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martes, 18 de julio de 2023

Los principales monumentos (Casa-Convento de la Almoraima; Castellar Nuevo; y Castellar Viejo) de la localidad de Castellar de la Frontera, en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Casa-Convento de la Almoraima; Castellar Nuevo; y Castellar Viejo) de la localidad de Castellar de la Frontera, en la provincia de Cádiz.
     La historia de esta población se remonta hasta la edad media, cuando formaba parte de la red de fortificaciones de los musulmanes, quienes la conocían como Al-Qasr. Por su carácter fronterizo estuvo alternativamente en manos de los musulmanes y de los cristianos. Éstos se hicieron con el dominio del castillo a mediados del siglo XV. Juan II concede el señorío de Castellar a Juan de Saavedra, en 1445. En 1539 es elevado al rango de condado en favor de Juan Arias de Saavedra. En 1764 acaba uniéndose a la casa de Medinaceli. 
     Castellar tiene una historia fragmentada en dos escenarios, el del castillo nazarí que encierra al caserío entre sus muros, y el del poblado de colonización construido en el llano, a varios kilómetros del primer asentamiento: Castellar Nuevo y Castellar Viejo.
     Otro valor patrimonial de Castellar es la docena larga de cuevas pintadas desde el Paleolítico superior. Entre las más destacadas se encuentra la del Cambulló, donde hay cérvidos pintados, así como las de los Maquis II y III, con figuras antropomorfas.
     Interesante es el molino del Conde que se ha fechado en el siglo XVI y aún conserva en parte sus antiguas instalaciones (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     Apenas a 7 km del barrio de la Estación de San Roque, a la izquierda, ya en el término de Castellar, se encuentra la casa­ convento de la Almoraima, construcción cenobítica mercedaria de principios del siglo XVII. Tras la Desamortización, el convento pasó al conde de Castellar, que era también duque de Medinaceli, quien, con las reformas pertinentes, lo convirtió en una finca de recreo. De la construcción original, quedó intacta la iglesia, aunque en la actualidad, todo el conjunto ha sido adaptado como establecimiento hotelero de alta categoría.
     Volviendo a la carretera, inmediatamente se alcanza el desvío a Castellar Viejo, también a la izquierda. A éste se llega después de un recorrido de 10 km por una carreterita ondulada y trepadora que ofrece preciosas vistas de la serranía. Bastante antes de alcanzar la meta, ya se ven en la distancia, sobre la cumbre, los altos muros almenados y las poderosas torres de la fortaleza en que la vieja población consiste. Una fortaleza que fue primero islámica y que, más tarde, los cristianos renovaron y potenciaron.
          El caserío se encuentra en su casi tota­lidad en el interior de los muros. Las callejuelas empedradas, de casitas de una planta, se van adaptando laberíntica­mente a la conformación del terreno y a las apreturas del reducido espacio, creando rincones inesperados de extraordi­narias singularidad y belleza. Declarado Monumento Histórico-Artístico en 1963, actualmente, la mayor parte del caserío forma parte de un hotel rural.
     Como quiera que la población ya no cabía en el interior de los muros y que su situación quedaba algo a trasmano, en tiempos de la dictadura franquista se construyó un poblado nuevo en el llano, Castellar Nuevo, población que no ofrece más que la curiosidad de ver cómo se concebía la arquitectura rural en la época y, en la iglesia, el Cristo de la Almoraima un sobresaliente Crucificado de los primeros años del siglo XVI hecho con pasta de madera (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).  
