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martes, 4 de julio de 2023

Los principales monumentos (Museo provincial de Arqueología y Bellas Artes; Iglesia de San Antonio; e Iglesia del Carmen) de la localidad de Cádiz (VII), en la provincia de Cádiz


Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Museo provincial de Arqueología y Bellas Artes; Iglesia de San Antonio; e Iglesia del Carmen) de la localidad de Cádiz (VII), en la provincia de Cádiz.

Museo provincial de Arqueología y Bellas Artes
     Los orígenes del Museo de Cádiz se remontan al siglo XIX, cuando se crearon los denominados Museo Provincial de Bellas Artes, en 1852, y Arqueológico, en 1887, el primero para albergar las piezas artísticas procedentes de los conventos exclaustrados y el segundo para recoger los hallazgos arqueológicos, a raíz de la aparición del sarcófago antropoide masculino en la zona de extramuros de Cádiz. Actualmente, desde su unificación en 1970, cuenta con tres secciones, Arqueología, Bellas Artes y Etnografía.
     El edificio donde se ubica formó parte del Convento de San Francisco y fue adaptado en 1838 por Juan Daura, para instalar la Academia de Bellas Artes. A esta intervención pertenece el diseño de la fachada, de severas formas clásicas. En 1980 comenzaron a realizarse importantes obras de ampliación y remodelación, dirigidas por Javier Feduchi, proceso que aún no ha culminado, pues se prevé la apertura de nuevos espacios destinados a exposición .
Sección de Arqueología
Sala I. Prehistoria. Contiene piezas de diversos pe­riodos. El Paleolítico está representado por cantos de talla rudimentaria, procedentes del Aculadero  y bifaces achelenses de distintos puntos de la provincia. Del Neolítico hay piezas cerámicas, algunas con pintura a la almagra, decoración impresa o cardial, y elementos líticos tallados o pulimen­tados, procedentes en su mayoría de las cuevas de Benaocaz. De la última etapa del Neolítico es el valioso ajuar procedente del dolmen de Alberite (Villamartín), constituido por instrumentos líticos, ídolos betilos, un cristal de cuarzo y una paleta de piedra con machacador para ocre. Al Calcolítico y el Bronce corresponde diverso material lítico, cerámico y de metal, como puntas de flecha, cu­chillos, hachas, alabardas, brazaletes, ídolos placa y cilindro, etc. También se exhibe el ajuar de un dolmen de Alcalá del Valle. Varios paneles reproducen pinturas rupestres de la cueva del Moro, el Tajo de la figuras y Laja Alta en Jimena. Estas últimas, localizadas en Jimena de la Frontera, son un curioso testimonio de la llegada de los colonizadores orientales a nuestras costas.
Sala II. Gadir. Se dedica fundamentalmente al Cádiz fenicio-púnico, reflejándose diversos aspectos relacionados con la religión y ritos funerarios, vida cotidiana, industria y comercio. Igualmente se recogen otras muestras del impacto colonizador en la provincia, como las procedentes del Castillo de Doña Blanca, en la Bahía  de Cádiz, o de la Algaida en Sanlúcar de Barrameda.
     Son numerosas las piezas singulares que se exponen aquí; entre los  testimonios más antiguos de la presencia fenicia en la ciudad, se encuentran un askos sardo (siglo IX y primera mitad del VIII a.C.), cerámica tartésica decorada (siglos IX-VII a.C.), una jarra fenicia de engobe rojo con boca de seta, procedente de doña Blanca, una pequeña ánfora de Cádiz, ambas del siglo VIII a.C., y varias inscripciones fenicias sobre fragmentos de cerámica de los siglos VIII-VII a.C.
     El capitel protoeólico, procedente de la playa de la Caleta (siglos VIII-VI a.C.), es otra de las piezas más emblemáticas del museo, pues constituye el único elemento arquitectónico monumental localizado hasta ahora en la ciudad. Destacables son también las esculturas en piedra estucada de un guerrero (siglos VII -VI a.C.) y una divinidad femenina sedente (siglo III a.C.), o el grupo de cinco terracotas que representan divinidades femeninas (s. V a.C.).
     Los ajuares funerarios gaditanos, son muy nu­merosos, siendo los testimonios más antiguos va­rios vasos de alabastro, de origen egipcio, algunos de los cuales fueron reutilizados por los romanos, y que confirman la existencia de una necrópolis arcaica entre los siglos VIII-VII a.C. También forman parte de los ajuares una excelente colección de joyas con pendientes, anillos, colgantes y otras piezas, fechadas a partir del siglo VI a C, sobresaliendo un pendiente con divinidades egipcias, algunos collares de oro y coralina, anillos de piedra giratoria con entalles egipcios y griegos, dos arracadas de oro y varios amuletos con cabezas de divinidades egipcias. La cantidad y calidad de estas joyas y su paralelismo con otras, localizadas en el área de influencia gaditana, ha llevado a plantear la existencia de talleres locales. Otros objetos son de pasta vítrea y cerámica, como lucernas de pico, platos de barniz rojo, pisteros, uno de ellos con decoración pintada, ungüentarios, máscaras etc. Pieza interesante es igualmente un fragmento de placa de marfil que representa un león.
     Una vitrina se dedica a la necrópolis arcaica de Cádiz, con un vaso de alabastro egipcio del siglo IX, una pixis fenicia de la misma cronología, un conjunto de joyas con símbo­ los egiptizantes del siglo VI y un pequeño toro de bronce, ajeno al conjunto gaditano, que procede del Cerro del Prado, en San Roque. En otra vitrina se exponen piezas procedentes de un túmulo del siglo VIII a.C., localizado en la necrópolis de las Cumbres (Doña Blanca). Contiene pequeños vasos de alabastro, vasos de tradición indígena y orientalizante, así como otras piezas de engobe rojo fenicio.
     Completan la visión del mundo funerario una estela tallada en piedra con el símbolo de Tanit y los sarcófagos antropoides sicionios realizados en mármol blanco, fechados en el siglo V a.C. Los sarcófagos, uno femenino y otro masculino, son piezas de extraordinario interés al tratarse de los únicos localizados en Occidente. Están realizados en mármol blanco y reflejan una doble influencia; egipcia, por su concepción, y griega, por los rasgos estilísticos de sus rostros.
     El famoso santuario de Melqart-Hércules, en Sancti Petri, también ha ofrecido piezas de gran interés. Varios exvotos de figurillas egiptizantes de bronce (siglo VII a.C.) pueden identificarse con representaciones del dios Reshef o del propio Melqart. En la misma zona fue hallado un pequeño bronce, representando a Hércules, interesante original griego del siglo V a. C., que algunos autores identifican tam­bién como obra romana de comienzos del s. II d.C. De la punta del Nao, en la playa de la Caleta, donde es muy probable que se ubicara el templo dedicado a la diosa Astarté, Venus marina, hay numerosas piezas; entre ellas un thymiaterion, quemaperfumes de terracota con figuras egiptizantes en los ángulos, del siglo VII a. C y una serie de posibles exvotos, también de terracota, entre los que se cuentan una cabeza barbada egiptizante (siglo VI a.C.) y otra negroide, estatuillas oferentes, quemaperfumes y ánforas.
     El santuario de Monte Algaida, situado en la desembocadura de Guadalquivir y dedicado a Ve­nus, Lux Dubiae, el lucero de la tarde venerado por los marineros, recoge la mezcla de todas las influencias mediterráneas que las colonizaciones hicieron converger en nuestro territorio; así lo muestran algunos de los objetos expuestos, cerámicas, piezas de metal, un pendiente helenístico de oro, varias terracotas y un exvoto etrusco de bronce (s. VI a.C.), que representa una figura masculina recostada.
     El yacimiento del Castillo de Doña Blanca, cuya cronología abarca desde el siglo VIII al III a. C, está representado por varias piezas; urnas de cerámica globulares decoradas a bandas, cuencos, quemaperfumes, vasos, cuentas de alabastro y algunos objetos de bronce. Este yacimiento, pudo ser un enclave esencial para la difusión del comercio gaditano hacia el interior.
Sala III. Gades. Tras pasar la antigua Gadir a la órbita romana, en el 206 a.C., la ciudad, ahora Ga­des, vivió uno de sus períodos de mayor esplendor. Muestra de ello son los numerosos hallazgos, localizados sobre todo en su amplia necrópolis, algunos de los cuales se exponen en esta sala. Una muestra de distintos enterramientos nos ilustran sobre las tipologías y ritos de inhumación o incineración. Algunas vitrinas exhiben urnas cinerarias, entre las que destacan una realizada en mármol, con forma de crátera y varias de fayenza procedentes de Alejandría, que son las únicas piezas de su tipo localizadas en España. Otras vitrinas recogen diversas piezas de vidrio, cerámica, terracota, bronce y hueso, entre los que abundan las cerámi­cas de paredes finas, lucernas, algunos muñecos de terracota, bullae, amuletos y elementos de tocador. También se exponen algunas joyas.
     Dos enterramientos se exponen con su ajuar completo, por el valor excepcional de las piezas que lo componen. Al primero pertenecen dos cuencos con decoración pintada, delicadas piezas de vidrio y dos anillos con entalles. El segundo presenta un singular conjunto de piezas de cristal de roca y ónice, con representaciones zoomorfas y distintos vasos, que constituye un valioso testimonio del alto nivel económico  alcanzado  por los ciudadanos de la Gades romana. Junto a ellas aparecieron también dos alabastrones fenicios reutilizados, fechados en torno al siglo VIII a.C.
     Adosados a los muros de la sala hay aras, estelas y lápidas funerarias, cipos, pedestales, sarcófagos de piedra y plomo, dos leones guardianes de tumbas y restos arquitectónicos de un monumento funerario.
