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domingo, 15 de mayo de 2022

La localidad de El Priorato (Lora del Río), en la provincia de Sevilla

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la localidad de El Priorato (Lora del Río), en la provincia de Sevilla.
     Hoy, 15 de mayo, Memoria de San Isidro, labrador, que en Madrid, en el reino de Castilla, juntamente con su mujer, Santa María de la Cabeza, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano (c. 1130) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la localidad de El Priorato (Lora del Río), en la provincia de Sevilla, cuya iglesia parroquial está dedicada a San Isidro Labrador
     Textos y fotografías recogidos de: Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020.
   El Priorato fue proyectado en 1964 por el arquitecto Antonio Fernández Alba. Pertenece al término municipal de Lora del Río, con la que se comunica por la carretera A-431. Está situado en la margen derecha del río Guadalquivir, pertenece a la Zona Regable del Bembézar y al igual que Vegas de Almenara, Setefilla o La Vereda será la Delegación de Córdoba la que se encargue del proyecto y las obras. Su nombre procede del "Cortijo El Priorato", donde se ubica, un donadío que entregó Fernando III El Santo a la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén.
     El arquitecto diseñó un plano racionalista de planta rectangular en retícula, que encajó entre la carretera A-431, la vía del ferrocarril y el canal de riego de las parcelas. En el centro, en el eje perpendicular de fácil acceso desde la carretera, situó el centro cívico que articula todo el conjunto urbanístico. Fernández Alba siguió todas las normativas del Instituto, dándole originalidad al conjunto. Cuidó la organización, jerarquización y separación del viario. Diseñó bellas calles peatonales a las que asoma la vegetación del jardín delantero de las casas. En las vías destinadas al tráfico rodado creó ensanches que facilitan la maniobra de la revolucionaria maquinaria agrícola. Para evitar las perspectivas infinitas quiebra el viario y para facilitar la convivencia de los vecinos diseña pequeñas plazoletas, en las que se insertan otras calles, que la comunican con las de tráfico rodado. Para romper la monotonía de las calles buscó la variedad de las viviendas y puso especial cuidado en el mobiliario y arbolado de calles y plazas.
     Se construyeron 185 viviendas de colonos, 4 de maestros, 3 de comerciantes, además de las destinadas al  médico, sanitario, sacerdote y administrativo. Diseñó seis tipos de vivienda de colonos de una o dos alturas, dispuestas en hilera para abaratar costes, de tres o cuatro dormitorios y parcela de servicio para las tareas agrícolas-ganaderas, con entrada independiente en la trasera. La fachada, de composición sencilla, combina el ladrillo con los paramentos enfoscados en blanco y las cubiertas de teja árabe. De gran armonía es el juego de volúmenes, las luces y sombras que plantean los profundos porches y jardines con murete, así como la disposición rítmica de los vanos. El estado de conservación es muy bueno, quizás el uso del ladrillo ha impedido los alicatados, revestidos o pinturas que enmascaran el diseño original.
     El centro cívico ocupa un lugar central en el corazón del pueblo, donde se desarrolla la vida política, social, cultural y religiosa. Está concebido como un espacio unitario donde se integran el edificio del Ayuntamiento, el religioso, las artesanías, el centro sanitario, las escuelas y el edificio social con salón de actos y cine de verano. Están relacionados orgánicamente mediante plazas encadenadas y pórticos sobre pilotes, que mejoran los desplazamientos de los vecinos ante los rigores de las temperaturas del verano andaluz. El conjunto es armónico y bello por el juego de luces y sombras, el bicromatismo de los materiales, ladrillo y cal, las proporciones de plazas y plazoletas, el agua y la vegetación de las mismas.
     El Ayuntamiento, hoy día Centro de Mayores, es un edificio de dos plantas de diseño sencillo y tradicional, de paredes de ladrillo y cal en la planta alta. Sus instalaciones comprendían oficina de correos y telégrafos, archivos, despachos y salón de plenos. Su planta baja practicable permite la comunicación de la Plaza Mayor con la Plaza de la Iglesia.
     El centro religioso, construido en ladrillo visto, está compuesto por la iglesia, sacristía, archivo, salón parroquial y casa rectoral distribuidos en torno a varios patios. El exterior de la iglesia de San Isidro Labrador nos recuerda por su horizontalidad, armonía de proporciones, uso del ladrillo visto, disposición de la cubierta, ventanales acuchillados y cornisas blancas el organicismo de ciertos edificios de Frank Lloyd Wright, donde evidentemente se ha inspirado el arquitecto. Destaca la imponente torre-campanario nada tradicional, que nos recuerda las tipologías carcelarias. Debemos tener en cuenta que en el proyecto original Fernández Alba no había diseñado torre para la iglesia, pero el Servicio de Arquitectura del Instituto no lo aprobó, obligándole a rehacer el proyecto. La torre de gran altura y aspecto macizo tiene planta rectangular. El cuerpo de escalera es un paralelepípedo de ladrillo de paramentos casi ciegos y el cuerpo de campanas, ultramoderno, tiene forma de un contenedor pintado de blanco, en el que se abren ocho vanos troncopiramidales a modo de altavoces. La cubierta es a cuatro aguas de tejas árabes.
