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viernes, 27 de diciembre de 2019

El Retablo de San Juan Evangelista, de Miguel Adán, en la Iglesia del Convento de Madre de Dios

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de San Juan Evangelista, de Miguel Adan, en la Iglesia del Convento de Madre de Dios, de Sevilla. 
  Hoy, 27 de diciembre, Fiesta de San Juan, apóstol y evangelista, hijo de Zebedeo, que junto con su hermano Santiago y con Pedro fue testigo de la transfiguración y de la pasión del Señor, y al pie de la cruz recibió de Él a María como madre. En su evangelio y en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Retablo de San Juan Evangelista, en la Iglesia del Convento de Madre de Dios, de Sevilla.
     El Convento de Madre de Dios, se encuentra en la calle San José, 4; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
   En la Iglesia del Convento de Madre de Dios podemos contemplar el Retablo de San Juan Evangelista, situado en el lado del evangelio. En principio se atribuyó a Pedro Delgado y posteriormente a Gerónimo Hernández, pero "... es obra de Miguel Adán y se puede fechar en torno a 1580-1582 por cuanto el relieve de la Nueva Jerusalem está inspirado en la estampa que Sadeler grabó en 1579 sobre un dibujo original de Martin de Vos con este mismo asunto". La estructura de este retablo, "sigue el modelo arquitectónico del arco triunfal diseñado por Sagredo en las Medidas del Romano y posteriormente elaborado por Hernán Ruiz II en las páginas de su Tratado de Arquitectura y en las portadas de las iglesias sevillanas del Hospital de la Sangre y de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús".
   Este retablo de siete metros y siete centímetros por tres metros y cincuenta y dos centímetros tiene una estructura plana de cinco calles y dos cuerpos. Los temas que se desarrollan son fundamentalmente apocalípticos. En la descripción de las escenas observamos entre otros asuntos, pasajes de la vida de San Juan Evangelista que se encuentran en las escenas centrales del retablo y que seguiremos en su análisis de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda. Así, San Pablo y San Juan exorcizando el cáliz, San Juan Evangelista, Santo Domingo, la Apoteosis de Santo Tomás, San Juan ante portam latinam y la Ascención de San Juan. En lo que es la propia rosca del arco tenemos en el centro el tetramorfos, a su derecha el séquito del Cordero: Ancianos (Apoc. 5, 9-10), a su izquierda también el séquito del Cordero: Virgenes (Apoc. 14, 2-5). Alrededor de las dos escenas centrales, la "Cena" y San Juan Evangelista en la isla de Patmos, se van continuando distintos pasajes tales como: el libro profético (Apoc. 10); la bestia segunda (Apoc. 13, 11); la visión de las siete iglesias de Asia (Apoc. 1, 13-20); los cuatro primeros ángeles de las siete trompetas (Apoc. 8, 12-13). A la derecha de la "Cena" se encuentra la quinta trompeta (Apoc. 9, 1-10); a la izquierda, la muchedumbre de los marcados. La Última Cena es un rectángulo enmarcado entre dos pilastras decoradas y rematadas con el típico frontón triangular, en la que aparece la conocida mesa con mantel, alrededor Jesús con sus discípulos y entre ellos San Juan adolescente que reclina la cabeza en el cuerpo del Salvador, y también se distingue entre otros a Judas Iscariote. Miguel Adán utilizó aqui la estructura que Juan Bautista Vázquez el Viejo usó en las parroquias de Santa María de Carmona y de San Mateo de Lucena. En el caso que estudiamos los apóstoles están situados alrededor de una mesa apaisada con Jesucristo en el centro. La magnífica escultura de San Juan Evangelista se encuentra en la hornacina que está rematada por un arco y recoge el momento en el que escribe el Apocalipsis en la isla de Patmos. Está revestido con una preciosa y policromada túnica y porta el libro y la pluma rodeado de la mujer perseguida por la serpiente. También aparece el dragón con siete cabezas y sobre ellas siete diademas, y por último en la rosca de dicho arco aparecen la Virgen, el Niño y Dios Padre.
