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viernes, 6 de mayo de 2022

El Cerro Macareno, en La Rinconada (Sevilla)

     Por Amor al Arte
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     El Cerro Macareno, se encuentra en la carretera Sevilla - San José de la Rinconada, s/n; en La Rinconada (Sevilla)
     El asentamiento se localizaba en la orilla izquierda del paleoestuario del Guadalquivir, la principal ruta de entrada al valle bético durante la Protohistoria, quedando sus flancos oeste y norte delimitados por el arroyo Almonázar. Como otras ciudades situadas en la orilla de esta ría, la población del Cerro Macareno aprovechó las facilidades de comunicación y transporte que ofrecía el cauce fluvial, de hecho, se interpreta como un enclave portuario conectado al curso principal del río en uno de sus meandros.
     El Cerro Macareno es una elevación artificial del terreno -un tell- fruto de la superposición de depósitos y construcciones generados por la ocupación humana del lugar durante el I milenio a.C.
    En la actualidad el enclave está formado por dos montículos que son el resultado de la destrucción parcial del cabezo por su explotación como cantera de áridos en el siglo XX. El oriental tiene forma cuadrangular, una superficie de 11.855,7 metros cuadrados y una altura sobre el entorno inmediato de 9,80 metros. Este sector del Macareno es el que ha aportado una información más completa sobre el marco cronológico del asentamiento antiguo. La secuencia estratigráfica documentada en esta zona muestra una ocupación del lugar durante toda la Edad del Hierro. La elevación occidental, con forma de pentágono irregular, mide 9.275,6 metros cuadrados y tiene una altura máxima de 7,70 metros. Corresponde a un área en la que los trabajos de la cantera habrían desmontado la parte superior de la estratigrafía. Las investigaciones arqueológicas realizadas en este sector han detectado básicamente niveles de la segunda Edad del Hierro.
     Este asentamiento cuenta con una secuencia estratigráfica que va del siglo VIII al II- I a.C. No obstante, algunos materiales arqueológicos de superficie y otros hallazgos casuales podrían indicar una duración del hábitat algo más prolongada en algunos de sus sectores, o al menos una frecuentación del sitio en época romana imperial.
     De la fase tartésica se conocen restos de construcciones interpretadas como viviendas, lo que permite investigar la vida cotidiana de la población y sus relaciones con los ecosistemas de los que el propio hábitat formaba parte.
     La turdetana es la etapa con mayor información arqueológica. En esta fase se han constatado distintas áreas de actividad dentro del asentamiento. Además de las casas, se conoce un barrio alfarero en el noroeste del enclave, fechado en los siglos V y IV a.C. Su producción cerámica se dedicó a la elaboración de ánforas y de otros tipos de recipientes cerámicos, evidenciando la necesidad que su población tenía de envases para el comercio de productos agropecuarios.
     Dentro de la etapa turdetana, en el sector oriental del asentamiento, se habría constatado un episodio de destrucción y reedificación de una estructura fechado hacia el 400 a.C. y puesto en relación con algún episodio bélico asociado con el mundo cartaginés; también un desalojo repentino del hábitat a finales del siglo III a.C. identificado en los restos de una estancia que tenía un suelo de color rojizo con abundantes cenizas y un hogar con dos vasos globulares intactos. Este posible desalojo repentino se relacionó con la Segunda Guerra Púnica y, por tanto, con los efectos de la conquista romana del Guadalquivir y la batalla de Ilipa del 206 a.C. No obstante, un nivel de construcciones posterior indicaría una continuación del poblamiento hasta finales del siglo II o inicios del I a.C.
     Por otra parte, el fin del Cerro Macareno como ciudad se debió también muy probablemente a las variaciones experimentadas por el cauce del Guadalquivir que dejó al sitio sin la posibilidad de contar con un puerto fluvial de importancia.
     La importancia de este sitio arqueológico se hizo evidente a principios de la década de los años setenta del siglo XX. En esa época el sitio se explotaba como cantera de áridos. Se llevó a cabo un primer trabajo de campo que sirvió para valorarlo, consistente en una prospección realizada por A. Cuenca Anaya en 1971. En esta época se emprendieron acciones legales para su salvaguarda y estudio.
     A finales de 1973 se aprobó un decreto que declaraba de utilidad pública, a efectos de expropiación forzosa, numerosos yacimientos del Bajo Guadalquivir considerados fundamentales para el conocimiento de Tartessos. Entre ellos se encontraba el Cerro Macareno.