     Próximo a Algeciras se encuentra Castellar de la Frontera*, dividido en Caste­llar Nuevo y Viejo. Este último es Monumento Histórico Artístico desde 1963. Es un pueblo fortaleza del siglo XIII y de origen almohade, que no ha perdido su sabor medieval. Merece la pena acercarse hasta aquí y pasearse por el interior del recinto amurallado (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

Casa-Convento de la Almoraima
     El nombre de este enclave deriva de una torre vigía construida por los musulmanes en un promontorio próximo. Con el patrocinio del primer conde de Castellar se erigió en el siglo XVI un edificio primitivo, la ermita de Nuestra Señora de los Reyes. En 1603 la condesa de Castellar acogió con entusiasmo la solicitud de varios religiosos mercedarios para fundar en el desierto de la Almoraima un convento. Con su respaldo eco­nómico hizo posible el proyecto, que habría de situarse bajo la advocación del primitivo templo, Nuestra Señora de los Reyes. La orden mercedaria tomó en sus manos la ermita, que integró en el crucero de la nueva iglesia, y construyó alrededor el conjunto monacal en torno a dos patios adosados. De esta manera se mantuvo hasta 1839 cuando, tras la desamortización, quedó deshabi­tado y el duque de Medinaceli, también conde de Castellar, inició el pleito por su recuperación. Cuando a fines de siglo la casa ducal pudo dis­poner del convento, se llevaron a cabo las modificaciones necesarias para convertir el edificio en casa de recreo. Para ello se siguió la moda historicista con influencias de la arquitectura inglesa, centrándose las reformas en la fachada y la gran torre poligonal.
     La iglesia, sin embargo, permaneció intacta y conserva una sola nave abovedada, con dos capi­llas a modo de crucero, coro alto y sotocoro. El mobiliario quedó muy perjudicado por la presencia francesa en 1811, por lo que gran parte de las pinturas tienen otra procedencia.
     El retablo mayor es obra sevillana del primer tercio del siglo XVII, con la estructura propia de Alonso Cano, que rompe con la tradicional articulación de calles y cuerpos del tipo montañesi­no. Las columnas son de grandes proporciones y fuste liso que se retalla en su tercio inferior. Entre ellas se alojan las esculturas de San Antonio y San Lorenzo, talladas en las primeras déca­das del siglo XVIII y relacionadas con la escuela granadina. Los lienzos de San Pedro Nolasco y San Lorenzo, también son de esta época, sustituyendo a los que primitivamente completaron el programa iconográfico. La imagen de la Virgen de la Merced preside el altar y es una obra del siglo XIX, al igual que la Epifanía representada en el ático. En la misma capilla mayor un pequeño lienzo de escuela sevillana, de fines del siglo XVII, representa el sueño de San José.
     En el muro de la izquierda se abre la primera capilla, adornada con un retablo barroco del primer tercio del siglo XVIII, que preside el Cristo de la Sangre, que reproduce al Cristo de la Almoraima, venerado durante siglos en esta iglesia, pero que hoy se conserva en la parroquia de Castellar Nuevo. Las figuras acompañantes son contemporáneas del retablo y se han querido vincular con José de Mora.
     En la capilla que se abre enfrente, en el muro derecho de la iglesia, se aloja un retablo de estípites, realizado en el segundo tercio del siglo XVIII. Presenta una sola escultura moderna, de San José y ostenta en su coronación el escudo mercedario.
     Sin valor artístico, aunque sí documental, son los dos grandes lienzos que recuerdan el acto fundacional protagonizado por los mercedarios y la condesa de Castellar. Fueron pintados en 1777 por el desconocido José Pérez, reproduciendo los originales (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El germen edificatorio de la Almoraima son la citada torre defensiva medieval y la ermita de la Virgen de los Reyes establecida en 1526, santuario que quedaría integrado como capilla del monasterio al comenzar las obras tras su fundación en 1603. El edificio conventual que se erigió es de planta cuadrangular, a base de construcciones de dos alturas alrededor de un patio central porticado con arcos de medio punto sobre columnas en la planta inferior y ventanas en la superior. En el ala norte se dispone la iglesia, de traza rectangular, con una nave bajo bóvedas de arista que alberga un notable patrimonio artístico. Una espadaña de dos cuerpos con molduras y frontón distingue la capilla por encima de los tejados. Las importantes reformas realizadas en el siglo XIX se hacen patentes también en la fachada principal. En ella destaca un esbelto torreón neogótico de sillería y planta octogonal, coronado por un cuerpo superior con aires de pabellón profusamente decorado. Una inscripción en azulejería en el fuste de la torre indica la fecha de las obras de la fachada: 1865. El frente de fachada presenta dos alturas, con vanos apuntados de distribución simétrica y una galería adintelada sobre columnas que avanza en la planta baja. Un frondoso jardín, continuado por los bosques circundantes envuelve el caserío, de paramentos encalados con molduras y resaltes pintados de amarillo albero.