   En el centro del ático del retablo se puede apreciar un relieve con la escena de Cristo muerto en la cruz junto a la Virgen, San Juan y la Magdalena a sus pies, y toda la composición está rematada por un frontón triangular y un medallón que tiene la cabeza del Salvador. Los relieves que rodean esta escena presentan el Nacimiento de la Iglesia y en ella aparecen dos paneles que recogen la Confesión de San Pedro y el apóstol en el pasaje "Tu eres el Mesías...", mientras que al otro lado se describe la pesca milagrosa. Esta temática concuerda con la composición ya que se trata de un convento de la Orden de Predicadores, y en las epístolas de San Pablo se hace referencia a la misión que ellos tienen este sentido.
   En el frontal del altar hay una serie de azulejos de tipo plano cuyas piezas están trastocadas pero que representan "Los cuatro jinetes del Apocalipsis". En el lado derecho sobresale el panel en el que puede verse el dragón con las siete cabezas y las siete diademas, escena que ya hemos visto en el retablo, destacando en esta cerámica los colores azul cobalto y amarillo. En el lado izquierdo la azulejería representa también otro tema apocalíptico, un ángel desciende del cielo con la llave del abismo en una mano y una cadena en la otra. Con ésta sujeta al dragón que representa a Satanás y lo encadena por mil años (Apocalipsis 20, 1-2).
   Los tres paneles pertenecen al último tercio del siglo XVI y al mismo autor, y si ya A. W. Frotingham los atribuyó a Cristóbal de Augusta en su obra Tile panels of Spain: 1500-1560, publicada en Nueva York en 1969, hoy podemos avanzar un paso más en la autoría de los mismos, ya que Juan José Lupión Álvarez ha logrado encontrar en dos de los azulejos del frontal del altar una inscripción que dice AV. GTSA: FA, cuya última sílaba está incompleta por haberse perdido un fragmento de la pieza de cerámica. Aunque no está el apellido completo la forma de firmar de este autor aparece de distintas maneras en otros trabajos suyos, si bien cabe preguntarse por qué cambió el orden de las letras dejando este hecho una sombra de duda para poder afirmar con rotundidad que Cristóbal de Augusta es el autor de los paneles de azulejos que se hallan en el altar de San Juan Evangelista (Carmen y José Antonio Calderón Benjumea, El Real Monasterio de Madre de Dios de Sevilla, Ed. Guadalquivir. Sevilla, 2004).
   Se trata éste de un retablo de trazas clásicas cuya parte central y más desarrollada consiste en un arcosolio muy profundo, con ornamentada hornacina central. Se halla enmarcado por unas calles laterales y posee ático y remate, todo ello pleno de decoración figurativa; siendo su mesa de altar una notable pieza de azulejería.
   El tema principal del conjunto se desarrolla en torno a la "Revelación" hecha por Dios a San Juan Evangelista en la isla de Patmos, escritos que componen el "Apocalipsis"; así como representaciones de la vida del evangelista, de otros santos, apóstoles y un Calvario. Algunas escenas muestran directamente las visiones, pero en la mayoría San Juan se encuentra presente, contemplando y anotando lo visionado. Su estructura sigue el modelo arquitectónico del arco triunfal diseñado por Sagredo en las "Medidas del Romano" y posteriormente elaborado por Hernán Ruiz II en su "Tratado de Arquitectura" y en las portadas de las iglesias sevillanas del Hospital de la Sangre y de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús.
