Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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miércoles, 17 de diciembre de 2025

Un paseo por la plazuela del Marqués de la Vega Inclán

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la plazuela del Marqués de la Vega Inclán, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     Hoy, 17 de diciembre, es el aniversario (17 de diciembre de 2024) de la inauguración del Monumento al Marqués de la Vega Inclán, que preside la plazuela del Marqués de la Vega Inclán, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la plazuela del Marqués de la Vega Inclán, de Sevilla, dando un paseo por ella.
   La plazuela del Marqués de la Vega Inclán es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo, y parte de la calle Fabiola, a la altura del número 19 al 23.
     La plaza (desde el punto de vista urbanístico, y como definición, responde a un tipo de espacio urbano más abierto, menos lineal, excepción hecha de jardines y parques. La tipología de las plazas, sólo las del casco histórico, es mucho más rica que la de los espacios lineales; baste indicar que su morfología se encuentra fuertemente condicionada, bien por su génesis, bien por su funcionalidad, cuando no por ambas simultáneamente. Con todo, hay elocuentes ejemplos que ponen de manifiesto que, a veces, la consideración de calle o plaza no es sino un convencionalismo, o una intuición popular, relacionada con las funciones de centralidad y relación que ese espacio posee para el vecindario, que dignifica así una calle elevándola a la categoría de la plaza, siendo considerada genéricamente el ensanche del viario).
     Ligeramente curva en forma de S, falta de alineación y estrecha, ha experimentado ensanches parciales desde el s. XVII, siendo más acusados en la confluencia con Mateos Gago y Ximénez de Enciso. Estuvo empedrada en los siglos XVI y XVII, embaldosada en el s. XIX y adoquinada por primera vez en 1899. Recientemente se ha pavimentado de nuevo con adoquines, habiéndose eliminado el asfalto y reducido la anchura de la calzada. El acerado es de losetas de cemento con bordillo de granito. Se ilumina con farolas de brazos de fundición adosadas, tipo gas [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
     La plazuela la preside un monumento al Marqués de la Vega Inclán realizado por el escultor Jaime Gil Arévalo.
Conozcamos mejor la Biografía del II Marqués de la Vega Inclán;
     Benigno de la Vega Inclán y Flaquer, II Marqués de la Vega Inclán. (Valladolid, 29 de junio de 1858 – Madrid, 6 de enero de 1942). Mecenas y comisario regio del Turismo.
   Nació en el seno de una familia de militares que por sus hechos de armas lograrían los más altos honores.
   Su abuelo paterno fue Benigno de la Vega Inclán y Enríquez, cuya carrera militar se desarrolló sin altibajos y que llegó a ser mariscal de campo. Fue nombrado ministro suplente del Tribunal de Guerra y Marina, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento.
   Miguel de la Vega-Inclán y Palma siguió los pasos de su padre, ingresando en el arma de caballería. Participó en destacados episodios militares, como la batalla de Belascoain, junto al general Diego de León. Su lealtad a la Corona quedará probada en los constantes enfrentamientos contra los carlistas. Tras la Revolución de 1868 seguirá fiel a la dinastía borbónica y sufrirá persecuciones del ministro de la Guerra, el general Prim, quien le desterró a las islas Canarias hasta que a su muerte (1874) fue nombrado jefe del Estado Mayor de todos los ejércitos del Norte, donde siguió combatiendo a los carlistas. Ascendió a teniente general, siendo nombrado capitán general de las Baleares, donde se encontraba cuando volvió a España el rey Alfonso XII (1875). Para agradecer su participación en el retorno al trono este monarca le concederá el título de marqués de la Vega-Inclán en 1878.
   Poco después fue designado capitán general de Castilla la Nueva (1878), y a continuación gobernador militar de Puerto Rico (1882). Allí falleció (1884), víctima de una epidemia de fiebre amarilla, cuando iba a regresar a España para ser nombrado ministro de la Guerra.
   Su madre fue Elisa Flaquer y Ceriola (1830-1897), nacida en Madrid en el seno de una familia de la burguesía catalana, vinculada al mundo de las finanzas y de los negocios de la Corte. Del matrimonio nacieron cuatro hijos: Jorge, Benigno, Mariano y Fernando, que fallecieron sin descendencia, sobreviviéndoles el II marqués a todos ellos. A la muerte de la madre pasará a ostentar el título (1898), tras algunas fricciones con el primogénito.
   Desde Valladolid, su ciudad natal, se trasladó con su familia a Madrid y luego a Barcelona; estudió en el colegio de los jesuitas de Manresa, para volver luego a Madrid. Intentaría estudiar oficialmente en la escuela de Bellas Artes, donde tan sólo asistirá a algunas clases de paisaje impartidas por Carlos de Haes. La imposibilidad de cursar estudios artísticos le decidirá a seguir la carrera militar más por tradición familiar que por vocación, abandonándola años más tarde. Ingresó en infantería de Marina, y un año más tarde pasó a la Academia de Caballería de Valladolid, alcanzando el grado de alférez (1881). Sus destinos profesionales estuvieron ligados a los de su progenitor, a cuyo lado permanecerá como ayudante de campo en Puerto Rico. Será una experiencia muy enriquecedora que le permitirá conocer de primera mano los acontecimientos políticos, económicos y sociales que caracterizan la relación de España con sus colonias americanas en esos años cruciales. 
   Tras la pérdida del padre, regresa la familia a Madrid, siendo nombrado ayudante del mariscal de campo José Almirante y Torroella (1885). Es un destino relajado que le permitirá viajar por España y el Norte de África, y escribir. Publicará Bocetos de Semana Santa y Guía de Sevilla (1888) y distintas colaboraciones en la Ilustración Española y Americana.
   Fueron años de bohemia en los que frecuenta círculos literarios, artísticos o nobiliarios y traba amistad con relevantes personajes de la sociedad andaluza y madrileña. En compañía de Julio Quesada Cañaveral, conde de Benalúa, viaja a Buenos Aires y abre una planta de aguas azoadas artificiales, de las que se obtienen las bebidas gaseosas, inversión que es respaldada por Benalúa y veinte accionistas más. Viaja a Uruguay con el mismo propósito. En 1891 está de vuelta sin haber conseguido mejorar su escasa fortuna.
   De nuevo en el Ejército formará parte de la embajada del general Martínez Campos, enviada por el Gobierno español a Marrakech para negociar la paz con el sultán Muley Hassan; en la foto oficial aparece a pesar de su baja graduación.
   Los viajes serán muy valorados como fuente de experiencias por este autodidacta, que así se irá forjando. 
 Tras recorrer Europa decide establecerse en París (1900) y viaja a Londres y a Berlín. Regresará definitivamente a España en el verano de 1905 cuando compre el inmueble toledano que, según se creía, fue habitado por el Greco. Con esta compra y su ofrecimiento al Estado (1907) arrancará una nueva etapa en su vida que culminará con su nombramiento como primer comisario regio del Turismo y de la Cultura Artística y Popular (1911). Fue una decisión política tomada por el partido de Canalejas, al aceptar el Estado hacerse cargo de la gestión turística. Capitaneará el marqués un proceso que contaba con el respaldo de la Corona, y con el que se pretendía obtener riqueza y prestigio internacional para el país. La escasez de recursos será suplida por su titular con aportaciones propias derivando hacia una gestión cada vez más personalista que desembocará diecisiete años más tarde en la sustitución de la Comisaría Regia del Turismo por el Patronato Nacional de Turismo, creado por el general Primo de Rivera. Tomará como epicentro de atracción turística el monumento entendido en sentido amplio, y también el paisaje, sentando las bases de la metodología turística actual. Se apoya ésta en la mejora de la red viaria, en la creación de una red de alojamientos de variado espectro —hoteles, hospederías, residencias y paradores—, en una eficaz propaganda de los atractivos turísticos españoles mediante publicaciones, exposiciones, congresos y atención personalizada a grupos especiales y visitantes ilustres, y en la revalorización de la cultura artística, paisajes y tradiciones.
   Son los paradores una de sus obras más celebradas.
   Inicia la red con el de Gredos (1928) y le sigue Mérida (1931). Creador de museos y centros de cultura y, por tanto, restaurador de monumentos, a él se deben la Casa y el Museo del Greco (1910), la Casa de Cervantes en Valladolid (1916) y el Museo Romántico en Madrid (1924). Se integran en un nuevo prototipo museístico que él introduce en España: la casa-museo, donde el ambiente prevalece sobre las obras. Estuvo muy vinculado a otros museos como el del Prado, de cuyo Patronato fue vocal, y el Museo Sorolla, a cuya creación contribuyó. Recuperó e hizo visitable la Sinagoga del Tránsito y gestionó la Casa de los Tiros de Granada durante un corto espacio de tiempo. Sentó doctrina restauradora al inclinar el debate entre los partidarios de restaurar y los que deseaban tan sólo conservar, tras intervenir en el Patio del Yeso del Alcázar de Sevilla, con la intención de frenar los desmanes que se estaban produciendo en la Alhambra. Será el primero en llevar a la práctica en España las teorías en la materia defendidas desde la Institución Libre de Enseñanza, que alcanzarán rango legal con la Ley del Patrimonio de 1933.
   Coleccionista, marchante y mecenas, será la pintura el elemento nuclear de su coleccionismo, que es inseparable de su vertiente mercantil. Vendió numerosas obras del Greco, Velázquez y Goya, a menudo falsas, debido a su excesivo entusiasmo y al escaso avance historiográfico. Obtiene así los recursos necesarios para continuar su trabajo, subyaciendo en estas operaciones el deseo de dar a conocer el arte español fuera del país. Sus preferencias se centran sobre todo en las obras de los siglos XV, XVI y XVII y también en el XIX y principios del XX, siendo la temática de los museos y centros por él fundados la que oriente las nuevas adquisiciones. Toda esta actividad cobrará sentido cuando la proyecte en la colectividad, practicando un mecenazgo atípico en el que combinará los métodos tradicionales con otros específicos acuñados por él. Donó a la nación el Museo del Greco, también la Casa de Cervantes y finalmente el Museo Romántico. Financió las actividades de un organismo público, la Comisaría Regia del Turismo y, como colofón, legará todos sus bienes a sus fundaciones, es decir, al Estado español, convirtiéndose en uno de los mecenas más prolíficos de su tiempo. Pretende así suplir las deficiencias del Estado en materia turística y cultural acuñando fórmulas de gestión de recursos propios y ajenos. Los optimiza, entre otras razones, por el respaldo del Monarca, que tiene en él a un asesor artístico ejecutor de la política regia. El mecenas estadounidense Huntington y el propio Alfonso XIII financiarán algunos de sus proyectos. Recibirá de la Institución Libre de Enseñanza el sustrato ideológico presente en su obra, del que se impregna a través de Manuel B. Cossío, integrándose en ese minoritario grupo de españoles que buscaban la modernización del país por distintas vías.
   Desaparecida la Comisaría Regia, se dedicará a sus fundaciones y a nuevos proyectos. Compra y pone en funcionamiento el Real Balneario de la Isabela hasta su destrucción ocurrida durante la Guerra Civil. Tras el levantamiento militar, y a pesar de su avanzada edad y mala salud, se ofrecerá al Gobierno de Burgos para participar en el seguimiento de la salida de los cuadros del Prado y de otras colecciones españolas hacia Ginebra.
   Benigno Vega-Inclán fue elegido académico numerario de la Real Academia de la Historia el 19 de febrero de 1926, medalla de la que tomó posesión al año siguiente. Falleció en Madrid en enero de 1942, antes de pronunciar el discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Biografías de la Real Academia de la Historia).
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martes, 16 de diciembre de 2025