     Un poche en esquina sostenido por un pilotis nos adentra al nártex. El interior del templo amplio, luminoso y diáfano tiene planta basilical con naves laterales separadas por pilares cilíndricos. Las paredes de ladrillo visto contrastan vivamente con la singular cubierta blanca, en la que se disponen unos soportes triangulares muy estilizados intercalados entre los vanos, que a modo de modernos lunetas, provocan el efecto óptico de transformar una techumbre plana en una abovedada. La sala de oración queda iluminada además por grandes ventanales verticales situados en el presbiterio y la nave de la epístola. 
   Todas las miradas se dirigen al luminoso presbiterio, elevado sobre dos escalones, enmarcado por un falso arco escarzano. La luz de los grandes ventanales, antes cubierto por vidrios de colores, se proyecta y se refracta creando un espacio místico, que presiden un crucificado flanqueado por dos ángeles orantes y una Virgen Inmaculada.
     El crucificado es una talla de gran calidad y belleza realizado por el imaginero valenciano José Capuz. Este modelo que realizó para los Talleres de Arte Granda, tuvo tanto éxito que podemos encontrarla repetida en varios poblados de la provincia de Cáceres, como Vivares o Pradochano, El Coto de Bornos en Cádiz y Torre de la Reina y Sacramento en Sevilla. Es una imagen procesional y devocional, de gran formato, buena factura y magnífico estudio anatómico concebida en el momento de la expiración. Es un Cristo de tres clavos sobre cruz plana de figura muy estilizada y clasicista, de una gran serenidad, aunque no carece de poder dramático, inclina la cabeza hacia su derecha posibilitando la comunicación directa con el fiel arrodillado a sus pies. La suave policromía permite observar los nudos de la madera, seña de identidad de Capúz, que dan un mayor naturalismo y volumen a la imagen. El paño de pureza expresionista y escultórico de pliegues angulosos, cae en vuelo a su izquierda para equilibrar la composición. El artista evidentemente se ha inspirado en el modelo barroco de Cristo de la Expiración, pero ha sabido darle un toque de modernidad.
     Los ángeles orantes, que flanquean a Cristo crucificado, proceden de los Talleres de Arte Granda y están atribuidos a P. Martín. Son dos altorrelieves de madera muy repintados en la actualidad, que representan unas figuras de belleza amable, asexuadas, que, con las alas desplegadas en actitud de alabanza, cierran la composición. Son idénticos a los existentes en la iglesia de Maribañez.
     A los pies de Cristo podemos observar la imagen de María Inmaculada, una talla sin policromar, realizada por los Talleres de Arte Granda, que sigue el modelo creado por Alonso Cano para el facistol del coro de la Catedral de Granada. Esta misma imagen podemos encontrarla en muchos pueblos de la geografía española, repitiéndose en la provincia de Sevilla en Chapatales. Representa a una esbelta y bella joven inocente, nacida sin pecado original, de paz serena y actitud recatada que inclina la cabeza y junta sus manos en actitud orante, que asienta sus pies cubiertos por la túnica sobre unas esquemáticas nubes. La postura de contraposto y los pliegues del manto le dan movimiento al conjunto.
     En la cabecera de la nave de la epístola nos encontramos con el baptisterio, desplazado a este lugar desde los pies de la iglesia, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II. La pila bautismal de mármol gris es de tipo urna. De forma troncocónica invertida, se asienta sobre un cubo para darle mayor esbeltez, se cubre con una tapa de bronce rematada por un orbe. Está claro que la pila bautismal, el altar, el ambón y las benditeras, han sido diseñada por el propio arquitecto Fernández Alba.
     El relieve del bautismo tallado en madera sin policromar es obra de la escultora Teresa Eguibar, que llegó a crear cinco tipos distintos de esta iconografía para los Talleres de Arte Granda. La escena del bautismo representa a Jesús en actitud orante, de rodillas, en el Jordán, tras él San Juan Bautista se alza sobre unas rocas, vestido con la piel de camello y el báculo, bautizando a Cristo con la concha que sostiene en su mano derecha. La figura del fondo representa al Dios Padre que asiste al acontecimiento. Esta obra está muy alejada de la creación de Teresa Eguibar, una escultora reconocida internacionalmente por sus trabajos de abstracción.