Sala IV. Estatuaria. Dedicada a la escultura romana, está representada por distintas piezas realizadas en mármol. Un emperador heroízado, posiblemente Adriano, procede de Sancti Petri. Varios togados, y algunas estatuas femeninas, tienen diversa procedencia; destaca entre ellos el localizado en Carteia, que muestra una cuidada ejecución en el plegado de los paños y la escultura colosal de Trajano, procedente de la basílica de Baelo Claudia, cuyo cuerpo es de escasa calidad, mientras que la cabeza, realizada en mármol italiano, muestra una cuidada elaboración inspirada en modelos de bronce. Los retratos de Livia, Druso y Germánico, encontrados en Medina Sidonia, son piezas de buena factura, procedentes de un taller local, fechadas en el siglo I d.C. También sobresale el fragmento de un retrato de Augusto, localizada en Carteia. Junto a estas esculturas hay algunos pedestales honoríficos y un ara mitraica.
Sala V. Comercio hispano. Un conjunto de ánforas de aceite, vino y salazón, piezas de plomo y cobre y cepos de anclas, evocan en esta sala la intensa actividad comercial desarrollada en la ciudad y su entorno durante la época romana.
Sala VI. Baelo Claudia. El importante yacimiento de Baelo Claudia está representado en esta sala a través de algunas piezas, entre las que se encuentran dos toscas representaciones de silenos en mármol, que decoraban el teatro, un pedestal honorífico en mármol, procedente del foro y una vitrina donde se exponen varias piezas de vidrio y cerámica sigillata gálica, una lápida votiva en mármol dedicada a Tisis y varias piezas de bronce, entre ellas una placa con la representación de un bárbaro, un fragmento de diploma militar y una dedicatoria a Isis.
Sala VII. Urbanismo romano. La última sala, dedica­da al mundo romano, recoge varias maquetas que nos ilustran sobre las ciudades y calzadas romanas de la provincia, la topografía de las antiguas islas gaditanas, el teatro romano de Cádiz y el trazado urbano de Baelo Claudia. Entre las piezas arqueológicas se exponen pedestales honoríficos y tres mosaicos, dos en blanco y negro con tritones, procedentes de la villa romana del Chorreadero en Paterna, y un emblema polícromo que representa el castigo de Marsias por Apolo, hallado en Cádiz. Destacan, por su singularidad, dos «grafittis» de faros romanos localizados en la factoría de salazones del Teatro Andalucía de Cádiz, que pueden representar el famoso faro de Gades, citado en algunas fuentes clásicas y medievales. Por último se expone también un sarcófago estrigilado, posible obra paleocristiana procedente de Carteia.
     Una vitrina recoge piezas del ajuar cotidiano de la casa romana, con pequeños fragmentos de pinturas murales, piezas de ajuar femenino, terracotas y algunos elementos de instrumental médico.
     En otra vitrina se exponen lucernas y figurillas de bronce, restos de terracotas, una pequeña cabeza de Eros en mármol y algunas inscripciones en bronce, como el tratado de hospitalidad de Iptuci.
     Anuncia la siguiente sala un capitel califal, localizado en los niveles de relleno del teatro romano de Cádiz, en el área de la medina islámica.
Sala VIII. Yazirat Qadis. Se dedica a las edades Me­dia y Moderna. La etapa musulmana se represen­ta por un conjunto de piezas halladas en la antigua ciudad de Beca, fechadas en los siglos XII y XIII, y una tinaja almohade para abluciones de Iptuci. A la Edad Moderna corresponden diversas muestras de cerámicas vidriadas y algunos objetos de uso cotidiano procedentes de navíos, localiza­dos en las labores de dragado de la Bahía.
Gabinete numismático
     Posee  el  museo una extraordinaria colección numismática, de la cual se expone una selección en esta sala. Las piezas abarcan desde al Antigüe­dad hasta la Edad Contemporánea y junto a las monedas se exhiben también algunas medallas conmemorativas. Destacan las piezas procedentes de Cádiz, donde se comenzó a acuñar en el siglo III a.C., hasta el s. I d.C., y un lingote de plata, fechado en 1687, procedente de las minas americanas.
Sección de Bellas Artes                                                                                                                                        Fundamentalmente acoge esta sección pinturas de los siglos XVI al XX, aunque también se exponen algunas piezas de escultura y cerámica.
Sala I. Siglo XVI. La pintura del siglo XVI está re­presentada por obras flamencas, italianas y españolas. De escuela flamenca son las tablas de la Virgen de la Leche, de Van Orley, un San Jerónimo penitente, anónimo de la primera mitad del siglo XVI, un tríptico atribuido a! Maestro de Amberes y las copias de un tríptico de van der Weyden y de un retrato femenino de Jan Van Eyck. Al manierismo florentino pertenece la Virgen con el Niño y San Juan, de Santi di Tito. El resto de las obras expuestas evidencian el influjo de Flandes e Italia en la pintura española del momento, que en ocasiones se debe a la presencia directa de maestros de aquella procedencia. Entre ellas destacan una Virgen de Belén de escuela hispano-flamenca, la Visitación, atribuida al maestro de Roda, la Coronación de espinas, de Alejo Fernández, el Descendimiento de la Cruz, de Pedro de Campaña, y el tríptico llamado «de la casa de Oñate», que es obra sobresaliente de Luis de Morales. Una tabla leonardesca, que representa a la Virgen con el Niño, está atribuida a Hernando de Llanos.
Otras pinturas. El rico avariento y Los israelitas en el desierto, pertenecen a Francesco y Girolamo Bassano, y dos cabañas son de Ignacio Iriarte, mientras que un Cristo crucificado es obra manierista de Oracio Borgianni.
Sala II. Zurbarán. Guarda buena parte de las pinturas realizadas entre 1637 y 1639 por este maes­tro para la Cartuja jerezana de Santa María de la Defensión, dispersas tras la desamortización. Para el retablo mayor, que levantó Alejandro de Saavedra y contó con un conjunto escultórico de José de Arce, Zurbarán realizó una serie de grandes lienzos de los que sólo se conserva en el museo el que representa La apoteosis de San Bruno, y los pequeños lienzos de los evangelistas, San Juan Bautista y San Lorenzo. Para el pasillo que conducía al sagrario, situado como es habitual en las cartujas tras el retablo mayor, realizó Zurbarán una extraordinaria procesión de santos cartujos, precedidos por dos ángeles turiferarios. Se trata de una magistral representación de los principios cartujos de silencio y oración, logrado a través de la austeridad compositiva y la expresividad de los personajes y el intenso claroscuro. Un lienzo con la Pentecostés, realizado hacia 1635, procede de la Casa de Contratación, donde presidió el oratorio. El que representa la Porciúncula, fechado en torno a 1630, procede del Convento de los Capuchinos de Jerez.
Sala III. Artistas del pleno barroco. Se centra en la obra de Murillo, sus discípulos, y otros autores barrocos españoles. Preside el ámbito la reconstrucción del retablo mayor del Convento de Capuchinos de Cádiz, conjunto iniciado por Murillo en 1682, poco antes de su muer­te, por lo que hubo de ser concluido por su discípulo Meneses Ossorio, que completó el lienzo central donde se representan los Despo­sorios de Santa Catalina y realizó la práctica totalidad del resto del retablo. También son de Murillo una Inmaculada, la Estigmatización de San Francisco y el «Ecce-Homo».
     Al círculo murillesco pertenecen un San José de Meneses Ossorio, la Coronación de la Virgen, que puede atribuirse a Pedro del Pozo, y una copia de la Virgen de la Faja, de Murillo, realizada por Alonso Miguel de Tovar. Igualmente son de escuela sevillana un San Patricio, fechado en 1666 y la Familia de San Juan Bautista, de cronología similar. Otras escuelas de la pintura barroca española están representadas por un lienzo de Alonso Cano, en el que figura la Aparición de la Virgen a San Félix de Cantalicio, realizado para los capuchinos de Sanlúcar en los años centrales del siglo XVII, y tres obras de la escuela madrileña, una Inmaculada de dinámica compo­sición y rico colorido de Francisco Rizi, fechable hada 1660, un retrato ecuestre de Carlos II, realizado por Juan Carreño de Miranda en torno a 1667-73 y la Presentación de Jesús en el Tem­plo, de Francisco Solís. Procedente del Convento de Capuchinos de Cádiz es el grupo escultórico, dónde aparecen los misterios dolorosos del rosario en torno a la Virgen, obra de escuela genovesa de la primera mitad del siglo XVIII, atribuible a Francisco María Galeano.
Sala IV. Barroco europeo. Se exponen aquí muestras de pintura barroca, pertenecientes a las escuelas flamenca, holandesa e italiana. De la flamenca sobresale el pequeño cobre, que representa a la Sagrada Familia, cuya calidad evidencia la intervención personal de Rubens. Al círculo de este autor pertenecen asimismo varios lienzos, un San Agustín entronizado entre los padres y doctores de la Iglesia, atribuido a Gerard Seghers, La adoración de los pastores, un San Jerónimo y un Cristo muerto sostenido por un ángel, obra inconclusa derivada del estilo de van Dyck. También de escuela flamenca es la tabla de la Adoración de los Reyes, atribuible a Frans Franck. Dos lienzos, con los bustos de San Pedro y San Pablo, enmarcados por guirnaldas de flores, son de escuela hispano­-flamenca y a la holandesa corresponden un Juicio Final, de Nicolaes Elias Pickenoy y una naturaleza muerta, firmada por Wilhelm Claesz Heda (1663), excelente muestra del bodegón barroco con contenido moralizante.
     La escuela Italiana está representada por dos lienzos de Lucas Jordán, San Miguel y el Ángel de la Guarda, obras de gran dinamismo, que reflejan el expresionismo barroco de este  artista; un lienzo, que representa a Santa Cecilia, de escuela napolitana, fechable en 1690 y otro con El Entierro de Cristo, atribuido al napolitano Fabricio Santafede. El cobre, que representa al «Ecce­ Homo», está atribuido a Ribera, como evidencia su ejecución, aunque sigue modelos de Guido Re­ni y Guercino.
