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viernes, 21 de julio de 2023

Los principales monumentos (Iglesia de San Juan Bautista; y Convento de San Telmo) de la localidad de Chiclana de la Frontera (I), en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Juan Bautista; y Convento de San Telmo) de la localidad de Chiclana de la Frontera (I), en la provincia de Cádiz.
    Chiclana se localiza al sur de la Bahía de Cádiz en una zona llana muy próxima al mar. Aunque existen testimonios de presencia humana en la zona desde la prehistoria y frente a su costa se levantó el famoso templo de Hércules de la fenicia Gadir, la población actual surge en 1303. Fernando IV concede su término, segregado del alfoz de Cádiz, a Guzmán el Bueno, que levantó sobre un pequeño cerro junto al río Iro el castillo del Lirio, en torno al cual fue creciendo la población. Vivió un período de expansión muy importante durante los siglos XVII y XVIII a causa del desarrollo económico provocado por la intensa actividad del puerto gaditano y su relación con Cádiz fue muy estrecha, pues se convirtió en lugar de segunda residencia de numerosos comerciantes y también del obispo, circunstancia que ha sido determinante en la configuración de su patrimonio histórico. En las últimas décadas del siglo XIX el cultivo de la vid y la producción de vino experimentaron un gran auge y en 1876 recibió el título de ciudad. Originalmente el núcleo de población, muy reducido, se desarrolló en torno al pequeño cerro donde se ubicaba el castillo, pero durante los siglos XVII y XVIII, se vivió una etapa de gran expansión urbana que se extendió hacia la zona baja, buscando las riberas del Iro. En el siglo XIX hubo cierta expansión, pero será durante la segunda mitad del siglo XX cuando experimente un gran crecimiento que rompió en gran medida los esquemas tradicionales (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     La ciudad está situada en un llano, entre dos alcores nominados de Santa Ana y del Castillo de Iro. La cruza, dividiéndola en dos barrios, el río Iro; el de Sancti Petri la separa de la Isla de León. En las laderas de una pequeña elevación junto a la desembocadura del Río Iro, en su encuentro con las marismas, y ocupando parte de ellas. Salvo en la parte más antigua, las pendientes son muy suaves. Sus altitudes más significativas son: el borde del río, 10 m.; y la Ermita de Santa Ana, 56 m.
     La configuración urbana actual responde mayoritariamente a los siglos XVIII y XIX siguiendo su esquema urbanístico y sus construcciones los cánones arquitectónicos gaditanos.
     El Casco Antiguo está dividido en dos partes: La Banda, al norte; El Lugar, al sur, la parte del Casco que concentra más población, y con mayor altitud (22,5 m. , antiguo Castillo). El Casco Antiguo ocupa una posición central en el amplio y disperso Núcleo Urbano. Hay tres Zonas claramente diferenciadas en el núcleo:
     El caserío de Chiclana se fue configurando desde el siglo XV al XIX, correspondiendo al Barroco y Neoclásico su carácter urbanístico y arquitectónico. Numerosos edificios responden a una arquitectura popular unifamiliar (en los bordes del casco bodegas), pareja con la de los pueblos de la bahía de Cádiz. Suelen ser casas de dos plantas, articuladas a un patio de crujía central, generalmente cubierto por montera, que se distinguen por los herrajes en hierro forjado en ventanas, balcones, cierros, con guardapolvos de madera con sencilla decoración labrada y por los pretiles con volutas en las almenas de las azoteas. Se aprecia una armonía constructiva en las alturas, distribución y elementos decorativos de las fachadas y de los patios interiores.
     Los nuevos desarrollos urbanos se extienden hacia Noroeste, por borde costero y hacia el Noreste, por la carretera de acceso.
     El Casco Histórico de Chiclana de la Frontera conserva una serie de valores históricos, urbanísticos, arquitectónicos, artísticos y etnográficos que justifican su protección y declaración como Conjunto Histórico.
     Situada en el litoral de la costa gaditana, el punto de partida de la Chiclana antigua fue la edificación fenicia de un santuario en la Isla de Sancti-Petri. En el siglo XIV se construyó el Castillo del Lirio -hoy desaparecido- junto al río Iro, en el lado Este de la ciudad, en torno al cual surgió el primer núcleo urbano. A principios del siglo XV estaba prácticamente configurado el término municipal tal y como es actualmente. Su formación se hizo a costa de la desmembración de los terrenos cedidos a Cádiz por Alfonso X. En el siglo XVI había más de doscientas casas en torno al Castillo y a la vieja Iglesia de San Martín.
     El río actúa durante una buena parte de la historia como borde físico del núcleo urbano, así como la ladera de la colina donde se asentó el castillo, hoy separada del río por una carretera nacional que a su vez conforma otro límite. En el siglo XVIII, la villa se extiende hacia la parte baja hasta cruzar el río avanzando hacia el Norte y dando lugar a "La Banda", terminología popular con la que los habitantes distinguen esta zona de la de "El Lugar", que es la zona original del Conjunto Histórico al otro lado del río. En la morfología resultante de la evolución cronológica de la ciudad, el río ha ido marcando la pauta del crecimiento.
