Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la avenida de María Luisa (IV Puerta y avenida de María Luisa durante la Exposición Iberoamericana de 1929), de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 30 de enero, es el aniversario del nacimiento (30 de enero de 1832) de Doña María Luisa Fernanda de Borbón y Borbón, Infanta de España, así que hoy es el mejor día, para ExplicArte la avenida de María Luisa (IV Puerta y avenida de María Luisa durante la Exposición Iberoamericana de 1929), de Sevilla, dando un paseo por ella.
La avenida de María Luisa es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo; y en el de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur; y va de la glorieta de San Diego, a la glorieta de los Marineros.
La avenida no posee siempre una adscripción precisa. En términos generales corresponde a un gran eje urbano, bien caracterizado desde el punto de vista genético, porque estructura el crecimiento de la ciudad; morfológico, ya que es ancha; y funcional, sobre todo por canalizar el tráfico rodado. Sin embargo, de acuerdo con esta definición, no hay razones, más que las convencionales, para considerar a unas vías como avenida y su prolongación, como calle. En otros casos, las avenidas constituyen el eje principal de un sector determinado o de una barriada, y si bien poseen las características de vía principal en relación a ese sector, no alcanzan dicho valor en el conjunto de la ciudad. La avenida posee sobre todo un valor simbólico, y prueba de ello es que en Sevilla la avenida por excelencia es la hoy denominada de la Constitución, centro neurálgico de la ciudad, tanto de sus fiestas religiosas como de la actividad bancaria, y así es es reconocida sólo como la avenida. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
Debe su nombre a la infanta María Luisa de Borbón (1832-1897), hermana de Isabel II y esposa de Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, que donó a la ciudad parte de los jardines del palacio de San Telmo. El mapa de Poley (1910) la rotula como Luisa Fernanda, recogiendo el segundo y tercer nombre de la infanta En 1892, al poco de morir el duque de Montpensier el Ayuntamiento solicitó a la infanta la cesión de terrenos para abrir una avenida que, prolongando la calle de la Industria (hoy Menéndez Pelayo) a través de la avenida del Cid, alcanzara el paseo de las Delicias y los jardines del mismo nombre, lugar de esparcimiento muy frecuentado por los sevillanos. La donación se realizó al año siguiente y poco después se inició la apertura, teniéndose que desmontar las construcciones, donde se alojaba gran parte del servicio de lo duques, utilizando parte del antiguo convento de San Diego. La ciudad construyó una verja de hierro entre pilares de mampostería a ambos lados de la vía, para aislar los jardines de San Telmo y el parque, dejando sendos accesos hacia la mitad, a la altura de la avenida del Perú y del Conde de Urbina. Confluyen por la derecha las avenidas de Perú y Chile.
El parque de María Luisa se formó a partir de la donación ya referida, que incluía aproximadamente la mitad de los jardines de San Telmo; alcanzaba desde la glorieta de San Diego y avenida de María Luisa hasta la plaza de América. Éstos habían sido ordenados a partir de las actuaciones del francés Boutelou y del propio duque, y era conocido este sector como Jardín de Aclimatación. Con la perspectiva de la Exposición Iberoamericana convocada en 1912, que había de tener en él su asentamiento, se encargó un proyecto al ingeniero J.C.N. Forestier, que inició su trabajo al año siguiente. Fue presentado en 1915 y estaba inspirado en los jardines del Generalife y del Alcázar. Al mismo tiempo se le incorporó la plaza de América, levantada sobre el Huerto de la Mariana, y se unió con la plaza de España.
En él se encuentran gran variedad de árboles agrupados y formando paseos, así como praderas de césped, numerosas glorietas, pérgolas, bancos, fuentes y estanques. Los espacios más frecuentados son el lago de los patos y el monte Gurugú. Constituye un jardín muy atractivo, especialmente en los meses más soleados. Durante muchos años ha sido el único parque de la ciudad; es muy visitado los días festivos. Para los turistas es uno de los espacios más identificadores de la ciudad. Los paseos y glorietas están rotulados con nombres de personajes relacionados con la historia de España y América: Don Pelayo, Covadonga, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Magallanes, Almagro, Pinzón, Gomara; con la Exposición Iberoamericana: Aníbal González, Conde de Urbina, Conde de Colombí, Rodríguez Caso, y con las letras sevillanas: Bécquer, Mario Méndez Bejarano, Hermanos Quintero, José María Izquierdo. Estos rótulos han sido renovados recientemente siguiendo el modelo utilizado en la Exposición.
