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Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

viernes, 7 de julio de 2023

Los principales monumentos (Baluarte de la Candelaria; antiguo Gobierno Militar, Centro Cultural Reina Sofía; Casa de las Viudas; Gran Teatro Falla; Oratorio San Felipe Neri; y Museo de las Cortes de Cádiz) de la localidad de Cádiz (VIII), en la provincia de Cádiz


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Baluarte de la Candelaria; antiguo Gobierno Militar, Centro Cultural Reina Sofía; Casa de las Viudas; Gran Teatro Falla; Oratorio San Felipe Neri; y Museo de las Cortes de Cádiz) de la localidad de Cádiz (VIII), en la provincia de Cádiz.

Baluarte de la Candelaria
      Sobre un ángulo saliente del terreno se construyó en 1672 este baluarte, cuya estratégica situación, entre el de San Felipe y las fortificaciones próximas a la Caleta, suponía una gran mejora para la protección del frente de poniente. Es la empresa defensiva más ambiciosa realizada en el Cádiz de la segunda mitad del siglo XVII y el mejor ejem­plo de su género conservado en la ciudad. Sobre el talud de los muros exteriores se disponen una sucesión de casamatas, delimitando el recinto dos pabellones del siglo XIX. En el patio, aislado como medida preventiva habitual, se conserva el polvorín, conformado por una gruesa bóveda reforzada por contrafuertes. A finales del siglo XX se realizaron obras de rehabilitación, para adaptar este edificio a usos culturales, fruto de las cuales es la incorporación de algunos elementos arquitectónicos contemporáneos (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El baluarte de la Candelaria se sitúa en el extremo norte de la ciudad de Cádiz, en un lugar estratégico para el control del acceso a la bahía. El baluarte tiene planta irregular aunque aproximadamente triangular, con el lado sur abierto hacia la ciudad, y los lados nordeste y noroeste ofreciendo fachada hacia el mar.
     Consta de una edificación de una sola altura y una crujía de anchura, con estructura abovedada y gruesos muros de piedra, construye los dos lados que miran al mar. En la base del triángulo, dos edificaciones de carácter civil y de mayor altura conforman la fachada del baluarte hacia la ciudad. Las edificaciones delimitan un espacio abierto cuya transformación constituye la razón de ser de la reforma realizada en los años 90 para la adecuación del conjunto como Museo del Mar de la ciudad de Cádiz (sin embargo, el museo nunca llegó a inaugurarse, por lo que el edificio se abre sólo ocasionalmente para acoger exposiciones temporales).
     La actuación de los arquitectos Cruz y Ortiz consiste en la creación de una nueva fachada de los edificios que se encuentran al sur del conjunto hacia el mencionado espacio abierto. Para ello, se definió un nuevo pórtico paralelo a esta fachada, de la misma altura que la edificación, con el objeto de sostener una losa de hormigón que cubriese una nueva galería de distribución.
     Este pórtico se construye en hormigón armado y se reviste con mármol blanco, marcando el contraste con el color rojizo de la edificación preexistente. El pórtico se encuentra abierto en su contacto con el suelo, resuelto a través de pilares de sección rectangular que se unen en su extremo superior a través de una visera de hormigón armado.
     Esta visera discurre a la misma altura que la línea de imposta de los arcos en los huecos de la edificación original a la que se anexan. Los pilares reducen su sección en la parte superior del pórtico, donde se introduce un parteluces a mitad del vano, apoyado en la mencionada visera de hormigón. Se crea así un orden menor en la mitad superior del pórtico, a su vez dividido en tres huecos a cada lado del parteluz central a través de dos elementos verticales de madera, de menor sección. A modo de inaudito muro cortina de piedra, este pórtico se convierte en espacio a través del cual el conjunto respira, ofreciendo un umbral que protege el paseo de los visitantes en el conjunto. Su trazado es paralelo a los dos edificios del lado sur, cubriendo además el espacio entre ellos y ofreciendo así un nuevo umbráculo de acceso.
     El tratamiento del espacio central queda determinado por la posición del pórtico que se anexa al edificio este del lado sur, ya que éste se extiende sus pilastras inferiores en dirección noroeste hasta tocar el lado opuesto del patio, consiguiendo así encerrar la edificación exenta preexistente, que se destina a uso administrativo. El espacio resultante entre el pórtico y el lado nordeste del fuerte consigue así unas dimensiones controladas, y sirve de patio principal del conjunto, dando acceso a los espacios expositivos localizados en el antiguo baluarte.
     A través de una decisión de proyecto mínima y contundente, el espacio queda adecuadamente adaptado a su nueva función, y matizado con absoluta sensibilidad. Por esta razón, se trata de una de las intervenciones patrimoniales de mayor interés de las realizadas en Andalucía en la década de los 80. Dentro de la dilatada carrera de sus autores, fue el primer proyecto de espacio expositivo que completaron, que les valió un amplio reconocimiento.
