Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen "Cristo Varón de Dolores", de Pedro Millán, en la sala I del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, domingo 16 de febrero, como todos los domingos, ha de considerarse como el día festivo primordial para la Iglesia. Es el primer día de cada semana, llamado día del Señor o domingo, en el que la Iglesia, según una tradición apostólica que tiene sus orígenes en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el Misterio Pascual.
Y que mejor día que hoy, día del Señor, para ExplicArte la imagen "Cristo Varón de Dolores", de Pedro Millán, en la sala I del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala I del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la imagen "Cristo Varón de Dolores", obra de Pedro Millán (hacia 1485-1503) [firmada en una cartela a los pies de Cristo: "Pº MILLAN YMAGINERO"] realizada en barro cocido y policromado en estilo gótico, con unas medidas de 1,61 x 1.08 x 0,50 m., y procedente de la iglesia parroquial de la Inmaculada de El Garrobo, tras pasar por la Capilla de San Laureano de la Catedral de Santa María de la Sede.
Es una composición escultórica que representa a Cristo Varón de Dolores. El Señor figura en el centro, ceñido a un lado y al otro por sendas figuras de ángeles. El cuerpo de Cristo se representa esbelto, marcado por las huellas de la Pasión: la llaga, abierta y tintada de rojo, los agujeros de los clavos en las manos y la gruesa corona de espinas, advirtiéndose éstas bajo la piel de la frente. Figura con la cabeza inclinada y ligeramente vuelta hacia la izquierda, con los ojos entreabiertos y la boca cerrada. Su rostro es de carácter enjuto, marcado por una fina y alargada nariz. Tiene barba corta y bífida, modelada a base de pequeños rizos. Su larga y negra cabellera se extiende por la espalda y los hombros en ondulados mechones. Figura cubierto por el paño de pureza, resuelto éste a base de múltiples y angulosos pliegues y manto largo que cae sobre sus hombres hasta los pies y va sujeto con un broche sobre el pecho. Apoya los pies sobre un suelo de relieve anguloso, sembrado con unas pocas matas de cardos.
Los ángeles figuran simétricos uno a cada lado del Señor, con la misma postura y actitud, medio reclinados sujetando el manto que cubre a Cristo. Visten túnica larga y blanca resuelta en numerosos y angulosos pliegues sobre el suelo y manto rojo ceñido con un broche. Figuran tocados con una cinta adornada con joyel y sostienen pequeños recipientes. A los pies de Cristo figura el racionero Antonio Imperial, a menor tamaño que las figuras de los ángeles, arrodillado y en actitud de oración, mirando hacia la esbelta figura del Señor. (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
No demasiado conocida es la figura de Pedro Millán, este maestro imaginero gótico hispalense, discípulo y colaborador de Mercadante, que trabajó a caballo entre los siglos XV y XVI, y que supo aunar, con cierta pericia, dos mundos estéticos diferentes: por un lado las influencias foráneas, sobre todo borgoñonas, y por otro, las raíces indígenas, dotando a su producción escultórica, aún poco identificada, de un cierto eclecticismo entre el iconografismo hispano y el influjo flamenco.
Muy pocos son los datos de que disponemos para narrar su vida, pues, pese a los estudios de Gestoso y Pérez-Embid, casi nada tenemos documentalmente avalado. Sabemos, no obstante, que colaboró con Mercadante en la decoración escultórica, en barro, de las portadas del Nacimiento y del Bautismo, de la Catedral hispalense, allá por la década de los sesenta del siglo XV, que su última obra fechada lo está en 1504 y que debió fallecer antes de 1526, año en que su viuda contrae segundas nupcias.