La avenida de María Luisa se proyectó con 27 m. de anchura y, aunque fue pensada fundamentalmente para conectar el puerto con la estación del ferrocarril y las rondas, no fue adoquinada, y así, en 1922 se recomendaban otras vías alternativas por no reunir ésta condiciones para el tráfico rodado. Con posterioridad, probablemente en 1929, fue adoquinada y en los años setenta cubierta con capa asfáltica. Presenta a ambos lados dos pilares de ladrillo visto tallado culminados por adornos piramidales, que formaron parte del conjunto monumental de acceso a la Exposición Iberoamericana de 1929. Las aceras son de cemento en su margen izquierda y de losetas en la derecha, separadas en ambos casos por franjas de albero en las que están plantadas acacias muy jóvenes, pues en 1989 fueron talados los árboles enfermos. Hay también en el primer tramo algunas palmeras y naranjos. Los bordillos y husillos, que habían quedado casi enterrados con la capa asfáltica, han sido elevado para facilitar la evacuación de las aguas pluviales. Se ilumina desde 1975 con farolas fernandinas de fundición con tres brazos, que sustituyeron a otras instaladas en 1961.
La avenida está flanqueada a la izquierda por la verja del parque, y a la derecha, y a cierta distancia, por distintos pabellones de la Exposición Iberoamericana; en primer lugar por el Casino y el Teatro Lope de Vega, obra de Vicente Traver y Tomás, construido entre 1925 y 1928 como parte del Pabellón de Sevilla, que tiene en ella su entrada principal. A continuación hay un pequeño pabellón muy transformado, convertido hoy en bar-restaurante. Inmediatamente después el Pabellón del Perú, obra de Miguel Piqueras Cotolí, construido entre 1927 y 1928; edificio de aspecto palaciego, combina elementos indígenas y españoles en lo que fue dado en llamar estilo neoperuano. Destacan sobre todo los cierros de madera limeños y los miradores en los cuatro ángulos. Hoy es sede de la Estación Biológica de Doñana y del Consulado del Perú. Tras un amplio espacio ajardinado, aunque mal cuidado [hoy ocupado por la Biblioteca Pública Provincial Infanta Elena], se encuentra el Pabellón del gobierno de los Estados Unidos (1928-29), obra de William Templeton Johnson, seguidor de la escuela de "arquitectura californiana", que en su versión culta utiliza modelos históricos españoles e hispanoamericanos. En él ha estado instalado hasta hace unos años el consulado de este país y actualmente una oficina consular. En un pabellón dedicado a proyecciones cinematográficas de Estados Unidos se instaló en 1937 el teatro escolar Juan de la Cueva, demolido en los años cincuenta. Finalmente, y ya en la confluencia con la glorieta de los Marineros y paseo de las Delicias, se levanta el llamado Costurero de la Reina, Pabellón del Ángulo, obra de Juan Talavera de finales del s. XIX y que habría de servir de cuerpo de guardia del palacio de los Montpensier; hoy está dedicado a Oficina Municipal de Turismo.
Cumple funciones de paso tanto para el tráfico rodado, que es muy intenso en ambas direcciones, como para peatones. Canaliza la circulación proveniente de la avenida de la Palmera y del barrio de Los Remedios, a través del puente de los Remedios, hacia la Pasarela y "rondas" y viceversa. Con frecuencia, especialmente en las horas puntas, se colapsa. Con motivo de la Feria de Abril es habilitada en una única dirección, convirtiéndose en una de las principales vías de acceso al "real". A pesar de ello, y dada su amplitud, es un paseo peatonal muy frecuentado para aquéllos que desde el citado barrio de Los Remedios se desplazan a los centros universitarios y administrativos del Prado de San Sebastián [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Conozcamos mejor la Biografía de María Luisa Fernanda de Borbón y Borbón, personaje que da nombre a la vía reseñada;
María Luisa Fernanda de Borbón y Borbón, Duquesa de Montpensier, en Francia. (Madrid, 30 de enero de 1832 – Sevilla, 2 de febrero de 1897). Infanta de España.