     Este baluarte un papel defensivo y psicológico, ya que disuadía a los franceses de intentar un asalto marítimo con sus lanchas cañoneras y, al mismo tiempo protegía el paso de las embarcaciones que arribaban a Cádiz con pertrechos o personas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     El baluarte de la Candelaria, poderosa edificación defensiva mandada construir por el gobernador Diego Caballero de Illescas en un saliente del terreno que se introducía en el mar, y la más importante de las que se realizaron en Cádiz en el siglo XVII. Dos pabellones levantados en el siglo XIX limitan actualmente el recinto, formado por una serie de casamatas apoyadas en el potente muro exterior. La vista que proporcionan los estrechos ventanos abierto en los muros de las casamatas es espectacular. El pequeño fuerte domina perfectamente el peligroso canal de acceso al puerto y los ochos cañones de los que estaba dotado eran, junto a los que se encontraban en el baluarte de San Felipe, más que suficientes para defender el sector noroeste de la ciudad. Tras la profunda restauración llevada a cabo recientemente, el edificio se destina a usos culturales (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

antiguo Gobierno Militar, Centro Cultural Reina Sofía
          Es un edificio exento, de planta cuadrangular, concluido en 1760, según diseño de Silvestre Abarca y concebido para la vivienda de los ingenieros mi­litares activos en la ciudad. En su construcción se aprovecharon parte de los materiales y estructu­ras del antiguo hospicio de la Santa Caridad, al que corresponde la disposición básica del patio y la escalera. El patio se presenta con cuatro crujías, sustentadas por columnas de mármol blanco en la planta baja y con cuerpos apilastrados en las dos superiores, mientras que la escalera, de gran porte, recuerda a las tipo conventual, habituales durante el siglo XVII. La fachada ofrece una sobria composición y se articula por medio de fajas, entre las que se disponen los vanos (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El Gobierno Militar, edificación llevada a cabo en 1759 con proyecto de Silvestre Abarca, para vivienda de los ingenieros militares de la ciudad. Es de estilo neoclásico y en sus cuatro plantas se alojan, además de las viviendas, cocheras, patios y aljibe. En el patio de acceso se conservan, como adorno, cañones y balas utilizados en otro tiempo para defender la plaza, así como una garita de vigilancia enfrentada al mar. La fachada, de sillares almohadillados en la planta baja se articula mediante pilastras y lleva ventanas en el bajo y balcones en los altos, con fina rejería. El patio principal presenta arcos de medio punto sobre columnas de mármol y son muy interesantes la escalera y la torre (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Casa de las Viudas
     En 1676 Manuel de Barrios Soto fundó un centro benéfico para acoger a las viudas desamparadas, aunque la actual Casa de Viudas tiene su origen en una institución benéfica creada por el comer­ciante sirio Juan Clat Fragela con el mismo fin. El edificio, construido en la primera mitad del siglo XVIII, participa de las características de la arqui­tectura civil y religiosa del barroco gaditano. Es de líneas sencillas, con dos plantas organizadas en torno a un patio de cuatro crujías, con arcos rebajados sustentados por columnas toscanas y pilares ochavados de mármol.
     En el piso superior se localiza un pequeño oratorio con planta de cruz latina y una nave, cuyas cubiertas son de medio cañón en la nave y brazos del crucero, cuarto de esfera sobre pechinas en la cabecera y bóveda vaída en el crucero. Preside el presbiterio un retablo neoclásico imitando mármoles, donde se sitúan lienzos que representan a la Virgen del Pópulo, San Juan Bautista, San Pablo y El Salvador, interesantes pinturas barrocas del siglo XVII. En el lado del Evangelio, junto al retablo, se encuentra otro lienzo que representa a la Virgen con el Niño, atribuido a Carlo Maratta y en el brazo del crucero de este mismo lado hay una tabla de tradición bizantina, del siglo XVI, que representa a San Juan evangelista en la isla de Patmos, atribuida a Michael Damasceno. La capilla conserva también varias tallas barrocas de pequeño formato y diversas pinturas, entre las que destaca una colección de cobres con escenas de la vida de Cristo (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     La Casa Fragela es un enorme caserón de dos plantas que domina y preside uno de los frentes de la plaza del mismo nombre. Su fachada va enfoscada y encalada. Los vanos de la primera planta se distribuyen simétricamente con respecto a los de la segunda, que son más grandes y cubiertos con cierres de forja.
     Al interior se entra a través de un zaguán que da a un patio de planta cuadrada rodeado de galerías. En cada frente se abren cinco arcos de medio punto que descansan sobre pilares. Al piso alto se accede a través de dos escaleras situadas en los laterales.
     Tan sólo es destacable del conjunto la pequeña capilla con su bóveda de horno sobre el altar y cúpula sobre pechinas.
