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lunes, 30 de enero de 2023

Los principales monumentos (Castillo; Ermita de la Virgen de Cala; e Iglesia de Santa María Magdalena) de la localidad de Cala, en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Castillo; Ermita de la Virgen de Cala; e Iglesia de Santa María Magdalena) de la localidad de Cala, en la provincia de Huelva.
Ubicación
     En la Comarca de la Sierra de Huelva.
Reseña histórica breve
     Los orígenes de Cala se remontan a tiempos de los romanos, que la fundaron con el nombre de Restituta Llulia; y luego pasó a denominarse “Calla” (la hermosa). Los árabes construyeron un castillo fortaleza, siendo reconquistada por Fernando III "El Santo" en 1248. Su hijo, Alfonso X "El Sabio", adjudicó su señorío a la ciudad de Sevilla, concediéndole sus mismos fueros y privilegios. En 1.812 pasó a formar parte de la provincia de Huelva.
Patrimonio cultural y artístico
     Iglesia de la Magdalena
     Castillo árabe
     Iglesia Parroquial.
Fiestas y tradiciones
     Feria y Fiestas de la Virgen de Cala
     Romería de San Roque.
Recursos económicos y sociales
     Producciones agrícolas (olivos, hortalizas, grano, aceite, vino, aguardientes y pastos) y ganaderas, mineras y elaboración de vidrios, cerámicas y ladrillos.
Gastronomía
Torrijas, pestiño, flores, birutas y migas (Diputación Provincial de Huelva).
    Los primeros testimonios de poblamiento del término municipal de Cala se sitúan en la Edad del Bronce, como evidencian los yacimientos del Trastejón y la Papúa. De época romana, son abundantes los restos arqueológicos en los alrededores de la Ermita de la Virgen de Cala. La villa fue reconquistada a mediados del siglo XIII y pasó a pertenecer al alfoz de Sevilla. En la Baja Edad Media, junto a la actividad minera, hay constancia documental de la existencia de hornos de vidrio que se mantenían con gran pujanza en el siglo XVI. Durante los siglos XVII y XVIII se perdió por completo la minería, actividad  que, sin embargo, se reactivó a mediados del siglo XIX. En la actualidad, aunque la mina aún genera riqueza, la mayoría de su población se dedica al sector agrario y a la explotación de los recursos forestales de su término (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     Por su importancia artística, se recomienda desplazarse a Cala, localidad que dista 13 km de Santa Olalla y que, desde sus orígenes, ha estado vinculada a la minería. Lo que ahora invita a acercarse son las es­pléndidas dehesas de encinas y alcornoques que rodean la población, los muros de la fortaleza gótica y la iglesia parroquial de Santa María Magdalena.
     En el interior del templo destaca el artesonado de par y nudillo que recubre la nave central y dos retablos: uno, integrado por frescos fechables en torno a 1500; y otro, compuesto por una imagen de Santa María Magdalena y trece pinturas sobre tabla que se insertan en una mazonería gótica. Pertenecen al círculo del pintor Alejo Fernández, que trabajó en Sevilla en la primera mitad del siglo XVI (Pascual Izquierdo, Un corto viaje a Huelva. Guíarama compact. Anaya Touring. Madrid, 2012). 

El Castillo
     De planta poligonal, intercala siete torreones macizos, cuatro de sección rectangular y tres semicirculares. En su flanco suroeste, se abre una poterna, y la puerta principal se sitúa en el muro Sureste, consistiendo en un simple arco apuntado con rosca de sillares de granito. El origen del actual recinto podría remontarse a principios del siglo XIV. Conocemos documentalmente contínuas labores de reparos financiadas por el Concejo de la ciudad de Sevilla entre 1385 y 1387, quedando desde finales del siglo XV en estado de total abandono. Actualmente se halla en proceso de restauración (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     El Castillo de Cala pudo ser construido a finales del siglo XIII, en el mismo período histórico y siguiendo el mismo sistema constructivo que castillos como los de Encinasola y Cumbres de San Bartolomé, siendo su edificación promovida por el Concejo de Sevilla, en el límite norte de su alfoz, limitando con las encomiendas de la Orden del Temple y de Santiago.
     El castillo se encuentra situado en un cerro de unos 650 metros de altitud, con pequeña meseta en su cumbre, cimentado sobre la propia roca del terreno, al norte de Cala, controlando por completo desde su emplazamiento la localidad y su entorno. La fortaleza, de planta rectangular con tendencia hexagonal y con dimensiones aproximadas de 64 x 52 m, presenta cuatro torreones rectangulares macizos en los ángulos y tres cubos semicirculares, también macizos en el centro de los lienzos mayores y norte, probablemente construidos estos últimos durante las reformas de 1385 y 1387. La torre sureste presentaba una estancia en su parte superior, hecho corroborado por la existencia de unos vanos tapados.