     Del siglo XVIII son las mejores muestras de arquitectura civil del municipio: La Torre del Reloj, el palacete del conde de Cinco Torres, la casa del conde de la Torre o las casas ya desaparecidas de don Alejandro Risso y don Antonio Mosti. Ya en el último tercio de este siglo, la vieja Ermita de San Sebastián, ubicada en "La Banda", se transforma en Parroquia y también es demolida la antigua Iglesia de San Juan Bautista para construir la actual, obra de Torcuato Cayón y Torcuato Benjumeda.
     El siglo XIX se inicia con grandes proyectos en marcha: La construcción de la carretera que une por tierra Cádiz y la Isla de León con Chiclana, la canalización del río Iro y la construcción del Balneario de Fuente Amarga, expectativas que se vieron truncadas, en parte por la epidemia de fiebre amarilla de 1800 y en parte por la ocupación de Chiclana por las tropas francesas desde 1810 a 1812. En 1876 el rey Alfonso XII concede a Chiclana el "título de ciudad" en vista de su gran desarrollo vitivinícola y bodeguero. Durante los siglos XIX y XX se completó el núcleo con un desarrollo rápido y en ocasiones mal entendido, como el que se produjo en los años setenta del pasado siglo (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).     
     Espléndida ciudad marinera, turística y salinera, productora de excelentes vinos, encla­ vada en el extremo oriental del Parque Natural Bahía de Cádiz y rodeada de esteros y de pinares.
Historia
     Los restos arqueológicos encontrados prue­ban el poblamiento del actual término municipal desde el paleolítico. Los fenicios debieron tener por aquí una de sus factorías de salazones, motivo por el cual erigieron un templo al dios Melkart en el islote de Sancti Petri, en el que hoy se encuentran los restos de un castillo del mismo nombre. El enclave quedó deshabitado tras la irrupción de los visigodos. Ante la falta de testimonios, se estima que, aunque en la época musulmana volviera a estar poblada, Chiclana debía ser un pequeño lugar sin mayor importancia. Un lugar, en cualquier caso, que el 15 de mayo de 1303 el rey castellano Fernando IV entrega en señorío al inefable Alonso Pérez de Guzmán, Guzmán el Bueno, quien procede a la fundación de la ciudad que ha llegado hasta el día de hoy.
     Durante el siglo XVI, gracias al descu­brimiento de América, la ciudad experi­mentó un notable desarrollo, basado principalmente en las exportaciones de vino y aceite a las nuevas colonias americanas. El 5 de marzo de 1811 tuvo lugar la batalla de Chiclana, también llamada de la Barrosa, en la que un ejército formado por españoles e ingleses venció a las tropas francesas del mariscal Víctor, consiguiendo de este modo el levantamiento del cerco de Cádiz capital. El siglo XIX asiste al nacimiento de tres de sus hijos más célebres: el político Juan de Dios Álvarez Mendizábal; el comediógrafo Antonio García Gutiérrez, y el torero Francisco Montes Reina, Paquiro, uno de los creadores del toreo moderno.
     En la actualidad, Chiclana es una ciudad moderna que tiene en el turismo y el ocio uno de los puntales de su economía, siendo los otros la industria y, en menor medida, la agricultura, con los cultivos de huerta y de la vid.
Gastronomía
     Los productos de la huerta se incorporan a la mesa chiclanera en unión de los del mar. Platos tradicionales son la berza chiclanera, los alcauciles con chícharos, las tortillitas de camarones y el pescaíto frito, aunque el más tradicional, que solía degustarse en la época del despesque o vaciado de las salinas para su limpieza, es la lisa a la teja, que consiste en una lisa -pescado de estero- asada con sapina o salicor -hierba de las salinas- y servida en teja.
     Un gran marisco es el langostino, más pequeño que el de Sanlúcar de Barrameda, pero de un sabor exquisito. Importantes son las chacinas, especialmente la butifarra y la longaniza. En repostería, famosa en la provincia, sobresalen las tortas de almendra de las Madres Agustinas Recoletas.
     Acompañante esencial de estos manjares es el vino. Chiclana pertenece al marco de la Denominación de Origen Jerez-Xeres-Sherry, produciendo excelentes finos, amontillados y olorosos, pero también un estupendo moscatel digno de la mejor mesa.
Artesanía
     Fama mundial tienen las muñecas de porcelana policromada, ataviadas con el traje andaluz, de la fábrica Marín. Actualmente, se trabaja también la cerámica vidriada de gres con diseños actuales en objetos cotidianos y de adorno.
Fiestas
     En febrero, el carnaval llena las calles de máscaras, de chirigotas y de alegría. El paso de las imágenes por determinadas calles antiguas de la localidad durante la Semana Santa resulta tan espectacular como sobrecogedor. En torno al 13 de junio, es la feria de San Antonio, actualmente la más representativa de la ciudad. En la noche del 23 al 24 de junio, San Juan, se queman los Juanes y Juanas mientras se consumen grandes cantidades de caracoles. El día de la Virgen del Carmen, 16 de julio, tiene lugar una colorista procesión marinera entre la Barrosa y Sancti Petri. El 26 de julio, la ermita de Santa Ana se alegra con el bullicio de una verbena y de los fuegos artificiales. El 8 de septiembre es el día de Nuestra Señora de los Reme­dios, patrona del pueblo. Y el día 1 de noviembre, Tosantos, los comerciantes del mercado convierten los puestos en un pre­cioso y graciosísimo teatro, hecho con los productos a la venta, mientras en las confiterías se degustan los conocidos huesos de santo.