Aunque su producción es fundamentalmente de piezas de barro cocido, no descuidó los demás materiales, dotando a su obra de los rasgos comunes de la escultura de la época de los Reyes Católicos, tan expresiva, espiritual y detallada, con gruesos plegados, ricas telas y ostentosa pedrería. La nómina de su quehacer va desde las pequeñas figuras de Profetas de las ya aludidas portadas catedralicias sevillanas, hasta la portada de la iglesia del monasterio hispalense de Santa Paula, donde colabora con el ceramista Francisco Niculoso Pisano. Entre ambas, la bellísima Virgen del Pilar catedralícia o la ecijana del Rosario, cargada de goticismo; el pequeño San Miguel londinense, minucioso y casi sacado de una tabla flamenca; los grupos procedentes de El Garrobo, hoy en el Museo; la obra magna para el cimborrio de la catedral de Sevilla, desaparecida casi totalmente en 1512; el conjunto de figuras de Cristo atado a la columna, de robusta ejecución, uno de cuyos mejores ejemplares se conserva en el Museo, y la delicadísima Santa Inés, en madera. Sus obras, de carácteres bastante definidos, ostentan en buena parte la firma P. MILLAN, lo que facilita su estudio. Sin embargo, son muy pocos aún los definitivamente adscritos a su trabajo directo, ofreciéndosenos hoy la posibilidad de estudiar un buen número de imágenes, sin firma ni documentación, cercanas a Millán o a su círculo de colaboradores.
Relata el profeta Isaías el papel de Jesús como Varón de dolores y ésa es la iconografía aquí representada por Millán, con la figura de Cristo resucitado, esbelta y desnuda, dotada de espléndida cabeza, sostenida por sendos ángeles ricamente ataviados. El grupo, firmado, se completa con la pequeña figura orante del donante, el racionero Antonio Imperial, quien dotó, entre 1485 y 1503, la Capilla de San Laureano de la Catedral hispalense (Enrique Pareja López, Escultura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Es una tipología cultual, simbólica o eucarística, que en latín se designa con el nombre de Imagines pietatis.
Las dos representaciones del Varón de dolores que consiguieron la mayor popularidad a finales de la Edad Media son el Cristo de Piedad de la Misa de san Gregorio y el Cristo de las cinco llagas (o heridas).
El Cristo de la misa de San Gregorio
Esta representación del Varón de dolores, cuyo significado sacramental es evidente, derivaría de un icono bizantino ofrecido por el papa Gregorio Magno a la basílica romana de la Santa Cruz de Jerusalén, llamada así porque la emperatriz Helena la había hecho transportar desde la tierra del Gólgota.
Se la explica por una visión; pero resulta más verosímil creer que fue a título de autor del Sacramentario que san Gregorio fue representado celebrando el sacrificio de la misa frente al propio Cristo que aparece sobre el altar.
Es una variante del Ecce Homo, porque el Cristo desnudo lleva un cetro de caña y la corona de espinas. Pero se distingue por dos caracteres. En primer lugar, en vez de estar de pie sobre un estrado, como un rey irrisorio expuesto a la vista del populacho judío, sólo emerge el busto de un sarcófago dispuesto sobre el altar. En segundo lugar, tiene las palmas de las manos y el costado agujereados, por lo tanto se lo ha representado muerto, después de la crucifixión.
Ese tema, que apareció en Occidente a partir de mediados del siglo XIII, sobre todo se adaptó al arte francés y al italiano. El Varón de dolores a veces aparece solo sobre el altar, como una hostia viva; pero casi siempre su cadáver es sostenido de las axilas por dos ángeles, o incluso por la Virgen y san Juan que lo enmarcan, como al pie de la Cruz.
El Cristo de las Cinco Llagas
Es el tipo popular del Cristo de las cinco llagas, difundido por las cofradías de la Santa Sangre; por los flagelantes, que invocaban las «cinco rojas llagas» de Jesús contra la muerte súbita; por la Orden de santa Brígida de Suecia, que había adoptado como insignia cinco pequeños discos rojos que imitaban gotas de sangre.
Pueden distinguirse dos tipos principales del Varón de dolores: ya con los brazos cruzados sobre el pecho, ya mostrando él mismo la herida del costado, ya abriendo los labios de ésta, otras veces hundiendo el dedo, como santo Tomás, y en ocasiones hasta recogiendo en un cáliz su propia sangre (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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Más sobre la sala I del Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.
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