   El retablo lo centra la imagen en bulto redondo de San Juan Evangelista, obra atribuible a Jerónimo Hernández en 1590; se trata de la arrobada representación del santo en lo que parece ser un tremendo trance mientras contempla las visiones mostradas por Jesucristo y que él recogería y posteriormente narraría en el Apocalípsis. Dichas revelaciones tuvieron lugar en la pequeña isla de Patmos, en las Espóradas, donde fue desterrado durante el reinado de Domiciano. San Juan aparece sentado, en actitud de escribir, y vistiendo una riquísima vestimenta, profusamente adornada con brillante motivos ornamentales; siendo la captación de su rostro profundamente naturalista (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Juan, Apóstol y Evangelista
   Apóstol y evangelista al mismo tiempo, en la Iglesia griega lo denominan Theologos porque ha probado la divinidad de Jesucristo mejor que nadie. Esta expresión en inglés fue traducida Divine y en ruso Bogoslov, palabras que se asociaron a su nombre.
LEYENDA
   Era hijo del pescador Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor.
   Después de haber seguido la predicación de san Juan Bautista, fue llamado por Cristo al mismo tiempo que su hermano Santiago. Aquél lo eligió como uno de los Doce apóstoles y se convirtió en el discípulo preferido.
   Asistió a las Bodas de Caná, y la leyenda incluso pretende que haya sido el novio. Es uno de los tres apóstoles que acompañaron a Cristo en el monte Tabor, durante su Transfiguración, y en el de Los Olivos, durante su agonía. Durante la Santa Cena, apoyó la cabeza sobre el pecho de su maestro, quien luego, desde lo alto de la cruz, le confiaría la misión de cuidar de su madre. Un grupo de heréticos del siglo XVI que interpretaron de manera literal las últimas recomendaciones de Jesús a su madre «Mujer, he aquí a tu hijo», pretendieron que san Juan era un hijo de la Virgen.
   Cuando supo que el cuerpo de Cristo ya no estaba en la tumba, corrió al Santo Sepulcro con san Pedro.
   Cuando murió la Virgen, a quien llevara consigo a Éfeso, a su casa, el santo fue el encargado de llevar ante su féretro la palma que un ángel trajera desde el Paraíso.
   Predicó el Evangelio en Judea y Asia Menor. En Roma, donde residía durante la persecución de Diocleciano, fue sumergido en un caldero de aceite hirviente que le hizo el mismo efecto que un baño refrescante. «El aceite hirviente -escribió Ribadeneira- se convirtió en rocío del cielo y Juan salió de la cuba más sano de lo que entrara, como el oro que se retira del horno.»
   Acusado de magia, se exilió en la isla de Patmos, una de las Espórades, don­de habría escrito el Apocalipsis.
   Después de la muerte del emperador Domiciano, fue autorizado a regresar a Éfeso. El sumo sacerdote del templo de Diana le hizo beber una copa de veneno que había fulminado a dos malhechores poco antes; pero él hizo la señal de la cruz y absorbió el contenido sin experimentar daño alguno. Fue en Éfeso donde, a la edad de noventa años, habría escrito el cuarto Evangelio.
   La historia de su muerte y su ascensión presenta semejanzas con la leyenda de la Virgen que no son fortuitas, ciertamente. Ambos son advertidos por un ángel de su próxima muerte. Los discípulos no encuentran su cuerpo en la tumba que había cavado él mismo, y desde la cual había emprendido el vuelo hacia el Paraíso. 
   Esta tradición, popularizada por la Leyenda Dorada, procede de la interpretación errónea de un pasaje de su Evangelio (21: 22) 1. En el canto XXV del Paraíso, Dante pone en boca del apóstol un desmentido a esta leyenda, san Juan declara formalmente que la Ascensión corporal ha sido reservada a Cristo y a la Virgen.
   Según la crítica moderna, el Apocalipsis no pudo ser del mismo autor que el cuarto Evangelio, y ni uno ni otro serían obra del apóstol san Juan. El Apocalipsis fue atribuido a su homónimo, el presbítero Juan, que lo habría redactado entre los años 90 y 125.