Visita
     La ciudad se encuentra ligeramente reti­rada de la costa, unos 8 km. El río Iro parte actualmente en dos el casco antiguo, declarado Conjunto Histórico en 2004, dejando al lado izquierdo la zona conocida como El Lugar y a la derecha la de La Banda, ambas, hasta la expansión producida en el siglo XX, de calles estrechas y entrecruzadas, con plazas llena de sabor, propias unas y otras del urbanismo de sus orígenes.
     Llegando desde Cádiz, lo mejor es tomar la avenida de los Descubrimientos, cruzar el río por el puente del V Centenario y dejar el coche en las cercanías de la plaza de toros, ya en la avenida de la Dipu­tación, donde hay un aparcamiento público. Desde aquí, bordeando el río por Alameda del Río, se cruza el puente Chico y se entra en la calle San Agustín, en cuyo número 3 ha instalado el Ayuntamiento el Museo Taurino Francisco Montes Paquiro, interesante espacio en el que pueden contemplarse múltiples elementos relacionados con el mundo de los toros. Cerca de aquí, por Virgen del Carmen, está la plaza de Andalucía, amplia, señorial y, habitualmente, atestada de tráfico. A su lado, en la plaza de su nombre, se encuentra la parroquia de San Sebastián, edificio que fue evolucionando arquitectónicamente a partir de una ermita dedicada al mismo mártir hacia la mitad del siglo XVII. La fachada neogótica es actualmente la parte más llamativa de la construcción.
     Cruzando de nuevo el río, ahora por el puente de Nuestra Señora de los Remedios, se entra en la plaza de España. Desde aquí, bajando por Huerta y pasando bajo el arquillo del Reloj, se entra en la plaza Mayor, cuyo caserío muestra lo mejor de la arquitectura doméstica chiclanera. Sobre el arquillo se alza la torre del reloj, que, en su día, formó parte del edificio del Cabildo municipal. Al lado del arco se sitúa la parroquia de San Sebastián, suntuoso templo que tiene su origen en otro de 1510, cuya ampliación se inició en 1773, no concluyéndose, por diversas causas, entre ellas la guerra de la Independencia, hasta 1814. La fachada se abre en tres calles mediante pilastras jónicas. En la central, está la portada, con dos cuerpos, el inferior consistente en un vano de medio punto flanqueado por dos pares de columnas corintias, y el segundo formado por una balconada rematada en un frontón triangular. El interior tiene planta de cruz latina con tres naves de la misma altura separadas por arcos de medio punto sobre gruesos pilares. La capilla mayor se amuebla con un baldaquino bajo cuya cúpula aparece la imagen de San Sebastián, así como con una sillería de coro y, en la tribuna del muro frontal, un órgano, obra de 1817 realizada por Franz Xavier Riedmayer.
     La calle Santo Cristo lleva a la plaza del mismo nombre, en la que se levanta la ermita de la Vera Cruz, pequeño templo del siglo XVI muy reformado posteriormente. En el altar mayor se venera la ima­gen del Cristo de la Vera Cruz, un Crucificado muy querido por los chiclaneros, de cuyos campesinos fue patrono, hecho en pasta de yute y traído de México por el prócer gaditano Francisco de los Reyes. A su lado queda la Virgen del Mayor Dolor, imagen de candelero salida de los talleres de Génova en el siglo XVIII.
     La calle Blas Infante sube hacia la ermita de Santa Ana, uno de los lugares privilegiados de la ciudad, con preciosas vistas tanto del casco urbano como de las marismas. Al exterior, el edificio, de redu­cidas dimensiones, ofrece un cuerpo octogonal coronado por una cúpula de media naranja perforada por cuatro óculos para iluminar el interior y rodeado por un pórtico también octogonal, abierto a modo de logia con tríos de vanos de medio punto en cada cara. En su interior, de planta circular, se guardan las imágenes de Santa Ana y la Virgen Niña, grupo policromado de Doménico Giscardi. Por debajo de la ermita se encuentra el parque de Santa Ana, sereno jardín botánico con un amplio muestrario de especies vegetales.
     La calle Antonio Blandí lleva a la plaza del Retortillo, de la que parte Jesús Nazareno, que va hasta la placita en la que se alza el convento de Jesús Nazareno, de agustinas recoletas, fundación que data de mediados del siglo XVII. El edificio conventual se articula alrededor del claustro, hermoso espacio de dos plantas, con arquerías de medio punto en la baja y balcones en la alta. La iglesia muestra una fachada notable. En ella figuran las imágenes de San Agustín, a la izquierda, Santa Mónica, a la derecha, y Jesús Nazareno encima, en el ático. El interior lleva planta de cruz latina, con una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos, en cuyo laterales se abren capillas. Otra imagen de Jesús Nazareno preside el altar mayor, ésta de vestir, atribuida a Tomás Vadillo, quien debió tallarla a finales del siglo XVII. En el ático figura una muy buena Inma­culada, lienzo de Cornelio Schut. En el brazo derecho del crucero hay dos buenas imágenes contemporáneas, se trata de la Virgen de los Dolores y de San Juan Evangelista, realizadas por Francisco Buiza en 1971 y 1985, respectivamente, para la cofradía de Jesús Nazareno.
