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domingo, 22 de marzo de 2020

El Retablo Mayor, de la Catedral de Santa María de la Sede


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo Mayor, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.  
   Hoy, domingo 22 de marzo, como todos los domingos, ha de considerarse como el día festivo primordial para la Iglesia. Es el primer día de cada semana, llamado día del Señor o domingo, en el que la Iglesia, según una tradición apostólica que tiene sus orígenes en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el Misterio Pascual.
      Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Retablo Mayor, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
   En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar el Retablo Mayor [nº 001 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede], es uno de los ámbitos cuya denominación no ha experimentado cambios, salvo la oscilación, perfectamente explicable, entre "retablo" y "altar" (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
      Comenzando por el retablo mayor, se advierte que, en obras de su género, es de las más trascendentales de la Iglesia Católica, no sólo por sus dimensiones, o por el gran número de escenas y figuraciones que lo componen, sino por la importancia de su rica y compleja iconografía y por los maestros que en él operaron, atenidos, eso sí, a las circunstancias del lugar, alturas, luminosidad, etc.
      Su traza arquitectónica responde al último gótico, el epílogo de las formas flamígeras, en tanto que su más antigua imaginería, marca la transición a las renacentistas, dentro ya del cincuecento.
      Se compone de tres partes claramente diferenciadas, agrupadas en función del todo: la Viga, la zona central y los costados. 
     La Viga de imaginería, es un auténtico Iconostasis, que lucía en su anverso -y aún luce- las esculturas de la Quinta Angustia y el Apostolado, en tanto que en el reverso figuraban siete tablas pictóricas desplazadas prontamente de su inicial destino y conservadas en parte en el tesoro catedralicio. La remata el Calvario trecentista del Cristo del Millón, analizado en su lugar oportuno.
      En la zona central, o auténtico retablo, se desarrollan una serie de relieves con temas Cristológicos y Mariológicos, ordenados históricamente y con rigor litúrgico, de forma que constituyen una auténtica Civitas coelestis. Numerosas esculturitas distribuidas armónicamente y con sentido de horror vacui, se distribuyen por doquier, constituyendo un verdadero tratado de hagiografia. Preside este conjunto la Virgen Gótica de la Sede, titular del templo.
      La citada Viga, situada en su origen en el arco toral, fue retranqueada para unirse al retablo, en la forma que hoy se admira.
      Viga y retablo fueron ejecutados por Jorge y Alejo Femández Alemán con la colaboración de otros artistas, cuya actuación es imposible por ahora de puntualizar. Su cronología se desarrolla a lo largo del primer cuarto de siglo.
     La conveniencia de mejorar el conjunto llevó al Cabildo canonical  a ocupar los costados del presbiterio, también con relieves y figuras de temas sacros, aunque ya no guardan el orden que tiene el retablo.
      En esta zona operó el flamenco Roque de Balduque, con Pedro de Heredia, Pedro Becerril y otros, actuando en la última parte Juan Bautista Vázquez, el viejo. Se fecha todo ello en el comedio y segunda mitad de la centuria.
      Por iconografía y arte es obra cumbre en la historia del arte español, poseyendo una magnífica monografía en forma de libro, que permite estudiarlo cumplidamente y observar la evolución de las ideas estéticas y de las formas artísticas en los dos primeros tercios del siglo.
     Está situado en la gran Capilla o Presbiterio. Es uno de los retablos de mayores dimensiones  de la Iglesia Católica, pobladísimo totalmente de relieves y esculturas, de extraordinario interés iconográfico y artístico.
      Lo preside la Virgen de la Sede (siglo XIII) y se halla en su remate el Calvario del «Señor del Millón» (siglo XIV); esculturas correspondientes al periodo gótico.
      Se compone de tres partes fundamentales: la Viga de imaginería; el retablo propiamente dicho, es decir, la parte central de batea; y los costados, adicionados más tardíamente.
      Arquitectónicamente todo él responde a una estructura goticista, cuyas primeras trazas se deberían al alemán Pieter Dancart, hacia 1480-81, operando también el Maestre Marco y posteriormente Alejo Fernández.
     La Viga de imaginería, estaría situada en el arco toral o triunfal del presbiterio (en el lugar que ocupa la reja de Fr. Francisco de Salamanca), retranqueada después para adosarla al retablo y unida a él por un baldaquino o guardapolvo, casetonado en su sofito.
