Curia.
     En febrero de 1943 alcanzó a ver con claridad la forma de que hubiera sacerdotes en el Opus Dei salidos de entre sus miembros y concibió la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que quedaría también abierta, más adelante, a la incorporación de sacerdotes diocesanos que, en todo caso, mantendrían la relación jerárquica con su propio obispo.
     La novedad contenida en estas ideas planteaba la necesidad de un reconocimiento oficial de mayor entidad y, para conseguirlo, José María Escrivá envió a Roma al Secretario General del Opus Dei, Álvaro del Portillo, en mayo de 1943. Unos meses después de realizadas esas gestiones se obtuvo el Nihil obstat de la Santa Sede para la erección diocesana de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que fue realizada por Eijo y Garay en diciembre.
     Durante esos años realizó muchos viajes por toda España y, en 1945, realizó tres viajes a Portugal. Al comienzo de uno de ellos, tuvo la oportunidad de entrevistarse con sor Lucia, una de los videntes de Fátima, que estaba entonces en un convento de Tuy (España).
     A finales de junio de 1946 viajó a Roma para conseguir el decreto de aprobación del Opus Dei (Decretum laudis) para el que había conseguido cartas laudatorias de diversos obispos y cardenales (Cartas comendaticias). El Decretum laudis, que significaba la primera aprobación de derecho pontificio al Opus Dei, fue aprobado por el papa Pío XII el 24 de febrero de 1947, y el 22 de abril, en línea con la buena acogida que la Obra había tenido en el Vaticano, el Papa nombró a Escrivá de Balaguer Prelado Doméstico de Su Santidad, lo que entrañaba el uso del término de Monseñor para su titular que, durante aquellos años, alternaba sus estancias entre Madrid y Roma, aparte de los muchos viajes que realizó dentro de ambos países.
     Desde 1949 se estableció definitivamente en Roma y, en junio de 1950, la Obra recibió lo que se pensaba que era la aprobación definitiva de la Santa Sede. El Opus Dei quedó entonces configurado como el primer Instituto Secular que aprobaba la Iglesia, aunque Escrivá no quedó del todo satisfecho con la solución alcanzada.
     En 1957 murió en Roma la hermana de José María, Carmen, que había colaborado desde siempre en las tareas del Opus Dei, sin pertenecer a la asociación.
     Durante los años del Concilio Vaticano II (1962-1965) permaneció, habitualmente en Roma sin participación directa en las tareas del concilio, aunque sí recibió muchas visitas de obispos y expertos participantes en la asamblea. El que sí participó activamente fue Álvaro del Portillo, Secretario General del Opus Dei, que fue presidente de la “Comisión antepreparatoria sobre seglares” y, más adelante, miembro de la “Comisión sobre la disciplina del clero y del pueblo cristiano”.
     Fue por aquellos años, comienzos de los sesenta, cuando empezó a unir sus dos primeros nombres de manera que pasó a llamarse Josemaría. Explicó que era una manera de expresar su devoción a los padres de Jesús, de la misma manera que, para subrayar su devoción a la Virgen, firmaba algunos documentos con el nombre Mariano. En 1968 rehabilitó, para sí y para sus sucesores, el título de marqués de Peralta que, cuatro años más tarde, cedió a su hermano Santiago.
     La gran mayoría de los viajes que emprendió, desde que fijó su residencia en Roma, fueron privados y conocidos sólo por los miembros de la Obra pero, en octubre de 1960, hizo un viaje a España que tuvo alguna repercusión pública, porque fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza y presidió, en Pamplona, el acto en el que se erigía la Universidad de Navarra.
     Un acto de características similares fue su participación, en octubre de 1964, en la Asamblea de Amigos de la Universidad de Navarra, que congregó en Pamplona a muchos miembros de la Obra y simpatizantes. También ofreció la oportunidad de reuniones con grandes grupos la segunda Asamblea de Amigos de la Universidad que se celebró en Pamplona en octubre de 1967, con la presencia de Mons. Escrivá de Balaguer en muchos actos públicos.
     En 1968 apareció el libro Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer en el que se recogían, con unos textos muy elaborados, entrevistas que el presidente del Opus Dei había concedido a periodistas de algunos de los periódicos más importantes del mundo para explicar la naturaleza del Opus Dei.
     En mayo de 1970 viajó a México en donde prodigó sus habituales comparecencias públicas. Ese modelo de viaje se reiteraría por España y Portugal durante los meses de octubre y noviembre de 1972.
     Desde finales de mayo a fines de agosto de 1974 realizó un viaje por diversos países de América del Sur (Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Venezuela) pero tuvo que interrumpirlo por enfermedad y se vio obligado a descansar un mes en España. En febrero de 1975 volvió a América (Venezuela y Guatemala), para completar el plan previsto del viaje anterior, pero tuvo que abreviar de nuevo el viaje por enfermedad.
     El 28 de marzo de 1975 celebró en Roma sus bodas de oro sacerdotales y, en la segunda quincena de mayo, realizó un breve viaje a España para recibir la Medalla de Oro de Barbastro, su ciudad natal, y visitar las obras del santuario de Torreciudad, ya casi terminadas.
     Falleció, de un ataque al corazón, en la sede central del Opus Dei, en Roma, el 26 de junio de 1975.
     Fue proclamado Beato el 17 de mayo de 1992, y fue reconocido como santo por la Iglesia Católica (canonizado) el 6 de octubre del 2002.
     Sus restos mortales están depositados actualmente bajo el altar del principal oratorio de la sede central de la Prelatura, Villa Tevere, en Viale Bruno Buozzi, 73, Roma (Italia) (Octavio Ruiz-Manjón, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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