     Los muros de la fortaleza están construidos con dos lienzos paralelos de mampostería, oscilando su anchura entre 1,93 y 2,16 m.
     El acceso al recinto se realiza en un hueco habilitado a tal efecto en el centro del lienzo sur, no conservándose el arco de la puerta de ingreso, que enmarcaba una entrada de 2,80 de anchura. Dicha entrada se resolvería mediante una bóveda, probablemente de cañón, y un matacán corrido, saliente hacia el exterior, conformando una torre que reforzaría el sistema defensivo.
     Existe otra entrada al recinto situada junto al torreón del ángulo noroeste del castillo, consistente en una poterna de sillares de granito de arco interno de medio punto de 2,16 m de anchura y otro externo ojival enmarcado por un rehundimiento rectangular, definiéndose entre ambos arcos una bóveda de cañón de sillares de granito con nivelación de hiladas de ladrillo hasta la bóveda.
     El castillo presenta los restos de dos escaleras interiores adosadas a los muros para acceder al camino de ronda: una cercana a la portada principal, adosada al lienzo sur y que de forma ascendente culminaría en la torre sureste, de la que conserva cinco peldaños con forma muy perdida; y otra junto a la poterna y la torre noroeste, cuyo enorme deterioro no permite señalar su longitud ni datos sobre sus peldaños, estableciéndose su anchura en torno a 1,25 m.
     Los lienzos de la muralla están construidos con dos muros de mampostería careada, estando relleno el hueco intermedio con tierras, arcilla, piedras y argamasa de cal. Las llagas entre los mampuestos se toman con argamasa de cal, que está perdida sobre el aforamiento rocoso y en las zonas donde no está presente se realiza una fosa de cimentación. El levantamiento en altura está ejecutado mediante diversas tongadas a distancias entre 0,75 y 1,25 m. Los coronamientos de los lienzos murarios y torres se resolverían mediante una protección o peto corrido, sin que haya podido probarse la existencia como remate de merlones.
     El castillo presenta un importante relleno interior, principalmente de material de derrumbe, e igualmente acumulación de materiales procedentes de la destrucción de las estructuras existentes en el castillo. El nivel original de uso del castillo se situaría a unos 2 m por debajo de las cotas actuales.
     Tras las dos campañas arqueológicas realizadas recientemente en altura a tres niveles distintos respecto al paseo de ronda. Originalmente no debió existir conexión entre el lienzo comprendido entre la torre semicircular del lienzo este y la torre noreste y el lienzo comprendido entre la torre noreste y la torre semicircular del lienzo norte, lo cual no deja de ser una medida defensiva más del propio recinto. Todas las torres del castillo debieron estar huecas y poseer cámaras que fueron originalmente descubiertas. Internamente los niveles de uso del patio de armas definirían cuatro superficies distintas, coincidentes con el número de desagües identificados y a las cotas descritas en dichas campañas arqueológicas.
     La fecha de inicio de la construcción de la Fortaleza-Castillo de Cala hay que colocarla a finales del siglo XIII, a raíz de la conquista cristiana de la zona y la necesidad perentoria de defender un acceso a las tropas portuguesas, que disputaban con las castellanas el control de la Sierra de Huelva. Toda la Sierra de Huelva pasó a manos cristianas sin ningún tipo de actividad bélica. La conquista del Reino de Sevilla por Fernando III El Santo y la posterior capitulación de Niebla por Alfonso X El Sabio dejó esta comarca sin la salida al Valle del Guadalquivir. Paralelamente, el rey portugués Sancho II inicia la conquista del Algarve y Alentejo, llegando incluso hasta la orilla del mar y ocupando fortalezas que más tarde serían castellanas. Todo esto provoca que en la zona que se está comentando se produzca un saco de población islámica que ha de rendirse a unos u otros para mantener sus formas tradicionales de vida.
     En estas coordenadas históricas hay que situar la construcción del castillo, que debería servir de apoyo a los castillos de Santa Olalla de Cala y Aracena, siguiendo un esquema de defensa de líneas concéntricas, escalonas en profundidad, mucho más efectivo que el sistema lineal romano empleado hasta entonces. Se forma la "Banda Gallega", cuya misión principal es la de defender la frontera con Portugal. El Castillo de Cala se sitúa en la tercera línea, junto con los castillos de Aracena y Santa Olalla.