     Muy cerca de la casa- convento se halla la Torre y Casa Cuartel de la Almoraima, edificación en bloque de pequeño tamaño que en la última etapa de la finca se dedicó a la explotación ganadera y casa de guarda. De gran interés son sus orígenes históricos, que se remontan a una torre almenara musulmana, de base cuadrada, muros de metro y medio de espesor y una altura de catorce m. "según la descripción de Torremocha Silva", enmascarada a finales del siglo XIX al convertirse la torre en cárcel del cuartel de la Guardia Civil que se construyó a su lado. El torreón, cuya fábrica se oculta bajo capas de cal y cemento, mantiene la escalera interior de piedra y argamasa y se remata en terraza con una balaustrada añadida en la reforma. Por su parte, el cuartel desarrolla un bloque rectangular de dos plantas bajo cubiertas de teja, propio de la arquitectura militar decimonónica, bien construido, de composición regular, grandes huecos, cierros de forja, recercado de vanos, etc. La dedicación productiva del caserío en el siglo XX motivó el añadido de diversas piezas destinadas a almacenaje, configurándose un pequeño patio central. Las dos plantas del cuartel se transformaron en sendas viviendas. La nueva construcción, de menor calidad y con grandes pies de amigo, mantuvo el ritmo y diseño de huecos del cuerpo principal.
     La Vaqueriza se sitúa paralelamente al camino interno de la finca y es un edificio de estructura cerrada prototípica, cuadrada, con patio central y estancia exterior, pero adosada. La estancia, de grandes dimensiones, destaca como pieza singular por su buena factura y la originalidad de su trazado. Actualmente el núcleo en torno al patio está sin uso y la nave casi en abandono. Una serie de cercados, bien delimitados, circundan el conjunto. De 1894, fecha que figura en fachada, quizás sea la estancia y la pieza mayor del cuadrado (probable casa del vaquero), mientras que el resto debe ser posterior o bien está muy alterado.
     El Olivar es una construcción de mediano tamaño "quizás del siglo XVIII en atención a los rasgos estilísticos de su portada" surgida como caserío de olivar. Desaparecido este cultivo, la edificación fue muy transformada y ampliada para la explotación ganadera, dotándose de amplios corrales, almacenes y cobertizos hasta segregarse en dos núcleos muy cercanos. Entre las construcciones actuales no se reconocen vestigios de una torre contrapeso relacionada con un molino de aceite de tecnología tradicional, con prensa de viga, aunque la característica estructura en L, la portada señorial y las piedras de molino desperdigadas por las inmediaciones evidencian el origen olivarero del edificio primitivo.
     El conjunto denota una buena calidad constructiva, con gruesos muros de mampostería. La ornamentación se concentra en la portada de acceso al patio, testigo de la obra inicial, rematada por un frontón sobre hornacina central flanqueado por ménsulas sobre escudos heráldicos labrados en mármol.