     En la crujía del patio contiguo a la sala se ex­ponen un retrato de fray Juan de Pineda, de escuela española del siglo XVII, y otras obras, entre las que sobresalen las debidas a Lucas Jordán y Antonio del Castillo. Una vitrina contiene diversos azulejos holandeses, procedentes de la Car­tuja de Jerez. En la crujía siguiente hay algunas obras academicistas, con los retratos de Carlos III y María Luisa de Parma, de Antonio Carnicero y el retrato de familia de Adolf  Ulrik Wermüller.
Sala V. Neoclasicismo y Romanticismo. A Victoria Martín del Campo se deben una pequeña Adoración de los pastores, Psiquis y Cupido y un autorretrato. Entre las obras románticas destacan el retrato de familia del pintor Valeriano Domínguez Bastida Bécquer, una de las más logradas del romanticismo sevillano, el de Ignacio María de Álava, de Thomas Lawrence, los de Emilio Castelar y Concepción Castelar, de Antonio María Esquivel y el de María Josefa de Corte de Gargollo, de Fernández Cruzado. En una vitrina se recogen miniaturas, porcelanas y otros objetos de la época.
Sala VI. Pintura de Historia y Costumbrismo. Al primer grupo pertenecen las obras Espadachín y La Junta de Cádiz en 1810 (1867), de Ramón Ro­dríguez Barcaza, Don Juan de Austria visitando a Cervantes, de Eduardo Cano de la Peña, Acción de armas de los Gaditanos contra los moros en 1574, de Alejandro Ferrant y Julio César ante la estatua de Alejandro, de José Morillo Ferrada. Entre las pinturas costumbristas sobresalen una Cigarrera, de Gonzalo Bilbao, El Rosario de la Aurora, de García Ramos, Rendido del trabajo y Azotea gaditana, de José Pérez Siguimboscun, Quien supiera escribir, de Eduardo Vasallo, Patio de San Francisco, de Salvador Viniegra, y otras de Manuel Cabral Bejarano, Alejandrina Geesler, José Morillo, Luis Jiménez Aranda, etc. El busto en mármol de la Infanta Isabel de Borbón es obra de Mariano Benlliure, realizada en 1912, con basamento de bronce.
Sala VII. Primera mitad del siglo XX. Artistas gadi­tanos. Reúne obras de la primera mitad del si­glo XX. Entre las pinturas hay cuatro paisajes de Carlos de Haes, un óleo titulado Niña Campe­sina, de Eugenio Hermoso, una vista de Cuenca, de Aureliano de Beruete, un Autorretrato, de José Benedito, Figuras en un emparrado, de Joaquín Sorolla, Tres máscaras, de Gutiérrez Solana, Pareja en un Jardín, de Cecilio Plá y el retrato de Micaela de Aramburu, firmado por Ignacio Zuloaga en 1928, excelente obra que muestra la habilidad del autor para el retrato y un magistral manejo de los tonos azules.
     Entre los pintores gaditanos o vinculados a Cádiz se exponen las obras de Julio Moisés, Los seminaristas de Vich y el Retrato de Laureano Martínez de Pinillos; dos marinas son de Justo Ruiz de Luna y hay varias obras de Felipe Abar­zuza, Federico Godoy, Francisco Prieto y José Cruz Herrera. También se encuentra en esta sala un desnudo femenino, que representa a Gades, escultura realizada por Juan Luis Vasallo en 1948.
Sala VIII. Arte Contemporáneo. El arte contemporáneo está representado en el museo por un conjunto de obras que, en su mayoría, pertenecen a artistas de la provincia, con la excepción de un cuadro de Joan Miró, Peinture, realizado en 1950. Otras piezas corresponden a Pedro Simón, Antonio Pérez Vargas, Juan Gómez García, Lolo Pavón, Lita Mora, Manuel Caballero, Fernando Rubio, Antonio Rojas, Guillermo Pérez Villalta, Chema Cobo, Rafael Alberti, Costus y Hernán Cortés.
Sección de Etnografía
     La sección de etnografía muestra las piezas pertenecientes al teatro de marionetas gaditano de la Tía Norica, cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII.
     En ella hay diversos títeres y escenarios de las diferentes obras que se escenificaban (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     El Museo ocupa gran parte del edificio tardoneoclásico construido por el arquitecto Juan Daura en 1838 en parte del espacio de huertas del desamortizado Convento de San Francisco. El resto de esta superficie se mantuvo constituyendo la actual Plaza de la Mina. Posee una amplia fachada rectangular. Se trata de un sobrio edificio de corte clásico, formado por dos pisos y un ático. Los vanos de ventanas se alinean simétricamente; rectangulares en la planta baja protegidos con reja de hierro, con balcón de corto vuelo y barandilla de hierro en la segunda, y por último, cuadrados los del ático.
     Una cornisa separa el ático del resto de la fachada.
     La fachada se divide en ejes verticales ligeramente rehundidos, donde se abren las ventanas y balcones flanqueados por franjas blancas, formando una línea horizontal bajo la cornisa de separación con el ático. En el centro se abre una puerta adintelada que da acceso a las salas del museo.
     La última reforma arquitectónica supuso la intervención sobre dos espacios principales: el patio principal del edificio, y el patio de Trajano. El patio principal del edificio, de planta cuadrada y tres plantas de altura, se mantuvo cubierto por una montera, y sus galerías fueron incorporadas al recorrido expositivo del museo. Este patio se considera el corazón del edificio, y en sus cuatro galerías se abren cuatro vanos resueltos con arcos de medio punto. En busca de la máxima sobriedad, las fachadas del patio prescinden de toda decoración y se presentan íntegramente revocadas en blanco.
     El llamado patio de Trajano se sitúa en el lateral norte del patio principal, y constituye otro espacio singular del edificio. Su nombre se debe a la estatua del emperador Trajano que se sitúa centrada en el espacio a doble altura, bajo la ligera montera de vidrio y cerchas metálicas de sección variable que cubre el patio. El patio de Trajano tiene planta pentagonal, con el lado mayor a suroeste, lindero con el patio principal, ciego y revestido del mismo color ocre que envuelve el resto de paramentos. Perpendiculares a ese lado mayor, dos lados menores, uno ciego al sureste, y otro abierto en galería en sus dos alturas al noroeste. Entre esos dos lados perpendiculares, otros dos lados abiertos; uno en galería, y el otro ocupado por una escalera, completan la simetría de la planta.
     Los tres lados abiertos del patio de Trajano se resuelven con un pórtico liviano, soportado por perfiles metálicos de sección circular. Estos mismos perfiles resuelven también la estructura de soporte de la escalera, que queda caracterizada por la continuidad de una barandilla que se extiende como antepecho de la galería en la planta superior.
     Los orígenes del Museo de Cádiz se remontan al siglo XIX, a la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz. Posteriormente se crearon los denominados museos provinciales de Bellas Artes en 1852 y Arqueológico en 1887. El primero alberga las piezas artísticas procedentes de los conventos exclaustrados, y el segundo recoge los hallazgos arqueológicos, a raíz de la aparición del sarcófago antropomorfo masculino en la zona extramuros de Cádiz.
     El edificio alberga desde sus orígenes la Academia de Bellas Artes de Cádiz. Desde 1935, es sede también del Museo Arqueológico, que ocupó la planta baja del edificio. Actualmente, y desde la unificación en 1970 del Museo Arqueológico y el Museo de Bellas Artes, cuenta con tres secciones: Arqueología, Artes y Etnografía (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Ocupa el ala suroeste de la plaza de Mina y es un gran edificio de estilo neoclásico construido por el arquitecto Juan Daura en terrenos que pertenecieron también al convento de San Francisco. El origen de esta institución se remonta al año 1852, cuando se creó el Museo Provincial de Bellas Artes. Más tarde, en 1887, tras el descubrimiento del sarcófago fenicio mas­culino, se creó el Museo Arqueológico. En 1970 se unificaron los dos en un solo con­junto con tres secciones: Arqueología, Bellas Artes y Etnografía.
Sección de Arqueología. Ocupa la planta baja y dispone de ocho salas.
Sala I. Está dedicada a la Prehistoria. Se exponen materiales encontrados en enterramientos y en poblados pertenecientes al paleolítico inferior. Aparecen cantos tallados procedentes del yacimiento del Aculadero y objetos del periodo achelense recogidos en distintos puntos de la provincia. Muy interesantes son las piezas halladas en el dolmen de Alberite (Villamartín), todas ellas del neolítico.
     También son destacables las cerámicas y elementos líticos tallados y pulimentados localizados en las cuevas de Benaocaz. Hay flechas, cuchillos, hachas, brazaletes y distintos tipos de ídolos, entre otros materiales, correspondientes al cal­colítico y a la Edad del Bronce, así como el ajuar de un dolmen descubierto en Alcalá del Valle.
Sala II. Está dedicada casi en su totalidad al Cádiz fenicio-púnico. Es, sin duda, la sala más espectacular. Los objetos que en ella se muestran dan fe de las creencias religiosas, los ritos funerarios, la vida cotidiana, la industria y el comercio de los fundadores de la ciudad y de sus continuadores, los cartagineses. La cantidad de piezas sin­gulares que se exponen es extraordinaria. Entre las más antiguas, diversos utensilios de cerámica tartesios, del siglo IX a.C., una jarra fenicia del siglo VIII a.C. y un capitel protoeólico del mismo siglo. Hay un grupo de cinco divinidades en terracota del siglo V a.C., vasos de alabastro egipcios, joyas de distintos modelos, anillos, collares, arracadas, etc., fechadas en el siglo VI a.C.
     Las piezas más llamativas, no obstante, son los sarcófagos antropoides, mascu­lino y femenino, localizados, respectivamente, en 1887 y 1980 en la propia Cádiz capital; fenicios, realizados en mármol blanco y fechados en el siglo V a.C., son prodigiosas obras de arte de influencia egipcia, por representar al difunto en la tapa, y de estilo griego en lo que a la talla se refiere.