     Preciosa es la escultura gigante de San Isidoro, patrono del templo, que al igual que el maestro Mateo en la catedral de Santiago de Compostela, está situado a los pies de templo delante de un pilar, mirando al altar abriendo paso a los fieles con actitud enérgica. Es una obra del escultor José Luis Vicent. Iconográficamente representa al santo, joven y altivo, como arzobispo de Sevilla, con las ropas talares, el báculo y la mitra; y como intelectual con un libro en la mano, recordemos que entre sus obras más conocidas están "Las Etimologías" o "Historia de los godos, vándalos y suevos". La advocación de San Isidoro en El Priorato no debe extrañarnos porque es uno de los patronos de Sevilla capital y uno de los padres de la iglesia. Necesita una urgente restauración por los repintes que ha sufrido.
     En dependencias parroquiales se ha conservado el sagrario de la dotación original. Es una obra del artista José Luis Sánchez, escultor manchego muy polifacético, capaz de diseñar la decoración de los templos, las imágenes, vidrieras, ropas talares u objetos litúrgico. El tabernáculo metálico de forma rectangular y original diseño es similar al de Maribañez. En ambos la puerta de aluminio de fuertes texturas, provoca juegos de luces y sombras que contrasta con la banda lisa transversal en dorado en el que aparece la inscripción "Tomad y comed todos, este es mi cuerpo", y un alfa y omega junto a la cerradura.
     De la dotación original se han conservado el mobiliario, de funcionales bancos de madera de estructura de hierro, el altar de granito con decoración de rejería, al igual que el ambón, las lámparas de hierro, el confesionario de formas geométricas de listones de madera, un sencillo y esquemático viacrucis de forja y madera, la benditera de granito a juego con la pila bautismal y una cruz parroquial de bronce de inspiración románica. 
   El Priorato es un buen ejemplo de los pueblos de colonización que construyó el INC en la década de los años sesenta en la provincia de Sevilla, muy singular por la adaptación de la arquitectura organicista al medio rural que realiza Antonio Fernández Alba. Siendo muy original el diseño de su centro cívico y la combinación de ladrillo y enfoscado que utiliza en los paramentos. Está registrado en la Base de Datos del Patrimonio Inmueble de  Andalucía por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía. Y por su singularidad incluido en el Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea, RAAC y seleccionado en "50 años de arquitectura en Andalucía: 1936-86", junto con los pueblos de colonización de Setefilla y Esquivel. La Fundación DOCOMOMO Ibérico tiene registrado su espacio público e iglesia de San Isidro Labrador (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
     El Instituto Nacional de Colonización, organismo franquista que promovió la transformación agraria por la puesta en riego de las tierras, dictó, mediante circulares internas, disposiciones derivadas de las redactadas por el ingeniero agrónomo Miguel Cavero durante la República, que unificaban criterios de ordenación tanto en lo referente a la ubicación (con centro cívico, zona verde y zona residencial), tamaño, dotaciones básicas (iglesia, ayuntamiento, escuela, comercio, industrias artesanas, asistencia sanitaria), espacios públicos y circulaciones (que solían separar las de personas de las de animales, con el modelo de la manzana Radburn de Stein y Wright de 1928), posibilitándose la diversidad que evitaba la repetición formal.
     Junto a las preferencias de José Tamés por incorporar elementos tradicionales de cada zona, el diseño urbano fomentaba el remate de perspectivas con edificios singulares, componiendo las manzanas con variedad de tipos arquitectónicos de planta racionalizada, y simplificando los detalles de la arquitectura de gusto popular. Todo ello contaba con antecedentes europeos recogidos en la unidad de relación vecinal mínima por el norteamericano Clarence Perry, la ¿neighbourhood unit¿, asumida por el urbanismo organicista de Eliel Saarinen (1943), y que trae a España Gabriel Alomar con Teoría de la Ciudad.
     A mitad de camino entre las poblaciones de Lora del Río y Peñaflor por la carretera A-431, a 12,8 kilómetros de la primera, se encuentra el Poblado de Colonización de El Priorato, en una zona en la que este modelo de ocupación del territorio fue especialmente utilizado y del que destacan los vecinos de la Vereda, Vegas de Almenara y, especialmente, Setefilla.
     El Priorato, como es habitual, se ordena sobre la racionalidad de la retícula jerarquizada a partir de la plaza que, a manera de ¿plaza mayor¿ localizada en una posición central, fácilmente accesible desde el punto de ingreso al poblado, en el lado norte del recinto. En torno a esta plaza se desarrolla la actividad pública del asentamiento en un local social (club de la tercera edad), un bar, la iglesia, o el escaso comercio que se realiza (el colegio queda separado de este conjunto). Se distinguen calles peatonales que dan acceso a ciertas viviendas o recorren las traseras de otras -con la plantación en alcorque corrido en su eje de los contados árboles que se aprecian en el conjunto-, y vías rodadas.