     En el Castillo de Cala no se puede afirmar con total seguridad que la construcción de éste fuera por parte de los cristianos. Aquí hay muchas dudas sobre cuál fue su origen. Es conocido que en este lugar hubo un asentamiento árabe anterior, ya que algunas de las excavaciones realizadas en la zona así lo han atestiguado. Se cree igualmente que la fortaleza fue construida por ellos y que los cristianos únicamente reforzaron la construcción existente. En cualquier caso esta teoría aún no ha podido ser demostrada, aunque cada día va ganando mayor aceptación entre los estudiosos del tema.
     Si se considera la teoría de la construcción del edificio cristiano, hay que reseñar que, como ocurrió con las demás poblaciones de la sierra, a Cala había que protegerla de los ataques portugueses. Para ello se construyeron varias fortalezas que sirvieran a la vez de refugio a la población civil. Esta empresa corrió a cargo del rey Sancho IV, quien definió los castillos por él construidos como alcazabas con una amplia cerca para la salvaguardia de ganados, cosechas y personas. A este modelo responden los castillos de Cumbres, pero si se puede decir que durante los siglos XIV y XV, el castillo se usaría para descanso y distribución de tropas y pertrechos por conflictos con el vecino reino de Portugal. Una vez alcanzada la paz el Tratado hispanoluso de 1668, las estructuras militares (y por tanto los castillos) caen en un completo abandono, hasta que las despierte a principios del siglo XVIII el ruido de las armas con la Guerra de Sucesión a la corona española.
     Con la llegada en 1808 de la Guerra de la Independencia, los castillos cumplen sus últimas funciones militares. Una vez finalizada, se intuye que el abandono más absoluto se cierne sobre el castillo y no se tendrán noticias hasta nuestros días. Hasta las últimas décadas del siglo XX, el castillo se mantiene en pie a duras penas, en un estado bastante ruinoso.
     Pero la fuerte campaña de concienciación en defensa del patrimonio, que desde las instituciones públicas se realiza, está provocando que éstas inviertan en restaurar el castillo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de la Virgen de Cala
     Edificio gótico-mudéjar de arcos transversales, datable en el siglo XV, aunque muy reformado por intervenciones de épocas posteriores. En el siglo XVI fue ya remozado y en 1894, doña Carmen Carballar Garzón dejó otro legado para abovedarlo y colocarle una solería de mármol. En su interior, la imagen de Nuestra Señora de Cala fue realizada por Francisco Buiza Fernández en el año 1962 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     La Ermita, es un un edificio gótico-mudéjar de arcos transversales, datable en el siglo XV, aunque muy reformado por intervenciones posteriores (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
 
Iglesia de Santa María Magdalena
     Edificio gótico-mudéjar sevillano, intensamen­te remozado por múltiples intervenciones posteriores. De la primera fase medieval, fechable en el siglo XV, se ha conservado el buque de la nave, el presbiterio con su bóveda esquifada sobre trompas y la portada lateral con dos arqui­voltas ojivales. La intervención más importante tiene lugar cuando fueron sustituidos los pilares de ladrillo por columnas de mármol de orden toscano, rematadas en una especie de cimacios para adaptarse a las antiguas arcadas góticas. Este tipo de intervención ya se había practicado en la comarca, en la segunda mitad del siglo XVI cuando Hernán Ruiz II era maestro mayor del Arzobispado, en concreto, en las iglesias de Cortegana e Hinojales. En el último tramo, se dispusieron pilares muy originales al incluir zapatas laterales en forma de ménsulas, posiblemente para sostener una tribuna de coro de madera hoy desaparecida.
     En 1708 se comenzó a labrar una capilla, dedicada a Nuestra Señora del Buen Fin -la actual Bautismal-, por una disposición que hizo en su testamento don Juan Núñez Mesía de Castilla, originario de la villa.
     El 16 de junio de 1748, Francisco Muñoz, maestro mayor de fábricas del Arzobispado, emitía un informe advirtiendo la necesidad de intervenir en la capilla mayor, eliminando una espadaña dispuesta sobre su bóveda, proponiendo, en su lugar, labrar una torre. Las obras fueron encargadas al maestro Diego de Luna.
     En 1761, Pedro de Silva visitaba también la iglesia y señalaba la necesidad de realizar reparos en sus tejados y solar de nuevo sus naves. En 1770, advertía sobre el mal estado de la torre. Ambrosio de Figueroa propuso también reno­var el alfarje de la nave central. Al frente de las obras estuvo el maestro alarife Esteban Paredes y se concluyeron el 6 de julio de 1771.
     Los años finales del siglo XIX y primeros del XX también fueron prolijos en intervenciones. Entre 1864 y 1866 se construyó y decoró la actual capilla del Sagrario, como consta por una inscripción sobre sus muros que indica el nom­bre de la familia Carballar que costeó las obras de la misma y la dotación de un órgano cuando la convierten en su enterramiento familiar.