Salas III y IV. Están dedicadas a la Gades romana, aunque reúne materiales encontrados tanto en Cádiz capital, como en las localidades de estirpe romana de la provincia, como Baelo Claudia, Carteia o Medina Sidonia, entre otras.
     En la sala III, un conjunto de tumbas explican los ritos funerarios romanos, que incluían tanto la inhumación como la cremación. Entre las urnas cinerarias, llama la atención una crátera de mármol y varias de fayenza (loza fina esmaltada que empezó a trabajarse en la ciudad italiana de Faenza) originarias de Alejandría, únicas de este tipo localizadas en España.
     La sala IV reúne una importante colección de estatuas, presidida por la colosal de Trajano localizada en Baelo Claudia, de extraordinaria calidad escultórica, cuya cabeza fue tallada en Roma y el resto del cuerpo en la propia Cádiz.
Sala V. Dedicada al comercio, en ella se exponen colecciones de ánforas para aceite y para vino y una serie de elementos que prueban la intensa actividad marítima de orden comercial presente en la ciudad en tiempos romanos.
Salas VI y VII. Están dedicadas al urbanismo romano, reuniendo una variedad de elementos a través de los cuales se visua­liza la conformación de las ciudades roma­nas.
Sala VIII. Esta sala corresponde a la Cádiz musulmana. Entre los objetos en ella reunidos hay que destacar los encontrados en la antigua ciudad de Beca, así como dos preciosos jarrones de gran tamaño encon­trados en Iptuci (Prado del Rey). Esta misma sala tiene un apartado dedicado a la numismática, en el que se recoge una extraordinaria colección de monedas que se remontan a los orígenes de la ciudad.
Sección de Bellas Artes. Ocupa la planta primera, con ochos salas también, en las que se reúne una considerable muestra de la pintura española de los siglos XVI al XX, constituyendo en su conjunto una de las pinacotecas más interesantes de España. 
Sala I. Recoge lienzos y tablas del siglo XVI, de factura flamenca, italiana y española. Así, la tabla de la Virgen de la Leche, de Van Orley, pertenece a la primera escuela. La Virgen con el Niño y San Juan es florentina. Entre las españolas, destaca ampliamente el tríptico del Ecce Homo, conocido como de la casa de Oñate, cuyo autor fue Luis de Morales. Hay también, entre otras, una Coronación de espinas, de Alejo Fernández, y un Descendimiento de la Cruz, espléndido, de Pedro de Campaña. 
Sala II. Dedicada íntegramente a Zurba­rán, recoge tablas y lienzos pintados por el artista, en su mayor parte, para la Cartuja de Jerez.
Sala III. Congrega lienzos del barroco español, centrándose principalmente en trabajos de Murillo y de sus discípulos. Se encuentra aquí el retablo que el maestro sevillano pintó para el convento de los Capuchinos, en el que figura los Desposorios místicos de Santa Catalina, el último de los cuadros que Murillo pintó, hasta el punto que fue su discípulo Meneses Osorio el que tuvo que concluirlo. Especialmente interesantes son, asimismo, la Apa­rición de la Virgen a San Félix de Cantalicio, un gran lienzo de Alonso Cano; el Retrato ecuestre de Carlos II, pintado por Juan Carreño, y una Inmaculada Concepción de Francisco Rizzi.
Sala IV. Se muestra en ella pintura correspondiente al barroco europeo, principalmente de las escuelas italiana, flamenca y holandesa. Así, por ejemplo, la Sagrada Familia es un cobre de Pedro Pablo Rubens. Al holandés Nicolaes Elias Pickenoy pertenece el Juicio Final. San Miguel y El ángel de la guarda, entre otras, admirables, son del italiano Lucas Jordán.
Sala V. Esta sala reúne una buena colección de lienzos de pintores gaditanos incluidos en el neoclasicismo, estilo que, en todos los órdenes de la vida, se impuso en la ciudad en su momento de mayor esplendor económico, artístico y social. Encabeza el conjunto la pintora Victoria Martín del Campo, de la que se muestra un bellísimo Autorretrato, pleno de delicadeza y de serenidad, aspiraciones características de los clásicos.
Sala VI. Está dedicada al costumbrismo y al historicismo, dos inquietudes siempre presentes en el movimiento romántico. Hay muchas obras interesantes, por ejemplo, un busto en mármol sobre pedestal de bronce de Mariano Benlliure. Julio César ante la estatua de Alejandro, de José Morillo; El Rosario de la Aurora, de García Ramos; el Patio de San Francisco, de Sal­vador Viniegra; una Cigarrera de Gonzalo Bilbao, y el Retrato de familia, de Valeriano Domínguez Bécquer.
Sala VII. Esta sala custodia obras de la primera mitad del siglo XX. Hay una buena representación de conjunto, con lienzos como Tres máscaras, de Solana; el Retrato de Micaela Aramburu, de Zuloaga; una Vista de Cuenca, de Aureliano Beruete, o Figuras en un emparrado, de Joaquín Sorolla.
Sala VIII. Esta última sala acoge obras contemporáneas, con una dedicación especial a artistas gaditanos. El lienzo más representativo es, sin duda, una Pintura de Miró, de 1950, pero pueden verse también cuadros de Pérez Villalta, Lita Mora, Lolo Pavón, Pedro Simón, Julio Juste, Rafael Alberti, Antonio Pérez Vargas Chema Cobo, entre otros.
Sección de Etnografía. Se sitúa en la planta segunda del edificio y en ella están guardan como oro en paño los Títeres de la Tía Norica, con todos sus muñecos, telones y demás elementos propios de las representaciones, habiéndose reconstruido las escenas de las dos obras más antiguas: los Autos de Navidad y el sainete La Tía Norica. Estos títeres que, como se sabe, tienen más de dos siglos de antigüedad, constituyen elementos fundamentales de la cultura gaditana, no sólo popular, y son auténticas obras de arte que causarán, sin duda, la admiración y el gozo del visitante (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Iglesia de San Antonio
     Esta iglesia tiene sus orígenes en una ermita que existía en el mismo lugar, entonces denominado Campo de la Jara. El edificio actual se inauguró en el año 1669, aunque ha sufrido diversas reformas en épocas posteriores, siendo la de ma­yor entidad la llevada acabo a mediados del siglo XIX.
     Tiene planta de cruz latina con tres naves; la principal se divide en cuatro tramos por pilastras y sobre las laterales se disponen tribunas abiertas por medio de balcones, ocupando el tramo de los pies el coro, que se sitúa en alto. La cubierta es de bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones en la nave central y de bóvedas vaídas en las laterales, situándose en el crucero una cúpula semiesférica sobre pechinas, rematada por linterna. La fachada principal, abierta a la plaza de San Antonio, es de gran vistosidad por las dos altas torres que la enmarcan y responde en líneas generales a la reforma de 1858, si bien el último cuerpo de éstas fue realizado a mediados del siglo XX. Está centrada por una interesante portada barroca la­brada en piedra arenisca hacia 1730, que se divide en dos cuerpos, sustentado por columnas corintias el primero y salomónicas el segundo. Sobre el vano de acceso se sitúa una hornacina con imagen en mármol de San Antonio. Una profusa decoración complementa su estructura, que es obra original dentro del barroco gaditano, estrechamente relacionada con algunas obras de la escuela die­ciochesca sevillana localizadas en Ar­cos de la Frontera. La fachada, que se abre a la calle Zaragoza y corresponde a las dependencias parroquiales, se articula con fajas almohadilladas y grandes vanos ovalados y se corresponde con la obra realizada en el patio contiguo, que diseñó Fernando Ortiz Vierna en 1871.
  El retablo mayor, realizado en madera policromada imitando mármoles, es obra academicista del siglo XIX, y fue levantado en 1856 por Manuel García del Álamo, quien se basó para su realización en un diseño de finales del siglo XVIII, debido al arquitecto Martín Rodríguez. Se compone de banco, un cuerpo dividido en tres calles por columnas corintias de fuste estriado y ático. La hornacina principal está presidida por la imagen de la Virgen del Patrocinio y en las calles laterales se sitúan las de San Antonio y San Francisco de Paula, todas tallas policromadas relacionables con la producción de Pedro Roldán y pertenecientes al anterior retablo mayor, que ha­bía realizado Juan González de Herrera en 1679. El ático está ocupado por una talla dieciochesca de San Hiscio, a cuyos lados se sitúan las de San Servando y San Germán de igual cronología. En los paramentos laterales del presbiterio hay dos lienzos  decimonónicos  que representan a San Pedro y a San Pablo.
     En el lado del evangelio del crucero se encuen­tran los retablos de la archicofradía de la Columna, ambos de madera policromada. El que ocupa el testero principal es atribuible a Juan González de Herrera y se levantó en 1671. Está dividido en tres calles por columnas salomónicas, ocupando la hornacina principal la imagen del Cristo de la Columna, talla de madera policromada firmada por Jacinto Pimentel en 1660. La columna es obra mexicana de plata, realizada en la segunda mitad del siglo XVII.
     El retablo contiguo es una composición realizada a base de diversos elementos de otros anteriores y en él se sitúa la imagen de candelero de la Virgen de las Lágrimas, obra del siglo XVIII reformada  recientemente. En el primer tramo de este mismo lado, tiene un pequeño retablo barroco, de fines del siglo XVII, con mesa de altar de mármol, de origen genovés; en él hay dos tallas en madera policromada de San José y San Juan Bautista, atribuibles a Luisa Roldán. El tercer tramo aloja un retablo dieciochesco con el grupo escultórico de Tobías y el Ángel, de cronología similar, y la última capilla está ocupada por un altar neogótico con la imagen contemporánea de la Milagrosa.