     Especial interés ofrece el centro cívico del pueblo, situado en inmediata proximidad de la mencionada plaza. Este centro cívico se compone de Iglesia y casa Rectoral, Ayuntamiento y oficina de correos y telégrafos, desarrollándose según las corrientes organicistas vigentes en la arquitectura de la época a través de la concatenación de patios con pérgolas, pasos cubiertos, vegetación y agua. Esta vinculación con un el organicismo se hace patente, asimismo, en su propia materialidad, empleándose el ladrillo visto en las fachadas y la teja árabe de la zona en cubiertas inclinadas, para alcanzar el pretendido efecto de calidez.
     La iglesia constituye el lugar de referencia del conjunto, contando con el espacio destinado al culto religioso, más dependencias administrativas y residenciales anexas. Las dependencias parroquiales se amalgaman ocupando la mayor superficie del centro cívico, concentradas en el suroeste, sin mezclarse con otros usos públicos como el ayuntamiento y oficina de Correos y Telégrafos, que se sitúan en la esquina nordeste. Una pérgola de pilares de hormigón armado de sección circular une ambos usos.
     La utilización del ladrillo visto para las fachadas es la principal característica material del núcleo cívico de este poblado. La iglesia es de planta rectangular, orientando su altar en dirección Sur. Sus fachadas están marcadas por el empleo del ladrillo visto, que cuida la labra para conformar los huecos de esbelta proporción vertical que iluminan el interior de la iglesia. Estos huecos se abren en el muro de la Epístola, así como en el pequeño nártex que avanza hacia el espacio abierto, provocando el acceso en recodo al interior de la iglesia. Este acceso queda protegido por la extensión de la pérgola, que resuelve la transición del nártex a la nave. Una vez atravesado el nártex, el interior de la iglesia queda marcado por el tratamiento de la luz, que se consigue hacer pasar a través del espacio entre vigas.
     Destaca como referencia paisajística y territorial la sólida torre campanario que se alza a los pies de la nave, construida con estructura de hormigón armado revestida en el fuste con ladrillo visto. Singular es la resolución de su campanario, mediante el empleo de piezas prefabricadas de hormigón armado, de sección abocinada, tres en su mayor dimensión mirando a sur y norte; y una sola en los lados cortos. El campanario se cubre a su vez con una sencilla cubierta a cuatro aguas de teja cerámica.
     Las casas, siguiendo diversos modelos y en general de una planta, ocupan los frentes de las parcelas dejando en el interior grandes corrales flanqueados por dependencias propias de la actividad agrícola: cobertizos para maquinaria, almacenes, palomares, etc. En la calle peatonal principal las casas construyen patios frontales abiertos a la calle. Los materiales de fachada (ladrillo visto y fábricas pintadas a la cal en blanco en origen) sirven para marcar los dos tipos de vías descritas, siendo las fábricas vistas las que señalan los espacios peatonales: plaza, calles peatonales y callejones traseros. Las cubiertas son de teja árabe a una, dos o cuatro aguas.
     El conjunto se mantiene en buen estado de conservación al permanecer habitado. El uso del ladrillo ha demostrado ser una opción inteligente al haber preservado la imagen original, siendo en él menos lesivas las continuas tareas realizadas sobre las casas en obras de rejería, alicatados, pinturas o instalaciones que vuelcan a la calle. La severidad del conjunto se relaja puntualmente en la plasticidad de la torre -volumen característico de gran pesantez-, en las fachadas de la iglesia y en detalles constructivos más menudos como los huecos de los palomares (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Biografía de Antonio Fernández Alba, arquitecto y autor de las trazas de El Priorato;
Antonio Fernández Alba. Salamanca 1927 
   Antonio Fernández Alba nació en Salamanca en 1927. Estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, donde obtuvo el título en 1957, el doctorado en 1963 y fue profesor catedrático de Elementos de Composición durante casi 40 años. Su labor docente fue crucial para la introducción de la arquitectura contemporánea en las aulas. Hoy día es profesor emérito de la Universidad Politécnica de Madrid.
     Es uno de los grandes arquitectos españoles de la segunda mitad del siglo XX. Su obra se convierte en imprescindible para conocer el origen de nuestra arquitectura contemporánea. Muy interesado por el arte de vanguardia de los años 50 y 60, compartió la idea de la renovación de las artes y el gusto por el informalismo con el grupo El Paso con quienes realizó una exposición.
     Como arquitecto está en contra de la repetición anodina del pasado y se decanta por su ruptura y la introducción de las nuevas formas. Aun así la arquitectura de sus primeras obras oscila entre la rememoración de un pasado glorioso en los trabajos oficiales y una arquitectura de vanguardia en los encargos privados.