Segunda y última hija de Fernando VII y de la princesa María Cristina de las Dos Sicilias, nacida en el Palacio Real de Madrid el 30 de enero de 1832. Tras el temprano fallecimiento de su padre, en septiembre de 1833, y el acceso al trono de su única hermana, la reina Isabel II, Luisa Fernanda pasó a ser heredera del trono, aunque nunca llegó a ser proclamada princesa de Asturias. Pasó su primera infancia junto a su hermana en un entorno de intrigas palatinas durante la regencia de su madre y en el contexto de la Primera Guerra Carlista. Su educación fue pobre, escasa y poco acorde con los nuevos tiempos de liberalismo y progreso, y estuvo marcada por el segundo matrimonio de su madre con Fernando Muñoz y por la expulsión de ésta de España. Durante la regencia del general Espartero su formación corrió a cargo de la condesa de Espoz y Mina, de adscripción liberal, quedando las regias huérfanas a merced de las distintas facciones políticas de la Corte que, finalmente, darían al traste con la regencia del general. Fruto de ello fue la proclamación de la joven Isabel como reina con solamente catorce años. De ojos oscuros y facciones más finas que las de su hermana Isabel, y de carácter tímido, retraído y asustadizo, desde fechas muy tempranas los futuros matrimonios de doña Luisa Fernanda, y el de su hermana la Reina, fueron objeto de los mayores enfrentamientos en todas las chancillerías europeas, por considerarse un asunto de capital importancia para el futuro de España. Tras barajarse varios pretendientes para ambas —afines a los intereses de Francia e Inglaterra—, su madre María Cristina y el rey Luis Felipe de los franceses convinieron en que doña Isabel contraería matrimonio con su primo hermano el infante español don Francisco de Asís —considerado incapaz de concebir hijos—, y doña Luisa Fernanda con el hijo menor del monarca galo. Las fastuosas dobles bodas tuvieron lugar en el Palacio Real de Madrid el 10 de octubre de 1846, y con sólo catorce años doña Luisa Fernanda se vio abocada al matrimonio con el apuesto príncipe Antonio de Orleans, que a la sazón era duque de Montpensier y, probablemente, el más inteligente de entre todos los hijos del rey francés, a quien permanecería fiel y leal el resto de su vida.
Tras su matrimonio, la infanta, considerada heredera del trono español, se instaló junto a su esposo en la Corte francesa residiendo entre el palacio de las Tullerías y el castillo de Vincennes, lugares a los que vino a sumarse el bello castillo de Randán, en Auvernia, propiedad de don Antonio. En la Corte francesa, doña Luisa Fernanda gozó de prerrogativas especiales en su calidad de heredera del Trono español y fue reconocida por su alegría y su vivacidad.
Sin embargo, la revolución que dio al traste con la monarquía francesa en febrero de 1848, llevó a los duques de Montpensier a Gran Bretaña desde donde —considerados personas non gratas— partieron hacia Holanda camino de España. De regreso a la corte de Madrid, ese mismo año de 1848, el gobierno español prefirió que no se quedasen a residir allí, hecho que llevó a don Antonio y a doña Luisa Fernanda a buscar un establecimiento en Andalucía donde poder encontrar acomodo acorde a su rango, gracias a la más que notable herencia que la infanta recibió al resolverse la testamentaría de su padre el rey. Pensaron en primer lugar en Granada, donde pretendieron adquirir el palacio de Carlos V, para finalmente asentarse en la ciudad de Sevilla, donde adquirieron el palacio de San Telmo, a orillas del Guadalquivir, que decoraron lujosamente generando una corte paralela de artistas y literatos, que refulgía con brillo particular y competía con la corte de Madrid. También en Andalucía adquirieron numerosas propiedades en las provincias de Sevilla y Cádiz, como la casa-palacio de Hernán Cortés en Castilleja de la Cuesta, fincas en San Isidoro del Campo, el palacio de los marqueses de Villamanrique, o terrenos en Sanlúcar de Barrameda donde edificaron el palacio Orleans, de estilo neomudéjar.