     La capilla de los pies del lado de la epístola, que es la bautismal, se cierra con una reja de madera tallada y torneada, de la segunda mitad del siglo XVII y está presidida por el crucificado de las Aguas, obra italiana en madera policromada del siglo XVIII. La segunda tiene un retablo dieciochesco de estípites, en cuya hornacina se sitúa la imagen de San Francisco de Paula, obra de candelero del mismo siglo.
Capilla del sagrario. Se trata de un cuidado ejemplo del eclecticismo vigente durante buena parte del siglo XIX, que evoca en este caso modelos florentinos del quattrocento. Su construcción se inició en 1868, según proyecto de Fernando Ortiz Vierna. Tiene planta ochavada y se cubre por cúpula sobre pechinas, formada por tambor y media naranja. Los muros van cubiertos por taraceas de mármoles de colores, enmarcadas por pilastras del mismo material, que se decoran con grutescos.
     En los ochavos hay hornacinas, con las esculturas en mármol de los cuatro evangelistas y en la zona superior se dispone una serie de tondos que albergan un Vía-Crucis, cuyas estaciones son relieves de mármol blanco, que se han identificado con las que realizó, a inicios del siglo XVIII, Giaccomo Ponsonelli para el atrio del Convento de los capuchinos. Lienzos de motivos eucarísticos decoran las pechinas y arcos, mientras que la cúpula está cubierta por pinturas al fresco.
     El sagrario y la mesa de altar, que presiden el conjunto, responden a la estética neogótica. En el arco de acceso a la capilla se sitúa una lámpara rococó de plata y una reja de hierro fundido, con profusa decoración, cierra el ámbito de la capilla.
     En el testero principal, correspondiente al lado de la epístola del crucero, hay un retablo rococó de madera policromada, imitando mármoles, fechable a mediados del siglo XVIII y re­lacionado con la obra de Gabriel de Arteaga. La hornacina del banco contiene una talla de Santa María Magdalena de Pazzis, obra de factura italiana que fue titular de la antigua cofradía de florentinos, establecida en esta iglesia desde el siglo XVII. Ocupa la hornacina principal la ima­gen de candelero de la Virgen del Mayor Dolor, realizada hacia mediados del siglo XVIII y vinculable a la escuela levantina. El resto de las horna­cinas están ocupadas por tallas de diferentes san­tos Servitas, contemporáneas del retablo. En el muro frontal de este mismo ámbito del crucero hay un pequeño retablo de cronología similar al anterior, presidido por la imagen contemporánea del Corazón de Jesús, con tallas dieciochescas en los laterales. Sobre él se dispone un lienzo que representa la Oración en el Huerto, firmado por Antonio Gallardo en 1720.
     La nave central tiene un pulpito decorado con taraceas de mármoles, que es obra de mediados del siglo XVIII, al igual que su tornavoz, reali­zado en madera tallada y dorada. Las pilastras, que articulan los tramos de la nave, se decoran con lienzos de la misma fecha, representando arcángeles y la Trinidad. En el coro hay un órgano cuya caja está realizada en estilo neoclásico a me­ diados del siglo XIX.
     En el segundo tramo de la nave del lado de la epístola, se abre una puerta por la que se accede a la capilla del Patrocinio y patio, dependencias destinadas también al culto. Junto a la puerta de acceso hay un sencillo retablo de madera pinta­da donde se encuentra una imagen de la Virgen de la Soledad, dolorosa de candelero del siglo XVIII.
Capilla del Patrocinio. Fue construida en 1764 bajo la dirección artística de José Francisco Badaraco, a quién deben corresponder también las trazas del retablo. Tiene planta rectangular con cubier­ta plana y está presidida por un retablo rococó de movidas formas, con una talla de la Virgen titular, obra tallada en 1763 por Pedro Laboria y policromada por Bernabé Nicolás Fernández. En el lateral se sitúa un pequeño retablo, también rococó, con la imagen contemporánea del Beato Diego de Cádiz; los muros se decoran con varios lienzos de temas marianos, realizados en los siglos XVIII y XIX. En los pies de la capilla hay una talla contemporánea de Cristo Resucitado, realizada por Luis González Rey.
Patio. Fue reconstruido en  1871, según diseño de Fernando Ortiz y tiene planta cuadrangular con cuatro crujías, cuyos arcos de medio punto se sustentan por pilares ochavados de mármol. Fernando Ortiz Vierna diseñó también, en 1874, el retablo de mármoles de colores que preside el conjunto; alberga imagen de candelero del Nazareno de los Desamparados, popular talla dieciochesca, conocida popularmente como el «Cristo del Patio», que viste túnica bordada del siglo XIX y porta cruz de plata de la misma época. En otra pequeña capilla hay un retablo neoclásico con la talla de candelero de la Virgen del Carmen, obra del siglo XIX.
Dependencias parroquiales. En la sacristía hay va­rios lienzos de interés, entre ellos un Cristo crucificado de mediados del siglo XVIII, que imita modelos de Zurbarán; las Ánimas del Callao, obra dieciochesca de procedencia mexicana, un Niño Jesús dormido, del estilo de Cornelio Schut, y dos pequeños óleos atribuibles a Domingo Martínez. También se conserva un lienzo con la Trinidad, enmarcado por una estructura neoclásica de mármol, diseñada por Torcuato Benjumeda en 1798, que fue realizado a expensas del Ayuntamiento para situarlo en la fachada de la iglesia, como recuerdo de las predicaciones del Beato Diego de Cádiz.
     Otras dependencias guardan diversos objetos de interés artístico. Destaca la colección de artes suntuarias, con un terno completo bordado en oro sobre tisú blanco y otro en oro y plata so­bre terciopelo negro, varias casullas y dalmáticas y otras piezas sueltas de los siglos XVIII y XIX. La orfebrería cuenta con diversas obras de los mismos siglos, como la ráfaga rococó de la Virgen de la Soledad, un portapaz con la imagen del Salvador varios cálices y una custodia neoclásica. Algunas esculturas y lienzos completan la colección, entre ellos hay un crucificado de marfil, con cruz de ébano y plata, regalo del rey Carlos III a la parroquia, y un busto en madera policromada de la Dolorosa del siglo XVIII (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
      La iglesia de San Antonio se reconstruyó en 1858. Su hastial se remata en piñón flanqueado por dos torres de planta cuadrada con paramentos enfoscados y pintados. La torre se remata por un cuerpo de menor tamaño, con esquinas achaflanadas y pilastras que se cubre por chapitel. La portada barroca se compone de dos cuerpos. La puerta adintelada con la típica ornamentación de medios boceles quebrados sobre el dintel se flanquea por columnas lisas, mientras que la hornacina sobrepuesta lo hace con columnas salomónicas. Todo este conjunto va cobijado bajo cornisa saliente de perfiles curvos. En la primera planta del hastial y paramento lateral se abren huecos de estilo neogótico con columnas parteluz y en la segunda planta, rosetones polilobulados (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Ocupa parte del lateral oeste de la plaza de San Antonio, haciendo esquina con.la calle Zaragoza. La construcción data de 1669, aunque ha sufrido reformas poste­riores, la más importante hacia la mitad del siglo XIX. A la plaza muestra la fachada principal, separada en tres cuerpos por amplias cornisas, con dos esbeltas torres en los laterales y una portada de gran porte en la que se muestra la traza barroca del momento en que fue realizada, 1730. Ofrece dos cuerpos. El inferior presenta dos pares de columnas corintias estriadas sobre altos basamentos flanqueando el vano de acceso, un dintel orillado de molduras mixtilíneas y amplia decoración de hojarasca. El segundo cuerpo, rematado por un frontón mixtilíneo en el que se inscribe un óculo cuatrilobulado, lleva columnas salomónicas y, entre ellas, una hornacina con la imagen de san Antonio de Padua en mármol, con el Niño Jesús en brazos. El interior del edificio ofrece cierta complejidad. En primer lugar, está el templo propiamente dicho. Éste tiene planta de cruz latina, con tres naves, la central cubierta con bóveda de cañón con lunetos y las laterales con bóveda baída. En el crucero se alza una cúpula de media naranja con linterna y sobre pechinas. Balcones a modo de tribuna se abren a la nave central y en los pies, en alto, se encuentra el coro. El retablo mayor es del siglo XIX, concretamente, de 1856 y es una obra academicista armada por Manuel García del Álamo. Preside el conjunto la Virgen del Patrocinio, con san Francisco de Paula y san Antonio a cada uno de sus lados, imágenes que debieron salir, casi sin duda, del taller del sevillano Pedro Roldán. En este templo no cabe perderse los retablos situados en el brazo izquierdo del crucero, no por los retablos en sí, que no valen mucho, sino por las imágenes que contienen. En el primero está el Cristo de la columna, el Aguador, como, cariñosamente, le llaman los gaditanos, una magnífica talla de Jacinto Pimentel, quien la dio por concluida en 1660. La columna es algo posterior, aunque del mismo siglo, está labrada en plata y fue hecha en México. En el segundo retablo está la Virgen de las Lágrimas, talla de can­delero de autor anónimo, fechada en el siglo XVIII. Otra pieza notable se encuentra en el brazo derecho del crucero. Se trata de una imagen de María Magdalena, talla llena de sensibilidad realizada en Italia. En este mismo lado de la epístola, casi como un pequeño oratorio autónomo, se encuentra la capilla del Sagrario. Fue un añadido que le realizó al templo original hacia 1870 el arquitecto Fernando Ortiz Vierna, siguiendo el gusto ecléctico de la época, con una clara inspiración renacentista. Tiene planta ochavada y se cubre con una cúpula de tambor sobre pechinas. Pavi­mento y muros presentan mármoles polícromos, pilastras adosadas del mismo mate­rial y decoradas con grutescos suben por los paramentos, esculturas y tondos decoran hornacinas y paredes, y bellas pinturas, en lienzo y al fresco, cubren pechinas, arcos y cúpula. Junto a esta capilla, en este mismo lado derecho, una puerta y un pasi­ llo llevan hasta la capilla del Patrocinio, otro pequeño oratorio casi autónomo cuya fecha de construcción se remonta a 1764, siendo su autor Francisco Badaraco, quien hizo también el proyecto del retablo. En éste se encuentra la Virgen del Patrocinio que en 1763 tallara Pedro Laboria. Anexo a esta capilla se encuentra el patio, pieza que fue reconstruida por Fernando Ortiz en 1871, quien proyectó también el reta­blo de mármol polícromo que en él se encuentra y en el que figura la imagen del Nazareno de los Desamparados, más cono­cido corno el Cristo del Patio (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

Iglesia del Carmen
     La orden carmelita descalza contó, desde 1680, con un Convento en el término de Cádiz, ubicado en la Isla de León y en 1737 establecieron otro en el casco urbano. Seis años después comenzó la construcción de la iglesia, que se erigió sobre el emplazamiento de la ermita de la Bendición de Dios. Los trabajos se realiza­ron bajo la dirección del alarife José Bolaños, concluyéndose en 1762. En este templo se celebró el 19 de marzo de 1812 el solemne Te Deum, en acción de gracias por la culminación de la Constitución, que fue proclamada en la tarde de ese mismo día.