     Además de catedrático de la Escuela de Arquitectura de Madrid, entre 1987-90, dirigió el Instituto de Restauraciones del Patrimonio Histórico Español y el Museo de Arte Contemporáneo. En 1989 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura en 1963 y Medalla de oro de la Arquitectura en 2002. Desde 2004 es miembro de la Real Academia Española de la Lengua y en 2005 se le concede el Premio Nacional de Arquitectura al conjunto de su obra. En 2007 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Cartagena.
     Entre su numerosa obra podemos destacar en Salamanca, su ciudad natal, el Convento del Rollo, el Colegio Mayor Hernán Cortés y la Estación de la ciudad.
     En Madrid el Colegio de Ntra. Sra. Santa María, la restauración del Observatorio Astronómico del Cerro de San Blas, la remodelación del Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico, la restauración del Hospital San Carlos para Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Tanatorio de la M-30, el anfiteatro del Parque de las Naciones, el Centro de Investigaciones Biológicas y de Ciencias Humanas y Sociales del C.S.I.C. y la entrada a la estación de metro y cercanías Puerta del Sol, siendo una de las últimas obras realizadas por Fernández Alba en 2009.
     En el resto de España son de destacar las Centrales de Telefónica del Burgo de Osma, Soria, Cantalejo, Segovia y Navalcarnero y Villaviciosa de Madrid. En Valladolid la Sede de la Delegación Territorial de Castilla y León y la Escuela de Arquitectura y su ampliación. Y la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Castilla la Mancha en Ciudad Real.
     En la provincia de Sevilla es el artífice del pueblo de colonización de El Priorato de 1964 (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Isidro, labrador:
LEYENDA
      Santo legendario español que habría nacido en Castilla hacia 1070  muerto en 1130. Su vida y milagros fueron relatados a finales del siglo XIII por Juan Diácono.
      Peón de granja en los alrededores de Madrid, interrumpía su trabajo con frecuencia para rezar. Sorprendido por su patrón, fue reemplazado en el arado por un ángel que terminó el surco mientras él se entregaba a la oración. Hizo brotar una fuente con su laya. Condujo al molino un cargamento de granos que llegó completo, aunque durante el camino hubiera alimentado a las palomas hambrientas. Dio a un pobre la sopa que cocía para sí en el fuego, y la olla se llenó de nuevo, milagrosamente. Salvó a un niño que se había ahogado en un pozo.
      La historicidad de este santo rústico es dudosa. Como en el caso de Santa Eulalia, es posible que se trate de un caso de duplicación o dicotomía. Para competir con Sevilla, Madrid también quería tener un San Isidoro, muy diferente por cierto, al Doctor egregius: un trabajador manual en lugar del intelectual, que trabajaba no con su cerebro sino con sus manos. Pero resulta sorprendente que una ciudad que fue elevada al rango de capital del reino en el siglo XVI haya elegido precisamente a un campesino como santo patrón.
CULTO
      Beatificado cuatro siglos después de su muerte, en 1618, Isidro Labrador fue canonizado en 1622 por el papa Urbano VIII, en la misma promoción que San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y Santa Teresa de Jesús. Su fiesta se fijó el 15 de mayo, en primavera, en la estación de la siembra.
      Su mujer fue igualmente santificada, con el nombre de Santa María de la Cabeza, a causa de su cabeza relicario que los campesinos llevaban en procesión para conseguir que lloviera.
      Se convirtió en patrón de Madrid, donde la antigua iglesia de los jesuitas se transformó en catedral bajo la advocación de San Isidro el Real.
      En Roma, el convento de la iglesia de San Isidoro, cerca de la Porta Pinciana, debe su fama sobre todo a los prerafaelitas alemanes, llamados Nazarenos, que se instalaron allí a principios del siglo XIX, para hacer una vida monástica a la manera de Fra Angelico.
      El culto de San Isidro enjambró en el siglo XVIII en ciertas provincias francesas: en Forez, Picardía y Bretaña, donde está representado como campesino de la región. Su popularidad está igualmente probada en Baviera, en Austria, y sobre todo en el Tirol
      Es el patrón de los labradores y de los granjeros y se lo considera el protector de las cosechas.
ICONOGRAFÍA
      Vestido de campesino, conduce un tiro de bueyes blancos o reza arrodillado mientras un ángel lo reemplaza en el arado. Además del arado suele tener como atributos otras herramientas agrícolas: una podadera, guadaña, mayal e incluso una gavilla de espigas de trigo. Además se lo reconoce porque hace brotar una fuente con un golpe de laya.
      La laya podría hacerlo confundir con San Fiacro. Pero el arado, la hoz y la gavilla de trigo permite identificarlo.