     Tanto esta como las bóvedas de cañón de la nave y las de crucería en los brazos del crucero, el sistema utilizado ha sido el encamonado (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
       La Casa de las Viudas, institución de carácter benéfico cre­ada por el comerciante de origen sirio Juan Clat Fragela para acoger viudas sin recursos. Es éste un caserón de considerables proporciones construido en la primera mitad del siglo XVIII que reúne los ele­mentos esenciales del barroco gaditano, civil y religioso. Sorprende la sencillez de su traza, con dos plantas, y su fachada a base de sillares de piedra ostionera, en la que se abre la portada y una serie de ventanas cuya disposición y dimensiones acen­túan la horizontalidad del conjunto. Las dependencias se organizan alrededor de un patio central de cuatro crujías, forma­das por arcos rebajados que apean en columnas toscanas y en pilares ochavado de mármol. En la planta alta, tiene gran interés la capilla, un pequeño oratorio en el que, entre otras obras de arte, se con­serva un retablo con pinturas de la Virgen del Pópulo, san Pablo y san Juan Bautista y El Salvador, todas del siglo XVII, así como una tabla bizantina del siglo XVI con San Juan Evangelista en la isla de Patmos, obra que se atribuye al pintor griego Michael Damaskinos (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Gran Teatro Falla
         Desde los primeros años del siglo XVII hay constancia de la existencia de locales estables, destinados a la actividad teatral en la ciudad: durante el siglo XVIII llegaron a funcionar tres edificios dedicados al arte dramático español, a la comedia y óperas en francés e italiano. En el solar donde se asienta el Gran Teatro Falla, se construyó en los primeros años del siglo XIX, cuando la ciudad estaba sometida al sitio francés, el llamado Teatro de San Fernando, destruido más tarde por un incendio. Otras construcciones posteriores sufrieron el mismo destino, hasta que en 1885 se iniciaron los trabajos del edificio actual, según proyecto realizado por el arquitecto Adolfo Morales, con­cluido en 1910 por Juan Cabrera Latorre.
     Es un edificio exento, de estilo neomudéjar, con exterior en ladrillo visto decorado por arcos de herradura. En la gran sala interior los palcos se resuelven mediante una estructura de hierro, que utiliza motivos de inspiración nazarí, mientras la techumbre está cubierta por un lienzo en el que se representa una bóveda de tipo califal con escenas alegóricas de las artes escénicas. Este trabajo corrió a cargo de los pintores Felipe Abarzuza y Julio Moisés, quienes también realizaron el conjunto de pinturas que decoran el foyer.
     En la plaza que existe ante su fachada principal, se levanta el monumento a Cayetano del Toro, obra en bronce realizada por Gabriel Borrás en el año 1915 (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El Teatro Falla es un edificio exento levantado sobre un amplio solar abierto en la Plaza Manuel de Falla de Cádiz, y cuya traza responde al tipo que se desarrolla y difunde en el país durante el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Una correspondencia con el tipo que se deduce: de la organización simétrica de la planta, de la disposición axial de los espacios que la constituyen (accesos, cávea y escena) al tiempo que de la expresión al exterior de estos volúmenes.
     El edificio muestra en planta una estructura tripartita clásica, con el cuerpo de accesos, que consta de vestíbulos en planta baja y planta primera, más dos escaleras laterales, ofreciendo su fachada a la plaza Manuel de Falla. A continuación, el cuerpo de la cávea, que se organiza con un patio de cubiertas en planta baja, y palcos perimetrales en planta baja, entreplanta y planta primera, más la planta de Paraíso; todos servidos con una galería perimetral de acceso.
     Por último, la caja de escena, que a ambos lados localiza las dependencias de vestuario, atrezzo y otras dependencias secundarias.
     De estilo neomudéjar está construido en ladrillo rojo, y presenta tres grandes puertas de arco de herradura en su fachada principal, con dovelas alternas en rojo y blanco. En planta tiene forma de herradura, a la que se van adaptando los pisos, cada uno de ellos rodeado por una galería que enlaza con las escaleras de acceso, que arrancan desde un gran vestíbulo reformado en los años 20. Tiene una capacidad para 1.214 espectadores repartidos en butacas, palcos, anfiteatro y paraíso. El escenario mide 18 metros de largo por 25,5 m de fondo, y el techo se cubre con un gran lienzo que muestra una alegoría del Paraíso, obra de Felipe Abarzuza y Rodríguez de Arias.
     Los materiales empleados para formalizar las fachadas serían la piedra caliza, formando un basamento de 120 centímetros de alto en todo el edificio, y el ladrillo visto, desde dicho basamento hasta la coronación del edificio. La fachada hacia la plaza Manuel de Falla alterna el ladrillo de color rojo y el amarillo para marcar las pilastras y los seis arcos de herradura, tres en cada nivel, que la caracterizan. En el cuerpo de la cávea, el ladrillo compone grandes pilastras que se coronan con un entablamento neomudéjar. En la parte de la escena, la descomposición volumétrica permite establecer un juego de alturas entre las diferentes cornisas, que se coronan con remates en piedra.
     De 1985 a 1989 los arquitectos Rafael Otero González y José Antonio Carvajal acometen la restauración del edificio y en su transcurso se resolvieron numerosas cuestiones de orden técnico, funcional o conceptual. Entre las de carácter técnico se consolidó la estructura, sustituyéndose la totalidad de los forjados, se restituyeron las compartimentaciones interiores, se restauraron la fábricas neomudéjar de sus fachadas y se repararon sus cubiertas. Las mejoras de naturaleza funcional estuvieron destinadas a la visibilidad de ciertas localidades, así como a garantizar la correcta evacuación del edificio y la salubridad de ciertas áreas anexas a la escena.
     Esta intervención le valió el reconocimiento internacional, tratándose de una intervención ejemplar entre las desarrolladas por la administración autonómica en los teatros andaluces, recibiendo los siguientes reconocimientos: Premio de Andalucía de Patrimonio Histórico Bienal de Venecia, V Mostra Internazionale di Arquitettura; Venecia. VI Mostra Internacional di Architettura, Bienal de Venecia 1996.