     Al sur de la villa amurallada de Castellar se halla el conjunto de edificaciones surgidas en relación con la extensa finca de dehesa y monte de la Almoraima, considerada durante décadas "el mayor latifundio de Europa". La dilatada trayectoria de sus piezas, en las que se han entrelazado cometidos muy diversos "militar, religioso, residencial, ganadero, turístico," arranca de una torre almenara musulmana situada en el "desierto" de la Almoraina, área cubierta de una espesa arboleda explotada para la construcción naval en la Edad Moderna que permaneció despoblada durante siglos a causa de sus insalubres zonas húmedas "Madoz habla de "los sotos pantanosos de la Almoraima". En 1526, según detalla A. Torremocha en su estudio del municipio, el primer conde de Castellar mandó edificar en las cercanías de la torre una ermita dedicada a la Nuestra Señora de los Reyes, uno de los pocos focos habitados de los contornos. En 1603, un grupo de religiosos mercedarios descalzos obtendría de la condesa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, la cesión del lugar y su protección para la fundación de un convento, conocido con el nombre de San Miguel de la Almoraima, que pronto acumularía un cuantioso patrimonio de rentas y fncas. Fray Jerónimo de la Concepción da en 1690 la siguiente descripción: "Es Almoraima nombre arábigo, reliquia de la invasión de los Moros, como otros muchos, que aplicado a doze dehesas grandes y espaciosas, que rodean la Villa de Castellar, título de sus Condes, a quienes rentan un año con otro más de 20.000 ducados, dio también sitio oportuno al primero monasterio que tuvo la Sagrada Recolección de Nª Sª de la Merced". Junto con la huerta de Guadarranque, cedida en la donación original, el monasterio poseyó ricas propiedades en otros términos de la provincia, como Algeciras y Tarifa. En 1811 San Miguel de la Almoraima sufrió el saqueo del ejército francés, que expolió parte de sus obras de arte; entre 1839 se procedía a la incautación de sus bienes en el transcurso del proceso de desamortización. A mediados de siglo, Madoz se refiere ya a "la iglesia del suprimido convento de Mercedarios descalzos, titulado el Santo Cristo de la Almoraima, de propiedad particular, situado en la dehesa del mismo nombre, denominada también Santo desierto de la Almoraima". Puestos a la venta el edificio del convento y sus tierras circundantes, el duque de Medinaceli, heredero del condado de Castellar, reclamó su propiedad, logrando finalmente un fallo favorable en 1861. Los duques acometieron la remodelación del establecimiento monacal, "transformándolo en un lujoso palacete" en el que residían largas temporadas, sirviendo así mismo de pabellón de caza para acoger a los ilustres invitados que acudían a las famosas monterías de sus cotos. En 1890 se construyó incluso un apeadero ferroviario al servicio de la finca. Junto a la ermita y casa- convento reformada, se contaban además otras piezas de diversa funcionalidad y utilidad agropecuaria. En 1945 se hace cargo de la explotación la compañía corchera Almoraima S. A. Por último, en 1972 se produce la venta de la Almoraima, que una década después pasa a propiedad estatal, habilitándose el núcleo principal de la edificación para uso turístico como hotel (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Castellar Nuevo
     Construido por el Instituto Nacional de Colo­nización para acoger a la población del recinto medieval desde 1971. Como poblado de colonización se encuentra estructurado de acuerdo con un plan previo, persiguiendo la idea de orden y regularidad, pero también de inserción en un medio natural que el vecindario del antiguo poblamiento reclamaba.
     La parroquia del Divino Salvador se mimetiza con este paisaje de hormigón y de volúmenes y líneas de orden racionalista, en el que prevalece la función sobre cualquier otro planteamiento esteticista. Es un edificio de planta poligonal, luminoso y diáfano, en el que se impone el color del vitral que recorre el muro en su parte superior.
     No exhibe importantes piezas de escultura y pintura, pero hay que destacar el Cristo de la Almoraima, que proviene del antiguo convento del mismo nombre. Se trata de una obra del primer tercio del siglo XVI, elaborada en pasta de madera, muy reformado, con numerosos postizos y la policromía del XVIII. Entre las piezas de platería traídas de Castellar viejo destaca el cáliz neoclásico marcado en 1793 por los gaditanos G. DIAZ y CORTES, así como el copón del mismo estilo que podría tener la similar procedencia y está fechado en 1794 (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     Se trata del último de los pueblos construidos por el Instituto Nacional de Colonización, y muestra los efectos de la progresiva mecanización del campo, así como un refinamiento en el diseño resultado de la experiencia acumulada por su autor, José Tamés, al frente del INC. El proyecto, firmado por los arquitectos José Tamés Alarcón y Manuel Rosado Gonzalo, fue aprobado el 19 de julio de 1967 y adjudicado a la constructora COBALSA el 25 de agosto de 1967. Se desarrolló en dos fases, la primera se redactó en mayo de 1967 y la segunda en julio de 1969. Las obras se iniciaron el 30 de octubre de 1967, la fecha prevista para su terminación fue el 3 de abril de 1970, pero su inauguración se produjo el
26 de junio de 1972.