CULTO
   Está considerado como un mártir, aunque haya sobrevivido al baño de aceite hirviente, y la ausencia de su osamenta no lo ha perjudicado más que a la Virgen María. Por un infrecuente privilegio, la Iglesia le ha consagrado dos fiestas, una de las cuales corresponde al suplicio de la Puerta Latina y la otra a su natalicio, es decir, a su muerte.
Lugares de culto
   En el Mediterráneo oriental, el culto de san Juan tenía como centro principal la ciudad de Éfeso donde murió, y la isla de Patmos en el Dodecaneso, donde estuvo desterrado.
   En Patmos, donde san Cristódulo fundó en el siglo XI un monasterio puesto bajo la advocación de San Juan, se muestra la gruta donde tuvo sus visiones y donde habría escrito el Apocalipsis; y la piedra hueca engastada en un nimbo de plata, que le sirviera de almohada, y el peñasco desde el cual habría arrojado al mar al falso sacerdote Kynops.
   En Occidente, su culto se desarrolló naturalmente en Roma, en cuya Puerta Latina habría padecido el suplicio del baño de aceite hirviente. En ese lugar se edificó un oratorio que se puso bajo la advocación de S. Giovanni in Oleo. Pero la principal iglesia edificada en su honor es la basílica de San Juan de Letrán (San Giovanni in Laterano), que entre otras reliquias pretendía poseer «la taza donde estaba el veneno que le hicieron beber».
   Entre las otras iglesias que se le dedicaron en Italia, citemos las de Bolonia (S. Giovanni in Monte), Pistoia (S. Giovanni Evangelista), Forcivita (Fuor­ civitas) -llamada así porque estaba situada extramuros de la ciudad-, Parma y Rávena.
   En Francia, se puso bajo su advocación la catedral de Besançon; en España, la iglesia de San Juan de los Reyes, en Toledo, fue decorada en su honor con gigantescas águilas heráldicas; en Alemania, se le consagró la catedral de Magdeburgo y en Holanda la de Bois le Duc.
   San Eduardo el Confesor, que le profesaba una particular devoción, difun­dió su culto en Inglaterra.
Patronazgos
   Presunto autor de uno de los cuatro Evangelios y del Apocalipsis, san Juan era el patrón de los teólogos, y en general, de los escritores. Sus numerosos pa­tronazgos de corporaciones se explican casi todos por el suplicio en la Puerta Latina. La cuba de aceite hirviente donde fue sumergido, le valió el voto de los bataneros, tintoreros y armeros, particularmente expuestos a las quemaduras, los candeleros o fabricantes de cirios que hacían hervir el sebo y vendían aceite de quemar, los aceiteros o propietarios de molinos y lagares de aceite (Ólmüller).
   Con el nombre de san Juan Puerta Latina, también es patrón de los impresores, libreros, encuadernadores, papeleros, copistas de manuscritos, grabadores al buril o talla dulce, porque casi todos los libros de la Edad Media estaban escritos en latín, o quizá porque san Juan aparece representado con frecuencia escribiendo el Apocalipsis junto a su águila, de cuyo cuello pende un tintero. Pero estos patronazgos pueden explicarse, más simplemente, como los anteriores, por la cuba de aceite donde fue inmerso. Los impresores empicaban una tinta oleosa que han comparado con el aceite. Otro tanto ocurre con los grabadores. La tela que emplean los fabricantes de papel se ma­cera en cubas y los encuadernadores también emplean pieles curtidas en cubas de madera.
   Además, el nombre Puerta Latina le habría valido, a causa de un horrible juego de palabras, el culto de los viticultores de Borgoña, quienes portent la tine (llevan la tina), es decir, un cuévano de racimos. Al menos es la explicación corriente de ese patronazgo, y el abuso con los juegos de palabras en iconografía da a esta hipótesis apariencia de verosimilitud. No obstante, una inicial historiada del Misal dominico de la Biblioteca de Clermond (siglo XIII), donde el caldero de aceite tiene la forma de un tonel (dolium), sugiere otra posibilidad: quizá lo que haya dado nacimiento a este patronazgo, al igual que al de los toneleros, sea el hecho de que el caldero tiene forma de barrica, y que en su interior san Juan, con el torso desnudo, se asemeja a un vinicultor pisando uva.