      En Bretaña lleva el traje típico campesino: sombrero redondo con cinta, chaleco bordado y calzones anchos (este caso, muy infrecuente, de un santo español bretonizado es una curiosidad iconográfica que merece subrayarse. San Fiacro, otro santo rústico de origen irlandés, también fue "naturalizado" en Bretaña, pero éste se había convertido en francés por su apostolado en Brie, mientras que San Isidro nunca estuvo en Francia, Santa Zita de Lucca también ha sido representada con la cofia bretona).
      En Alemania a veces forma pareja con Santa Notburga (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de San Isidro, labrador;
     San Isidro Labrador, (Madrid, f. s. XI – f. s. XII). Santo, patrón de Madrid.
     San Isidro es más conocido por la tradición popular que por los datos auténticamente históricos que se poseen sobre su vida. A pesar de todo, es uno de los pocos santos medievales cuyos milagros fueron recogidos en un códice, redactado en la segunda mitad del siglo XIII y en latín, por orden del rey Alfonso X para la Capilla Real ubicada junto al altar mayor de la parroquia de San Andrés de Madrid, en donde, desde hacía varias décadas, era venerado su cuerpo incorrupto, generando uno de los lugares de peregrinación más importantes de Castilla. El autor del códice fue Juan Gil de Zamora, un cortesano, teólogo, franciscano, sabio escritor, erudito y humanista, colaborador de Alfonso X en su obra hagiográfica, conocida, sobre todo, por Las Cantigas de Santa María.
     De la primera parte de dicho códice es de donde se extraen los escasos datos biográficos que se tienen, luego confirmados, en unos casos, y aumentados, en otros, por la tradición popular, bien intencionada, aunque, desafortunadamente, falta, en algunos casos, de criterio histórico. Se trata de cinco milagros realizados en vida del personaje, todos ellos contextualizados en la realidad social y económica de su tiempo, por lo que, prescindiendo del hecho extraordinario en sí que supone cualquier tipo de milagro, se pueden rastrear conceptos e ideas que ayudan, bien que de manera incompleta, a reconstruir aunque sólo sea algunos retazos de su vida.
     Al no tratarse de una biografía al uso, ni pretender su autor que lo fuera, el códice no señala lugar y fecha de nacimiento, ni filiación ni otros datos que ilustren realmente sobre el ciclo vital del personaje. La tradición señala que nació en Madrid, allá por finales del siglo XI, coincidiendo con la nueva coyuntura histórica que supuso el paso del reino de Toledo a manos cristianas en el año 1085 por el rey Alfonso VI, tras un pacto o acuerdo con el rey taifa Al-Qādir. Madrid y otros lugares pertenecientes a este reino se convierten, así, en zonas fronterizas con la España islámica, muy castigadas por el ataque, primero de almorávides y luego de almohades, todo lo cual determinó el carácter y hasta la vida política, institucional y religiosa de sus gentes. Su vida se desarrolló durante los reinados en Castilla de Alfonso VI, la reina doña Urraca y Alfonso VII.
     Es muy probable que fuese mozárabe, ya que este grupo social fue numeroso en tierras toledanas, es decir, del antiguo reino de Toledo, que comprendía también Madrid y Guadalajara, estableciéndose en los fértiles valles fluviales, dedicándose a la agricultura y sus miembros repartidos en alquerías, aldeas y villas; la mayor parte lo hizo como campesinos independientes o collazos adscritos a la tierra y vinculados a algún señor, caso de san Isidro con Juan de Vargas, un plebes milites, o sea, caballero villano de ascendencia mozárabe que pudo beneficiarse de los repartimientos de tierras de Alfonso VI gracias a los servicios prestados al Rey cuando la toma de Toledo.
     El códice sólo señala que san Isidro estaba casado y era padre de un hijo. Es la tradición la que pone nombre a la esposa, María de la Cabeza, y al hijo, Juan o Illán, el cual de niño cayó a un pozo y fue rescatado sano y salvo por las oraciones de sus padres. De adulto llegó a adquirir fama de santo, cuando marchó a vivir a la ribera media del Tajo, en tierras de Toledo, en donde realizó algunos milagros muy parecidos a los de su padre. El códice señala que san Isidro era un humilde arrendatario que trabajaba a cambio de un sueldo anual, lo cual encaja perfectamente con la definición de collazo, siendo costumbre que estuvo la mayor parte de su vida vinculado a los Vargas, aunque se le conocen otros amos.
     Asimismo, el códice lo presenta trabajando en Madrid y establecido en un campo próximo a la villa, que la tradición, de nuevo, identifica con la heredad de Juan de Vargas en Carabanchel, junto a la ribera derecha del río Manzanares, entonces llamado Guadarrama, en una casa de labor situada en medio de tierras fértiles dedicadas al cultivo de cereales. Recuérdese que dichas tierras ocupan una buena parte de las terrazas fluviales de dicho río y que sobre la casa de labor que ocupó la familia se levantaría, ya en el siglo XV, una ermita, aprovechando el manantial y la fuente construidos por el mismo santo, cuyas aguas tienen propiedades curativas, según fue reconocido por Roma en el propio proceso de canonización. Este hecho llevó a identificar al personaje no sólo como labrador, sino también como pocero, atribuyéndosele muchos de los pozos que hoy día se conservan en distintos puntos de Madrid.
