Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Américo Vespucio, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 9 de marzo, es el aniversario del nacimiento (9 de marzo de 1454), de Américo Vespucio, a quien está dedicada esta vía, por lo que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Américo Vespucio, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Américo Vespucio es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de Triana Oeste, del Distrito Triana, y va de la calle Francisco de Montesinos, a la calle Juan Bautista Muñoz.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una calle, está dedicada a Americo Vespucio, navegante y primer piloto mayor de la Casa de la Contratación.
Esta calle, ubicada en el antiguo recinto de la Exposición Universal de 1992, de la Isla de la Cartuja, y denominada por entonces Ronda de la Exposición (que abarcaba bastante más que la actual Américo Vespucio), es una gran avenida que circunvalaba dicho recinto, siendo una de las vías principales de la zona, y que está dedicada íntegramente al sector servicios y educativo, aunque su edificio más emblemático es la Cartuja de Santa María de las Cuevas, actual Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Conozcamos mejor la Biografía de Américo Vespucio, a quien está dedicada esta vía;
Amérigo Mateo Vespucci (Florencia, Italia, 9 de marzo de 1454 – Sevilla, 22 de febrero de 1512). Navegante y primer piloto mayor de la Casa de la Contratación.
El 9 de marzo de 1454 nacía en Florencia Amerigo Mateo Vespucci. Su padre, Nastagio Vespucci, notario de profesión, se había casado con Madonna Lisa de Andrea Mini, de la que tuvo cuatro hijos varones: Antonio, Girolamo, Américo y Bernardo y una hija, Agnoletta.
Nada se sabe de sus estudios, aunque es de suponer que asistiría a una de las múltiples escuelas que en su Florencia natal se dedicaba a enseñar a los jóvenes el “arte della mercatura”. Aún se conserva en el Archivo de Estado de Florencia un cuadernillo de ejercicios escrito por el joven Américo, cuya grosera caligrafía hace pensar que las letras, por aquella época, no le interesaban, como él mismo confesó más tarde, lamentándose de no haber seguido con el debido aprovechamiento los consejos de su tío, el célebre fray Giorgio Antonio Vespucci. Poco parece que aprendió el joven Américo de su tío paterno Bartolomé, un importante hombre de ciencia que enseñaba en un estudio de Pavía.
Sí, en cambio, estuvo muy cerca de su tío Giorgio Antonio, un eclesiástico de corte savonaroliano que frecuentaba la casa de los Médici. Su directa relación quedó reflejada en el retrato que Domenico Ghirlandaio realizó de trece miembros de la familia Vespucci en un precioso fresco que, representando a la Virgen de la Misericordia, aún se conserva en la iglesia de Ognisanti, parroquia a la que pertenecía la familia.
Tras la conjura de los Pazzi y la muerte de Juliano de Médici (26 de abril de 1478) se creó una difícil situación política en la República. Sixto IV halló motivos suficientes para declarar la guerra a Florencia y aliarse, para atacarla, con Fernando, Rey de Nápoles.
El Consejo rechazó su renuncia al puesto rector de la ciudad a Lorenzo el Magnífico que, necesitado de aliados, envió una serie de oratores (embajadores), no sólo a los estados amigos italianos, sino también a Francia, con cuyo rey Luis XI tenía una marcada amistad desde que aquél enviase como observador a Felipe de Commynes con objeto de evitar la guerra y tratar de que el Papa convocara un Concilio en Lyon.
El hombre elegido por Lorenzo para la delicada misión fue Guido Antonio Vespucci, buen conocedor de las lides diplomáticas, ya que con anterioridad había sido embajador ante el Papa. Entre los años 1478 y 1480 se desplazó el joven Américo a Francia, en calidad de secretario de su tío. Junto a Guido Antonio, pudo conocer y entrar en contacto con las más altas personalidades de la Corte francesa y con multitud de mercaderes florentinos. En París quizá tuviera ocasión de conocer a Bartolomé Colón, cuando éste acudió a la Corte de Luis XI en busca de ayuda para los proyectos descubridores de su hermano Cristóbal.
Tras la muerte de su padre, en 1482, hubo Vespucci de regresar a Italia, obteniendo un puesto modesto, el de intendente de la casa de Lorenzo de Pier Franceso, el Popolano, la otra rama de la familia Médici.
Su nuevo patrón estaba casado con Semirámide de Apianno, sobrina de la célebre Simonetta. Eran pues, ama y criado, parientes, dado que la bella florentina, ya fallecida, había sido la mujer de Marco Vespucci, primo segundo de Américo.