     El Teatro Falla tiene una extraordinaria significación carnavalesca. Este espacio acogió durante la segunda mitad del siglo XX, de manera ininterrumpida desde 1991, tras unos años de cierre por obras, una de las principales celebraciones: Los concursos de agrupaciones (en la actualidad, COAC); por otro lado, es sede de bailes y otras actividades señaladas durante las fiestas y, dada su proximidad a la Plaza de San Antonio y al Barrio de la Viña, lugar de ambiente festivo y de paso de agrupaciones y otros grupos de personas. 
   El Falla es considerado y reivindicado por agrupaciones carnavalescas y aficionados como "templo del Carnaval" y las sesiones del COAC generan en sus alrededores pasacalles de agrupaciones y concentraciones de personas anunciando la proximidad de las fiestas.
     El Teatro Falla comenzó a construirse en mayo de 1884, según el proyecto de Adolfo Morales de los Ríos y Adolfo del Castillo Escribano, en el lugar que ocupara su antecesor, el Gran Teatro de Cádiz, desaparecido tras el incendio ocurrido en la madrugada del 6 de Agosto de 1881.
     En 1886 el Ayuntamiento asumió la dirección de las obras, aunque la escasez de fondos provocó la paralización de las obras en diversas ocasiones, lo que impidió que la obra no finalizara hasta 1905. El encargado de las obras fue el arquitecto municipal Juan Cabrera de la Torre, quien modificó en gran parte el primitivo proyecto.
     El 12 de enero de 1910 de fue inaugurado con la interpretación de una sinfonía de Barbieri. Hasta 1926 se llamaría Gran Teatro, año en el que pasó a llamarse Gran Teatro Falla en honor al hijo predilecto de la ciudad Manuel de Falla.
     De 1985 a 1989 el inmueble fue rehabilitado según proyecto de los arquitectos Rafael Otero González y José Antonio Carvajal, siendo reinaugurado en 1990. Actualmente es la sede del afamado concurso de agrupaciones del Carnaval de Cádiz, el Festival de Teatro Iberoamericano y del Certamen Alcances de cine, además de las distintas manifestaciones culturales que pasan por la ciudad (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
          La afición de Cádiz al teatro, incluido el de títeres, es históricamente una de las más potentes de España. La ciudad contaba con locales estables desde los comienzos del siglo XVII, y en ellos se sucedían las representaciones más variadas, a despecho de las prohibiciones, tanto eclesiásticas como reales, establecidas en dis­tintos periodos. En los siglos XVIII y XIX, muchas obras se estrenaban en Cádiz antes que en Madrid, constituyendo el aplauso de los gaditanos un barómetro que indicaba a los empresarios si una obra debía o no estrenarse en la capital de España. En 1812, en pleno cerco de la ciudad por los franceses, se inauguró en este lugar el teatro de San Fernando, al que la gente llamó desde el primer instante del Balón, por encontrarse en las proximidades de un campo en el que se practicaban juegos de balón. Este teatro era de madera y pere­ció en un incendio en los años sesenta de dicho siglo XIX. En 1871 se levantó otro también de madera que sólo tuvo una duración de 10 años, siendo, igualmente, devorado por las llamas. Algún tiempo después, en 1885, se comenzó a construir el actual, de acuerdo con el proyecto de Adolfo Morales, proyecto que un par de años más tarde, ya bajo el patrocinio del Ayuntamiento, sería modificado a fondo por Juan Cabrera Latorre, quien lograría finalizar las obras en 1910. El nombre actual se lo pusieron en 1926. Se trata de un sólido edificio exento, de estilo neomudéjar, construido enteramente en ladrillo rojo visto y con los vanos a base de arcos de herradura, circunstancia que refuerza su carácter islámico. Tiene planta de herradura y 2.570 m2, con un aforo total de 2.000 localidades. El escenario es de grandes dimensiones, nada menos que 25,5 m de fondo por 18 m de ancho, con el correspondiente foso para la orquesta delante de él. Lujosamente decorada con motivos nazaríes, la cubierta lleva adosada un lienzo en el que se ha pintado una cúpula califal con alegorías de las artes escénicas, un trabajo que realizaron los pintores Felipe Abárzuza y Julio Moisés, quienes también desarrollaron las pinturas del foyer. Además de las representaciones y espectáculos habituales, en este teatro se celebra el concurso anual de agru­paciones carnavalescas.
     Ante el teatro se levanta un monumento en bronce dedicado al alcalde Cayetano del Toro, realizado por Gabriel Borrás en 1915 (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Oratorio San Felipe Neri
       Este templo, que perteneció al primitivo oratorio de los filipenses, fue comenzado en 1688, se­gún trazas del alarife Blas Díaz, inaugurándose en el año 1719. Posteriormente, en 1764, el maestro Afanador reconstruyó y amplió la bóveda, que ­había resultado dañada por el terremoto de 1755.          
     El espacio unitario generado por su  disposición resultó ideal para servir como sede de las sesiones de Cortes, durante la invasión napoleónica, tras acordar los filipenses su cesión tempo­ral en febrero de 1811. Para adaptar el templo a este nuevo fin, el interior fue transformado con una decoración efímera por el ingeniero Antonio Prat, momento que fue aprovechado para elimi­nar algunos elementos decorativos barrocos.