     Junto a la anterior placita está la calle Constitución, en la que se levanta el Ayuntamiento, construido en el siglo XX sobre el solar de la casa que fuera de Alejandro Risso. Esta calle enlaza con la de García Gutiérrez, que lleva a Artesano Pepe Marín, al lado mismo de la cual se descubre la graciosa espadaña de la parroquia de la Santísima Trinidad, perteneciente al convento de San Telmo, de frailes agustinos. El templo tiene tres naves separadas por arcos de medio punto sobre gruesos pilares con pilastras adosadas. En el altar mayor figura la Virgen de los Remedios, patrona de la villa, imagen del siglo XVI, vestida tan magníficamente que apenas se le ven las manos y la cara. Muy cerca de esta iglesia, en la calle Arroyuelo se encuentra el Museo Marín*, en el que se recoge un soberbio muestrario de las muñecas de porcelana que esta empresa viene fabricando desde 1928, realizadas total y exclusivamente a mano.
     Al tiempo que se camina, se descubren casas de gran suntuosidad, la mayoría datables en el siglo XVIII y pertenecien­tes a la nobleza y a la alta burguesía de la ciudad. Así la casa del Conde del Pinar, en la calle Fierro; la de los Vea Murguía, en la calle García Gutiérrez; los número 19 y 20 de la calle Constitución; o la 34 de la calle La Vega. Igualmente, son interesantes algunos de los edificios destinados a bodegas, como, por ejemplo, la de Vélez, en el número 3 de la calle San Antonio.
Alrededores
     A unos 7 km se localiza la playa de La Barrosa, extenso arenal dorado de 8 km de longitud, a lo largo del cual se suceden cuidadas urbanizaciones en las que no falta absolutamente de nada, incluido el campo de golf. En el arranque de la playa, entre el puerto deportivo y el pesquero, se encuentra el poblado de Sancti Petri, antigua aldea almadrabera de mediados del siglo XX, muy deteriorada, pero, al fin, en vías de restauración. Aquí hay también una piscifactoría marina, con un abundante producción de diversas especies. Puntos sumamente interesantes son también la loma del Puerco, próxima a la urba­nización Loma Sancti Petri, con magní­ficas perspectivas y en la que hay una torre vigía de finales del siglo XVI.
     Enfrente de la playa está el islote de Sancti Petri, en el que, sobre los cimientos del templo de Melkart, se ven actual­mente los restos de un castillo construido entre los siglos XVI y XVII.
     A unos 3 km, en dirección a La Barrosa, está el balneario de Fuente Amarga, cuyas aguas ofrecen buenos resultados para las enfermedades de la piel y de los huesos (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).  
      Ciudad marinera y campesina a la vez, productora de excelentes vinos, cruzada por el río Iro y rodeada de salinas y de pinares que constituyen los hitos más sobresa­lientes del paisaje.
Historia
     El término municipal de Chiclana estuvo poblado desde el Paleolítico. Los fenicios, fundadores de Cádiz, establecieron un importante santuario al dios Melkart en el islote Sancti Petri, que fue visitado entre otros por Aníbal y Julio César.
     No obstante, la ciudad como tal fue fundada por Alonso Pérez de Guzmán, marqués de Medina Sidonia, en 1303. Hasta el siglo XIX perteneció al señorío de Medina Sidonia. Desde el siglo XVI, con el descubrimiento de América y el papel cada vez más pre­ponderante que iba tomando la capital, la ciudad no ha dejado de crecer y de progresar. El 5 de marzo de 1811 tuvo lugar la batalla de Chiclana en la que las tropas espa­ñolas e inglesas vencieron a las francesas del mariscal Víctor, propiciando el levanta­miento del cerco de Cádiz.
Gastronomía
     Los productos de la huerta compiten con los del mar en la mesa chiclanera. Así, son platos tradicionales los alcauciles con chí­charos, las tagarninas al ajopollo, las tortillitas de camarones y el pescaíto frito, aunque el más característico de todos es la lisa a la teja, que consiste en una lisa -pescado de estero- asada con sapina -hierba de las salinas-y servida en teja. Todo ello regado con el vino de la tierra. Y como postre, las exquisitas tortas de almendra de las agustinas recoletas.
Artesanía
     Son famosas las muñecas de porcelana poli­cromada, ataviadas con el traje andaluz de la fábrica Marín.
Fiestas
     El Carnaval, en febrero, despierta gran entu­siasmo popular. Del 11 al 14 de junio se celebra la feria. El 26 de julio tiene lugar la rome­ría a la ermita de Santa Ana, cuyas campanas tocan las mocitas casaderas que pretenden buscar novio. El 8 de septiembre se celebra el día de la patrona de la localidad, la Virgen de los Remedios.
Vida urbana
     Cuenta con un buen equipamiento cultural, biblioteca, Conservatorio de Música, Archivo Histórico, Aula de Cultura, etc.
     En el barrio del Lugar, zona de predominio monumental, se sitúa el grueso del comercio y los bares y tascas que se visitan en invierno.
     En verano, el centro de la animación se tras­ lada a la playa de La Barrosa, espléndido lugar dotado con todos los medios para la diversión y el reposo.