     Castellar de la Frontera es uno de los mayores pueblos de colonización construidos, y presenta rasgos interesantes en el tratamiento de las posibilidades de la manzana, así como en los efectos de paisaje urbano conseguidos a través de la combinación tipológica de viviendas y un especial cuidado en el trazado viario y el diseño de los espacios públicos, poblados de una abundante y variada vegetación.
     El centro cívico del pueblo queda definido por una línea de soportales a doble altura, que conectan entre sí los edificios principales (ayuntamiento, iglesia, biblioteca) y delimitan de manera cuidadosamente escenográfica el espacio público: los quiebros en planta de su trazado son muestra de ello, como también lo es el juego en sección con la topografía del terreno, que lleva a la introducción de un nivel de pasarelas que resulta especialmente interesante en las proximidades de la iglesia y en la definición de patios a doble altura.
     La iglesia, de planta hexagonal, constituye el hito de referencia del pueblo, confirmado por el campanario de hormigón armado que abstrae las formas tradicionales andaluzas. Se accede a la iglesia a tras franquear una puerta baja, cuya altura queda definida por la pasarela anteriormente mencionada y que toca los pies del edificio. Tras franquearla, se aprecia un espacio rotundo, iluminado a través de amplios paños de vidrieras. La zona del altar cobra un especial significado en planta rompiendo la geometría hexagonal e introduciendo un ábside de planta triangular. Una separación de un metro entre el hexágono de la nave y el triángulo del ábside permite la introducción lateral de luz hacia el altar. El altar está presidido por la imagen del Cristo de la Almoraima, talla del siglo XVII que fue trasladada a este emplazamiento con motivo de la finalización de la construcción del pueblo en 1973.
     El pueblo presenta un excepcional estado de conservación y las intervenciones realizadas han respetado generalmente su carácter, especialmente en lo referido a los espacios públicos.
     El núcleo originario de Castellar de la Frontera ocupa una posición geográfica privilegiada como punto de control territorial, aunque la misma topografía fue la que impidió históricamente su crecimiento extramuros.
     La construcción desde 1960 del embalse de Guadarranque, y la expropiación de la finca La Almoraima en 1967, fueron el origen de la construcción del pueblo de colonización, al que se trasladó la mayor parte del antiguo Castellar, así como el poblado industrial de Almoraima, situado a un kilómetro de distancia (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Castellar Viejo
 El antiguo recinto de Castellar, señorío de los condes del mismo título, nos devuelve la imagen de una pequeña ciudad medieval, cristalizada durante la dominación musulmana. El caserío colmata el interior del recinto murado, en cuyas paredes nacen y mueren las tortuosas calles de la población, con algunos adarves y sin una centralidad marcada, adaptadas a las irregularidades del terreno. La trama urbana se configura por el desarrollo a partir de las viviendas adosadas al muro de defensa, con un crecimiento orgánico y no previsto.
     El castillo formó parte del sistema defensivo del limes nazarí entre los siglos XIII al XV, enla­zando con otros puntos fortificados como Jimena, Gaucín y la portentosa masa de Zahara de la Sierra. El recinto militar se conserva en un buen estado, con la línea de murallas completas y una puerta en recodo. Nueve torres refuerzan los tramos y dos paños de barbacanas se disponen en los laterales suroeste y nordeste.
     El alcázar ha sufrido numerosas reformas y contribuye a reforzar la fachada norte, asentándose sobre la puerta de acceso y reforzado por dos de las torres de la muralla, una de ellas la del Homenaje.
     En el interior del recinto y embutido en el ca­serío se encuentra la antigua iglesia del Salvador. Una algorfa o pasillo elevado sobre dos arcos de medio punto la comunica con la residencia no­ble, para usarla como capilla particular de la familia propietaria. La iglesia fue edificada en el siglo XVII en el solar de la antigua mezquita, de la que no queda vestigio alguno. Es un templo de reducidas dimensiones, con una sola nave y cubierta de madera.