     Tiene planta elíptica a la que se abren siete ca­pillas, que se articulan con pilastras pareadas que recorren los cuerpos, superponiéndose en distintos órdenes y albergando entre ellas hornacinas. La bóveda es una gran estructura encamona­da, de doble casquete, decorada con fajas que prolongan el ritmo de las pilastras inferiores y entre las que se abren vanos que restan gravidez a la estructura. Las capillas son de planta rectangular y se cubren por bóvedas de cañón o de aristas. El exterior del templo se articula mediante pilastras jónicas de orden gigante, entre las cuales se disponen numerosas lápidas dedicadas a los diputados doceañistas por sus diferentes demarcaciones, colocadas en su mayoría en 1912, con motivo del primer centenario de las Cortes de Cádiz. Bajo la iglesia hay una cripta, donde se encuentran dos mausoleos con los restos mortales de varios diputados doceañistas y los de las víctimas de la represión del levantamiento liberal de 1820.
     El retablo mayor es obra rococó de madera dorada, realizado a mediados del siglo XVIII. Consta de un cuerpo, dividido en tres calles por columnas corintias, sobre el que se eleva un ático y está presidido por un lienzo que representa la Inmaculada Concepción, obra realizada por Mu­rillo en los últimos años de su vida.
     En las calles laterales se sitúan las imágenes de San Servando y San Germán y en el ático San Felipe Neri, flanqueado por San Pedro y San Pablo, todas ellas obras en madera policromada, contemporáneas del retablo. Sobre la clave del arco de acceso al presbiterio hay un lienzo ovalado que representa al Padre Eterno, del pintor murillesco Clemente de Torres. La bóveda fue pintada al fresco en 1719, por Pedro Tomás Gijón, si bien actualmente estas pinturas permanecen ocultas por un repinte posterior.
     La primera capilla del lado del evangelio está presidida por un retablo de estípites, realizado en madera dorada durante la primera mitad del siglo XVIII. La hornacina central contiene una Dolorosa de candelero del siglo XIX y en las la­terales se sitúan las tallas de San Andrés y San Pedro, de madera policromada que, al igual que la imagen de la Virgen del Rosario que ocupa el ático, son obras contemporáneas del retablo. En los muros laterales se sitúan sendas vitrinas con las tallas de San Antonio y San Félix, esculturas barrocas de procedencia italiana, realizadas en los años centrales del siglo XVIII.
Capilla del sagrario
. Fue Cedida en 1719 a Bernardo de Recaño con la condición de que en ella se instalase el sagrario del templo. En 1723 ya estaba construido el retablo, que es una destaca­da pieza barroca de origen italiano realizado en mármoles de colores, que ocupa todo el ámbito de la capilla, obra atribuida a Francesco María Schiaffino, aunque existe un desfase en la cronología al respecto. Está presidido por un crucificado de madera policromada, también de origen italiano, flanqueado por dos ángeles niños orantes a sus pies. Los muros laterales se articulan mediante ángeles atlantes, que sustentan capiteles jónicos sobre los que corre un movido en­tablamento; entre ellos se abren hornacinas con las imágenes de la Virgen Dolorosa, Santa María Magdalena, San Bernardo y San Francisco de Asís, destacando en todas ellas su expresividad, lograda a través de la armonización de las actitudes y del complejo plegado de los paños. La bóveda se decora con yeserías a base de hojarascas que enmarcan medallones con motivos eucarísticos y cierra el ámbito de la capilla una balaustrada, ante la cual se encuentra la losa del panteón del marqués de las Cinco Torres, propietario de la capilla en la segunda mitad del siglo XVIII, cuyo escudo preside el arco de acceso.
     La siguiente capilla está ocupada por un gran altorrelieve de madera policromada, que repre­senta la Epifanía, realizado en 1728 por José Montes de Oca. Tanto la composición como la ejecución de esta obra ponen de manifiesto la tendencia hacia los modelos montañesinos del referido autor. Sobre la mesa de altar hay una expresiva cabeza de San Juan Bautista, en barro cocido, atribuida al escultor dieciochesco granadino Torcuato Ruiz del Peral.
     La primera capilla del lado de la epístola, donde está enterrado el alarife Blas Díaz, autor de las trazas originales del templo, tiene un retablo de madera dorada, realizado hacia 1738. Se sustenta mediante estípites y está presidido por un altorrelieve que representa la Encarnación, a cuyos lados se sitúan las imágenes de San Juan Bautista y San José, presidiendo el ático el Padre Eterno. Todas estas obras, realizadas en madera policromada, fueron talladas por José Montes de Oca hacia 1738-1739. En la capilla central se situó originariamente una puerta lateral, pero fue cerrada durante la reforma dieciochesca, colocándose en este lugar el actual retablo rococó, hoy parcialmente oculto para ubicar las imágenes de la cofradía del Cristo de la Aguas. El crucificado y la Dolorosa son obra de Francisco Buiza (1982) y el San Juan, de Antonio Eslava (1951). La tercera capilla tiene un retablo de es­típites en madera dorada, de esquema semejan­te a los anteriormente descritos y está presidido por una talla del Niño Jesús, sobre la que hay un crucificado de marfil situado ante una ráfaga con el Corazón de Jesús, obras fechables a mediados del siglo XVIII. En el ático hay un lienzo con el Corazón de María y en los muros laterales se disponen sendas vitrinas, con las tallas diecioches­cas de la Inmaculada y el Niño Jesús Pasionario. En las hornacinas, que se abren entre las pilastras que articulan el templo, se disponen varias esculturas de madera policromada, de probable origen genovés, fechables a mediados del siglo XVIII y, a los lados de la puerta de acceso al templo, dos pilas de agua bendita de mármol blan­co, realizadas en Génova en la misma centuria y relacionadas con las esculturas de la capilla del sagrario. En la sacristía se conserva un crucificado de madera policromada, realizado a mediados del siglo XVII y atribuido a José de Arce;  también se guardan algunas piezas de orfebrería del siglo XVIII, entre las cuales hay un ostensorio, un juego  de candelabros y dos relicarios.