El sitio arqueológico Cortijo de los Marqueses, en Santiponce (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el sitio arqueológico Cortijo de los Marqueses, en Santiponce (Sevilla)
     Ponsich señala una importante zona arqueológica. Escacena sin embargo no detecta ningún resto constructivo ni cerámico importante. El terreno ha sido sometido a muy profundas labores agrícolas, sin que se hayan sacado restos de construcción alguna. Los restos cerámicos son poco significativos, siendo los más abundantes los medievales (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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La desaparecida Puerta Real, o de Goles

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta Real, o de Goles, de Sevilla.
      La Puerta Real, o de Goles, se encontraba en la plaza Puerta Real, en su confluencia con la calle San Laureano; en los Barrios del Museo, y de San Vicente, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
     Estaba situada al final de la calle Alfonso XII -antigua calle de las Armas-, en la confluencia de las calles Gravina, Goles y San Laureano, en la plaza que conserva en su nombre el recuerdo de su existencia, y donde en el año 1995 se realizaron excavaciones.
     El topónimo Goles no aparece documentado en las fuentes musulmanas, aunque sí en el Libro del Repartimiento y en otros documentos castellanos de los siglos XIII, XIV y XV. Por su parte, el topónimo Real sólo aparece mencionado a partir del siglo XVI.
     Esta puerta se ha  identificado con la bab al-Kuhl y la bab al­ Muaddin de las fuentes musulmanas.
     En cuanto al origen del primero de los topónimos, es decir el de Goles, es unánime la historiografía sevillana al considerarlo como una corrupción del nombre de Hércules, a quien estaría dedicada.
     Sin embargo, hay historiadores modernos que consideran que el nombre obedecía al primer núcleo de población al que conducía el camino que de esta puerta partía.
     En cuanto al origen del segundo, también es prácticamente unánime la historiografía, relacionándolo con la entrada en la ciudad, el 10 de mayo de 1570, de Felipe II. Sin embargo, algún autor considera que el origen del nombre reside en la entrada que por ella hizo San Femando tras la conquista castellana.
     Acerca de la primitiva estructura de la puerta islámica, todas las referencias que he localizado coinciden en la existencia de una torre. Así, en los Papeles del Mayordomazgo del siglo XIV, a propósito de la reparación ge­neral de la muralla en 1386, figuran como elementos a reparar una "torre que está dentro en la puerta de goles", así como una "torre que está sobre la puerta de goles". En los del siglo XV, encontramos también noticias de esta torre: en 1406 y en 1421. Por último, tal y como veremos más adelante, en los documentos relativos a las obras que en ella tuvieron lugar en el siglo XVI vuelve a hacerse alusión a una torre.
     Por lo tanto, no creo, como sostiene algún investigador, que estuviese flanqueada por una torre, sino que se trataba de una torre-puerta con acceso en recodo único y protegida por barbacana.
     En este sentido, creo que la puerta representada en uno de los relieves del retablo mayor de nuestra Catedral no puede identificarse con la de Goles, sino con la de la Macarena, puesto que en el mencionado retablo se representa a la ciudad desde el norte y no, como se sostiene habitualmente, desde poniente.
     Por otra parte, conocemos la intervención de Hernán Ruíz en esta puerta gracias a documentos conservados en nuestro Archivo Municipal y fechados en 1561 y 1563. A través de este último sabemos que se debía proceder a "derribar la puerta de goles o la mayor parte della y la bóveda y torre y tornarse a edificar-conque si se derribare la torre no se torne a façer", así como "derribar quales quier edificios si hubiere arrimados al muro" y "empedrar la salida de la puerta y la plazuela questa delante de la puerta de manera que quede en corriente hacia Cantarranas".
     También nos queda constancia de esta intervención en la obra de Mal Lara: "(...) don Francisco Chacon, Asistente, que fue desta ciudad, mando con orden de Sevilla, que se edificasse, y se alçasse de el suelo, y asi se alço de piedra labrada, con sus frontispicios y remates de unos grandes globos, y puntas (...) y empedrase todo aquel espacio".
     La nueva puerta constaba de dos cuerpos, en el primero de los cuales se abría un arco de medio punto flanqueado por dos pilastras corintias que sostenían un entablamento, sobre el que se levantaba un segundo cuerpo, coronado por un frontón rematado por acróteras.
     En lo que a las inscripciones se refiere, en la primitiva puerta de Goles se leía un dístico en latín en honor de San Fernando que habría sido puesto por don Hernando Colón en 1535. Quizás estos versos debieron ser renovados cuando Hernán Ruiz reedificó la puerta, y a que según la historiografía sevillana el dístico se leía en el frontispicio de la puerta nueva de Goles, aunque con el transcurso del tiempo habría desaparecido, y figura en el dibujo que de ella hizo Tovar.
     Por otra parte, las obras de Hernán Ruíz concluyeron con la colocación de una lápida con inscripción en castellano, fechada en mayo de 1565, en conmemoración de su reedificación y que estaba colocada en el friso del entablamento del primer cuerpo de su fachada interior.
     Esta inscripción se conservaba en los fondos del Museo Arqueológico Provincial, donde fue depositada el 12 de marzo de 1880 por la Comisión de Monumentos (R.E. 269). En el año 1995 fue colocada por la Gerencia Municipal de Urbanismo en el lienzo de muralla contiguo a donde estuvo emplazada la puerta.
     En cuanto a los escudos, a través de la historiografía, de los dibujos de Ford y Tovar y de una fotografía, sabemos que dos de ellos decoraban los frentes de su segundo cuerpo: uno con las armas de la ciudad al interior, y otro con las armas reales al exterior. En este sentido, creo que es muy posible que uno de los tres escudos de piedra con las armas de la Ciudad esculpidas conservados en los fondos del Museo Arqueológico Provincial sea el que hemos visto decoraba esta puerta (Daniel Jiménez Maqueda, Estudio histórico-arqueológico de las puertas medievales y postmedievales de las murallas de la ciudad de Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1999).
     Apenas un muñón gris y unas desdentadas almenas quedan de la majestuosa fábrica que aquí se erigió para recibir al hombre más poderoso del mundo. También por este lugar regresó la cruz a la ciudad. Hoy, sin embargo, es solo una triste esquina; un rincón que afean garabatos y meadas. La gloria del mundo siempre pasa. Y cuando lo hace, su lugar se apresta a ocuparlo la miseria.
     La Piedra Llorosa, la casa de Hernando Colón, el Señor de Pasión, la calle de las Armas, el Campo de Marte, la estación de Córdoba, el barrio de los Humeros, la Virgen de las Aguas, el capitán Marcos Cabrera, los obispos de la iglesia del Palmar de Troya, las futbolísticas calles Goles y Redes discurriendo en paralelo... todos estos personajes, todos estos lugares, con sus respectivas historias, crepitan alrededor de la esquina donde se alzaba una de las puertas de la vieja muralla de la ciudad. Mas no una puerta cualquiera: la puerta por la que un día entró en Sevilla el hombre más poderoso del mundo. Sus constructores almohades la llamaron de algún modo que a los castellanos que vinieron luego les dio por tradu­cir, más bien adaptar, como Puerta de Goles, nombre que nada tiene que ver con el fútbol que varios siglos después inventarían los ingleses. Su origen, según apunta el cronista Luis de Peraza y sistemáticamente aceptaron todos los que luego vinieron, procedía de una incomprensible corrupción del nombre de Hércules, con el que los musulmanes habrían denominado la puerta, lo cual de entrada parece poco probable. Pero menos lo es aún que la palabra Harqal, que es como se dice Hércules en árabe, se transforme en Goles al ser pronunciada por los castellanos que conquistaron la ciudad, como sostiene la teoría. De Harqal a Goles va un trecho. No obstante, Peraza se muestra contumaz en la defensa de tal hipótesis, que trata de argumentar con una de las habituales piruetas de los historiadores de la época, de la cual, eso sí, podemos deducir que en sus tiempos -siglo XV- los sevillanos ya transformaban en ere la ele del artículo el. Sevillanos para quienes el tal Hércules, en lugar de un héroe mitológico, el legendario fundador de la ciudad, fue en realidad un hortelano al que apodaban uer Coles". Lean atentamente a Peraza: "Creo que ha sido por vicio del tiempo mudarse la C en G, por lo que yo sin duda creo que se ha de decir de Coles, que es nombre propio de Hércoles (sic), que el Her que anteponemos en este nombre, sobrenombre es, según en las Questiones Annias dice el sapientísimo Juan Annio Viterviense". Claro que lo de "Her" lo mismo es un germanismo, vaya usted a saber. Quede, en fin, a juicio del lector la conclusión sobre el rigor de esta teoría, que a pesar de todo fue aceptada por la generalidad de los cronistas que vinie­ron luego.
     Más lógica se nos antoja la teoría sostenida por el historiador Jacinto Boch Vilá, quien en su obra sobre la Sevilla Islámica (colección de bolsillo de la Universidad de Sevilla) especula con que el nombre de esta puerta provenga del nombre de la Puerta del Alcohol, con el que fue bautizada una de las que en la cerca abrieron sus constructores. En árabe el nombre era Bab al-Kuhl, cuyo sonido se antoja bastante más proclive a corromperse en la len­gua de un castellano para acabar convertido en Gol o Goles que Hércules o Harqal. Explica Boch Vilá que la puerta en cuestión llevaba ese nombre -del alcohol o del sulfuro de plomo porque daba al barrio donde se asentaban los vidrieros y ceramistas, o fuera de la cual tenían establecidos sus hornos, cuyas luces, por la noche, se divisaban desde al alcázar donde residía Al Mutamid", dice Boch Vilá. Bien, contra esto hay quien dice que la Puerta del Alcohol era en realidad la Puerta de Jerez, bastante más cercana del palacio del célebre monarca sevillano. Como verán, disquisiciones históricas no faltan al respecto, aunque las especulaciones del profesor Boch parecen tener más apoyo en la lógica que la teoría que se ha venido reiterando con papagayesca contumacia sobre el nombre antiguo de esta puerta.