En San Telmo nacieron sus nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en la infancia para mayor tragedia de la piadosa Luisa Fernanda, que desde fechas muy tempranas adoptó como suyos los lutos propios de aquellos tiempos. Tras el nacimiento de su sobrina Isabel, hija primogénita de la reina Isabel II, en 1851, la infanta quedó desplazada de la sucesión inmediata al trono español, comenzando entonces el largo período de notorias intrigas políticas de su esposo para hacerse con la corona de España. Corrían años políticamente tormentosos para Isabel II y en ese contexto la duquesa de Montpensier dio vía libre a las intrigas de su esposo, a quien siempre dio apoyo y comprensión.
Con la monarquía en grave peligro, en el otoño de 1866 doña Luisa Fernanda viajó a Madrid para entrevistarse con su hermana Isabel II, en un intento de aconsejarla sobre los graves asuntos de la política del reino. El encuentro fue tormentoso y oficializó un alejamiento entre ambas hermanas, que no haría sino agrandarse con la expulsión de los Montpensier de territorio español en mayo de 1868. Los duques se instalaron primero en Lisboa y posteriormente en París, mientras en verano la Revolución terminaba con la monarquía española y con el turbulento reinado de doña Isabel.
A comienzos de 1870 don Antonio, doña Luisa Fernanda y sus hijos regresaron a España, donde el duque vio fracasadas sus esperanzas de convertirse en nuevo rey al salir elegido para el trono el príncipe italiano Amadeo de Saboya. Siguió un nuevo exilio en Francia, durante el cual los duques llegaron a un acuerdo dinástico con la reina Isabel por el que reconocieron como nuevo pretendiente al trono al hijo de ésta, el príncipe de Asturias, don Alfonso. Juntas, ambas familias trabajaron por la restauración de la monarquía en España que, materializada en 1875, se selló con el matrimonio del nuevo rey Alfonso XII con la hija de los duques, la infanta María de las Mercedes, que se celebró en 1878. Para entonces doña Luisa Fernanda se había convertido en una mujer ajada por los sufrimientos y totalmente entregada a la práctica religiosa y a sus muy numerosas caridades, tanto en Sevilla como en otros lugares de Andalucía. Afecta a las tradiciones locales, ella y sus hijos no faltaban a las romerías locales siendo ella especialmente devota de las Vírgenes de Regla, en Chipiona, y del Rocío, en Almonte. En el otoño de 1876 los Montpensier ya estaban instalados de forma definitiva en Sevilla, pero dos años más tarde doña Luisa Fernanda tuvo que asistir al fallecimiento de su hija la reina Mercedes, que fue seguido del de otra de sus hijas, María Cristina, unos meses más tarde. Así, hacia 1880, la vida de la infanta estaba totalmente marcada por los lutos y las desgracias personales, quedándole solamente dos hijos vivos: doña Isabel, esposa del conde de París, y don Antonio. Entregada a obras pías y a devociones, su vida quedó completamente alejada del ámbito mundano y circunscrita al ámbito religioso.
En 1885, todavía asistió a la muerte de su sobrino y yerno, el rey Alfonso XII, y en 1890 perdió finalmente a su esposo, don Antonio, de quien fue devota compañera durante toda su vida. Ya viuda, se enterró en el duelo y el luto más profundos, entregándose a misas y plegarias. De ahí que sus últimos años estén cubiertos de un cierto oscurantismo teñido de religiosidad. Permaneció en sus propiedades andaluzas, especialmente los palacios de San Telmo y Villamanrique, con ocasionales visitas a Inglaterra y otros lugares de Europa. Gran amiga de la escritora Fernán Caballero y de edad ya avanzada, doña Luisa Fernanda enfermó gravemente en enero de 1897 y falleció en su palacio sevillano el 2 de febrero de ese año, siendo su cadáver conducido al Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial. Por expreso deseo suyo no fue embalsamada y fue amortajada descalza con el hábito de San Francisco. En su testamento dejó a la ciudad de Sevilla el parque de San Telmo, hoy conocido como Parque de María Luisa, legando el palacio a la Iglesia con el fin de que se convirtiese en seminario (Ricardo Mateos Sáinz de Medrano, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La avenida de María Luisa, al detalle:
Pabellón Exposición Iberoamericana 1929
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