      Ahora sólo puede contemplarse su parte delantera por la unión al retablo; mas cuando estaba exenta tenía un anverso y un reverso. El anverso escultórico, que es el que hoy se contempla, está constituido por la Quinta Angustia en el centro y a derecha e izquierda por once Apóstoles y San Pablo; el «envés» o reverso llevaba siete tablas pictóricas de Alejo Fernández, de las cuales se conservan cuatro en la propia Catedral. Encima el Calvario ya citado. 
     Centro del conjunto. Es el retablo propiamente dicho, adicionado por los costados al comedio del siglo XVI. Se compone de treinta y cuatro relieves y centenares de esculturas de diversos tamaños y advocaciones. En todo ello se aborda un complejo iconográfico de enorme interés con ciclos Cristológicos  (Infancia, Vida pública y Pasión) y Mariológicos. asociados en función de la Teología y Teodicea. 
      En el banco o predella, hay seis pequeñas escenas, casi miniaturizadas relativas a temas sevillanos. Son las siguientes de izquierda a derecha del espectador: Vista de la ciudad, Martirio de San Servando y San Germán?, Martirio de San  Laureano?, Vista de la Catedral con las esculturas de San Leandro y San Isidoro, una escena martirial no identificada, y Vista de Sevilla con las figuras de Santas Justa y Rufina. Por estar sobre el plano del altar, da la impresión de que se pretendió recordar temas sevillanos para edificación de los oficiantes, en demanda de un Memento en la misa o simplemente elementos testimoniales.
     Pasemos ahora a los relieves del retablo, citándolos por orden lógico o de interés iconográfico. La cita se hará de izquierda a derecha del espectador por ca­lles horizontales y éstas de abajo a arriba: Abrazo místico de San Joaquín y Santa Ana ante la puerta Dorada del templo de Jerusalén, Natividad de la Virgen, Encarnación del Verbo o Anunciación, Natividad del Señor, Matanza de inocentes, Circuncisión de Jesús, Epifanía del Señor, Presentación de Jesús en el templo y Puificación de la Virgen, Bautismo de Jesús en el Jordán, Resurrección de Lázaro, Asunción corporal de la Virgen a los cielos, Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, Sagrada Cena Sacramental y Oración el Huerto. El Prendimiento, la Flagelación, Coronación de espinas, Resurrección del Señor, Ecce Homo, Vía Dolorosa y Expolio. Entierro de Cristo, las Marías en el sepulcro, Noli me tangere, Ascensión del Señor, Descenso de Jesús al limbo, Cena de Emaús y Pentecostés.  
     Entre estos últimos relieves, los Padres de la Iglesia latina y los Evangelistas en lo alto del retablo y centenares de de figuras (Profetas, Mártires, Santos y Santas del Antiguo y Nuevo Testamento), repartidas en los pilaretes, tubas, agujas, etc. más pequeñas que aquéllas. 
      En toda esta zona se operaba desde 1508; diez años después se retranqueó hasta el lugar que hoy ocupa y en 1526 se puede considerar terminada la obra. 
      Costados del retablo. A mediados del siglo XVI decidió el Cabildo adicionar dicha parte central en sus costados derecho e izquierdo, siguiendo la composición ejecutada. Fueron diez  escenas más en relieve además de diversas  figuras.
     Citando desde el banco o predella, son las siguientes: lado izquierdo o del Evangelio, Creación de la mujer, Huida a Egipto, Disputa de Jesús con los Doctores en el templo, Transfiguración y la Cena en casa de Simón, donde la Magdalena unge los pies del Señor. Lado derecho, Pecado Original, Juicio Universal y resurrección de la carne, Multiplicación de los panes y los peces, Expulsión de los mercaderes del templo y Conversión de San Pablo. Además, y en el baldaquino, las esculturas del Bautista. San Roque, San Miguel y San Jorge, más varias figuras que representan los reyes de Judá? y otros temas.
     Todavía se operaba en estas zonas -que ya no guardan la iconografía ni el orden de la parte central- en 1572, al menos administrativamente.
      Prescindimos de citar las numerosísimas figuras aisladas que pueblan todo el retablo, por la enorme ex­tensión y, al propio tiempo, la dificultad de identificar muchas de ellas. Sin embargo, esta tarea está ya realizada con las afirmaciones y reservas que tan complejo quehacer comporta.