     Tiene planta de cruz latina de tres naves. La mayor se divide en cinco tramos, mediante pilastras toscanas, con tribunas en el crucero, situándose el coro en alto sobre los dos primeros tramos de los pies. La cubierta es de bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones en la nave principal y de aristas en las laterales, mientras que el crucero se cubre con cúpula semiesférica sobre pechinas. La fachada principal, una de las más características del barroco dieciochesco gaditano, se articula en tres calles, ocupando la central la portada, realizada en mármol y compuesta por dos cuerpos sustentados por columnas de capiteles jónicos decorados con guirnaldas. El conjunto queda enmarcado por un alto piñón, que se repite en el remate del hastial, decorado en esta ocasión por muretes y pináculos mixtilíneos. Las calles laterales se articulan mediante una superposición de pilastras toscanas pareadas y se coronan por sendas espadañas de profusa decoración, con estípites flanqueando sus vanos y movidas cornisas, que contrastan intencionadamente con la acusada traza geométrica de los cuerpos inferiores. A la fachada lateral se abre una portada de mármol de origen genovés, realizada a principios del si­glo XVIII, procedente de la ermita de la Bendi­ción de Dios.
     El retablo mayor se comenzó en 1766 y su autor es el tallista Gabriel de Arteaga. Los trabajos se prolongaron hasta 1774 y en 1782 se decidió transformar la calle central, permutando la situación del tabernáculo y el camarín de la Virgen. El dorado se realizó entre 1782 y 1785 y corrió a cargo del carmelita fray Antonio de San José. Tiene planta cóncava y consta de banco, un cuerpo y ático. El cuerpo se divide en tres calles por medio de columnas corintias de fuste estriado, decoradas con rocallas, que soportan un entablamento de movidas líneas coronado por arcángeles. La calle central está ocupada por un baldaquino de dos cuerpos; el principal alberga la imagen de candelero de la Virgen del Carmen, obra realizada por Jacinto Pimentel en 1638 y muy transformada a mediados del siglo XVIII. El segundo, que sirvió de manifestador, alberga un Niño Jesús de tradición montañesina. En las calles laterales se disponen las imágenes, en madera policromada, de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, dirigiendo sus miradas hacia el manifestador en actitud de adoración y en el ático hay un gran altorrelieve que repre­senta al profeta Elías en el carro de fuego. Todas estas esculturas son contemporáneas del retablo y responden  a las características de la escuela genovesa. En el testero del lado del evangelio del crucero hay un retablo rococó, tallado hacia 1758 por José Benítez Melón en madera dorada. La hornacina principal alberga el grupo escultórico en madera policromada de San José con el Niño Jesús, imagen dieciochesca de probable origen italiano, y en el ático se sitúa un relieve, que representa la Encarnación, obra de Gonzalo Pomar. El primer retablo de este mismo lado fue realizado en 1676 por Juan González de Herrera para la cofradía del Carmen, cuando residía en la iglesia de Santo Domingo, y trasladado a este emplazamiento en 1761. Presenta algunas reformas dieciochescas y lo preside la imagen barroca del profeta Elías.
     El resto de los retablos forma un grupo homogéneo que, por su calidad, puede considerarse uno de los conjuntos más representativos de la retablística barroca gaditana del período rococó. El situado en el segundo tramo del lado del evangelio está presidido por la imagen de candelero de Santa Eufrosina, contemporánea del retablo. En el cuarto tramo, a continuación de la puerta lateral, se sitúan las tallas de San Rafael y Santa Ana de origen napolitano. El último retablo de este lado está presidido por una Dolorosa, acompañada por San Juan y la Magdalena, tallas de candelero del siglo XVIII, disponiéndose en su banco un Cristo yacente, contemporáneo.
     En el lado de la epístola el retablo situado a los pies de la nave tiene en su camarín un Cristo Cautivo, de candelero, contemporáneo, mientras que las imágenes del Cristo de la Humildad y Paciencia y la Verónica, situadas en los laterales, son de mediados del siglo XVIII. El siguiente retablo lo preside un grupo escultórico de madera po­licromada que representa la Trinidad, obra del escultor dieciochesco genovés Domenico Giscardi. En el banco hay un Niño Jesús con cuna roco­có de la misma cronología. El tercero tiene una imagen contemporánea del Niño Jesús de Praga y a sus lados se sitúan las tallas dieciochescas de San Jerónimo y Santo Tomás. Ocupando el banco hay una pequeña imagen de Cristo atado a la Columna, del mismo siglo. En el segundo tramo hay un retablo, presidido por la imagen contemporánea de Santa Teresita, siendo el resto de las esculturas de mediados del siglo XVIII; tiene en la hornacina central una imagen en madera policromada de San Juan de la Cruz en éxtasis, contemplando a Jesús Nazareno, a cuyos lados van San Juanito y San Francisco de Paula y en el banco la Dormición de la Virgen, todas imágenes contemporáneas del retablo. En los laterales del banco hay dos dieciochescos relicarios de plata.
     El muro frontal del lado de la epístola del crucero alberga un retablo de compleja composición rococó, conteniendo en su camarín la imagen de candelero de Santa Teresa, con un relieve de la imposición del collar a la Santa en el ático. En la hornacina del banco hay una pequeña Inmaculada de madera policromada, que al igual que el resto de las imágenes es de cronología similar a la del retablo.
     En la nave mayor se encuentra el pulpito, pieza en mármol de origen genovés realizada a fi­nes del siglo XVII, decorada con relieves enmar­cados por columnas salomónicas y con tornavoz rococó de madera dorada.
     Los muros y arcos de acceso a las naves laterales guardan diversos lienzos dieciochescos, algu­nos con marcos rococó, estilo al que también responden los confesionarios. El cancel que cierra la puerta principal está decorado con taraceas y molduras de dibujos geométricos y es contemporáneo de la Iglesia.
Dependencias conventuales. Del conjunto con­ventual original aún se conservan algunas dependencias, entre las que destacan la capilla de Profundis, la sacristía y la escalera, todas construcciones realizadas a la vez que la iglesia.
     La primera se encuentra inmediata al lado del evangelio del crucero del templo y presenta planta rectangular, cubriéndose por bóveda de cañón.
     Está presidida por la imagen en madera poli­ cromada de la Virgen de Porta Coeli, talla die­ciochesca de excelente factura, que se ha relacionado con el escultor genovés Antón María Marragliano. La sacristía tiene una original bó­veda gallonada y la escalera, aunque de reduci­das dimensiones, presenta una compleja composición barroca, relacionable con la del Hospital de Mujeres. Entre las piezas de artes suntuarias cabe destacar un terno blanco, con ricos borda­dos dieciochescos, y dos crucificados de marfil.
Capilla de la cofradía del Carmen. Fue levantada por los cofrades del Carmen, para celebrar sus reuniones y guardar los enseres cuando en 1761 se instalan en este Convento, procedentes de Santo Domingo. Se trata de un espacio rectangular, cubierto con bóveda de cañón, al que se accede mediante una portada de baquetón mixtilíneo. La preside un retablo rococó de made­ra dorada, concertado con Manuel Geraldía en el año 1774.
     Su hornacina central alberga una talla policromada de la Virgen del Carmen, obra realizada por Domingo Giscardi en 1767, a cuyos lados van las imágenes de candelero de santos carmelitas, entre las que sobresale la de Santa María Magdalena de Pazzis, que talló Antonio de Escuda en 1725. La cajonería es obra de Juan de Andújar, realizada hacia el año 1776.
     La cofradía conserva algunas interesantes piezas de artes suntuarias, entre ellas las coronas dieciochescas de la Virgen, una custodia neoclá­sica de Vicente Fajardo y las vestiduras bordadas para esta misma imagen a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
     En las cercanías de este Convento se localiza la pequeña capilla del beato Diego de Cádiz, sen­cilla estructura neogótica levantada a inicios del siglo XX (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     La iglesia del antiguo convento de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa se encuentra ubicada al norte de la ciudad, justo en el límite del área de expansión urbana, frente al baluarte de la Candelaria de la muralla gaditana y frente a la bahía. El antiguo convento ocupaba una manzana completa, situándose la iglesia en el costado izquierdo del edificio.
     El templo tiene planta de cruz latina de tres naves, siendo la central más alta y ancha que las laterales, crucero y presbiterio con testero recto. Las tres naves se encuentran separadas mediante fuertes pilares cuadrangulares en los que apean arcos formeros de medio punto moldurados, sobre los que se establece en la zona superior un grueso muro que delimita a las tres naves. A los citados pilares se adosan anchas pilastras toscanas hacia la nave central, que coronan con un denso entablamento, conformado por arquitrabe moldurado, friso corrido con triglifos y saliente cornisa muy moldurada que reposa en una fila denticular. Sobre el citado entablamento se eleva un cuerpo, a modo de banco, con objeto de ganar altura, cuya cornisa actúa como línea imposta, sobre la que descansan los arcos fajones que sostienen la bóveda de cañón que cubre la nave central. En los lunetos de la citada bóveda se abren vanos rebajados cubiertos con vidrieras que representan el escudo de la orden.