     Años después de la conquista castellana y, por tanto, cristiana, la puerta mudaría de nombre, pasando de Goles a Real, cambio que fue debido a una razón en la que los historiadores tampoco termi­nan de coincidir. Parece constatado que a través de esta puerta entró en Sevilla el rey Fernando III el 22 de noviembre de 1248 para tomar definitivamente la plaza y poner fin en ella a más de medio milenio de dominación y hegemonía musulmana. Si bien, la ocupación oficial de la Isbiliya islámica por las huestes del rey castellano no se verificaría hasta un mes más tarde, una vez que la ciudad fuera desalojada por la mayor parte de sus habitantes en cumplimiento de los términos para la capitulación acordados entre el conquistador y el derrotado rey local Axafat. Muy curiosa es la descripción que, seis siglos más tarde, haría de aquella entrada Álvarez-Benavides, en un épico alarde de imaginación desbordada: "El sol radiante de Andalucía, reflejado sobre las armaduras e invencibles espadas de tan heroicos soldados, les hacía aparecer aquel día como masas de fuego que, extendiéndose por la orilla izquierda del Guadalquivir, penetraban en la ciudad por la Puerta de Goles, semejando extensa columna de candente lava".
     Según el analista Ortiz de Zúñiga, el nombre de Real se le impondría precisamente a raíz de aquel episodio. La realidad, sin embargo, parece ser diferente. Otras fuentes, da la impresión que más fiables, atribuyen el origen de la denominación con la que esta puerta pasaría definitivamente a la historia (en todos los sentidos) a otro acontecimiento ocurrido tres siglos y medio más tarde. Exactamente el 1 de mayo de 1570, cuando a través de la entonces todavía llamada Puerta de Goles entraría en Sevilla el rey Felipe II, en aquel momento el hombre más poderoso de la Tierra, titular de un imperio donde jamás se ponía el sol, pero sí en cambio se ponían muchas manos; seguramente demasiadas. Y ello fue causa de que, precisamente durante su reinado, el imperio comenzara a experimentar la decadencia que lo llevó, primero, a ver cómo sobre él iban extendiéndose las sombras de la noche, hasta, más adelante, descomponerse definitivamente en un histórico ocaso.
     La entrada en la ciudad de Felipe II por la Puerta de Goles (en lo sucesivo, Real) supuso poner fin a la costumbre, hasta entonces seguida por los monarcas castellanos, de entrar en Sevilla a través de la Puerta de la Macarena, que era, de las cuatro principales, la situada al norte y, por tanto, la más inmediata al "arrecife de Extremadura", a través del que se llegaba a la ciudad desde la meseta. Era, por tanto, el acceso lógico y, digamos, natural a la ciudad. De hecho, todos los reyes castellanos habían entrado en ella por esa puerta, recorriendo luego la calle San Luis, que por tal motivo llevaba el nombre de Real.
     La decisión de cambiar en esta ocasión la puerta de entrada a la ciudad fue de Francisco Duarte de Mendicoa, caballero veinticuatro, juez oficial y factor de la Casa de la Contratación, quien, avezado en estas lides, se encargó de la organización del fasto. Estimó Duarte, no sin razón, demasiado angostas las calles que rodeaban la Puerta de la Macarena para acoger la concurrencia que previsiblemente acudiría en masa a contemplar la llegada de la comitiva imperial, que además era notablemente más aparatosa que la de todos sus antecesores, incluida la del emperador Carlos.
     En la víspera de su entrada en la ciudad, Felipe II hizo noche en el Monasterio de San Jerónimo, desde donde a la mañana siguiente, bien temprano, tomaría una barcaza que lo llevaría a través del río hasta la finca de la Bellaflor, ubicada en los actuales Jardines de las Delicias. Allí acudirían a cumplimentarlo las autoridades civiles, religiosas, militares y académicas de la ciudad. A las dos y media de la tarde, al frente de una comitiva de casi cuatro mil hombres, el monarca se encaminaría hacia la ciudad siguiendo en su recorrido los pasos que siglos antes había dado el Rey Santo para entrar en ella una vez consumada la conquista. Discurrió el cortejo del Rey Prudente entre el río y la muralla, pasando junto a la Torre del Oro y el puente de barcas, también ante los postigos del Carbón y el Aceite y las puertas del Arenal y Triana, que dejaría sucesiva­mente atrás hasta llegar al fin a la entonces todavía llamada Puerta de Goles, ante la cual se había levantado un arco triunfal para recibirlo con más boato si cabía. Bajo él, Fernando Carrillo, conde de Priego y asistente de la ciudad, suplicó al rey que jurase los privilegios concedidos a Sevilla, a lo cual este accedió. Ante un crucifijo de esmeraldas y con la mano puesta en los Evangelios, Felipe II hizo el juramento. El asistente le entregó entonces las llaves de la ciudad y con ellas en la mano, el regio visitante pasaría bajo el vano de la Puerta Real, avanzando por la calle de las Armas, desde la que se dirigió a la Catedral a través de un itinerario -Sierpes, Plaza de San Francisco, Génova- que inauguraba solemnemente la futura carrera oficial de la Semana Santa.
     Las crónicas antiguas describen la Puerta Real como una edificación que consistía en un gran arco romano ornado con pilastras, sobre cuyas cornisas se alzaba un segundo cuerpo, en el que destacaba un frontispicio terminado en airosas pirámides. Aspecto que le confirió la reforma realizada sobre la puerta primitiva cinco años antes, en 1565, de la cual daba fe una lápida con la siguiente inscripción literal: "Reinando en Castilla el muy alto poderoso católico rey Felipe Segundo, mandaron hacer esta obra los muy ilustres S.S. Sevilla, siendo asistente de ella el muy ilustre Sr. Don Francisco Chacón, Señor de las villas de Casarubios é Arvio Molinos y Alcalde de los Arcazares i Cimorrio de Avila. Acabase en el mes de maio de 1565".
     La decoración de la Puerta Real estaba presidida por un relieve donde aparecían las figuras del rey san Fernando, flanqueado por los santos Isidoro y Leandro. También se refiere que en su frontispicio hubo durante algún tiempo una pintura donde el Rey Santo aparecía triunfante a caballo, junto a la cual se labró una inscripción en latín que lo exaltaba de esta rimbombante y solemne manera: "Ferrea Ferrandus perfregit claustra sibillae, Ferrandi, nomen splendet, ut astra Pollin", lo cual traducido a román paladino venía a querer decir: "Fernando quebrantó las puertas de hierro de Sevilla, y el nombre de Fernando brilla como los astros del cielo".
     La Puerta Real era, así lo refieren las crónicas y lo demuestran las fotografías, majestuosa y monumental. Nada que ver con otros postigos de la ciudad que hemos recorrido antes, como las Puertas de San Juan, Córdoba o, incluso, la del Sol, u otras que veremos más adelante. De ella, refiere el cronista González de León que, por su cara de intramuros, tenía en ambos extremos sendas capillas. Una, la de la derecha, dedicada a Nuestra Señora de la Merced, que aún existe, y la otra, la de la izquierda, a San Antonio de Padua, encon­trándose esta en un piso superior al que ocupaba la casetilla de los guardas de la puerta. Entre el arco de la puerta y la capilla de la Merced también hubo una fuente que, según el referido cronista, manaba agua procedente de la famosa fuente del Arzobispo, lo cual se antoja complicado puesto que dicha fuente se hallaba en lo que hoy es el parque de Miraflores y eso habría exigido una larga canalización que cruzara casi toda la ciudad de entonces.
     Mas, ni su gloriosa historia ni su imperial empaque fueron motivo suficiente para evitar que fuera demolida en el "tremebundo" -como lo califica nuestro omnipresente Álvarez-Benavides- año de 1862. En realidad, más que demolida, parece que fue desmontada, pues el citado autor detalla que durante algún tiempo sus piezas se conservaron en el cementerio de San Fernando, que por aque­lla época apenas llevaba ocho años abierto, donde incluso se pensó instalarla a modo de gran y monumental pórtico para la mansión de los muertos. El proyecto, como tantas veces ha ocurrido y sigue ocurriendo en esta ciudad, se llevó unos años madurando en la placenta consistorial, pero al final la gestación terminó en aborto. La idea fue descartada y los peñascos a los que se redujo la Puerta Real sabe Dios dónde fueron a parar una vez distinguidos con el marchamo de "cosa que no sirve para nada".
     Hoy en día, de la Puerta Real apenas queda el recuerdo de un azulejo colocado junto a un exiguo resto de la muralla a la que estuvo adosada y que se halla al final de la antigua calle de las Armas, la actual Alfonso XII; en esa esquina que, no se sabe muy por qué, es tan sórdida y apagada, tan lumpen y siniestra. Porque en ese halo de siniestra decadencia que envuelve este rincón de la ciudad, parece haber todavía algo de aquel ambiente enrarecido que envolvía, como los de todas las estaciones ferroviarias, los alrededores de la antigua estación de Córdoba. De ella, de la puerta, quedó, sin embargo, su nombre, que ahora lo lleva todo ese barrio cuyas fronteras tampoco están claras del todo. Desde el Museo hasta San Laureano (desde la Piedra Llorosa, hasta las lágrimas de la Virgen de las Aguas) y desde las pensiones de Gravina, hasta los silencios de las viejas calles del barrio de los Humeros: Goles, Alfaqueque, Redes, Bajeles, Barca... nombres marineros que parecen evocar los pecios que, olvidados, reposan en el fondo del océano de aquellas naves que, persiguiendo un destino fatal, partieron de este lugar para no volver jamás; nombres que sugieren historias tristes para una Sevilla triste, apagada, solitaria y, sobre todo, callada y silenciosa. Un hecho en el que tal vez haya una cierta lógica, pues solo el silencio podía adueñarse de este lugar después de que lo hiciera el último emperador de Castilla. El último dueño del mundo (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024). 
        Se encontraba al final de la antigua calle de las Armas, hoy de Alfonso XII, y de ella tomó su nombre el barrio que hay entre el Museo y el antiguo convento de San Laureano. Su primitiva denominación, Goles, es atribuida a una corrupción del nombre de Hércules, el mítico fundador de Sevilla. El nombre de Real le fue otorgado con ocasión de la llegada a Sevilla del Rey Felipe II en mayo de 1570, haciendo entrada en la ciudad a través de esta puerta. La misma fue reconstruida en 1565 por orden del Asistente Francisco Chacón. Su demolición tuvo lugar en 1862, destinán­dose sus restos al cementerio, donde permanecieron muchos años a la espera de ser reconstruida para servir de entrada al camposanto, proyecto que jamás se haría (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
      Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta Real, o de Goles, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Recinto Amurallado de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