Hasta 1491 vivió Américo junto al Médici desempeñando diversos trabajos. Para el Popolano, y en nombre de sus intereses comerciales, recorrió toda Italia, siendo, además, el encargado de la despensa y de los gastos del ajuar de la casa. Durante los años que Vespucci trabajó para el Médici tuvo ocasión de conocer a buen número de hombres ilustrados, poetas, filósofos y pintores que frecuentaban sus salones.
A la tertulia del Médici asistían personalidades como Marsilio Ficino o Zenobio Acciaiuoli, grandes admiradores de Paolo del Pozzo Toscanelli, cuyo mapa hubieron de discutir, dada la afición de las academias florentinas a tratar temas relacionados con las antípodas, la repartición de las aguas en los continentes, las diversas razas o la posibilidad de que existieran regiones habitables bajo la línea equinoccial. En aquellos años hizo Miguel Ángel una estatua de San Juan Bautista para el Popolano, Poliziano le dedicó unos versos y Botticelli le dibujó unas ilustraciones para una Divina Comedia financiada por el mecenas.
A fines de 1489 recibió el Popolano la visita de Donato Nicolini, su corresponsal en los Reinos ibéricos, el encargado, junto a su hermano Simón, de entregar las cuentas anuales de los factores mediceos en la Península, actuando con plenos poderes tanto en Lisboa como en Valencia, Valladolid o Sevilla. Dados los malos resultados de la firma en Sevilla, proponía Nicolini que se nombrara un nuevo factor, Juanoto Berardi, para sustituir a los hermanos Caponi, hasta entonces los factores mediceos en la ciudad hispalense.
Tan pronto como comprobó las cuentas, decidió el Popolano que Américo se dirigiera a Sevilla para liquidar la compañía y encomendar la sucesión del negocio, si así lo creía conveniente, a Berardi.
La llegada de Américo a Sevilla (comienzos de 1492), coincidió con un momento importante en la casa comercial de Berardi, que desde hacía una decena de años se había convertido en el mercader florentino más importante de Andalucía, principalmente como corresponsal de Bartolomé Marchioni, el toscano que controlaba en nombre propio y en el de los Médici el comercio de oro y esclavos en Portugal.
Berardi, que era el intermediario de ese tráfico en la ruta Lisboa-Sevilla-Valencia, había adquirido una considerable fortuna que en 1492 le abrió las puertas para participar en un nuevo negocio: la conquista de Tenerife. Por ello estaba Beradi, y quizá Américo, en Santa Fe cuando se firmaron las Capitulaciones con Cristóbal Colón para descubrir (17, II, 1492). Desde entonces Berardi se convirtió en el primer factor de Colón y Vespucci se puso al servicio de ambos. Como principal factor de Berardi intervino en el apresto y despacho de la segunda armada de Colón a las Indias (Cádiz, 25 de septiembre de 1493).
Cuando Bartolomé Colón llegó a Sevilla (fines de 1493 o comienzos de 1494), Berardi y Américo se ocuparon de disponer todo lo necesario para su viaje al Nuevo Mundo (abril de 1494). Al año siguiente, Américo recibió un importante contingente de esclavos consignados a su nombre por el virrey de las Indias.
Cuando, a partir de 1494, se estableció una ruta permanente de ida y vuelta al Nuevo Mundo, fueron Berardi y Vespucci los encargados por parte de Colón de los aprestos de esas armadas e incluso Berardi acarició un amplio proyecto comprometiéndose, mediante un asiento con los reyes (IV, 1495), a enviar doce carabelas a las Indias, que habrían de salir en tres grupos de cuatro en abril, junio y septiembre de ese mismo año. Por inconvenientes que se desconoce, la primera flota zarpó en febrero de 1496, dos meses más tarde de la muerte de Juanoto. Dos anotaciones de los Libros de Armadas parecen indicar que Américo participó en aquella flota, que naufragó frente a las costas de Cádiz. En todo caso, sí envió mercaderías a su nombre y pagó el sueldo de algunos marineros.
El fallecimiento de Berardi convirtió a Américo en su albacea testamentario. Tuvo, pues, que liquidar la compañía, recoger los restos del naufragio y cobrar las averías. En junio de 1496 regresó Colón a Sevilla, donde firmó el finiquito con Vespucci, dando por terminada su relación económica. A partir de entonces su trato sería simplemente de amistad.