     El púlpito se ubica en la nave central adosado al primer pilar del crucero del lado del Evangelio. Es de estilo barroco y está realizado entre 1676 y 1700 con mármoles blancos, rosas y negros de origen genovés. Cubre el acceso de la puerta principal o de los pies del templo un magnífico cancel de madera, compuesto de rico entramado de motivos de taracea, temas geométricos y de lacería. Data de la misma época de construcción que el templo y tiene planta poligonal, cornisamiento superior, cubrición abovedada y postigos en los laterales cuyos frentes se hallan decorados con una sucesión de estrellas de seis puntas. Las dos hojas de la puerta principal están decoradas con polígonos que forman grandes estrellas de ocho puntas, en las que se ubican en relieve, escudos de la orden y pequeñas estrellas. Termina en la parte baja con un zócalo acasetonado.
     En los dos tramos de los pies de la nave central se levanta el coro alto, compuesto de antepecho de balaustres de madera. Cada tramo de las naves laterales se cubre con bóveda de arista separada por arcos perpiaños que descansan sobre pilastras toscanas, adosadas a los pilares que separan las tres naves. Los muros perimetrales presentan también arcos apuntados que albergan retablos. Tanto las aristas de las bóvedas como los arcos se encuentran decorados con molduras que siguen su perfil estructural en cuyas claves de la cubierta forman estrellas.
     En el quinto tramo de la nave del Evangelio se encuentra un retablo realizado para la cofradía del Carmen cuando residía en la iglesia de Santo Domingo, hasta que en 1761 fue trasladado a este emplazamiento. El resto de los retablos que contiene la iglesia forman un grupo homogéneo que, por su calidad, puede considerarse uno de los conjuntos más representativos de la retablística barroca gaditana del periodo rococó.
     También en la misma nave, en el segundo tramo, se abre la portada lateral que da acceso al interior del templo. En ambos lados de la misma, y adosados a los pilares que flanquean este acceso, se encuentran dos pilas de agua bendita.
     En la cabecera de la misma nave, anexa a la capilla mayor, se encuentra la capilla de Profundis, de planta rectangular cubierta con bóveda de arista decorada con esquemática pintura mural. Cubre su testero un sencillo retablo neoclásico.
     También en el muro lateral izquierdo de la capilla se ubica una puerta de madera tallada entre 1743 y 1762, compuesta de una sola hoja decorada con motivos geométricos, destacando en ella una cruz central y una estrella de ocho puntas en la zona baja.
     El crucero se cubre de cúpula semiesférica sobre tambor circular y linterna superior. La cúpula se estructura con ocho gajos delimitados con pilastras molduradas entre las cuales se abren ocho óculos decorados con cartelas de perfiles mixtilíneos que descansan sobre pechinas, sostenidas por cuatro arcos torales y decoradas con tondos ovalados y moldurados compuestos de lienzos pintados al óleo que representan a Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Elías y San Ángelo Martín, realizados entre 1875 y 1900, ubicándose sus nombres en inscripciones, también pintadas, en pequeñas cartelas ovaladas situadas bajo las anteriores. Los dos brazos del crucero no sobresalen del rectángulo que forman las tres naves. En la zona superior de los muros laterales se abren sendas tribunas de estilo rococó abiertas mediante un balcón con baranda de hierro decorada con motivos vegetales y pintada de blanco.
     El presbiterio se encuentra a nivel más alto que las naves de la iglesia y tiene acceso desde la nave a través de una escalinata central realizada en mármol blanco. En la zona baja de sus muros perimetrales presenta un zócalo realizado entre 1733 y 1766 en mármol rosa en cuya línea superior alterna registros rectangulares con otros ovalados de diferentes colores, así como también el escudo de la orden carmelita. Cubre el testero el retablo mayor realizado en estilo barroco, comenzado en 1766 por el tallista Gabriel de Arteaga y cuyos trabajos se prolongaron hasta 1774. En 1782 se decidió transformar la calle central, permutando la situación del tabernáculo y el camarín de la Virgen. El dorado se realizó entre 1782 y 1785 y corrió a cargo del carmelita fray Antonio de San José.
     En cada uno de los muros perimetrales del presbiterio se abre un acceso que comunica, a la izquierda con la capilla de Profundis y a la derecha hacia un recinto desde donde parte la escalera conventual. Los dos vanos están cubiertos con puertas de madera tallada de una hoja, adinteladas, cuyas jambas, dintel y remate superior están realizados en mármol oscuro. Las puertas presentan decoración de motivos forales en el centro y en el dintel moldura mixtilínea coronada con frontón partido, pináculos laterales y copete central. En la zona superior de los citados muros y sobre las dos puertas descritas se ubican tribunas de estilo rococó, realizadas en madera tallada y dorada. Se componen de un antepecho calado de base bulbosa y perfiles mixtilíneos en cuyo centro se sitúa, inserto en un círculo, el escudo de la orden carmelita. Corona el conjunto una cornisa movida dispuesta con tres molduras y un motivo decorativo central.
      Separa la iglesia y sacristía del antiguo convento una galería cubierta con bóveda de cañón, dispuesta longitudinalmente en el lado derecho del muro de la Epístola de la iglesia. A ella se accede desde el exterior por la calle Carmen, asimismo comunica con el brazo derecho del crucero, sacristía, capilla del Carmen, escalera de acceso al antiguo convento y con la Capilla de Porta Coeli.
     La sacristía, que se ubica tras la cabecera del presbiterio, tiene planta rectangular cubierta con una original bóveda de abanico que descansa sobre voluminosas repisas, adosadas a los muros perimetrales y decoradas con motivos de yeserías de formas bulbosas. Entre las piezas artísticas conservadas en la sacristía destaca un aguamanil de estilo barroco, tallado en mármol rojo y blanco entre 1701 y 1800. Consta de una pila de mármol blanco de perfil mixtilíneo y borde moldurado que descansa sobre un esbelto pilar compuesto con cuatro columnillas, tras el cual se sitúa una cartela ovalada también de mármol adosada al muro. Sobre la pila se levanta un decorativo frontal de mármol rojo veteado con elementos decorativos en mármol blanco, flanqueada por columnas salomónicas y coronadas con ángulos de frontones.
     En el centro de este frontal se abre una pequeña hornacina avenerada, donde se ubica una imagen de la Inmaculada, ambas en mármol blanco, debajo de la cual se encuentra el aguamanil compuesto de un volumen mixtilíneo de mármol blanco muy ornamentado con tallas de flores y mascarones donde se ubican los grifos. El conjunto queda coronado por un remate piramidal sobre trozo de frontón, a manera de copete, del que pende un pinjante y una tarja con el escudo de la orden.
     La capilla de la cofradía del Carmen se ubica frente a la sacristía y tiene acceso a través de la galería existente entre la iglesia y el antiguo convento. Fue construida por los cofrades del Carmen para celebrar sus reuniones y guardar los enseres, cuando en 1761 se instalan en este convento procedentes de Santo Domingo.
      La escalera que da acceso a las dependencias conventuales está formada por seis tramos dobles con mesetas centrales cubiertos con bóvedas gallonadas. El muro frontal del arranque y los ángulos de las bóvedas que cubren los tramos presentan yeserías policromas decoradas con motivos vegetales y de lazos de composición rococó, así como una tarja con motivos en forma de "ces" coronada con una flor, tornapuntas y rocallas con flores. Así mismo, los diferentes tramos de la escalera están decorados con un zócalo compuesto de una banda doble de azulejos de color blanco con decoración azul de tipo holandés de "Delft", representando en el interior de un círculo escenas de caza, temas figurativos, arquitecturas, animales y flores esquematizadas. El panel de azulejos tiene forma inclinada en los tramos de subida y horizontal en las mesetas. La caja de escalera se cubre con bóveda oval.
      En el brazo del crucero del lado de la Epístola se encuentra la portada de Porta Coeli que da acceso a la galería que separa al templo de la zona conventual. Está realizada en mármol blanco sobre plinto de mármol rojo. Consta de un vano adintelado en cuyo dintel muestra la inscripción "Porta Coeli", coronada con el anagrama mariano, y rematada con saliente cornisa que sirve de base a una tribuna situada en la zona superior. En el muro frontal y también con acceso desde la galería citada, se abre la capilla de "Porta Coeli". Tiene planta rectangular de dos tramos cubierta con bóvedas de cañón separadas por arcos fajones moldurados que descansan en repisas molduradas, situadas sobre pilastras adosadas a los muros perimetrales. Las claves de las bóvedas están decoradas con florones de madera tallada y dorada de los que cuelgan lámparas de cristal. Preside el testero la imagen en madera policromada de la Virgen del Carmen, de "Porta Coeli", talla dieciochesca de bulto redondo y de excelente factura, realizada por el italiano Francesco Galleano.
      Presenta a la Virgen sobre una peana, a sus pies una nube con dos angelotes y un querubín, su brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús con actitud de abrazar a la Virgen y el derecho levantado portando en la mano un escapulario y un cetro dorado.
      El exterior de la iglesia presenta tres fachadas, estando ubicada la principal a los pies de la nave frente al baluarte de la Candelaria de la muralla gaditana, situada en la avenida de Marqués de Comillas. El primer cuerpo de esta fachada está realizado con sillería de piedra ostionera y gran parte del resto de la misma con placas de mármol. Es una de las fachadas más características del barroco gaditano. Se estructura mediante alzado de tres cuerpos delimitados por impostas molduradas y con tres calles que reflejan al exterior la disposición interna de las naves. En la calle central, de mayor anchura, se ubica la portada principal, mientras que las laterales se estructuran mediante superposición de pilastras pareadas y se coronan por dos espectaculares espadañas, a modo de torres laterales.