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Más sobre la calle San Laureano, en ExplicArte Sevilla.

lunes, 15 de diciembre de 2025

Los principales monumentos (Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, Castillo, Cueva de los Murciélagos, y Museo de Costumbres y Artes Populares Juan Fernández Cruz) de la localidad de Zuheros, en la provincia de Córdoba

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Córdoba, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, Castillo, Cueva de los Murciélagos, y Museo de Costumbres y Artes Populares Juan Fernández Cruz) de la localidad de Zuheros, en la provincia de Córdoba.
     Blanquea Zuheros a los pies de agrestes y cenicientos tajos rocosos. Blanquea Zuheros a los pies de agrestes y cenicientos tajos rocosos. Desde el mirador del área recreativa se percibe como una acumulación desordenada de blancos dados de cal; son las casas, de ocráceos tejados, cuyas fachadas respiran por ventanitas oscuras, como párpados entornados y somnolientos. Al fondo, vigilan el caserío triangular las desdentadas torres del castillo-palacio y de la villa, miradores sobre el verdegrís mar de olivares.
     Villa situada al sureste de la provincia, a 8 Km. de la C-432.
     Distancia a Córdoba: 76 Km.
     Altitud: 622 m.
     Extensión: 42,26 Km2
     Habitantes: 821.
     Gentilicio: Zuhereños.
     Mancomunidad: Subbética Cordobesa
     Zuheros parece surgir a finales del siglo IX, cuando los soldados Banu Himsi construyen un castillo sobre unas rocas inexpugnables -sujaira- y se establecen en él. Perteneció en su origen a la cora de Elvira (Granada), y fue fortificado a finales del siglo XII. Este territorio fue conquistado hacia 1240 por Fernando III, que puso el castillo bajo jurisdicción señorial para así fortalecer mejor la frontera con el reino nazarí de Granada. Tras diversos cambios de titularidad señorial, Alfonso X donó Zuheros a su hijo el infante Don Juan, pero a raíz del incumplimiento de un acuerdo, Sancho IV ordena su conquista en 1293 al consejo de Córdoba, ciudad bajo cuya jurisdicción queda la villa.
Oficina de Turismo de Zuheros
     +34 957 694 545
     http://www.zuheros.es (Diputación Provincial de Córdoba).
     Surgió esta villa en torno al castillo roquero o sujayra de los Banu Himsi, vinculado a la cora de Elvira. La gana Fernando III entre 1240 y 1241, quedando bajo señorío de la reina Juana de Ponthieu, quien la cedió a la orden de Calatrava. Tras pasar por diferentes señores, en 1293 Sancho IV ordenó su restitución al Concejo de Córdoba. En el siglo XV pertenecía a Alfonso Fernández de Córdoba, y de él pasó a su hermano Pedro de Córdoba y Solier, arcediano de Castro, quien la instituyó como mayoraz­go de su hijo Alfonso Fernández de Córdoba en 1470. Extinguida esta rama en el siglo XVIII, pasó a depender de los marqueses de Algarinejo (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     Zuheros está situado al sur de la provincia de Córdoba, entre Baena y Cabra, a 76 km. de Córdoba y a 200 km. de Sevilla.
     Limita al norte con  Doña Mencía y Baena, al este con Luque, al sur con Carcabuey y al oeste con Cabra.
     Se asienta sobre un promontorio en la falda de la Sierra del Lobatejo, junto a un impresionante desfiladero horadado por el Arroyo Bailón. Sus altitudes más significativas son: Plaza, 656,5 m.; Castillo, 664,0 m.; Parte alta del Casco (borde nordeste), 669,0 m.
     La estructura urbana está muy influenciada por el emplazamiento, con un hábitat armónicamente desarrollado y adaptado a la topografía. Casas alineadas con irregularidades, en calles más o menos curvadas, largas y en pendiente, absorbiendo sus muros blancos los peñascales que afloraban en sus asentamientos. Las calles, callejas y adarves, algunas con fuertes pendientes, y en general estrechas, se continúan en el interior de las manzanas, en una serie de pasadizos, corrales y patios. Manzanas mayores de lo habitual para este tipo de emplazamiento.
     La tipología dominante es la casa popular (existen interesantes muestras de arquitectura popular) de dos plantas. 
     Caseríos de pequeños huecos, casas abiertas al exterior con rejas, incluso casas de principios de siglo de cierta pretensión tipológica sin ruptura en el color, y materiales de acuerdo con unas invariantes estéticas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     A un paso de Baena están Zuheros, con sus soberbios paisajes, su castillo y, sobre todo, su prehistórica y archifamosa cueva de los Murciélagos (Rafael Arjona. Guía Total, Córdoba. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2009).
      Un promontorio calizo que se asoma a un impresionante desfiladero horadado en la roca por el río Bailón constituye el privilegiado mirador sobre el que se asienta este precioso pueblo de la Subbética cordobesa.
Historia y visita
     Aunque su término estuvo poblado desde el Neolítico, Zuheros es pueblo de fundación musulmana. Su nombre procede del árabe Suhayra, que significa "peña". En 1240 fue conquistado por Fernando III, pasando a depender primero del señorío de Aguilar más tarde de los Fernández de Córdoba. Al oeste de la población, en la plaza de la Paz, subiendo por la calle del Mirador, se encuentra el castillo musulmán y los restos de un palacio de sillería de estilo renacentista, construido en el siglo XVI por el señor de Zuheros y abandonado en el siglo XVIII. Frente al castillo se sitúa la iglesia parroquial de la Virgen de los Remedios, construida a finales del siglo XVI cuya torre fue levantada sobre el alminar de una antigua mezquita. El pueblo de casitas blan­cas y calles empinadas y retorcidas se apretuja hacia el castillo, acoplándose a los desniveles del terreno, ofreciendo casi a cada paso preciosos miradores desde los que se contemplan espléndidos paisajes.
Gastronomía
     Los productos del campo son los elementos prácticamente únicos que nutren la cocina del lugar. Platos muy antiguos son las migas, las chuletas de cordero, las cachorreñas y el conejo al ajillo. El queso de cabra, los roscos y los pestiños constituyen excelentes postres.
Fiestas
     De gran interés es el Carnaval, con los famosos Corros del Melenchón, que recorren sus empinadas calles cantando y bailando. El fin de semana más próximo al 15 de agosto se celebra la feria en honor de la Virgen de los Remedios y el 14 de septiembre la fiesta de Jesús Nazareno.
ALREDEDORES
     Una cuidada carretera que sube sierra arriba conduce hasta la cueva de los Murciélagos, tras dejar atrás el magnífico mirador natural de la Atalaya, desde el que se obtiene la mejor vista del cañón formado por el río Bailón, con el puente de hierro del antiguo ferrocarril del aceite.
     La cueva, en la cima de la sierra, es un extraordinario refugio utilizado desde el Neolítico. Es de una gran belleza. Posee una enorme cantidad de estalactitas y estalagmitas, además de abundantes e interesantísimas pinturas rupestres, sobre todo las que representan perfiles de cabras.
     En una de las salas más profundas se con­serva un enterramiento, en el que se ve el cadáver de un hombre tendido boca arriba con las piernas flexionadas hacia la derecha.
     La exploración de esta cueva, que comenzó en 1937, aunque se conocía su existencia desde 1868, ha puesto de manifiesto la impor­tancia del Neolítico en la zona, datándose su utilización desde la mitad del Paleolítico medio (60.000 a.C.). El grupo humano que la frecuentaba utilizaba principalmente el espacio más próximo a la entrada, cultivaba cereales, criaba animales domésticos, modelaba el barro con el que hacía vasijas de muy bella decoración y trabajaba el cuero. La cueva es visitable. Para ello hay que concertar la visita en la Subbética de Turismo (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios.-
     La iglesia actual es una reconstrucción muy sencilla de 1696, con reformas posteriores y rehecha en la década de 1940. El retablo mayor es barroco, de hacia 1750. En la caja central está Nuestra Señora de los Remedios, imagen arreglada para vestir en el XVIII, y encima, la Virgen del Rosario, de estética popular, ataviada con gola y traje de corte del siglo XVI. En las calles figuran tallas de San Sebastián y Santo Domingo, del XVIII. En una peana, a la derecha, se venera a San Matías, talla del siglo XVII, antiguo titular de la parroquia y patrón de Zuheros; en la pared hay un precioso cobre con la Virgen, de estilo académico, de fines del XVIII.
     A la derecha del presbiterio se abre la capilla del Señor de la Humildad, que se cierra con reja de 1899. El retablo, de hacia 1770, se restauró por el párroco Manuel Cuenca López en 2002. En la hornacina central se ve la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Desprecio, talla de estética granadina de hacia 1700, restaurada en 2002. A los lados figuran los lienzos populares de la Adoración de los Reyes y la Anunciación, de época del retablo.
     En la capilla del lado izquierdo, con reja de 1856, se veneran las imágenes de vestir de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de estética granadina de fines del XVII, restaurada por Ricardo Comas en 1983, la Dolorosa, restaurada por Miguel Arjona en 1996, y Nuestra Señora de la Esperanza, de éste último.
     En el lado derecho se halla la capilla del Sagrario, con reja de 1894 y frontal de azulejos trianeros de Ramos Rejano con la Santa Cena de Leonardo. La imagen de San José, de escuela granadina, sigue modelos del primer tercio del Seiscientos. A continuación está la capilla de Ánimas, con reja de 1940, presidida por un lienzo de este asunto fechable a fines del XVIII. Delante está el Señor Yacente, imagen de talla de hacia 1590, sumamente restaurada. A la izquierda hay un altar con tres imágenes: al cen­tro, Nuestra Señora de la Aurora, que procede de la ermita de su advocación, tallada en 1739 por Cecilia Franco y Roldán, y a los lados, San Francisco, de vestir, y San Antonio, fechables a fines del XVIII.
     Entre los enseres litúrgicos de la parroquia destacan algunas piezas de plata del siglo XVI, marcadas por Diego y Pedro Fernández, y un ostensorio del XVII. Fuera de culto hay una imagen entronizada de San Pedro pontífice, de mediados del XVIII, muy retocada (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
       Situada en el entorno del castillo, la iglesia parroquial es un templo barroco con fachada reformada recientemente.
     De una sola nave, está cubierta con bóveda de cañón en sus tres tramos, con arcos fajones, de decoración sencilla, sobre pilastras. El presbiterio está cubierto con bóveda de arista.
     Presenta, junto a la cabecera del lado izquierdo, una torre-campanario que sobresale apenas de las cubiertas, de cuerpo cuadrado de una altura y rematados sus lados por huecos de medio punto flanqueados por pilastras y cubierto por chapitel muy chato (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de los Remedios es una recontrucción sencilla del año 1696.
     Posteriormente sufriría varias reformas y sería rehecha en el año 1940.
     Se cree que está edificada sobre una antigua mezquita, de la que dicen quedaría el antiguo alminar, bajo el actual campanario.
     Destaca su barroco retablo mayor, del 1750, así como la talla de la imagen de la Virgen de los Remedios (Diputación Provincial de Córdoba).

Castillo.-

       Culminando una escarpada peana de rocas y verdes arbustos se encaraman murallas y un grandioso torreón prismático rematado de almenas, cuya construcción aprovecha los propios accidentes del peñasco, lo que ya de por sí solo hace inexpugnable a la fortaleza, particularmente por sus flancos norte y oeste, mientras sus caras sur y este que contornean la plaza de la villa, permiten un fácil acceso. De origen musulmán, a finales del siglo XVI se lleva a cabo su remodelación, dándole un tono palaciego, renacentista. Sin embargo, la ausencia de los señores le hizo caer en un estado de abandono que le convirtió, en el siglo XVIII, en cantera y punto de aprovisionamiento de materiales para la construcción de las nuevas casas que el crecimiento poblacional demandaba. La ampliación renacentista fue terminada en 1576, ya que don Juan de Córdova testó en dicho castillo.
     La fábrica medieval es de mampostería enripiada con refuerzo de cantería en las esquinas, muy homogénea, a excepción del sector de acceso, que presenta un cambio edilicio no contemporáneo al resto de la obra y que bien pudiera corresponder a una remodelación posterior al meridiano del siglo XIV. La puerta no está a la altura de la rasante exterior sino en alto, virtud defensiva que hubo de recurrir en su día a un patín de acceso. La entrada, protegida por una puerta de hierro hasta el siglo XVIII conserva todavía los encastres de varias ménsulas correspondientes a una defensa vertical o ladronera, disposición que posiblemente se repetiría en una de las esquinas exteriores. Ramírez de Arellano describe la existencia de un segundo acceso, una poterna a los pies de la peña, que comunicaría con el interior de la fortificación mediante una escalera tallada en la roca. La entrada enlaza con un empinado camino en recodo dominado por la Torre del Homenaje, que se levanta a la izquierda, que nos deja en una superficie interior explanada, en la que encontramos los restos de un aljibe y de una estancia rectangular, originariamente de dos plantas, que serviría como espacio polifuncional en un principio (refectorio, dormitorio, almacén,...) que se iría adaptando en su uso a las nuevas necesidades de la fortificación. La Torre del Homenaje, también de reducidas dimensiones, tiene una estancia cubierta con una bóveda vaída que enlaza con la azotea. Los restos del palacio del siglo XVI se separan hacia el lado oeste, destacando por su perfecta fábrica de sillería. De esta época es igualmente la puerta principal, ocupando y cerrando un hueco de puerta musulmana, ubicada frente a la parroquia, que ofrece esquema adintelado con dovelas marcadas y pilastras acanaladas. 
     A ella se llega por una escalinata pegada al peñasco. En 1760 la torre mayor del viejo castillo árabe se convierte en Torre del Reloj, siendo restaurada en el año 1960, año del que data su aspecto actual.
     Del castillo parte un lienzo murado jalonado de varias torres de las que una (La Torre) se ha conservado en relativo buen estado, incluso con parte de su merlatura original. Quedan restos más o menos evidentes de alguna otra, elementos suficientes que muestran un sistema edilicio similar al que presenta el castillo. En el sector de La Torrecilla, con parte de la muralla descostrada por la erosión natural, y donde se muestra el migajón de la misma, se conservan las huellas de las tablas empleadas, bien en el sistema de andamiaje, o bien en la puesta en obra de la construcción, que pudo recurrir al encofrado de la mampostería. La iglesia, cuyos restos se conservaron hasta el siglo XVIII, se edificó adosada intramuros a esta cerca, vinculándose a la advocación de Santa María (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Sobre un escarpe rocoso se encuentra situado el Castillo – Palacio de Zuheros.
     El Castillo de Zuheros era una antigua fortaleza musulmana, en la que destaca el grandioso torreón prismático rematado por almenas, datado aproximadamente en el S. XII.
     Durante el S. XIV, se completó como un Palacio renacentista, por los Señores de la Casa de Córdoba.
     En la actualidad aún son visibles los excelentes muros de piedra de grandes sillares, tanto de la fortaleza inicial, como del Palacio posterior (Diputación Provincial de Córdoba).