     Los artistas. Tarea difícil la que se empeña en identificar en este retablo todas las obras realizadas por los artistas cuyos nombres nos ha enseñado la documentación publicada; en general, salvo las escasas puntualizaciones de la prosa documental, las menos, hemos de ir estableciendo grupos de obras idénticas o análogas por estilos y morfologías, comparando con otras producciones bien conocidas y, en fin, estableciendo no pocas veces, puras hipótesis de trabajo, ante la necesidad de establecer una sinopsis lo más completa posible.
      Mas en obras de esta envergadura, operaban grandes talleres, dirigidos por el artista cabeza de ellos, y en los que colaboraban otros escultores, oficiales de imaginería, entalladores, sacadores de puntos, ensambladores, policromadores, etc., etc. El jefe del taller "creaba" cada tema, mediante dibujos, bocetos en barro o cera, maquetas...; otras veces, confiaba a un artista destacado la realización de una «idea creativa», dejando éste su impronta y quedando de ordinario en el anonimato documental, o citado sin pormenorizar; luego el resto de los colaboradores, que también dejaban huella, poca o mucha, y que se pudieran marcar como pistas clasificatorias.
     Otro aspecto fundamental a tener en cuenta, es el lugar de colocación de la obra, alto o bajo, iluminado, en penumbra o en sombra, ordinariamente sin más luz que la de los cirios litúrgicos. Las realizaciones estaban en función de todo ello; por esto nos solemos llevar en grandes sorpresas dubitativas, cuando la electricidad o la fotografía nos muestran composiciones que nunca se vieron y desconciertan, cuando de ejecuciones de maestros se trata. Otras ocasiones nos delatan el afán de la obra bien hecha, terminándose incluso con virtuosismo, aún a sabiendas que en su tiempo no iban a ser vistas ni gozadas. 
      Ejemplo bien claro de todo esto, es el gran retablo que nos ocupa, producto de una ejemplar tarea, donde no solo se ejecutaba, sino que se estudiaba e investigaba (mediante dibujos, grabados xilográficos y calcográficos, viajes, conocimiento de otras obras y de otros autores), antes de la tarea creadora, lo que puede ser descubierto por la crítica demostrando originalidades, influjos, plagios, etc., etc.
     Yo distingo en la tarea insólita de este retablo, dos grandes talleres: uno correspondiente a la Viga y la zona central, capitaneado por los hermanos Alejo y Jorge Fernández Alemán y otro, el de los costados, a cuyo frente figuró Roque de Balduque.
      ¿Antes de constituirse el taller de los Fernández Alemán o en sus inicios laboraron para el retablo otros artistas? Al maestro Dancart se le han atribuido relieves del banco o predella, a Pedro Millán los que retratan el Abrazo Místico y la Natividad de la Virgen, así como figuras varias, sin identificar al Maestre Marco. Solo conocemos la tarea de Millán, y los cita­dos relieves, pese a su goticismo, no parecen totalmente suyos.
      Con diferencias cualitativas, según manos y alturas, al taller de Alejo y Jorge, hay que atribuir la totalidad de la Viga y casi todo el centro del retablo. Son artistas enclavados todavía en el ultimo gótico, con resabios norteños, aunque con aportaciones notorias del clasicismo itálico, es decir, del realismo naturalista hasta la belleza e ideologización de las formas clásicas. De lo más antiguo debe ser la Viga, con piezas magistrales en indumentarias y expresividad, muy estudiadas y logradas. En cambio, el ciclo retablístico de la Pasión, es de lo más flojo. Destacan la Natividad del Señor, Ascensión, Resurrección y Asunción que forman un eje iconográfico vertical, tratado con el interés artístico apropiado a sus categorías sacras. También sobresalen los Evangelistas y los Padres de la Iglesia. El Bautismo de Jesús, está tratado por otro maestro distinto, que pudiera ser maestre Miguel Perrín o Nicolás de León.
      No olvidemos que colaboraban en este taller artistas de nombradía cuales Francisco y Bernardo de Ortega, Sebastián de Almonacid y otros que reclaman su puesto en este quehacer. También en los mismos años cobraban por trabajos varios Fancelli, Perrin, Nicolás Alemán, etc., cuya participación desconocemos.