Una de las cuestiones más debatidas por la historiografía vespucciana es el número de viajes que el florentino realizó al Nuevo Mundo. Como Vespucci no figura en ninguna nómina de tripulantes, sólo se conocen sus viajes a través de las propias cartas del toscano, ninguna de ellas autógrafa e incluso alguna de dudosa autoría, y los relatos de los cronistas del momento, que no aciertan a ponerse de acuerdo sobre la cuestión.
Las cartas atribuidas a Américo se pueden dividir en dos grupos: las que fueron impresas en vida de Vespucci y las que se han dado en llamar cartas familiares o privadas. Dos fueron las impresas. La primera, el Mundus Novus, dirigida desde Lisboa al Popolano, relata su viaje bajo bandera portuguesa (Florencia, abril de 1503). Según esta versión, zarpó el florentino de Lisboa (14 de abril de 1501) y, tras pasar Cabo Verde, desembarcó por primera vez en tierra firme americana (entre Venezuela y Brasil), destacando su estancia de veintisiete días entre las tribus indias de Brasil, que le impresionaron profundamente. Es ésta una carta importante, no sólo desde el punto de vista etnográfico y geográfico, sino también por la percepción del navegante de hallarse ante un Nuevo Mundo. La segunda, Carta de Américo Vespucci sobre las islas recién halladas en los cuatro viajes que realizó, dirigida el 4 de septiembre de 1504 a Piero Soderini, magistrado supremo de la República florentina (1502-1512), describe en resumen cuatro viajes al Nuevo Mundo: los dos primeros por mandato del Rey Católico y los dos últimos al servicio de Manuel I de Portugal.
Las cartas familiares o privadas, dirigidas a Pier Francesco de Médici y no publicadas hasta el siglo xviii, tienen un carácter muy distinto. Se trata de tres misivas datadas en Sevilla (18 de julio de 1500), Cabo Verde (4 de junio de 1501) y Lisboa (posterior al 22 de julio de 1501). La primera se corresponde con el viaje de Alonso de Hojeda; la segunda, que casa con el comienzo del primer viaje portugués del Mundus Novus, relata su encuentro en Cabo Verde con las naves de Cabral, que regresaban de la India, contando con detalle el viaje cabralino a lo largo de las costas africanas; la tercera, que es una mera continuación de la anterior, narra el viaje desde Cabo Verde a Lisboa.
En 1957 apareció, en un libro perteneciente a la familia Strozzi, un nuevo fragmento de otra carta privada, en la que el autor, el supuesto Vespucci, da respuesta a otra carta en la que Lorenzo de Pier Francesco le comunicaba las objeciones que los mercaderes florentinos habían puesto a su relato del tercer viaje.
Las contradicciones que presentan estas cartas son múltiples y variadas. A disparates geográficos se unen excesivos y sospechosos paralelismos con los viajes de Colón (también cuatro), a quien se trata de quitar la autoría del descubrimiento del continente americano; además, existe un ansia desmedida de privar de méritos no sólo a Colón, sino también a toda una serie de navegantes al servicio de España. Parece más bien que estas cartas son todas ellas, en mayor o menor medida, unos arreglos de cartas auténticas de Vespucci que se fueron urdiendo a lo largo de los siglos, al servicio de una propaganda florentina o antiespañola.
La tesis tradicional, y hoy más ampliamente admitida, sostiene que Américo realizó dos, o quizá tres, viajes al Nuevo Continente, sirviendo a las dos coronas ibéricas.
Viaje bajo bandera española (Cádiz, 18 de mayo de 1499 - junio de 1500). Se trata del viaje capitaneado por Alonso de Ojeda que, con cuatro naves y Juan de la Cosa como piloto mayor, llevó como pasajero a Vespucci. Siguiendo la ruta del tercer viaje colombino, llegó la flota al Nuevo Continente en veinticuatro días, en un lugar más al sur del descubierto por Colón, tal vez las costas de Surinam. Tras pasar frente a la desembocadura del Amazonas, arribó después a la isla de Trinidad, y de allí al golfo de Paria. Navegando por el golfo de las Perlas, la flota se detuvo en la isla Margarita y, pasadas las bocas del Drago, arribó a la isla de Curaçâo, que llamaron de los Gigantes debido a la extraordinaria altura de sus habitantes. Después descubrió el golfo de Coquibacoa, al que se dio el nombre de Venecia por la semejanza con la ciudad italiana, y reconoció el interior de la bahía, llamada lago y puerto de San Bartolomé (hoy laguna de Maracaibo); de allí siguió hasta el cabo de la Vela, desde donde se emprendió el camino de vuelta a la Española.