Cueva de los Murciélagos.-

       Este yacimiento se encuentra dentro de los límites del Parque Natural de las Sierras Subbéticas cordobesas. Consiste en dos grandes salas: Cueva Grande y Cueva Chica, comunicadas en origen por un gran talud que taponaba uno de los accesos al Corredor de las Pinturas. Una rampa alcanza la Sala de los Estratos.
     La cavidad está muy alterada por las obras de acondicionamiento para la visita. Las zonas arqueológicas de interés son el Vestíbulo de la Cueva Grande, el Pasillo de comunicación de las dos entradas, el Corredor de las Pinturas y la Cueva Chica, con pinturas parietales y restos materiales que se remontan desde el Paleolítico hasta la Edad Moderna.
     La primera noticia sobre la Cueva de los Murciélagos de Zuheros se la debemos a M. de Góngora y Martínez en 1868, en su libro Antigüedades Prehistóricas de Andalucía. Descubierta la importancia de sus restos en 1938, en que se realiza la primera exploración por oficiales del ejército, pocos años después se dio a conocer el interés que tenía el vaso de cerámica a la almagra que había aparecido en la cueva, típico producto de alfarería del Neolítico andaluz pintado de rojo brillante y ricamente decorado, del que es una magnífica muestra, que se expone en el Museo Arqueológico de Córdoba, así como restos humanos procedentes de enterramientos efectuados en la cavidad durante la Prehistoria. Cuando en los años cuarenta Martínez Santa-Olalla nombra a D. Fernández Cruz comisario local de excavaciones para que se ocupara especialmente de la protección de la cueva, ya se había empezado a destrozar el yacimiento por parte de numerosos clandestinos. En 1945, el insigne ingeniero de minas cordobés D. Antonio Carbonell Trillo-Figueroa publica la existencia de una serie de signos pintados en la Cueva. Hacía referencia a varias representaciones humanas de tipo "phi" que se localizan en la "Sala de los Estratos" de la Cueva Chica, una de las dos entradas actuales de la Cueva de los Murciélagos. 
     Durante los años 1962 y 1969, se realizaron dos campañas de excavación por las cuales es muy conocido el yacimiento. 
     Proporcionaron las primeras dataciones absolutas para el Neolítico, por medio de Carbono 14, no sólo de Córdoba sino de Andalucía Occidental. Así quedaba situado entre el 4300 y el 3900 a.C., fecha con más de mil años de antigüedad que la que entonces se suponía para esta etapa. En estos mismos trabajos, además, se localizó un almacenamiento de cereal -trigo y cebada- mezclado con algunas bellotas, que habían sufrido un torrefactado que permitió su conservación. Estos restos vegetales del Neolítico sólo se conocían entonces en Nerja -aunque algo más modernos- y en Valencia. Quedaba así demostrada la existencia de cultivo en estas tierras desde el quinto milenio a.C. 
     A raíz de las primeras exploraciones realizadas por el Grupo de Espeleología de Córdoba a principios de los años sesenta, se descubren las pinturas esquemáticas que se hallan en la zona del Corredor de las Pinturas, aunque no se darán a conocer hasta 1964. En este año, D. José María Piñol Aguadé cita por primera vez la existencia de estas pinturas, aunque más que estudiarlas hace una posible interpretación del arte rupestre esquemático, indicando la posibilidad de que estas figuraciones sean preámbulo de la escritura. Un estudio más completo se elaborará en 1968 por D. Juan Bernier y el Dr. Javier Fortea. En 1969 se ejecutan los trabajos de su acondicionamiento para la apertura al público, escaleras que marcan el actual recorrido. Éstos se llevaron a cabo sin la supervisión de ningún arqueólogo y conllevaron la destrucción de la mayor parte del yacimiento. Se ampliaron pasos estrechos, se trasladaron grandes cantidades de sedimento arqueológico de un lugar a otro para intentar salvar los desniveles existentes, en el vestíbulo de la Cueva Grande el caos de bloques fue allanado con sedimentos del mismo vestíbulo, en el Corredor de las Pinturas el sedimento fue cortado y arrastrado para intentar nivelar el paso y poder construir los escalones, se retiró la tierra que cerraba determinados pasos practicando zanjas, para facilitar la comunicación entre la Cueva Chica y la Cueva Grande, por ejemplo, se lanzó sedimento al exterior, gran parte de la Cueva Chica se perdió cuando se niveló el recorrido hasta la Sala de los Estratos. 
     Estas obras, junto a la intensa labor de los clandestinos, han supuesto la destrucción de más del 95% de este yacimiento. 
     Los paneles con pinturas y grabados se vieron también muy afectados por estas obras, manchas de cemento, cables, suciedad, quedando muy degradados por pintadas y grafitos realizados sobre las representaciones y en las proximidades.
     A finales de 1988, la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba solicitó al Dr. Manuel Hoyos Gómez, del Departamento de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, un informe geológico y micro-ambiental de la cavidad con la finalidad de valorar la posibilidad de abrir la Cueva de los Murciélagos al público. El citado informe concluye diciendo que nos encontramos ante una cueva perteneciente a un Karts antiguo en estado senil, donde predominan los procesos de alteración hídrica se realiza por absorción directa del agua de lluvia, aparentemente la que llega a la cueva es escasa. La existencia de dos entradas garantiza un cierto nivel de ventilación natural que, junto a la escasa filtración observada, permiten prever niveles bajos de concentración de anhídrido carbónico y es viable la apertura al público, controlando el número de visitantes y tiempo de permanencia en la cueva.
     En 1990, la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba ofreció a la Dra. Beatriz Gavilán Ceballos y a D. Juan Carlos Vera Rodríguez la dirección de los trabajos de limpieza y excavación de los sectores a los que afectasen las nuevas obras para abrir la cueva definitivamente. Estos se realizaron entre 1990 y 1993, subvencionados por Iniciativas Subbéticas S. A. a cargo de fondos Leader, por el Excelentísimo Ayuntamiento de Zuheros y por el  Grupo de Investigación n. 503.100: prospección del Neolítico, Calcolítico y Megalitísmo en Córdoba, dirigido por la Dra. Beatriz Gavilán Ceballos del Plan Andaluz de Investigación de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía y han supuesto la limpieza general de la cueva con especial incidencia en el vestíbulo de la Cueva Grande, el pasillo de comunicación  de las dos entradas por el interior, el Corredor de las Pinturas, la  Rampa, y el desescombro parcial de la Cueva Chica. También se llevó a cabo la excavación del Pasillo o del paso del Jubilado, se inició la documentación de las manifestaciones artísticas, con la colaboración de D. Martí Mas Cornellá y Dña. Guadalupe Torra Colell, del Corredor de las Pinturas en la Cueva Grande y de la Sala de los Estratos o Sala de los Murciélagos en la Cueva Chica, y la realización de una exacta topografía del circuito abierto al público, con la colaboración de D. D. Mendoza y D. A. Pedroche. Los últimos trabajos desarrollados y dirigidos por B. Gavilán y J.C. Vera Rodríguez establecen una secuencia cronológica de ocupación de la cueva de los Murciélagos que comprende la época Romana, el Calcolítico y la Edad del Bronce, el Neolítico -A, B y C-  y el Paleolítico Medio. 
     Es una de las cuevas más extensas de la provincia. A la entrada de la cueva se abre una gran bóveda. Por la derecha se inicia el descenso estrechándose cada vez más el espacio hasta convertirse en una estrecha gatera. A continuación, hay que salvar un cortado de aproximadamente tres metros que comunica con una gran grieta en descenso hacia la derecha. 
     En la parte inferior de las paredes de dicha grieta, a menos de dos metros del cortado, aparecen las pinturas esquemáticas dispuestas longitudinalmente a modo de friso. Hoy no es así, por el deterioro del yacimiento. 