     Los cinco milagros, que se pueden denominar biográficos, muestran a un campesino madrileño que realizaba las labores propias de su oficio: la labranza de la tierra con yugo de bueyes y arado y que acudía al molino a moler trigo en el invierno. Cotejando estas noticias con los datos históricos que se tienen sobre la vida campesina de la época, se encuentra uno con una realidad fehaciente, una agricultura de arado y la práctica de la molienda durante el invierno, después de la siega del verano, cuando el grano, que había permanecido recogido en silos, era transportado a alguno de los molinos hidráulicos madrileños que funcionaban a pleno rendimiento, porque el Manzanares venía muy crecido de agua, cuya energía hacía funcionar la rueda de moler.
     En este contexto se sitúan los dos primeros milagros: el del molino y el de los bueyes. En el primer caso, el santo se dirigía a un molino, que la tradición identifica con el de La Arganzuela, junto al puente de Toledo, en compañía de un mozo o ayudante, para moler trigo, y en mitad del camino ofreció de comer a unas hambrientas palomas, ateridas por el frío y la nieve, siendo objeto de la burla de su acompañante por derrochar de esa manera el trigo. El milagro se produjo cuando, al llegar al molino, los costales de ambos se encontraban repletos, sin que faltase nada.
     La moraleja refleja una idea muy propia de la mentalidad religiosa de la época: la caridad hacia los animales, obra de Dios y seres de la Creación, y la Providencia Divina para quien la practica.
     El segundo milagro muestra cómo el tiempo dedicado a la oración no merma el rendimiento laboral, más al contrario, lo hace fructificar y multiplica sus beneficios, poniendo de manifiesto que la vida del cristiano no se fundamenta exclusivamente en el trabajo, sino también en la oración, en un momento histórico, como el siglo XIII, época de redacción del códice, en que la mentalidad burguesa proponía el trabajo como la única meta de realización personal.
     Según el códice, los compañeros se quejaban al amo de que san Isidro se incorporaba tarde a la labranza, porque desde el amanecer se pasaba la mayor parte del día rezando por las iglesias que había a su alrededor.
     El amo, queriendo comprobar personalmente las acusaciones, espió una mañana a Isidro y observó atónito cómo un yugo celestial de bueyes blancos, a la par que su propio yugo, ayudaba al santo a realizar la labranza, aumentando, de esta manera, los rendimientos y los esfuerzos de su trabajo, supuestamente disminuidos por el tiempo dedicado a la oración.
     El resto de los milagros se contextualizan no en el trabajo rural, sino en el marco de las prácticas religiosas de la época: el milagro del lobo, el de la olla y el de los pobres. El primero presenta a un Isidro espiritual que no abandonaba la oración ni la posponía ante ningún contratiempo. Unos chiquillos, mientras estaba rezando un día de verano en la iglesia de Santa María Magdalena, identificada con la actual ermita del cementerio parroquial de Carabanchel Bajo, le alertaron de que había un lobo feroz que persiguió a su borriquillo, ocasionándole heridas de muerte. Sin embargo, el santo, pacientemente, terminó de hacer su oración y cuando salió de la iglesia se encontró al lobo muerto y al jumento en perfecto estado. El nombre de la iglesia, uno de los pocos topónimos que aparecen en el códice, y la idea del borriquillo, trasladan al ambiente histórico de una época en que los campesinos se valían de estos animales para sus desplazamientos y como bestias de carga y sin los que no se entiende la gran movilidad de estas gentes de unos lugares a otros, recorriendo, a veces, grandes distancias.
     Los dos últimos milagros se refieren a la práctica de la caridad. En el de la olla, la comida se multiplicó repentinamente cuando un pobre acudió un sábado a su puerta demandando limosna. Parece ser que había costumbre de que este día se repartiesen alimentos entre los más necesitados. El pobre del relato llegó el último y, al parecer, la comida se había terminado; sin embargo, san Isidro interpeló a su esposa y le rogó que mirase si aún quedaba algo en la olla. Ésta acudió, llena de incredulidad, y comprobó sorprendentemente que estaba llena. 