Colegio de San Felipe Neri. Gran parte de las dependencias conventuales de los filipenses fueron adaptadas en 1838, para convertirlas en colegio. A finales del mismo siglo se realizó una profunda remodelación , dirigida por Amadeo Rodríguez, que transformó el patio en un amplio espacio, posiblemente tras derribar las crujías originales, cubierto por una gran montera de hierro y cristal. La escalera conserva el aspecto barroco del edificio antiguo, mientras que la composición de las fachadas también responde al sencillo carácter funcional que les confirió la reforma decimonónica (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     La Iglesia presenta en su interior planta oval, con una longitud de 26,62 metros de largo por 16,70 metros de ancho. En sus muros se abren seis capillas, más la capilla mayor, en el eje mayor, frente a la puerta de entrada.
     Los muros perimetrales que presentan un alzado de cuatro cuerpos, divididos mediante una triple balconada de barandilla corrida, de hierro fundido, se hallan revestidos por pares de pilastras que recorren la totalidad de la altura del edificio, desde el zócalo hasta la clave de la cúpula. Estas pilastras son en el primer cuerpo de orden jónico y sostienen un entablamento clásico con cornisa de dentellones, y se van simplificando conforme va ganando en altura, hasta el extremo que en el casquete superior de la cúpula llegan a la máxima sencillez apareciendo más bien como nervios de la bóveda elíptica.
     En el segundo cuerpo, sobre la puerta de acceso al templo se abre un gran vano rectangular protegido con cristales. En el tercer cuerpo se abren ocho vanos protegidos igualmente con cristales, por donde penetra una gran luminosidad al interior del edificio. El templo va cubierto interiormente mediante una gran cúpula encamonada de doble casquete decorada con fajas. Bajo el oratorio se encuentra la cripta a la que se ingresa a través de un vestíbulo, de planta de cruz griega.
     Al exterior, el templo, al estar adosado a otras edificaciones, presenta solamente dos fachadas; la de los pies y parte de la del llamado lado de la Epístola. Su aspecto exterior es de una extrema sencillez; muestra un alzado de un solo cuerpo, con zócalo de piedra y articulado mediante pilastras jónicas de orden gigante, sobre ellas corre un entablamento con cornisa de canes, de donde emerge la inmensa bóveda, cubierta por tejas y una torre cuadrada en la esquina derecha de los pies que aparece sin remate.
     La portada ubicada en la fachada de los pies es el único acceso al interior del templo. Presenta un vano adintelado con una puerta de madera claveteada. Por encima se abre un vano igualmente adintelado y protegido por una reja. El interés que ofrece su fachada es la decoración de lápidas que conmemoran el hecho histórico de 1812.
     Este templo, que perteneció a un primitivo oratorio de filipenses, fue comenzado en 1685 según trazas del alarife Blas Díaz, y se consagró el 17 de Septiembre de 1719. En 1811 las Cortes Españolas que venían celebrando sus sesiones en el teatro de San Fernando, ante la falta de seguridad para sus miembros, debido a la proximidad del ejército francés, decidieron trasladarse a Cádiz. Se decidió que se instalaran en la Iglesia de San Felipe Neri, para lo que se efectuaron obras en el interior del templo para adecuarlo al nuevo uso para el que había sido destinado. La obra principal de las cortes de Cádiz fue la famosa Constitución de la Monarquía Española, que se promulgó el 19 de marzo de 1812.
     Al haber sido este Oratorio residencia de las Cortes y haberse elaborado en él la famosa Constitución de la Monarquía Española, hizo que los gaditanos considerasen siempre este templo como un monumento a la libertad y estimasen como un supremo honor que los que lucharon por defender estos ideales encontrasen a la hora de su muerte un merecido descanso bajo sus muros, lugar donde se encuentra la cripta.
     Tras la exclaustración la comunidad de filipenses tuvo que abandonar el convento, pasando el templo a la jurisdicción de la Mitra. A partir del 1 de septiembre de 1933 la Congregación de Marianistas es la que se encarga del culto y conservación de dicho templo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     No fue baladí la elección del lugar para la erección del Museo de las Cortes, ya que se levantó prácticamente al lado de este histórico templo, situado en la plaza de San Felipe, que es también una de las primeras joyas del barroco religioso gaditano. 
     En efecto, este fue el lugar en el que se llevó a término y se aprobó definitivamente la Constitución de 1812, la famosa Pepa, circunstancia que se aprecia en el número de lápidas que aparecen en la fachada, dedicadas a los diputados más ilustres de aquellas Cortes. Una fachada, por otra parte, extraordinariamente sobria, que en modo alguno da idea de la maravilla que encierra el interior.