     Las ocupaciones más antiguas documentadas en la Cueva de los Murciélagos pueden fecharse en el Paleolítico Medio (Pleistoceno Superior), hace 35.000 años, en el que los grupos humanos practicaban una economía de subsistencia basada en la caza de animales salvajes y en la recolección de frutos silvestres. Esta primera ocupación está protagonizada por el hombre de Neandertal y su industria lítica denominada Musteriense. Los Neandertales ocuparon esporádica o estacionalmente la Cueva, frecuentando la zona durante un momento frío y seco- subhúmedo, y allí consumieron especies animales como la cabra montés, el ciervo y el conejo, que cazaron en el entorno serrano. Prueba de ello son los restos faunísticos recuperados, existiendo huellas de carnicería en huesos de cabra y ciervo producidas posiblemente durante el proceso de descarnado, así como las derivadas de la fractura intencionada del hueso para obtener la médula del interior y los indicios del contacto con el fuego. En los niveles excavados se han recuperado grandes cantidades de restos de talla de sílex o pedernal, producto del avivamiento de filos y fabricación de útiles tales como raederas dobles, transversales y desviadas, puntas musterienses, alguna de ellas alargada, cuchillos de dorso típicos y atípicos, sin faltar las raclettes, los denticulados y escotaduras, destacando la presencia de lascas retocadas obtenidas mediante técnica levallois -técnica de talla dirigida a la obtención de soportes de forma predeterminada- bien representada tanto en el material retocado como en el no retocado. Entre los desechos de talla encontramos un núcleo levallois muy típico y otro piramidal. Gracias al lavado y flotación de todo el sedimento de estos niveles, se recuperaron muestras de carbón procedentes de los hogares encendidos en el interior de la Cueva, cuyo estudio ha permitido identificar el espectro florístico del momento.
     Los niveles correspondientes al Paleolítico Superior, protagonizado ya por el hombre anatómicamente moderno, entre el 30.000 y el 9.000 a.C., han proporcionado una gran cantidad de restos de gasterópodos terrestres y de fauna, a los que acompañaba una escasa industria lítica tallada, consistente en hojitas de dorso y microgravettes, algún raspador y restos de talla. El reducido número de materiales hace muy complicada la asignación de estas industrias a un tecnocomplejo concreto. También para este periodo se consiguió identificar el espectro florístico y faunístico del momento. Durante los trabajos de documentación de las manifestaciones parietales postpaleolíticas de la Cueva, se descubrió casi de forma fortuita un panel con grabados que revisten especial interés. Los grabados se encuentran en una pared de considerables dimensiones que destaca en el Vestíbulo de Cueva Grande. Hasta ahora se han identificado diversos zoomorfos, formas indeterminadas y un considerable número de trazos. El estilo parece aproximarse a un encuadre cronológico dentro del Paleolítico Superior.
     A partir del año 9.000 a.C. (Holoceno) se producen cambios paulatinos en la socioeconomía de los grupos humanos, centrados fundamentalmente en el inicio de la agricultura y la ganadería, si bien no se abandona la caza-recolección, cambio acompañado por un progresivo aumento de la complejidad social. La primera fase de esta Prehistoria Reciente Neolítico- tiene en la Cueva de los Murciélagos una de las mejores informadoras de esta etapa en toda la zona meridional de la Península Ibérica. Tras las últimas excavaciones realizadas entre 1990-1991 y 1993 ha sido constatada la existencia de al menos tres fases de ocupación, que no culturales, entre el VI º y el IV º milenios a.C. (dataciones radiocarbónicas), con ganadería y agricultura desarrolladas desde el comienzo de la ocupación de la cueva por parte de las primeras sociedades productoras. A lo largo de estas ocupaciones, la presencia humana dejó sus huellas no sólo a  través de la cultura material y los restos de su alimentación, sino también mediante la realización de estructuras de acondicionamiento. 
     La ocupación más antigua o Neolítico A (segunda mitad del VI º milenio a.C.) se caracteriza por la extraordinaria abundancia de cerámica decorada, entre la que sobresalen grandes contenedores a la almagra con todo tipo de asociaciones decorativas con gran variedad de motivos, haciéndose más abundantes que en niveles posteriores las impresiones y las decoraciones plásticas aplicadas. Tanto en esta fase como en la precedente se documenta una industria lítica microlaminar con elementos de hoz como útil más característico, una industria ósea constituida principalmente por punzones sobre metápodo de ovicaprino, y una industria ornamental con variados tipos de colgantes, cuentas de collar y brazaletes de piedra y concha. Las primeras estructuras detectadas hasta el momento en el sector excavado del Pasillo consisten en tres hogares en cubeta simple de 35 a 50 cm de diámetro máximo, dos de ellos superpuestos -hogares NW- y separados por una distancia mínima de 4,10 m del tercero -hogar SE-. Las superposición de dos de los hogares, diferenciados por un nivel intermedio de tierra rubefactada de 3 cm, lejos de ser casual, evidencia una reiteración de acciones en un espacio determinado de la cavidad, a lo largo de un lapso temporal bastante reducido. El uso o intencionalidad de los hogares, parece que trasciende la habitual funcionalidad de iluminación y calefacción inherente a estos elementos, dada su simplicidad estructural y su situación a cierta distancia de la zona de habitación. 
     Al Neolítico B (mediados del V º milenio a.C.) corresponde una cultura material caracterizada por el predominio de la cerámica decorada, encabezada por la almagra con o sin asociaciones decorativas y cada vez de mejor calidad, seguida por la incisa, muy variada, y finalmente la impresa y las decoraciones plásticas aplicadas. A estas especies cerámicas se asocia toda una gama de sistemas de prehensión y suspensión (mamelones, agujeros de suspensión, asas multiforadas, de cinta, pitorro,...). De estos contextos proceden igualmente fragmentos de cerámicas con decoración simbólica y cordón interior perforado, que constituyen paralelos muebles del Arte Esquemático parietal. En esta fase asistimos a un auténtico fenómeno de acondicionamiento del espacio que ahora va a ser destinado a área de almacenamiento anexa a la zona de habitación, en la que hasta el momento se han documentado un total de tres estructuras negativas excavadas en el subsuelo, interpretadas como estructuras de almacenamiento indirecto, es decir, realizadas para acoger contenedores cerámicos o de otros materiales en su interior, que serían los auténticos elementos de almacenamiento y conservación; de embocadura más o menos circular, de entre 60 y 70 cm de diámetro medio u ovoidal, con ejes mayor y menor comprendidos entre 50 y 80 cm, de sección ligeramente acampanada, suelen presentar un reborde exterior rehundido e inclinado hacia el interior de la estructura. 
     El Neolítico C se presenta peor caracterizado debido a la escasez e intensa fragmentación del material recuperado, a lo que se une la presencia de buen número de fragmentos cerámicos relativamente rodados, por contra a lo que ocurre en los niveles inferiores, lo que hace pensar que estos niveles se formaron durante un período sedimentario ajeno a la presencia humana más o menos continuada en el yacimiento. Ergológicamente se caracteriza por una buena representación de cerámicas no decoradas, más o menos equilibradas con el resto de las especies, almagras principalmente "aguadas" y escasas incisas e impresas. A ello hay que sumar unas atípicas y poco significativas industrias lítica, ósea y ornamental. Las estructuras documentadas consisten en cuatro pequeñas depresiones en serie (de hasta 30 cm de fondo por 40 cm de anchura), excavadas en plano inclinado, identificadas como una serie de escalones excavados sobre el talud, que provenientes de la zona de habitación del Vestíbulo de la Cueva Grande se dirigen al interior de la cavidad, más concretamente al sector denominado Rampa. Por lo que respecta a los aspectos económicos, la agricultura está bien documentada a través de cuatro especies de trigo, mientras que la base ganadera está compuesta fundamentalmente por ovicaprinos, cerdo y bóvidos, junto a otras especies salvajes cazadas.