Visita
     La ciudad se asienta sobre las colinas de San Sebastián, el Castillo y Santa Ana y se encuentra dividida por el río Iro en dos barrios tradicionales: La Banda, a la derecha, y El Lugar, a la izquierda.
     La ermita de Santa Ana, ubicada en uno de los puntos más altos del término, es uno de los edificios mas representativos. Data de la segunda mitad del siglo XVIII, es de planta ochavada y conserva en su interior la imagen de Santa Ana y la Virgen niña, obra de Domingo Giscardi.
     A pesar de las modernas construcciones con que se ha ido ampliando, la ciudad con­serva su estructura clásica andaluza, con bellos rincones y casas propias de la burguesía que le dieron tono a partir del siglo XVII. La iglesia parroquial de San Juan Bautista, en la Plaza Mayor, es de 1814 aunque fue cons­truida sobre las ruinas de un templo del siglo XVI, y es de estilo jónico compuesto, obra del arquitecto Torcuato Cayón. En su interior guarda obras de gran valor, como una imagen de San José atribuida a Montañés, otra de San Miguel de La Roldana y dos cuadros atribuidos a Zurbarán. El púlpito es de mármol de Carrara con piezas de alabastro.
     En la misma plaza se encuentra la torre de la Villa o arquillo del Reloj, que hace las funciones de campanario. La parroquia de la Santísima Trinidad, antes de San Telmo es de estilo barroco. Guarda una imagen muy notable de Jesús de la Humildad y Paciencia, atribuida a La Roldana y es muy interesante el churrigueresco retablo del altar mayor. La capilla de la Vera Cruz, del siglo XVI, el templo más antiguo de la ciudad, guarda la imagen del Santo Cristo, de origen mejicano. Esta imagen da nombre a la plaza en la que se levanta la capilla.
     El Ayuntamiento, en la calle Constitución, adaptación en 1927 de la antigua Casa de la Misericordia que había sido con anterioridad palacio de don Alejandro Risso, prócer genovés-gaditano, es uno de los más significativos ejemplos de casas palaciegas con que cuenta la ciudad.
Alrededores
     A 7 km se encuentra la playa de La Barrosa, extensión de 8 km de arenas finas y doradas, en la que Falla concibió su poema sinfónico La Atlántida. Frente a ella se levanta el peñón de Sancti Petri; en el que se conservan las rui­nas de un castillo del siglo XIII y en el que, cuando baja la marea, pueden verse restos de los cimientos sobre los que se asentó el templo del dios Melkart.
     A unos 3 km al sur de la población está el balneario de Fuente Amarga, de aguas sulfurosas para el tratamiento de afecciones reumáticas. Un tercio del término municipal se encuentra en el Parque Natural Bahía de Cádiz, formado por canales, esteros y salinas. Hay un servicio de navegación que permite la visita de los principales caños.
     En la playa de La Barrosa se encuentra el complejo turístico Novo Sancti Petri, con campo de golf y otras instalaciones deportivas (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

Iglesia de San Juan Bautista
     En la primera mitad del siglo XV se levantó, cerca del castillo, una iglesia dedicada a San Martín, que debió ser utilizada como sede parroquial hasta que en 1510 se comenzó a levantar el primitivo templo de San Juan Bautista. Poco se sabe sobre el aspecto de esta parroquia, cuya estructura seguiría los cánones tardogóticos habi­tuales en la zona. El crecimiento de la población obligó a plantearse, a mediados del siglo XVIII, una ampliación, cuyas obras se iniciaron en 1773, si bien algunos fallos en la estructura obligaron finalmente a su derribo total. El nuevo edificio comenzó a construirse en 1776, según diseño de Torcuato Cayón, quien concibió un templo realizado por completo en cantería y resuelto con ­majestuosas proporciones, que puede ser considerado como uno de los máximos logros del arte religioso gaditano de corte academicista. Tras el fallecimiento del maestro en 1783, fue su discípulo Torcuato Benjumeda el encargado de proseguir los trabajos, realizando nuevos planos en los que debió introducir importantes modificaciones de cara a la actualización del diseño, en conformidad con el creciente gusto por la austeridad clasicista.
     Las difíciles circunstancias políticas y económicas vividas durante la última década del siglo XVIII, fueron demorando la conclusión de los trabajos y cuando las tropas francesas entraron en Chiclana en  1810 quedaron paralizados, pasando la fábrica a ser utilizada como cuartel, lo que causó daños de importancia. Una vez concluida la guerra, y gracias al impulso de Antonio Pizano y del conde Maule, el templo pudo bendecirse en 1814, aunque todavía estaba inconcluso. Años más tarde se cerró la cúpula con un diseño muy modesto y las torres no llegaron a construirse.