     Años después, entre 1911 y 1913, los legados testamentarios de don Félix y doña Carmen Carballar Garzón, permitieron acometer nuevas obras. La primera intervención fue la total transformación de su fachada principal, modernizada en estilo neogótico. En el interior, se dispuso una nueva solería, se construyó una capilla nueva, dedicada a la Inmaculada Concepción en la nave derecha y, en la bautismal, se abrió una lucerna en el techo, se reparó la verja y se limpió el retablo del Buen Fin.
     El que hasta hace muy poco era el retablo mayor y hoy ha sido ubicado a un lado, es una importante estructura de tracería gótica muy recompuesta que contiene trece pinturas sobre tabla vinculadas al pintor Alejo Fernández y a su círculo, activo en Sevilla en la primera mitad del siglo XVI.
     Tras este retablo, durante las últimas obras de consolidación y limpieza llevadas a cabo por el restaurador Jesús Mendoza, se descubrió un conjunto de pinturas murales al temple, que formaron el primitivo retablo mayor y que tras la restauración ha quedado al descubierto y convertido en el retablo principal. Representa pasajes de la Vida de María Magdalena y es datable hacia 1500.
     En el primer tramo de la nave de la derecha, se encuentra un retablo de mampostería, realizado en 1848 por el estucador portugués Francisco Fernández. Es de estilo neoclásico, de orden corintio, dorado y policromado imitando mármoles. Igualmente, en la capilla del Sagrario, se localiza otro retablo de estilo neoclásico y orden corintio, fechable hacia 1865.
     Entre las piezas de platería que guarda la parroquia, destaca un ostensorio de plata sobredo­rada, de la segunda mitad del siglo XVII y estilo barroco (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     En el edificio se crea un curioso juego de volúmenes y elementos de variados estilos; la fachada de los pies neogótica con espadaña de pináculos y arbotantes, la de la nave del Evangelio mudéjar y la torre barroca en su cuerpo superior. En cabecera se suceden, como marco a la cubierta a dos aguas de la nave central, cúpulas con diversas alturas, posiciones, revestimientos y remates, hasta un número de cuatro, lo que dota al templo de numerosos puntos de vista. Llama la atención la cúpula octogonal sobre trompas que cubre la cabecera cuadrangular. En su interior destaca el artesonado de par y nudillo de la nave central, uno de los dos originales que se conservan en la provincia.
     El templo, gótico-mudéjar sevillano, fue intensamente remozado por múltiples intervenciones posteriores. De la primera fase medieval, fechable en el siglo XV, se ha conservado el buque de la nave, el presbiterio con su bóveda esquifada sobre trompas y la portada lateral con dos arquivoltas ojivales.
     La intervención más importante tiene lugar cuando fueron sustituidos los pilares de ladrillo por columnas de mármol de orden toscano, rematadas en una especie de cimacios para adaptarse a las antiguas arcadas góticas. Este tipo de intervención ya se había practicado en la comarca, en la segunda mitad del siglo XVI cuando Hernán Ruiz II era maestro mayor del Arzobispado, en concreto, en las iglesias de Cortegana e Hinojales. En el último tramo, se dispusieron pilares muy originales al incluir zapatas laterales en forma de ménsulas, posiblemente para sostener una tribuna de coro.
     En 1708 se comenzó a labrar una capilla, dedicada a Nuestra Señora del Buen Fin, por una disposición que se hizo en su testamento don Juan Núñez Mesía de Castilla, originario de la villa.
     El 16 de junio de 1748, Francisco Muñoz, maestro mayor de fábricas del Arzobispado, emitía un informe advirtiendo la necesidad de intervenir en la capilla mayor, eliminando una espadaña dispuesta sobre su bóveda, proponiendo, en su lugar, labrar una torre. Las obras fueron encargadas al maestro Diego de Luna.
     En 1761, Pedro de Silva visitaba también la iglesia y señalaba la necesidad de realizar reparos en sus tejados y solar de nuevo sus naves. En 1770, advertía sobre el mal estado de la torre. Ambrosio de Figueroa propuso también renovar el alfarje de la nave central. Al frente de las obras estuvo el maestro alarife Esteban Paredes y se concluyeron el 6 de julio de 1771.
     Los años finales del siglo XIX y primeros del XX también fueron prolijos en intervenciones. Entre 1864 y 1866 se construyó y decoró la actual capilla del Sagrario, como consta por una inscripción sobre sus muros que indica el nombre de la familia Carballar que costeó las obras de la misma y la dotación de un órgano cuando la convierten en su enterramiento familiar.
     Entre 1911 y 1913, se acometieron nuevas obras. La primer intervención fue la total transformación de su fachada principal, modernizada en estilo neogótico. En el interior se dispuso una nueva solería y se construyó la capilla dedicada a la Inmaculada Concepción (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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