   En suma, es la cuba de aceite hirviente la que originó casi todos los patronazgos de tan diversos oficios. Y también por esta razón san Juan era invocado contra las quemaduras.
   Sin embargo, algunos de estos padrinazgos tiene otro origen. Puesto que Cristo le había confiado a su madre, la Santísima Virgen, desde lo alto de la cruz, se convirtió en Virginis custos y por extensión en Virginum custos, es decir, protector de las vírgenes y de las viudas.
   A causa de la leyenda de la copa de veneno, san Juan también protegía contra los venenos. Se llamaba vino de san Juan (Johannesminne) a un sacramental que protegía contra el veneno, y en general, contra las intoxicaciones alimentarias. Es a este título que a veces san Juan aparece representado en las fachadas de las farmacias (por ejemplo en Romans, en el Delfinado), formando pareja con Esculapio, el dios médico, quien también tiene como atributo una serpiente.
   Otro de sus milagros, la transmutación de las cañas en oro y de los pedruzcos en piedras preciosas le ha valido el patronazgo de los alquimistas en bus­ca de la piedra filosofal.
ICONOGRAFÍA
   La iconografía de san Juan ofrece dos tipos muy diferentes. En Occidente, por lo general se lo representa joven e imberbe: es el más joven de los doce apóstoles, el virginal (parthenios), mientras que en el arte bizantino aparece con los rasgos de un anciano de barba blanca (presbytes). Esta segunda representación se basa en el versículo de Juan, 21: 22: donde Jesús dice: «... Si yo quisiera que éste permaneciese hasta que yo venga...», del cual procede la creencia en la longevidad de Juan, e incluso la de que escaparía a la muerte.
   Sus atributos más constantes y característicos son el águila, la copa de veneno, el caldero de aceite hirviente y la palma del Paraíso.
   1. A título de autor de un Evangelio y del Apocalipsis, tiene como atributo un águila que le sirve de pupitre o le presenta un tintero en el pico. En las miniaturas carolingias, a veces él mismo está representado con cabeza de águila (aétocéphale).
   2. En los ciclos de los apóstoles tiene como emblema una copa envenenada de la que escapa el veneno exorcizado por una señal de la cruz, en forma de dragoncillo de una o varias cabezas.
   El atributo de la copa envenenada, que apareció tardíamente, en el siglo XIII, es muy infrecuente en la pintura italiana, que lo ha reemplazado con un libro.
   En el siglo XVII ya no se comprendía el significado del dragoncillo alado, símbolo del poder del veneno, alzándose de la copa, y desapareció en las obras de Lanfranc, Zurbarán y Rubens. 
 Puesto que de acuerdo con la tradición recogida por el Seudo Isidoro de Sevilla, se había intentado envenenar a san Juan empleando un cáliz eucarístico, la copa envenenada con frecuencia tiene la forma de un cáliz donde, en lugar del dragón, encima del recipiente se representa una hostia. Esta variante se explica por un despropósito iconográfico y una contaminación con los atributos habituales de santa Bárbara.
   3. El caldero de aceite hirviente recuerda el suplicio de la Puerta Latina.
   4. La palma que sostiene san Juan no es en absoluto la del martirio, sino la que un ángel había llevado a la Virgen, y que ésta, en su lecho de agonía, le confió para que la llevase ante su féretro en el funeral, con el objeto de espantar a los demonios. No es un atributo constante, como la copa, sino ocasional, reservado a tres temas bien determinados: el Tránsito, el Enterramiento y la Asunción de la Virgen (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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