     Presenta planta de cruz latina con tres naves de igual altura, por lo que se encuadra en el tipo de salón. La capilla mayor, profunda y con cabecera plana, está flanqueada por otras dos capillas ovaladas y tras ella se abre la sacristía. Las naves quedan separadas por medio de altos pilares de sección cuadrada en cada uno de cuyos frentes se adosa una pilastra jónica con capitel festoneado. Especial énfasis se ha puesto en el diseño de cierre de los pies, dividido en tres calles por pilastras jónicas, correspondiendo la central a la contraportada, mientras que las laterales presen­tan pórticos apilastrados y rematados por fronto­nes triangulares que dan paso a sendas capillas, sobre los que van vanos rectangulares. Sobre la cornisa tres arcos de medio punto, el central casetonado, repiten el ritmo de las bóvedas y albergan una tribuna corrida. En el crucero los testeros frontales presentan una estructura semejante, dando paso las portadas en este caso a las capi­llas ovaladas. Las bóvedas, íntimamente relacionadas con las que realizó Cayón en la Catedral Nueva de Cádiz, son vaídas y presentan una rica decoración que alterna los motivos circulares con los recuadros que en los brazos de crucero y presbiterio contienen rompimientos de gloria con grandes ráfagas. La cúpula es de líneas muy sencillas, si bien sus volúmenes responden a la idea original, por lo que completa armoniosa­mente el conjunto. En la sacristía se ha utilizado una gran bóveda esquifada con austeras decoraciones de fajas planas.
     La fachada principal, levantada bajo la dirección de Torcuato Benjumeda entre 1791 y 1797 está articulada en tres calles por medio de pilastras jónicas. Las laterales cuentan con dos cuerpos superpuestos; el primero enmarcado por un arco ciego de medio punto contiene vano rematado por frontón triangular y el segundo vano rec­tangular. La calle central alberga la portada, rea­lizada en piedra de martelilla, que consta de dos cuerpos, el inferior está centrado por el vano de acceso, rematado en medio punto y flanqueado por columnas pareadas de orden corintio. El segundo conforma una balconada que repite la estructura inferior, si bien en este caso está rematada por un frontón curvo. Corona la calle un gran frontón triangular en cuyo tímpano se sitúa un grupo escultórico realizado por Cosme Veláz­quez, compuesto por dos ángeles mancebos que portan un escudo. Las portadas laterales son estructuras sencillas rematadas por frontones.
     La capilla mayor fue concebida bajo el influjo jansenizante, por lo que carece del gran re­tablo tradicional, reemplazado por un templete a cuyo alrededor se dispone una sencilla sillería de coro. Preside el conjunto una amplia tribuna abierta en el testero donde se sitúa el órgano, cuya caja es una interesante obra rococó, de madera tallada y policromada de la segunda mitad del siglo XVIII. Bajo el órgano hay un pequeño lienzo ovalado que representa a San Juan Bautista, firmado por Franz Xavier Riedmayer en 1817. El templete responde al diseño realizado por Benjumeda en los primeros años del siglo XIX, si bien su ejecución parece algo más tardía. En su interior se conserva una talla policromada de San Juan Bautista que procede del convento de santo Domingo de Cádiz, obra de la primera mitad del siglo XVIII atribuible al escultor genovés Francisco María Galeano. Ante el tabernáculo hay una talla del Cristo crucificado también de escuela genovesa, realizado hacia 1750. Del mismo círculo, en este caso cercanos al estilo de Doménico Giscardi, son los ángeles lampareros que se fechan en torno a 1800. Junto a ellos cuelgan dos lienzos que representan a santa Catalina y santa Cecilia, obras sevillanas de hacia 1650 influidas por el estilo Zurbarán. El púlpito es obra genovesa realizada en mármoles de colores hacia el año 1700 y puede relacionarse con los trabajos de los hermanos Andreoli.
     La primera capilla del lado del evangelio es el sagrario de la parroquia y en su altar hay tres imágenes dieciochescas de pequeño formato, la Inmaculada y los arcángeles Gabriel y Rafael, todas ellas de escuela genovesa y fechables en torno a 1750. En uno de los laterales se sitúa un relieve del descendimiento de la Cruz en madera policromada, que formó parte del retablo realizado por Roque Balduque y Andrés Ramírez en 1552 para la capilla mayor del templo primitivo. La policromía actual fue realizada por Juan Gómez en 1606. Presenta las características propias de la obra de Balduque, con movida composición de inspiración manierista combinada con una dramática expresividad de tradición bajo­medieval. Los lunetos de esta capilla contienen algunos lienzos con escenas bíblicas que pueden relacionarse con los trabajos de Riedmayer.
     El testero del crucero contiene un retablo de madera, policromado a imitación del mármol, cuyo diseño deriva del realizado por Torcuato Benjumeda en 1805, aunque muy simplificado. Está presidido por una talla de candelero de San Francisco de Asís realizada en torno a 1700. La primera capilla del lado del evangelio tiene un retablo decimonónico en el que se ha situado un lienzo barroco que representa la apoteosis de santa Rosa de Lima, dinámica composición de finales del siglo XVII relacionada con la producción de Sebastián Gómez, el Mulato. El retablo que ocupa el tercer tramo también es de mediados del siglo XIX y contiene la talla policroma­da de San Antonio de Padua, cercana al estilo de Francisco de Villegas y fechable en torno a 1640. A este mismo autor corresponde la talla de San José que preside último tramo de la nave de la epístola, quien la concertó en 1630, si bien la policromía actual responde a una intervención dieciochesca. El segundo tramo contiene el reta­blo perteneciente a la V.O.T. de Servitas, obra en madera policromada a imitación del mármol que responde a los modelos de Torcuato Benjumeda. La titular es una talla de candelero de escuela genovesa realizada hacia 1750. Contemporáneas de la imagen son dos pequeñas tablas ovaladas que representan a santa Juliana Falconieri y San Pelegrín. A continuación se sitúa el retablo de San Miguel, también decimonónico, que contiene una imagen en madera policromada del titular, obra genovesa de hacia 1740 con rica policromía atribuible a Francisco María Mortola. Sobre ella hay un lienzo que representa el Sermón de la Montaña, firmado por González Lagos en 1857. El testero del crucero está ocupado por el retablo de la Virgen del Rosario, diseñado por Torcuato Benjumeda en 1805 y realizado en madera policromada a imitación del mármol. La Virgen es una talla de candelero que ejecutó en 1603 Alonso Benítez, si bien el Niño Jesús fue renovado en el siglo XVIII. Las coronas y cetro son del platero Agustín Díaz y se fechan en 1786. La capilla siguiente, gemela a la del sagrario, contiene la talla contemporánea de candelero de Jesús Cautivo, que realizó Miguel Láinez.