Desde Haití, y ya en su tornaviaje a Castilla, las naves costearon algunas de las islas de los lucayos, donde dice Américo que capturaron doscientos treinta indios para su trata, y finalmente tomaron la derrota para España por Azores, Canarias y Madeira.
A pesar de la venta de los esclavos que lograron sobrevivir a la travesía, fue escaso el beneficio económico de la expedición. Según el mismo Vespucci, deducidas las costas, no quedaron más que quinientos ducados a dividir entre los cincuenta partícipes y eso que, además del producto de los esclavos, se trajo cantidad de granos de oro y de perlas preciosas.
Viajes al servicio de Portugal (Lisboa, 13 de mayo de 1501- fines de 1503. ¿Lisboa, mayo de 1503 - septiembre de 1504?). Al regresar de su anterior viaje, intentó Vespucci enrolarse en la expedición del moguereño Alonso Vélez de Mendoza, mas la reciente orden que prohibía taxativamente a los extranjeros servir en las sucesivas flotas obligó a Américo a quedarse en tierra. No está claro si el florentino realizó uno o dos viajes bajo bandera portuguesa. Es seguro que participó en el viaje de Brasil que capitaneaba Gonzalo Coelho, y es más que probable que realizara el que corresponde a la cuarta jornada del Mundus Novus. Tan sólo se dispone de los testimonios del propio florentino y de una declaración de su sobrino Juan Vespucci que, testificando en una junta de pilotos de la Casa de Contratación (noviembre de 1505), juró que el cabo de San Agustín se encontraba a 8.º latitud sur, según sabía por su tío. En el viaje a Brasil, tras recalar en las Canarias, la flota se detuvo en las islas de Cabo Verde, aunque atracó en Bezebeghue (Dakar), donde coincidió con las naves de Cabral, que regresaban de la India tras haber dado vista a Brasil en su viaje de ida. Siguiendo la derrota de Cabral, llegó a Brasil, costeando el litoral en dirección sur y nombrando los accidentes geográficos según el día que festejaba el santoral; cabo de San Agustín, de San Roque, Santa Lucía, la bahía de Todos los Santos y en 1.º de enero, Río de Janeiro.
Una cuestión imprevista se presentó a los navegantes: la costa se movía en dirección a occidente, de suerte que las nuevas tierras parecían quedar fuera de la zona portuguesa delimitada por el Tratado de Tordesillas.
Decidiendo ignorar el problema jurídico, dado que las tierras parecían no tener fin, siguieron su camino hasta la vista de un cerro que llamaron “Pinacullo Detentio”, el lugar donde más tarde se erigiría la ciudad de Montevideo. Tras unos días de descanso arribaron al estuario del Río de la Plata, a 35.º al sur del ecuador, y todavía continuaron más al sur hasta las costas de la Patagonia, llegando en su derrota hasta los 52º, muy cerca del estrecho que pocos años después descubriría Magallanes. Desde allí emprendieron el regreso a las costas de África.
Tras este segundo viaje la historiografía se debate entre aceptar o no un nuevo periplo de Américo a las Indias bajo bandera portuguesa. Es probable que embarcara en la flota de seis naves que, bajo el mando de Fernando Noronha, partió de Lisboa (13, 10? de mayo de 1503). La desdichada armada sufrió un naufragio en una isla del Atlántico, desde donde la maltrecha flota, reducida a dos naves, continuó su derrota hacia la Bahía de Todos los Santos en Brasil. Poco pudieron hacer en este viaje los expedicionarios, que se limitaron a explorar superficialmente cuarenta millas en el interior, pues, al decir de Américo, “no podíamos ir más adelante, porque no teníamos gente y me faltaban muchos aparejos”. La flotilla regresó a Lisboa el 18 de junio de 1504. Este viaje puso fin a la relación de Vespucci con Portugal.
Tras volver a Sevilla, de la que había faltado cuatro años, pronto fue Américo llamado a la Corte. En la Junta de Toro (febrero de 1505) se decidió nombrar a Vicente Yañez Pinzón y a Américo Vespucci capitanes de una próxima expedición a la Especiería, concediéndosele a Vespucci la carta de naturaleza que le confería la condición de castellano a todos los efectos.