     El mundo funerario neolítico está representado igualmente en la denominada Sala de las Formaciones. Desde las primeras exploraciones realizadas durante la Guerra Civil -recogidas por la prensa local del momento- y en las primeras publicaciones científicas de la cavidad, se insiste en la presencia en esta sala de restos óseos humanos y enterramientos, al menos uno de ellos concrecionado en el interior de un "lago", y de manchas cenicientas y carbonosas de hogares, evidencias que en su mayor parte fueron sistemáticamente destruidas con el trazado de la escalera y las obras de iluminación artificial emprendidas a inicios de los años setenta. En la actualidad, la evidencia mejor conservada aunque mutilada, la constituye el enterramiento concrecionado en el interior de un gour, situado en la zona más profunda de la sala. Se trata de una inhumación individual correspondiente a un individuo masculino que descansa sobre el lado derecho en posición replegada o fetal bastante forzada, con los brazos recogidos sobre el pecho, las rodillas flexionadas a la altura de la transición entre las vértebras dorsales y lumbares y los talones a la altura de los coxales. El cráneo, extraído en 1938 se conserva en el MAP de Córdoba. La posición replegada forma parte de un ritual funerario en el que parece también adquirir significación la deposición asociada a las aguas, en el interior de charcos y gours activos. Al parecer, a orillas del pequeño "lago" que nos ocupa, fue encontrada una vasija decorada a la almagra. Fue depositada en el MAP junto con el cráneo, relacionada con este ambiente funerario, así como otros vasos de la misma especie cerámica colocados estratégicamente en escondrijos naturales de las rocas. 
     El Arte Rupestre presente en la comarca es el denominado Arte Esquemático: predominio de la pintura sobre el grabado, en la que se utilizan generalmente las gamas del rojo y del ocre, siendo en menor número de casos el negro, el amarillo y el blanco. Las figuras tienen un acentuado esquematismo, quedando reducidas a los trazos más elementales, lo que llega a plantear serios problemas para su interpretación e identificación. El contenido temático se repite: antropomorfos, zoomorfos, pectiniformes, ídolos, barras, puntos, ángulos simples y en serie,... También llama la atención su ubicación, siempre en las paredes de los abrigos, en paredes al aire libre, y en menor medida, en el interior de cavidades más o menos profundas.
     Las pinturas están repartidas en dos zonas bien diferenciadas. La primera zona discurre, teniendo como referencia la entrada de Cueva Grande, a lo largo de Pasillo y Paso del Jubilado, lugar donde se localizan las primeras figuras, consistentes principalmente en puntuaciones y trazos de color rojo, otros pequeños trazos y combinaciones de trazos verticales paralelos con formas ovaladas en color negro. Esta primera zona continúa por el Corredor de las Pinturas, pasillo de más de 17 metros de longitud, que presenta a lo largo de su pared izquierda un amplio conjunto de figuras pintadas repartidas en tres paneles. En este corredor destaca el gran número de representaciones de cuadrúpedos, que llega a superar las treinta figuras, identificadas con cabras hispánicas debido al gran desarrollo de las cornamentas. 
     Representadas en diferentes tamaños, aparecen en distintas posiciones: verticales, horizontales y oblicuas, dando algunas la sensación de movimiento. Llama la atención el denominado "friso de las cabras" que presenta a cuatro caprinos de grandes dimensiones y de enormes cuernos, en una disposición horizontal, una detrás de otra, siguiendo la morfología del soporte rocoso. Además de estas figuras, se han documentado pectiniformes, una figura de difícil interpretación consistente en la combinación de una forma elíptica horizontal atravesada por su centro por un trazo vertical, la representación de un ídolo oculado y trazos sueltos. A estas figuras hay que unir la presencia de un antropomorfo de tipo ancoriforme, un trazo curvado y un zoomorfo de complicada identificación por su acusado esquematismo. Todos estos motivos han sido pintados en color negro, exceptuando las tres últimas figuras mencionadas para las que se usó pigmento rojo. La segunda zona pictórica se halla en la Sala de los Estratos de la Cueva Chica. Son cuatro figuras atravesadas por una línea perpendicular. Por su temática y estilo parecen cronológicamente posteriores a los animales. En otro sector del yacimiento hay una figuración de un ídolo oculado, también en color negro, formado por dos verticales divergentes que parten de una corta horizontal, a la mitad de la cual, en perpendicular, sale un pequeño trazo a cuyos lados están los puntos que representan los ojos. No son éstas las dos únicas pinturas del yacimiento, pero sí las publicadas y dadas a conocer hasta ahora, pues existen más, así como posibles grabados en las paredes rocosas.
     Ya en el IIIer y IIº milenio a.C. encontramos en la Cueva niveles correspondientes a ocupaciones fechables en diferentes momentos culturales de la primera parte de la Edad de los Metales. Los grupos humanos comienzan a ser metalúrgicos y a fabricar utensilios y adornos metálicos de oro, cobre y bronce, momento que se caracteriza por un proceso de intensificación económica y de creciente jerarquización social. Comprendidos más concretamente entre el Calcolítico Pleno y la Edad del Bronce Antiguo/ Medio se recuperaron platos de borde engrosado como elementos más característicos del inicio de la secuencia, a los que se asocian grandes hojas de sílex y dientes de hoz con pátina de siega, que van dejando paso a formas con cuello y perfil en "S", formas carenadas y grandes recipientes con fondo plano asociados a una industria lítica similar a la precedente y a un fragmento de pulsera de oro y un remache correspondiente al enmangue de una pieza de armamento al final de la serie, cuyos elementos comunes son la presencia de cuencos de tres, dos o un cuarto de esfera, junto a la exclusiva presencia de cerámica a mano en la que se aprecia un marcado predominio de la No Decorada. Además de estos materiales, cabe destacar la presencia de elementos cultuales (ídolos) realizados sobre falanges trabajadas. Un conjunto de estructuras constituido por un total de 10 improntas de agujeros de poste, quedan englobadas en este contexto estratigráfico. Estos contextos parecen corresponder a frecuentaciones de la cavidad para diferentes actividades, entre las que claramente se encuentra un uso funerario de determinados sectores de la misma, especialmente en lo que se refiere a sus dos salas de acceso.
     También se ha constatado ocupación romana en la Cueva. Aunque considerada de forma ocasional, los hallazgos han sido diversos y significativos; numerosos fragmentos de vajilla cerámica, terra sigillata y común, de almacenamiento o dolia, lucernas, para la iluminación, objetos de adorno personal, como alfileres de hueso, pulseras y anillos de bronce, cuentas de collar de pasta vítrea y diversas monedas del período bajoimperial. En su conjunto, todos estos indicios corresponden a una ocupación romana que se iniciaría en el siglo II y alcanzaría hasta el V d.C. El objeto más notable de los encontrados es una hebilla de bronce, adornada con dos cabezas de felinos, que probablemente formaría parte de un cinturón ancho guarnecido con placas decoradas, por su singularidad perteneciente a un soldado bárbaro que lo perdió en la cueva; posiblemente llegó a Zuheros a comienzos del siglo V d.C., formando parte de tropas centroeuropeas (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     A cuatro kilómetros de Zuheros y en la cima del Cerro de los Murciélagos, se encuentra la Cueva de los Murciélagos, denominada así por estar habitada por estos mamíferos.
     Conocida arqueológicamente en toda Europa, es uno de los yacimientos Neolíticos más importantes de Andalucía y el primero en encontrarse arte del Paleolítico Superior en el interior de nuestra comunidad. Situada en el término municipal de Zuheros, a unos 980 metros sobre el nivel del mar, esta cueva – más bien una diaclasa – ofrece dos entradas, denominadas Cueva Grande y Cueva Chica.
     La entrada de la primera da paso a un amplio Vestíbulo por el que se accede a una serie de corredores, entre ellos el Corredor de las Pinturas que desemboca en la Sala de las Formaciones, de gran belleza por las estalactitas y las estalagmitas que contiene.
     Desde aquí se pasa a otra sala también con espeleotemas, la Sala del Órgano, volviendo a estrecharse el recorrido hasta llegar a la Sala del Fémur, que da paso a otro corredor por el que se llega a la Sala de la Celosía o de la Campana y, más adelante, a la Sala de los Estratos, encontrándose ésta a pocos metros de la salida, por la Cueva Chica.
     La cueva tiene un recorrido que supera los dos kilómetros, aunque la zona visitable es sólo de 450 metros (aproximadamente un 25 % del total), con más de 700 escalones y una profundidad de 63 metros visitables.
     La temperatura media es de 9º C, aunque en la entrada de Cueva Chica llega a alcanzar los 4ºC.
Más Información:
     Dirección: C/ Nueva, 1 – 14870 – Zuheros
     Tfno: +34 957 69 45 45
     Fax: +34 957 69 45 45
     E-mail: informacion@cuevadelosmurcielagos.com (Diputación Provincial de Córdoba).