     En las dependencias parroquiales hay otras piezas de interés, entre las que cabe destacar las tallas de candelero de San Pedro y la Virgen dolorosa, de factura dieciochesca genovesa, una cruz de ébano con la imagen de Cristo crucificado pintada, de hacia 1800, y un lienzo sevillano del siglo XVIII con la Divina Pastora, muy cercano al estilo de Bernardo Lorente Germán. Conserva la parroquia un importante ajuar de artes suntuarias. Entre las piezas de orfebre­ría se cuenta un cáliz manierista fechable hacia 1600, si bien el grueso está compuesto por pie­zas del siglo siguiente. De hacia 1740 es un cá­liz de procedencia mexicana con base octogonal y rica decoración, mientras que otros cálices de plata lisa presentan punzones de Leiva, Espejo, Recio, Domínguez, etc. De Vicente Fajardo son unas crismeras y un juego de anforitas para los santos óleos y el ostensorio que se utiliza en la procesión del Corpus es obra mexicana realizada en 1790 con punzón del orfebre Moreno. Entre la colección de ornamentos hay un terno de terciopelo rojo bordado en oro y sedas a inicios del siglo XVII y un importante conjunto de tejido; del siglo XVIII (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     El templo se encuentra ubicado en la Plaza de San Juan Bautista. Presenta planta de salón con tres naves, la central más ancha que las laterales, y crucero. La cabecera de planta rectangular y dos capillas a ambos lados de planta oval. Todas las cubiertas están resueltas mediante bóvedas vaídas, situándose en el crucero una cúpula sobre pechinas, compuesta por tambor octogonal y cubierta de casquetes. Las naves se separan por medio de pilares cuadrados, con pilastras jónicas adosadas. A ambos lados de la Capilla Mayor se sitúan sendas capillas de planta elíptica articuladas por pilastras jónicas.
     Al exterior destaca la fachada principal, articulada en tres calles por medio de pilastras gigantes de orden jónico. En las laterales se sitúan arcos de medio punto, y vanos, rectangulares y circulares. La central, rematada en frontón triangular, alberga la portada principal. Ésta se compone de dos cuerpos flanqueados por columnas pareadas de orden corintio, rematándose el segundo por frontón curvo.
     La torre se sitúa aislada de la Iglesia, es de planta cuadrada con tres cuerpos. El primero alberga un arco de medio punto que da paso a la calle donde se ubica. El tercero es de planta octogonal, se articula mediante pilastras y se remata por casquete semiesférico.
     La iglesia actual fue construida en el último tercio del siglo XVIII y principios del XIX, según planos de Torcuato Cayón de la Vega, de estilo neoclásico. La torre presenta en general caracteres barrocos, propios de mediados del siglo XVIII.
     La Iglesia Mayor de San Juan Bautista de Chiclana es obra del arquitecto gaditano Torcuato Cayón de la Vega.
     Comenzaron las obras de esta iglesia en 1776, colocándose la primera piedra por el canónigo D. Andrés del Barco, comisionado por el Obispo de la diócesis Fray Tomás del Valle. La obra se financió a costa de los beneficios parroquiales y arbitrios concedidos por el rey. El templo se bendijo el 23 de Junio de 1814, y al día siguiente se celebró la primera misa.
     Por otra parte, la iglesia, aún sin terminar, fue utilizada por las tropas francesas como uno de sus cuarteles durante su estancia en Chiclana de la Frontera. Es un ejemplo de arquitectura religiosa que encuentra un nuevo uso en el contexto de la guerra (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Convento de San Telmo
     Los padres agustinos fundaron su convento de Chiclana en 1577 y se mantuvieron durante dos siglos en el antiguo hospital de San Martín, hasta que en 1778 se trasladaron definitivamente a su actual ubicación en San Telmo. No obstante, su relación con la ermita dedicada al patrono de los marineros data de 1735, año en el que el obispo de Cádiz la donó a los frailes para que los numerosos vecinos que iban poblando la zona tuviesen una asistencia espiritual más cercana. San Telmo había sido levantada a mediados del siglo XVII por una cofradía de mareantes, en un lugar cercano al embarcadero y astilleros existentes en el río. Tras llegar a un acuerdo con la cofradía, los agustinos emprendieron la construcción de una nueva iglesia más espaciosa y dependencias conventuales, conjunto que, con algunas transformaciones, ha llegado hasta nosotros. Para la culminación de estos trabajos supuso un gran apoyo el hecho de que desde 1765 este templo fuese sede de la parroquia castrense.