La muerte de Felipe el Hermoso (septiembre de 1506) y dificultades económicas hicieron fracasar la empresa proyectada. Desde entonces se dedicó el florentino a trabajar para la Casa de la Contratación en el despacho de otras armadas hasta que, en 1508, fue nombrado el primer piloto mayor de la Casa de la Contratación, con un sueldo de 50.000 maravedís anuales al que se añadieron 25.000 más de ayuda de costa. Dado que se trataba de un puesto de nueva creación, los deberes y obligaciones de Américo se fueron perfilando y ampliando en los meses siguientes.
En definitiva, su trabajo consistió en examinar y graduar pilotos, censurar las cartas e instrumentos necesarios para la navegación y, sobre todo, confeccionar el padrón real, modelo al que deberían ajustarse todas las cartas de marear. De hecho, el nuevo cargo impediría a Américo navegar.
Apartado de los viajes, hubo de conformarse, además de dedicarse a las obligaciones de su cargo, con ser un simple armador y emplear su dinero en alguna que otra flota con destino a las Indias. Así, en la de Diego de Nicuesa (1509) invirtió 100.000 maravedís.
También asesoró a navegantes, como hizo en 1510 con Juan Díaz de Solís. Para la Casa de la Contratación intervino en la compra de avituallamientos y realizó a la Corte cuantos viajes fueron precisos tanto para llevar el oro traído del Nuevo Mundo como para transportar un cargamento de “ciertos libros para la reina”, procedentes del Monasterio de San Jerónimo, cercano a Sevilla.
En Sevilla vivía Américo en una modesta casa en el Postigo del Carbón que había alquilado a poco de ser nombrado piloto mayor. Con él vivían su mujer, María Cerezo, la hermana de ésta, Catalina Cerezo, madre de una hija llamada Leonor de Guzmán, y su sobrino Juan Vespucci, hijo del hermano mayor del florentino. Dos criados blancos y cinco esclavos componían el servicio de la casa, al que se añadieron los hijos que estos últimos tuvieron.
En Sevilla dictó Vespucci su testamento (9 de marzo de 1511) y en Sevilla murió un año más tarde (22 de febrero de 1512). Quiso el florentino ser enterrado con hábito franciscano en la iglesia de San Miguel en el mausoleo de su suegro, Gonzalo Fernández de Córdoba. Las pobres mandas económicas de su testamento demuestran que su situación financiera no era boyante y que tampoco disponía de muchos libros e instrumentos, que legó a su sobrino, dado que no se contabilizan por menudo.
La fama le vino a Américo porque con su nombre, por una curiosa carambola, se bautizó el Nuevo Continente.
En 1506, Renato II, duque de Lorena, recibía la carta que Vespucci había escrito a Piero Soderini en 1504 contándole sus viajes, acompañada de un mapa que representaba las tierras recién descubiertas por españoles y portugueses. Entusiasmado, el duque confió el manuscrito a los monjes de la abadía de St. Dié para que realizasen una cuidada edición. La Cosmographie Introductio salió de las prensas el 25 de abril de 1507 después de un largo trabajo en equipo.
El poeta Jean Basin de Saudaucourt tradujo la carta de Américo al latín; Matías Rigmann preparó la introducción y Martín Waldseemüller confeccionó un mapa que, recortado y pegado sobre una esfera, debía de dar la idea exacta del globo terrestre. El libro se compone de un prólogo, un epílogo y nueve breves capítulos. En el noveno se halla la célebre frase, que se considera como el acto de bautismo del Nuevo Continente: “Más ahora que esas partes del mundo (Europa, Asia, África) han sido ampliamente exploradas y otra cuarta parte ha sido descubierta por Américo Vesputio (como se verá por lo que sigue), no veo razón para que no se le llame América, es decir, la tierra de Américo, por Américo su descubridor, hombre de sagaz ingenio, de la misma manera que Europa y Asia han recibido ya sus nombres de mujeres”. Al margen de este pasaje se colocó una nota que simplemente decía: “América”. La divulgación del nombre de América se debió, más que al texto impreso de la carta, al mapa que dibujó Waldseemüller.
Los retratos de Ptolomeo y de Vespucci, como autores de dos concepciones diferentes del globo terráqueo, aparecen enfrentados, colocados cada uno al lado de sus mundos: a la derecha, junto a Américo, el Nuevo Mundo, y a la izquierda, junto a Ptolomeo, el Viejo. Desde este momento resultará del todo punto imposible separar ambas imágenes: el Nuevo Mundo será ya para siempre América (Consuelo Varela, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Américo Vespuccio, al detalle:
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