     El conjunto fortificado fue declarado Monu­mento Histórico Artístico por decreto de 24 de julio de 1963 (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El núcleo, en uno de los parajes más pintorescos de la provincia de Cádiz, está enclavado en un promontorio de piedra arenosa dura y estratégicamente situado entre los ríos Guadarranque y Hozgarganta. Sus altitudes más significativas son: el interior del Castillo, 238 m.; y el acceso por el norte, 244,0 m.
     La población conserva su trazado de origen musulmán, con calles angostas, tortuosas y en pendiente. La uniformidad y superveniencia de sus tipos arquitectónicos, unido a sus valores históricos artísticos y etnográficos, hacen al recinto amurallado de Castellar de la Frontera un conjunto único.
     El casco urbano, de reducidas dimensiones, presenta la particularidad de mantener su primitivo perímetro dentro del recinto amurallado. Su trama es típicamente medieval con estructura abigarrada sin ningún tipo de ordenamiento racional. Es una población que conserva su carácter musulmán; el conjunto de sus calles angostas, tortuosas y pendientes, con casas pequeñas y de diferentes formas, se ajusta al reducido terreno que permite su inclusión en un castillo roquero.
     El caserío se compone de viviendas unifamiliares típicas de arquitectura popular, de una o dos plantas con cubierta inclinada de teja árabe a una o dos aguas. Las fachadas no poseen salientes ni retranqueos y están encaladas, con guardapolvos o molduras en algunas de ellas. En ellas se abren vanos sencillos, que en ocasiones presentan forma de balcón. Las ventanas y puertas son de madera, con portillos en vez de cristales. La mayoría son de carácter unifamiliar, compuestas de una sala con cocina incluida, alcoba contigua y una o dos alcobas en la planta alta. Algunas poseen una cuadra. Las ventanas de la planta baja se protegen con rejas sencillas de hierro. En general la tipología corresponde a una arquitectura popular de carácter rural.
     Entre los edificios singulares, merece destacarse la Iglesia Parroquial del Salvador y el Ayuntamiento, con entradas desde la plaza mayor. La iglesia, de una sola nave, muy posiblemente se emplazó en el lugar de la antigua mezquita. Se sabe que su capilla mayor fue ejecutada por Juan Arias de Saavedra a principios del siglo XVII. En el siglo XVIII fue ampliada, desapareciendo la primitiva estructura bajo pesadas yeserías y bóvedas de cañón.
     En el camino de Castellar y junto a la muralla, al pie del castillo se construye en 1603 el convento de Mercedarios de la Almoraima, del que se conserva el gran claustro con arquerías de piedra y de orden toscano, junto a la Ermita de Nuestra Señora de los Reyes de 1562.
     El desarrollo de la historia en este núcleo poblacional es un elemento decisivo que contribuye a valorarlo, pues parte de la historia ha quedado inmortalizada en su imagen y conformación singular.
     Castellar de la Frontera fue uno de los eslabones de la cadena de fortalezas del reino nazarí, enlazando por el sur con la torre de Palmones y la bahía de Algeciras y al norte con Jimena de la Frontera. En ocasiones era cedida con otros castillos por los reyes de Granada a los benimerines como pago de su socorro contra los cristianos.
     Juan de Saavedra, alcaide de Jimena de la Frontera, tomó el castillo en 1434. Juan II concedió a Juan de Saavedra la alcaldía de la villa, dándosela más tarde en señorío. Conquistada de nuevo para el reino de Granada, volvió a ser conquistada, una segunda vez, por Juan de Saavedra que recobró su señorío, siendo heredado durante muchas generaciones por los Arias de Saavedra, a los que Carlos V concedió en 1539 el título de Condes de Castellar.
     El tronco de la casa pasó al ducado de Santistevan en 1654 y más tarde al de Medinaceli. A principios del siglo XIX y mediante pleito, los Marqueses de Moscoso obtuvieron la posesión de la villa, que volvió a los Duques de Medinaceli en 1852, junto con el término de la Almoraima, hasta hace pocos años.