     De las dependencias conventuales aún se conserva el claustro, con arcadas de medio punto de enjutas labradas en la planta inferior, pero todo muy modificado por reformas posteriores, que incluso han ocultado los soportes. La iglesia es de planta de cruz latina con tres naves y cabecera plana y atrio a los pies. Las naves se separan por medio de pilares con fajas apilastradas adosadas, entre los que se abren arcos de medio punto. So­bre las naves laterales van tribunas en forma de balcones y el coro se sitúa en alto, sobre el atrio. Las cubiertas son de bóveda de cañón con lunetos en la nave central, crucero y presbiterio, lle­vando las naves laterales bóvedas de aristas. En el exterior predominan las líneas sencillas, destacando sólo la espadaña, que se levanta en ángulo a los pies del templo.
     El retablo mayor es obra barroca en madera dorada, que se fecha hacia 1740, si bien la calle central ha sufrido diferentes reformas posteriores que alteran sustancialmente su aspecto primitivo. Es de planta rectilínea y consta de un cuerpo dividido en tres calles por estípites y ático tripartito. Tanto el diseño como la ejecución delatan la mano de un maestro experimentado, posiblemente alguno de los activos en Cádiz du­rante aquellas fechas. El programa iconográfico ha sufrido importantes alteraciones y en la actua­lidad sólo alguna de las imágenes que lo ocupan son las originales. La hornacina principal está ocupada por la Virgen de los Remedios, patrona de la ciudad desde 1738, talla de candelero del siglo XVI. En una de las hornacinas laterales hay una talla de San José de escuela genovesa, fecha­ble a mediados del siglo XVIII y en el centro del ático se sitúa una imagen de San Telmo, a cuyos lados van las de San José y San Cayetano, obras genovesas de mediados del siglo XVIII. Ante las puertas que se abren en la zona inferior de las calles laterales se instalaron en 1778 dos credencias procedentes de la antigua sede de San Martín. Son obras en madera tallada y dorada de extraordinario diseño, que realizó Cayetano de Acosta hacia 1750. Sobre ellas dos cuidadas tallas de los arcángeles Gabriel y Miguel, obras genovesas contemporáneas de las credencias. También son esculturas de interés los lampare­ros, realizados hacia 1730, con airosa resolución, relacionados con la que presentan los que realizó José Montes de Oca para el convento de los descalzos de Cádiz. En el ámbito del presbiterio hay una talla de Cristo crucificado, que puede fecharse hacia 1960 y es obra de Luis Ortega Brú. 
     En los testeros frontales del crucero hay sendos retablos de formas academicistas similares, un  cuerpo flanqueado  por  columnas corintias pareadas y rematado por frontón curvo, cuyo di­seño puede atribuirse a Torcuato Benjumeda. El situado en el lado del evangelio es de mármoles de colores y pertenece a la cofradía de la Humil­dad y Paciencia. La talla del titular, que ocupa la hornacina, es obra barroca realizada en 1697 por Tomás Vadillos, según el modelo creado por Jacinto Pimentel para la cofradía homónima de Cádiz. El del lado de la epístola fue realizado en madera a imitación del mármol para la Virgen de los Remedios, si bien en nuestros días contiene a la dolorosa de las Angustias, que presidió originariamente el retablo mayor. La talla actual responde a importantes reformas llevadas a cabo en la segunda mitad del siglo XX. En los testeros principales cuelgan dos lienzos que representan a la Inmaculada Concepción y la apoteosis de San José, ambos de finales del siglo XVII y atribuibles a Sebastián Gómez, el Mulato.
     El primer tramo del lado del evangelio conserva un retablo de estípites fechable hacia 1740 y ocupado por un altorrelieve que representa la Coronación de la Virgen, obra genovesa contemporánea del retablo. A continuación se sitúa otro retablo de formas academicistas, realizado en madera jaspeada en el que se conservan algunas pinturas de pequeño formato relacionadas con el estilo de Domingo Martínez que representan a San Cayetano, San Juan de Dios y San Bruno. El tramo correspondiente al atrio de este lado del templo guarda una pintura popular del «Ecce Homo» y un lienzo de mediados del siglo XVIII que representa la Piedad, atribuible a Pedro del Pozo. En el lado de la epístola hay un retablo de estípites, fechable hacia 1740, con una pintura de la Virgen dolorosa en el ático. En el primer tramo de este mismo lado hay un retablo formado con elementos de acarreo, algunos de ellos rococó, que contiene a los lados las pinturas die­ciochescas de San José y santa Bárbara.
     A los pies de la nave central se sitúa un lienzo con la Virgen de los Remedios, interesante obra sevillana fechable en las primeras décadas del siglo XVII, mientras que la lámpara de plata, situada también en esta nave, es una importante obra mexicana, con los punzones de Fernández y González, que perteneció a la cofradía de la Humildad. En las dependencias conventuales se guardan algunas pinturas de interés de los siglos XVII y XVIII, entre ellas una Visión de San Agustín, de barroca composición, fechable a finales del XVII y una Virgen del Buen Consejo firmada por José de Páez en 1770. Entre las piezas de artes suntuarias cabe destacar las pertenecientes al ajuar de la Virgen de los Remedios, con corona y ráfagas de mediados del siglo XVII y bordados de inicios del XIX (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
          
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