   El último de los milagros presenta la existencia de cofradías seglares, que durante los siglos XII y XIII fueron muy dinámicas, y se manifestaron como el medio más ideal de la participación de los laicos en la vida de la Iglesia, así como la recuperación de un estilo de vida cuyas raíces se hunden en la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas. San Isidro perteneció a una de estas cofradías y, durante una de las comidas de hermandad, llegó tarde, debido a que había estado rezando en las iglesias, introduciendo consigo a unos pobres que había encontrado en la puerta pidiendo limosna. La comida se había acabado, quedando sólo la ración que los comensales habían reservado al santo. El milagro quiso que la olla estuviese, de repente, repleta de comida, con lo que se pudo dar de comer a los pobres y aún sobraron alimentos para muchos más. Este milagro se sitúa junto a la iglesia de Santa María Magdalena, a donde los cofrades, que habían presenciado el milagro, acudieron a dar gracias a Dios. Ello provocó que la tradición identificara esta cofradía con la que desde muy antiguo existió en Carabanchel Bajo, bajo la advocación del apóstol Santiago.
     Este hecho vincula, una vez más, a san Isidro con la entonces aldea madrileña y sus tierras, pareciendo más que probable que durante la mayor parte de su estancia en Madrid viviese en este contexto rural y no en la villa, según se desprende del propio códice.
     La tradición, sin embargo, le vincula también laboralmente con otros lugares de fuera de Madrid, en donde los Vargas tenían heredades, básicamente la sierra norte madrileña y las tierras del Jarama, caso de Buitrago del Lozoya, Talamanca y, especialmente, Caraquiz, en los términos municipales de Torrelaguna (Madrid) y Uceda (Guadalajara), en donde pudo conocer a su esposa y contraer matrimonio.
     El último relato biográfico representa la muerte de san Isidro y su enterramiento. Se trata de un reflejo del ideal de la perfecta muerte cristiana, acompañada de unos gestos y símbolos concretos que reflejan y se enmarcan, de nuevo, en la realidad histórica. El santo hizo testamento de sus escasos bienes, considerado por la Iglesia como un acto de piedad y de fe. Después, ya enfermo, y en el lecho de muerte, recibió el viático, se golpeó el pecho, en señal de arrepentimiento, juntó sus manos, cerró los ojos, realizó la señal de la cruz y, por último, exhaló el espíritu.
     Esto sucedía a finales del siglo XII, en una fecha imprecisa que varía, según los biógrafos, entre la década de 1170 y la de 1190. La tradición asegura que pudo morir un 30 de noviembre, festividad del apóstol san Andrés, ya nonagenario y en la casa que Juan de Vargas tenía en la collación de San Andrés, que no sería la casa principal del caballero, sino una de sus propiedades para sirvientes y demás, en una collación donde predominaban los campesinos mozárabes vinculados a su familia y en la que habría cuadras, silos, graneros, establos y otros habitáculos en un ambiente muy rural, de ahí la llamada cuadra de San Isidro, donde, según la tradición, el santo guardaba el ganado. Es evidente que, ya de mayor, se retiró a vivir sus últimos años a esta collación. Durante este tiempo la tradición popular asegura que continuaba con sus prácticas piadosas, especialmente la devoción a la Virgen de Atocha, cuyo santuario se había convertido en un importante centro de peregrinación, y a Nuestra Señora de la Almudena.
     Fue enterrado en el cementerio de la parroquia de San Andrés, la última que, durante su vida laboral, visitaba antes de proseguir su camino hacia el campo.
     Allí, en una sencilla fosa, sin lápida, ni nombre, ni ninguna otra señal, permanece casi olvidado de todos, hasta tal punto que en tiempo de lluvias un arroyuelo penetraba en su interior, inundando la sepultura.
     Después de cuarenta años, su cuerpo fue localizado milagrosamente, según creencia popular, por revelación divina, encontrándose incorrupto y siendo trasladado al interior de la iglesia.
     A raíz de su identificación por Alfonso VIII como el pastor que había ayudado a las huestes cristianas a vencer a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa de 1212, se desarrolló su culto, construyéndose una capilla y un arca para contener su cuerpo, todo lo cual quedó bajo el patronato de la Corona, permaneciendo, de este modo, el santo y todo lo referente a su tradición vinculado secularmente a la Casa Real.
     A finales del siglo XVI, se dieron los primeros pasos para su canonización, que no concluyó hasta el siglo siguiente. En 1619, el papa Pablo V le declaró beato y el 12 de marzo de 1622 Gregorio XV le canonizó, junto a los españoles Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y el italiano Felipe Neri.
     Sin embargo, su bula de canonización no fue emitida por Roma hasta el 4 de junio de 1724, bajo el pontificado de Benedicto XIII. El 16 de diciembre de 1960 Juan XXIII le declaró patrón de los agricultores españoles.
     Ya desde el siglo XVI, a raíz de la colonización de América y el imperio español, su culto se había extendido por América, Filipinas y parte de Europa.
     Es patrón de Madrid y de otros muchos pueblos y ciudades (Tomás Puñal Fernández, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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