     El edificio perteneció a los filipenses. Su construcción se inició en 1688, siguiendo el proyecto de Blas Díaz, prolongándose las obras hasta 1719. Más tarde, el terremoto de Lisboa de 1755 le produjo graves daños, por lo que en 1764 se procedió a la reconstrucción y ampliación de la cúpula. De planta elíptica, uno de los contados ejemplos que existen en Anda­lucía, el interior del templo constituye un verdadero milagro visual. Alrededor de esta planta se abren siete capillas entre pilastras adosadas al muro, por encima de las cuales corre una tribuna que recorre todo el perímetro y que sirve de separación entre la planta baja y un primer cuerpo, también con pilastras que, a su vez, sostienen una nueva tribuna perimetral. El conjunto se cubre con una espléndida cúpula de doble casquete, en la que se inscriben ocho ventanas que, al par que restan pesadez a la estructura, permiten el paso de la luz del día. En la capilla principal, situada frente a la puerta de entrada, se localiza el retablo mayor, una espléndida pieza rococó del siglo XVIII, en madera dorada. Dividido en tres calles por colum­nas dóricas, lo preside, en su camarín, un Sagrado Corazón, figurando en las calles laterales los patronos de Cádiz, san Servando y san Germán. Por encima del Sagrado Corazón hay un lienzo con una Inmaculada Concepción que pintó Murillo al final de su vida. San Felipe Neri aparece en el ático, con san Pedro y san Pablo a los lados. Las capillas laterales van a juego con el conjunto. La primera del lado del evangelio, izquierda del presbiterio, tiene un retablo barroco del siglo XVIII presidido por una Dolorosa flanqueada por san Andrés y san Pedro y encima, en el ático, la Virgen del Rosario. La siguiente es la del Sagrario, que, desde 1719, fue propiedad de Bernardo Recaño y, más tarde, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, del marqués de las Cinco Torres, cuyo panteón se encuentra ante la balaustrada que cierra el espacio. En su retablo de mármoles de colores, de origen italiano, figura, presidiéndolo, un Crucificado de madera policromada con dos angelitos a su pies. La siguiente capilla acoge un bello alto­rrelieve con la Adoración de los Reyes Magos, obra realizada por el sevillano José Montes de Oca en 1728, así como, sobre la mesa del altar, una Cabeza de San Juan Bautista atribuida a Torcuato Ruiz del Peral, prestigioso imaginero granadino del siglo XVIII. En la primera capilla del lado derecho está enterrado el autor del tem­plo, Blas Díaz. El retablo, del siglo XVIII, labrado en madera dorada, está presidido por la Virgen de la Encarnación, un alto­rrelieve de José Montes de Oca, lo mismo que las imágenes de san Juan Bautista y san José que lo flanquean y el Padre Eterno del ático. La siguiente capilla pertenece actualmente a la cofradía del Cristo de las Aguas. En ella se encuentran, además del Crucificado, las imágenes de la Dolorosa y san Juan Bautista. Las dos primeras las talló Francisco Buiza en 1982 y la última, Antonio Eslava en 1951. La última de las capillas tiene un retablo de estípites con dos interesantes imágenes, la del Niño Jesús que lo preside y la del Crucificado de marfil situado en encima (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Museo de las Cortes de Cádiz
       Se inauguró este museo, inmediato al Oratorio de San Felipe Neri, coincidiendo con la celebración del primer centenario de las Cortes de Cádiz, en 1912.
     El edificio fue diseñado por Juan Cabrera Latorre, quién concibió una fachada de ins­piración neoclásica, centrada por una balconada con columnas jónicas adosadas de orden gigante. En el interior se utilizan elementos de la arquitectura del hierro, destacando la escalera, de tipo imperial, que sirve de unión entre las dos salas principales.
Planta baja. Organizada en dos ámbitos, el primero contiene varios lienzos, entre ellos uno realizado por Federico Godoy en 1894 que representa a Julio César en el templo de Hércules, una copia firmada por J. García en 1828, que representa el asalto anglo-holandés de 1596, hoy en el Museo Catedralicio, y un plano de la ciudad a finales del siglo XVII con repintes del XIX, valioso testimonio iconográfico de la época. Otras piezas son un mascarón de finales del siglo XVII y varios escudos. En vitrinas se exhiben cerámicas precolom­binas y algunos restos arqueológicos procedentes del barrio del Pópulo, material lítico, quemaperfumes púnicos, monedas y ungüentarios. En el segundo ámbito hay diversos retratos, entre ellos uno de Fernando VII, firmado por Fernández Cruzado en 1829 y otro del pintor portorriqueño José Campeche y Jordán de 1809.
     También hay un plano de la ciudad en el siglo XVIII y un gran lienzo, decimonónico, que representa la conquista de Cádiz por Alfonso X el Sabio, obra de José María Rodríguez de Losada.
     Preside la escalera de acceso a la planta supe­rior una gran vidriera alusiva a la Constitución de 1812, realizada en el taller de los hermanos Maumégean en 1912.
     A sus lados se sitúan los bustos de mármol de Mendizábal y Risso, éste último debido a Cosme Velázquez.
Sala de la maqueta. Se expone en esta amplia sala el plano en relieve de la ciudad, en caoba y marfil, ejecutado por Alfonso Jiménez en el año 1777.
     Su realización responde al deseo del rey Carlos III de poseer maquetas de las principales ciudades y plazas fuertes de su reino, proyecto que no llegó a realizarse.