      Con Roque de Balduque, el jefe del taller "de los costados del retablo", colaboran artistas tan destacados como Pedro de Heredia, Pedro Becerril, Bartolomé de Ortega, Andrés López del Castillo, Gómez de Orozco y otros; de ellos sabemos algo más, quizás por su mayor modernidad.
     Se sabe que Balduque -imaginero de la Madre de Dios- comenzó la escena de la Huida a Egipto que siguió y terminó, por su muerte, Bautista Vázquez, senior (1562).
      A Balduque pueden asignarse los relieves siguientes: Disputa de Jesús con los Doctores, la Conversión de San Pablo y posiblemente la expulsión de los mercaderes del templo, aunque algunas figuras de esta historia recuerdan la tarea de Pedro de Heredia. Hay documentación prolija de pagos a aquel maestro (1551) por relieves e imágenes, sin poder precisar.
      El citado Pedro de Heredia fue un imaginero de cierta importancia. Consta que se le abonaron (1555) cantidades por imágenes de San Miguel y San Roque y de 1544 al 56 libramientos por los relieves de la Transfiguración y de la Multiplicación de los panes y los peces, todas del círculo balduquino. Se le puede atribuir la Cena en casa de Simón, donde la Magdalena unge los pies del Señor. Asimismo trabajó en las "pulseras" del retablo: ¿Los reyes de Judá e Israel?
     A Pedro Becerril se abonaron (1551) el importe de una imagen de siete palmos y el de otras siete pequeñas. Se le atribuyen las figuras del Bautista y San Roque y participó activamente con Ortega en las tareas del retablo. 
      Hubo libramientos (1554) a Andrés López del Castillo por labores de talla en los costados.
      Juan de Villalba hizo dos figuras.
      El gran artista Juan Bautista Vázquez, senior, no sólo completó la huida a Egipto, haciendo (1562) las figuras de la Virgen y el Niño, siendo lo demás de Balduque, sino que labró en el banco o predella las escenas del Pecado Original y la Creación de la mujer, además de otras figuras.
      Rematando el retablo mayor catedralicio, sobre su Viga de imaginería, se halla el Calvario, compuesto, como es muy sabido, por el Crucificado, la Virgen dolorida y San Juan Evangelista. El Cristo tiene la advocación del Millón (el Señor del Millón), ciertamente popular, aunque desconocemos su origen. Han sido restauradas en estos últimos años, así como tomo todo el retablo, lo que ha permitido su completo análisis e investigación.
      Iconográficamente ofrece extraordinario interés por la profunda unción sagrada, acorde con los conceptos propios de la medievalidad, que dramatiza el naturalismo escolástico, propio del gótico medio.
      El Crucificado está colgante del madero arbóreo, con notorio arqueamiento hacia la izquierda, fijo al soporte por tres clavos y amplio perizonium que cae desde las caderas hasta media pierna, atado por moña en su derecha. Su facies hipocrática, enmarcada por cabellera, bigote y barba, interpreta el primer momento de la defunción, en agudo alarde de patetismo.
      La Virgen es una delicadísima representación, también de fuerte patetismo expresivo, donde el anónimo imaginero, hace alarde de su maestría, en la magnífica composición de su ropaje. El rictus de agudísimo dolor, está ratificado por la mano al pecho, símbolo de su augusta misión corredentora encargada en el Calvario, ante la entrega evangélica, del libro que porta con su diestra mano.
     El Evangelista es, así mismo, una importantísima talla por la expresividad de su aflicción (el rostro apoyado en la diestra), y el interés de su indumentaria, sabiamente dispuesta. Libro en la mano, símbolo de su carisma evangélico.
      La policromía subrayaba los valores plásticos de las tres figuras.
      La cronología de esta triple figuración cabría situarla en los últimos decenios del siglo XIV, avizorando ya la imaginería del cuatrocento; su estética trecentista los relacionan con el arte norteño. También se juzga que puedan pertenecer al siglo XV.
      Este Calvario, por su religiosidad y por su arte, es pieza maestra del arte español medieval y merece ser descendido en permanencia para el goce y edificación de los espectadores. Con ello terminamos la reseña del gran retablo mayor catedralicio hispalense (José Hernández Díaz, Retablos y Esculturas de la Catedral de Sevilla, en La Catedral de Sevilla, Ed. Guadalquivir, 1991).
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