     Dentro de los primeros trabajos de aproximación al conocimiento del sitio se encuentra un trabajo de C. Fernández Chicarro que daba a conocer dos piezas procedentes del lugar adquiridas por el Museo Arqueológico de Sevilla en 1973. La primera de ellas, considerada de época prehistórica, era de pequeño tamaño, estaba hecha en barro cocido, tenía forma de ladrillo y presentaba en una de sus caras principales trazos incisos insertos en un rectángulo. Estas incisiones se explicaban como motivos decorativos o quizás como algún epígrafe. La pieza habría aparecido a siete metros de profundidad. La otra era un fragmento de una pierna de bronce atribuida a una escultura ecuestre de un emperador. Se fechaba en el siglo II d.C. y, según refería la autora de la publicación, se habría encontrado a metro y medio de profundidad aproximadamente, dentro del nivel romano del asentamiento.
     Por su parte, M. Ponsich incluyó al Cerro Macareno en su trabajo sobre el poblamiento rural antiguo en el valle del Guadalquivir. Se catalogaba como un sitio con ocupación en época prerromana y romana, según indicarían los diversos tipos de cerámica y los restos de hornos documentados. 
   El avance de los trabajos de extracción de áridos llevó a que en 1974 la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas tratara de resolver la situación. Por un acuerdo con los propietarios de los terrenos, se decidió donar al Estado el montículo oriental. El occidental seguiría en explotación, pero primero tendría que ser objeto de una excavación arqueológica que documentara la secuencia estratigráfica conservada en esta zona del yacimiento que tenía desmanteladas sus cotas superiores. Para ello se formaron tres equipos de trabajo; uno de la Universidad Autónoma de Madrid dirigido por J. Sánchez Meseguer, otro del Museo Arqueológico de Sevilla, con F. Fernández Gómez y D. Ruiz Mata como directores, y un tercero de la Universidad de Sevilla con R. Corzo Sánchez al frente.
     Estos trabajos permitieron conocer parte del asentamiento, con el complejo alfarero, viviendas, etc. De gran importancia fue la limpieza de un perfil estratigráfico de 3 metros de ancho por 8 de alto y que alcanzó la tierra virgen y permitió hacer una primera valoración de la entidad y desarrollo cronológico del yacimiento. La secuencia estudiada se fechó entre el siglo VII y los siglos II-I a.C., según se desprendía del análisis de los materiales cerámicos.
     La actividad en la cantera finalizó a mediados de 1975, en 1976 un equipo de la Universidad de Sevilla dirigido por M. Pellicer Catalán realizó una excavación arqueológica en el montículo oriental. Los trabajos consistieron en la apertura de un sondeo de 4 X 4,60 metros, el denominado corte V-20, cerca del ángulo sureste del montículo oriental del yacimiento. La cuadrícula tenía uno de sus frentes abierto al talud de este flanco. En la intervención se documentó una secuencia estratigráfica de 7,5 metros de espesor en la que se registraron 26 niveles, que quedaron organizados en 9 estratos correspondientes a la ocupación del lugar entre mediados del siglo VIII y finales del siglo II o inicios del I a.C. (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El yacimiento consiste en un auténtico tell, palabra de origen árabe que designa a un montículo artificial producto de la acumulación de restos arqueológicos de unas civilizaciones sobre otras.
     Las investigaciones realizadas a cabo han permitido establecer una cronología cuyos inicios se remontan a mediados del siglo VIII a.C., perdurando el poblamiento hasta principios del siglo I a.C.
     Estos límites cronológicos han sido determinados en función de los materiales encontrados en las distintas campañas de excavaciones realizadas en el yacimiento, como los restos de cerámica de retícula bruñida tartésica, de barniz rojo fenicio, las características cerámicas pintadas a bandas ibéricas, pasando por piezas producto del comercio con los griegos y llegando a oscuras cerámicas campanienses romanas.
     Pero sobre todo cabe resaltar la abundancia de fragmentos de ánforas que se han hallado y que servían sobre todo como envases para transportar productos como trigo, aceite y vino, constatándose así la importancia comercial que debió tener el Cerro Macareno como puerto fluvial, puesto que en sus inicios el Guadalquivir bordeaba el lugar.
     Dentro de los fondos del Museo Arqueológico se expone una muestra de la evolución de la cerámica a través de la evolución cultural del Cerro Macareno.
     El 15 de febrero de 2017, se presentó en sesión ordinaria del pleno del Ayuntamiento una moción aprobada por unanimidad en la que se solicitaba la catalogación del Cerro Macareno como Bien de Interés Cultural (Turismo de la Provincia de Sevilla).
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