     La portada principal, construida en 1763 por Manuel Rosato. Está realizada con mármoles grises y blancos jaspeados. Se ubica en la calle central de la fachada de los pies y se eleva hasta el tercer cuerpo quedando delimitada por un agudo piñón triangular. Es de dos cuerpos; en el primero, se abre un vano adintelado moldurado, con cartela decorativa en la clave, flanqueado con dobles columnas sobre altos pedestales cuadrangulares y capiteles jónicos decorados con guirnaldas que soportan un entablamento de saliente cornisa superior, coronada con jarrones sobre pedestales dispuestos en los ejes de las columnas. El segundo cuerpo se estructura con una hornacina central de medio punto, moldurada con formas geométricas, bolas, placas y cartela decorativa en la clave, flanqueada por dobles columnas sobre alto basamento, cuyo interior alberga la imagen de la Virgen con el Niño en su advocación de Nuestra Señora del Carmen, realizada entre 1850 y 1899 en mármol de origen genovés. La imagen se encuentra sobre una repisa gallonada, moldurada y decorada con dentículos y ovas. Este segundo cuerpo se corona con un copete superior, a modo de ático, compuesto con placa recortada central donde muestra la siguiente inscripción: "DECOR/CARMELI/AÑO/ 1763", sobre la que se sitúa el escudo carmelita rematando la portada.
     Las calles laterales presentan superposición de dobles pilastras toscanas en los tres cuerpos, que en el primer y segundo flanquean vanos adintelados dispuestos en eje. El tercer cuerpo de las dos calles se encuentra coronado con molduradas espadañas de dos cuerpos, cuya abundante ornamentación contrasta con la sobriedad decorativa del resto de la fachada, de acusada y equilibrada traza geométrica.
Las dos espadañas de estilo rococó, que presentan una profusa decoración de yeserías, se estructuran mediante un zócalo con frente decorado con formas mixtilíneas, coronado con moldurada y movida cornisa, sobre las que se levantan el primer cuerpo de las espadañas, compuesto de dos vanos de medio punto también moldurados y cerrados con barandilla semicircular de hierro, que albergan campanas. Es de interés la campana izquierda situada en el lateral izquierdo, realizada entre 1751 y 1800 en bronce, con inscripción en la banda superior "SANTA TERESA"MAYNE/ SAN FERNANDO". Las espadañas muestran los citados vanos con clave decorada con placados, ménsulas superiores y flanqueados por estípites de formas bulbosas sobre contrapilastras que descansan en ornamentales repisas, también bulbosas, las cuales quedan adosadas al zócalo inferior. Una amplia y moldurada cornisa remata el primer cuerpo y da paso al segundo que se halla centrado por un vano de las mismas características, enmarcado con baquetón mixtilíneo y flanqueado por pequeños estípites. El conjunto de las dos espadañas se corona con un movido frontón curvo partido, de formas mixtilíneas, que alberga en el tímpano el escudo de la orden carmelita coronado con remate piramidal sobre pedestal cuadrangular, cuyos frentes está revestidos de azulejos blancos y azules.
     Otras dos pequeñas espadañas dispuestas en ángulo recto con las anteriormente descritas se levantan en los dos frentes de las calles laterales de la iglesia. Se resuelven mediante un vano central de medio punto entre pilastras adosadas, coronado con remate bulboso superior y pináculo central.
     En la fachada lateral izquierda situada en la calle Bendición de Dios, se abre en el segundo tramo de la iglesia la portada que da acceso a la nave del Evangelio, que procede de la antigua ermita de Bendición de Dios que anteriormente ocupaba el solar de la actual iglesia. Es de origen genovés y fue realizada en mármol a principios del XVIII. Consta de dos cuerpos separados por una cornisa; en el primero se abre un vano adintelado con ángulos superiores convexos, moldurados en su arista exterior, compuesto de una fila de ovas, enmarcado por baquetón mixtilíneo y con orejetas. En los ángulos se insertan rosetas y sobre la moldura superior se alza un entablamento con triglifos laterales, mascarones superiores y un doble friso ornamentado el superior con relieves de guirnalda de frutos.
     El segundo cuerpo se estructura con una hornacina central de medio punto enmarcada con baquetón rectangular con orejetas en los ángulos, en los cuales se insertan relieves de hojas de acanto. Se encuentra flanqueada por pilastras toscanas que representan relieves de tondos decorados con frutos y lazos y en la zona superior por un saliente frontón curvo partido en cuyo interior alberga el escudo de la Orden del Carmelo. El conjunto queda flanqueado por ménsulas enfatizadas con relieves de guirnaldas de frutos. La hornacina alberga una imagen de la Virgen con el Niño, escultura de bulto redondo realizada en mármol blanco entre 1700 y 1715 que procede, al igual que la portada, de la ermita de Bendición de Dios.
     También en la calle Bendición de Dios se abre una ventana cubierta con una reja de hierro forjado realizada entre 1740 y 1770. Está distribuida en tres bandas y coronada por un arco semicircular. Presenta los ángulos achaflanados y una decoración simétrica con motivos en forma de "s".
     El tercer acceso se abre a la calle Carmen desde la galería que separa a la iglesia del recinto conventual. Se conforma mediante un simple vano adintelado y no presenta especiales características.
     La orden carmelita descalza contó desde 1680 con un convento en el término municipal de Cádiz, ubicado en la Isla de León. Posteriormente, en 1737 establecieron otro convento en el casco urbano de la ciudad a raíz de que Fray Bernardo San José obtuviese licencia de Felipe, y seis años después se comenzó la construcción de la iglesia, que se erigió sobre el emplazamiento de la ermita de la Bendición de Dios y cuyos trabajos se realizaron bajo la dirección del alarife José Bolaños, concluyéndose la obra en 1762.
     Parece ser que en 1751 ya estaba proyectada la fachada. En un documento se señala que el prior que el prior de los carmelitas mostró unos planos ese mismo año. A partir de aquí las noticias desaparecen hasta que en 1762 otro documento relata que el 29 de Agosto tuvo lugar la dedicación de la iglesia y en él se dice explícitamente que en dieciocho años se ha concluido la fábrica de la iglesia. Aunque la inauguración se demoró por otras razones, parece confirmado que Bolaños tenía acabada la obra al morir repentinamente en 1760.
     A principios del siglo XIX cuando se proclamó la Constitución de 1812, los Diputados celebraron la misa y Tedeum de acción de gracias en este templo, se celebraron solemnes misas para pedir la ayuda de la divinidad, tanto a la llegada de las Cortes a la ciudad de Cádiz como durante la proclamación de la Constitución.
     En el siglo XX la Guerra Civil española incidió de manera intensa en él, afectando de manera especial a la iglesia y la sacristía. La cúpula cayó y se destrozaron los mármoles de acceso al altar mayor. Las obras de reconstrucción se iniciaron a partir de 1943. Se restauraron los techos y la cúpula e incluso en noticias de la época se hace constar que también se restauraron las que llaman "torres" pero que se refieren a las espadañas.
     En 1992 se terminó de restaurar la fachada que ha conducido a recuperar un aspecto de la arquitectura que tradicionalmente había estado oculto: el color (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía)
     La iglesia del Carmen se levanta al lado del Gobierno Militar, entre las calles Bendición de Dios y Vea Murguía. El tem­plo formaba parte del antiguo convento de Carmelitas Descalzos y su construcción se llevó a cabo entre 1743y 1762 bajo pro­yecto y dirección del arquitecto José Bolaños. Como la práctica totalidad de los tem­plos barrocos de Cádiz, tiene planta de cruz latina con tres naves, la central de mayor altura que las laterales, bóveda de cañón con lunetos sobre arcos fajones, en la primera, y de aristas en las laterales, así como cúpula gallonada sobre pechinas en el crucero. La fachada principal es una de las más singulares y bellas de la ciudad. Concebida a modo de gran retablo, se articula en tres calles y tres cuerpos separados por comisas que, en la calle central, forman gabletes. Las calles laterales, enmarcadas por pilastras pareadas que suben hasta la cumbre, llevan sendas puertas de acceso en la planta baja, balcones en el primer cuerpo y aparecen coronadas por espadañas de precioso diseño. La calle central acoge la portada principal, labrada en mármol. Se compone de un gran vano a din­tel flanqueado por dos pares de columnas jónicas que sostienen un entablamento sobre el que apea un segundo cuerpo con una hornacina en la que figura la Virgen del Carmen, igualmente, de mármol. La fachada lateral lleva una portada de mármol genovés que anteriormente estuvo en la ermita de la Bendición. En el interior, destaca poderosamente el retablo mayor, rutilante conjunto rococó realizado entre 1766 y 1774 por Gabriel de Arteaga, si bien el dorado es obra del carmelita Antonio de San José. De planta cóncava, presenta un cuerpo sobre banco y un ático, con tres calles formadas por columnas corintias estriadas y decoradas con rocallas. Una chambrana de gran volumen y muy movida separa el cuerpo del ático. En aquél, en su correspondiente camarín, se encuentra la Virgen del Carmen, imagen de candelero labrada por Jacinto Pimentel en 1638. Entre las distintas capillas con excelentes imá­genes que este templo guarda, hay que fijarse especialmente en la de la cabecera del lado del evangelio. Se trata de uno de los espacios que, junto con la sacristía y la escalera, se conserva del antiguo convento carmelitano. La importancia de esta capi­lla se centra en la imagen que la preside: la Virgen de Porta Coeli, talla en madera policromada de un barroco resplandeciente, muy elegante, detalle que se apre­cia en el tratamiento del manto. Esta espléndida talla es una obra genovesa, realizada por Antón María Marragliano o por alguno de sus discípulos (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).

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