Museo de Costumbres y Artes Populares Juan Fernández Cruz.-
     El Museo de Artes y Costumbres Populares «Juan Fernández Cruz» de Zuheros es un fiel reflejo de las formas económicas y sociales desaparecidas que, a lo largo del tiempo, supusieron para la localidad un «modus vivendi» que marcó todas las manifestaciones externas de sus habitantes.
     El trabajo, la sociedad y costumbres de otros tiempos son los ejes principales sobre los que gira este museo que en sus distintas salas recrea las dependencias de distintos oficios artesanos, profesiones liberales, útiles agrícolas y de ganadería, además de una serie de espacios del hogar como la cocina y otros como los dormitorios en cuyas piezas son claramente apreciables las diferencias sociales que marcaron la vida de los pueblos en épocas anteriores.
     El Museo surge al amparo de la Fundación-Museo del mismo nombre creada como órgano de promoción y gestión del mismo y cuyos fines en un sentido más amplio se enmarcan dentro del fomento, promoción, apoyo y difusión de la Historia y la Cultura.»
Más Información: Teléfono: +34 957 69 46 17 (Diputación Provincial de Córdoba).

     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Córdoba, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, Castillo, Cueva de los Murciélagos, y Museo de Costumbres y Artes Populares Juan Fernández Cruz) de la localidad de Zuheros, en la provincia de Córdoba. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia cordobesa.

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