     Concebida con fines estratégicos, en el conjunto urbano sólo se destacan los edificios más singulares, mientras que las construcciones de carácter militar se han cuidado especialmente y algunas de ellas, como el frente de tierra o el pabellón de ingenieros, pueden desmontarse para contemplar la estructura interior. En la actualidad resulta un documento de sumo interés para la ciudad, pues en ella se pueden apreciar los cambios acaecidos desde la fecha de su construcción hasta nuestros días.
     El muro frontal está ocupado por un gran lienzo de Salvador Viniegra que representa la proclamación del texto constitucional el 19 de marzo de 1812 en la plazuela de Santa Inés. En los muros laterales hay retratos de personajes ilustres gaditanos, entre los que cabe señalar el de Celestino Mutis, realizado por Fernández Cruzado en el año 1829. 
Sala de Trafalgar. Se dedica fundamentalmente a objetos relacionados con los personajes de la época y la batalla del mismo nombre.
Sala de las Cortes
. Entre las pinturas que se exhiben destacan los lienzos de Federico Godoy, ¡A las cortes! y La plaza de San Antonio el día de la jura de la Constitución, tres vistas decimonónicas del Campo del Sur, Puntales y Observatorio de San Fernando, el retrato de Santiago Terry, el de Fermín Elizalde, realizado por J. García en 1833, los de Fernando VII y Tomás de Istúriz (1821), de Manuel Roca y el de Luis de Gargollo, firmado por Fernández Cruzado en 1832. Un escudo de talla, que presidía la sala capitular del Ayuntamiento, es obra de principios del siglo XVII.
Escalera interior. En la escalera de acceso se dispo­nen varias pinturas, entre ellos el retrato de Fernando VII y María Cristina, obra de Fernández Cruzado firmada en 1829 y un cartel para el car­naval de 1898, de Pastorino. 
Sala alta. En esta sala se recogen objetos relacionados con hechos de la vida local de los siglos XIX y XX, que se exponen en dos vitrinas. Por su interés artístico sobresale el relieve conmemorativo del centenario de la Constitución de 1812, realizado por Mariano Benlliure; también hay algunas porcelanas y medallas conmemorativas y un vaciado de las manos de José María Pemán, obra de Juan Luis Vasallo.
     Una galería de retratos de gaditanos ilustres y algunas esculturas completan esta sala. Entre estas últimas se exponen un relieve conmemorativo de la Exposición Obrera de 1923 y una alegoría de la Segunda República, ambos de J. Gargallo, y la maqueta del monumento al Marqués de Comillas, de Antonio Parera.
    Entre las pinturas destacan los retratos de Ma­nuel Freire y José Aymerich, de Fernández Cruzado, Segismundo Moret, por  Federico de Madrazo, el de Moreno de Mora (1908), por Salvador Viniegra, y los de la reina María Cristina y Alfonso XII (1897), Cayetano del Toro (1922) y Miguel Primo de Rivera (1929) por Federico Godoy (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El edificio donde se encuentra el museo está situado anexo al Oratorio de San Felipe Neri, y fue diseñado por Juan Cabrera Latorre en estilo neoclásico.
     Levantado sobre dos fincas adquiridas por el consistorio gaditano, encabezado por D. Cayetano del Toro en 1909, destaca sobre todo la fachada donde se aprecia la balconada o las pilastras adosadas en orden gigante. En el interior destaca la escalera estilo imperial que conecta las dos plantas.
     Se trata de un museo creado para la celebración del Centenario y en él se puede encontrar la mayor colección de obras y objetos relacionados con la constitución y guerra de 1812 destacando retratos de diputados, vistas del Cádiz de la época, caricaturas o armas de aquel momento, siendo inaugurado el 5 de octubre de 1912, aunque tuvo que ser cerrado tras la explosión de Cádiz del año 1947, reabriéndose en 1964. Tras algunos períodos de reformas, actualmente el museo esta sufriendo una profunda remodelación de sus instalaciones en vista de la celebración del bicentenario constitucional y de la guerra (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
      Bajando por Sacramento, hacia el oeste, se alcanza de nuevo la calle Sagasta. Entrando por ella, a la derecha, la primera bocacalle de la izquierda es Santa Inés. En ella se localiza este museo, inaugurado en 1912 por iniciativa del alcalde Cayetano del Toro para conmemorar el primer centenario de las Cortes de Cádiz. El edificio responde al proyecto de Juan Cabrera Latorre, quien diseñó una fachada neoclásica, en la que sobresale el gran balcón entre columnas jónicas de orden gigante. La escalera interior, de tipo imperial, es, igualmente, muy llamativa. Concebido como museo histórico, cuenta con una buena colección de objetos de diversa procedencia que ponen de relieve acontecimientos sustanciales vividos por la ciudad en los últimos siglos.
     En la primera planta destaca la sala de la Maqueta, en la que se ofrece una vista en caoba y marfil de Cádiz a finales del siglo XVIII, obra realizada por Alfonso Jiménez en 1777. Aquí están también la sala de Trafalgar, dedicada a objetos y personajes de este importante hecho histórico, y la sala de las Cortes, igualmente, con pinturas y motivos del momento. En la sala Alta de la misma planta se reúnen elementos relacionados con la vida ciudadana en los siglos XIX y XX, destacando una galería de retratos de gaditanos ilustres, sobresaliendo el de Segismundo Moret, por Federico Madrazo (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

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