     La construcción de la primitiva fortificación data de los siglos XIII y XIV, con estructura y detalles de torres y puertas característicos del reino de Granada. Aunque algunos elementos fueron añadidos más tarde. Entrando por el arco de la Villa, se encuentra el Alcázar o palacio del marqués de Moscoso, formando parte de la fortaleza y muy transformado. Los materiales empleados en este conjunto de fortificaciones son de mampostería con piedras más o menos labradas y regulares, y ladrillos en los arcos.
     A partir del recinto fortificado, la población se desarrolla en su interior, incorporando algunos elementos a la muralla, con la intención de comunicar las casas adosadas a ella, que son las que primero se desarrollan. La acumulación del caserío intramuros a través del tiempo se corresponde con sus orígenes tardomedievales (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Castillo. El Castillo de Castellar de la Frontera es una de las fortalezas levantadas en la frontera castellana por el reino nazarí de Granada. Conserva su recinto murado, la torre principal o del homenaje, nueve torres menores y una de las tres puertas que al parecer tuvo, puerta con arco apuntado de ladrillo encuadrado por otro rehundido, de forma de herradura muy peraltada, constituyendo todo ello una gran mole muy pintoresca y de notable valor arquitectónico.
     Situada en una gran altura rocosa entre dos ríos, dominando el Estrecho y el Peñón de Gibraltar, tiene como fondo un paisaje de belleza impresionante.
     El recinto amurallado, conservado íntegramente, se dispone formando un polígono irregular articulado según lienzos de muralla que corren entre torres, que en ocasiones van almenados. El acceso a la barbacana del norte se realiza mediante una torre albarrana, a continuación se sitúa otra torre en la que se abre una entrada formada por un arco apuntado que se enmarca en otro de herradura. Este acceso se resuelve según eje acodado. La entrada a la población se realiza por el llamado Arco de la Villa, rematado en medio punto.
     Adosado se encuentra el Alcázar, de planta poligonal, articulado según cubos cuadrangulares y lienzos. Sobre la Torre del Homenaje se ha dispuesto un mirador con dos frentes abiertos mediante doble arcada de medio punto sustentada por columnillas y cubierta a cuatro aguas. Sobre otro lienzo corre una galería de arcos de medio punto, separados por pilastras toscanas.
     Este conjunto fue levantado en el periodo Nazarí, si bien sufrió reformas posteriores, siendo la más reciente la de época barroca que afectó a la Alcazaba, construyéndose las galerías y mirador.
     La fortaleza de Castellar Viejo se alza sobre un cerro de empinadas laderas en pleno Parque Natural Los Alcornocales, entre los ríos Guadarranque y Hozgarganta, divisando el embalse del Guadarranque y los bosques de sus laderas, así como Gibraltar y el Estrecho, a las afueras del actual emplazamiento de localidad de Castellar de la Frontera, provincia de Cádiz.
     Como su nombre indica, esta fortaleza árabe construida en el siglo XIII se encontraba en una posición de frontera, defendiendo el reino de Taifas, de Algeciras. Fue antigua residencia de los Condes de Castellar.
     Se conserva en buen estado la entrada, con arcos de herradura, que daba paso al recinto, dentro del cual se cobija el poblado al amparo del castillo. Fue restaurado parcialmente en el año 1979.
     Es de propiedad privada. Pertenece a la casa de Medina Sidonia (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).  
Iglesia. La iglesia consta de sacristía, nave formada por dos cuerpos, baptisterio y campanario. El baptisterio corresponde a la mayor parte de la planta baja de la casa, también propiedad de la iglesia, con la que no mantiene comunicación por estar tabicada la unión entre ambos. Desde el baptisterio se accede al campanario.
     La estructura es de muros de carga con contrafuertes interiores, resolviéndose la cubrición con tirantes y tablazón de madera, ladrillo portante y tejas. Es una obra de líneas sencillas reconstruida en el siglo XVIII.
     Esta iglesia mantuvo su actividad hasta 1971, convirtiéndose mas tarde en sala de exposiciones (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
          
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